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EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES

EL POBLE NOU Y LA CIUDAD DE LOS PRODIGIOS

Horacio Capel

Publicado en: La Veu del Carrer, Barcelona: Federació d'Associacions de Veïns de Barcelona, nº 69, setembre-octubre 2001, p. 11.


Nadie puede negar que Barcelona ha mejorado en los últimos veinticinco años, y que sigue mejorando en la actualidad. Podemos comprobarlo paseando por la ciudad, o escuchando a voceros y propagandistas municipales que nos lo recuerdan continuamente. Pero también es cierto que los ciudadanos empiezan a estar ya un poco hartos de tanta autocomplacencia.

La presentación de los nuevos proyectos de la ciudad nos permite descubrir que existe, efectivamente un plan de conjunto, y que los técnicos creen en lo que hacen, y tienen un gran entusiasmo y preparación. Pero no estoy seguro de que sean sensibles a la opinión de los ciudadanos, a pesar de las declaraciones sobre la importancia de dicha participación.
 

Vivienda social y recalificaciones

A veces el tener años y buena memoria puede convertir a las personas en aguafiestas. Es lo que nos ocurre a algunos de mi generación. A comienzos de los años 70, en la etapa final del franquismo y la transición política hacia la democracia la crítica urbana permitió iniciar una serie de profundas transformaciones de Barcelona. Y creó muchas expectativas, una parte de las cuales se han cumplido afortunadamente, aunque otras, en cambio, están todavía muy alejadas en el horizonte; y, lo que es peor, no parecen tener cabida en los proyectos actuales.

Muchos pensábamos que la llegada de la democracia permitiría construir más vivienda social, y vivienda protegida, que haría posible la adquisición de una residencia digna a los grupos populares. Desgraciadamente no ha sido así, y bastará un solo dato: en los 30 años de democracia se ha contruido en Barcelona y en Cataluña mucha menos vivienda social que en los años 1960, la etapa del desarrollismo franquista; es cierto que la competencia en construcción de vivienda pública corresponde a otras instancias, pero también que no se ha calificado suelo para ello y que se ha desactivado el Patronato Municipal de la Vivienda.

Creíamos que habían acabado las recalificaciones de suelo deportivo para construir viviendas (como se había hecho con los campos de fútbol de Las Corts y del Europa) y hemos tenido que ser testigos de la recalificación del campo del Español en Sarriá, para construir vivienda de lujo. También pensábamos que había sido asumida la crítica a los edificios singulares, tan virulenta en aquellos años, como puede verse releyendo el libro La Barcelona de Porcioles, y tenemos que escuchar hoy encendidas defensas de los mismos (a la vez que curiosamente se rebajan varios pisos al edificio singular del Ayuntamiento). Que si en algún momento la población no crecía al mismo ritmo que antes, ello se aprovecharía esa circunstancia para mejorar las dotaciones escolares de la educación pública; y vemos que tampoco ocurre.
 

¿Un nuevo Plan de la Ribera?

Un buen ejemplo de esas expectativas desvanecidas pueden ser la transformación del sector litoral de Barcelona en el Poble Nou.

Cuando se recorren hoy las nuevas construcciones del sector del Poble Nou, desde la Villa Olímpica a Diagonal Mar, el ciudadano crítico y con memoria no deja de pensar a veces que está asistiendo a la realización del Plan de la Ribera, en una dimensión mucho mayor de la que entonces se pudo imaginar.

Los argumentos que se dan ahora, como entonces, tienen que ver con la economía, pero las construcciones se dirigen esencialmente a los grupos privilegiados.

Se prepara una ciudad para el terciario que -según se afirma- será la base económica de las ciudades en la primera mitad del siglo XXI. No es seguro que sea así, y en todo caso no lo es en Barcelona, donde la industria sigue teniendo un peso decisivo, solo que trasladándose a una corona metropolitana exterior, por razones justificadas (la necesidad de espacio e infraestructuras) o más discutibles (la valorización inmobiliaria del espacio que ocupaban); y en todo caso, provocando con ello la migración de la mano de obra o problemas de movilidad de la misma.

La promiscuidad funcional de la que ahora tanto se habla puede ir unida a la existencia de industria, y de población obrera, lo que tal vez debería haber conducido a una mayor exigencia a la hora de las recalificaciones de un tejido industrial ya antiguo y consolidado, que podría coexistir perfectamente con el terciario y la residencia.

Si la recalificación del suelo industrial se ha hecho con la dimensión efectuada uno piensa que es por las mismas razones que estaban presentes en el Plan de la Ribera: porque la industria y la población obrera disminuye el valor de las operaciones inmobiliarias.

Es cierto que hay más espacios verdes -que, por cierto, valorizan el suelo edificable- y que se ha procurado no desalojar a las clases populares que allí vivían, lo que por otra parte ha sido innecesario ya que ha aumentado el nivel de vida de las mismas y su proximidad ya no es tan perjudicial a las operaciones inmobiliarias. Pero desde luego, no es un planeamiento para clases populares lo que se ha diseñado.
 

Vivienda para los ricos

Porque desde el punto de vista del tejido residencial, uno de los problemas esenciales es que el que se edifica se destina a clases adineradas de la ciudad. No hay más que pasearse por el barrio y preguntar por los precios de los pisos (40, 50 millones, y más). A veces se está ante operaciones inmobiliarias especulativas; e incluso se habla de condominios cerrados.

Si uno pregunta, la respuesta es sorprendente: en muchas operaciones todos los pisos están vendidos. Muchos se adquieren como inversión, como inversión del dinero de la ciudad y de las comarcas de Cataluña, y -por lo que se dice- como forma de aflorar el dinero negro existente en este momento de transición hacia el euro. Algunos de los pisos ya se alquilan y otros están en expectativa para lanzarse al mercado a precios más elevados cuando la coyuntura lo permita.

Pero tal vez podría haberse pensado más en los grupos populares. Y haber dedicado una parte importante del espacio a vivienda social.

Seguramente podrían haberse imaginado también mayor número de equipamientos para la tercera edad -no solo "hogares para jubilados" o "casales", sino residencias asistidas-, viviendas para jóvenes, equipamientos escolares públicos para unos barrios con gran número de parejas jóvenes y con hijos.

Y tal vez podría haberse conseguido una mejor accesibilidad manteniendo la línea férrea del litoral, que tanto hoy se echa en falta.

Y sin duda debería haberse actuado -aquí y en Ciutat Vella- con mucho más cuidado en lo que se refiere a los tejidos antiguos.
 

Tejidos históricos y parques... Podría ser peor

Lo que queda hoy de los tejidos históricos es muy poco, y las intervenciones deberían realizarse con sumo cuidado. Lo que no siempre ocurre en Barcelona. Viendo las intervenciones en el casco antiguo de Barcelona, parece que se ha actuado con brocha gorda y no con un pincel fino, como se requería. Grandes operaciones, en lugar de una cuidadosa intervención por manzanas. Si en el Casco antiguo se ha permitido la desaparicion de tejidos urbanos históricos, de edificios históricos relevantes (como la fachada de los Infants Orfes, el mercado de Santa Catarina y otros) no podíamos ser muy optimistas respecto al Poble Nou. Y, efectivamente, es mucho lo que se ha perdido en favor de la especulación inmobiliaria y el afloramiento de dinero negro. Es cierto que se han mantenido algunas fábricas, pero otras han desaparecido. Tejidos de la primera industrialización, como el barrio del Taulat, han sido tratados sin ningún miramiento y sin el cuidado exquisito que debería exigirse ante ellos; y los que quedan en el Poble Nou no están suficientemente valorizados y protegidos por el Catálogo Municipal del Patrimonio Histórico Artistico.

La pérdida de la memoria histórica es grave. Pronto los jóvenes llegarán a imaginar que Barcelona ha sido siempre esa ciudad terciara y con yupies de medio pelo que algunos parecen desear. Apenas quedará el recuerdo de lo que hizo la potencia de esta ciudad: la industria y las clases populares. No se han hecho los inventarios necesarios, no se ha escuchado suficientemente a los vecinos, no se ha tenido la sensibilidad que se debería esperar.

Solo un equipamiento parece haber sido bien pensado. Ese enorme centro comercial que se instala junto a las grandes torres de Diagonal Mar, justo donde la avenida llega al Mediterráneo, y que por su situación podrá ser el lugar de encuentro entre los habitantes de los barrios populares de la Mina y el Sudoeste del Besos y los nuevos habitantes de las torres de lujo (por cierto, de una arquitectura poco brillante)... Eso si los guardianes del Centro, los que forman ese nuevo ejército privado de los 'seguratas' no les impiden la entrada por considerarlos poco adecuados para el lugar.

El que vaya a vivir a ese sector de la ciudad vivirá de cara al mar y "rodeado de parques", dice la propaganda de los técnicos y de las inmobiliarias. Lo primero tal vez sea cierto, especialmente si vive en un edificio alto y sin otros cercanos que se lo impida. Lo segundo no lo es. Vivirá rodeado de algunos jardines postmodernos, todos iguales y no siempre acertados; pero nada de parques. Esos retales verdes y escasos se le debían a la ciudad: son todo lo que queda del gran parque del Besós que había previsto Cerdá en su Plan de Ensanche de Barcelona, y que para el ingeniero eran esenciales en su concepción de la nueva Barcelona.

Si esto es lo que ha ocurrido con un ayuntamiento de izquierdas, gobernado por socialistas y comunistas, podemos temer lo que ocurrirá si los partidos de la derecha (CiU y PP) llegan a ganar la alcaldía una vez que el cambio de composición social de la ciudad tenga sus consecuencias políticas lógicas.

Copyright: Horacio Capel 2001
Copyright: La Veu del Carrer, Barcelona 1975



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