Coloquio sobre "El desarrollo urbano de Montréal y Barcelona en la época contemporánea: estudio comparativo"Universidad de Barcelona, 5-7 de mayo de 1997



(Documento de trabajo que no puede ser difundido o publicado sin autorización de la autora)

LOS ORIGENES DE LA VIVIENDA SOCIAL EN BARCELONA: Las cooperativas de viviendas en el primer tercio del siglo XX.

Mercedes Tatjer
Universidad de Barcelona


El objetivo de esta comunicación es presentar los orígenes, desarrollo y vicisitudes de las primeras políticas sociales de vivienda, con especial énfasis en las formas cooperativas existentes en la ciudad de Barcelona a lo largo del primer tercio de nuestro siglo. Se trata de un período en que la ciudad, marcada por un crecimiento natural casi siempre negativo, acoge a un elevado número de inmigrantes y llega a duplicar su población alcanzando un millón de habitantes.

La insuficiente intervención pública en materia de vivienda social dejará a buena parte de la población barcelonesa alojada en infraviviendas, creando espacios de residencia marginal (barraquismo, autocostrucción y hacinamiento del centro histórico) que habrían de permanecer durante décadas.

El fracaso de la intervención pública estatal y municipal, se refleja en las dificultades para crear organismos específicos de construcción de viviendas; hasta 1927 no se creará el Patronato Municipal de la Habitación que desarrollará una política de urgencia social construyendo 2.335 viviendas para los barraquistas expulsados de Montjuïc, donde iba a ubicarse la Exposición de 1929. El énfasis que algunos estudisos han puesto en dicho fracaso ha dejado, sin embargo, en claroscuro las iniciativas de la sociedad civil desarrolladas en este período; se trata de lo que algunos autores denominan el tercer sector o sea aquel situado después del público y del privado, y definido, fundamentalmente, por su actuación sin afán de lucro económico.

Me centraré aquí en las cooperativas de viviendas creadas para proveer de alojamiento a las capas populares. Se trata de entidades cuya actuación ha sido olvidada en los estudios sobre el problema de la vivienda en la Barcelona del primer tercio de siglo, a causa de una visión crítica que se ha centrado en el análisis del insuficiente papel desempeñado por el Estado(1), a la vez que prestaba atención a aquellas propuestas de carácter más novedoso desde el punto de vista urbanístico como la ciudad jardín -de la que no se llevó a cabo ningún proyecto significativo, si exceptuamos las destinadas a las clases altas como la del Tibidabo o la de Sant Pere Mártir- o, ya en el periodo republicano, la Casa Bloc.

El movimiento cooperativo en Barcelona

No es posible analizar las cooperativas de viviendas sin referirse previamente al movimiento cooperativo en Barcelona, ciudad que fue dentro de España uno de los núcleos pioneros de difusión y desarrollo de dicho movimiento. Fue, precisamente en la capital catalana donde surgió una de las primeras cooperativas que existieron en Cataluña, la Compañía Fabril de Tejedores de Algodón de Barcelona, creada en 1840. Esas primeras iniciativas se intensificarían a partir de 1865 cuando, a través de la traducción que hizo Fernando Garrido, se difundió la experiencia de los "Equitables Pionners de la Rochdale", que habían organizado en 1844 una cooperativa de consumo, y con ella los principios de la cooperación inglesa(2).

Esta experiencia había de inspirar a los futuros cooperativistas catalanes. Siguiendo sus principios se organizó en 1864 en Mataró "La Obrera Mataronense" para fabricar hilados y tejidos, en Palafrugell La Económica de Palafrugell , y un año después La Constancia de Canet. A ellas siguieron varias más en el territorio de los municipios obreros que a fines de siglo se agregaron a Barcelona (L´Antiga del Camp de L´Arpa en 1866, la Nueva Obrera de Sants en 1870, y la Cooperativa de Mayordomos o Contramaestres de Telares Mecánicos en 1873 en Gràcia).

Muchas de estas primeras cooperativas no solían estar especializadas sino que reunían a la vez diversas secciones: consumo, producción, socorros mutuos, crédito, ahorro, etc, e incluso, en algunos casos, especialmente en momentos de represión del movimiento obrero, se constituían en cajas de resistencia o en refugio de actividades políticas.

A partir del último tercio del siglo XIX el número de cooperativas se amplió notablemente, a la vez que se especializó; en 1879 nacieron la Fraternitat en la Barceloneta y la Andresense en Sant Andreu y un poco más tarde la Flor de Maig (1890) en el Poble Nou, La Lealtad Santsense (1894), El Modelo del Siglo XX en Sants, y Justicia i Pau (1895) en Sant Martí, todas ellas de consumo. Entre las de producción cabe destacar la de Silleros (1880), y La Redentora (1899) que fabricaba ladrillos y materiales de construcción.

A fines de siglo el movimiento cooperativo había alcanzado una cierta madurez organizativa celebrándose en 1898 la I Asamblea de Cooperativas de Cataluña y al año siguiente el I Congreso Catalán de la Cooperación al que asistieron 15 cooperativas radicadas en Barcelona; poco después se creó la Cámara Regional de Cooperativas de Cataluña y Baleares.

Ni los principios inspiradores del cooperativismo catalán ni los objetivos de muchas de las cooperativas eran uniformes; por ello pronto surgirían diferencias de concepción entre un sector más moderado y reformista, que creía en las cooperativas como un modelo de organización social con valor universal e incluso a más largo plazo como una alternativa al socialismo en su versión marxista(3), y los más radicales de inspiración marxista y anarquista que consideraban las cooperativas únicamente como un instrumento al servicio del movimiento obrero que era el verdadero protagonista de un cambio radical y revolucionario de la sociedad.

De todos modos, y a pesar de las diferencias existentes en su seno, el movimiento cooperativo catalán continuó en expansión a lo largo del primer tercio de siglo XX, alcanzando a nuevos sectores de actividad. Por un lado se extendió al sector agrario, con la aparición de las primeras cooperativas de producción y comercialización de productos agrarios como el vino (sector en el que las primeras asociaciones cooperativas surgieron ya a fines del siglo XIX, y donde los Cellers cooperativos conocerían un amplio desarrollo a partir de 1906) o la leche (Cooperativa lechera del Cadí, 1915). Por otro, supuso la ampliación de las cooperativas existentes en el sector de consumo y de producción (Cooperativa de Artes Gráficas creada en Barcelona en 1911, cooperativa para la fabricación de pan, pastas de sopa, lejía) y de servicios sanitarios (Cooperativa la Alianza creada en 1904 y que en 1913 tenía 83 sociedades federadas, o la cooperativa Farmacéutica). Incluso algunos empresarios e industriales favorecieron la creación de cooperativas de consumo vinculadas a las propias empresas en las colonias industriales(4). En 1912 se contabilizaban ya en Cataluña 72 cooperativas, de las cuales 50 radicaban en Barcelona y estaban encuadradas en el Comité Comarcal del Llano de Barcelona(5).

Este desarrollo fue debido solo en parte al apoyo oficial directo, ya que hasta 1931, fecha de la promulgación de la primera Ley de cooperativas de España, y 1934, en que se promulga la Llei de Bases de Cooperació i de cooperativas del Parlament de Cataluña, las cooperativas debían regirse por la Ley de Asociación de 1887. Se debió, sobre todo, a las ayudas que les proporcionaron pensadores y profesionales vinculados a las instancias de carácter reformista, tales como el Instituto de Reformas Sociales, en toda España, o el Museo Social en Cataluña. A través de ellos y de los propios líderes cooperativistas se difundieron nuevos principios inspiradores prodedentes del catolicismo social francés, como el pensamiento de Ch. Gide(6), o de las concepciones de Henry George, de J. Ruskin, y Berstein, entre otros. Junto ello era frecuente detectar entre los miembros de las sociedades cooperativas un difuso ideario anarquista e incluso marxista, mas o menos unido a principios darwinistas, espiritistas, vegetarianos, esperantistas y pacifistas, en una mezcla ideológica en ocasiones contradictoria. Por el contrario, creemos que fueron muy pocas en Cataluña las cooperativas creadas por inspiración de la Iglesia católica o por instituciones afines.

Las cooperativas cumplían, sin lugar a duda, una importante función dentro de la clase obrera y de los empleados, ya que permitía poner al alcance de las capas populares artículos de manutención y consumo a buen precio y con posibilidad de pagos aplazados; al mismo tiempo que fomentaban el ahorro, desarrollaban actividades de carácter asistencial y mutualista ya que posibilitaban obtener ayudas de jubilación, subsidios de enfermedad y de defunción. Se trata de servicios de gran transcendencia puesto que que hasta 1908 no se empezó a organizar en España el Instituto Nacional de Previsión y hasta 1919 no se puso en marcha el retiro obrero. Por otra parte, la mayoría de estas sociedades disponían de bibliotecas y corales, organizaban clases nocturnas, conferencias, excursiones y representaciones teatrales con el fin de conseguir la promoción cultural de sus asociados.

En 1918 se creó la Federación de Cooperativas de Cataluña y en 1927 el cooperativismo catalán se extendia a unas 4.800 familias. Pronto el movimiento cooperativo español, fuertemente vinculado ya al internacional, acogió en Barcelona la Fiesta de la Cooperación Internacional en 1927, a la vez que el propio Ch. Gide asistió al III Congreso Nacional de Cooperativas celebrado en Montjuic en 1927. Paralelamente varias revistas y publicaciones periódicas constituían una buena muestra de la potencia del movimiento cooperativo catalán y barcelonés.

Las sedes de las cooperativas en los diferentes barrios obreros de Barcelona fueron edificios emblemáticos, construidos entre fines de siglo y los años veinte, que destacaban por su arquitectura -algunos obra de prestigiosos arquitectos- y proporciones. En ellos se acogía para las reuniones y se prestaba servicios a un número importante de socios. A título de ejemplo, cabe destacar dos cooperativas: La Fraternitat de la Barceloneta, que en 1929 tenía 308 socios en un barrio que contaba además con otras cinco cooperativas; y la Flor de Maig que con 1.500 socios distribuidos en siete sucursales era la primera de Cataluña, siendo propietaria de una granja en Cerdanyola dedicada a cultivos de huerta, cría de aves y esparcimiento de los socios.

Durante el período republicano y los primeros años de la Guerra civil las cooperativas recibieron un importante y decisivo apoyo oficial e institucional, tanto en el ámbito del consumo como en el de la producción o de los servicios, al contar con un marco legal propio antes citado. El número de cooperativas de producción se amplió de forma importante, centrándose -al contrario que en el caso del Pais Vasco, donde tuvieron una especialización en bienes de equipo en particular mecanometalúrgico- en el sector de bienes de consumo (cristal, materiales de construcción, artículos para el hogar), al tiempo que surgieron, también, numerosas cooperativas escolares así como de carácter médico y sanitario, o de servicios - electricas, de radiodifusión, de transporte. En 1938 se censaron en Cataluña 238 cooperativas que reunían ya a unas 28.000 familias.

De este modo,las cooperativas constituyeron un eslabón más del rico y complejo tejido asociativo de las capas populares de obreros y empleados de la Barcelona de los años treinta.



Las cooperativas y la construcción de viviendas.

A pesar de la diversidad de sus objetivos, las cooperativas catalanas y barcelonesas se centraron fundamentalmente en el sector de consumo y, según parece, no se plantearon a lo largo del siglo XIX -al contrario que en algunas obras ciudades(7)- la posibilidad de construir viviendas para sus asociados o de utilizar el sistema cooperativo como forma de gestión de proyectos de edificación de viviendas.

Las únicas excepciones de este período la constituyen dos casos. Uno protagonizado por el ya citada cooperativa Obrera Mataronense, que en 1881 encargó un grupo de casitas unifamiliares para los asociados(8)al arquitecto Antonio Gaudí, quien ya en 1878 había proyectado una nave industrial con armaduras parabólicas de madera y la sede social de la entidad. El otro caso que conocemos es el de la coperativa El Llobregat de Gironella que, con anterioridad a la promulgación de la ley de Casas Baratas, pretendia construir un verdadero barrio cooperativo compuesto por la sede social destinada a sala de Juntas, almacen y venta de mercancías, un edificio de horno de pan y seis casas unifamiliares con huerto; las viviendas, construídas por los miembros de la cooperativa durante los meses de invierno, costaban alrededor de 1.500 ptas. y se cedían en acceso a la propiedad mediante cuotas de por lo menos 100 ptas anuales, pagaderas en 12 plazos mensuales(9).

A otro nivel hay que citar aquellas cooperativas que poseían algunas viviendas que cedían en alquiler a los socios. Este sería el caso de La Redentora que construyó dos edificios de viviendas con este fin, uno de ellos, por lo menos, proyectado por el arquitecto R. Puig Gairalt(10), pero de los que desconocemos su forma de promoción, construcción y gestión así como los principios que inspiraban su realización; y el de La Fraternidad de la Barceloneta, que poseía en los años treinta un edificio de viviendas en la misma barriada(11). Finalmente, tenemos noticia de que la cooperativa la Económica Palafrugenca sorteaba entre sus asociados en 1936 una casa en la playa de Tamariu, construida por la Cooperativa Palafrugenca de Obras y Construcciones.

Por otra parte, el político reformista Ramón Albó fue en 1905 uno de los promotores de la creación de una entidad benéfica denominada "La Obra del Hogar", en la que participaban destacados próceres de la ciudad, la cual proponía, entre otras fórmulas de financiación, la cooperación mediante pequeños accionistas siguiendo el ejemplo de realizaciones similares llevadas a cabo en la ciudad de Lyon(12).

De hecho, el principio cooperativo era visto por la mayoría de reformistas como una de las formas idóneas para resolver el problema de la vivienda de la clase obrera. Por lo tanto no será extraño que al promulgarse en España la primera Ley de casas baratas en 1911 surjan rápidamente una serie de iniciativas en este sentido.

Dicha ley, publicada tras un largo período de gestación y debate -ya que Adolfo Posada tenía desde fines de siglo XIX un borrador en el seno del Instituto de Reformas Sociales y el primer proyecto fue aprobado por esta institución en 1907- era decididamente partidaria de la fórmula cooperativa, tanto para la promoción como para la construcción y adquisición de casas baratas destinadas a las clases populares.

El artículo 3ª de la citada ley, y dentro de las atribuciones de las Juntas para el Fomento y Mejora de las casas baratas, señalaba como uno de sus objetivos el "promover la constitución de las sociedades benéficas o cooperativas para la construcción de casa higiénicas y baratas, y de Sociedades de crédito popular para facilitar recursos a quienes deseen adquirirlas".

Las entidades cooperativas disfrutaban, según la Ley, de una serie de beneficios de cáracter fiscal, como la exención de impuestos municipales de edificación, y estaban también exentas de pagos de impuesto de constitución y modificación de sociedades (artículo 19). Asimismo se señalaban que dichas entidades debían disfrutar de facilidades para la obtención de suelo procedente de expropiación (artículos 11 y 23), y de créditos y préstamos a través del Banco Hipotecario y de las Cajas de Ahorros y Monte de Piedad, así como de preferencias en la obtención de subvenciones. Del mismo modo se autorizaba a "las sociedades cooperativas cuyo objeto o uno de los objetos sea la construcción de casas baratas para emitir obligaciones al portador con garantía de dichos immuebles o de créditos hipotecarios constituidos como primeras hipotecas siempre que tengan invertidos por lo menos 500.000 ptas en la construcción de casas baratas a las que se refiere esta ley" (artículo 20).

El Reglamento de la Ley en su artículo 94 establecia una desvinculación contable en el caso de las sociedades cooperativas de carácter general que se dedicasen también a la construcción de casas baratas.

La Ley de Casa Baratas intentaba también, favorecer a los sindicatos obreros organizados en cooperativas, los cuales tendrían preferencia en las subastas en pliego cerrado para las obras de reforma y reconstrucción de casas baratas, o para la construcción de las mismas por los Ayuntamientos.

En Barcelona la promulgación de esta Ley impulsó la creación de cooperativas de casas baratas que recibieron el apoyo y el asesoramiento del Museo Social, entidad creada en 1909 por el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación Provincial con el fin de estudiar y aportar soluciones a la cuestión obrera. En el seno de esta institución, y gracias a la figura de su bibliotecario Cebriá de Montoliu, se difundirían ampliamente las fórmulas cooperativistas en materia de vivienda vinculadas a las concepciones de ciudad jardín.

En 1914 Cebriá de Montoliu publicó lo que se podría denominar un texto programático titulado La cooperación en el movimiento de las ciudades jardines; en él se citan las realizaciones de base cooperativa desarolladas en Inglaterra, en especial la ciudad jardin de Letchwork, así como otras fórmulas cooperativas tales como la cooperativas de inquilinos inglesas y alemanas. Cebriá señalaba que la cooperación era "el nexo que une construcción cívica, habitación popular y ciudades jardín" y que representaba la mejor alternativa, ya que "se elimina la propiedad individual del suelo, permite la participación de los obreros y artesanos del ramo de la construcción en la edificación de casa baratas, a la vez que el sistema de inquilinato permite a los socios un alquiler relativamente bajo que se complementa con los intereses del capital invertido, facilitando la movilidad laboral y solventando las dificultades de pago de las amortizaciones o plazos de la vivienda en propiedad al quedar sin trabajo". Todos estos requisitos los reunían, según Cebriá de Montoliu, el modelo de las "Tenants cooperators" inglesas que participaron en el suburbio jardín de Hampstead, del que se reproducen los planos y varias fotografias de las viviendas. El artículo terminaba con la siguiente frase:

"El principio cooperativo es, como se ve, no solamente fecundo en ventajas para el interés económico como higieníco y social del individuo, sino que infunde a toda el área en que su fuerza benéfica se aplica aquella coherencia que por nacer de la vida en común en sociedad, se manifiesta en armonía y belleza de conjunto; armonía que, una vez manifestada, ha de reaccionar sin duda en la vida que florece bajo su influjo, estimulando el progreso de la cooperación, al propio tiempo que dé facilidades para su práctica"(13).

El Museu Social llevó a cabo una política activa en este sentido ya que en 1911 creó la Cooperativa Catalana de Casas Baratas, en 1912 la Societat Civica de la Ciutat Jardí y en 1913 estaba prevista la organización de la Cooperativa Catalana d´Estalvi i Habitació, auspiciada por la Mancomunidad. Dichas iniciativas tuvieron un resultado desigual, ya que si bien la Societat Civica para la Ciutat Jardí funcionó durante algunos años, estas cooperativas de viviendas parece que no llegaron a ponerse en marcha(14).

El Museu Social desapareció en 1919, dado que la Mancomunidad de Cataluña lo subsumió en la Institució Catalana de Política Social. Por su parte, la Sociedad Civica la Ciudad Jardín llevaría una vida mucho menos intensa a partir del exilio a los Estados Unidos de Cebriá de Montoliu, que era su principal inspirador.

La segunda Ley de Casas Baratas, promulgada en 1921, preveía que el Estado prestase el 70 po ciento del valor de la edificación al 3 por ciento de interés, que se reducía al 2,5 en caso de obra cooperativa y popular. El 30 por ciento restante podía ser prestado o garantizado por el municipio, tal como lo era en las ciudades alemanas. Barcelona tenía legislado que debía destinar a esta finalidad la mitad del producto del impuesto de plusvalia, a la vez que tenía potestad para crear nuevos arbitrios dedicados a este fin o bien emitir obligaciones.(15) Al mismo tiempo, el Estado aumentó las las partidas dedicadas a este fin que pasaron de unas 500.000 pesetas anuales en 1911 a unos 3 millones en 1921, aunque, en contrapartida, los beneficios de la Ley se hacían extensivos a todo tipo de personas, incluídas las personas individuales.

Las sucesivas leyes (1924, Ley de Casas obreras y de clases medias; 1925, Ley de Construcción de casas económicas destinadas a las clases medias, así como las de 1927 y 1928) irían a favor de determinados colectivos -en especial militares y funcionarios- al tiempo que o bien orientaron la política social de vivienda hacia el espacio ya edificado o bien favorecieron a "la piedra" al substituir las subvenciones por primas a la construcción.

Las cooperativas de vivienda no habrían de tener reconocimiento legal hasta las ya citadas leyes de cooperativas. En Cataluña,la Ley de Cooperativas de 1934 incorporó, en su artículo 18, a estas entidades dentro de las cooperativas de consumidores en las que se incluían tambien las de suministros especiales (agua, gas, energía electrica), las sanitarias, las de servicios, las de consumo y las de distribución.

A lo largo del primer tercio de siglo fueron surgiendo en Barcelona y en las principales ciudades de Cataluña iniciativas cooperativistas en materia de vivienda en paralelo a las surgidas en otros lugares de España. Aunque no alcanzaron la importancia y desarrollo de otros países europeos, como Suiza, consiguieron ciertos niveles de organización y coordinación a escala estatal, como lo muestra la creación en 1918 de la Asociación Cooperativa Nacional de la Habitación Popular, o la constitución en 1924 de la Federación de Cooperativas de Barcelona, formada por 14 sociedades con más de 3.000 asociados y presidida por José Pou de Barros que era presidente de la cooperativa de Periodistas. Poco después, en 1927, se celebró el Primer Congreso de Cooperativas de Casas Baratas. A su vez, las cooperativas catalanas crearon en 1935, ya en el período republicano, la Federación de Cooperativas para la Construcción de Casas Baratas de Cataluña y Baleares(16).

Al citado congreso de 1927 asistieron un buen número de cooperativas barcelonesas, lo que muestra una cierta consolidación de este tipo de entidades. En él se pusieron de relieve las difíciles relaciones entre las cooperativas y los Ayuntamientos, que en muchos casos -y el de Barcelona era uno de ellos- ayudaron muy poco a las cooperativas. De hecho, o bien no cumplieron los supuestos que la propia Ley de casas baratas establecía (cesión de suelo, facilidades para la expropiación) o bien pusieron dificultades en la aplicación de exenciones fiscales. Ante esta situación el congreso propuso la creación, en todas las ciudades de más de 10.000 habitantes, de organismos intermediarios entre las cooperativas de casas baratas, el Estado y las instituciones de crédito, con el objetivo de una mayor colaboración en dos aspectos: uno, la cesión de terrenos urbanizables incluso mediante expropiación en caso de que su propietarios los retengan especulativamente; otro, mediante exenciones en el pago de los gastos de urbanización.

En las conclusiones del congreso de 1927 las cooperativas señalaron también la necesidad de mejorar su organización mediante la constitución de Federaciones Regionales.

En esa reunión quedó claro también que el objetivo final era el acceso a la propiedad, la vivienda propia; y en este sentido se pronunciaron buena parte de los congresistas con propuestas como las que formuló la Cooperativa de la Construcción de Cornellá que proclamaba lo siguiente:

"La colectividad de individuos que no tiene otro patrimonio que el fruto de su trabajo personal (...) siente la necesidad de disfrutar de una vivienda en propiedad donde poder cobijar a los hijos sin la preocupación o la inseguridad del mañana; una casita que ofrezca al espíritu fatigado por la preocupación del vivir el reconfortable bálsamo del descanso y de una vida tranquila y libre de las contingencias que lleva aparejado el usufructo de casa ajena (...) No gustamos de exageraciones ni pretendemos sentar la tesis de que la posesión de la vivienda sea, por sí sola capaz de obrar milagros en la moral de los propietarios, pero es evidente que la propiedad es uno de los factores que en mayor escala son susceptibles de contribuir al mejoramiento de la condición humana, a la elevación de la espiritualidad"(17).

En definitiva, los planteamientos de carácter más colectivo así como el espíritu cooperativo parecían haberse desvanecido en aras de la gestión cooperativa como una forma más económica de alcanzar la propiedad de la vivienda.

Es difícil valorar las realizacioneas cooperativas peró según datos de A. Cotorruelo, el impulso dado a partir de 1921 aumentó el número de construcciones de este tipo, ya que entre esta misma fecha y 1924 las cooperativas construyeron en toda España 1290 casas(18).

Las cooperativas de viviendas en Barcelona.

Según un inventario realizado hace algunos años, las cooperativas de viviendas existentes en Barcelona y las principales ciudades catalanas sumaban justo antes de la guerra civil un total de casi medio centenar de entidades. De ellas 32 en Barcelona y una quincena en las ciudades industriales de sus alrededores (Sabadell, Terrassa, Vilanova i la Geltrú, Masnou, Manresa, Granollers y Torelló) o en capitales de provincia como Tarragona(19). Es probable que esta cifra se incrementara con otras cooperativas de las que tenemos noticia en publicaciones de la época: unas seis más en Barcelona y otras tres en su provincia.

Mediante la consulta de algunas publicaciones del primeer tercio del siglo, así como los folletos publicitarios editados por algunas de ellas en paralelo con un rastreo en el Archivo Administrativo del Ayuntamiento de Barcelona, hemos podido conocer las características de una buena parte de ellas y establecer una primera agrupación en tres tipos.

En primer lugar estarían aquellas cooperativas que surgían a partir de los propios usuarios, potenciales adquirientes de viviendas, en pocos casos vinculados a cooperativas de producción o consumo ya existentes y más generalmente funcionarios, militares, empleados de grandes empresas de servicios (tranvías, grandes almacenes, empresas eléctricas), profesionales (casi exclusivamente periodistas), pero también alguna agrupación de empleados de carácter para-sindical. En este grupo se incluirían las cooperativas de Periodistas con realizaciones en Barcelona y Manresa, y las de empleados de Riegos y Fuerza del Ebro y Energía Eléctrica de Cataluña, así como la del CADCI (Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Industria).

Un segundo tipo lo constituían empresas en régimen cooperativo que se dedicaban casi exclusivamente a la construcción de casas baratas. Dentro de este grupo estaría la Cooperativa de la Construcción de Cornellá.

Finalmente, un tercer tipo estaría formado por entidades a la vez promotoras, constructoras y de crédito que canalizaban el pequeño ahorro de menestrales y obreros que deseaban adquirir o acceder a una vivienda, actuando también como financieras. En este caso se hallan seis cooperativas de las que por sus objetivos, estructura y características merecen destacarse cuatro: La Constructora Obrera, la Cooperativa Previsión y Ahorro-El Hogar del Porvenir, la Sociedad Cooperativa de Habitaciones Baratas,y la Casa del Menestral, que analizaremos con cierto detalle. También debemos citar aquí otras dos entidades: una, la S.A. Española de Casas Baratas y Caja de Ahorros, entidad creada en 1917 y dirigida por Carlos Herralde López, de la que únicamente hemos localizado la promoción de una vivienda, en cuyo proyecto intervino el arquitecto E. Babot(20); y otra, la Cooperativa de Urbanización para la Construcción de Casas Baratas, con estatutos aprobados en 1926 y que llevó a cabo en 1927 la promoción de nueve edificios plurifamiliares con un total de 200 viviendas, acogidas a la Ley de viviendas económicas de 1925(21).

El ámbito de actuación de estas cooperativas era fundamentalmente local, si bien en algun caso actuaron también en localidades cercanas a Barcelona: la ya citada Constructora Obrera promovió un grupo de viviendas en Vilassar de Mar, la Atmella y Sant Cugat; seguramente su ejemplo permitió la organización de cooperativas de carácter similar como la de Periodistas de Barcelona, cuyo modelo fue seguido por su homónima de Manresa. Solamente en un caso, el de la cooperativa del CADCI, una misma cooperativa parece actuar en dos poblaciones Barcelona y Terrassa.

Cabe citar también la presencia en Barcelona de algunas entidades cooperativas de carácter estatal. Se trata, por una parte, de la denominada El Hogar Español, sociedad de crédito creada en 1903 y que, según parece, operó en Barcelona entre 1911 y 1916; por otra, de la Cooperativa Pablo Iglesias creada en 1926 en Peñarroya, que adquirió en 1929 carácter nacional promoviendo viviendas en Madrid en 1934, y que empezó a actuar en Barcelona en 1936. También he podido obtener noticias indirectas de la actuación en Cataluña hacia 1917 de la Sociedad Española de Casas Baratas.

Si bien en su mayoría tenían como objetivo la construcción de viviendas permanentes o principales, el sistema cooperativo llegó a utilizarse ya en los años treinta para propuestas de ocio popular. Entre dichas propuestas destaca la Ciutat de Repos i de Vacances proyectada por el GATCPAC; organizada en régimen cooperativo su finalidad era posibilitar el ocio de los trabajadores barceloneses, y estaba adherida a la Federación de Cooperativas de España(22). Otro ejemplo, aunque de menor envergadura lo constituye la propuesta de la cooperativa Hotel Vaixell, pionera propuesta de propiedad compartida de carácter espacio-temporal, de la que tenemos escasas noticias(23).



Algunos ejemplos de sociedades cooperativas.

Analizaremos en detalle algunas de estas entidades cooperativas que resultan ejemplares bien por su ideario, bien por sus características y funciones, o bien por constituir un verdadero modelo de lo que podría haber sido bajo otras circunstancias su actuación en la ciudad de Barcelona.

El primer ejemplo a tratar es la Sociedad Cooperativa de la Habitación Barata, entidad creada en 1916 por inspiración del lider cooperatista Eladi Gardó en el seno de la Camara Regional de Cooperativas de Cataluña y Baleares con planteamientos próximos a los expuestos por Cebrià de Montoliu en el artículo antes citado.

Se planteaba como una rama de la Federación de Cooperativas de Catalunya y Baleares captando sus socios entre los cooperativistas que podían inscribirse en grupo, individualmente o mediante una adhesión de la entidad cooperativa a la que pertenecían. Al año siguiente de su constitución, en 1917, se habían adherido a ella 13 cooperativas de distintos barrios de Barcelona, distribuyéndose entre ellas más de un millar de libretas y reglamentos(24).

Fue realmente la primera que respondía claramente a una intención verdaderamente cooperativista tal como se señala en el título preliminar de sus estatutos. Los promotores realizaron una crítica de la Ley de Casas Baratas, que según ellos no intentaba otra cosa que "el fomento de la pequeña propiedad sin que resuelva en lo más mínimo ni alivie la cuestión planteada, pues ni con ello se logra la rebaja de alquileres ni se construyen casas suficientes para repartir entre obreros, y aunque este último caso sea cierto tampoco estarían los obreros en condiciones de pagarlas". Tras esa crítica afirmaron de forma explicita su posición:

"Por esto es que los cooperativistas quieren desahacer el equívoco de lo que se llaman casas que nada tienen de baratas, y quieren intentar la implantación de un sistema que responda en nombre y en realidad a lo que el proletariado necesita, esto es, habitación barata. Resolver este problema asegurando habitación barata e ideal al menesteroso es lo que se proponen las cooperativas de Barcelona, inspirándose en el ideal cooperatista que encarna los principios de redención proletaria al entender de los cooperativistas, y para ello se apoyan en el procedimiento económico de acumular capital y luego los intereses de éste acumulados al mismo, haciendo un ente colectivo social, a manera de lo que simboliza la bola de nieve, que equivalga a decir que los cooperadores llegaran a la constitución de una gran ciudad de casas de habitación barata en condiciones absolutamente indispensables, para que respondan al gran ideal de las colectividades libres y que sean propiedad completamente colectiva de los cooperatistas constituídos en la institución COOPERATIVA DE LA HABITACIÖN BARATA".

El objetivo de dicha institución era, por lo tanto, "reunir el mayor número posible de cooperadores de Barcelona en una Asociación Cooperatista que se dedique a la construcción de casas baratas que además de ser su alquiler muy barato, reúna las mejores condiciones de higiene y de comodidad". Tambien declaraban que estas casas deberían construirse "en todos los barrios de nuestra ciudad", que solo podrían ser "alquiladas a los socios, obreros manuales o intelectuales, "miembros de otra cooperativa de consumo, producción, crédito u otra clase domiciliada en esta ciudad.....mediante el alquiler que oscilará entre diez y quince pesetas mensuales". El régimen de alquiler, aparte de evitar el endeudamiento del obrero facilitaba al mismo tiempo la movilidad laboral, puesto que al cambiar de trabajo podían elegir otra casa en un barrio más cercano al nuevo puesto laboral.

El capital necesario para llevar a cabo la construcción de las viviendas debía proceder de toda clase de donativos, de las cuotas de los socios -1O céntimos semanales más 25 céntimos al año para gastos de administración- que constituían el capital individual que se registraba en libretas especiales y que debía ser devuelto restándole un diez por ciento en caso de baja voluntaria por razón laboral. El fondo colectivo de exclusiva pertenencia de la sociedad estaba compuesto por donativos, entradas de socios, descuentos de las bajas de socios y del sobrante del alquiler con respecto a los gastos.

La gestión de la cooperativa estaba a cargo de un Consejo que debía cumplir los acuerdos de la asamblea general, la cual a su vez estaba compuesta por dos delegados de los socios de cada cooperativa y dos delegados de la Camara Regional de Cooperativas y que era quien nombraba a los cargos del Consejo.

Los ideales de esta cooperativa, expresados a través de su presidente Eladi Gardó, estaban presente en los debates suscitados en el ayuntamiento de Barcelona con respecto a creación del ya mencionado Instituto de la Habitación Popular. El propio Gardó, que era concejal del ayuntamiento, presentaría en 1918 una serie de medidas parciales y concretas para evitar el colapso y la congelación en la que se hallaba esta institucion municipal. Su propuesta era un primer plan dirigido a los obreros municipales para construir viviendas de propiedad colectiva cedidas en alquiler, el cual estaba acompañado de otras medidas; entre ellas, un sistema general para fomentar la construcción de viviendas baratas basado en premios anuales en metálico a las entidades, en especial cooperativas que se dedicarían a construir casas baratas, y en dedicar el dinero presupuestado a este fin y no gastado incrementándolo en una cantidad no inferior a las 50.000 pesetas anuales(25).

Poco sabemos, por ahora, del éxito del ambicioso proyecto de la Cooperativa de la Habitación Barata, puesto que al no localizar ningun expediente de obra hemos de atenernos a las referencias que sobre su actuación proporcionan las publicaciones cooperativistas de la época. Según ellas a principios de enero de 1919 se puso la primera piedra de un grupo de casas y en octubre del mismo año se sortearon dos de ellas ya construídas, disponiendo de solares para otras 18 más; se trataba de viviendas unifamiliares diseñadas por el arquitecto Jaime Grau Torras en unos terrenos situados cerca del fielato de Sant Andreu, a diez minutos de la plaza del Comercio hasta donde llegaba el tranvia(26). El sorteo se celebró con asistencia de concejales del Ayuntamiento en un acto protocolario en el que no consta que participara ninguna autoridad religiosa, en contra de lo que era frecuente en la inauguración y entrega de llaves de otras promociones cooperativas de la misma época; las viviendas correspondieron a un socio de la Emancipación Obrera de Horta y a otro de la Redentora.

Es probable que estas casas correspondan a las edificadas en la calle Cooperación en la barriada de la Prosperitat, ya que, según Huertas Clavería, ambos nombres aluden a una posible promoción de viviendas en régimen cooperativo en la que participaron socios de la cooperativa de consumo la Constancia Martinense; por otra parte, en 1930 varias casas de la calle Cooperación figuraban como propiedad de la Cooperativa de la Habitación Barata.

Esta cooperativa y su presidente, calificado en las páginas del cooperatista como el "leader de la habitación Barata", siguió su labor de captación de socios y de difusión de sus principios mediante diversas sesiones informativas, entre las que destacan las realizadas en 1919 en las sedes de Justicia y Paz, la Artesana, la Redentora e incluso, fuera de Barcelona, en Igualada.

No sabemos cual fue el final de dicha cooperativa, de la que ya no tenemos más noticias. Es probable el fracaso de tan ambiciosos proyectos muy posiblemente por la falta de respaldo de las grandes cooperativas que, como la Flor de Mayo, dudaban en prestarle un apoyo económico institucional y se limitaban a un apoyo moral, tal como muestra el debate recogido en las páginas del Cooperatismo(27).

La Constructora Obrera es otra cooperativa de Casas Baratas que merece ser destacada. Surgida en 1910 a partir de la iniciativa de un grupo de empleados y obreros, se institucionalizó en 1912 con el nombre de Cooperativa Obrera de Ahorro y Habitación.

Se podía formar parte de la cooperativa con una módica entrada de 2 pesetas, que en 1914 se amplió a 5, más una cuota mensual de 5 pesetas; y al alcanzar las 250 pesetas, valor de una acción de las que componían el capital social, se tenía derecho a adquirir una vivienda se amortizaba en 25 años mediante el pago de mensualidades a modo de alquiler que cubrían el precio de la vivienda más el interés del prestamo al 4 por ciento. Se contrataba un seguro de invalidez y de amortización que era satisfecho por el adquiriente, quien pagaba un 2 por ciento para gastos de administración, además de la Contribución Urbana.

Los socios que así lo desearan podían acceder a la vivienda en régimen de alquiler, a la vez que la cooperativa actuaba de Caja de Ahorros devengando un 3 por ciento a aquellos cooperativistas que deseaban invertir sus ahorros como imponentes.

La cooperativa se encargaba de la promoción y de la construcción y a través de la Junta Consultiva, entre cuyos miembros figuraba el arquitecto E. Sagnier, se decidían los tipos de casas y sus precios. Desconocemos la ideologia subyacente a este proyecto cooperativo pero diversos indicios nos hacen pensar en su vinculación a círculos católicos(28).

En 1914 se inauguraron las tres primeras casas con asistencia del obispo, recibiendo esta construcción en 1916 la visita de la Infanta Isabel. En 1925 la cooperativa contaba en su haber la construcción de una treintena de casas, formando pequeños grupos a lo largo de una calle -e incluso un pasaje jardín-, además de construcciones dispersas. Extendió su radio de acción a poblaciones cercanas a Barcelona como Vilassar de Mar, La Atmella del Vallés y Sant Cugat(29).

Todas las actuaciones de La Constructora Obrera se acogieron a las sucesivas leyes de casas baratas, siendo favorecidas con diversos tipos de subvenciones, que entre 1913 y 1923 supusieron un total de 75.414 pesetas(30)

Otra institución de tipo cooperativista fue la Previsión y Hogar, una Sociedad Cooperativa de Ahorro, Crédito y Construcción que figuraba también con otros tres nombres: Cooperativa de Ahorro, Previsión y Hogar, Sociedad Civil Cooperativa Previsión y Hogar y Hogar del Porvenir. Constituída en 1925 estaba vinculada al sector inmobiliario, puesto que su presidente era gerente y propietario de una agencia administrativa y entre sus vocales figuraban un abogado un comerciante, el director gerente de un centro jurídico-administrativo, y el arquitecto y propietario Ramón Puig Gairalt.

Esta cooperativa adquiría suelo para edificar y construía tres modelos de casas unifamiliares entre medianeras, de una sola planta con pequeño patio trasero, cuyos precios oscilaban entre las 10 y las 15 mil pesetas, y que podían ser modificadas a gusto del adquiriente. También podía construir en solares propios de los socios, quienes en este caso podían pagar la vivienda a plazos mediante un crédito hipotecario. La fórmula económica de adquisición se basaba habitualmente en pólizas de 600 pesetas pagaderas de una sola vez o a plazos y que daban derecho a los asociados a adquirir por sorteo una casa de las que construía la cooperativa. Las casas se pagaban en 300 mensualidades, es decir en 25 años, sin recargo de intereses.

Las viviendas, una vez adquiridas, podían ser alquiladas, e incluso la misma cooperativa podía tambien alquilar aquellas a las que los socios hubieran renunciado(31). En poco tiempo construyeron uma media docena de casas en Sant Martí -donde abrieron un pasaje con el nombre de Hogar y Previsión- y otras en Sants, desconociendo su trayectoria posterior.

Finalmente cabe referirse a la Casa del Menestral. Poco sabemos de dicha entidad, subtitulada Cooperativa de Casas Baratas y también Sociedad Cooperativa de Habitaciones Populares, ya que no hemos encontrado ninguna referencia ni a su constitución ni a sus estatutos. Estaba presidida por José Clavé Solé y promovió entre 1924 y 1930 un grupo de 9 casas en una manzana del Ensanche del barrio de la Sagrada Familia, próxima a la Cooperativa Quinta de Salut la Alianza.

Dentro del grupo de cooperativas organizadas a partir de los propios usuarios debemos citar a la Cooperativa de Periodistas cuya trayectoria resulta ejemplar. Esta cooperativa creada en febreo de 1914 por un grupo de periodistas promovió entre esta fecha y aproximadamente 1927 tres grupos de viviendas con casas unifamiliares rodeadas de jardín, en cuyo diseño intervinieron los arquitectos Julio Fossas, Luis Girona Cuyás, Clemente Maynés y Melchor Viñals. Uno de estos grupos de viviendas, el la Salut, era una pequeña ciudad-jardín con unas 70 viviendas; los otros dos, la Colonia Peris Mencheta y el grupo Font d´en Fargas, aunque de menores proporciones, también respondían al mismo ideario.

La cualificación profesional y la solvencia económica de sus miembros así como su red de relaciones sociales posibilitó no solo el éxito de la empresa, gracias a ayudas y donaciones de próceres barceloneses, sino el que se convirtierán en el ejemplo a seguir por otras cooperativas y en interlocutores de la propia administración, de la que habían de recibir importantes apoyos. Por otra parte, sus proyectos fueron ampliamente divulgados fuera de España, ya que sus miembros asistieron con cierta asiduidad a las Exposiciones Internacionales de Casas Baratas (Bruselas, Londres) y llegaron a establecer un consultorio gratuito para asesorar a cooperativas similares tanto españolas como de otras ciudades europeas como Burdeos, a la vez que potenciaron la creación de la Federación de Cooperativas de Casas Baratas de Barcelona(32).

La propia cooperativa valoraba muy positivamente en 1918 su labor, no solo para los socios sino también para toda la ciudad de Barcelona. En la Memoria correspondiente al citado año lo señalaban con las siguientes palabras:

"Barcelona nos deberá mucho. En sitios en que hemos puesto la planta para la construcción de nuestros chalets se hacen importantes ventas de terrenos a los que hemos llevado un porvenir y un valor que no tenían, y empiezan a construir los particulares buen número de xalets parecidos a los nuestros y seguramente no tardará mucho tiempo la ciudad-jardín en remontarse por el Carmelo, pasar la estribación opuesta y unirse a las cada día más crecientes barriadas de la Mulassa y de Fargas formando una nueva ciudad, el moderno Ensanche de Barcelona, constituido no por casas elevadísimas y antihigiénicas sino por lindos hotelitos embalsamados por el aroma gratísimo de las flores, a plena luz, sanos y risueños, alegres; como cuadra a una población que sabe vivir la vida moderna. Esta hermosa obra la ha de facilitar el Ayuntamiento de la ciudad derrochando dinero, si es que derroche puede llamarse a gastos que han de producir beneficios incalculables para la gran urbe, en obras de urbanización moral y material de aquellas lindas barriadas".

Balance de la actuación de las cooperativas de viviendas en Barcelona.

Después de consultar y analizar diversas fuentes, podemos aproximarnos a evaluar el alcance de la actividad desarrollada por las cooperativas de viviendas que solicitaron permiso municipal para construir sus promociones. Hemos localizado en el Archivo Administrativo del Ayuntamiento de Barcelona una veintena de proyectos, la mayor parte de los cuales llegaron a realizarse. Además de ellos, diversas publicaciones así como la cartografía de la época muestran algunos otros ejemplos cuya documentación me ha sido hasta este momento practicamente imposible localizar.

A partir de todo el material reunido podemos establecer el modelo más frecuente de cooperativa de viviendas de Barcelona.

Las cooperativas de construcción se solían constituir al margen de las cooperativas de consumo o de producción, si bien con alguna frecuencia se establecían algunos vínculos con ellas. Lo más habitual fueron las cooperativas de empleados de grandes empresas de servicios (tranvías, grandes almacenes, cargadores), las de funcionarios (militares y carteros, empleados del Ayuntamiento) y las de algunos profesionales (periodistas, artistas).

La cooperativa actuaba como promotora, responsabilizándose de la captación de socios con cuyas aportaciones iniciales se reunían los primeros fondos destinados a la adquisición de suelo para edificar, y presentaba el proyecto que había que cumplir los requisitos establecidos en las leyes de Casas Baratas.

La construcción solía estar a cargo tanto de pequeñas empresas como de algunas de las sociedades constructoras que, como el Fomento de las Casas Baratas o el Fomento de la Propiedad surgieron al amparo de la ley de Casas Baratas y que estaban, vinculadas al capital financiero -tenían consejeros comunes con los bancos Hispano Colonial y Urquijo, y la Caja de Ahorros de Terrassa llegó a suscribir acciones del Fomento de la Propiedad- y a las grandes empresas dedicadas a las infraestructuras (FOCSA)(33). Cabe destacar al Fomento de la Propiedad, que entre 1911 y 1926 construyó un total de 84 casas en Barcelona y 204 en el resto de Cataluña, teniendo en proyecto en aquellas mismas fechas otras 172, de las que 83 estaban en Barcelona; entre otras, construyó viviendas para la Cooperativa de Periodistas y para la del Bienestar del Obrero en Sants(34).

El objetivo fundamental de estas construcciones era el acceso a la propiedad y solamente de forma excepcional el arrendamiento. No obstante, en la década de los treinta, cuando lleguen a España los ecos de las nuevas formas de tenencia y de capitalismo avanzado junto con la crisis económica que convertía cada vez en más inaccesible la propiedad de una vivienda unifamiliar(35), aparecerán algunas cooperativas que promoverán casas colectivas en alquiler o en copropiedad así como fórmulas de propiedad compartida, como en los dos proyectos antes citados vinculados al ocio popular.

La tipología más frecuente fue la casa unifamiliar de bajos y un piso con un pequeño patio-jardín trasero; construída generalmente entre medianeras o adosadas se adaptaba al tipo de manzana cerrada donde solían ubicarse la mayoría de edificaciones. Solo en muy pocos casos, como en el de la Cooperativa de Periodistas y en la Cooperativa de Artistas, se optó por la tipología de ciudad jardín con casas unifamiliares exentas totalmente rodeadas de espacios verdes.

En su mayoría, se trataba de promociones de tamaño pequeño, en torno a una treintena de viviendas, produciéndose el caso de que aquellos proyectos de mayores dimensiones o no se completaron o no llegaron a buen fin. A este nivel cabe destacar los casos de la Real Institución Cooperativa del Estado Provincia y Municipio, Colonia Alteza Real Infante don Jaime con 294 "hoteles" unifamiliares que no llegó a construirse; y la Cooperativa de Obreros y Empleados Municipales para la costrucción de casas baratas, que constaba de 77 solares, y que solo se completó después de la guerra civil. Caso contrario sería la ya citada Cooperativa de Periodistas, que edificó tres barrios con un total de, al menos, 75 viviendas cumpliendo todas sus previsiones(36).

La construcción de las viviendas cooperativas aparecía íntimamente relacionada con los tres principios que los reformistas sociales consideraban básicos en el alojamiento obrero del primer tercio de siglo XX: casa con jardín, higienismo y confort, y vivienda unifamiliar en propiedad. Respecto al higienismo cabe señalar la definitiva separación de la cocina y el comedor, así como la incorporación de una pieza con water closed y lavabo, y la instalación en lugar separado -generalmente en el patio- de un lavadero(37); curiosamente, casi nunca aparece la ducha, mientras que la bañera se introduce tardíamente en unos pocos proyectos destinados a usuarios de mayor estatus(38). La dotación de agua era suficiente para estos usos - unos 250 litros, primero, y unos 500 litros por día después- utilizando depósitos Bonet o Butsems; para las aguas residuales, normalmente se solían construir fosas sépticas del llamado tipo Moura.

En casi todos los proyectos se destacaba la buena ventilación, insolación e iluminación de todas las piezas, mientras que el jardín trasero cumplía la función ideológica y económica del trabajo agrícola, aunque en la mayoría de casos fuera meramente simbólica dadas sus reducidas dimensiones.

La electricidad era también un elemento fundamental siempre presente, mientras que el gas no parece ser tan habitual. La insuficiencia de la red eléctrica obligó en varios casos a que las cooperativas tuvieran que instalar por su cuenta este servicio, al igual que realizar obras para conectarse a la red de alcantarillado.

Con una superficie que oscilaba entre los 60 y los 120 m2, la distribución de las viviendas, con sus tres o cuatro dormitorios, respondía claramente al modelo de familia nuclear con la separación de dormitorios para los padres y para los hijos de cada sexo. En caso de planta baja y piso, se facilitaba generalmente la separación de estancias de relación diurna (recibidor, sala-comedor, cocina y aseos) de las de descanso o nocturnas.

La construcción masiva y seriada, en especial con la participación de grandes empresas constructoras, permitió, en algunos de los proyectos, la introducción de nuevas técnicas constructivas, como fueron los bloques huecos de hormigón, empleados en 1917 en algunas de las viviendas de la Cooperativa de Periodistas; dicha innovación, que permitía construir con mayor rapidez y abaratar costes, fue posible gracias a la participación del ingeniero militar Jaime Zardoya Morera director gerente de la empresa "Saneamiento de las Poblaciones S.A.", quien pretendía aplicarlo también en el grupo Alfonso XIII(39).

Hay que señalar, asimismo, la participación en los proyectos de viviendas de algunos arquitectos de renombre que eventualmente mostraron un cierto interés por la cuestión de la vivienda popular. Entre ellos cabe destacar a Enrique Sagnier, facultativo de la Constructora Obrera,a Ramón Puig Gairalt que lo fue del "Hogar del Porvenir", a Julio Fossas vinculado al Ayuntamiento de Barcelona y autor de los proyectos de la Cooperativa El Bienestar Obrero y de la de Periodistas, y a Buenaventura Bassegoda, que diseñó la Cooperativa del CADCI, sin que ninguna de estas obras figure, no obstante, entre las más valoradas de dichos profesionales.

El acceso diferido a la propiedad en plazos mensuales a lo largo de 20 o 25 años, la solvencia moral y económica exigida a los cooperativistas así como una edad y estado civil determinado -mayores de veinticinco años y casados-, amén de algunas cláusulas relativamente rígidas en cuanto a la falta de pago o al incumplimiento de los reglamentos, aseguraban que la mayor parte de los usuarios fueran familias de obreros y empleados modestos pero serios y cumplidores.

Con respecto a la situación de estas viviendas dentro del término municipal de Barcelona, cabe destacar su localización periférica e intersticial, en forma de pequeñas promociones que solo excepcionalmente constituían un conjunto de manzanas y que casi nunca llegaban a dotarse de equipamientos ni de servicios comunes. La única excepción fue la ya citada cooperativa de Periodistas que logró la construcción por parte del Ayuntamiento de un grupo escolar, y que en 1914 pensaba instalar para servicio de sus socios, y a cargo de la propia cooperativa, un teléfono para cada 25 casas.

Los barrios de mayor concentración de viviendas cooperativas fueron los núcleos obreros de Sant Andreu, Sant Martí y Sants, junto con Horta- Guinardó y, en menor proporción, Sarriá-Sant Gervasi, donde solamente se ubicó una Cooperativa, la del CADCI.

Sant Andreu, y en especial la parte situada entre el Paseo Fabra y Puig y el Paseo Maragall, acogió las casas de siete cooperativas. Este núcleo se ramificaba hacia el Camp de l´Arpa y el Guinardó (Can Baró, La Salut), por una parte, y, por otra, hacia Santa Eulàlia y Horta (núcleo de la Font d´en Fargas, de la Font de la Mulassa, y de los Penitents), donde encontramos otras seis promociones cooperativas.

En cuanto a Sant Martí, cabe señalar su ubicación en el barrio del Clot y en las cercanías del Poble Nou, así como la proximidad de las promociones a los ejes de Sant Joan de Malta-Paseo del Poble Nou, Pere IV y de la carretera del Clot, área caracterizada por la presencia de numerosas instalaciones industriales.

En Sants se produjo una mayor dispersión, destacando dos núcleos: el del Bienestar Obrero junto a la Travesera de les Corts y el de la Font de la Guatlla al pie de la montaña de Montjuïc.

Fuera de estas áreas es destacable el número de promociones situadas en el barrio de la Sagrada Familia, en las proximidades del Hospital de Sant Pau y del eje de la actual Avenida Gaudí; encontramos ahí tres grupos, más algunas viviendas aisladas.

En líneas generales, parece quedar claro la búsqueda de terrenos cercanos a grandes ejes de comunicación por donde circulaban líneas de tranvías, lo que nos explicaría la concentración en torno al eje Paseo Maragall-Paseo Fabra i Puig, junto a la zona conocida como los "15" por el precio del trayecto del tranvía de Horta. En algun proyecto, como en el Grupo de la Salut de la Cooperativa de Periodistas, se alude a la petición de prolongación de la línea de tranvias, mientras que en otro, la Cooperativa de Artistas, se considera que la eventual prolongación del metro de Lesseps hacia el Carmelo facilitaría la accesibilidad.

Conclusiones

El balance númérico de las promociones cooperativas no deja de ser muy limitado, puesto que a lo largo del período estudiado, 1911-1936, estas entidades proyectaron en Barcelona alrededor de un millar de viviendas, de las que probablemente construyeron cerca de 7OO. Desde el punto de vista cuantitativo es indudable que la actuación de las cooperativas fue bastante marginal respecto al volumen global de las viviendas que se construyeron en este período, que ascendían- según C. Massana- a una cifra entre 2 y 3 mil anuales entre 1923 y 1936(40).

Las causas de su fracaso hay que buscarlas a dos niveles: uno en el ámbito local propiamente barcelonés y otro a un nivel más general. En cuanto a lo primero, hay que señalar, como hipótesis de trabajo, las dificultades de acceso al suelo en un mercado inmobiliario dominado por las clases altas barcelonesas (burguesía, nobleza y campesinado acomodado) y configurado con una fuerte trituración parcelaria y con usos industriales en competencia; junto a ello, una deficiente actuación municipal en materia de suelo, gestión urbanística, e infraestructura y equipamiento en las áreas periféricas; y, finalmente, la indecisión municipal frente al agudo problema habitacional que sufría la ciudad, ya que el Ayuntamiento poco hizo para aplicar aquellas disposiciones que la propia Ley de Casas Baratas establecía, excusándose, en alguna ocasión, en una posible actuación municipal que llegó tarde y con escasa eficacia.

Entre las causas de carácter más general estaría el elevado coste de las promociones, derivado de las razones antes apuntadas, a las que habría que añadir otras como la rigidez del marco legal y las dificultades de financiación, por cuya razón los precios de las viviendas las hacían inaccesibles a las capas populares en un período de fuerte inestabilidad laboral y política que se agudizaría con la crisis de 1929. La excesiva burocracia para acceder a las ayudas y subvenciones, de la que se responsabilizaba al Instituto de Reformas Sociales fue señalada, frecuentemente, como la causa de la escasa de expansión de las cooperativas de viviendas no solamente en Barcelona sino tambien en el conjunto de España. La desaparición de este organismo durante la dictadura de Primo de Rivera, no había, sin embargo, de mejorar la situación, ya que si bien con las leyes de Casas Caratas de 1924 y de 1925 aumentó el número se viviendas construídas por las cooperativas, ésto solamente redundó en beneficio de las capas medias más solventes de funcionarios y empleados.

Ahora bien, si las iniciativas cooperativistas en materia de vivienda pueden parecer, y en realidad fueron, bastante limitadas, también cabe realizar otra lectura. De hecho, si las comparamos con las solo 2.552 viviendas que construyó la iniciativa pública -2335 por parte del Patronato de la Habitación, primero, y 217 por el Comisariat de la Casa Obrera, después- adquieren, junto con los primeros grupos promovidos por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona -con un total de 300 viviendas(41)-, un carácter ejemplar dentro de la iniciativa del tercer sector. Es por ello que a pesar de sus limitaciones estas realizaciones cooperativas, una parte de las cuales todavía presentes en el tejido urbano barcelonés, significaron un intento de crear un modo de vida alternativo donde se reflejaron las aspiraciones y deseos de una parte de las clases populares y medias barcelonesas, en sincronía con movimientos similares de otros países europeos(42).

Notas


1. En esta línea hay que consultar los trabajos sobre la política urbana de este período: MASSANA, C.: Indústria, ciutat i propietat, Barcelona, Curial, 1985, 431 págs. y ROCA, F.: Política econòmica i territori a Catalunya, Barcelona, Ketres, 1979.

2. Sobre el movimiento cooperativo catalán son destacables los trabajos de autores contemporáneos, algunos de ellos destacados dirigentes cooperativistas como E. Gardó o A. Perez Baró. Para una visión de conjunto veáse: A.A.V.V.: Ictineu. Diccionari de les Ciencies de la Societat als Països Catalans, Barcelona, Edicions 62, 1979. Recientemente varias monografías sobre entidades concretas y algunos trabajos generales muestran un nuevo interés sobre el tema.

3. En este sentido parece paralelo al caso de las cooperativas suizas. Cf. LORENCEAU,R.: "Les coopératives d´habitation en Suisse alemanique. Une diffusion de la propieté", Annales de la Recherche Urbaine, Paris, nº 65, decembre 1994, pág. 112.

4. V.V.A.A.: Borgonyà. Una colonia industrial del Ter, Vic, Eumo Editorial, 1996, pág. 232 y ss.

5. La Cooperación en la Exposición Internacional de 1929, Barcelona , 1929, 80 págs., cf. pág. 27; y AECB, Año X, 1911, pág. 558-559.

6. Gide influyó mucho en el socialista J. Salas Antón ( 1854-1931) abogado y Teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, quien fue uno de los más organizadores y arduos defensores del cooperativismo catalán.

7. Conocemos algunas de estas cooperativas ya que aparecen recogidas en el informe del Instituo de Reformas Sociales o referenciadas en alguna monografia urbana. En Cartagena hay constancia de la Conciliación que ya en 1908 proyectaba viviendas para obreros.

8. Sobre este proyecto conservado en la Catedra Gaudí de Barcelona veáse las referencias que aparecen en: RIBAS PIERA, M.: Gaudí i la Cooperativa Obrera de Mataró, Serra d'Or, desembre 1965; Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, Barcelona, 1971, nº 101, pág. 42; BASSEGODA J.: El gran Gaudí, Sabadell, Ausa, 1989. Una publicación reciente sobre esta cooperativa i sus relaciones con el movimiento obrero de la época es: POMES VIVES, J.: Cooperativa "La Obrera Mataronense (1864-1887), Barcelona, Generalitat de Catalunya-Departament de Treball, Institut per a la formació i promoció cooperativa, 1995.

9. FUSTAGUERAS, L.: "La Cooperativa El Llobregat, Gironella", El Cooperatista, 1917, pág. 199-203.

10. VIDAL JANSANA, M.: Ramón Puig Gairalt, arquitecte i constructor. Tesi de Licenciatura, Barcelona, septiembre 1982.

11. Las cooperativas de consumo en la Exposición Internacional de 1929, op. cit. pág 59.

12. ALBO, R.: La Obra del Hogar, Barcelona, 1908.

13. MONTOLIU, C.: La cooperación en el movimiento de las ciudades jardines, Barcelona, Publicaciones de la Sociedad Cívica la Ciudad Jardín, 1914.

14. ROCA, F.: Política econòmica i territori a Catalunya, op. cit. pág. 55 y ss.

15. MASSANA, C., op. cit. pág 404.

16. Noticia sobre dicha federación aparece en la Guía Bailly-Balliere correspondiente a 1935.

17. Primer Congreso Nacional de Cooperativas de Casas Baratas, Barcelona, 1927, pág. 91.

18. COTORRUELO SENDAGORTA, A.: La política económica de la vivienda en España, Madrid, CSIC, 1960, pág. 51 y ss.

19. CELADA, R.: Aproximació a l´Atlas Cooperatiu de Catalunya fins 1936, Barcelona, Generalitat de Catalunya. Departament de Treball-Institut per a la Promoció i Formació de Cooperatives, 1989.

20. Se trata de la casa de la calle Francisco Tarrega nº 34 en cuyo proyecto intervino el arquitecto Enrique Babot vinculado en un determinado momento a la Cooperativa Militar.

21. Muy posiblemente esta entidad estaba relacionada con la construcción de viviendas para militares, puesto que el director gerente era Vicente Costa, quien figuraba algunos años antes como secretario de la Cooperativa de Militares; el autor del proyecto fue el arquitecto J. Padrós.

22. Sobre este proyecto veáse: A.C., nº 7, Barcelona, tercer trimestre de 1932, y Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, Barcelona, nº 94 ,enero- febrero 1973.

23. Las únicas referencias que poseemos es el folleto publicitario de de dicha cooperativa cuyo proyecto estaba avalado por los arquitectos N.Mª Rubió i Tuduri y Ramón Raventós, reproducido en la revista Carrer de la Ciutat, Barcelona, nº 5, 1978.

24. Cooperatismo, nº 56, 15 junio 1917.

25. "Un progecte interessant", Cooperatismo, nº 18 junio 1918, pág. 455- 459.

26. "Nueva fase del cooperatismo", Cooperatismo, nº 84, 1918, pág. 202-204.

27. "Dictamen de la Cooperativa la Flor de Mayo", Cooperatismo, año 1917, pág. 231-235.

28. La presencia de E. Sagnier, arquitecto vinculado a la mayoría de construcciones religiosas de estos años, así como el hecho de que la cooperativa tuviera su sede en el mismo edificio de la Balmesiana, institución propiciada por el obispado, son posiblemente indicadores de esta vinculación.

29. El Constructor, Barcelona, 1925, pág.446.

30. CASAIS SANTALO : "Lo que ha invertido el Estado en la construcción de Casas Baratas", El Constructor, Barcelona, 1925, pág. 446-452.

31. Previsión y Hogar. Sociedad Cooperativa de Ahorro, Crédito y Construcción, Barcelona, 1926.

32. La trayectoria de esta cooperativa se puede seguir perfectamente gracias a las memorias anuales que se publicaron entre 1915 y 1927, así como en los expedientes de sus proyectos presentados al Ayuntamiento de Barcelona.

33. Confrontar las referencias que aparecen en nuestro trabajo: TATJER MIR, M.: "Propietat immobiliària i espai urbá. Alguns exemples catalans", I Jornades d´Estudis Urbans a Lleida, Barcelona, Institut Cartogràfic de Catalunya, 1987, págs. 391 a 418.

34. Esta empresa construyó casas baratas en otros lugares de España como Madrid y Guadalajara. Cf. El constructor, año 1926, pág. 482-483.

35. TATJER MIR, M.: "Propiedad inmobiliaria y espacio urbano. Aproximación a su estudio, Revista de la Universidad Complutense, Madrid, 1978. Y sobre las casas colectivas : CASAIS Y SANTALO: "Las llamadas "casas colectivas" y la adjudicación, en propiedad, de sus cuartos o viviendas", El Constructor, 1925, pág. 301-302.

36. Una posible explicación al tamaño de las promociones cooperativas podía derivar inicialmente de la propia ley de Casas Baratas de 1911 que en su artículo 21 limitaba a 100 el número de miembros de las coperativas de vivendas.

37. El lavadero es un equipamiento que refleja claramente una intencion higienista puesto que permite lavar la ropa en mejores condiciones de salubridad y evitar contagios; por otra parte individualiza una práctica que para las clases populares había sido tradicionalmente colectiva y permite al ama de casa-madre de familia permanecer más tiempo en el hogar al cuidado del marido y de los hijos, objetivo importante en los programas de moralización de la clase obrera de los el espíritu cooperativo en general y la ley de casas baratas en particular participaban. La discusión sobre la ubicación de esta pieza en las casas cooperativas suizas muestra el significado del lavadero Cf. Lorenceau, R., op. cit., pág. 104.

38. Respecto al baño con bañera debemos señalar que en Barcelona su elevado coste y el espacio que ocupaban puede explicar su ausencia en los proyectos para grupos de menor renta, sin olvidar la consideración de este elemento como equipamiento colectivo incluso de carácter local (Montoliu, 1913 cit. por Roca op. cit. pág. 74) o vinculado a las viviendas colectivas como lo muestra que varios proyectos de este tipo (el del GATCPAC y el de J.Ma Vilaseca ) en una manzana del Ensanche -ya en el período republicano- incluyan un edificio de baños y piscinas para uso de los residentes.

39. La Construcción, año IV, enero 1919, nº 31, pág.6.

40. MASSANA, C.: op. cit. pág. 49 y pág 135.

41. Sobre la actuación inmobiliaria de esta entidad de Ahorro veáse: TATJER MIR, M.: "Les primeres experiencies de vivenda social a Barcelona: Sant Andreu 1909-1937", Barcelona, 1997 (en publicación).

42. Como, por ejemplo, Suiza. La comparación con las cooperativas de viviendas suizas nos ha mostrado grandes diferencias cuantitativas y sin embargo grandes similitudes en la concepción, características y vicisitudes de ambas; Cf. LORENCEAU, R.: op. cit.

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