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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
 
COMENTARIOS A LA DIVISIÓN ESPACIAL DEL TRABAJO Y DE LA PRODUCCIÓN
 
Joan-Eugeni Sánchez
 
Reproducido de:  Minius, nº 1, 1992, p. 9-25; Versión ampliada. (Original: 07-1991)


1. Los principios de la división del trabajo

Retrocedamos a 1776 y situémonos ante la obra fundamental del pensamiento liberal-capitalista, La riqueza de las naciones, de Adam Smith. En su primer capítulo, por lo que debemos suponer que refleja los fundamentos de su concepción, aparece encontramos una amplia exposición de la división del trabajo. Comienza el libro con estas palabras:

Recogiendo las enseñanzas de Ferguson, Adam Smith basa los cambios en el sistema económico en el desarrollo de las fuerzas productivas desde el modo de producción feudal hacia el modo de producción capitalista, y ello fundamentado en la división del trabajo, y en concreto en la división técnica del trabajo.

El ejemplo que propone sobre la fabricación de alfileres es paradigmático. Se trata de replantear la esencia misma del proceso productivo. Para ello se busca desarrollar las fuerzas productivas, en cuanto capacidad productiva del trabajo, con la división del trabajo como elemento clave que va a permitirlo:

Se acaba con el trabajo del artesano [LW1] -que sabe hacer la totalidad de la mercancía, desde adquirir y manipular las primeras materias, concebir el producto, fabricarlo en todas sus partes y componentes, hasta venderlo-, y se le sustituye por el obrero colectivo, por cuanto se descompone el proceso productivo en un conjunto de operaciones elementales que pasarán a ser efectuadas por un conjunto de obreros especializados-adiestrados en una, y sólo en una, de las partes. Se sustituye el individuo que sabe hacer todas las partes más o menos bien, por un conjunto de individuos que hagan muy bien, muy rápido y al menor costo salarial cada una de las partes ahora aisladas.

Dividir significa separar en el tiempo. Y si se puede separar en el tiempo, ello posibilita poder separar en el espacio. Es decir, la condición necesaria para poder manipular el espacio-territorio será poder disgregar en el tiempo. En cuanto se consiga descomponer un proceso, en lo que conlleva de fraccionamiento temporal, se abre la posibilidad de separar estas etapas. Desde el punto de vista geográfico la idea de división tendrá un alcance muy importante, en la medida en que va a ser un mecanismo espacial a manipular, el cual será ampliamente aprovechado a partir de ese momento.

La división, que en la actualidad se nos aparece como algo tan simple, permitió reestructurar sobre ella todo el sistema productivo. Fue con posterioridad que se introdujo el desarrollo y fabricación de nuevos productos. Pero en aquel momento se trataba de continuar produciendo lo mismo, pero de otra manera. Es decir, la innovación en el proceso precedió a la innovación en el producto, con lo que el inició de la revolución industrial se manifestó primeramente por la revolución en los procesos de producción. Lo importante no era qué se producía, ya que se podía continuar produciendo lo mismo -por ejemplo alfileres-, sino cómo debían producirse para aumentar la capacidad productiva del trabajo en términos de productividad. Quedaba muy claro que este simple mecanismo de división permitía multiplicar por varios centenares de veces tanto la productividad del trabajo, como el rendimiento del capital (Smith, 1776: 9) sin necesidades iniciales de nuevas inversiones, y sin haber tenido que introducir en la manufactura ningún nuevo medio de producción, a excepción del derivado de la concentración de obreros y maquinaria en las nuevas instalaciones manufactureras, pero no por unidad de trabajo. Las repercusiones sobre el sistema económico y sobre la estructura social serían evidentes y multiplicativas.

2. Grados de división del trabajo

De hecho Adam Smith proponía una división técnica a partir de la posibilidad de tomar como unidad a dividir los componentes elementales de los productos. Se trataba de explotar la introducción de la división al fabricar componentes con unidad física que, en principio, podía parecer difícil que fuesen ejecutados por más de un obrero.

Este sería el fundamento básico de la división del trabajo, en el sentido de división técnica del trabajo: una única unidad física -el alfiler del ejemplo- pasa a poder ser fabricado por más de un trabajador, en base a descomponer su proceso de producción en operaciones elementales -funcionales-.

De esta forma el trabajador será un ejecutor de funciones en vez de productor de objetos con significación propia. Por consiguiente, lo que a partir de ese momento deberá aprender, no es a fabricar piezas u objetos completos -a través de la ejecución de todas las operaciones funcionales que se precisan para ello-, sino a ejecutar funciones -que podrán ser aplicadas si interesa a la fabricación de piezas distintas-. Ello significa que se pasa de un saber-hacer a un saber-reproducir.

3. División, productividad y reducción de costes salariales

Al mismo tiempo, Adam Smith buscaba la ganancia de tiempo que la división del trabajo aporta al proceso, o lo que es lo mismo, el incremento de productividad que de ello se deriva. La especialización que se consigue, y la posibilidad de introducir máquinas específicas para cada fase que la producción en masa justifica, hacía que una producción elemental como la de agujas, pudiese ser dividida en unas veinte operaciones elementales. De lo que se derivaba, según sus observaciones, un incremento en la productividad entre 240 y 4800 veces frente a la forma de producción artesanal (Smith, 1776: 9).

Paralelamente, la división del trabajo propiciaba la introducción de la división social del trabajo, entendida como "trabajos que difieren unos de otros en género, especie, familia, subespecie y variedad, condición de vida para la producción de mercancías" (Marx, 1867: I-9).

Además, tal como por aquellas mismo periodo mostraba Babbage también para la fabricación de agujas, introduciendo los principios de división social del trabajo, y a igualdad de tiempo de trabajo, la remuneración de los salarios como consecuencia de la descualificación implícita en la descomposición social del trabajo, permitía reducir el costo por salario en unas cuatro veces.

Aplicando los criterios de división social del trabajo (sexo, edad, cualificación) el proceso de fabricación sería, según sus cálculos:
 
Estirado del alambre Hombre 3 chelines 3 peniques al día
Tensado Mujer 

Chica

0

6

Aguzado Hombre 5 3
Torcido y corte Chico 

Hombre

5

4 1/2 

4 1/2

Encabezado Mujer 1 3
Estañado o blanqueado Hombre 

Mujer

3

0

Envasado Mujer 1 6
Si lo realizase un sólo obrero, y aceptando la misma velocidad de producción que con división del trabajo, éste debería saber ejecutar todas las operaciones y, por consiguiente, cobrar el salario más elevado, con lo que los costes salariales por unidad se casi cuadruplicarían, mientras que de esta forma se puede pagar cada fase de acuerdo con la cualificación estricta que precisa y, consiguientemente, al menor costo salarial global posible (Frobel, 1977: 43-44)

Combinando los efectos de ambos tipos de división del trabajo, el coste de la aguja se vería rebajado entre 4 x 240 y 4 x 4800 (menor salario x menor tiempo) veces respecto a la aguja artesanal. Esta pérdida en el valor de la fuerza de trabajo por aguja implica una valorización más alta del capital, contribuyendo a dilatar el radio de acción de la plusvalía (Marx, 1867: I-285). Lo cual abrió el camino al proceso de descualificación-sobrecualificación en la evolución de las fuerzas productivas que podrá verificarse claramente con posterioridad (Marx, 1867: I-284; Freyssenet, 1977; Sánchez, 1979)

Si nos situamos en el ámbito de la fabricación de productos complejos se puede aplicar un doble nivel de división:

En teoría ello podría dar lugar a dos tipos de división del trabajo: La división del tipo 2 permite aplicar el saber funcional a distintas piezas. Por ejemplo, un pintor puede pintar distintos objetos; ahora sólo sabe pintar, en el modelo a terminaba la pieza pintándola; así, pintar un mueble puede ser bien la fase final de su fabricación por un ebanista, o bien una fase que pasa a manos de un barnizador.

Según esto, los oficios dejan de ser denominados por el producto que fabrican -zapatero, cordelero,...-, y pasan a ser considerados por la función a ejecutar -tornero, ajustados, electricista, pintor-. Pero a medida en que se avanza de la revolución industrial a la científico-técnica, estas funciones pasan a ser asimiladas a los clásicos oficios, estableciéndose nuevas funciones, cada vez más ligadas a la máquina. Así el tornero o el ajustador son sustituidos por operadores de máquina, servidores de la cadena de montaje, como nueva formas de división funcional adaptadas a la máquina y a los procesos encadenados o seriados de producción. En la actualidad, favorecido por la incorporación del ordenador, se desarrolla la automatización-robotización, lo que por su parte introduce nuevas funciones, antes desconocidas, que deben ser ejecutadas por los nuevos trabajadores.

La anterior situación es la que percibía, a mediados del siglo XIX, John Stuart Mill:

En este párrafo se distingue ya claramente entre la división en la producción de distintas mercancías -división de la producción-, de la división para la producción de una mercancía -división técnica del trabajo-.

Llegamos a 1867, en que Marx aportará la clave para distinguir claramente lo que es la esencia de la diferenciación social entre ambos tipos de división. En el capítulo XII del Libro Primero de El Capital, donde trata de "División del trabajo y manufactura" distingue entre división del trabajo dentro de la sociedad y división del trabajo dentro de un taller, a las que atribuye una diferencia no sólo de grado, sino de esencia:

Podemos asimilar división del trabajo dentro de la manufactura a división técnica del trabajo o división del trabajo, y la división social del trabajo o división del trabajo dentro de la sociedad a división de la producción. De esta forma, entenderemos la división (técnica) del trabajo como aquella que se efectúa durante el proceso de producción, como combinación de diversas tareas individuales. Por un lado mediante la división del proceso en operaciones más simples y, por otro, mediante la cooperación entre fracciones de dicho proceso. Mientras que, por su parte, la división de la producción representa el fraccionamiento en partes acabadas que adquieren autonomía como mercancía para ser incorporadas a otros procesos de producción como productos semielaborados o intermedios.

Para Marx ambas formas de división son interdependientes:

Estas posibilidades de fraccionamiento abren el camino a la reorganización socio-espacial del proceso productivo, ya que se llega a la incorporación del espacio al proceso de división de la producción: Recordemos que con anterioridad David Ricardo, a principios del siglo XIX, se había adentrado en otra de las posibilidades de división espacial, en este caso una de las formas posibles de la división de la producción: la división a escala mundial.

Es así que en la que se considera la parte más trascendente de su obra, cuando trata sobre comercio exterior, Ricardo, con una mentalidad ligada a las concepciones deterministas espaciales de la época, las cuales, por cierto, eran favorables en este caso a Inglaterra, proponía, como mecanismo de equilibrio universal la división espacial de la producción entre naciones, lo que podemos entender como división internacional de la producción. Veámoslo en sus mismas palabras:

Haciendo intervenir al medio físico, como medio de producción diferenciado según la situación de cada nación en el espacio terrestre, justificaba una especialización en la producción que llevaría a la división internacional de la producción: el vino se produciría en unos países, los cereales en otros, y la industria debería instalarse en Inglaterra lugar donde, paradójicamente, al autor no le parece que se den ningún tipo de condiciones físicas favorables. El medio físico pasaba a ser tratado como factor productivo con incidencia sobre la capacidad productiva.

Si Smith había visto las ventajas de la división del trabajo, Ricardo las observó en la división espacial de la producción, en aquel momento basada en las condiciones diferenciales del medio físico. Es así que dos de los autores fundamentales de la economía política liberal asientan sus formulaciones en dos elementos claves de división del proceso productivo.

Como los procesos de producción y los de intercambio precisan de una componente espacial, el territorio también será sometido a una división funcional del trabajo, lo que permitirá manipular las escalas de actuación. También aquí podemos proyectar la doble componente de la división del trabajo, lo que dará lugar a una división técnica espacial del trabajo y una división espacial de la producción. En el primer caso, la división (técnica) espacial del trabajo posibilitará establecer especializaciones territoriales en base a cualificaciones diferenciadas de la fuerza de trabajo. Por su parte, con la división espacial de la producción prevalecerá una especialización funcional en base a la concentración espacial de sectores o ramas de producción.

En este contexto la división internacional del trabajo no será más que la concreción de la división espacial en el marco global de actuación social. Ambito significativo a partir del momento en que la internacionalización de las relaciones productivas y económicas adquiere carta de naturaleza. División internacional del trabajo que a su vez revestirá las dos formas expuestas. Como división internacional técnica del trabajo y como división internacional de la producción.

Por un lado cada una de estas partes ahora podrán ser ejecutadas en unidades productivas distintas, lo que permite formar unidades productivas de muy diverso orden, por agrupación y combinación en sentido vertical y horizontal de funciones y productos.

Desde un punto de vista empresarial, cada unidad productiva puede dar lugar a una empresa distinta, o a distintas plantas de fabricación especializadas según una combinación y agrupamiento de unidades productivas diversas.

Por su parte, desde la óptica espacial-territorial las posibilidades que abre la división técnica del trabajo son muy importantes, por cuanto permiten aprovecharse del espacio como factor manipulable en los procesos de producción.

La localización, como decisión de ubicación de una actividad humana y social en un punto del espacio geográfico -como acto positivo de los individuos-, se verá ampliamente potenciada por la posibilidad de separación en el espacio de los procesos divididos en el tiempo. Sin olvidar los intereses en "racionalizar" la heterogeneidad del espacio geográfico, mediante la introducción de la división internacional de la producción, en base a la formulación de Ricardo.

Habrán quedado así establecidos los grandes ejes de la división del proceso de producción: la división (técnica) del trabajo, la división de la producción y su proyección espacial como división espacial-territorial. En resumen, unas nuevas posibilidades de articulación socio-espacial se ofrecen a la sociedad industrial.

4 División espacial-territorial

Las posibilidades de división, y su combinatoria, llevan a manipular el espacio-territorio de forma tal que éste asuma el papel de una variable más a tener en cuenta en la organización del proceso productivo, aprovechando los aspectos homogéneos o los aspectos diferenciales, según cada circunstancia, que se presenten como más favorables a la estrategia empresarial. Homogéneos en cuanto a aprovechar economías de escala; diferenciales en cuanto a aprovechar las diferencias económicas, sociales o políticas que garanticen una mayor rentabilidad al proceso: economías de aglomeración frente a espacios monoespecializados, bien sea en un tipo de producciones, bien sea a un nivel de cualificación, desde zonas con un mercado de trabajo de alta cualificación, hasta zonas en las que sólo se ofrezca una fuerza bruta de trabajo, a bajo nivel de exigencias salariales, con un alto grado de excedente de recursos humanos que se conformen con bajos salarios y que presenten una gran docilidad en su uso.

Así podemos encontrar desde áreas que actúan como centros direccionales, donde se concentran las fases de toma de decisiones y de gestión, situadas en las grandes metrópolis a escala mundial, hasta las clásicas zonas de bajo salarios, con un fuerte componente de mano de obra femenina y juvenil, dispuesta a trabajar por bajos niveles salariales y en condiciones precarias, sin excesivas garantías profesionales ni de continuidad en el puesto de trabajo.

También puede actuarse en base a la existencia de suelo o de una red de comunicaciones y transportes adecuada, hacia cuyo lugar no están interesados en asentarse los núcleos direccionales o de otro tipo.

Lo importante es darse cuenta de la infinidad de posibilidades de combinatoria que se abren en base a la manipulación de estos distintos tipos de división del proceso productivo en todas sus vertientes, incluido el espacio.

5. División del trabajo y división de la producción

Aún cuando las formas de división técnica del trabajo bajo cualquiera de los modelos en que se introduce la división expuestos más arriba, permitan hablar siempre de división del trabajo, debe quedar claro el doble significado que tiene en cuanto se considere exclusivamente la división en el interior de una unidad productiva, lo que podemos entender como división del trabajo en sentido concreto, de aquella división que se establece en entre distintas unidades productivas, ya que representa una división de la producción.

Como se ha dicho, la base de la diferencia entre ambos tipos de división es que en el primer caso, en cuanto división del trabajo, se apoya en el fraccionamiento que posibilita el proceso técnico de descomposición de las tareas, pero sin que el producto del trabajo de cada trabajador de lugar a una mercancía, es decir, no se presenta como un valor de cambio en el mercado. Mientras que mediante la división de la producción los productos que se desplazan por el espacio, de una unidad productiva a otra, asumen la forma de mercancía, en cuanto es valor de uso para la nueva fase productiva, donde se incorporan como bien intermedio.

El interés de esta diferenciación se halla en que es la base en la posibilidad de establecer unidades productivas independientes. Aquella fase cuyo producto pueda ser considerada como valor de uso para la siguiente podrá, si se considera oportuno, establecerse como unidad productiva independiente. De hecho cualquier forma de división del trabajo representa una forma de división técnica del trabajo.

Lo que interesa es considerar aquella diferencia de orden social que distingue el producto como mercancía o no. En la inmensa mayoría de casos esta distinción es social, no técnica o funcional.

Situémonos en el ejemplo de la aguja. Es perfectamente factible imaginar la fabricación de dichas agujas no ya solo por 20 obreros distintos que ejecutan otras tantas funciones (u oficios como los calificaba A. Smith, 8), sino por más de una empresa (firma) con unidades productivas (plantas) diferenciadas: Por ejemplo, en una se podría preparar alambre cortado a medida, otra podría especializarse en efectuar los encabezados, otra en estañado o blanqueado, y por último envasarlo en una cuarta.

Pero, a su vez, cada una de estas unidades productivas puede pertenecer a una sola empresa, o bien constituir empresas diferenciadas en cuanto propietarios distintos.

Estas distintas posibilidades ayudan a clarificar el interés en distinguir entre división del trabajo y división de la producción. En efecto, sobre la base de la división técnica del trabajo es posible:

a. Tratar cada etapa de la división como un hecho estrictamente técnico, cuando sólo se efectúa la división del proceso, aprovechando diferencias de habilidad, cualificación, sexo, edad que permiten ajustar los salarios al menor coste posible. Es lo que podemos considerar como división del trabajo en sentido restringido. Hasta aquí el producto de cada trabajo individual no recibe la consideración de mercancía, sino de fase en la producción de una mercancía.

b. Introducir la división en unidades productivas distintas, lo que consideraremos como división de la producción. Por un lado, representa que el producto final de cada unidad productiva es una mercancía para la siguiente. Por otro, esta forma de división del trabajo introduce la división espacial-territorial de la producción. La división espacial de la producción permite ajustar los costos al menor precio posible (economías de localización). Por el lado de la producción aprovechando las ventajas diferenciales de localización en función del menor costo posible de los factores en base a la heterogeneidad del espacio, tanto física (recursos, energía, espacio medio de producción, etc.), como social (niveles de vida/salarios, economías de aglomeración); por el lado del intercambio, buscando la localización óptima en relación con el mercado de cada producto (economías de escala).

c. Posibilitar que las unidades productivas puedan estar constituidas por empresas distintas en cuanto a su propiedad. Ello permite la integración funcional en una especialización al servicio de diversas empresas (por ejemplo empresas especializadas en tratamientos térmicos) y estrategias empresariales de integración vertical (absorbiendo distintas fases del proceso) o de integración horizontal (apropiándose de empresas competidoras del mismo producto o extendiendo la producción a nuevos mercados introduciendo nuevas plantas de fabricación en ellos), con la consiguiente capacidad combinatoria de estas posibilidades, lo que dará lugar a innumerables estrategias empresariales en función de los productos, los mercados y la evolución de los procesos económicos, políticos, sociales y culturales. Estrategias que irán desde la pequeña empresa auxiliar, o la pequeña o mediana empresa altamente especializada y cualificada, pasando por la empresa internacional (una planta y diversos mercados internacionales) a las grandes corporaciones multinacionales como empresas internacionales tanto en mercado de ventas como en producción (multiplantas internacionales), controlando el conjunto total, o bien partes importantes, del proceso del producto, así como con intereses en muy diversos sectores.

Estas posibilidades de división técnica, de la producción, social y espacial-territorial, se ven potenciadas a medida que se avanza en la complejidad de los productos, formados por innumerables partes y componentes. Así para una misma función, la del transporte, se pasa del carro o carruaje, que podía ser fabricado artesanalmente, a un sinnúmero de medios a cual más complejo: automóviles, furgonetas, camiones, tractores, pero también ferrocarriles o aviones. Además las leyes de la competencia en el mercado hacen que estos nuevos productos deban ser distintos y cambiantes en periodos de tiempo que podemos considerar como cortos, unos pocos años. Es inimaginable, tanto en complejidad como en inversión necesaria, pensar en la fabricación artesanal (por un sólo artesano) de aviones comerciales o de autocares.

En este sentido, la división técnica del trabajo ha sido causa y efecto de la complejidad progresiva de los productos que se fabrican actualmente, al tiempo que ha permitido la ampliación de los mercados y de los consumidores, implicando el desarrollo de las fases de distribución y comercialización, con la aparición de funciones y de sectores que se consideran terciarios, como son por ejemplo, los de marketing, estudios de mercado, publicidad, asesoramientos de diverso tipo, etc.

Es decir, la complejidad de los productos, las nuevas tecnologías de producción, y la competencia en el mercado, cada vez más internacionalizado y a escala mundial, hace aparecer nuevas formas de división técnica del trabajo y de la producción que inciden en procesos secundarios y terciarios del proceso de fabricación-comercialización.

Bajando al nivel concreto podemos constatar que un sinfín de productos pasan por las siguientes fases de producción:

Fases que, a su vez, internamente se dividen en los términos descritos hasta aquí.

Si observamos las etapas a, b, c, f, g podemos ver que corresponden a fases esencialmente terciarias, mientras que las c y d son fases esencialmente secundarias o industriales.

Cuando una empresa reúne todas las fases, desde la investigación y desarrollo hasta la comercialización (y financiación como en el caso del sector del automóvil), desde el punto de vista de la actividad social se consideran como puestos de trabajo pertenecientes al sector industrial, ya que el producto industrial es el que caracteriza la producción.

En cambio, en la hipótesis de que la empresa se dividiese en siete empresas independientes, una por fase que hemos establecido, el recuento de la población activa por sectores pasaría a[LW11] distribuirse entre los dos sectores.

Introducir en una empresa la división de la producción, creando empresas ahora especializadas en las fases funcionales, tendría como significación social el que, sin que necesariamente hubiese tenido que cambiar la población ocupada, la sociedad en su conjunto se consideraría que había avanzado en el proceso de terciarización. De hecho los puestos de trabajo secundarios y terciarios ya existían, lo nuevo de la situación de división de la producción sería la potenciación del sector de servicios a la producción como sector autónomo, con la contrapartida de disminución del sector industrial. En la práctica, fácilmente algunas de estas nuevas empresas podrían dejar de pertenecer a la empresa inicial, ya que su función podría ser absorbida por otra, u otras, empresas especializadas en ella, como es el caso de las empresas de publicidad altamente especializadas.

Lo que es cierto es que cuando este proceso de división tiene lugar, significa que se han alcanzado unos volúmenes de producción elevados, y que la localización de las nuevas actividades terciarias, y la potencial relocalización de las secundarias, tendrán un claro reflejo de homogeneización funcional espacial-territorial.

Queda abierta la puerta al proceso de terciarización urbana y de industrialización de áreas periurbanas y de áreas rurales, y al proceso de metropolización (Scott, 1988).

Serán, por consiguiente, importantes los efectos territorializadores de este proceso. Por ejemplo, la autonomización de las funciones i+d (investigación y desarrollo) es la que posibilita la plasmación de unos espacio altamente funcionalizados, cual son los Parques Tecnológicos. En este caso una de las ventajas que se considera que aportan esta especialización territorial es la de aprovechar su efecto como economías de aglomeración, por un lado en un contexto socio-territorial en el que se den las condiciones de producción y reproducción de fuerza de trabajo altamente cualificada, mientras que, por otro, la alta concentración de personas de alta cualificación técnica favorezca un proceso sinergético de realimentación positiva.

6. División social del trabajo

La división técnica va a permitir replantear la división social y socio-territorial, de forma tal que se alcance la coherencia entre ellas.

Marx apoya la división social sobre dos pilares. División jerárquica-social, como reflejo de la relación de propiedad respecto a los medios de producción, separando a los que son propietarios de los medios de producción de los que, interviniendo en el proceso productivo, no son propietarios de los medios de producción. Este es el gran eje articulador de la estructura en clases sociales. Si hacemos llegar hasta nuestros días el concepto de división social, lo que podemos constatar es que la división en función de la propiedad esconde otra realidad cada vez más visible. Se trata de la distinción entre propietario de los medios de producción y gestor de esos medios.

En la primera etapa de desarrollo del capitalismo, propietario y gestor coinciden esencialmente en la misma persona al frente de todo el proceso. Aunque ya se articulan las sociedades anónimas, en donde una gran parte de los agentes que participan de la propiedad se hallan desvinculados del proceso productivo en sentido estricto, es una situación todavía poco clarificada a este respecto.

Tampoco debemos ignorar que la división social puede desglosarse en términos de propiedad y de apropiación. Apropiación y propiedad no deben entenderse como una misma situación social, como sinónimos, sino como dos situaciones distintas que pueden coincidir o no en la misma persona física o jurídica. Por ejemplo, disponer de una nave industrial puede serlo por propiedad o por alquiler. En los dos casos existe apropiación como valor de uso de la nave, pero la propiedad sólo se da en el primer supuesto, ya que, en el segundo, el arrendatario dispone del derecho de uso, que le ha sido cedido temporalmente mientras dure el arriendo- por el propietario. La función específica a la que será destinada la nave la establecerá el apropiador, sea propietario o arrendador. En este sentido el arrendatario es un gestor de un espacio como medio de producción, sin ser el propietario.

Por cualquiera de los mecanismos posibles se constata el crecimiento del grupo social gestor que, al igual que con la apropiación, puede o no coincidir con la propiedad. La expansión de la sociedad anónima, como paradigma de sociedad empresarial capitalista, refuerza esta dualización, abriendo una brecha cada vez mayor entre propiedad y gestión.

El desarrollo de la división del trabajo y de las fuerzas productivas va a conllevar también el desarrollo de la especialización en la gestión. La dislocación entre gestión y propiedad es importante por cuanto otorga movilidad profesional a los gestores, al situarlos como asalariados, eso sí, con altos niveles retributivos, pero asalariados a fin de cuentas, lo que les dota de movilidad social para pasar de una empresa a otra, allí donde se le ofrezcan mejores condiciones. El gestor no se ve obligado a tener raíces con la empresa que gestiona.

El mismo principio que permite la separación entre propiedad y gestión estaría en la base de los intentos de integración obrera en las empresas bajo el modelo de capitalismo popular, por el cual al trabajador asalariado se le permite participar de los beneficios, al ofrecérsele la posibilidad de disponer de acciones de la propia empresa, sin que ello conlleve la posibilidad de una participación efectivo en su gestión.

El tercer nivel en la división social se sitúa en el ámbito ejecución. Ejecución como acto efectivo de participación en la producción de mercancías, sean bienes o servicios.

Propiedad, gestión y ejecución completan los grandes grupos de la estructura de división social en la actividad productiva y económica.

7. División espacial y jerarquización y uso del espacio

La jerarquización del espacio conlleva implícita la funcionalización y la categorización social. Significa que una parte de la jerarquización dependerá de la función, ya que a cada función se le otorga una categoría social. Así podemos distinguir un espacio urbano de uno rural, o un espacio industrial siderúrgico de otro agrícola extensivo cerealista o de otro destinado a servicios financieros. Pero sobre cada uno de ellos se sobreponen distinciones sociales -como es el caso de toda estructura urbana donde, para una misma función residencial, se divide el espacio en áreas territoriales de distinto nivel social, según a las clases o grupos sociales a los que vayan dirigidos, y donde el precio del espacio construido actuará de mecanismo jerarquizador. Este último es fácilmente detectable a través de la simple visualización de los distintos lugares que configuran un espacio urbano. Es por ello que la elección del lugar de residencia pasa por la apreciación de la clase-categoría social en la que se está incluido, o se aspira a pertenece. Aquí entraría en juego el principio de polifuncionalidad potencial y monofuncionalidad efectiva de todo espacio, lo cual nos señalará la categoría a la que quedará adscrito un lugar-territorio.

La jerarquización del espacio se produce a través de un doble proceso de categorización y de especialización espacial. Este proceso se refleja a nivel de ciudades como espacio funcional, entre las cuales se establecen procesos de competencia para asumir un nivel o categorización social en el conjunto de la red mundial de ciudades, o de la red urbana dentro de un estado.

La categoría socio-profesional que sirve para entender la jerarquización a nivel de individuos, ahora aparece como categoría funcional socio-espacial para la jerarquización de espacio-territorio, y muy especialmente de espacios urbanos.

Las políticas dirigidas a un espacio-territorio se encaminaran a situarle en una posición jerárquica en relación con otros espacio-territorios. Así se explican, por ejemplo, la aplicación acrítica de modelos de industrialización a un sinfín de pueblos y ciudades, en la creencia de que de ello se derivaría una mejor posición o categoría socio-espacial para el municipio, en base al principio de que una función industrial es superior a una agraria. Fue lo ocurrido durante el periodo desarrollista en este país. O ahora mismo la con mitificación de los parques tecnológicos.

Junto a ello, el reciente proceso de desarrollo de los servicios a la empresa como forma autónoma de constituir empresas, abre otra etapa de importantes consecuencias socio-territoriales. El deslizamiento de las actividades 'terciarias' que se desarrollaban en el interior del sector industrial, hacia la constitución de los servicios a la producción como parte del sector terciario, llevará aparejada, tanto la revalorización social de los individuos como del territorio donde se asienten, sea como espacio vivido, sea como espacio autovalorado.

Podemos observar que para los agentes que se deslizan en este proceso, el cambio de adscripción profesional como trabajadores industriales hacia trabajadores del sector terciario puede tener como reflejo un cambio de mentalidad colectiva de los individuos que lo componen.

La causa puede situarse en el hecho del significado que socialmente se les otorga a las actividades terciarias de alto contenido cualitativo. En efecto, con la tendencia hacia la terciarización de una parte de la antiguas actividades industriales, por el hecho de pasar a ser consideradas ahora exclusivamente como actividades de condición terciaria, los agentes se ven desligados del ámbito de lo 'manual', al que se veían aparejados, para vincularse -y vivirse- ahora exclusivamente como actividades 'intelectuales'. De ello se derivará una autoapreciación social de sus miembros como categoría social superior.

La importancia socio-espacial que conlleva este proceso tiene su reflejo en una valoración territorial diferenciada, según se destine a espacio industrial o de servicios. En la medida en que la división del trabajo y de la producción precisen la coherencia territorial, el espacio-territorio deberá organizarse según su disposición adecuada en cuanto división territorial. En efecto, los servicios a la producción tienen su baza más importante en beneficiarse de economías de aglomeración, formando concentraciones espaciales de alta especialización. Por un lado el centro urbano, o las áreas de centralidad urbana, por otro los nuevos espacios especializados del tipo business park o de parque tecnológico -donde precisamente lo manual-industrial que contengan quedará ahora subordinado a lo científico-técnico-, se presentan como espacio separados y diferenciados de los espacios industriales, siendo el aspecto más importante la ocupación del espacio urbano por los servicios, y el desplazamiento -siguiendo de hecho el proceso clásico- de las instalaciones industriales hacia territorios periféricos -periurbanos, rurales o 'subdesarrollados'- lo cual ayuda a su vez a reforzar esta apreciación negativista.

Por ello, a la valoración peyorativa que todavía pervive en nuestras sociedades respecto al trabajo manual, se enfrenta la sobrevalorización que se quiere conceder al trabajo considerado intelectual o de alto contenido tecnológico. La apreciación social de este segundo tipo de trabajos se hará extensiva a los territorios funcionalizados en esta dirección. Será así que los territorios especializados en servicios a la producción pasarán a ser espacios vividos con mentalidad de 'clase media' ascendente, con cierta componente de clase dirigente en cuanto se vincule a la gestión. Pero no por ello dejará de ser 'pequeño burguesa', por cuanto permanecerá alejada de la propiedad de sus medios de producción. La asalarización continua estando en la base de su vinculación laboral, aunque lo puedan ser como asalariados mejor pagados.

8. Hacia nuevas formas de división del trabajo y de la producción

Las bases de la división del trabajo y de la producción, sintéticamente presentadas hasta aquí, no son inamovibles. Por el contrario, existe un amplia acuerdo en que el modelo de división del trabajo está sufriendo cambios importantes, con repercusiones muy específicas en la división espacial, y más específicamente en la división internacional, de la que es componente esencial el proceso de internacionalización a que se ha visto sometida la economía mundial (Palloix, 1973; Andreola et al., 1978).

El llamado desarrollo fordista en la organización de la producción había propiciado un modelo rígido de organización de la producción, apoyada en la producción en masa y el trabajo seriado. La división propia de esta etapa se organizaba por bloques y, como tal, se reflejaba en la división espacial. De ahí que en el espacio se aprovechasen fundamentalmente las diferencias territoriales (Amin, 1970) en base a una ley de costos comparativos (Palloix, 1973; Andreola et al., 1978), con especial énfasis en los salarios diferenciales (Emmanuel 1969; Freyssenet, 1973; Fröbel et al., 1977). Ello es lo que lleva a hablar de vieja división del trabajo.

Pero el rápido desarrollo e incorporación de innovaciones técnicas, sobre todo las relacionadas con la electrónica y la microelectrónica -informática, telecomunicaciones) y también de los transportes permite un uso más fácil del espacio (Castells, 1990; Sánchez, 1991).

Es lo que llevo a Lipietz (1985) a proponer un análisis en el que la división dejaría de basarse en la relación centro-periferia y en la 'vieja división internacional del trabajo" al haberse incorporado procedimientos más flexibles (acumulación flexible) (Hudson, 1988; Dicken, 1990), generadores de nuevos modelos de polarización que aprovechan las nuevas tecnologías (Duche y Savey, 1987)

Éstas permiten en el interior del proceso productivo y de la empresa, un uso más flexible y una gestión más descentralizada. Mientras que en la relación entre empresas, y sobre todo entre unidades productivas separadamente localizadas, aún cuando pertenezcan a la misma firma, la interconexión tanto física por los transportes, como informacional en relación con la gestión, amplia la capacidad de flexibilizar la localización y la relocalización.

Es pues posible un uso flexible de los diferenciales territoriales (Andreola et al. ; Walker y Storper 1981), lo que lleva a una reorganización territorial de la producción. Es posible, por ejemplo, la sustitución de la gran factoría integrada en grandes ciudades industriales en los países avanzados, con uso de gran cantidad de fuerza de trabajo, por factorías pequeñas y altamente automatizadas, especializadas en tareas particulares, territorialmente dispersas, pero productivamente integradas, de forma que permita alcanzar nuevas economías de escala aprovechando los menores costos de las nuevas localizaciones (Amin y Smith, 1986).

La división internacional de la tecnología basada en la innovación tecnológica permite coordinar un número más amplio de plantas o unidades de producción, incluidos servicios a la empresa, buscando localizaciones más competitivas en base a esta mayor especialización, aprovechando los salarios diferenciales. Se asume de esta forma lo que Cowling (1985) denomina M-form corporation (multi-divisional organizational structure).

Para Castells en este proceso las nuevas tecnologías no son sólo soporte material de la economía mundial, sino que son determinantes fundamentales de la competitividad internacional de las empresas, lo que condiciona en buena medida la riqueza de las naciones (Castells, 1990). Disponer o no de tecnología, así como tener o no acceso a ella, se convertirá en un problema de primera magnitud en términos de desarrollo diferencial y desigual a escala mundial (Stewart, 1977; Cruz, 1987)

La componente de innovación que afecta al proceso de producción, donde la informática y la automatización han introducido cambios fundamentales en la manera de producir en amplios sectores o fases del proceso, da una nueva perspectiva a la utilización de la fuerza de trabajo bruta o de baja cualificación, ya que rebaja el monto de los salarios sobre el coste final del producto (Castells, 1990). La organización flexible, con técnicas como el CAD-CAM y la robótica, abren la posibilidad a la reindustrialización de las áreas centrales donde se consumirá fuerza de trabajo de más alta cualificación, ya que la fuerza de trabajo no cualificada habrá sido sustituida por estos procesos de producción, lo que convertiría en secundario el peso del coste de la fuerza de trabajo (Ayres, 1985)

Ello no rompería, sino que reforzaría la tendencia a la homogeneización espacial de la cualificación del trabajo, no solo a escala internacional, sino también nacional y local -espacios rurales, áreas metropolitanas- (Aydalot ; Hall, 1985)

De aquí que se hable de nuevos espacios productivos bajo procesos de aglomeración hacia la formación de complejos industriales, lo que lleva a la metropolización bajo una organización locacional intrametropolitana especifica, con nexos industriales de aglomeración (Scott, 1988 y 1990); o de segmentación del espacio (economías periféricas) en términos de i+d en el marco de una economía segmentada (Morphet, 1987). Por ejemplo, es perceptible la extensión de la subcontratación, generando una estructura locacional de subcontratación, sobre todo a escala intraurbana (Holmes, 86), así como una concentración de la desocupación (Johnston 1986). Mientras que otra figura territorial que ofrece interés son los conglomerados territoriales que forman distritos industriales como forma de división espacial de la producción entre empresas territorialmente integradas (Castillo, 1988).

La conclusión final que podríamos extraer es que el concepto de división del trabajo continua siendo esencial en la organización del proceso productivo a todas las escalas. Por ello debe ser interpretado en su concreto alcance según sea el ámbito al que se aplique, siendo conveniente, para una mayor facilidad de análisis e interpretación, distinguir con claridad analítica y conceptual las distintas formas que asume, desde la división técnica en el interior de la empresa y en el puesto de trabajo, hasta la división internacional de la producción. Pues, aún pudiendo decirse que todas ellas se apoyan en el mismo principio, no obstante, lo que se divide en cada caso, la escala a la cual se actúa, y lo que se busca alcanzar a través de la manipulación de cada posibilidad, son aspectos y resultados suficientemente variados, como para requerir estrategias diferenciadas, en la lucha entre agentes sociales distintos.

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