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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
 
METROPOLIZACIÓN Y MODERNIDAD
 
Joan-Eugeni Sánchez
 
Versión castellana de la intervención en la mesa redonda "Metropolizaçao e modernidade" en el "Encontro Internacional 'O Novo Mapa do Mundo'", realizado en la Universidade de Sao Paulo (Brasil) en 1/5-IX-1992. Publicado en portugués en: SANTOS, M. et al. (org.), 1993, O Novo mapa do mundo. Fim de século e globalizaçao, Sao Paulo, HICITEC-ANPUR, pp. 293-303. Una versión reducida en catalán fue publicada en: Espais. Revista del Departament de Política Territorial i Obres Públiques, nº 37, p.49-52 (1993).

La relación entre metropolización y modernidad puede efectuarse desde múltiples perspectivas, con el peligro de perdernos en divagaciones sobre las palabras más que sobre los hechos sociales. No creo que sea excesivamente interesante entrar a discutir que se esconde bajo el propio concepto de modernidad, por cuanto es un tipo de planteamiento que nos aleja del objetivo de comprensión de la realidad, pues presenta el peligro de llevarnos a una discusión sobre las palabras y no sobre las relaciones sociales que éstas pretender representar. Por ello se intentará evitar efectuar un discurso excesivamente ideológico alrededor de los conceptos de metropolización o, sobre todo, de modernidad, para ensayar, por el contrario, plantear algunas condiciones socio-territoriales y tecno-espaciales que se relacionan con la introducción de modernidad y el papel del medio metropolitano.

Al relacionarse metropolización y modernidad acostumbra a plantearse dando por implícita la hipótesis que vincula la modernidad al hecho metropolitano y, por lo tanto, a la expansión urbana. Antes de continuar por este camino empecemos por plantear la problemática de los procesos sociales ligados a la introducción de innovación y, a continuación, designemos una palabra para expresar el ámbito del problema, para lo cual podemos acudir a la palabra modernidad. Una vez delimitado el problema y su campo de estudio nos limitaremos a considerar como modernidad aquellos procesos y situaciones sociales que incorporen o presenten una tendencia a introducir algo nuevo, es decir, a innovar.

En este sentido la modernidad se nos presentará como algo nuevo, o por lo menos como algo distinto a lo que hasta ese momento se hacia o practicaba. En donde nuevo hará referencia al fondo o a la esencia, y distinto a la forma. Diferencia importante por cuanto habrá de permitirnos reconocer lo que sean verdaderos cambios, de las simples adaptaciones formales.

Digamos también que la modernidad es una referencia a la propia sociedad, dentro de la cual se produce el cambio hacia algo nuevo, que no es lo mismo que la recreación de un pasado. El proceso de cambio permite considerar si se trata, y en que medida, de una dinámica endógena, en la que lo nuevo es resultado del propio proceso social, o bien en que grado el proceso de innovación es resultado de efectos exógenos en relación con otras sociedades.

En nuestra situación nos limitaremos a aplicar la idea de modernidad pensada en el contexto del mundo actual, en el que la innovación lo es respecto a una sociedad global -que abarca al mundo como a un todo-, y donde la comparación de lo que es innovación tiene como punto de referencia una sola sociedad globalizada.

En este contexto internacionalizado, la innovación será eminentemente competitiva entre sociedades integradas bajo una única sociedad global, a escala mundial. Lo que parece llevar aparejado, como consecuencia, un proceso de uniformización cultural (de las normas, valores, actitudes sociales) hacia un único patrón de comportamiento social. De ello podemos concluir que la modernidad, como objetivo, implicaría la modernización, como proceso hacia la innovación a escala mundial. Donde lo nuevo lo es en relación a todas las demás sociedades.

Ello comporta, por tanto, un doble proceso. Por un lado asumir un conocimiento a escala mundial de las innovaciones efectuadas en todos los restantes ámbitos socio-territoriales. Por el otro, asumir la difusión de la innovación a la misma escala mundial. La difusión de la innovación conlleva como prerrequisito la difusión del conocimiento de su existencia. Lo cual es distinto de la difusión de los contenidos de la innovación, lo que nos lleva a tener que introducir la consideración del control sobre la difusión. Por ejemplo, no es lo mismo saber que existen satélites de comunicaciones, y para que sirven, que disponer de ellos y poderlos aplicar al propio desarrollo.

Si la argumentación es válida, ello nos llevaría a la idea de una competitividad a escala mundial por generar innovación socialmente significativa o, por lo menos, por imitar la innovación, es decir, por introducir lo que se valore como innovación bajo unos patrones válidos y reconocidos a escala mundial.

De manera que los signos de la modernidad se situarían en el ámbito del liderazgo y de la imitación. Ello implica el liderazgo como potencialidad para ser imitado. Es decir, sólo será considerada como innovación socialmente significativa, en cualquiera de los ámbitos sociales, aquella que alcance la categoría de ser imitada, ahora a escala mundial. Según esto, la modernidad se irá alcanzando en la medida en que se consiga incorporar aquello 'nuevo' que haya asumido la capacidad y potencia para ser imitado.

Si el liderazgo social es el mecanismo que genera el proceso de imitación, ello implica que la innovación no se valorará por sus cualidades intrínsecas, sino por su procedencia o por su uso por un líder a imitar. Se trate de aspectos sociales o de aspectos técnicos. (Es bien conocido que no siempre se impone la mejor técnica o idea, sino aquella que alcanza el liderato). En este proceso, el modelo social se autodinamiza hacia una lucha por alcanzar el liderato, sólo desde el cual se dispone de la capacidad de introducir pautas de comportamiento a ser imitadas.

Un claro reflejo de este mecanismo social lo encontramos en ejemplos como el uso de 'líderes' -del deporte, de los espectáculos, o de la propia política-, para hacerlos servir de medios o modelos de imitación mediante la difusión del uso virtual que ellos muestren públicamente de un producto o de una forma de comportamiento. Uso virtual por cuanto nos dicen que lo usan o practican, sin que necesariamente deba ser así. Se trata de un engaño socialmente aceptado y consentido, con importantes derivaciones éticas y de comportamiento social.

Por tanto, el poder social deberá ser, cada vez más, poder creador, en el doble sentido de crear innovación y de imponer liderazgo, como condiciones necesarias para que, de esta forma, la innovación asuma las condiciones óptimas de difusión, en cuanto adquiera la capacidad de imitación.

Por su parte el liderazgo se apoya en el prestigio que pueda dar la posición social -sea económica, política, cultural, deportiva-, cuando ésta es pública y masivamente reconocida a la escala en la que se trate de introducir la innovación. Lo que para nosotros es ahora significativo es que este prestigio y posición también puede serlo como posición territorial. Entonces lo imitable será aquello que proceda de un territorio determinado, sólo por el hecho de proceder de allí: la moda de París o de Italia, la tecnología alemana o japonesa, la 'cultura americana' (léase USA) o los relojes suizos.

Resaltemos la importancia de la tecnología en este proceso, en la medida en que interviene tanto en el proceso de innovación como en el de difusión. Sea para crear innovación, para crear un liderazgo, o para mantener el liderazgo (poder creador); sea para crear las condiciones de difusión: para difundir información, para recibir información, para difundir la innovación y para incorporar la innovación, es decir, para poder usar-consumir la innovación ajena, aquella promocionada por los líderes y por las situaciones de liderazgo a imitar.

En un proceso de modernización pueden distinguirse distintos agentes (o situaciones) según su posición socio-territorial en este proceso. Así vemos en primer lugar a quienes crean innovación. Junto a ellos, e imprescindibles al proceso, se sitúan quienes imponen la innovación a imitar (modernidad), para lo cual deben tanto generar la información, como difundirla. En el otro lado se sitúan aquellos que están en condiciones de imitar, es decir, de introducir la innovación; para que ello sea posible deben conocer la información, así como estar en condiciones de absorberla. Dentro de esta categoría podríamos considerar a aquellos que no quieren imitar, es decir, a aquellos que no otorgan valor de uso a la información. Por último se encuentra aquellos que no pueden imitar, bien porque no conocen la información, bien porque no disponen de los medios para asumirla.

De todo lo dicho se desprende que estamos considerando la modernidad como un hecho cultural, por cuanto se trata de incidir y modificar normas de pensar, comportarse o actuar, lo cual, en la sociedad actual, tiene lugar de forma esencial a través de procesos tecno-espaciales.

En efecto, como innovación-imitación es un hecho esencialmente de difusión territorial, pero dado que nuestras sociedades se apoyan esencialmente en una base tecnológica, por ello mismo se requerirá la existencia de un territorio tecnológico apto para que se produzca la transferencia-asimilación por sus condiciones como territorio tecnológico. En este punto vemos como las áreas urbanas y metropolitanas constituyen la unidad territorial fundamental de nudo de modernización.

Las áreas urbanas configuran lugares socio-territoriales apropiados dado que, por un lado, contienen las condiciones idóneas en cuanto espacio de creación de innovación, ya que pueden aprovechar las economías de escala y de aglomeración que posibilitan, mientras que, por otro lado, por su situación en el circuito de información y en base a las economías de situación que presentan, son idóneos espacios de imitación (a imitar y desde donde imitar). Esta idoneidad socio-territorial se refleja en su capacidad de conocer-recibir innovación al ocupar la posición de nudos en las redes de información, así como en su capacidad de asimilar-aplicar innovación.

Esquematicemos las condiciones socio-territoriales que las metrópolis presentan y que favorecen este proceso:

a) Como medio socio-cultural propicio a una actitud de modernidad dirigida a:

Generar modernidad:

Capacidad de generar un proceso sinergético intraterritorial de creación de innovación.

Capacidad de generar información innovadora.

Capacidad de generar un proceso de difusión interterritorial.

Capacidad de asumir una posición socio-cultural de ser agente a imitar.

Incorporar modernidad:

Capacidad de recibir información innovadora (interterritorial).

Capacidad de asimilarla.

Capacidad de generar un proceso sinergético intraterritorial de asimilación de modernidad.

a) Como infraestructuras de producción de innovación productivas y socio-territoriales:

De producción bajo una economía de aglomeración capaz de posibilitar una dinámica/proceso sinergético de innovación.

De producción de innovación.

De asimilación de innovación.

De producción bajo una economía de escala capaz de soportar el costo de la innovación.

De producción de innovación.

De asimilación de innovación.

De transferencia interterritorial de innovación (redes en una economía de escala).

De transferencia intraterritorial de innovación (redes en una economía de posición).

a) Como infraestructuras tecno-espaciales:

Como unidad socio-territorial altamente tecnologizada con capacidad de creación de innovación.

Como unidad socio-territorial altamente tecnologizada con capacidad de difusión de innovación.

Como unidad socio-territorial altamente tecnologizada con capacidad de absorción de innovación.

a) La propia metrópoli como producto:

La ciudad como unidad medio de producción, en cuanto espacio productivo global, al configurar por ello mismo una economía de aglomeración.

La ciudad como mercancía en sí misma que se ofrece como valor de uso y como valor de cambio.

En resumen, la ciudad-metrópolis representa una unidad socio-territorial con potencialidad para garantizar las economías de aglomeración tecnológica y de escala como mercado, capaz de soportar la creación-difusión-absorción de modernidad y, consiguientemente, de ser nudo socio-territorial de modernidad.

Ahora bien, la ciudad-metrópoli se complementa territorialmente, por un lado con el propio espacio metropolitano o regional, por otro con la unidad político-territorial en la que se halla integrada.

Del primer ámbito territorial, su área metropolitana o su espacio regional, se servirá esencialmente como espacio productivo en el que se complementarán las diversas funciones en las que base su especialización de innovación y prestigio, así como aportando el necesario espacio de reproducción.
Del segundo, la unidad político-administrativa, aprovechará las potencialidades que como tal haya sido capaz de generar como unidad geopolítica, presentándose como el lugar donde se concreta el espíritu de innovación. Así vemos como, por ejemplo, Los Angeles -o California- han podido representar el paradigma del nuevo espíritu 'americano', como el lugar donde éste toma su forma concreta y desde donde se proyecta hacia el exterior; Los Angeles se aprovecha del papel hegemónico de las EE.UU., mientras que a su vez sirve para reforzar esta hegemonía desde su nueva posición de prestigio como metrópolis o como territorio dentro de aquel. Lo mismo podría decirse, por poner otro ejemplo, de la relación Frankfurt/Alemania. Por las mismas razones, el desprestigio de la unidad geopolítica superior puede hacer inviable, o por lo menos dificultar enormemente, todo intento de liderazgo propuesto desde la ciudad (¿qué puede salir de bueno a imitar de un país de perezosos; o subdesarrollado; o de cualquier otro descalificativo socio-territorialmente difundido?).

La metrópolis se presenta como el lugar de producción de modernidad. La ciudad, por tanto, representa el lugar concreto, el lugar de actuación de los agentes, así como el lugar donde se producen los valores de uso -como innovación- y los valores de cambio -reforzados por el prestigio- de la modernidad, y desde donde competirá como tal ciudad en el mercado mundial. Es lo que ha dado en llamarse city marketing como mecanismo institucional de promoción y venta de la ciudad como lugar de recepción- irradiación.

En cuanto recepción-absorción de innovación la ciudad aparece como el lugar, socio-territorial y tecno-espacialmente considerado idóneo, ya que, como se espera, es el lugar que ofrece las mejores condiciones socio-tecnológicas de competitividad, intraterritorialmente hablando. Así pues, el cambio y la innovación tienen como lugar privilegiado estos nudos en las redes a escala mundial.

En la medida en que, por su propia configuración, las metrópolis disponen de mejores condiciones de acceso a la información y de asimilación tecnológica (economía de aglomeración), facilita que la difusión territorial (no la social) pase por estas unidades territoriales dada su capacidad de inserción a los circuitos y redes de información, sea para generarla, para difundirla, para recibirla o para asumirla.

En este punto es privilegiada la posición de la metrópolis por las razones ya apuntadas que podemos resumir en:

Su mayor y mejor vinculación a la red mundial (economía de posición y localización).

Su mayor y mejor infraestructura de imitación, como economía de aglomeración.

Su dimensión, que le permite una economía de escala mínima sobre la que apoyar la economía de aglomeración, de forma tal que se obtengan beneficios, objetivo básico de las empresas.

A pesar de todo, y en una perspectiva de futuro, no debe olvidarse, sin embargo, la capacidad de que dispone la información-difusión a través de los medios de telecomunicación, de ser emitida, y sobre todo recibida, desde cualquier punto del espacio geográfico. Las redes de información y los nudos de información pueden verse cortocircuitados por los medios de multidifusión a-territorial (con los satélites de comunicaciones en primer lugar). Queda por ver, sin embargo, como se articularían las economías de escala y de aglomeración necesarias para crear el prestigio y para mantener los costes de innovación.
 

Barcelona como ejemplo

Barcelona, en Cataluña y en España, ofrece un buen ejemplo de ámbito de modernidad de base metropolitana.

Al analizar su pasado reciente vemos aparecer tres grandes objetivos de modernización: a) generar una capacidad de absorción de modernidad por imitación, b) pero buscando una cierta capacidad de generar innovación, al tiempo que c) ensayando alcanzar una cierta capacidad de generar medios de difusión que potencien una posición hacia el liderazgo, como condición, ya hemos visto, para ser imitado.

Para conseguirlo se han planteado una serie de estrategias activas que pueden relacionarse con cada objetivo. En relación con (a) se ve con claridad la necesidad de conseguir la modernización tecnológica de la ciudad como unidad socio-territorial, al tiempo que se abre otro frente encaminado a introducir una actitud socio-cultural de modernidad. En la persecución del objetivo (b) se ensaya crear condiciones socio-técnicas de innovación, para lo cual se potenciará, por ejemplo, el papel del diseño, apoyado en una tradición artístico-cultural que permite aprovechar y potenciar la proyección mundial del estilo modernista y, muy especialmente, de su máxima figura el arquitecto Gaudí. Si bien esta tradición es un primer paso en la consecución de una cierta capacidad de 'ser imitado', no es suficiente si no se proyecta hacia el futuro en base a los valores predomiantes en la sociedad occidental actual, por ello se trabaja por difundir una imagen de capacidad social de liderazgo, proyectando un capacidad de innovación socio-cultural, complementada en la proyección de una capacidad tecnológica socio-territorialmente localizada.

En este contexto los Juegos Olímpicos se presentarán como un medio de excepcional interés, potencialidad y oportunidad. Primero en la demostración de capacidad para obtenerlos, después en la potencia multiplicadora que un éxito en su organización podría representar como demostración de capacidad de hacer.

Resumiendo esquemáticamente, podemos ver que la organización de los Juegos Olímpicos ha pretendido ser un medio excepcional:.

De modernización tecnológica urbana: producir espacio sinergético (tecno-espacio).

De recuperar la confianza en sí misma y en su capacidad como ciudad, después del fuerte impacto negativo que la crisis económica había tenido, sobre todo en cuanto ciudad industrial.

De mentalización-actitud hacia el cambio modernizador: socio-cultural.

De imagen de capacidad de innovación y de difusión. Ello a través de la dinamización socio-cultural-territorial a partir de un impulso/objetivo y de la posibilidad de difusión de una personalidad, que en este caso se centraba en el diseño.

De buscar una posición relativa de liderazgo ante otros territorial (ha ser posible hasta el resto del mundo) para ser imitado, en la dura competencia entre ciudades y territorios que las nuevas tecnologías replantean (city marketing).

De obtener y aprovechar recursos económicos excepcionales, que de otra forma habría sido imposible obtener, tanto para invertir en infraestructuras urbanas físicas, como para invertir en infraestructuras urbanas tecnológicas: telecomunicación, informatización.

De hecho se trataba de aprovechar -y aprovecharse- del interés mundial por un evento, los Juegos Olímpicos, que en su capacidad de convocatoria movilizan una ingente cantidad de recursos y de difusión y que, si se sabían hacer bien, permitirían efectuar una inigualable inversión en imagen. De hecho en el propio desarrollo del proceso se hallaba una de las bazas estratégica: el éxito en los resultados sería la mejor demostración-exhibición a escala mundial de una capacidad de saber-hacer, como base fundamental en la que apoyar el prestigio-a-imitar.

Así se habría asumido la primera fase de una estrategia: alcanzar un cierto liderazgo que posibilitase su integración como metrópoli en la red mundial de modernidad.

Pero el éxito sólo abre las posibilidades de un futuro, en el cual lo más importante será efectuar el salto desde la capacidad de imitar-absorber modernidad a la de crear-difundir modernidad a ser imitada.
 

Metropolización y modernidad en una perspectiva de futuro

De ser correcta la apreciación de la importancia de la ciudad-metrópoli como ámbito socio-territorial y tecno-espacial de modernidad, se nos abre un campo de problemática realmente grave, del cual quisiéramos señalar uno de sus aspectos.

En el mundo actual es impensable la innovación-difusión sin el aporte de ingentes cantidades de recursos que pongan a disposición de la sociedad-territorio los medios humanos y técnicos de creación, producción y distribución de innovación, o por lo menos de información-recepción-usu/consumo de innovación foránea.

Es decir, al lado de la capacidad económica para generar-consumir innovación se presenta como imprescindible una capacidad tecnológica adecuada al creciente grado de complejidad técnica en cada etapa del proceso innovación-imitación.

En este punto quedan planteadas las cuestiones esenciales que vinculan los recursos económicos a los medios técnicos. Para nosotros aquí es especialmente importante, y preocupante, el gap tecnológico, territorialmente considerado, dadas las importantes consecuencias socio-territoriales que de él se derivarán a diversas escala:.

Entre territorios globalmente considerados como regiones.

Dentro de las regiones entre área rural - área urbana, con especial énfasis en la áreas metropolitanas.

Entre áreas urbanas y áreas metropolitanas.

Dicho en otras palabras, no todos los territorios como un todo, ni todas las ciudades como espacios concretos, están en condiciones socio-económico-técnicas de poder asumir eventos como la organización de unos Juegos Olímpicos o de una Cumbre como la de Rio de Janeiro. Ya que los eventos de significación modernizadora se interrelacionan a escala mundial, con unas necesidades de infraestructura técnico-territorial adecuada y capaz de proyectarlos a esa escala-mundo, para lo cual se requiere unas condiciones socio-técnicas de partida que mucha ciudades y territorios son incapaces en este momento de asumir o aportar.

Ello significa, trágicamente, que las consecuencias llevan a una nueva dualización, tendencialmente irreversible, en la que, junto a los recursos de capital, son un nuevo factor discriminante la capacidad de saber-hacer desde un espacio-territorio, tanto en cuanto como calidad-formación de recursos humanos, como en cuanto a recursos técnicos, ya que disponer de ambos requieren tiempos de asimilación y recursos de inversión. Las tendencias en la división internacional del trabajo y de la producción así parecen mostrarlo con claridad.

La perspectiva técnica de la modernidad nos muestra también una velocidad y rapidez de sustitución tecnológica que profundiza en ese gap, por el cual se abre la posibilidad de que un limitado numero de espacios-territorio puedan encerrarse sobre sí mismos, como autónomos e independientes del resto, de los que no van a precisar ni para la renovación tecnológica, ni para la acumulación de capital. Ese gran resto quedará, en una proporción muy importante de ámbitos socio-territoriales, al otro lado del gap, imposibilitados de seguir el ritmo impuesto por los primeros y, consiguientemente, cada vez más distanciados y separados por un infranqueable foso económico-social.



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