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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
 
CLARENCE J. GLACKEN (1909-1989)
 
Horacio Capel
 
Introducción al libro de Clarence C. Glacken: Huellas en la playa de Rodas. Naturaleza y cultura en el pensamiento occidental, desde la Antigüedad al siglo XVIII, Traducción de J. C. García Borrón, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, págs. 9-25. [ISBN 84-7628-156-0]

El libro que tiene el lector en sus manos es, sin duda, una obra magistral, y un verdadero hito en los estudios sobre historia de las ideas. Es un trabajo de inmensa erudición, resultado de una paciente investigación de casi dos década y de una prolongada preocupación por los problemas ambientales y por las relaciones entre la sociedad y la naturaleza. Y proporciona, además, una excelente base de reflexión histórica y teórica para todos aquellas personas interesadas en la conservación del medio ambiente.
 

Un historiador de las ideas preocupado por la naturaleza terrestre
 

Clarence J. Glacken fue un historiador de las ideas que pronto se interesó por las relaciones entre cultura y naturaleza y que, a partir de mediados de la década de 1950, pudo realizar su obra intelectual en el nicho institucional del Departamento de Geografía de la Universidad de California, en Berkeley.

Nació en 1909 en Sacramento, California, ciudad donde estudió la enseñanza primaria y secundaria, y a la que siempre se sintió muy ligado. No existe en su niñez y juventud nada especial que pudiera conducirlo hacia los estudios que luego realizó: cuando años mas tarde rememorara ese período de su vida, se limitaría a destacar, además de su colección de sellos, que le hizo conocer los nombres e im genes de diferentes países del mundo, las preguntas que se le hacían en la escuela sobre capitales y ciudades de la tierra, la riqueza y belleza de los mapas y el libro de Isaiah Bowman sobre The New World. Problems in political geography, que fue publicado en 1921 y que él utilizó cinco o seis años después.

En 1928 comenzó a estudiar en la Universidad de California. En aquellos momentos esa universidad, fundada a fines del XIX, se había convertido ya en un importante centro docente e investigador, con profesores de renombre internacional y estaba acabando de organizar un bello y bien ordenado campus en la ciudad de Berkeley, junto a San Francisco. En su primer año, adem s de seguir una asignatura sobre la política y la historia del Oriente Lejano, Glacken se matriculó en el curso sobre "La idea de progreso", del profesor Frederick J. Teggart, donde descubrió la historia de las ideas. Según él mismo recuerda en su autobiografía, el curso trató sobre teorías cíclicas y el mito de la edad de oro en el mundo antiguo; sobre la interpretación providencialista de la historia durante la edad media; y sobre la plena configuración de la idea de progreso en la época moderna. En ese curso leería, entre otras obras, una que luego recordaría de forma especial, el libro de Bury sobre The idea of progress (1920).

La influencia de Frederick J. Teggart sería decisiva y se mantendría durante toda su vida. A través de ella Glacken llegó a la historia, a la historia de las ideas, a la historia de las expediciones geográficas y a la erudición bibliográfica, campos todos que desde finales del siglo XIX había ido cultivando este historiador. En efecto, Teggart (1870-1946) había comenzado su carrera como bibliotecario y archivista, y desde esa actividad había realizado numerosos trabajos sobre bibliografía: desde los problemas de catalogación de las bibliotecas antiguas, y especialmente las de los siglos XVII y XVIII, hasta las bibliografías especializadas sobre ferrocarriles, petróleo, bosques o poesía victoriana. A finales de la primera década del siglo Teggart se interesaría en la historia de la exploración y colonización de California por los españoles, publicando en los años 1910 diversos trabajos acerca de las expediciones del padre Font, de Gaspar de Portolá y del ingeniero Miguel Constazó, con edición de sus diarios, así como estudios acerca de diversos exploradores norteamericanos (N. Kingsley, P. Breen y otros) y, en general, sobre el proceso de ocupación de la costa pacífica de los Estados Unidos. La conexión de su anterior actividad y de esta nueva línea de investigación se reflejaría más tarde en su interés por la identificación de los mapas españoles conservados en las grandes bibliotecas y archivos norteamericanos.

Cuando Glacken empezó a estudiar en Berkeley, Teggart había pasado a interesarse por los problemas generales de la historia y, de forma particular, por la historia de las ideas. En 1916 había publicado un libro sobre las relaciones de la historia con otras ramas del conocimiento (Prolegomena to History. The relation of History to Literature, Philosophy and Science, University of California Press, 1916), y dos años mas tarde publicaría The Processes of History (New Haven, Yale University, 1918); las ideas expuestas en esas obras volverían a aparecer en sus dos libros mas conocidos: The Theory of History (New Haven, Yale University Press, 1925) y Theory and Processes of History (Berkeley and Los Angeles, 1941).

También se interesó por la historia comparada intercultural, como refleja su obra Rome and Chine. A Study of Correlations in Historical Events (Berkeley, University of California Pres, 1939), en la que comparó el desarrollo de estos dos imperios entre el siglo I antes de Cristo y el II de nuestra era buscando correlaciones de los sucesos históricos, tales como guerras o invasiones, y tratando luego de encontrar explicaciones generales a esos sucesos. Finalmente, desde los años 1920 Teggart estaba interesado en la idea de progreso, tema sobre el que reunió una antología de textos publicada en 1929 y que reeditaría nuevamente veinte años más tarde, The Idea of progress. A collection of Readings (University of California Press, 1949, con introducción de G. H. Hildebrand). A través de ese trabajo, y de sus cursos universitarios Taggart estaba contribuyendo a desarrollar la línea de la historia del pensamiento que impulsaba Arthur O. Lovejoy desde la Johns Hopkins Univesity, y que cristalizaría poco después en la publicación del Journal of the History of Ideas, fundada por este último en 1940.

A juzgar por sus trabajos, Teggart debió de ser un profesor de gran personalidad. Lo muestra, por ejemplo, su polémica con Arthur O. Lovejoy tras la publicación del artículo de éste con que se inauguraba el Journal of the History of Ideas ("Reflection on the History of Ideas", 1940), y en el que se presentaban los objetivos de la nueva revista que habría de ser portavoz de ese nuevo campo disciplinario que era la historia de las ideas, en vías de consolidación. Teggart respondió inmediatamente con un artículo de réplica, publicado en el último número de ese primer volumen, en el que se distanció explícitamente de alguna de las ideas expuestas por el fundador de la revista -de cuyo comité de redacción, por cierto, no había sido llamado a formar parte. Lo demuestran también sus tomas de posición sobre la causalidad en la historia, en un trabajo (1942) en el que se nota su preocupación por aplicar la reflexión histórica a la investigación de la causación de los hechos contemporáneos, y en especial de los sucesos que habían conducido a la guerra mundial.

Sin duda esa personalidad de Teggart se reflejaba igualmente en su magisterio intelectual. Como el mismo Glacken recuerda, durante sus estudios universitarios "no tenía tiempo para nadie mas que para Teggart". Eso explica que no siguiera cursos universitarios con otras grandes figuras de la universidad de California, como eran los antropólogos Alfred L. Kroeber o Robert H. Lowie ni tampoco con el geógrafo Carl O. Sauer.

Poco después de acabar sus estudios de licenciatura, Glacken entró en el Departamento de Instituciones Sociales que dirigía entonces el mismo Teggart. Entre los profesores de dicho centro se encontraba una joven ayudante, Margaret Hodgen, con la que desde entonces le unió una gran amistad. Hodgen (1990-1977) trabajaba en aquellos años en historia de la antropología, y en temas de difusión social y naturaleza del cambio social. A través de ella Glacken profundizó en la lectura de los clásicos sobre dichas cuestiones y en las ideas ambientalistas, incluyendo las obras de los geógrafos posibilistas franceses y la del geógrafo norteamericano E. Huntington. Seguramente a través de Hodgen conocería la obra de los antropólogos que en la misma Berkeley, y como figuras destacadas de lo que Fred Eggan ha llamado el "Período Florescente" de la antropología nortemericana, estaban convirtiendo la antropología cultural en una ciencia histórica, preocupada también por las bases ecológicas de las culturas. Curiosamente ninguno de esos contactos y lecturas parece que le empujaran a conectar en aquellos momentos con Carl O. Sauer, que empezaba entonces sus investigaciones de geografía cultural y su colaboración con los antropólogos de la misma Universidad.

Como hemos visto, Glacken se dedicó exclusivamente a los estudios de historia del pensamiento y de las ideas. En su autobiografía (1983) recuerda que, además de las obras de Teggart, le impresionaron el libro de Arthur Burtt The Metaphisical Foundations of Modern Physical Science (1925), que trata sobre los presupuestos metafísicos y las creencias religiosas de los grandes científicos de la Revolución Científica del XVII, y una obra de John Livingston Jones sobre el poeta inglés Coleridge.

Los años 1930 son también los años de la Gran Depresión, es decir, de la crisis económica, del paro y de la política del New Deal. Glacken encontró trabajo en las instituciones gubernamentales que se estaban creando para mitigar el problema del desempleo, en especial la oficina regional californiana de la Farm Security Administration, encargada de seleccionar diversas areas en las tierras agrícolas de California para emplear a inmigrantes de los estados centrales y meridionales afectados por la crisis; es decir, como él mismo recuerda, tuvo que tratar con las mismas gentes que aparecen en "Las uvas de la ira" de Steinbeck. Fue entonces cuando se dio cuenta de los graves problemas planteados por la erosión del suelo, que habían llevado a las famosas "Tempestades de polvo" (Dust Bowl), y de sus consecuencias sobre la agricultura y la emigración.

Con los ahorros que pudo reunir, en 1937 realizó un viaje alrededor del mundo desde San Francisco hacia Japón, China, Indochina, Próximo Oriente, Mediterráneo y Europa. Un viaje que, según él mismo ha recordado en este libro y en otras ocasiones, le permitió tomar conciencia directa de lo que significan realmente las diferencias culturales. Ese viaje está brevemente aludido en el prólogo de esta obra, donde reconoce el impacto que le causó el conocimiento directo de otras culturas y las adaptaciones ante las cambiantes condiciones del medio natural en la superficie terrestre. Durante el mismo iba "continuamente haciendo preguntas sobre las circunstancias que estimulan la creatividad humana, sobre los efectos de las creencias religiosas, sobre las costumbres y tradiciones que los hombres han empapado en sus almas".

La guerra mundial le llevó al ejército entre 1941 y 1946. Al final de la guerra, y asegurada ya la rendición japonesa, el gobierno norteamericano trató de formar rápidamente especialistas en Japón y Corea, con el fin de reclutar funcionarios que se ocuparan de la administración de aquellos territorios. Glacken fue elegido como oficial-estudiante para formarse en asuntos japoneses en la Civil Affairs Training School que se había constituido en la Universidad de Chicago y era dirigida por el antropólogo Fred Eggan. Allí estudió japonés y tuvo como profesores a destacados orientalistas, entre ellos John Embree, autor del libro Suye Mura sobre la vida rural japonesa, y leyó gran número de obras sobre cultura japonesa, entre las que recuerda en su autobiografía la de George Sansom, Japan. A Short Cultural History.

Tras ese período de estudios Glacken fue enviado por el ejército a Corea, donde actuaría como director de la Oficina de Salud y Bienestar en el gobierno militar. Y posteriormente trabajaría durante tres años con la Administración de Veteranos, realizando trabajos de orientación profesional.

En aquellos años su antigua preocupación por las cuestiones medioambientales se afirmó también en relación con dos circunstancias. Una, la Conferencia Científica sobre Conservación y Utilización de los Recursos, organizada por las Naciones Unidas en 1949 y donde por primera vez se planteó a escala internacional la trascendencia de los problemas medioambientales ligados a la definición de políticas demográficas. Otra, el conocimiento de William Vogt, del que su segunda mujer Mildred Mosher era ayudante. Quedó impresionado por las ideas de Vogt sobre la deterioración del medio ambiente en Iberoamérica, y especialmente por el estudio que había hecho para la Unión Panamericana, ideas que serían recogidas parcialmente en el libro Road to Survive (1948). Se trata de una obra que tuvo una gran repercusión y en la que se hacía una llamada de atención sobre la necesidad de preservar los recursos de la Tierra; los estudios que Vogt había realizado años atrás en Perú y Chile sobre el delicado equilibrio entre las colonias de pájaros y su medio ambiente, y entre el clima y las especies vegetales habían dado paso en los años de la posguerra a una preocupación por el crecimiento de la población y el equilibrio ecológico. En relación con William Vogt, Glacken fue confirmando y desarrollando su propia preocupación y reflexión por esos mismos temas, y es sin duda en ese momento cuando decidió dedicarse a la carrera universitaria.

Tal vez por su experiencia en los viajes, y seguramente también por la influencia indirecta de los trabajos de Teggart sobre poblamiento de California, decidió doctorarse en geografía. Realizó su doctorado en la Isaiah Bowman School of Geography de la Universidad Johns Hopkins. Allí, según confiesa, "aprendí todo lo que deseaba"; y lo que deseaba era "escribir una historia de las ideas sobre un tema que integrara la cultura y el medio ambiente". La Tesis, presentada en 1951, se tituló The Idea of the Habitable World y se refería a las ideas sobre la interrelación entre cultura y medio ambiente desde mediados del siglo XVIII hasta el desarrollo de las teorías ecológicas en la época contemporánea. El trabajo no se publicó, pero de él podemos tener sin duda una idea a partir del artículo que poco después publicaría sobre "La idea de progreso y el mundo habitable" (1954), así como en su obra fundamental.

Inmediatamente después de presentar su Tesis, ese interés cada vez mas orientado hacia problemas medioambientales y etnográficos le permitió trabajar en una investigación sobre las islas Ryukiu, con una beca del National Research Council. Tras la victoria sobre Japón, el gobierno estadounidense estaba muy interesado en el Pacífico y en los mares próximos al archipiélago japonés y apoyó las investigaciones científicas sobre esas regiones. En el marco de dicha investigación inició en 1952 su trabajo sobre tres aldeas de Okinawa, en donde estudió el sistema familiar, la tenencia de la tierra y sus efectos en la organización del espacio. Su libro The Great Loochoo (1956) recoge su investigación en dicha isla utilizando el nombre chino de las mismas. En él mostró el interés y sensibilidad hacia la cultura no europea, que siempre conservó como "una advertencia insistente e imperiosa contra el localismo basado en la experiencia y el estudio de solo la civilización occidental". A pesar de ello, Glacken solo se dedicaría al estudio de ese pensamiento occidental por el convencimiento de que para hacer otra cosa sería preciso un profundo conocimientolingüístico de los idiomas asiáticos, que él no poseía, y siendo consciente de que sus investigaciones muestran solo "una perspectiva parcial y no ecuménica" (1983, pág. 30).

Como su mujer y sus hijos vivían en Berkeley y él se sentía siempre un hombre "del Far West", no le fue difícil aceptar la propuesta de Carl Sauer para integrarse en el Departamento de Geografía de la Universidad de California, en el segundo semestre de 1952. No sabemos con exactitud cuales fueron las circunstancias concretas que le hicieron dedicarse académicamente a la geografía. Pero no cabe duda que tanto el campo disciplinario como el nicho institucional elegido eran adecuados para su trabajo.

Aunque como sabemos no había tenido una formación geográfica, es indudable que sus preocupaciones le conducían en la dirección de los problemas clave que los geógrafos venían abordando desde hacía tiempo. él mismo alude a ello en el prólogo de su libro, al recordar el largo viaje que le llevó en su juventud por varios continentes y que le hizo ser consciente de forma personal y vital de la idea corriente de que "hay una gran diversidad tanto en las culturas humanas como en sus respectivos medios físicos". De hecho la obra, que constituye el resultado de una profunda erudición y de miles de horas pasadas en bibliotecas, no es, como él mismo recuerda oportunamente, solo un producto de biblioteca. Es algo mas, es el resultado de la toma de conciencia personal de las relaciones entre el hombre y la naturaleza adquiridas por sus vivencias personales, por los contactos que había tenido con otros especialistas en los años 40 y, mas tarde, por su contacto con una disciplina que había puesto en el centro de su problemas científicos precisamente el estudio de dichas relaciones.

Desde el punto de vista institucional el lugar era también adecuado, ya que el magisterio de Carl O. Sauer había convertido el Instituto de Geografía de Berkeley en un centro esencialmente dedicado al estudio de los problemas de la geografía cultural, entre los cuales se encontraba de forma prioritaria el de la transformación de los paisajes naturales en paisajes culturales como resultado de la acción humana.

Además de Sauer, impartieron cursos en ese centro Erhard Rostlund y Paul Weatley, este último estudioso de la historia de la jardinería, paisajes asiáticos, urbanismo y geografía de las religiones, y con el que Glacken estuvo muy ligado.

Desde el primer momento Glacken impartió en ese centro un curso titulado "Las relaciones entre naturaleza y cultura", que daría hasta sus jubilación en 1976 y todavía algún otro año después de ella. También impartió a veces el curso sobre Asia con Paul Wetley; aunque siempre se negó modestamente a escribir sobre otros mundos culturales, mantuvo en todo momento un interés profundo por ellos, y dio clases sobre China y Japón así como sobre el conjunto de los países mediterráneos y sobre Europa.

Sin duda fue un excelente profesor, lleno de afecto y cordialidad hacia sus alumnos. Uno de ellos, David Hooson lo ha descrito como "un hombre sencillo, afectuoso y comprensivo que portaba sus inmensos conocimientos de forma ligera, y estaba lleno de humildad, humanidad, ingenio y sabiduría. Nos enseño mas completa y convincentemente que ningún otro profesor antes que él, a conocer como nuestros antepasados intelectuales habían contemplado e interpretado a través de los tiempos las mutuas relaciones entre la naturaleza y las culturas humanas". De hecho, su gran sabiduría y su humanidad hizo de él "un fino y respetado -incluso reverenciado- profesor a todos los niveles" (Hooson, 1991).
 
 

La redacción de Huellas en la playa de Rodas
 

Durante casi veinte años -es decir, desde que comenzó la elaboración de su tesis doctoral y mas tarde, con mayor intensidad y decisión, desde que se integró en el Departamento de Geografía de Berkeley- Clarence Glacken, apoyado en su larga experiencia anterior y en la preparación de sus cursos pudo dedicarse a la redacción de su obra fundamental, Traces on the Rodian Shore, que sería publicada en 1967.

Los avances en la elaboración de su obra y los materiales concretos que iba utilizando se pueden adivinar a través de los libros que le interesaban y de los que dio cuenta en recensiones que aparecieron en las revistas The Geographical Review, el órgano de la American Geographical Society, y Landscapes: el estudio de Schmitthenner sobre Ritter; la antología de viajes compilada por Margaret S. Anderson; la edición de la obra del jesuíta Giovanni Botero; el libro de G. Grigson y de Ch. H. Gibbs-Smith sobre los lugares que han agradado, intrigado e intimidado a los hombres; la obra de Georg Perkins Marsh, excelentemente editada y estudiada por David Lowenthal; el pensamiento de Arthur Koestler sobre la visión cambiante de los hombres acerca del universo; la vida y la obra del conde Buffon; o el impresionante trabajo dirigido por H. C. Darby sobre el Domesday Book.

En esos años, mientras elaboraba su obra, su pensamiento se fue también configurando por los nuevos contactos que establecía y por su participación en algunas reuniones que tuvieron especial trascendencia, y en las que dio a conocer algunos resultados parciales de su investigación sobre el papel del hombre en la naturaleza.

La primera de esas reuniones fue el simposio sobre "El papel del hombre en la transformación de la faz de la Tierra", organizado por William Thomas Jr y celebrado en Princeton en junio de 1955. Una reunión que dio lugar a un libro que se convirtió inmediatamente en un hito de referencia obligada sobre este tema (W. Thomas: Man's Role in changing the Face of the Earth, 1956). Además del organizador, Carl O. Sauer, fueron también ponentes Marston Bates y Lewis Munford, éste último un autor cuya obra, y en especial Técnica y civilización (1934), Glacken confiesa que le había impresionado fuertemente en su juventud, y del que recensionaría en 1961 su libro La ciudad en la historia. En esa reunión Glacken presentó un trabajo sobre las ideas cambiantes acerca del mundo habitable, en el que resumía algunos temas de su Tesis doctoral y avanzaba en lo que sería su obra fundamental, en una perspectiva que todavía rebasaba el siglo XVIII y se extendía hasta la época contemporánea, desde Platón a Vavilov y a los geografos culturalistas. Se trata, además, de una obra en la que se nota ya el disciplinamiento de Glacken en la geografía, puesto que alude al debate del determinismo geográfico, desde una perspectiva que, en su caso, lógicamente no podía ser mas que posibilista, es decir, la que reconocía la libertad del hombre y la potencia de la acción humana sobre la tierra; también se extrañaba de que el determinismo hubiera tenido sorprendentemente tanta influencia durante el siglo XIX, en el momento en que precisamente esa potencia del hombre llegaba a cotas antes nunca alcanzadas.

Otras dos reuniones científicas dieron ocasión a Glacken para realizar presentaciones académicas de su pensamiento. Una de ellas, la que organizó Ray Forsberg sobre "El papel del hombre en los ecosistemas insulares" y que dio lugar a una temprana presentación de las ideas de nuestro autor en su artículo "This growing second world within the world of nature" (1963); en él traza la historia del pensamiento ecológico, y muestra ya el interés que estaba dedicando al estudio del pensamiento ambientalista medieval.

Otra, la organizada en abril de 1965 por F. Fraser Darling y John Milton, y con la asistencia de un comité en el que se encontraba también Lewis Mumford, sobre "El medio ambiente futuro de Norteamérica". En ella presentaría Glacken una comunicación acerca de "El problema de la relación hombre-naturaleza como tema de estudio". La noticia que dio David Lowenthal sobre esta reunión nos permite conocer que Glacken actuó como presidente de la cuarta sesión sobre "Social and Cultural Purposes", en la que se abordaron las perspectivas históricas sobre actitudes sociales en el uso de territorios, con énfasis en la presión demográfica, la destrucción de recursos en el pasado y en el presente y las actitudes públicas ante el medio.

Además de dichas reuniones, la otra gran experiencia de Glacken durante esos años la constituyó su estancia en Noruega en 1957 y 1958, con una beca que le permitió conocer el ambiente geográfico escandinavo, guiado por el geógrafo de Oslo Fridtjov Isachsen, y que le facilitó estudiar el medio físico y cultural del mundo nórdico, así como realizar investigaciones sobre el desarrollo histórico de la explotación forestal en aquellas regiones.
 

La publicación de la obra
 

La publicación de Traces on the Rhodian Shore en 1967 constituyó un hito importante en la historia del pensamiento en general, y en la historia de la geografía en particular. La obra fue saludada en diversas críticas como una aportación fundamental al pensamiento geográfico y medioambiental.

Se trata de un libro que aunque fue redactado en un departamento de Geografía rebasa con mucho ese marco y se sitúa abiertamente en una perspectiva supradisciplinaria dentro de la línea de la historia del pensamiento.

Estamos ante una aportación cardinal en la historia de las ideas. Sin duda hay que situarla, ante todo, en ese campo del conocimiento en el que Glacken se educó y cuyo fundamento estaban poniendo, durante los mismos años en que él se formaba, Arthur O. Lovejoy, Louis B. Wright, J. Salwyn Shapiro y otros, entre los cuales su propio maestro Frederick J. Teggart.

La influencia del programa intelectual de Lovejoy, presentado por ejemplo en el primer capítulo del libro La Gran Cadena del Ser (1936) y en el artículo inicial de la revista Journal of the History of Ideas, es bien patente. También la de su propio maestro, del que sin duda recibó su ambición intelectual, y su atrevimiento para arriesgarse a acometer empresas ambiciosas; lo que Teggart en un artículo de 1942 había expresado con esta frase "no podemos decir que es inutil hacer algo hasta que no lo intentamos". También heredó de él su interés por conectar la investigaciónhistórica con los problemas actuales y su sensibilidad hacia las fuentes mas diversas, incluyendo las literarias, para el estudio de la historia de las ideas, así como la estrategia de investigación que trata de avanzar sobre frentes concretos para llegar a conclusiones generales. Es lo que escribía Frederick J. Teggart en 1942 al reconocer que no se podía hacer todo a la vez: "debemos acometer la investigación de algunos problemas, aunque su alcance pueda parecer limitado a primera vista: Galileo estableció una nueva ciencia investigando la caída de los cuerpos" (1942, pág.11).

Sin duda Glacken conocía bien esa frase cuando acometió la realización de su libro, en el que fue avanzando a través de frentes concretos -es decir, a través del análisis del pensamiento de autores determinados- hacia una ambiciosa síntesis final, que él concebía como la primera piedra de un proyecto todavía mas amplio.

El libro nos permite conocer la genealogía de muchas ideas que aún están vigentes o siguen teniendo influencia, y de otras que aunque nos resultan mas lejanas han contribuído a modelar el sistema de pensamiento en el que nos movemos hoy día y que se han difundido en todo el mundo a partir de la mundialización de la cultura europea.

Huellas en la playa de Rodas es un libro sobre el nacimiento y transformación de la idea de una Tierra con un plan o designio. Con ella se relacionan directamente otras dos que constituyen igualmente el núcleo de la obra: la de la influencia del medio sobre la sociedad, y la del hombre como agente modificador de la naturaleza.

En la cultura occidental el designo va unido generalmente a la idea de tierra creada, porque ese designio es el de Dios. También al finalismo y al antropocentrismo, porque el plan o designo no puede ser otro que el de la Tierra creada para el hombre o para la vida en general.

Las críticas a esta concepción -que aparecieron ya desde la antigüedad por epicúreos y estoicos, y luego en los siglos XVII y XVIII- dieron lugar a un debate en relación con el cual se fueron adaptando y reformulando las ideas sobre el orden en la naturaleza. Un debate que tuvo multiples implicaciones y que condujo asimismo a suscitar la inquietud sobre la forma como el hombre con sus acciones interfiere en el equilibrio y en la armonía de la naturaleza.
 

La interrupción del programa de investigación
 

Tras la publicación de Huellas en la playa de Rodas, Glacken estaba en condiciones de abordar aquella parte que iba a constituir el grueso de su investigación.

Porque, con ser impresionante, el libro es simplemente la introducción a otra obra mas ambiciosa que debía cubrir el estudio de "Las ideas sobre el mundo habitable" entre el siglo XVIII y la actualidad. Como él mismo dice, lo que se inició "como un breve paseo se convirtió en una gran expedición" al darse cuenta de que la historia de la formación y evolución de las ideas desde la antigüedad era esencial para poder entender adecuadamente las ideas de la época contemporánea.

Tras su publicación, Glacken continuó reuniendo material para su proyecto ambicioso sobre su obra fundamental. Viajó a Europa, y escribió partes de ese nuevo libro investigando para ello en las bibliotecas de Francia, Suiza y Gran Bretaña.

También asistió a alguna nueva reunión científica en donde fue difundiendo y perfilando sus ideas. Así en la conferencia organizada por Harold W. Helfrich sobre la crisis ambiental, celebrada en la School of Forestry de la Universidad de Yale, y publicada mas tarde en el libro The Environment Crisis: Mann's Struggle to Live with Himself (1970). Glacken presentó una comunicación sobre "Man against nature: an outmoded concept"; tuvo ocasión de volver a alertar en ella sobre el localismo del concepto de hombre contra la naturaleza, y mostrar la evolución de este concepto, así como su dependencia de ideas modernas y seculares, y no solo del libro del Génesis. En el mismo sugiere algunos de los valores que pueden desempeñar un lugar central en una filosofía del hombre y la naturaleza satisfactoria y a largo plazo (Macinko, 1973).

El trabajo pone de manifiesto, asimismo, que Glacken reflexionaba sobre las diferencias entre el pensamiento chino y el occidental en lo que se refiere a las relaciones entre hombre y naturaleza, y que estaba interesado por el contraste entre lo que se consideran actitudes mas armónicas entre el hombre y la naturaleza, en el caso de los chinos, y mas dominantes y antropocéntricas en el del pensamiento ocidental. En ese trabajo percibe con optimismo el cambio de actitud en el pensamiento occidental en lo que se refiere a la necesidad de preservar el medio natural. Cree que la historia del pensamiento permite comprobar que la actitud del hombre no se ha expresado solamente como un enfentamiento a la naturaleza sino que lo ha hecho también de otras multiples formas. La relación cultura y naturaleza sería mucho mas compleja que lo que la fórmula tradicionalmente empleada permite suponer y se expresa en concepciones religosa, filosóficas, científicas o prácticas que es indispensable conocer.

También realizó Glacken una contribución al libro This Little Planet, en el que ya extiende su análisis a autores del siglo XIX como Darwin, Marsh o Ruskin y muestra su interes por el nacimiento de actitudes conservacionistas en relación con la intensificación de la capacidad humana de transformación generada por la Revolución industrial. Una reflexión que le conducía también a un interés creciente por la producción geográfica sobre dichos temas durante la época contemporánea.

La obra que estaba diseñando debía extenderse a la historia de las ideas medioambientales durante el siglo XIX y hasta la primera guerra mundial. Para ello decidió "ampliar su alcance para discutir las actitudes estéticas, emocionales y subjetivas ante la naturaleza" (1983, pág.32). Se trata de un proyecto ambicioso que debería ampliarse al conjunto de las ideas científicas, artísticas y filosóficas.

Pero el amplio programa en que estaba comprometido se vio dramáticamente interrumpido por una profunda depresión que afectó de forma muy grave a su salud. Un buen amigo suyo, David Hooson, alude en su nota necrológica al hecho de que "se remontó a grandes alturas intelectualmente pero se hundió a las grandes profundidades de la depresión y la pena en el alma".

En esos años vivió "principalmente en la sombra de la depresión y de la baja autoestima". Una enfermedad que tiene que ver, probablemente, con razones sociales y personales: por un lado, sin duda, con los problemas que afectaron a la universidad de Berkeley en los últimos años de la década de los 60 y primeros de los 70; y, por otro, con la misma ambición de su programa de trabajo.

La vida de Glacken en la universidad de Berkeley durante los últimos años de la década de 1960 y comienzos de 1970 no debió de ser cómoda. En dichos años el campus universitario de Berkeley se convirtió en uno de los mas activos lugares de la protesta universitaria. Glacken era en aquel momento director del Instituto de Geografía de la Universidad. David Hooson menciona "esa devastadora enfermedad que siguió a un período de servicio especialmente tenso como director de su Departamente en los últimos años de 1960". Glacken contempló con dolor la interrupción del ambiente de trabajo y los problemas de violencia que se desarrollaron en el campus así como, en especial, los incendios que afectaron a la misma biblioteca universitaria (Hooson, 1991, pág. 157).

Al mismo tiempo, en el Departamento de Geografía de Berkeley se dejaba sentir con especial virulencia desde los años 1950 la confrontación entre la nueva geografía cuantitativa y teorética y la geografía cultural de la escuela de Sauer, es decir, entre dos concepciones tan diferentes como son la neopositivista y la historicista. La geografía cultural mantenía su presencia, pero los cuantitativos tomaban posiciones y cuestionaban decididamente los postulados de la geografía regional y de las tendencias culturalistas.

Glacken, como fácilmente se comprende, estaba decididamente comprometido con las posiciones culturalistas. Nunca negó su posición abiertamente historicista. En su autobiografía señala, sin duda intencionadamente, que "viajes como el mío sirven para que uno recuerde poderosamente las limitaciones de la teoría, los riesgos de los modelos, de lo que en los años 1960 llegó a ser para algunos una virtual apoteosis del pensamiento nomotético". También afirma que esos viajes le permitieron confirmar un sentimiento de "respeto por la experiencia individual, por lo discreto, lo concreto, y una actitud crítica hacia la teoría, especialmente las teorías occidentales que se presentan arrogantemente como ecuménicas" (1983, pág.25-26). Por si fuera poco manifiesta explícitamente su posición afirmando que: "vivimos en el presente porque hay un pasado, que el pasado crea, para bien o para mal; que la civilización es una creación del pasado" (1983, pág.28).

Todo eso le crearía probablemente, dificultades con los geógrafos neopositivistas, que rechazaban las posiciones historicistas, que consideraban como no científicas, y que eran además profundamente ahistóricos.

Es posible que todo ello tuviera su trascendencia en la enfermedad de Glacken. Pero con ser importante, no es probablemente mas que una parte de la historia. Seguramente tan importante como eso es la misma magnitud de su proyecto investigador, unido a la falta de la tranquilidad que necesitaba para culminar su proyecto.

La depresión es, con mucha frecuencia, una compañera inevitable de las ambiciones desmedidas. Es el sentimiento que embarga a los que se comprometen en una empresa tan ambiciosa que excede de sus capacidades, sean cuales sean éstas; lo que no tiene que ver con limitaciones personales, porque ataca a personas geniales, sino con una actitud individual que lleva a proponerse metas cada vez mas ambiciosas. Es la terrible enfermedad que amenaza a todos aquellos creadores que piensan mas en lo que se han propuesto alcanzar que en lo efectivamente conseguido hasta el momento.

Sin duda Glacken era un hombre de ese talante intelectual. Eso le permitió realizar esta extraordinaria obra que ahora se publica. Aunque, tal vez, el precio que pagó fue terrible, y finalmente no pudiera acabar esa otra obra más extensa y ambiciosa que esperaba escribir; una obra personal "sobre ciertos temas de los siglos XIX y XX de un modo adecuado a la capacidad de un solo individuo", en la convicción, acertada sin duda, de que a pesar de los congresos y simposios "queda espacio a la interpretación individual de amplias tendencias de la historia del pensamiento".

Sabemos que hasta el final de su vida continuó reuniendo materiales para completarla, a pesar de conocer muy bien que esa tarea excedía sus posibilidades.

Que no llegara a completarla constituye una pérdida especialmente grave, ya que la sensibilidad y el conocimiento que tenía de las cultura no euroeas y su relación desde los años 1940 con el despertar de los movimientos ambientalistas y conservacionistas le convertía en una persona extraordinaramente preparada para abordar la tarea de realizar una síntesis ambiciosa entre las diferentes corriente disciplinarias y las distintas culturas de la Tierra.

Sabemos que una buena parte de esa obra fue escrita, pero que no se completó. El mismo ha declarado que en Arlès, donde tan presente estaba el recuerdo del poeta Mistral y la presencia romana, escribió lo que él mismo consideró "los puntos a considerar en tal obra". También conocemos por algunas de las últimas obras publicadas la atención que prestaba a los temas interculturales. Esperemos que la publicación de sus papeles inéditos permita algún día conocer su pensamiento sobre estas cuestiones, en un momento en que tanto se necesitan aproximaciones nuevas acerca de la relación entre los hombres y la naturaleza terrestre.
 

La edición española
 

No quiero acabar sin resaltar el acontecimiento que supone la publicación en castellano de esta importante obra en el momento actual.

La obra es de interés para un público muy amplio interesado por la historia de las ideas y por los problemas medioambientales. Hemos dicho ya bastante sobre ello y no es necesario insistir.

Pero, es, además, muy oportuna en un momento en que, por una lado, la evolución política del mundo está haciendo aparecer de nuevo la trascendencia de la herencia histórica y, al mismo tiempo, los estudiantes universitarios, y el público en general, obnubilados por la rapidez y trascendencia de los cambios que se producen, tienden a veces a menospreciar a la ciencia histórica y a considerar que su conocimiento no es indispensable, o que puede adquirirse en caso necesario de forma fácil y rápida.

La obra abre nuevos interrogantes y es seguro que va a estimular los estudios de historia del pensamiento medioambiental en nuestro país. Puede ayudar a realizar una de las tareas mas urgentes que se presentan, como es la de integrar en esa panorámica mundial de las ideas medioambientales la aportación hispana, mucho mas rica y trascendente de lo que a veces se piensa. Especialmente necesario es valorar e integrar en un contexto internacional e intercultural la reflexión científica sobre América realizada en España y el mundo hispano a partir del siglo XVI.

En la obra de Glacken no están ausentes, como es lógico, las grandes figuras de la historiografía hispana, como Gonzalo Fernández de Oviedo o José de Acosta. No podía ser de otra forma en un autor que se había formado con un hispanista como fue Frederick J. Teggart. Pero es mucho mas lo que se conoce hoy del pensamiento de estas figuras y de su aportación al establecimiento de una línea de reflexión sobre las relaciones entre naturaleza y cultura. Y no solo en la obra de estos dos autores sino también en la de otros muchos que trataron del Nuevo Mundo y de la metrópoli: como el padre Las Casas, que en su Apologética Historia nos dejó el mejor ejemplo renacentista de un determinismo positivo respecto a la naturaleza americana; o como tantos otros científicos hispanos que contribuyeron a la recepción en Europa de los conocimientos sobre la botánica, la zoología y la geografía de las tierras americanas, y nos dejaron valiosos estudios y reflexiones sobre la relación del hombre y la naturaleza. Figuras que los recientes estudios de historia de la ciencia hispana nos permiten hoy valorar en su contexto mundial, y a las que han prestado atención recientemente, de forma especial, los historiadores de la ciencia del Instituto de Estudios Históricos de la Ciencia de Valencia y del Centro de Estudios Históricos de Madrid, entre otros.

A esos trabajos deben unírseles diversos estudios que se han publicado en España sobre cuestiones abordadas en este libro y que pueden ser muy útiles para complementar la lectura de esta obra. Como el extraordinario libro de José Antonio Maravall Antiguos y modernos. La idea de progreso en el desarrollo inicial de una sociedad (1966), publicado casi contemporáneamente al de Glacken; las aportaciones del historiador italiano Antonello Gerbi (La disputa del Nuevo Mundo, 1955, 2§ edición corregida y aumentada, 1982, y La naturaleza de las Indias Nuevas, 1975); el libro de un historiador de la literatura, Francisco Rico, sobre El pequeño mundo del hombre (1970); o el del geógrafo Luis Urteaga La tierra esquilmada. Las ideas sobre la conservación de la nauraleza en la cultura española del siglo XVIII (1987), todos los cuales contribuyen a iluminar adecuadamente diversos aspectos tratados en esta obra y pueden ser por ello un buen complemento a su lectura.
 

El traductor
 

Hemos tenido el privilegio de que este libro haya sido traducido por el Profesor Juan Carlos García- Borrón, uno de los mas importantes historiadores de la filosofía de la España contemporánea.

Especialista en la filosofía estoica, tema sobre el que versó su tesis doctoral (Séneca y los estoicos, 1956), ha cultivado con admirable maestría el campo de la filosofía griega y romana, de la que nos ha dejado excelentes traducciones y estudios (como las del Protágoras y La República de Platón, o las Epístolas Morales de Séneca). También ha dedicado atención a la filosofía europea moderna, especialmente el empirismo inglés (Empirismo e Ilustración inglesa: de Hobbes a Hume, 1985), y la teoría de la ciencia (La filosofía y la ciencia, 1971; Filosofía y ciencia. Métodos y procederes, 1987), realizando asimismo distintas traducciones y estudios (Descartes: Discurso del Método, 1988; Nietzsche: Así habló Zaratustra, 1989). En los años 1940 García Borrón dirigió la revista Qvadrante, que daría lugar más tarde a la creación de Laye por Manuel Sacristán, una iniciativa que desempeñó un importante papel en la revitalización de la vida intelectual barcelonesa (sobre lo cual tratan los libros de E. Pinilla de las Heras: En menos de la libertad, 1989, y El jardín quebrado. La Escuela de Barcelona y la cultura del medio siglo, 1994, en los que se incluyen artículos de Garcia Borrón). Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas, tales como Filosofía, Convivium, y otras. Recientemente ha finalizado una monumental Historia de la Filosofía, de próxima publicación.

La cuidada traducción que ha realizado de la obra de Glacken contribuye a enriquecer esta edición española de un libro verdaderamente fundamental para la historia del pensamiento medioambiental y la historia de las ideas en general.
 
 

BIBLIOGRAFIA
 

1. Bibliografía de Glarence J. Glacken
 

- Recensión de la obra de M. Reinhard, A population history of the world, en Journal of Economic History, vol.11, 1948, págs.74-75.

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- The Idea of the Habitable World, Doctoral Dissertation, Johns Hopkins University, 1951 (inédita).

- "The idea of habitable world", en Abstracts of Completed Doctoral Dissertations for the Academic Year 1950-51, Abstracts Series, n§ 1, U. S. Department of State, Washington, 1952.

- Recensión de la obra de Heinrich Schmitthenner, Studien über Carl Ritter, en Geographical Review, vol.43, 1953, págs.288-289.

- Studies of Okinawan Village Life, Washington, Pacific Science Board, National Research Council, 1953 (Libray of Congress Catal.)

- "The idea of progress and the habitable world", Annals of the Association of American Geographers, vol.44, 1954, págs.209-210.

- The Great Loochoo. A Study of Okinawan Village Life, Berkeley, Ca., University of California Pres, 1955, XVI+324 págs. Reimpresión por Greenwood Press, 1974. Reimpresión para su venta en Asia por Chas. E. Tuttle C§, 1960.

- Recensión de la obra de Margaret S. Anderson, Splendour of Earth. An anthology of travel, en Geographical Review, vol. 46, 1956, págs.135-136.

- Recensión de la obra de Jeannette Mirsky, Elisha Kent Kane and the seafaring frontier, en Geographical Review, vol. 46, 1956, págs.137-138.

- "The origins of conservation philosophy", Journal of Soil and Water Conservation, 1956, págs. 63-66.

- "Man and the Earth", Landscape, vol. 5, n§ 3, 1956, págs.27-29.

- "Changing ideas of the habitable world", en William L. Thomas Jr. (Ed.): Man's Role in Changing the Face of the Earth, Chicago, University of Chicago Press, 1956, págs. 70-92.

- "Culture and the idea of nature", en Yearbook of the Association of Pacific Coast Geographers, vol. 18, 1956, págs.23-27.

- Recensión de la obra de Gionanni Botero, The reason of state, traducida por D.P.Waley, y The greatness of cities, traducida por R, Peterson, en Landscape, vol.6, n§ 3, 1957, págs. 36-37.

- Recensión de la obra de la obra de G. Grigson y Ch. H. Gibbs-Smith, A volume of travel in space and time. Places which have delighted, intrigued and intimidate man, en Geographical Review, vol. 47, 1957, págs. 285-286.

- Recensión de la obra de la obra de David Lowenthal, George Perkins Marsh. Versatile Vermonter, en Geographical Review, vol. 49, 1959, págs. 437-438.

- Recensión de la obra de Arthur Koestler, The sleepwalkers. A history of man's changing vision of the universe, en Landscape, vol. 9, n§ 3, 1960, pág. 35.

- "Count Buffon on cultural changes of the physical environment", en Annals of the Association of American Geographers, vol. 50, 1960, págs. 1-21.

- Recensión de la obra de Lewis Mumford, The city in history, en Landscape, vol. 11, n§ 1, 1960, págs. 33-35.

- Recensión de la obra de Harriet Wanklyn, Friedrich Ratzel. A Biographical Memoir and Bibliography, en Geographical Review, vol. 52, 1962, págs. 467-468.

- "This growing second world within the world of nature", en F. R. Fosberg (Ed.): Man's Place in the Island Ecosystem, 10th Pacific Science Congress, Honolulu, 1961, Honolulu, Bishop Museum Press, 1963, págs. 75-95.

- Recensión de las obra de la obras de H. C. Darby y otros, The Domesday Geography of Southeast England; the Domesday Geography of Northern England, en Geographical Review, vol. 54, 1964, págs. 285-287.

- Introducción a la obra de John K. Wright, The Geographical Lore of the Time of Crusades, New York, Dover Publication, 1965, págs. VII-XIII.

- "Editor's Note", en Norman Thrower: Original Survey and Land Subdivision, Association of American Geographers Monograph Series, Chicago, Rand McNally, 1966, págs V-VII.

- Traces on the Rhodian Shore. Nature and Culture in Western Thought from Ancient Times to the End of the Eighteenth Century, Berkeley, Ca., University of California Press, 1967. Edición en rústica, 1976.

- "On Chateaubriand's journey from Paris to Jerusalem, 1806-1807", en The Terraqueous Globe. The History of Geography and Cartography. Papers Read at a Clark Librairie Seminar, April 27, 1968, Los Angeles, University of California/William Andrews Clark Memorial Library, 1969, págs. 45-74.

- "Willian Vogt (1902-1968)", The Geographical Review, New York, vol. 59, n§ 2, 1969, págs. 294-295.

- "Mand against nature: an outmoded concept", en H Helfrich (Ed.): The Environmental Crisis, New Haven, Yale University Press, 1970, págs. 127-142. Reimpresión por Warner Modula Pulbications, 1972.

- "Man and nature in recent Western thougth", en Michael Hamilton (Ed.): This Little Planet, New York, Scribners, 1970, págs. 163-201.

- "Environment and culture", en Philip P. Wiener (Ed.): Dictionary of the History of Ideas, New York, Charles Scribner's Sons, 1973, págs. 127-134.

- "A late arrival in academia" (Autobiography), en Anne Buttimer: The Practice of Geography, London and New York, Longman, 1983, págs.20-33.
 

2. Bibliografía seleccionada sobre Clarence J. Glacken y su entorno intelectual
 

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Wagner, P. L. y Mikesell M. W. (Eds.) Readings in Cultural Geography, Chicago, University of Chicago Press, 1962.
 

Barcelona, 5 de junio de 1995
 
 
 


Referencia de la obra a que se refiere este prólogo:

Clarence C. Glacken: Huellas en la playa de Rodas. Naturaleza y cultura en el pensamiento occidental, desde la Antigüedad al siglo XVIII, Traducción de J. C. García Borrón, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, 730 págs. [ISBN 84-7628-156-0]
 

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