La tradición
Existe la creencia popular de que a lo largo de los siglos de historia
de la civilización occidental ha existido casi exclusivamente una comprensión mágica
y/o religiosa de las enfermedades mentales. Así cuando se intenta pensar lo que durante
largo tiempo fue en el imaginario colectivo "estar loco", acude a la mente con
facilidad imágenes relacionadas con las brujas, el exorcismo, el diablo, la superstición
y la religión. En esencia con un mundo misterioso y mágico. Nada más alejado de la
realidad. Si bien es cierto que las concepciones mágicas y/o religiosas de la enfermedad
mental no sólo han estado presentes probablemente desde que el hombre tomo conciencia de
las mismas, sino que permanecen en el inconsciente individual y colectivo de las personas,
es también cierto que desde el mismo origen de la historia de las ciencias ha existido
una explicación naturalista para los trastornos del comportamiento que básicamente los
asocia con una enfermedad y además con una enfermedad del cuerpo.
Se considera que en la cultura occidental, la escuela hipocrática del
siglo XV a.c. marca el nacimiento de la medicina científica frente a la medicina mágica.
Dicha escuela concebía las diferentes enfermedades mentales como un desequilibrio en los
humores que circulaban y constituían la fisiología básica del organismo humano, y por
lo tanto creía que el tratamiento de las mismas se podía realizar de una forma
científica reequilibrando dichos humores. En este sentido no distinguía las enfermedades
mentales de ninguna de otro tipo. La diferencia se establecía en que la mayoría de las
manifestaciones de éstas se daban en los sentidos, las emociones, la mente y la conducta
además de otro tipo de síntomas como el color de la heces o la presencia de fiebre (1).
No importa tanto el hecho de que la teoría de los humores fuera o no
acertada como que se construía desde una mentalidad y con una metodología básicamente
científica que en esencia rechazaba para la enfermedad cualquier otro tipo de
explicación que no proviniera del mismo organismo del enfermo.
De una forma u otra y a pesar de los cambios y variaciones que esta
macroteoría soportó en veinticuatro siglos, de hecho permaneció vigente para la
medicina occidental hasta bien entrado el siglo XVIII d.c. ¡ casi veinticinco siglos !.
A finales del siglo XVIII y durante el XIX la medicina tuvo su
revolución particular, y de hecho se sentaron las bases conceptuales básicas de lo que
hoy en día conocemos como el mundo de las ciencias de la salud, fundamentadas en el
paradigma de las enfermedades infecciosas que sigue siendo aún hoy día el más estable
en medicina. En cien años los avances en todos los campos de la biología humana y la
medicina no sólo son cuantiosos en número, sino que se aceleran en el tiempo en una
progresión difícil de calcular. Los descubrimientos sobre el sistema nervioso central
(SNC) del ser humano se incluyen en esta vorágine desde los trabajos de Cajal y otros. La
psiquiatría científica, o lo que se había constituido como tal, no se podía
desvincular de la corriente de pensamiento dominante y es Griesinger, la cabeza pensante
de la psiquiatría alemana, y por extensión, entonces de la mundial, quién a mediados
del s. XIX, formula el nuevo pensamiento: "las enfermedades mentales son enfermedades
del cerebro". Griesinger y posteriormente Kraepelin, el otro gran representante de la
posición organicista durante el siglo diecinueve y principios del veinte, no tenían los
medios para demostrar esa afirmación por lo que prefirieron centrarse en la clínica,
dejando para mejores tiempos probar la virtud de sus afirmaciones y creencias.
Para muchos científicos, psiquiatras, neurólogos, psicólogos, estos
tiempos quizás han llegado y tienen un nombre "neurociencias cognitivas". En
efecto, en el atardecer del siglo veinte y en la aurora del veintiuno, pensamos que las
enfermedades mentales son no sólo obviamente enfermedades del cerebro en abstracto, sino
que por primera vez en la historia podemos estar en disposición de hallar los trastornos
bioquímicos, alteraciones neurofisiológicas en las vías nerviosas correspondientes, y
áreas anatómicas cerebrales implicadas en estas enfermedades. A modo de ejemplo, sirva
el siguiente dato. Hoy día pensamos que el lóbulo cerebral frontal, especialmente el
área llamada prefrontal, y las vías nerviosas que interactúan entre este lóbulo y las
estructuras basales subcorticales del cerebro, están fuertemente implicadas en la
etiopatogenia de algunos trastornos mentales graves, como por ejemplo la esquizofrenia.
Es nuestra hipótesis que esta postura no disiente sustancialmente de
la mantenida por los médicos hipocráticos hace veinticinco siglos cuando afirmaban que
las enfermedades mentales eran enfermedades del cuerpo. Un mismo sistema de pensamiento,
el occidental naturalista y positivista subyace a todo ello, perpetuado a lo largo de los
tiempos, y que constituye la tradición, nuestra tradición, que nunca fue abandonada.
Así podríamos decir con una gran "boutade" que en relación a las enfermedades
mentales hemos necesitado veinticinco siglos para llegar del "cuerpo" al
"lóbulo frontal". Que el lector juzgue si valían la pena.
Los contemporáneos: la clínica
Kraepelin, un psiquiatra alemán de finales del s. XIX y principios del
XX, está considerado como el padre de la psiquiatría moderna. No sólo representa la
continuidad de la posición biologista de larga tradicional como defendemos nosotros, sino
que estableció las bases conceptuales de las actuales clasificaciones y nosologías de
los trastornos mentales. Tal como hemos comentado en el párrafo anterior, Kraepelin
probablemente acabó escribiendo sobre la forma de hacer clínica en los trastornos
mentales porque era consciente de que no podía investigar la etiología de los mismos en
la forma que él hubiera deseado. Tenía las ideas pero no tenía ni los modelos ni los
instrumentos. A pesar de ello, hoy describimos las enfermedades mentales más graves, las
clasificamos y organizamos básicamente de la forma que él estructuró. Es el primer gran
contemporáneo.
El psicologismo
A principios de siglo un fantasma recorrió el mundo de la
enfermedad mental y la revolucionó hasta en sus raíces más profundas. Freud y el
psicoanálisis pretendían explicarlas y abordarlas no desde la magia o la religión, ni
tampoco desde el cuerpo o el cerebro, sino desde la mente, es decir desde los productos
del cerebro pero sin contar necesariamente con éste. Por descontado no era el primer
intento, la psiquiatría alemana idealista de un siglo antes y aún la psiquiatría
descriptiva francesa posterior con su tratamiento moral, ya habían efectuado una
aproximación a esta posición; el mentalismo. La diferencia estribaba en que el
psicoanálisis lo hacía o al menos pretendía hacerlo, desde una postura científica,
basada en una cierta observación naturalista y con acumulación de conocimientos
empíricos. Freud es el segundo contemporáneo y con el psicoanálisis nace el
psicologismo en la enfermedad mental.
Para la cuestión que aquí nos atañe, el problema del psicoanálisis
era que es precisamente demasiado mentalista. Como principio general no tiene porqué
entrar en contradicción con las bases cerebrales de los trastornos mentales, pero de
hecho se despreocupa totalmente de éstas, y cuando estas bases sí entran en
contradicción con los postulados del psicoanálisis, simplemente las ignora. Además se
preocupa de la mente, no de la conducta. Considera a ésta última como una especie de
epifenómeno de la primera, de la que no hay que preocuparse demasiado en tanto no tiene
entidad propia. En esencia la conducta patológica, el síntoma, se convertirá en la
expresión del malestar en la mente, a la que conceptualizará como
"estructura", "aparato psíquico" "inconsciente", etc. El
problema del psicoanálisis es que las conductas existen, tienen entidad por si solas y no
siempre tienen un valor simbólico.
Por todo ello no es de extrañar que el siguiente modelo propuesto
desde el psicologismo fuera el conductismo y naciera como reacción a la falta de
consistencia científica y aparente incapacidad del psicoanálisis para modificar la
conducta y por lo tanto, mejorar al menos algo el malestar de los pacientes.
En su formulación inicial y más pura al conductismo no le interesa la
mente sino la conducta. En parte porque no fue capaz de conceptualizarla, de pensarla de
ninguna manera más allá de oscuras referencias al substrato biológico de la misma, que
se creía algo ajeno a la psicología, y en parte porque su obsesión por la efectividad y
la eficacia en la capacidad de modificar conductas le hacia perder de vista algo tan
elemental como que el ser humano piensa y que la mayoría de su actividad es precisamente
mental. En otras palabras el problema del conductismo era que la mente existe.
Algo se puede decir a favor del conductismo frente al psicoanálisis, y
es su capacidad para evolucionar, frente a la que el psicoanálisis parece comportarse
como un dinosaurio enorme y pesado en sus movimientos, lastrado por el peso del dogma.
Con su característica falta de liderazgo claro, y sin atrevernos a
escribir ningún nombre propio, el conductismo constituye el segundo de los
contemporáneos.
El psicosociologismo
Por descontado que no es nuestro propósito realizar aquí un análisis
de los antecedentes y orígenes de los modelos que sitúan variables sociológicas en el
origen de los trastornos mentales, lo cierto es que no tuvieron demasiada influencia en el
pensamiento general sobre los mismos, hasta que de una forma relativamente repentina y por
descontado sorprendente, alcanzan un cenit a los largo de los años sesenta y principio de
los setenta.
Si nos sentíamos incapaces de identificar figuras relevantes en el
conductismo que representaran a todo el movimiento, en el sociologismo existen multitud de
figuras relevantes que no pueden encuadrase en ningún movimiento.(2) Dos de estos
submodelos nos sirven para ejemplarizar la situación; La antipsiquiatría alcanza su
máximo esplendor y desaparece en poco más de diez años y representa la postura más
radical y politizada del sociologismo. Su concepción de la enfermedad mental como un
producto de las fuerzas sociales, económicas y políticas que configuran las culturas
capitalistas contemporáneas no se ha sostenido a lo largo del tiempo pero no cabe duda
que tuvo el mérito de poner el dedo en la llaga de la importancia de los factores
suprasociales (políticos, económicos, etc.). Podemos calificar los primeros modelos del
enfoque familiar de la enfermedad mental como "ingenuos". En efecto, pretender,
como se pretendía en los años sesenta, que el patrón comportamental de una madre
determina automáticamente la aparición de esquizofrenia en su hijo es cuanto menos
infantil y agrede a toda lógica, pero qué duda cabe que de estas teorías nacen los
actuales modelos de intervención sobre la familia que tan en auge están en la
psicología actual. En resumen, hoy día ya nadie niega la intervención de factores
sociales de todo tipo en la génesis, mantenimiento, evolución e intervención sobre las
enfermedades mentales, aunque se remarca más los tres últimos aspectos que el primero.
El psicosociologismo constituye el cuarto contemporaneo.
La reacción
Durante el intervalo de tiempo que media en la constitución y
consolidación de la estructura clínica y de las corrientes psicologistas y
sociopsicológicas, el pensamiento biologista tuvo su particular travesía del desierto;
empobrecido en cuanto a su capacidad de generar modelos, acomplejado por la acusación de
reaccionario a la que era sometido por el psicologismo y el sociologismo, y ciertamente
desorientado en sus investigaciones que más parecían constituir palos de ciego a la
búsqueda de cualquier factor biológico; fisiológico, anatómico y especialmente
bioquímico que pudiera explicar la enfermedad mental. Contradictoriamente tuvo sus
mejores bazas, sus éxitos más resonantes, en la terapeútica, constituyendo los
psicofármacos el auténtico buque insignia de esta orientación. Por otro lado este
éxito parecía más el hecho de dar respuesta a problemas concretos, que no el de la
capacidad de generar modelos explicativos comprobados que justificaran la efectividad de
la acción farmacológica y por ende dieran pistas respecto a la etiología de los
trastornos sobre los que actuaban. Algo de ello sigue existiendo hoy día. De hecho, y a
pesar de todos los esfuerzos de la poderosa industria farmacológica por convencernos de
lo contrario, la hilazón entre efecto clínico de los psicofármacos y modelos
explicativos de los mismos sigue siendo débil y básicamente desconocida.
Es nuestra hipótesis que al final de la década de los años setenta y
en las dos décadas siguientes se produjo una importante reacción de la concepción
biologista de la enfermedad mental, al mismo tiempo que de forma paralela y aparentemente
independiente se producía una importante reacción en el campo del psicologismo. Es
nuestra hipótesis que la unión de ambas reacciones constituye la base de lo que hoy día
conocemos como neurociencias cognitivas, que puede convertirse en el modelo de referencia
para las ciencias del hombre y en concreto para la explicación de las llamadas
enfermedades mentales en este inicio de un nuevo siglo.
La reacción biológica
.
Es difícil llegar a una conclusión respecto a en que momento se
produce el auge de los modelos biologistas en la psiquiatría postmoderna y qué produce
esta reacción. El momento parece ser a mediados de los años setenta. Probablemente, y
como siempre en la historia, se trate de una conjugación de factores que coinciden en una
dimensión temporal determinada. Se podría hablar de una reacción a los excesos del
sociologismo como la antipsiquiatría más radical, y del propio psicologismo con su
tendencia hacía la intervención en todo tipo de problemas de salud con técnicas poco
apropiadas y efectivas. Se podría hablar de un clima sociopolítico determinado, con la
vuelta a los valores clásicos, conservadores y más tradicionales tras el desarbolamiento
de la izquierda revolucionaria en Europa. Se podría hablar de la presión de los
laboratorios farmacéuticos convertidos en uno de los grandes poderes fácticos del mundo
de la salud. Y se debería hablar necesariamente de los grandes avances técnicos que se
produce en el campo de la medicina cuyo desarrollo en técnicas y instrumental de
investigación parecen tener una progresión imparable. Naturalmente esos avances
alcanzaban también el estudio del Sistema Nervioso Central (SNC). Las técnicas
relacionadas con la genética, la histología del SNC, la bioquímica cerebral,
neurofiológicas y neuroradiológicas posibilitan una cantidad ingente de programas de
investigación que permiten por primera vez pensar que se puede entrar en profundidad en
el conocimiento del cerebro. Por primera vez en la historia podemos confiar en tener
conocimientos sólidos sobre estructuras cerebrales, vías nerviosas, procesos químicos,
etc. que constituyen el substrato biológico de la mente. No es ajeno a esta circunstancia
el que paralelamente en la filosofía se produzca un resurgir de la psicología
filosófica o filosofía de la mente que vuelve con nuevos bríos sobre el tradicional
problema de la relación mente/cerebro que ahora se convierte en la relación
cerebro/mente/conducta.
En nuestro opinión se produce entonces un bucle histórico; la
medicina puede retrotraerse a principios de siglo y decirse a sí misma: ahora podemos
reanudar el trabajo dejado en suspenso entonces, ahora además de ocuparnos de la clínica
podemos intentar probar la hipótesis de que las enfermedades mentales son enfermedades
del cerebro.
La reacción psicológica
Si en algo hay acuerdo es en que una de las características de
la psicología contemporánea es su diversidad y absoluta falta de uniformidad y
homogeneidad. Ello se refleja no sólo en los "modelos" que coexisten en
psicología (dinámico, psicoanalista, conductista, cognitivista, sistémico, humanista,
etc.), sino en el fenómeno de las "escuelas" dentro de los modelos y de las
"teorías" dentro de las escuelas. Naturalmente ello tiene también su reflejo
en la práctica de la psicología. En este sentido podríamos calificar a la psicología
como una disciplina plenamente postmoderma en cuanto que participa de una de las
características nucleares del postmodernismo; la relativización, la aceptación de lo
contrapuesto como posible, el pensamiento débil, el todo es posible y la coexistencia de
los contrarios.
Sin embargo es posible que ello sea sólo una mirada ingenua sobre la
psicología, puesto que es nuestra hipótesis que existe un tronco nuclear que define el
devenir de esta disciplina y que marca el momento histórico concreto en cuanto que todos
los modelos participan de ello o se colocan en relación a ello. Existe una práctica
unanimidad en que este honor corresponde en este momento y desde hace unos veinte años al
cognitivismo.
El cognitismo surge no tanto como una reacción al conductismo sino
como una evolución natural del mismo y participa tanto de algunas características de su
antecesor, como la falta de líderes y de figuras representativas, como del pensamiento
prominente postmodernista, como por ejemplo dar cabida en su seno a una multiplicidad de
posturas y teorías absolutamente heterogéneas. De hecho uno de los problemas genéricos
del cognitivismo es que resulta tan indefinido que cualquier otro modelo o teoría puede
intentar encontrar elementos propios en el mismo. Se puede realizar una primera gran
diferenciación entre un cognitivismo de "contenido" y otro de
"forma". El primero presta atención básicamente a los contenidos del
pensamiento humano, las estructuras y esquemas mentales a través de los que se genera y
su relación con la emoción y el comportamiento y en consecuencia, tiene su máxima
expresión en el campo de la psicología aplicada especialmente la psicoterapia. En el
sentido estricto de la palabra, se acepta que cualquier tipo de intervención psicológica
implica siempre una dosis de cognitivismo tanto en concepto como en técnica. Se asume que
la intervención en y desde representaciones mentales es propio e inevitable en las
ciencias del hombre. (3)
El cognitivismo de la forma se interesa en las funciones mentales y su
estructura y en la manera en que estas se organizan y actúan de una forma coordinada,
generando finalmente los productos mentales. El cognitivismo de la forma se interesa del
gran milagro que supone la mente humana funcionando. Desconocemos como es ello en esencia.
A pesar de la gran cantidad de trabajos realizados y del número ingente de
investigaciones y aún de personas dedicadas a estudiar aspectos relacionados con esta
cuestión, no disponemos en el momento actual más que de datos fragmentados sobre
aspectos muy específicos. De hecho cuando leemos libros de divulgación de autores que
intentan dar una imagen global de cómo funciona el cerebro o la mente sabemos que el
autor está más cerca de la ciencia ficción que de la realidad.(4) Por ello generamos
modelos de la mente que nos sirvan de guía en nuestras hipótesis. El modelo más potente
hoy día, y eso no significa que sea eterno, es el llamado de "procesamiento de la
información" (PI). Dicho modelo concibe la mente como un organismo vivo capaz de
capturar simultáneamente una gran cantidad de información sobre el estado de su medio,
procesarla, es decir analizarla, y tomar decisiones que en ocasiones, no siempre, se
traducen en conductas manifiestas. Probablemente el objetivo máximo de todo el proceso es
la adaptación al ambiente de una forma evolutivamente eficaz. Lo más sorprendente es que
esta capacidad no se restringe al medio externo, es decir, lo que nos dicen, lo que vemos,
como sentimos nuestras vísceras, etc. sino que también se refiere al medio interno. La
mente puede procesar unidades de contenidos y estímulos provenientes de la misma mente y
tomar contacto con el estado de sí misma, a ello precisamente lo llamamos
"conciencia". Ello constituye un pequeño milagro dentro del gran milagro que es
la propia mente y conduce a una cantidad de cuestiones difíciles de resolver. Como por
ejemplo el hecho de que probablemente la mente es el único objeto de estudio natural que
se estudia a si misma. Es decir estudiamos a la mente desde la mente (5).
Un grupo de técnicas permiten abordar los aspectos prácticos del
estado de las funciones mentales superiores; las técnicas neuropsicológicas. La
neuropsicología es una especialidad de la psicología relativamente reciente, data de los
años cincuenta y sesenta. Nació con una vocación eminentemente aplicada ya que surgió
ante la necesidad de evaluar el estado de las funciones mentales de los pacientes que
sufrían enfermedades neurológicas (demencias, traumatismos craneoencefálicos, tumores,
accidentes vasculares, etc.) y nunca tuvo la confusión ideológica, teórica y de objeto
de estudio que han tenido la mayoría de modelos psicológicos. Le interesa las funciones
mentales como directamente relacionadas con el cerebro, con una finalidad básicamente
práctica y aplicada que sin embargo no ha obstado para que pueda generar hipótesis y
teorías respecto al funcionamiento del mismo. Naturalmente, en estos cuarenta años de
existencia ha tenido su propia evolución que no le ha hecho abandonar esa especie de
inocencia inicial que hace que sea una de las ramas de la psicología menos discutida por
las otras, quizás porque no presenta ninguna ambigüedad en su estructura.
La neuropsicología nació asociada al estudio de las enfermedades
neurológicas, sin embargo en una sutil y a veces poco perceptible evolución, ha ido
incorporando las enfermedades mentales a su objeto de estudio, que han pasado de ser un
aspecto puramente anecdótico a ocupar un lugar en los manuales que se publican
periódicamente. Este interés nació como todo en la neuropsicología desde una postura
práctica; la necesidad de contar con "radiografías" del estado de las
funciones superiores en los enfermos esquizofrénicos, bipolares u obsesivos. Sin embargo
en un lapso de tiempo relativamente corto ha sido capaz de trascender a la práctica
clínica para ofrecer teorías y modelos explicativos de estas mismas enfermedades.
Es aquí donde confluye de nuevo nuestro discurso hacia las
enfermedades mentales y la psicopatología, puesto que la neuropsicología ofrece modelos
explicativos de estas enfermedades desde el estudio del cerebro. Es nuestra hipótesis que
aquí de nuevo y esta vez no desde la medicina sino desde la psicología se retoma la
línea de pensamiento tradicional occidental con cuya descripción hemos comenzado este
artículo; las enfermedades mentales como enfermedades del cerebro. Volveremos a ello más
adelante.
Las neurociencias cognitivas
En nuestra opinión las neurociencias cognitivas (NC) se pueden
constituir en el inicio del siglo XXI en el modelo de referencia de la psicología como
ciencia de la mente y el comportamiento humano patológico. Para decir ello nos
fundamentamos en el hecho de que recogen e integran las aportaciones provenientes de los
tres campos científicos comentados; el estudio de las estructuras del SNC, el
cognitivismo y la neuropsicología. El primero nos permite un conocimiento del substrato
biológico que sustenta la mente. Ya no se puede sostener la posición en nuestra opinión
idealista de que es posible estudiar ésta sin atender o ignorando las estructuras
cerebrales en que se sustenta. Hace años una revista especializada en neuropsicología
publicó un artículo que sostenía la tesis de que era posible estudiar las funciones
mentales al margen de las estructuras cerebrales, el título era "His cognitive
neuropsychology possible?", se contestó a esta tesis con otro artículo que la
rebatía firmemente y que llevaba como título "His cognitive neuropsychology
plaussible?" (6). Nuestra idea se alinea con la última tesis. Ello significa que en
nuestra opinión no es posible estudiar ni entender el funcionamiento de la mente humana
sin estudiar, conocer, entender y relacionarlo con el del cerebro en todos sus aspectos
(anatómico, fisiológico, bioquímico, etc.).
El cognitivismo/PI nos permite estudiar el cerebro funcionando en
cuanto a su producción, la mente; la estructura interna de la misma, las leyes que la
rigen y como interacciona con el ambiente y consigo mismo, y finalmente la
neuropsicología nos da acceso a las diferentes funciones que configuran la mente,
relaciones sindrómicas entre ellas y aspectos relacionados con su rendimiento tanto en
condiciones normales como patológicas.
La idea es que cada ciencia puede estudiar de forma más o menos
independiente un nivel diferente de datos y aportar conocimientos válidos en su
especialidad, pero que no se alcanza una comprensión global del problema si no se
integran dichos datos con los de las otras disciplinas relacionadas. Por ejemplo en el
caso de la enfermedad de Alzheimer es imprescindible conocer las alteraciones en las
estructuras cerebrales y procesos bioquímicos implicados (placas neurofibrilares y el
papel de la acetilcolina), pero también es importante saber que funciones mentales se ven
afectadas de manera primaria (atención y memoria) y si las dificultades de comprensión
presentes en la enfermedad se relacionan con un problema en las fases iniciales del
procesamiento de la información en cuanto fijación de la información o en las fases
finales de integración de diferentes datos procedentes de los almacenes de memoria. En el
primer caso hablamos de ciencias del cerebro, en el segundo de neuropsicología y en el
tercero de procesamiento de la información.
De una manera independiente cada disciplina ya había establecido
relaciones con las otras dos según sus diferentes grados de afinidades. Así la
neuropsicología siempre ha estado relacionada de una u otra forma con las ciencias
médicas de forma que aunque es una disciplina netamente psicológica, se encuentra muy
influenciada por la neurología. El cognitivismo/PI no es uniforme y existe tanto una
corriente más relacionada con la fisiología cerebral como otras relacionadas con la
personalidad o con las diferencias individuales. La neuropsicología clásica evolucionó
hacia lo que se denominó la neuropsicología cognitiva porque tenía por objeto de
estudio tanto las funciones como su estructura en el conjunto del funcionamiento mental.
La ventaja de una ciencia común como las NC es que reúne las
diferentes afinidades establecidas de forma independiente por cada disciplina, y permite
integrar en modelos generales los diversos datos provenientes de cada parte sin por ello
renunciar a la especificidad de cada una, como demuestra el hecho de que la denominación
sea en plural: neurociencias cognitivas.
Siempre la filosofía
Cada ciencia tiene su epistemología, es decir el conjunto de
presupuestos básicos y posicionamientos apriorísticos que asume como necesarios para
poder formular hipótesis desde si misma. Ya hemos comentado uno de los que creemos
fundamental en las NC: no se pueden explicar las funciones mentales sin estudiar el
cerebro y viceversa. Ello lleva a la terrible pregunta de cual es la relación entre mente
y cerebro o más exactamente cual es la relación entre cerebro, mente y conducta.
Constituye una cuestión capital de este final de siglo, hasta el punto de que alrededor
de la misma se agrupa gran parte de la filosofía actual en forma de una especialidad
pujante de la misma que se denomina folk psychology, psicología ordinaria, filosofía de
la mente(7). Parece curioso que esa pregunta se haga todavía desde la filosofía y no
desde la psicología, la neurología o cualquier otra ciencia. Las NC hoy por hoy se
limitan a ir acumulando datos y darles un sentido parcial en relación a problemas
específicos.
Sin embargo y en nuestra opinión, este modelo introduce un elemento
nuevo en la epistemología de la psicología en relación a los anteriores y es que rompe
lo que tradicionalmente ha sido una posición dualista en psicología. Ya hemos comentado
que tanto el psicoanálisis como el conductismo no quisieron entrar epistemológicamente
en la cuestión de la relación entre el cuerpo y el alma, el cuerpo/mente y el
cerebro/mente. No es que se posicionaran frente al mismo, es que lo consideraban algo
demasiado complejo para ser abordado en su momento histórico. Es conocida la opinión de
Freud de que el psicoanálisis era una especie de periodo transitorio hasta el
alumbramiento de la ciencia biológica de la mente. Por su parte el conductismo clásico
llamaba al cerebro la "caja negra" queriendo significar algo que existía pero
que era poco aprensible. El cognitivismo por su parte nació demasiado disperso y
atomizado en pequeñas cuestiones como para abordar como modelo general este problema. Las
neurociencias cognitivas lo tienen siempre latente.
Naturalmente cada autor que de una u otra manera trabaja en esta
especialidad mantiene una postura personal y casi íntima respecto al problema
mente/cerebro. Y también lógicamente no hay unanimidad en los posicionamientos.
Posiblemente, también entre los científicos existen tantas posturas como corrientes
dentro de la filosofía de la mente. Pero ello no es importante, lo es el hecho de que el
modelo en sí mismo lleva latente la pregunta y quizás un amago de respuesta. Así en la
epistemología de las NC entra de una forma implícita responder a esta cuestión y
hacerlo con una metodología científica. Por primera vez en la historia del hombre un
modelo científico conlleva la posibilidad de abordar la cuestión de la relación
mente-cuerpo avalando con datos técnicos los modelos filosóficos. Si ello es posible; ya
que también se puede pensar que no hay una respuesta científica a esta cuestión que
siempre pertenecerá al terreno de la especulación filosofía. Quisiéramos observar en
este sentido que nunca se plantea la cuestión en forma de relación cuerpo-alma,
cuestión estrictamente religiosa y/o de creencia, lo cual no obsta para que se pueda
pensar que la pregunta relación cuerpo/cerebro-mente puede conducir de una u otra manera
a la de cuerpo-alma.
El caso de la esquizofrenia
Las neurociencias se han desarrollado fundamentalmente en
investigación básica y sobre cuestiones estructurales del SNC; sólo recientemente se ha
iniciado el intento de extenderlas hacia problemas más concretos especialmente los
relativos a ciencias de la salud y dentro de ellas a enfermedades neurológicas y a las
tradicionalmente llamadas enfermedades mentales y, por descontado, aún no se atisban las
posibilidades que podrían ofrecer en investigación aplicada y/o terapéutica. La
mayoría de datos que se obtienen desde esta perspectiva funcionan a manera de
"pistas" que permiten seguir trabajando en hipótesis con un alto nivel de
especulación.
Siguiendo con nuestro hilo argumental, pensamos que ahora existe la
posibilidad de conceptualizar las enfermedades mentales de una nueva manera que ya no se
puede catalogar como biologista ni psicologista porque desde esta perspectiva ambas
posturas adquieren una categoría común no contradictoria entre ellas.
Como modelo, ilustración y ejemplo de ello expondremos el caso de la
esquizofrenia. En primer lugar realizaremos una breve descripción de la enfermedad para
citar a continuación de manera sucinta las aportaciones realizadas desde esta perspectiva
y terminar con la exposición del modelo explicativo más reciente de la misma.
La esquizofrenia está considerada como la enfermedad mental más grave
entendiendo como tal no sólo la que produce mayor y más compleja constelación de
síntomas sino también la que implica mayor alejamiento del enfermo de la realidad, mayor
desajuste en sus conductas y conjuntamente con algunos tipos de demencia como la
enfermedad de Alzheimer, la que impide de manera más severa un funcionamiento normalizado
de la persona que la padece. Ambas (esquizofrenia y enfermedad de Alzheimer) representan
el nivel máximo de alteración de funciones mentales que conocemos en la especie humana y
en este sentido constituyen la representación social de la "locura".
La esquizofrenia fue identificada como tal hace ahora poco mas de un
siglo por el psiquiatra alemán E. Kraepelin, aunque es altamente probable que como
enfermedad haya existido desde que hay hombres sobre la tierra, como lo permite atisbar
las diversas fuentes escritas y literarias de las distintas culturas. Es una enfermedad
que se presenta en la adolescencia y juventud (entre los 16 y los 30 años), con una
ligera preferencia por los varones sobre las mujeres. Parece muy resistente a los factores
culturales y temporales, de forma que no sólo está descrita en todas las culturas,
naturalmente con peculiaridades de expresión propias, sino que sus cifras de prevalencia
e incidencia se mantienen muy estables. Alrededor de uno de cada cien seres humanos pueden
padecerla en alguna de sus formas más graves o más atenuadas.
En general el enfermo esquizofrénico presenta una grave confusión
entre el mundo exterior a su mente y el generado en la misma, mezclando ambos. Ello
produce que esté firmemente convencido de que suceden cosas que no son reales y que solo
se representan en su mente como por ejemplo que es vigilado por la policía, una
organización o cualquier otra persona, o que se ha convertido en un dios todopoderoso ,
al mismo tiempo que puede escuchar o ver estímulos que no corresponden a percepciones
reales. Puede tener grandes dificultades en organizar y dirigir su pensamiento y su
motricidad voluntaria, y su estado de ánimo puede oscilar entre una gran angustia que le
lleve al suicidio a una gran indiferencia ante todo tipo de situación. En general su
conducta resulta socialmente bizarra y extraña como desnudarse en público o
despreocuparse por la vestimenta y el cuidado personal. En contadas ocasiones se aprecia
irritabilidad y cierta agresividad, especialmente dictada por los delirios y
alucinaciones.
Aproximadamente un tercio de enfermos presentarán una forma de
evolución tan maligna que deberán depender el resto de sus días de otras personas para
poder sobrevivir. En otro tercio se evidenciarán déficits más o menos importantes en su
vida, lo que les dará también un alto nivel de dependencia especialmente de sus
familiares, y el otro tercio presentará una vida más o menos normal con bastante nivel
de autonomía (8).
Hasta hace poco la esquizofrenia estaba considera como una
"enfermedad mental" entendiendo como tal el hecho de que no había, y de hecho
no lo hay todavía, una base orgánica demostrada que explique la enfermedad. En ello se
oponía a la enfermedad de Alzheimer que se considera una enfermedad con alteraciones
cerebrales demostradas. Existían y existen por lo tanto, tantas hipótesis para su
explicación como modelos y teorías se consideren en psicopatología y psiquiatría.
Las neurociencias cognitivas han cambiado este panorama. Lo curioso es
que lo ha hecho a pesar de si misma ya que la mayoría de aportaciones a esta enfermedad
se han hecho desde modelos parciales que sólo últimamente consiguen coordinar sus datos
en modelos generales que realmente cumplan los requisitos de tal disciplina. Pasamos a
continuación a exponer brevemente algunas de estas aportaciones.
Aportaciones del modelo biológico
El objetivo de dicho modelo en relación a la esquizofrenia
sería conocer por una parte cuales son las estructuras de SNC que estarían implicadas en
dicho trastorno y estudiar los procesos implicados en el patrón disfuncional.
Son numerosos los estudios realizados en torno a dar respuesta a estas
dos preguntas. No analizaremos aquí de manera específica (así como tampoco lo haremos
en las aportaciones propias de los otros dos modelos) todos y cada uno de los resultados
provenientes de dichos estudios ya que es nuestro interés únicamente hacer mención a
algunas de las aportaciones más relevantes.
Las técnicas utilizadas desde este modelo son técnicas
neuroradiológicas, neurofisiológicas, mixtas, histológicas y bioquímicas. Las
técnicas neuroradiológicas (TAC , Resonancia Magnética , etc¼
) son compartidas tanto por el modelo biológico como por el neuropsicológico. De la
misma manera que con las técnicas neurofisiológicas de las que se sirve también el
modelo cognitivista (EEG, mapeo, Potenciales evocados, PET, SPECT y recientemente
espectografía por resonancia magnética).
Los datos mas consistentes provenientes de los estudios
anatómico-estructurales mediante TAC y RMN (resonancia magnética) demuestran la
existencia de dilataciones de los ventrículos cerebrales, atrofia cortical frontotemporal
y determinadas asimetrías cerebrales en estos enfermos. No obstante no está plenamente
confirmado que dichos resultados sean específicos de la esquizofrenia y no inespecíficos
para otras enfermedades mentales (por ej. la dilatación ventricular también se
manifiesta en un alto porcentaje de sujetos sanos y de la misma manera, en otras
patologías psiquiátricas y/o neurológicas).
En los estudios
neurofisiológicos y en particular del metabolismo y la actividad cerebral realizados con
PET y SPECT, se encuentra un déficit en el metabolismo de los lóbulos frontales, al que
se denomina hipofrontalidad y se supone relacionado con una alteración en la fisiología
de estas áreas cerebrales. Este hallazgo es también consistente con el del un aumento de
la concentración de receptores D.2 en el subcórtex. Estos datos indicarían por una
parte una menor actividad de los lóbulos frontales (hipofrontalidad) y por otra, una
hiperactividad de las vías dopaminérgicas subcorticales (hiperactividad límbica) Es de
interés anotar que los resultados basados en la hiperactividad del sistema límbico
mediante técnicas neurofisiológicas son congruentes con los hallazgos provenientes de la
bioqímica cerebral y la acción de los psicofármacos antipsicóticos.
También dentro de las aportaciones propias de las técnicas
fisiológicas son consistentesd los resultados provenientes de la onda eléctrica cerebral
P300. Dichos estudios demuestran un período de latencia anormal. Éllo se interpretaría
como indicativo de alteraciones en los procesos cognitivos en general que implican
dificultades en la modulación en la entrada de estímulos y perturbaciones en los
procesos de atención selectiva.
De los resultados provenientes de la utilización de técnicas
histológicas son de destacar aquellos que se refieren a una menor conectividad y/o
citoarquitectura alterada en las células nerviosas propias de estructuras subcorticales
(en particular del sistema límbico y del hipocampo. También se habla de una
posible reducción del tamaño y número de neuronas en el encéfalo sin una localización
específica. Éste último dato sería congruente con los hallazgos de las pruebas
neuroradiológicas
A modo de conclusión, parece que desde la corriente biológica el
modelo básico aceptado seguiría el esquema
"hipofrontalidad-hipersubcorticalidad". Desde dicho modelo se podría definir a
la esquizofrenia como una encefalitis degenerativa de origen desconocido. No obstante, a
diferencia de otras anomalías degenerativas los resultados apuntan a que los cambios
neuroanatómicos propios de la esquizofrenia no tienen un carácter homogéneo; no se
presentan en todos los enfermos y no se puede decir que sean de tipo progresivo. Estudios
recientes recogen nuevos resultados basados en la hipótesis de un origen displásico de
dichas alteraciones estructurales.
Aportaciones del modelo neuropsicológico
Desde la neuropsicología se entiende la esquizofrenia como un
síndrome de disfunción con déficit en las funciones superiores. En este modelo los
datos provienen básicamente de los tests neuropsicológicos pero son contrastados con los
provenientes de las investigaciones anatómicas, estructurales y funcionales,
neuroradiológicas y neurofisiológicas.
Las cuestiones básicas propias de la investigación clásica del
estudio de la esquizofrenia desde el modelo neuropsicológico se centraron durante años
entorno a dos preguntas. En la primera se cuestionaban si los rendimientos intelectuales
(cociente intelectual,CI) del enfermo esquizofrénico eran inferiores a los rendimientos
propios de la población normal. La segunda iba dirigida a la discriminación entre los
rendimientos neuropsicológicos del paciente esquizofrénico y los de los enfermos con
trastornos orgánicos cerebrales. Llegados los años ochenta la preocupación de la
relación CI- esquizofrenia queda a un lado y se comienzan a realizar estudios que
trataban de describir los rendimientos cognitivos propios del enfermo esquizofrénico en
las diferentes funciones superiores. Gradualmente se acepta la presencia de un déficit
neuropsicológico psicótico y surgen estudios que tratan de perfilar un patrón de
deterioro específico y propio de la esquizofrenia.
Los estudios actuales aparte de describir los resultados de los
rendimientos neuropsicológicos del paciente esquizofrénico, se dirigen a establecer una
asociación de dichos resultados con las pruebas de neuroimagen, asociarlos a los datos
procedentes con la clínica y a proponer hipótesis etiopatogénicas del transtorno.
De las investigaciones realizadas durante décadas la mayoría de los
resultados apuntan hacia la existencia de un déficit cognitivo en la esquizofrenia. Dicho
déficit es independiente de circunstancias ajenas a la enfermedad (por ej.
Institucionalización y posiblemente medicación ) y se presentaría en todo tipo de
pacientes esquizofrénicos aunque la intensidad del mismo se manifiesta de manera muy
variable de unos pacientes a otros. Por contra el patrón del déficit es notablemente
semejante entre todos los enfermos. Las funciones primariamente alteradas son la atención
y la memoria (memoria verbal, memoria de trabajo y M.C.P, principalmente). Otras funciones
sistemáticamente deficitarias en alguna medida son aquellas denominadas funciones
complejas (abstracción, cálculo, comprensión y manejo de la información) y ejecutivas.
De forma secundaria se pudieran encontrar alteraciones en las habilidades práxicas,
visoespaciales y visomanuales siempre que se trate de la realización de tareas complejas.
Cuando se intenta dar significado clínico al patrón de déficits
descritos, las hipótesis se plantean como un patrón de disfunción del lóbulo frontal,
como una demencia subcortical, como un patrón de disfunción frontobasal, o como algún
tipo de disfunción de la lateralidad cerebral.
Aportaciones del modelo cognitivo/PI
Si conceptualizamos la esquizofrenia como una alteración básica de
los procesos mentales humanos nos estamos refiriendo a ella desde el paradigma
cognitivo/PI. Desde dicho modelo se dirige el objeto de estudio principalmente a la
investigación de las funciones mentales implicadas y el tipo y alteración de
procesamiento de la información propio de la enfermedad. El objetivo sería detectar los
"fallos" que en las sucesivas fases del procesamiento de la información se van
produciendo en el enfermos esquizofrénicos y deducir de ello hipótesis explicativas del
origen de dichos defectos.
Así como los datos procedentes del modelo neuropsicológico se
obtienen principalmente de la investigación clínica, los datos recogidos desde el
cognitivismo/PI son frecuentemente propios de estudios experimentales de laboratorio.
En general y simplificando mucho la cuestión, los resultados de mayor
evidencia empírica manifiestan la existencia de alteraciones en la atención como
cuestión primordial en la esquizofrenia. De manera significativa, el paciente
esquizofrénico presenta una especial dificultad para las tareas que implican atención
sostenida (CPT), independientemente de los síntomas o situación clínica. Se trata para
muchos autores del mejor marcador cognitivo que disponemos de la enfermedad. Otras
alteraciones parecen provenir del equilibrio procesamiento automático-controlado, lo que
llevaría a que el enfermo esquizofrénico procesaría ciertos contenidos de información
bajo la estrategia equivocada.
Desde el cognitivismo, en general se extraen dos tipos de
interpretaciones contrapuestas y ninguna contrastada. Una refiere la existencia de un
trastorno parcial y específico en alguna fase del PI que podría ser tanto inicial, de
entrada del estímulo, como intermedia, de elaboración de los estímulos, como final, de
preparación de la respuesta. La otra se basa en una alteración de tipo general. En ambos
casos se acepta que el procesamiento atencional juega un papel primordial. En la
actualidad se acepta que podrían existir trastornos específicos de las funciones cuya
integración determinaría un trastorno global en el rendimiento neuropsicológico.
En cualquier caso, uno de los hallazgos más importantes en nuestra
opinión es el hecho que parece demostrado que los errores en el procesamiento de la
información son previos a la manifestación clínica de la enfermedad, precediendo y no
sabemos si preparándola .
La esquizofrenia como un trastorno del neurodesarrollo
La conclusión que se extrae de los datos expuestos anteriormente es
que la esquizofrenia parece ser un trastorno del cerebro con expresión en síntomas y
signos biológicos, mentales y conductuales. Constituye por lo tanto el marco ideal para
el desarrollo de teorías del tipo propugnadas por las NC ya que para su comprensión es
preciso conjugar los datos biológicos con los trastornos mentales y conductuales. A parte
de ello nadie es tan ingenuo como para plantear que una enfermedad tan compleja pueda ser
explicada únicamente por un modelo,por complejo que éste sea a su vez, por lo que
también es preciso integrar datos provenientes de otros modelos, como por ejemplo el dato
contrastado de que los enfermos esquizofrénicos parecen presentar un mejor pronóstico
cuando se encuentran inmersos en unidades familiares que no les sobreprotegen, ni les
expresan demasiado rechazo, ni les exigen demasiada implicación emocional con los otros
miembros de la familia, es lo que denominamos la teoría de la Emoción Expresada (EE) en
las familias de los enfermos esquizofrénicos. Así pues nos encontramos con la necesidad
de modelos integradores que agrupen de una forma coherente no sólo datos provenientes de
las mismas neurociencias sino también de otros campos.
El principal antecedentes en el caso que nos ocupa fueron los
modelos de vulnerabilidad propuestos en los años setenta. L a base conceptual es que tal
como apuntaban los datos podría existir un largo periodo de inducción de la enfermedad
antes de la eclosión sintomatológica al llegar a la juventud. Esta inducción estaría
provocada por la presencia de una vulnerabilidad genética de naturaleza aún desconocida.
Esta predisposición genética se vería favorecida para su expresión fenotípica por
acontecimientos desencadenantes que frecuentemente se aprecian en el inicio de los
síntomas como la presencia de un fuerte estrés (el servicio militar) al que el enfermo
no puede enfrentarse, y/o el consumo de tóxicos tipo alucinógenos, y/o los cambios
hormonales propios de la pubertad/adolescencia. El acierto de estos modelos es la
aceptación de que previamente a la expresión de la enfermedad existe una vulnerabilidad
para la misma y que factores diferentes pueden contribuir en momentos distintos a la
aparición de la misma.
El modelo hipotético general aceptado hoy día para la explicación de
la esquizofrenia desde las NC es el denominado modelo del neurodesarrollo. Dicho modelo
toma de sus predecesores, los modelos de vulnerabilidad, los dos conceptos expuestos en el
párrafo anterior (existencia de la enfermedad antes de la expresión clínica de la misma
y multifactorialidad a diferentes niveles) y aporta la idea de que el substrato cerebral
de la enfermedad puede ser un sutil trastorno en el desarrollo del mismo cerebro a lo
largo del periodo embrionario/fetal, la infancia y pubertad, que finalmente se manifieste
en la eclosión clínica de la juventud.
Dicho modelo parte de la constatación de que el SNC es el sistema del
organismo que más tarda en alcanzar su madurez anatómica, fisiológica y funcional
plena. De hecho parece probado que desde la primera organización de las células
embrionarias que constituirán el futuro SNC, en este momento llamado neuroeje,
en las quince primeras semanas del embarazo, hasta el final de la adolescencia, el propio
SNC está en continuo cambio y reorganización. Cambio que no sólo se produce a nivel
anatómico durante la fase embrionaria y fetal, sino que más sutilmente implica
formación, reorganización, destrucción, nuevas formaciones, consolidación, etc. de
vías nerviosas, redes neuronales y conexiones interneuronales durante más o menos los
dieciseis años de la infancia y la adolescencia del ser humano. De hecho,
en el sentido estricto de la palabra, la plasticidad del SNC no se detiene a esta
edad sino que continua hasta el final de la vida, como lo prueba las transformaciones
naturales o patológicas en el cerebro del anciano que se relacionan con los fenómenos
mentales y enfermedades neurológicas propias de esta edad (pérdidas de memoria asociadas
a la edad, demencias, etc.) o en las reorganizaciones de las redes neuronales que
observamos tras traumatismos craneoencefálicos o tras el fenómeno del miembro fantasma.
Lo realmente mágico es que estos cambios, naturales o patológicos, no están provocados
sólo por el código interno genético que rige el SNC, sino que parecen también sensible
a estímulos y circunstacias externas bien sea del propio organismo, como por ejemplo
cambios hormonales, o bien del ambiente en que se mueve el organismo, como la presencia de
estrés o los procesos de aprendizaje. Así el SNC condiciona la capacidad de respuesta
del ser humano a su ambiente, pero éste mismo ambiente se muestra capaz de modular
al propio SNC. Básicamente parece un sistema complejo de retroalimentación, del que
apenas tenemos idea hoy día del alcance de sus consecuencias. Los estudios sobre
neurodesarrollo se configuran así en una de las ramas más novedosas y prometedoras de
las neurociencias.
En el esquema general del modelo aplicado al caso de la esquizofrenia,
d e nuevo una predisposición genética de origen desconocido provoca una sutil
alteración embrionaria en el neuroeje que implica un futuro SNC vulnerable y débil para
responder a las futuras exigencias del ambiente. A ello lo denominamos "disfunción
en el neurodesarrollo". La mejor expresión de esta disfunción, de naturaleza
igualmente desconocida, sería la vulnerabilidad cognitiva que implicaría que el niño no
puede procesar la información que le proviene del ambiente de forma adecuada y adaptativa.
Situación que se agravaría con las sucesivas reorganizaciones del SNC que se
producen a lo largo de la infancia y con las mayores exigencias del ambiente conforme
crece el niño (mayor escolaridad y socialización, exigencia de respuesta emocional más
sutil, etc.). Los mecanismos actuantes en este momento serían los mencionados
anteriormente (alteraciones en los procesos atencionales o de pensamiento automático vs
controlado o de pensamiento abstracto, etc.) y su expresión preclínica sería las
dificultades en el desarrollo que encontramos en la niñez de la mayoría de enfermos
esquizofrénicos; una deficiente socialización, tendencia al autismo, dificultades
escolares, etc.. Finalmente, cuando en la adolescencia el SNC ha de efectuar la última
reorganización a través de mecanismos hormonales y de exigencias de afrontar
dificultades vitales ya cercanas a del adulto, se produciría el desplome definitivo del
mismo con la consecuencia de la aparición del primer episodio psicótico y/o brote
esquizofrénico. El cerebro del enfermo mostraría ya los problemas que hemos mencionado
en el apartado de neuropsicología (trastornos declarados de la memoria, abstracción,
etc.), además de los síntomas psicóticos propios de la enfermedad (delirios,
alucinaciones, etc.). En todo este proceso se evidencian diversos factores coadjugantes,
desencadenantes, facilitadores y mantenedores de diversa índole (biológicos,
psicológicos y sociales), que jugarían también su papel en diferentes momentos.
La historia hablará
Por descontado nadie puede ser tan ingenuo como para no darse cuenta de
que en este modelo se evidencian bastantes problemas de todo tipo que hoy por hoy son
difíciles de resolver. Algunos nacen intrínsecamente del mismo modelo y otros tiene que
ver con el propio devenir histórico de la psicología y la psicopatología. Para
finalizar mencionaremos más que comentaremos los, en nuestra opinión, más importantes,
dejando al lector la tarea de calificar, añadir, criticar, quitar o simplemente pensar
sobre ello según el interés que el tema le despierte y su propia disposición.
Las bases conceptuales de las neurociencias cognitivas son todavía
altamente especulativas y por ello en ocasiones trabajan sobre hipótesis novedosas y
sugerentes pero que no está en disposición de probar, o porque la tecnología disponible
no lo permite, o porque la hipótesis de trabajo está basada en datos insuficientes o mal
interpretados. En este sentido queremos llamar la atención sobre el hecho de que la misma
hipótesis del neurodesarrollo en la esquizofrenia se fundamenta en la existencia de una
vulnerabilidad genética que no se discute pero cuya localización cromosómica y
expresión genética se desconoce. De igual forma se desconce el tipo de error en el
desarrollo del neuroeje que provoca la vulnerabilidad cognitiva y lo que es más
importante se desconoce como la predisposición genética se concreta en dicho error.
Se puede discutir si las NC tienen una entidad propia ya que, como
hemos visto, están constituidas por las aportaciones de varias ciencias, en este sentido
en ocasiones es difícil integrar los datos que provienen de varios frentes en un sentido
único sin desvirtuar el sentido propio de los datos. Por ejemplo en el caso de la
esquizofrenia, los imágenes del cerebro de los enfermos obtenidas con técnicas
neuroradiológicas, se pueden interpretar como un aval del origen cerebral de la
enfermedad, aunque también pueden resultar altamente inespecíficas y ser la expresión
de un sufrimiento mental presente en cualquier tipo de enfermedad mental y no sólo la
esquizofrenia.
Si las neurociencias cognitivas aspiran a ser el modelo prevalente en
este inicio de siglo en la explicación científica de la mente y el comportamiento
humano, no puede dejar de lado aspectos capitales de este mismo comportamiento para los
que se muestra especialmente inhabil en estudiar y explicar. Nos referimos a los aspectos
emocionales y de contenido de las representaciones mentales. Efectivamente, las NC
no sólo no disponen de modelos convincentes que integren la emoción y motivación humana
en los modelos cerebrales y de procesamiento de información, sino que tienen una
peligrosa tendencia a prescindir de estos aspectos. En este sentido las NC pueden ser
calificadas como con tendencia al reduccionismo y a una visión mecanicista del ser
humano. Es evidente que el ser humano no sólo es una compleja máquina consumidora de
información, además de ello siente y parece que su conducta es frecuentemente guiada
más por el sentimiento y la emoción que por los datos que procesa del ambiente. De igual
manera, las NC han integrado bien el cognitivismo de procesamiento pero no el del
contenido, de forma que de nuevo se muestra especialmente inhabil en explicar el carácter
personal e individual y el contenido simbólico de las representaciones mentales humanas.
Finalmente ello conduce al problema de la utilidad de las NC y de la
relación de la misma con la práctica psicológica y médica más allá de la propia
acumulación de conocimientos. Uno de los problemas más importantes de los que adolece la
psicología y la psicopatología es la desconexión entre la investigación básica y la
práctica clínica. De manera que pocos conocimientos provenientes de aquella parecen
tener aplicabilidad a problemas específicos, y la práctica de la psicoterapia parece
basada más en elementos muy difusos como la capacidad de empatía del psicoterapeuta que
en conocimientos asentados sobre el funcionamiento de la mente humana. Se observa así que
la NC se muestra adecuada para avanzar hipótesis relativas a los posibles procesos
etiológicos y etiopatogénicos de las enfermedades mentales por ejemplo, pero se muestra
también muy poco potente para explicar los fenómenos clínicos (síntomas, síndromes,
procesos, etc.) de las mismas. Así en relación a la esquizofrenia fuera de los intentos
de Frith (10) tenemos pocas hipótesis que expliquen desde las NC los síntomas y la
clínica de la misma. Igualmente su potencial terapéutico hoy por hoy parece reducido en
el caso de la misma enfermedad, a la consideración de una posible acción rehabilitadora
de las funciones superiores y la evaluación de la capacidad personal de cada enfermo para
abordar la misma. lo que se ha venido a llamar "potencial de rehabilitación".
Las NC no constituyen el único camino de evolución de la psicología.
Conscientemente no hemos mencionado a la psicología sistémica, a la constructivista, a
todas las ramas del cognitivismo que no se encuadran en el procesamiento de la
información, a todas las derivaciones del psicoanálisis, al humanismo... Existe el deber
moral y ético de observar un respeto a todas ellas, pero ello no ha de obstar para dar
cabida a la opinión personal y en nuestro caso es que la NC tienen el potencial
epistemológico y se hayan en el momento histórico justo como para poder constituirse en
la marca de casta de este inicio de un nuevo siglo. La historia hablará.
Notas
- El libro de Postel J. y Quétel C. (1987) Historia de la Psiquiatría. Fondo de Cultura
Económica, en un buen texto de lectura agradable para un conocimiento general de la
historia de esta disciplina hasta el periodo contemporáneo.
- Cuatro nombres propios brillan en el campo de la antipsiquiatría. Basaglia
que preparó el camino a la desinstitucionalización del hospital mental. Ronald Laing con
su texto clásico "el yo dividido" (1964). FCE. David Cooper y su libro "la
muerte de la familia" y por último el psiquiatra neoyorquino Thomas Szasz, el único
que sigue en activo y que representa la antipsiquiatría de contenido más político. De
éste último se puede consultar en relación a la esquizofrenia el libro
"Schizophrenia, the sacred symbol of psychiatry" (1988), Syracuse University
Press.
- El autor más representativo de la psicología cognitiva del contenido quizás sea Aaron
Beck. Se recomienda su clásico "terapia cognitiva de la depresión" (1983) DDB
y "terapia cognitiva de los trastornos de personalidad". (1995). Paidos.
- Nos referimos a libros de divulgación con indudable calidad literaria y didáctica pero
alejados de la rigurosidad técnica como el de D. Goleman "Inteligencia
emocional" (1996) Kairos o el de F. Crick, "la búsqueda científica del
alma" (1994) Debate.
- En relación a este problema hay un trabajo de Nagel T. que se considera un clásico por
repetidamente citado y cuya lectura constituye un auténtico placer. Se titula "What
is it like to be a bat?". (1974) Philosophical Review, 4, 435-450. Se traduciría por
algo así como "¿Qué se siente al ser murciélago?"
- Caramazza, A. (1992). Is cognitive neuropsychology possible ?. J. of Cognitive
Neuroscience, v. 4 nº 1, 80-95. Kossly, St. and Intriligator, M. (1992) Is cognitive
neuropsychology plausible ?. J. of Cognitive Neuroscience, v. 4 nº 1, 96-106.
- Existe toda una biblioteca, en el sentido clásico, dedicada a este tema. En nuestra
opinión es una de las cuestiones básicas del hombre actual. Son clásicos los textos de
Popper K. Y Eccles, J.C. (1977). "El yo y su cerebro", Labor y Eccles, J.C. y
Zeier, H. (1985), "El cerebro y la mente", Herder. Para una revisión de las
posturas y escuelas actuales en relación al tema recomendamos el texto de John Searle
(1996) "El redescubrimiento de la mente", Crítica. Y para una visión desde la
psicología cognitiva el libro de Angel Riviere "Objetos con mente", (1991),
Alianza.
- La bibliografía clínica sobre la esquizofrenia es inmensa. Recomendamos el libro de J.
Obiols y J. Obiols "Esquizofrenia", (1989) Martínez Roca, porque se adapta
especialmente a la visión que este texto tiene de la enfermedad.
- La bibliografía sobre la esquizofrenia en los aspectos comentados en estos apartados
(biología, cognición y neuropsicología) sigue siendo enorme. Por ello vamos a
limitarnos aquí a mencionar dos libros y un artículo. En dos casos la autora coincide.
Ello se debe a que Nancy Andreasen, durante mucho tiempo presidente de la American
Psychiatric Association, la todopoderosa APA, ha marcado históricamente el cambio de
rumbo de la psiquiatría plurimodélica, en que convivían todas las tendencias, a la
psiquiatría médico-biológica que impera en el momento actual. El otro texto se cita por
su planteamiento moderno cercano a estas lineas. Andreasen, N. (1984). Can schizophrenia
be localized in the brain. American Psychiatric Press (i). Andreasen, N. (1997). Linking
mind and brain in the study of mental illnesses: A project for a scientific
Psychopathology. Science, 275, 1586-1593 (ii) y Joseph, R. (1996) "Neuropsychiatry,
Neuropsychology and clinical neuroscience. Wilians & Wilkins (III).
- En nuestra opinión este es uno de los libros más interesantes traducidos al castellano
sobre este tema. Frith, D. (1996). "Neuropsicología cognitiva de la
esquizofrenia". Ariel.