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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
 
RESPIRACIÓN VEGETAL Y FOTOSÍNTESIS EN LA ENSEÑANZA
DE LA AGRONOMÍA ESPAÑOLA DURANTE EL SIGLO XIX 1
 
Jordi Cartañà i Pinén
 
"Respiración vegetal y fotosíntesis en la enseñanza de la agronomía española durante el siglo XIX", Actas del V Congreso de la Sociedad española de Historia de las Ciencias y de las técnicas. Tomo II Ciencia y Técnica en la España Contemporánea, del 18 al 21 de diciembre de 1989, Múrcia, 1991, págs. 860-874.


Una de las principales preocupaciones de la ilustración española era el estado en que se encontraba la agricultura. Entre las diversas medidas de fomento propuestas, había la necesidad de modernizar las técnicas agrarias, adaptando a nuestro suelo las variadas experiencias que se estaban desarrollando en Europa.

Para ello era imprescindible divulgar las numerosas aportaciones de la ciencia, y sobre todo aquellas factibles de aplicación en el campo agronómico. Para la transmisión de estos conocimientos, era fundamental establecer una enseñanza agrícola regulada, canal idóneo para alcanzar este cometido.

En el segundo tercio del siglo XIX, con el advenimiento del régimen liberal se da un impulso considerable a estas enseñanzas, extendiéndose por todo el territorio nacional e impartiéndose en todos los niveles educativos incluido el superior, a partir de la creación a partir de 1854 de la Escuela Central de Agricultura.

Las ideas que se presentan en esta comunicación, son parte de la tesis doctoral que se esta elaborando y que versará sobre el desarrollo de la enseñanza agronómica en la España decimonónica y los contenidos científicos que se trasmitían en la misma.

En particular, he estudiado el proceso de incorporación en los textos agronómicos españoles de las nuevas hipótesis que se van gestando sobre la respiración vegetal y la fotosíntesis, así como de la perduración de las ideas tradicionales en algunos textos.
 

Los conocimientos sobre la nutrición vegetal a finales del setecientos en Europa

A finales del siglo XVIII, la fisiología vegetal estaba aun en sus inicios. Si bien se habían formulado ya algunos postulados, los mecanismos básicos de la respiración y la nutrición de los vegetales, así como el papel que desempeñaba el suelo en la misma, empezaban justo a desvelarse y eran escasas las hipótesis enunciadas, que estuviesen apoyadas experimentalmente.

Hasta el siglo XVII siguiendo la tradición aristotélica, se creía que las plantas absorvían del suelo todo el alimento ya elaborado, sin ninguna participación de la atmósfera en su nutrición.

Aparte de algunas observaciones enunciadas anteriormente, no es hasta mediados del setecientos que aparece un cierto interés en el mundo científico por la dinámica vegetal, sobre todo a raíz de las investigaciones desarrolladas tras el descubrimiento de los gases.

Charles Bonnet, en 1749, es el primero en interesarse por los fenómenos gaseosos relacionados con los vegetales, llegando a algunas conclusiones erróneas al creer que el aire que rodeaba las hojas sumergidas en agua, provenía del exterior.

En 1772, Joseph Priestley en sus Recherches sur diverses especes d'air diferenció el aire de la respiración animal de aquel emitido por los vegetales en presencia de la luz. De este último, que denominó "aire desflogistizado", destacó su propiedad purificadora del ambiente indicando que:
 

"las plantas lejos de afectar el aire de la misma manera que la respiración animal, producen los efectos contrarios, y tienden a conservar la atmósfera dulce y salubre, cuando se vuelve perjudicial a consecuencia de la vida y de la respiración de los animales o de su muerte y de su putrefacción"2.
 

Igualmente detectó la emisión de dióxido de carbono por las plantas en la oscuridad aunque no supiera interpretar estos resultados.

En 1780, Jean Ingeshousz en sus Experiences sur les vegetaux, completó y reafirmó las observaciones de Joseph Priestley. A la vez, pudo desmentir las hipótesis de Charles Bonnet, al demostrar que el aire expulsado de las hojas proviene de su interior, y que el factor estimulador de la emisión gaseosa no era el calor producido por el sol, sino la intensidad de la luz3 .

Fue, finalmente, Jean Senebier que entre 1782 y 1784, constató que el "aire fijo" disuelto en el agua favorece la vegetación. A partir de estas observaciones emitió la hipótesis de que el "aire fijo" (dióxido de carbono) "es absorbido por las plantas, que lo toman de la atmósfera con la humedad que ella tiene y en la cual esta mezclado"4 . Una vez captado este gas, tanto de la atmósfera como del suelo, es descompuesto en presencia de la luz por las hojas, desprendiéndose el "aire vital" (oxígeno) y quedándose el carbono en el vegetal.

Así pues, a finales del siglo quedó ya sentada la participación de la atmósfera en la dinámica vegetal, aunque aun se desconocía el como y el porqué de esta participación y no se había formulado ninguna teoría que explicase el proceso nutritivo en su conjunto.
 
 

Las investigaciones fisiológicas en la Europa decimonónica

La nueva centuria se inicia con las aportaciones de Theodore de Saussure. Sus teorías serán fundamentales para esclarecer muchas de las dudas que existían con respecto a la nutrición vegetal. Asimismo es el primero en detectar el fenómeno respiratorio de las plantas.

En 1804, este fisiólogo, en sus Recherches chymiques sur la vegetation trata el tema de la nutrición y respiración vegetales en su totalidad, al contrario de sus predecesores que investigaron solo aspectos parciales, incorporando en sus estudios el método de análisis cuantitativo utilizado por Lavoisier en el campo de la química.

Sobre la respiración de las plantas, realiza minuciosos experimentos con semillas en las que observa que el oxígeno circundante desaparece durante la germinación, reemplazándose simultáneamente por un volumen semejante de dióxido de carbono. También demuestra la necesidad de oxígeno para la planta adulta, ya que esta perece en una atmósfera que contenga una alta concentración de anhídrido carbónico.

Respecto a la nutrición carbonada, certifica que todo el carbono asimilado procede del dióxido de carbono absorbido. En este sentido afirma erróneamente que el volumen de oxígeno liberado nunca es superior al volumen de CO2 desaparecido.

A partir de la publicación de las experiencias de dicho fisiólogo, la evolución científica de esta especialidad discurre hasta los años 50 en una etapa que podríamos considerar como de "ciencia normal", con unas ideas básicas aceptadas por la mayoría de investigadores y con logros menos espectaculares que los habidos en los últimos decenios.

No obstante, no por poco espectacular es menos importante para el desarrollo de esta materia. Se consolidan, clarifican, perfeccionan y completan las diversas hipótesis formuladas anteriormente en una dirección correcta. Así mismo, se abren nuevas líneas de investigación que hasta ahora no se habían previsto. Estas aportaciones prepararán el terreno para las grandes teorías de la fisiología vegetal que se formularán en las décadas de los años 50 y 60.

Hasta este momento, la fotosíntesis y la respiración vegetal son considerados como partes de un único fenómeno. En presencia de luz, actúa la primera absorbiéndose por las hojas el dióxido de carbono y desprendiéndose oxígeno. En la oscuridad el proceso se invierte tomando oxígeno y exhalando dióxido de carbono.

En este período, se avanza considerablemente en la asimilación de esta con la respiración animal. Las pruebas acumuladas en este sentido hacen postular a Henri Dutrochet en 1836, la similitud entre ambos tipos de respiración5 . Es no obstante Charles Lory quien en 1847 diferencia de forma explícita entre el proceso de fijación del carbono, bajo la influencia de la luz y el fenómeno respiratorio que solo lo detecta en la germinación y la floración. Si bien a este proceso le atribuye el mismo origen que la respiración animal aun no se atreve a aceptarlo para todas las partes del vegetal.

Habrá que llegar hasta 1851 para que Lazare Garreau y Hugo von Mohl de forma separada sienten definitivamente la autonomía de las dos funciones, aunque sus ideas no se impondrán en el mundo científico hasta algunos años mas tarde. Según Rene Tatón, no será hasta la publicación de los trabajos de Julius Sachs a principios de los años 70 que se aceptará de forma generalizada esta independencia6 .

Otra contribución notable de este período es el aislamiento e identificación de la "materia verde" de los vegetales, que en 1818 hicieron Joseph Pelletier y Joseph B. Caventou y que bautizan con el nombre de "clorofila". En 1845 Robert Mayer lanza la hipótesis sobre la transformación de la energía lumínica en energía química mediante el concurso de la clorofila.

A medida que avanzan estas investigaciones en la primera mitad del siglo, se va variando la creencia general de que es el suelo de donde proviene la mayor parte del carbono asimilado. Cada vez está mas claro que es la atmósfera el principal reservorio de este elemento para la nutrición vegetal. Respecto a este tema, Justus von Liebig aun considerando al humus como suministrador parcial de carbono reserva el papel principal a la atmósfera. Así cuando refiriéndose a los abonos nos indica que "la cantidad de carbono que da una pradera a un bosque [...] es independiente de la presencia de abonos ricos en carbono" o bien cuando escribe que "la esterilidad de un terreno o su escasa producción de carbono no es consiguiente a la falta del ácido carbónico o del humus, pues que nos es dado aumentar esa producción, acarreando sustancias que carecen enteramente de carbono" 7 , está negando respecto del carbono, la función nodriza del suelo.

A mediados de siglo está ya asumida la procedencia atmosférica -total o parcial- del carbono vegetal asimilado. También esta aceptada por la comunidad científica, la intervención de la luz y la clorofila en la nutrición de las plantas. Mr. Corenwinder publica en 1858 sus experimentos sobre la nutrición carbonada. Estos ensayos, a pesar de no estar realizados con absoluto rigor, le permiten demostrar entre otros aspectos que el carbono asimilado proviene fundamentalmente de la atmósfera. En sus conclusiones indica:
 

"En el sol, las plantas absorben y descomponen el ácido carbónico por sus órganos foliares con mas actividad que no se suponía hasta hoy. Si se compara la cantidad de carbono que asimilan, con aquella que entra en su composición, estamos obligados a reconocer que es en la atmósfera, bajo la influencia de los rayos solares, que los vegetales toman la mayor parte del carbono necesario para su desarrollo"8 .
 

Mucho mas riguroso en sus aportaciones, Jean Baptiste Boussingault demuestra en 1861 que el volumen de dióxido de carbono absorbido es aproximadamente igual al volumen de oxígeno desprendido.

En otro sentido Julius Sachs demuestra entre 1862 y 1864 que el almidón es un producto derivado de la función clorofílica. M. Cloez, en 1863 determina que la fotosíntesis solo tiene lugar en las partes de la planta que contienen clorofila, desmintiendo así la opinión que al respecto tenía Saussure.

Todas estas confirmaciones permiten formular a Jean Baptiste Boussingault y a Julius Sachs la ecuación clásica de la fotosíntesis:
 

6 CO2 + 6 H2O + luz -------> C6H12O6 + 6 O2
 
 

Esta hipótesis supone que el hidrógeno utilizado para la formación de la glucosa proviene de la descomposición del agua absorbida por la planta. El oxígeno sobrante de la reacción es expulsado al exterior.

Con esta aportación realizada a finales de la década de los años 60, quedan desveladas las principales incógnitas que se habían creado durante la última centuria.

A partir de este momento las investigaciones sobre la respiración vegetal se incorporarán a la fisiología general, al estar ya plenamente asimilada al fenómeno respiratorio de los animales. Las investigaciones sobre la función clorofílica se orientan hacia la búsqueda de los mecanismos internos de funcionamiento y regulación.
 
 

La fisiología vegetal en los manuales agronómicos españoles del ochocientos

En la primera mitad del siglo XIX, son escasísimos los textos agronómicos que se publican es España. La situación socio-política del país no favorece el estímulo de la agricultura desde las instituciones y aparte de algunas experiencias puntuales, es muy poca la actividad académica desarrollada en este campo. Una excepción notable es la publicación en 1816 de las Lecciones de Agricultura del Profesor D. Antonio de Arias y Costa, escrito para la docencia en el Jardín Botánico de Madrid, pero que posteriormente se utilizará en las Cátedras de Agricultura que se van instalando en todo el país. La ausencia de espacio me obliga a omitir los comentarios sobre las hipótesis fisiológicas defendidas en esta manual. Es a partir de 1848 cuando, con la creación de las Juntas Provinciales de Agricultura, se acelera el fomento de esta disciplina y se inicia su difusión. Esta paulatina ampliación de las enseñanzas agronómicas, genera la publicación de numerosos manuales académicos de esta especialidad.

En la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, el nivel más superior de estas enseñanzas, los textos utilizados inicialmente son extranjeros, salvo para las asignaturas de fisiografía y de fitotécnia. Para la asignatura de agronomía -donde se imparten fundamentalmente los conceptos fisiológicos- se utilizan los manuales de los profesores franceses Juan Pedro Luis Girardin y el Conde de Gasparin.

No obstante, se publican ya algunos libros de autores españoles escritos con un alto nivel científico y que incorporan las últimas novedades. Un ejemplo de este rigor y claridad en la exposición del discurso, nos lo muestra Miguel López Martínez, abogado y secretario de la Asociación de Ganaderos9 . En su libro Elementos de Agronomía, Agricultura y Economía rural, publicado en 1856 y destinado a la enseñanza agrícola, diferencia claramente entre el fenómeno respiratorio y aquel que produce la descomposición del dióxido de carbono, explicando estos dos procesos con tal sencillez, que será difícil encontrar descripciones tan claras, escuetas y satisfactorias de estas funciones hasta finales del siglo. Al referirse a la respiración de las plantas, indica:
 

"Esta función no difiere en ellas [las plantas] de la respiración animal tanto como se había creído; las plantas respiran el oxígeno que quema el carbono del vegetal, exhalándole bajo la forma de ácido carbónico, que es lo que se verifica en las que están en la oscuridad. Pero a la luz, el gas ácido carbónico exhalado desaparece, y solo queda el oxígeno; por lo cual pudiera creerse que en este caso el vegetal respiraba el ácido carbónico al exhalar el oxígeno, al contrario de lo que pasa a la sombra.

Esto parece una ilusión. Las partes verdes de los vegetales provistas de clorofilo son las únicas que aspiran el ácido carbónico; las que están desprovistas de esta substancia, como las flores, los tallos, las raíces, aspiran el oxígeno y exhalan el ácido carbónico los mismo a la luz que a la oscuridad; y es fácil ver que todo esto se verifica de la misma manera en las hojas y demás partes verdes, haciendo vegetar las plantas en vasos cerrados, en presencia de una superficie de agua de barita, cuyo líquido absorbe el ácido carbónico a medida que lo exhala la planta.

El acto respiratorio continua así durante toda la vida del vegetal; pero cuando es herido por la luz, y tanto más cuando es más elevada la temperatura, otro acto, el de una absorción alimenticia, se junta al de la respiración"10 .
 

Hay que destacar de este texto la ausencia total de referencias al vitalismo para justificar determinados fenómenos fisiológicos. Observamos como el espíritu positivo se va incorporando a la ciencia y el pensar nacional.

Sin duda, la defensa de estas hipótesis se adelanta a su época. Es curioso observar como el experimento citado para la determinación del dióxido de carbono exhalado por la planta es muy semejante al que publicará dos años después, en 1858 en los "Annales de Chimie et de Physique", el fisiólogo M. Corenwinder y que demostrara definitivamente que el acto respiratorio se produce en todas las partes del vegetal. La asistencia de Miguel López a las lecciones de la Sorbona y del Jardin des Plantes de París en 184811, justifica el alto nivel de información que disponía sobre la actividad científica del momento.

Respecto al carbono asimilado, tiene asumido que es la atmósfera el único y directo suministrador, y siguiendo las tesis de Lassaigne y Gasparin, considera que el dióxido de carbono absorbido por las raíces es expulsado en la transpiración, sin ejercer una acción fisiológica directa.

Esta seriedad y rigor en la exposición, así como la defensa de las más modernas teorías fisiológicas, es heredera en el último cuarto de siglo por el colectivo de ingenieros agrónomos y por algunos licenciados en ciencias, tal como se refleja en el análisis de los contenidos de sus textos, principalmente destinados a las enseñanzas medias.

Todos ellos diferencian claramente entre los dos fenómenos comentados anteriormente. Como muestra, veamos el enfoque que le da el profesor Eduardo Abela, que aún utilizando el término "respiración vegetal", para englobar los dos procesos, tiene muy clara la diferencia entre ellos:
 

"En el fenómeno de la respiración vegetal, se confunden, porque son instantáneos, dos acciones diferentes: La acción respiratoria y otra acción nutritiva de reducción, que descompone parte del agua y del ácido carbónico, predominante bajo la impresión de la luz"12 .
 

También es evidente la analogía entre la respiración animal y la vegetal. Siguiendo la hipótesis de Traube y Garreau, el profesor D. Joaquín Espona nos indica que "el oxígeno es el elemento activo en la respiración de los animales y de las plantas"13 .

Este mismo autor nos resume en pocas palabras la opinión general de los autores estudiados. Cuando se dice que: "Con cierta propiedad podríamos decir que una planta no es otra cosa que aire condensado"14 , nos manifiesta el papel prioritario del dióxido de carbono atmosférico como fuente del carbono asimilado por el vegetal, descartando así la teoría del humus.

Algunos ingenieros puntualizan, no obstante, que el dióxido de carbono también puede penetrar por las raíces, aunque no es aprovechado y "solo sirve para facilitar la circulación de la savia"15 . Así mismo utilizan ya con cierta fluidez el término "clorofila" y destacan su función en el proceso fotosintético.

Aparte de estos manuales escritos casi todos para los niveles superiores de la enseñanza agronómica y que muestran el buen nivel de formación de sus autores, hay muchísimos otros que desgraciadamente no incorporan las ideas que centran la polémica científica europea en esta especialidad y sus opiniones se mueven alrededor de concepciones ya caducadas.
 
 

La perduración de las teorías fisiológicas tradicionales en los textos escolares del ochocientos

Son numerosos los textos usados en la docencia española que explican la nutrición vegetal de acuerdo con las hipótesis predominantes en la primera mitad del siglo. Estas ideas, ya caducas cuando se escriben estos textos, aparecen sobre todo en los manuales agrícolas dirigidos a la enseñanza primaria y normal.

A pesar de ser libros de pequeño volumen, todos ellos dedican algún capítulo donde introducen, con mayor o menor extensión y fortuna, algunos conceptos sobre la nutrición de los vegetales.

Si bien los autores aceptan en mayor o menor medida la entrada en el vegetal del dióxido de carbono atmosférico y su fijación en las hojas, la mayoría creen en el suelo como fuente principal del alimento. Se fomenta así, aunque sea de forma indirecta, la teoría del humus ya en desuso desde las aportaciones de Liebig en los años 40.

En su influyente manual, Alejandro Oliván expone que: "La respiración se verifica por medio de las hojas; la nutrición, en parte por las hojas, y mas considerablemente por las raíces"16 .

Esta tesis equivocada perdura en algunos textos hasta finales del siglo, e incluso el ingeniero agrónomo Mariano Tortosa reincide en la misma cuando afirma que "el carbono procede de la descomposición del anhídrido carbónico existen en la atmósfera y en el suelo"17 .

Recordamos que en 1850, se traducen al castellano las Cartas Químicas de Justo Liebig, en cuya carta vigésimo sexta, se establece la supremacía de la atmósfera en el proceso nutritivo en cuanto a volumen se refiere, reservándose el suelo como donante de sales minerales, que si bien son imprescindibles para la vida de los vegetales, son asimiladas en pequeña cantidad. A pesar de ello, son numerosos los autores que desconocen, ignoran o no comparten esta teoría y que persisten en trasmitir a través de sus textos numerosos desaciertos.

Creen igualmente algunos autores, que el carbono asimilado penetra también en el vegetal por las raíces junto con el agua y las sales alcalinas.

Estos jugos incorporados a la planta formarán la savia "terrestre o acuosa" que subirá hasta las hojas, moviéndose según Alejandro Oliván, "en virtud de una excitación misteriosa, que nos sorprende y admira como todo origen de vitalidad"18 . Vemos en esta frase que el autor recurre al vitalismo para justificar un fenómeno del que parece desconocer sus causas, a pesar que ya se han formulado hipótesis con suficiente base científica que explican estos mecanismos des de veinte años antes de la publicación de su texto. Por el contrario, Domingo de Miguel, mejor informado, justifica el movimiento ascendente de la savia por los fenómenos de capilaridad y endósmosis19 .

Es usual entre este grupo de escritores, considerar la dinámica gaseosa como un único fenómeno al que denominan de forma genérica como respiración. Incluyen al acto respiratorio y la fotosíntesis en un mismo proceso, que actua de forma inversa según la presencia o no de la luz.

En este sentido, se manifiesta Joaquín Salarich, cuando en el apartado que denomina "Respiración" indica que:
 

"Las hojas y demás partes verdes son los pulmones de las plantas (...).Las hojas también descomponen el aire, conservan el carbono y despiden el oxígeno, al contrario de los animales que despedimos el primero y nos apropiamos del segundo; para esta operación necesitan los vegetales el influjo de la luz, de modo que o se verifica por la noche"20 .
 

En parte se podrían justificar estos errores ya que la separación de las dos funciones citadas, si bien fue demostrada en 1851, como indicábamos en el primer capítulo de esta comunicación, no se impuso definitivamente en el mundo científico hasta principios de los años 70. Lo que es difícilmente disculpable es que estas incongruencias se mantuviesen hasta finales de siglo en varios textos agrícolas de uso escolar. Para ilustrar esta perduración, reproduzcamos las ideas de Salvador de Juan Ponsoda que escribe en su Manual de 1894. Dice:
 

"La función que desempeñan las hojas es la respiración. Durante el día y bajo la influencia de la luz solar, descomponen el ácido carbónico de la atmósfera, se apropian del carbono y dejan libre el oxígeno. En cambio, durante la noche exhalan el ácido carbónico"21 .
 

En general, pues, podemos afirmar, por lo que se refiere a los textos agrícolas usados en la enseñanza elemental y normal, que arrastran un atraso considerable respecto del debate científico europeo que esta transformando las concepciones clásicas sobre la dinámica vegetal.

En resumen, podemos afirmar que la difusión en la enseñanza agronómica española de las dos hipótesis básicas de la fisiología vegetal decimonónica se produce de forma desigual según el nivel académico en que se trasmiten.

Estas hipótesis -la independencia del acto respiratorio y la fotosíntesis y la consideración de la atmósfera como único suministrador del carbono asimilado por los vegetales- se incorporan rápidamente en los estudios superiores y medios mientras que no ocurre así en la enseñanza mas elemental.

Un estudio paralelo -que no podemos detallar aquí- sobre los autores de manuales agronómicos, nos correlaciona la formación científica recibida y su actividad profesional en la defensa de las distintas ideas.

La mayoría de autores de manuales agronómicos usados en la enseñanza secundaria y que como hemos visto eran muy rigurosos en sus aportaciones e incorporaban las ideas mas modernas, habían cursado estudios de ingeniero agrónomo. Esta referencia, nos permite valorar positivamente el nivel científico impartido en la Escuela Central de Agricultura.

Por el contrario, los autores de textos destinados a la enseñanza primaria y a las escuelas normales, en los cuales perduran por lo general las ideas tradicionales y ya caducadas cuando se publican, han recibido una formación diversa. Entre estos hay médicos, políticos y sobretodo maestros, algunos de ellos profesores de escuelas normales.

Estos hechos nos suscitan el problema de la formación científica de los diversos colectivos profesionales, aspecto que habrá que profundizar para cada grupo en posteriores investigaciones y que nos ha de evidenciar aquellas corporaciones que cumplieron una misión importante en el proceso de modernización de nuestro país.
 
 

NOTAS

1. Este trabajo forma parte del programa de investigación sobre Naturaleza y cultura en la tradición geográfica española e iberoamericana de la C.I.C.Y.T (P.B. 87-0462-D05-02).

2. PRIESTLEY: Recherches sur diverses especes d'air, 1772; cit. por DEHERAIN, 1873, p. 17-18.

3. ROZIER, vol II (1798), p. 416-420.

4. SENEBIER, 1782, p. 372-408.

5. En nuestros dias se ha resucitado -aunque ahora a nivel bioquímico- una polémica semejante a la del pasado siglo, sobre la relación entre fotosíntesis y respiración vegetal. A partir de las investigaciones de Severo Ochoa en 1948, parecen existir algunas reacciones reversibles, que son utilizadas tanto en la fotosíntesis como en el proceso respiratorio. No obstante, se han acumulado numerosas evidencias en contra de esta afirmación (DEVLIN, 1975, p. 216-217).

6. TATON, vol X (1988), p. 508.

7. LIEBIG, 1850, p. 224-225.

8. CORENWINDER, M.: Annales de Chimie et Physique, 3ª ser., vol. LIV (1858), p. 321. Cit. por DEHERAIN, 1873, p. 33-35.

9. ANTON, 1865, p. 899.

10. LOPEZ MARTINEZ, 1856, p. 15.

11. ANTON, 1865, p. 899.

12. ABELA, 1878, p. 55.

13. ESPONA, 1892, p. 17. Llegan a conclusiones semejantes sobre la separación de las dos funciones: TUÑON, 1876, p. 31; VERA, 1882, p. 28; SUBIRA, 1888; TORTOSA, 1891, p. 52; LOPEZ VIDAUR, 1895, p. 17.

14. ESPONA, 1892, p. 120.

15. ABELA, vol. II (1878), p. 10.

16. OLIVAN, 1850, p. 6. Defienden tesis semejantes: LLANSO, 1850, p. 20, 29 y 51; SALARICH, 1859, p. 23; NATA, 1869, p. 13; LOPEZ DE SANCHO, 1876, p. 33-34; GASCON, 1894, p. 12.

17. TORTOSA, 1891, p. 64.

18. OLIVAN, 1850, p. 7.

19. MIGUEL, 1855, p. 164.

20. SALARICH, 1859, p. 21. Defienden tesis semejantes: OLIVAN, 1850, p. 8; NATA, 1869, p. 31; MARTIN QUINTANA, 1879, p. 31; AGUILAR, 1888, p. 8.

21. JUAN, 1894, p. 30.
 
 

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