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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

RESUMEN DE MI TRAYECTORIA INTELECTUAL. DESDE LA ECONOMÍA Y LA ESTADÍSTICA HACIA LOS RECURSOS NATURALES Y EL TERRITORIO

Discurso con motivo de la concesión del Premio Internacional de Geocrítica 2008

José Manuel Naredo
Universidad Politécnica de Madrid

Palabras clave: autobiografía, trayectoria intelectual, pensamiento económico, estadística, recursos naturales, territorio, economía ambiental.

Key words: autobiography, intellectual career, economic thought, statistics, natural resources, territory, environmental economy.

SUMARIO

Principios: estudios, primeros trabajos e inquietudes investigadoras

Desde la agricultura hacia los recursos naturales

Recursos naturales y territorio

Agua
Energía y materiales
Metabolismo y territorio

Pensamiento y análisis económico

Pensamiento económico
Análisis económico

Aspectos socio-políticos

Elaboraciones recientes

Economía, ecología, política y sociedad
Agua, energía, materiales, política e información
Economía, poder y megaproyectos
Burbuja inmobiliaria
Territorio

Epílogo

Anexos

Anexo 1: Breve historia de la Comisión Interministerial de Cuentas Nacionales del Patrimonio Natural
Anexo 2: Catálogo de la Colección “Economía & Naturaleza”
Anexo 3: La economía en evolución: invento y configuración de la economía en los siglos XVIII y XIX y sus consecuencias actuales
Anexo 4: Relación de publicaciones de José Manuel Naredo

Notas

Invitado por la concesión del Premio Internacional Geocrítica 2008 (PIG-08) a reflexionar sobre las preocupaciones e intercambios intelectuales que motivaron mi propia actividad investigadora, empecé por preguntarme por el interés de abordar y de comunicar este tipo de reflexiones. Confieso mi desgana inicial a reflexionar y escribir sobre mí mismo, cuando he venido sintiendo una constante la falta de tiempo para hacerlo sobre otros temas que me resultan más sugerentes. Aunque pensé que algún interés tendría hacerlo cuando la sociología de la ciencia se dedica a este tipo de ejercicios tendentes a contextualizar y humanizar los desarrollos científicos. Pero fue el convencimiento de que el impulso creativo que origina y orienta el proceso de investigación es algo externo a las reglas del propio juego científico y a los medios que se le otorgan, el que creo que da sentido a esta reflexión. Sobre todo cuando, en el caso que nos ocupa, este impulso se ha visto acompañado por mi continuado afán de compartir la reflexión económica con profesionales de otros campos, al pensar que así lo requiere cualquier intento serio de racionalizar los aspectos tan amplios y multidimensionales relacionados con la gestión económica, creando las elaboraciones que trascienden las fronteras y enfoques de la economía ordinaria.

No parece, pues, que sea cuestión baladí prestar atención al caldo de cultivo que desencadenó ―por completo al margen de presupuestos, organigramas y metas académicas― el impulso investigador que acabó dando lugar a los trabajos que motivan este premio y que por primera vez trato de sintetizar en su conjunto. Anticipo que ―además de haber empezado ocupándome de una actividad tan vinculada a los recursos naturales y el territorio, como es la agricultura― creo que fueron preocupaciones críticas desarrolladas en condiciones hostiles las que aportaron los principales ingredientes de ese caldo de cultivo, sobre la base de mi formación como economista y estadístico. Lo cual transluce cierta simbiosis entre espíritu crítico y creatividad en las ciencias sociales, que también parece avalar el decaimiento conjunto de la conciencia crítica, la creatividad y el entusiasmo investigador que he venido apreciando entre sus practicantes, cuando, paradójicamente, aumentaban su profesionalización e incluso sus dotaciones. Espero que foros como GEOCRÍTICA y encuentros como éste[1]sirvan de antídoto a este decaimiento.

Dicho esto, confieso que me resulta muy difícil sintetizar y comunicar la experiencia de mis ya más de cuarenta años de labor investigadora, sobre todo cuando forma parte íntima de mi propia experiencia vital. Pues ha sido un mero impulso personal el que me ha embarcado en muchos proyectos de investigación sin retribuciones, ni exigencias externas, ni, menos aún, pretensiones de competir en ninguna carrera académica. Y esta labor ―la mayoría de las veces desligada de mi trabajo remunerado y de compromisos previos explícitos― dio lugar a relaciones, no solo de colaboración e intercambio intelectual, sino también y sobre todo de amistad en las que se unen afecto e intelecto compartidos[2]. Además de la curiosidad y el afán de reflexión, este impulso ha venido espoleado  por un mordiente crítico que me inducía después a comunicar los resultados, aunque éstos no correspondieran con “lo política y académicamente correcto”, o precisamente todavía más por ello. Veo, pues, con simpatía que GEOCRÍTICA haya premiado este impulso, haciendo gala a su nombre y agradezco a Horacio Capel sus desvelos por promover este premio, que considero ligado a ese afecto e intelecto compartido que ha venido animando mi andadura intelectual. También aprecio especialmente que se hayan valorado mis afanes de trascender la actual torre de Babel de las especialidades científicas, premiando aportaciones que tienen difícil encaje en la clasificación estándar del conocimiento académico, bien presente en los formularios oficiales para concursar a plazas o ayudas a la investigación y/o a la enseñanza.

Creo que mi trayectoria como investigador libre o “fuera de concurso” es un tanto rara en una sociedad en la que las funciones están cada vez más reglamentadas y compartimentadas, y en la que todo parece vincularse a contratos con presupuestos, tareas, objetivos y trayectorias medidas en términos de eficiencia y/o productividad.  Se separa así el trabajo del ocio, pensando que solo el primero puede generar algún producto. Y se valora el trabajo de investigación atendiendo a baremos formales de resultados escasamente incentivadores. Cuando paradójicamente, mi trayectoria investigadora tiene más que ver con ocio creativo que con trabajo retribuido y dependiente.  Sin embargo tampoco puedo, en mi caso, establecer una frontera clara entre trabajo penoso y ocio placentero. Porque he tratado siempre de conseguir que mis trabajos remunerados fueran lo más agradables posibles y compatibles con mis preocupaciones investigadoras e, incluso, que estuvieran relacionados con ellas. Recuerdo que la primera vez que opté por un trabajo como profesional tuve que elegir entre el trabajo en el Instituto Nacional de Estadística (INE), con horario sólo de mañana y remuneración modesta, y el trabajo en una consultora, con mayor remuneración y mayores exigencias de dedicación. Al desechar el trabajo más absorbente y remunerado, creo que marqué ya desde el inicio mis preferencias orientadas a priorizar mi libertad personal y de pensamiento, aunque ello fuera en detrimento de mayores ingresos y/o cuotas de poder. Para ello ―tras haber desechado y despreciado un mundo académico que veía entonces plagado de dogmas, jerarquías y servilismos y careciendo de fortuna personal― preferí tener como patrón a Administraciones o entidades públicas, con la esperanza de que me permitieran desempeñar mi trabajo como profesional con menos servidumbres y con más dignidad e independencia que la empresa privada. Opté, así, por concursar e ingresar como funcionario en el cuerpo superior de estadísticos del Estado. Aunque más adelante comprobé que la Administración y la empresa pública, cada vez más mediatizadas por objetivos políticos a corto plazo, no estaban exentas de sobresaltos, presiones y servidumbres, creo que además de cumplir a gusto con mis tareas de estudio como funcionario o técnico conseguí encontrar en ellas parcelas de libertad compatibles con el desarrollo de mi actividad investigadora, que paso a exponer a continuación siguiendo, primero, un relato cronológico de las experiencias que fueron originando el desarrollo de mis principales áreas de trabajo ―que anticipo en la Figura 1 adjunta― para acabar señalando después, a modo de síntesis, cómo se articulan en ellas mis trabajos y preocupaciones más recientes.

 

Figura 1. Principales líneas de trabajo

 

Principios: estudios, primeros trabajos e inquietudes investigadoras

Tal vez mi afán por la reflexión y la lectura arranque de la vida contemplativa a la que me obligó un largo período de reposo que durante mi muy primera juventud tuve que seguir para curarme de una incipiente tuberculosis. Tras esta secuela positiva de la enfermedad, es indudable que mi paso, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, por la antigua Universidad de la Calle San Bernardo de Madrid que albergaba la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas y la Escuela de Estadística, me ayudó a pensar y despertó en mí aptitudes e inquietudes que más adelante desarrollaría. Pero ello no tanto por el mortecino y escasamente atractivo mundo académico, como por la ebullición de ideas observada en ciertos círculos intelectuales y militantes interesados en interpretar y cambiar la sociedad en la entonces España franquista y de los que pronto pasé a formar parte. Desde esa época se han mantenido a la vez mis preocupaciones políticas y mi desconfianza hacia los partidos políticos, como máquinas de poder cuyo carácter jerárquico y disciplinario pronto se reveló incompatible con mi afán de pensar por cuenta propia y mi negativa a comulgar con ruedas de molino, aunque fueran impartidas por la superioridad.

A la vez que estudiaba en la Facultad de Ciencias Económicas, mi querencia por las matemáticas me empujó a cursar también el grado superior en la Escuela de Estadística, que estaba ubicada en la parte trasera del mismo edificio de San Bernardo. Una vez licenciado en la especialidad de Economía General, hice también la especialidad de Economía de la Empresa, como simple pretexto para prorrogar el servicio militar entonces obligatorio, que acabé por fin evitando, en parte, gracias a mi antigua dolencia pulmonar, dando razón al dicho que afirma de no hay mal que por bien no venga. Con todo, mi expediente no fue especialmente brillante: si bien tuve pocos suspensos, también tuve pocas notas destacadas. Mi escaso interés por el grueso de las enseñanzas regladas me hacía despacharlas sin mucho entusiasmo, como si se tratara una carrera de obstáculos más o menos extravagantes para licenciarme. Con todo este juego me indujo a interesarme por los textos clásicos de la filosofía y la economía,… con especial referencia al marxismo.

Tras la disyuntiva antes comentada, empecé a trabajar en el INE, en 1964, junto con el ingeniero agrónomo Luis Ruiz-Maya, para preparar una encuesta de renta agraria con cobertura nacional, lo que motivó mi afición por los temas agrarios, que he venido cultivando con distintos altibajos desde entonces. Pues, además de las labores de gabinete, orientadas a preparar el cuestionario, los cuadros de resultados y los manuales de instrucciones para la realización y el control de calidad de la encuesta, participé en el trabajo de campo dando cursos a los inspectores y agentes y recorriendo como inspector regional amplias zonas de la geografía peninsular[3]. Me topé entonces con una agricultura tradicional todavía viva, pero ya en estado crítico. Este panorama de crisis y fuerte transformación se daba de bruces, no solo con las interpretaciones puerilmente triunfalistas de la agricultura española que se hacían desde el franquismo, sino también con las percepciones inmovilistas de la misma que venían repitiendo por inercia desde el exilio los partidos políticos tradicionales y que se asumían dogmáticamente en medios académicos. A principios de los sesenta era un lugar común hablar del “atraso” e “inmovilismo” de la agricultura española, así como esforzarse en buscar las causas del mismo en supuestos “residuos feudales”, “mentalidades absentistas”…o “revoluciones burguesas inconclusas”. Frente a estas interpretaciones inmovilistas se levantaron análisis discrepantes de algunos entonces jóvenes economistas y sociólogos comprometidos con el estudio de una realidad socioeconómica que, tras el Plan de Estabilización de 1959, estaba acusando notables modificaciones. En este contexto encajan mis trabajos de entonces, orientados a explicar los mecanismos de cambio, en vez de a subrayar la perpetuación de una situación de pobreza y desigualdad que se decía inmutable, como lo hicieron también los trabajos de Victor Pérez Díaz, Juan Martínez Alier y Juan Muñoz, entre otros, sobre determinados aspectos de la agricultura, del medio rural y de la llamada “oligarquía financiero-terrateniente”.

Mis  reflexiones agrarias afloraron primero en las columnas semanales que, bajo el seudónimo colectivo Arturo López Muñoz ―con el que escribíamos entonces Arturo Cabello, Juan Muñoz, Santiago Roldán, José Santamaría y yo mismo― empezaron a salir en la revista Triunfo. Mas tarde mis reflexiones vieron la luz, más sólidamente estructuradas, en dos amplios artículos publicados en la revista exilada en París, Cuadernos de Ruedo Ibérico (en 1967 y 1968, números 13-14 y 20-21, respectivamente), que publiqué con el pseudónimo poco imaginativo de Juan Naranco[4]. En ellos formulaba ya, con amplio apoyo empírico, el modelo de explicación del cambio tecnológico que provocaba la crisis de la sociedad agraria tradicional, que constituyó el núcleo principal de un libro posterior[5]. En estos artículos sacaba también conclusiones políticas que mostraban el irrealismo de las tesis agrarias del Partido Comunista, mayoritariamente asumidas entonces por la oposición antifranquista. Con ello quiero señalar el trasfondo de la discusión política en el que se fueron forjando mis investigaciones sobre la crisis de la sociedad agraria tradicional y sus perspectivas. Estas investigaciones ―que culminaron en la publicación de mi primer libro, titulado La evolución de la agricultura en España. Desarrollo capitalista y crisis de las formas de producción tradicionales (Barcelona, Ed. Estela, 1971)― en vez de explicar el supuesto estancamiento, trataban de analizar los cambios. Como indicaba en la introducción a ese libro, “en este trabajo, en vez de considerar invariable la estructura agraria, intentamos estudiar su evolución, evitando, en la medida de lo posible, abrumar una vez más al lector con los tópicos al uso” (Ibidem). Pese a que al poco tiempo de haberse publicado el libro la censura franquista retiró a su editorial -Estela- el permiso de edición, hoy se mantiene vivo, reeditándose primero por la también desaparecida editorial Laia y posteriormente por la editorial Universidad de Granada, a la que corresponde la 4ª edición de 2004. Esta edición recoge trabajos míos posteriores que actualizan el análisis de la “evolución de la agricultura española” hasta el presente y va precedida de un amplio estudio introductorio del catedrático de Historia Contemporánea Manuel González de Molina, que encaja el libro en el marco historiográfico de la agricultura española.

Antes de esbozar mis principales líneas de investigación en temas agrarios -en buena parte reflejadas en las últimas ediciones ampliadas del libro antes mencionado- y de señalar su deriva hacia los recursos naturales y el territorio, quiero sintetizar, con la Figura 2, las claves que impulsaron mi reflexión por los caminos indicados. Es evidente que mi primer trabajo en el INE y el sentido crítico de mis preocupaciones socio-políticas, no sólo dirigieron mi reflexión hacia la agricultura, sino que también, en contra de lo habitual, inclinaron mis preguntas hacia su evolución y no hacia su atraso. A posteriori veo con claridad cuánto esfuerzo investigador baldío se ha destinado a justificar el supuesto “inmovilismo” y a explicar las causas del “atraso”, evitando plantearse otras preguntas que hubieran permitido desarrollar investigaciones, a mi juicio, más interesantes para explicar la evolución de la agricultura española y los problemas que suscitaba. Pues, recordemos que, el planteamiento de determinadas cuestiones y de determinados enfoques, no solo conduce a analizar ciertos aspectos de la  realidad, sino también, por fuerza, a soslayar otros que permanecen, así, inestudiados, evidenciando que las elaboraciones científicas pueden desempeñar funciones, no solo analíticas, sino también encubridoras y/o mistificadoras que en ocasiones cobran gran importancia.

 

Figura 2

 

Desde la agricultura hacia los recursos naturales

La Figura 3 muestra mis principales líneas de investigación en temas agrarios. Hay que advertir que las cuatro líneas indicadas no constituyen conjuntos disjuntos sino que, por el contrario, se han relacionado y reforzado mutuamente, lo que dificulta su clasificación y demarcación inequívocas.

 

Figura 3. Agricultura-Sistemas agrarios

 

La primera de las líneas indicadas es la que emprendí precozmente en los años sesenta para culminar en 1971 con la primera edición del libro antes mencionado cuya portada aparece, junto a la de la última edición, en la Figura 4. Cabe precisar que esta y las otras líneas de trabajo las desarrollé al margen del INE y de las administraciones en las que trabajé como funcionario. Precisamente, recuerdo que cuando salió la primera edición del libro mencionado, estaba trabajando como consultor (consultant)  en la División de Estudios Nacionales de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) con sede en París[6]. Solo, bastante más tarde, mis trabajos sobre temas agrarios se relacionaron con mi trabajo remunerado, al conducirme en 1988 hacia el Banco de Crédito Agrícola, para dirigir su área de estudios (desde la Subdirección de Estudios y Publicaciones de esa entidad hoy desaparecida en aras del proceso de privatizaciones y fusiones bancarias que tuvo lugar en España). Ello ocurrió a requerimiento de mi amigo y coautor (del libro al que haremos referencia más adelante) Luis Tarrafeta, que había sido nombrado presidente de ese banco y que valoraba positivamente mis aptitudes investigadoras en temas agrarios.

 

Figura 4

 

La segunda línea de trabajo tenía que ver también con las interpretaciones del capitalismo español y de la cuestión agraria que se venían haciendo desde la oposición antifranquista. Estas interpretaciones, mantenidas por el Partido Comunista y secundadas por la mayoría de la oposición política, consideraban que el desigual reparto de la propiedad de la tierra era “una losa de plomo” que lastraba el desarrollo capitalista en España, postulando que la reforma agraria era la condición necesaria para que tal desarrollo se produjera. De ahí que se propusiera, como en la República, una reforma agraria presuntamente “antifeudal”-no anticapitalista- que repartiera las tierras de la “aristocracia terrateniente”, para acometer así, junto con la instalación de la democracia, las tareas de la supuesta revolución burguesa inconclusa, que posibilitaran por fin el desarrollo económico capitalista[7]. Frente a este supuesto apuntaba yo entonces que no hacía falta descubrir la pólvora del análisis histórico para darse cuenta de que el desarrollo económico era posible sin reforma agraria: así lo atestiguaba la llamada “vía prusiana” entre otros muchos posibles ejemplos. Es más, durante la década de los sesenta y primeros setenta, la economía española acusaba notables tasas de crecimiento imposibles de ocultar: para bien y para mal, los después llamados “años del desarrollo” produjeron en el país cambios irreversibles, entre los que se cuenta la crisis de la agricultura tradicional, a la ya hemos hecho referencia, unida a la mecanización de la agricultura y a la introducción masiva de los medios, las razas y las variedades propias de la llamada “revolución verde”.

En ese contexto traté de definir con claridad el modelo de desarrollo capitalista emprendido por la economía española, aclarando la función que desempeñaba la agricultura en ese modelo. Pero, a la vez, traté de analizar el panorama de las grandes fincas del Sur y de aclarar hasta qué punto encajaban en ella los planteamientos de la reforma agraria desplegados durante la República y mantenidos después por los principales partidos políticos que se oponían al régimen de Franco.

En lo que concierne al modelo de desarrollo capitalista, precisamente, la acentuada concentración de la propiedad privada de la tierra en el sur de la Península, unida a la notable caída de los salarios agrarios y elevación de los precios de los alimentos espoleados por el amplio mercado negro[8] que se desató tras a la Guerra Civil, llevó a niveles sin precedentes la acumulación de capital producida en las grandes fincas del Sur, magnificando la función de proveedora de capitales desempeñada por la agricultura en esa época. La institución de la “banca mixta” -es decir, a la vez de depósitos y de negocios- entonces existente en nuestro país, facilitó el trasvase de los recursos acumulados en la agricultura en inversiones efectivas en otros sectores. Aunque buena parte de estas inversiones se esterilizaron en instalaciones que se revelaron inviables tras el período de autarquía de la postguerra, desataron ya en los años cincuenta y, sobre todo, en los sesenta el desarrollo de actividades y el movimiento migratorio del campo a la ciudad que motivaron la crisis de la agricultura tradicional. Fue entonces cuando se fue desplazando la función de la agricultura en el desarrollo económico de proveedora de capitales a proveedora de mano de obra. La Figura 5 reproduce la portada de la primera edición del libro colectivo La agricultura en el desarrollo capitalista español (1940-1970)[9], que recoge y cuantifica este tipo de interpretaciones, que había ido abordando en diversos artículos que no cabe enumerar aquí.

En lo referente al panorama de las grandes fincas del Sur y el tema de la reforma agraria, he de precisar que cuando volví de París a España, a mediados de los setenta, solicité y gané por concurso una ayuda individual a la investigación de la Fundación March sobre el tema, que me liberó de mis tareas de funcionario permitiéndome acometer con éxito el trabajo de campo, centrado en el valle del Guadalquivir, que requería el desarrollo de esta investigación, que trataba de apoyarse en datos directos de fincas recabados con el acuerdo de sus propietarios[10]. Esta investigación arrojó numerosas elaboraciones a partir de contabilidades de fincas, desde el período de la postguerra hasta los años setenta, aunque en ocasiones la información y el análisis se extendían también  hacia el primer tercio del siglo XX. La mayoría de estos materiales dieron lugar a monografías que vieron la luz en forma de artículos publicados, sobre todo, en la revista Agricultura y Sociedad[11]. Las Figuras 5, 6 y 7 dan cuenta de algunos de ellos. La publicación de estos, y otros, trabajos me convirtió en el autor más citado en toda la colección de la revista, como pude saber gracias a la constatación de un amigo[12].

 


Figura 5


Figura 6


Figura 7

 

El artículo “Ideología y realidad en el campo de la Reforma Agraria” señalaba que el enfoque usual de la reforma agraria, que se venía arrastrando desde la República, se apoyaba en un productivismo cada vez más trasnochado y ajeno a las limitaciones y problemas que presentaba el capitalismo agrario vigente en las grandes fincas del Sur. El análisis, con información de primera mano de lo ocurrido, tanto en la gestión de las fincas, como en la propiedad de las mismas, me permitió concluir que hace tiempo que tenía escasa vigencia la reforma agraria antifeudal y antiabsentista que se había venido defendiendo como “tarea pendiente” de la revolución burguesa inconclusa.

Para aclarar el tema en lo referente a la propiedad de la tierra, promoví una investigación[13] que permitió concluir que el grueso de los propietarios de los “latifundios” del Sur carecía de título nobiliario, siendo las tierras de la nobleza de todo punto insuficientes para hacer una reforma agraria digna de tal nombre. E incluso en la zona más emblemática sobre la que recaían estos planteamientos, Andalucía Occidental, el peso de la nobleza entre los grandes propietarios era significativamente menor, siendo más acentuado en Extremadura, Andalucía Oriental o Castilla la Nueva. También se cruzó la lista de propietarios con la de consejeros de la banca y de las grandes empresas vinculadas a ella, a fin de comprobar el peso de la llamada “oligarquía bicéfala”, a la vez terrateniente y financiera, contra la que se orientaba la reforma agraria. Se observó también en este caso que los financieros tenían poco peso entre los grandes propietarios de tierras: se descubrió así que el grueso de las grandes fincas estaba en manos de una burguesía agraria que carecía de títulos nobiliarios y de vinculación con la banca. Se descubrió también que el malentendido partía de haber divulgado hasta la saciedad la lista resaltando la importancia de las propiedades agrarias y la presencia en el mundo financiero de los “grandes de España”. Pero, por muy espectacular que fuera, esta pequeña lista tenía poco peso en el conjunto de grandes propietarios de tierras. Nuestra investigación revelaba que el peso de la nobleza era muy relevante entre los diez primero propietarios, bastante menos entre los cien primeros, mucho menos entre los mil primeros,... y bien escaso entre los dos, tres, cuatro o cinco mil grandes propietarios sobre los que, como muy poco, podría articularse una reforma agraria. La conclusión era clara: si esta reforma se planteaba tenía, por fuerza, que afectar a esa gran burguesía agraria que era la principal propietaria de tierras y adquirir tintes anticapitalistas. Por otra parte, la evolución de la economía española fue reduciendo sistemáticamente el peso de la agricultura en el conjunto  económico, haciendo que el peso del patrimonio agrario se viera por completo eclipsado por el del inmobiliario urbano y el de los activos financieros, recortando así también, en el terreno de los hechos, el significado ético del “reparto” que subyacía tras la idea de reforma agraria.

La investigación sobre el panorama de las grandes fincas del Sur, realizada con la ayuda de la Fundación March, permitió, entre otras muchas cosas, desmontar el otro gran mito sobre el que se apoyaba el planteamiento tradicional de la reforma agraria: el mito del “absentismo” y/o de las “fincas mal o escasamente explotadas”. El artículo sobre “La crisis de las aparcerías en el secano de la postguerra” (Figura 6) confirmó, con datos de primera mano, que no hacía falta  recurrir a mentalidades absentistas para explicar la tendencia a la parcelación y cesión a colonos de grandes fincas que se produjo en los años treinta: ésta se explicaba por meros móviles de rentabilidad y seguridad, como ocurrió también con la tendencia opuesta a recuperar las fincas en cultivo directo que se produjo tras la Guerra Civil, en la medida en la que el trabajo asalariado se abarató y disciplinó notablemente, tras la durísima represión que sufrió el proletariado andaluz con la instalación del régimen de Franco.

La información directamente recabada de las fincas en el marco de la citada investigación, permitió revisar también el escaso encaje del móvil productivista de la reforma agraria en la realidad de las zonas objeto de estudio. La reforma agraria apuntaba tradicionalmente a intensificar la producción en los latifundios, que se suponían mal o escasamente explotados. Sin perjuicio de que, como ocurre en cualquier actividad empresarial, se encontraran fincas mejor y peor llevadas y/o más o menos intensamente explotadas, se observó que predominaban en la gestión móviles de rentabilidad y riesgo que explicaban por sí mismos el abandono de labores no rentables y/o la extensificación de los aprovechamientos agrarios. En este contexto, no tenía sentido promover la intensificación de la explotación de las fincas en nombre del capitalismo (y en contra de un supuesto absentismo) y, menos aún, haciendo que la Administración evaluara de oficio la gestión capitalista de las fincas. El fracasado intento del gobierno regional andaluz de acometer la reforma agraria bajo estos presupuestos, que tuvo lugar ya durante la democracia postfranquista, evidenció  su escaso sentido práctico. Pese a los cuantiosos medios aportados, el impacto territorial de esta reforma fue bastante más reducido que el de la política de colonización franquista, como constaté en un trabajo posterior[14]. Pues las propuestas de penalización o expropiación de fincas por escaso aprovechamiento desembocaron en un sinnúmero de pleitos, ya que los propietarios podían defender su gestión alegando, tanto razones ecológicas, de conservación de los suelos o de la biodiversidad, como rentabilistas, rememorando el dicho de que “cualquier finca es mejorable hasta la total ruina del propietario". Por otra parte, el giro hacia la extensificación que dio la política agraria común tras la adhesión de España a la UE, subvencionando la reducción de rendimientos y el abandono de cultivos, se mostró  en franca contradicción con el empeño intensificador de esa reforma agraria. Como consecuencia de todo ello, pronto cayó en desuso este último intento hoy ya olvidado de reforma agraria, cuya principal virtud tal vez sea haber confirmado su carácter obsoleto y evidenciar que los daños sociales y ecológicos ligados a la agricultura latifundista del Sur de la Península, procedían sobre todo de las prácticas capitalistas que en ella tenían lugar y había que buscarlos, más bien, en las fincas intensamente explotadas, no en hipotéticos residuos de otros tiempos encarnados en prácticas absentistas y/o fincas mejorables.

Mi trabajo en el antiguo Banco de Crédito Agrícola, desde 1988 hasta que pasé a la Fundación Argentaria a mediados de los noventa, me ayudó a desarrollar la 3ª de las líneas de trabajo indicadas en la Figura 3 (“Sobre los cambios operados en la posición y la función de la agricultura en la economía española”). Es evidente que mi trabajo en estas dos entidades se relacionó más con mis preocupaciones agrarias y ecológico-ambientales que mis trabajos anteriores realizados en distintas administraciones, más ligados a la estadística y el análisis económico. Se operó así una mayor sinergia entre mis preocupaciones agrarias y ecológicas y las tareas  desarrolladas en función de mi cargo como director de estudios en el Banco de Crédito Agrícola o como director del programa “Economía y Naturaleza” (y asesor del programa Igualdad) en la Fundación Argentaria.

En el Banco de Crédito Agrícola, además de dirigir la elaboración de la Memoria o Informe Anual y demás informes financieros[15] requeridos por la entidad, tuve especial empeño en elaborar los tres “cuadernos” cuyas portadas recoge la Figura 8: los dos primeros destinados a recuperar la memoria histórica de la entidad, con cuya desaparición se han visto revalorizados, y el tercero a la agricultura ecológica. Este último salió con motivo de la puesta en marcha, con el apoyo del Banco, de la denominación de origen de los productos de la agricultura ecológica, e incorporaba trabajos de fondo sobre el contenido de la misma, sobre la comparación entre la calidad dietética de los productos ecológicos y los convencionales apoyados en análisis químicos de ambos tipos de productos realizados para este fin, y exposiciones del desarrollo legislativo. Por otra parte, en los amplios informes sobre la evolución de la agricultura y la industria agroalimentaria que por aquel entonces acompañaban al Informe Anual, acometí estimaciones inéditas del patrimonio de ambos sectores, que estimaba imprescindibles para comprender su funcionamiento económico. Pues la bajísima rentabilidad de la agricultura respecto al enorme patrimonio inmovilizado (incluida la tierra), encontraba su explicación en que la tierra se valoraba por si misma como depósito de valor que se suponía además sujeto a constante revalorización. En efecto, el aumento del precio de la tierra a mayor ritmo que el de los productos, observado desde la postguerra, contribuyó a rentabilizar la agricultura mediante plusvalías y no solo mediante ingresos vinculados a la producción agraria, a la vez que posibilitaba elevadas tasas de endeudamiento con relación a ésta. Otra parte de la explicación venía ligada a las crecientes ayudas y subvenciones dirigidas hacia el medio rural, que crecieron notablemente a partir de la adhesión de España a la UE, sobre todo cuando parte de estas subvenciones, no sólo aparecían desvinculadas de la producción agraria, sino que apoyaban los recortes de ésta. La importante transferencia neta que se producía en forma de pensiones hacia el medio rural, habida cuenta el mayor envejecimiento relativo de su población, completaba la afluencia de ingresos ajenos a la producción agraria. Estos análisis remataron la 3ª línea de trabajo enunciada en la Figura 3, sobre los cambios operados en la posición y en la función de la agricultura en la economía española, concluyendo sobre la forma en la que la agricultura había pasado de financiar al resto de la economía a mostrarse cada vez más necesitada de financiación; o también a pasar de ser un importante sector productivo a cobrar importancia como sector asistido... Este tipo de análisis y conclusiones vieron la luz en diversas publicaciones, resaltando quizá por su carácter sintético los artículos publicados en las revistas Agricultura y Sociedad, Política y Sociedad y Catastro[16].

 

Figura 8

 

Conjuntamente con las áreas de trabajo comentadas, fui desarrollando también la 4ª y última línea de trabajo indicada en la Figura 3, la que recae sobre “el metabolismo de los sistemas agrarios” y su incidencia territorial. En el marco mismo de la investigación sobre los latifundios andaluces, apoyada por la fundación March, desarrollé estudios sobre determinados sistemas o aprovechamientos agrarios, cuantificando su funcionamiento tanto en términos físicos como monetarios para analizar, así, su evolución desde perspectivas a la vez multidimensionales y transdisciplinares. Considero especialmente relevante, en este sentido, la monografía sobre el cultivo del olivar, que apareció como artículo en la revista Agricultura y Sociedad (Figura 7). En ésta investigación se analizaba la evolución y perspectivas del cultivo en largo período, matizando con anexos los cambios operados, y en curso, en el sistema de cultivo, apuntando ya hace más de un cuarto de siglo su tendencia a evolucionar hacia el cultivo en marco estrecho, asistido por goteo, como efectivamente ha venido ocurriendo. El título “La crisis del olivar como cultivo “biológico” tradicional”, venía a subrayar el paso de un sistema de cultivo con alto grado de autonomía y estabilidad (al adaptar su marco de plantación a las dotaciones de la reserva del suelo en agua y nutrientes de cada lugar y al asumir la irregularidad de sus rendimientos[17]), hacia un cultivo en el que se estrechaba el marco de plantación y se elevaban y estabilizaban los rendimientos, a costa de hacerlo dependiente de las inyecciones artificiales de agua y nutrientes. Se consiguieron estabilizar así a un nivel elevado los rendimientos, pero a costa de desestabilizar la relación del sistema de cultivo con su entorno ecológico, al vincularlo ahora a la sobrexplotación de acuíferos y al consumo de medios químicos y/o petróleo, ejemplificando el conflicto fáustico en el que se desenvuelve la llamada “modernización” de la agricultura. El análisis en largo período de este cultivo realizado entonces avivó e hizo permanente mi curiosidad por seguir su evolución, lo que me permitió volver  sobre el tema veinticinco años después, animado y apoyado por otros especialistas, como veremos más adelante.

Esta línea de trabajo culminó en un ejemplo que, además de arrojar conclusiones claras sobre el comportamiento de los sistemas de cultivo analizados, establece los principios de una metodología modélica para este tipo de análisis, tratando conjuntamente las dimensiones ecológicas con las monetarias. Se trata de la investigación que desarrollé en colaboración con el ingeniero agrónomo José López Gálvez que dio lugar al libro titulado “Sistemas de producción e incidencia ambiental del cultivo en suelo enarenado y en sustratos” (Figura 7). Esta investigación -realizada con el apoyo de la Fundación Argentaria[18] y de la Estación  Experimetal “Las Palmerillas”[19], dependiente de la Caja Rural de Almería- se construyó sobre el diseño de la toma de datos experimentales, durante dos años, de todos los flujos físicos y monetarios relacionados con un cultivo de tomate (incluyendo agua aportada y lixiviada, radiación solar, temperatura, tratamientos, tiempos de trabajo, etc.) practicado con distintas opciones en el manejo de suelos y/o sustratos. Las distintas opciones de cultivo consideradas convertían la función de producción del cultivo en una verdadera funcional, o familia de funciones, con sus correspondientes vectores de entradas y de salidas físicas y monetarias, incluyendo entre las salidas, no solo los productos, sino también los residuos[20]. Todo lo cual permitía reconstruir en cada caso el metabolismo del cultivo, calculando sus exigencias en recursos y su generación de productos y residuos por unidad de superficie, estableciendo las correspondientes ratios de contaminación por unidad de producto o de superficie. Este tipo de análisis incluía también la síntesis en términos de energía de los sistemas de cultivo, con los correspondientes balances y ratios de eficiencia, así como el análisis de la precocidad y la calidad dietética de los productos. Todo ello acompañado de los correspondientes indicadores de rentabilidad, con sus tasas internas de rendimiento, que permitían  evaluar en términos financieros cada proyecto de inversión de acuerdo con los enfoques establecidos en este campo.

Una de los principales méritos de la metodología aplicada es que relativiza los presuntos óptimos que ingenuamente atribuye ―en su reduccionismo monetario― el análisis económico habitual coste-beneficio. En efecto, si se aplica un enfoque abierto y multidimensional como el que ejemplifica el estudio comentado, ni siquiera en un caso tan simple como el de un cultivo de tomate es posible descubrir un sistema óptimo, sino detectar las contradicciones que se observan entre las ratios de rentabilidad y los de eficiencia, contaminación y/o calidad dietética de los productos, de las distintas opciones consideradas, lo que resulta de gran interés para orientar las políticas. El sistema permite, ciertamente, descartar las opciones que resultan peor en todos los aspectos considerados: las que son a la vez menos rentables, menos eficientes, más contaminantes y arrojan productos de peor calidad dietética. Pero si, como ocurría en el caso analizado, algunas de las opciones más rentables son las que muestran un manejo de los recursos más ineficiente y/o más contaminante y generan, además, productos de peor calidad dietética, la conclusión inmediata es que hay que cambiar las reglas del juego económico para hacer que incentiven las opciones más eficientes, menos contaminantes y que generan productos más saludables. El enfoque abierto y multidimensional aplicado induce a relativizar las “señales” de los precios y los costes monetarios, recordando que dependen de un marco institucional concreto que puede cambiarse para hacer que esas “señales” contribuyan a integrar mejor el proceso económico en el medio físico y social en el que se desenvuelve. Este planteamiento induce, así, en suma, a considerar el mercado como instrumento a utilizar a favor de una gestión económica razonable y no como panacea cuyos resultados se dan por buenos por muy absurdos que parezcan.

Está claro que no puedo detenerme a exponer en este texto mis afanes, preocupaciones y conclusiones relacionados con cada una de las investigaciones seleccionadas para ilustrar la evolución de mi trayectoria intelectual. Trataré, así, de seguir frenando mis impulsos a revivir estas preocupaciones y afanes relacionados con la agricultura para subrayar su deriva hacia los recursos naturales y el territorio. En lo que concierne a los recursos naturales, hemos visto que ya desde principios de los setenta empecé a analizar los sistemas agrarios y a tratar de cifrar conjuntamente los flujos físicos y monetarios que integraban su metabolismo. Muy tempranamente subrayé los cambios operados en ese metabolismo utilizando para ello la síntesis de su funcionamiento físico que ofrecía el análisis energético, generando varias publicaciones, entre las que destaca el amplio artículo publicado en 1980, en Agricultura y Sociedad, sobre “Los balances energéticos de la agricultura española”[21], que abrió una línea de trabajo sobre la que he vuelto recientemente, como se indica más adelante. Esta línea se integra en la cuarta área de investigación agraria indicada en la Figura 3, la referente al metabolismo de los sistemas agrarios y a sus relaciones con el entorno, que había desarrollado ya ampliamente antes de empezar a trabajar, a finales de los ochenta, en el Banco de Crédito Agrícola y, a mediados de los noventa, en la Fundación Argentaria.

Mis preocupaciones sobre el funcionamiento y la evolución de los sistemas agrarios derivaron pronto hacia estudios con implicaciones territoriales claras, habida cuenta que tales sistemas se desenvolvían por fuerza en territorios concretos y coevolucionaban con ellos, interaccionando a la vez con sus ecosistemas y paisajes. Lo cual dio lugar a estudios regionales, como los que originaron el libro Extremadura saqueada, sobre el que volveremos más adelante, aquel otro sobre la agricultura y las aguas subterráneas en el área Guadiana-La Mancha[22] (Figura 9) y el texto sobre las consecuencias ecológico-territoriales de la “modernización” de la agricultura española, recogido en el libro Naturaleza transformada, coordinado por Manuel González de Molina y Joan Martínez Alier (Figura 9). Este último texto subraya que los años del “desarrollo” de la agricultura española pasarán a la historia como los del gran deterioro de los ecosistemas y paisajes del territorio peninsular. Esta conclusión se apoya en el análisis de las consecuencias degradantes que tuvieron los cambios en el metabolismo de la agricultura sobre las aguas, los suelos y la biodiversidad y topodiversidad del territorio, que aparecieron eclipsados por los enfoques económicos ordinarios, que magnificaron los logros en el aumento de ingresos y rendimientos y en la sustitución de la mano de obra, pero que cerraron los ojos ante el lado oscuro del proceso, ligado a su mayor dependencia y vulnerabilidad y a sus efectos degradantes sobre el entorno, que marcan su inviabilidad o insostenibilidad a largo plazo.

Los absurdos de la gestión del agua en La Mancha me hicieron volver sobre el tema en repetidas ocasiones. Tras un artículo en la Revista de Estudios Regionales[23], introduje el libro de Juan Serna y Mario Gaviria La quimera del agua[24], preparé un manifiesto contra el trasvase Tajo-La Mancha para la Fundación Nueva Cultura del Agua y actualicé el tema, primero, en un capítulo de mi libro con Antonio Estevan titulado Ideas y propuestas para una nueva política del agua (Figura 15) y, después, en el amplio informe que preparé sobre el Trasvase Tajo-La Mancha, con José María Gascó y Gregorio López Sanz[25], con motivo del dictamen para una comisión de expertos constituida por iniciativa de la UE (nuestro informe y dictamen están accesibles en la página Web de la Fundación Nueva Cultura del agua: http://www.fnca.unizar.es).

 

Figura 9

 

Mis preocupaciones sobre la relación de los sistemas agrarios con el agua y los suelos contribuyó a poner en marcha, codo a codo con Ramón Garrabou, catedrático de Historia Agraria, un grupo de técnicos e historiadores dispuestos a reflexionar conjuntamente sobre el tema. Pues se apreciaba que los historiadores agrarios, habituados a trabajar en archivos para recabar y estudiar acontecimientos, datos e instituciones, no estaban familiarizados con las disciplinas que analizan las relaciones entre la vegetación, el agua, los suelos,…, a la vez que los técnicos en agua, suelos o ecosistemas agrarios, carecían por lo general de la perspectiva histórico-institucional propia de los historiadores. La exigencia de integrar ambos aspectos para bien analizar el funcionamiento y evolución de los sistemas agrarios explica el interés que para todos tuvieron los diversos encuentros que promoví con Ramón Garrabou para analizar la relación de los sistemas agrarios con el agua y el suelo: fruto de ellos surgieron los dos libros sobre el agua y el suelo en los sistemas agrarios desde una perspectiva histórica, publicados en la Colección Economía y Naturaleza de la Fundación Argentaria (recogidos en las Figuras 10 y 11). En el caso del agua estos estudios entroncan con otros más específicos sobre el tema que coordiné en el marco del Programa Economía y Naturaleza de dicha fundación y, muy especialmente, con el importante volumen sobre La gestión del agua de riego (Figura 10) que coordiné con José López Gálvez, sobre el que volveré más adelante.

 


Figura 10


Figura 11

 

Creo que esta línea de reflexión aportó y afianzó, aspectos fundamentales para la interpretación de la historia agraria en nuestro país, que venían siendo soslayados por una investigación histórica tributaria de los enfoques económicos ordinarios. Estos enfoques estaban gobernados por la metáfora de la producción y la mitología del crecimiento económico, como instrumentos de medida de los avances de los países en la senda de modernidad y progreso supuestamente lineal e indefinida. Este enfoque reduccionista permitía clasificar a los países y a sus agriculturas en desarrollados y subdesarrollados,…o atrasados y modernos, alimentando las preocupaciones antes mencionadas por el “atraso” de la agricultura y la economía española. A la vez que hacía de la función de producción ordinaria[26] el altar en el que debía oficiar la historia económica. Tal función al enjuiciar el proceso agrario atendiendo solo a sus entradas y salidas monetizables, dejaba de lado el grueso de los intercambios de la vegetación con el agua y los suelos, induciendo a errores de interpretación manifiestos. Por ejemplo, se achacaba a la escasa aplicación de fertilizantes por hectárea los bajos rendimientos en relación con otros países situados al norte de los Pirineos, ignorando que la falta de agua ―no incluida entre los factores de producción y ausente, incluso, en los anuarios del Ministerio de Agricultura― era el principal factor que limitaba los rendimientos. Recientemente se empieza a considerar solo el agua artificialmente dirigida y facturada a los regadíos, ignorando que el grueso del agua se consume en los secanos, dada la mayor superficie de éstos.  Esta ignorancia es grave, ya que el agua, no solo es la principal materia prima en tonelaje que interviene en la fotosíntesis, sino que es a la vez un nutriente que ejerce como vehículo de los otros nutrientes.  Por lo que la falta de agua impedía aplicar dosis de fertilizantes similares a las aplicadas en países de clima húmedo, so pena de quemar los cultivos. Solo más recientemente, cuando la mecanización permitió hacer labores más profundas y en los momentos adecuados, se pudo aumentar la reserva de agua de los suelos y, con ello, la fertilización y los rendimientos en los secanos. Además de que la enorme ampliación de los regadíos, al romper la limitación de agua en los suelos, permitió multiplicar los rendimientos, incluso, a cultivos que antes eran tradicionales de secano, como son el olivar o el viñedo. Algo parecido ocurría con la fertilización en los sistemas agrarios: desde el enfoque económico ordinario solo figuraban los fertilizantes facturados, ignorando las prácticas mucho más complejas de la agricultura tradicional en la gestión de los aprovechamientos agrarios y el territorio, que habían incentivado la misma función de los suelos como fábrica de nutrientes, que trascendía el dogma agronómico del balance de nutrientes[27]. Los trabajos mencionados permitieron desentrañar, entre otras muchas cosas, un curiosa paradoja, al explicar por qué se había mantenido la fertilidad de los suelos durante milenios, sin a penas aportar fertilizantes y con un déficit aparente de éstos, mientras que en los últimos tiempos, a la vez que se aportan muchos más fertilizantes de los que necesitan las plantas, se observa un marcado deterioro de los suelos.

El silencio que mantuvo ante nuestras publicaciones la comunidad científica de historiadores imbuida por los enfoques económicos convencionales y por la preocupación de explicar el consabido “atraso”, hizo que algunos de los participantes en nuestra línea de trabajo tuvieran la iniciativa de sacar un libro que, a modo de manifiesto, pusiera las cosas en su sitio, subrayando lo descarriado e infecundo de esos enfoques y aportando visiones más amplias de la historia agraria de nuestro país. Este libro forzó al fin la polémica, que aparece recogida en las páginas de la revista Historia Agraria que se cerró con un artículo mío que, tras racionalizar los principales aspectos debatidos, no tuvo respuestas (Figura 12).

 

Figura 12

 

En la misma Figura 12 se presenta un artículo posterior mío en colaboración con Óscar Carpintero, que repasa y actualiza la bibliografía y los análisis sobre los balances energéticos de la agricultura española, enjuiciando en larga perspectiva los cambios tecnológicos operados en ella. Estos artículos testimonian que, aunque había desplazado mis reflexiones hacia los otros campos descritos a continuación, no había abandonado por completo los temas agrarios. Así lo atestigua también un trabajo aún más reciente que hice, animado por José Ramón Guzmán y en colaboración con él, actualizando mis reflexiones sobre el olivar[28].

Recursos naturales y territorio

En el apartado anterior hemos visto cómo mis preocupaciones agrarias fueron desplazando mi atención hacia los recursos naturales y el territorio, que corresponden a las rúbricas (2) Recursos naturales y (3) Territorio y sistemas urbanos, de la Figura 1, con la que  empecé sintetizando mis principales líneas de trabajo. En este apartado seleccionaré algunas de mis investigaciones específicas sobre estos temas, pero antes quiero recordar que, tal y como se refleja en la Figura 13, su tratamiento se encuentra relacionado con las otras áreas temáticas (4), (5) y (6) que han ocupado mi reflexión y que comentaremos más adelante.

 

Figura 13. Recursos naturales y territorio

 

También considero que el trabajo que desempeñé como funcionario del Ministerio de Economía y Hacienda, entre 1983 y 1988, orientado a incorporar los recursos naturales y/o el “medio ambiente” en la planificación económica, influyó de forma importante en mi deriva hacia el tratamiento de los recursos naturales y el territorio. Cuando fui nombrado con este fin, en 1983, Vocal de la llamada Junta Asesora Permanente de la Secretaría de Estado de Economía y Planificación, propuse un plan de trabajo tendente a paliar el usual divorcio entre economía y naturaleza, que incluía la creación de una Comisión Interministerial de Cuentas del Patrimonio Natural presidida por el Ministerio de Economía. Este trabajo fue para mí una experiencia muy sugerente, pero también muy frustrante. Fue muy sugerente porque me ayudó a ampliar mis contactos[29] y horizontes profesionales y me hizo reflexionar a fondo sobre la forma de mejorar y coordinar la información sobre los recursos naturales y su relación con el proceso económico. Pero me resultó muy frustrante al no recibir el mínimo apoyo solicitado para desarrollar las tareas propuestas por la Comisión, lo que me hizo abandonar para siempre mi carrera de funcionario.

En principio concebí el proyecto de la citada Comisión creada y presidida por Ministerio de Economía y Hacienda, para paliar desde la base el divorcio antes mencionado entre economía y naturaleza (y/o “medio ambiente”), coordinando y preparando para ello, desde ese ministerio, la información sobre los recursos  naturales en formatos útiles para que fueran tenidos en cuenta en la gestión económica. No en vano el Ministerio de Economía presidía el Comité de Inversiones, en el que había que establecer prioridades, que deberían de incluir consideraciones ecológico-ambientales, además de contar con otros muchos instrumentos de intervención y política económica. Mi propuesta de creación de la Comisión recibió el apoyo del entonces Secretario de Estado de Economía y Planificación Miguel Muñiz y el visto bueno del entonces ministro de Economía y Hacienda Carlos Solchaga, con los que tenía antiguas relaciones de amistad: la Comisión se creó por decreto a finales de 1985, realizando durante sus dos años y medio de funcionamiento una notable labor de desbroce y de propuestas sobre el tema, resumida en el Anexo 1[30]. Pero cuando se concluyeron los informes de los cinco grupos de trabajo y redacté el informe final de la Comisión con el plan de trabajo en el que se proponían y priorizaban proyectos, con plazos y presupuestos, se obtuvo el silencio como respuesta, evidenciando la falta de interés en promoverlos por parte de la superioridad. En tal caso me quedaban dos opciones, una, seguir trabajando con los escasos medios de que disponía, en un nicho ecológico tranquilo y confortable, o dimitir de mis funciones al no contar con los medios necesarios para acometerlas de forma razonable. Tras seis meses de silencio elegí la segunda opción, ya que consideraba personalmente degradante seguir en esas condiciones (si trabajaban cientos de funcionarios para hacer las Cuentas Nacionales, no cabía pensar que las cuentas de los recursos naturales cayeran del cielo sin dedicarles el mínimo de medios solicitados).  Pedí, así, la excedencia como funcionario y pasé a trabajar al Banco de Crédito Agrícola, como he comentado anteriormente. Creo que mi marcha contribuyó a aclarar las cosas. El hecho de que no se retomara el tema, ni se reuniera jamás tras mi marcha la citada Comisión, confirmó el interés meramente ceremonial, no real, en el tratamiento de estos temas por parte de la superioridad. El divorcio entre economía y naturaleza continúa bien presente en la Administración, haciendo que las principales decisiones sobre el “medio ambiente” no se tomen en el nuevo ministerio que lleva ese nombre, sino que se sigan tomando, sin a penas “consideraciones ambientales”, en los ministerios que tienen competencias sobre la economía, la agricultura, la industria, la energía, el urbanismo,…o las infraestructuras.

Agua

Hemos visto cómo el estudio de los sistemas agrarios me invitó a considerar el tema del agua analizando su mutua relación en los libros antes mencionados. Pero mis preocupaciones por la gestión del agua tomaron vida propia al margen ya de la agricultura, dando lugar a publicaciones específicas. El mismo libro al que hicimos referencia sobre La gestión del agua de riego se centra en dicha gestión y no en la agricultura de regadío. Pero con anterioridad a este libro más específico, había promovido y editado ya otro sobre La economía del agua en España en el marco del Programa “Economía y Naturaleza” de la Fundación Argentaria (Figura 14). Este libro, publicado en 1997, recoge, completa y mejora los materiales de un seminario realizado con anterioridad en el que se discutían los principales problemas del agua en España y se señalaba la conveniencia  de pasar de la política tradicional de promoción de obras hidráulicas de oferta hacia una política que se ocupara de promover la buena gestión del agua y de los ecosistemas y paisajes asociados a ella. Este libro se situaba todavía en la estela de la crítica al proyecto de Plan Hidrológico Nacional de 1993, con el que culminó la política tradicional de promoción de obras antes mencionada, y que no llegó a aprobarse por el doble efecto de la fuerte contestación social y de las graves dificultades presupuestarias que atravesaba el país tras los festejos de 1992.

He completado la Figura 14 con la portada del dossier monográfico que coordiné en la revista Archipiélago, con un título bastante revelador de la problemática de la gestión del agua en España ―“El agua: un despilfarro interesado”― cuya crítica se centraba en el proyecto estrella de un nuevo Plan Hidrológico: el Trasvase del Ebro. Este dossier, se publicó en 2003 en un momento en el que se producían tensas negociaciones entre los políticos del gobierno y los funcionarios de la UE, para conseguir subvencionar dicho proyecto con fondos europeos, que se fueron demorando hasta que fue finalmente desestimado, como consecuencia de las importantes movilizaciones en contra y de las solventes críticas de que fue objeto. Pero más que entretenerme en describir estos conflictos y acontecimientos, creo que interesa señalar que el problema del agua en España y, en el mundo, no solo responde a que se haya multiplicado la población, sino a que se rompió su tradicional adaptación a las disponibilidades de agua de los territorios, originando una sensación de escasez y una presión sobre el agua sin precedentes. Con el agravante de que esta presión invalidó, por sobreexplotación y contaminación, una cantidad de agua muy superior a la efectivamente captada y usada, secando o contaminando las fuentes tradicionales de “aguas libres” que venían siendo utilizadas desde épocas inmemoriales. Con lo cual el abastecimiento de la población y de sus actividades dependió cada vez más de complejas operaciones de captación, bombeo, conducción y tratamiento, que hicieron del agua un “bien económico” productible, consumible y, por lo tanto, facturable, ganando peso los negocios relacionados. Nuestro país es un buen ejemplo de esta espiral en la que el divorcio entre los usos y las dotaciones de los territorios, unido a la mala gestión del agua, crean cada vez mayores daños ecológicos y “déficits” hídricos, que justifican crecientes operaciones de captación, impulsión, conducción y producción de agua, alimentando los negocios relacionados con todas estas operaciones, dando pie al “despilfarro interesado” antes mencionado.

 

Figura 14

 

No puedo comentar aquí el abanico de publicaciones, informes y manifiestos relacionados con la gestión del agua en los que he participado[31]. En ocasiones estos trabajos han sido solicitados por las administraciones nacionales o europeas. En otras son fruto del mero impulso investigador y/o militante a favor de “una nueva cultura del agua” que desarrollé codo a codo con otras personas, generalmente, en el marco de la Fundación que lleva ese nombre y de la que soy socio fundador. En todos ellos ha sido común la reflexión transdisciplinar. Como colofón de esta línea de trabajo, a la que he destinado tiempo y esfuerzos nada despreciables, presento los dos libros que aparecen en la Figura 15, publicados ambos en la colección “Nueva cultura del agua” de la editorial Bakeaz (Bilbao). El de La gestión del agua en España y California, publicado en 1997, une la información recabada por Pedro Arrojo durante su estancia en California con mis reflexiones sobre la gestión del agua en España, extrayendo las enseñanzas que se derivan de los paralelismos y las divergencias que ambas experiencias presentan. El otro libro con Ideas y propuestas para una nueva política del agua, publicado en 2004, recoge el empeño conjunto de Antonio Estevan y mío de aclarar con propuestas lo que se podría hacer con el agua en un momento en el que la derogación del trasvase del Ebro por el recién elegido gobierno del PSOE parecía abrir una etapa favorable a la “nueva cultura del agua”. Se trataba de confirmar que, si seguía sin producirse el desplazamiento desde el continuado empeño de promover obras hidráulicas al de promover la buena gestión del agua, no era porque no hubiera alternativas, sino porque éstas no se aplicaban para seguir alimentando el “despilfarro interesado” que se venía produciendo en torno al agua en España.

 

Figura 15

 

Energía y materiales

Preocupaciones y reflexiones iniciales

Mi interés por la energía se desarrolló al calor de las crisis petrolíferas de los setenta y del debate que originaron. Tomé conciencia entonces de mi desconocimiento sobre estos temas, fruto de mi limitada formación como economista y estadístico, y traté de suplirla con lecturas tan sugerentes como la del libro de Barry Commoner  (1976) The poverty of power (traducido por Ramón Margalef y publicado en 1977 en Barcelona por Plaza&Janés Eds.),… así como estudiando los apuntes y libros de texto de termodinámica utilizados en las escuelas de ingeniería que me pasaban mis sobrinos y amigos. Pude familiarizarme así con los conceptos, las formulas y las unidades de medida habitualmente utilizadas en este campo, para abordar trabajos como los de los “balances energéticos de la agricultura española” antes mencionados y para entrar con conocimiento de causa en el debate generado entonces por el masivo recurso a la energía nuclear que contemplaban los planes energéticos presentados por el gobierno. Además este conocimiento fue suscitándome reflexiones de fondo sobre las perspectivas tan diferentes que ofrecían del proceso económico la termodinámica y la economía convencional.

Como antes indicamos sobre el agua, los conflictos suscitados en torno a la energía nuclear ilustran la simbiosis entre economía y poder que posibilita los negocios indirectos que se suelen esconder tras los grandes proyectos de inversión. El hecho de que a menudo los proyectos tiendan a convertirse para sus promotores en meros pretextos para extraer lucros inconfesables, hace que al desvelar estos lucros se desvele también la inconsistencia de los propios proyectos.

¿Cómo es posible que a principios de los setenta recorriera el país una legión de “personalidades” jurando que si no queríamos “volver al candil” había que sembrar con urgencia la geografía peninsular de centrales nucleares? ¿Por qué tanto empeño y tanta urgencia? Hace tiempo que aclaramos estos enigmas en un Cuaderno (triple) de Ruedo Ibérico[32] cuya portada aparece en la Figura 16. En este dossier, que tuve el placer de coordinar, estudiamos en profundidad el tema llegando a la conclusión de que no era la urgencia de obtener electricidad por ese camino, sino la prisa de determinadas personas en lucrarse manejando hábilmente las cuantiosas inversiones ligadas a la construcción de las centrales, prisa que explicaba el empeño en presentar como “imprescindible” la nuclearización apresurada del país. No cabe resumir aquí las amplias investigaciones recogidas en ese Cuaderno, ni rememorar publicaciones anteriores de interés, sino señalar algunos aspectos significativos para el tema.

Entre los aspectos más significativos del citado dossier destacan los que aclaran las claves del negocio nuclear y sus beneficiarios, de la connivencia de los promotores privados con el Estado y los políticos y de las campañas de imagen orquestadas por el lobby nuclear. El amplio y documentado artículo de 140 apretadas páginas sobre “La configuración del sector eléctrico y el negocio de la construcción de las centrales nuclares”, elaborado por Ángel Serrano y Juan Muñoz, aportaba las claves del primero de los aspectos indicados. Hay que subrayar, en primer lugar, la importancia del negocio nuclear: los proyectos de Plan Energético Nacional de 1975 y 1977 preveían unas inversiones que doblaban ampliamente el capital entonces inmovilizado en el sector, absorbiendo el programa nuclear cerca del setenta por ciento de las inversiones, estimadas además a costes anormalmente bajos que previsiblemente se multiplicarían a la hora de ponerlas en marcha. El artículo mencionado documentaba los estrechos vínculos observados entre los propietarios y directivos de las empresas de generación de electricidad y los de las empresas interesadas en la construcción de las centrales nucleares. Lo cual permitía el manejo instrumental de las eléctricas tanto para promover, con créditos avalados por el Estado, la construcción de centrales nucleares, como para permitir, después, que los constructores inflen a voluntad los presupuestos, y los márgenes, de la construcción. En la parte final de este artículo se constata que las operaciones y equipos tienden a facturarse a precios que, según los casos, llegaron a multiplicar hasta por siete a los precios normales de mercado. La rica información manejada procedía de documentación interna de las empresas, facilitada por la colaboración de técnicos con conciencia del oscuro negocio que había detrás de todo esto[33]. Negocio que enriquecía a un puñado de personas a costa del accionariado disperso de las eléctricas que se suponía que, como luego ocurrió, enjugaría el sobre-coste vía subida de tarifas o con dinero público, ya que el Estado-avalista estaba llamado a responder en última instancia de los créditos destinados a financiar estas operaciones.

El tiempo transcurrido desde entonces permite apreciar con amplia perspectiva la evolución de los acontecimientos, que fueron encargándose de echar por tierra los tópicos entonces enarbolados para defender la deriva nuclear. Algunos sonados accidentes alimentaron a la vez las protestas antinucleares y las crecientes exigencias de seguridad, que contribuyeron a ampliar a la vez los costes y el período de construcción de las centrales, haciendo que ―como suele ocurrir con los megaproyectos― acabaran exigiendo presupuestos muy superiores a los inicialmente previstos. Precisamente en 1977 se publicó un libro breve y contundente titulado Energía nuclear: la ganga que no podemos permitirnos (Nuclear power: the bargain we can’t afford) cuya portada hemos incluido también en la Figura 16. En este libro, tras analizar los costes efectivos de realización de diecisiete centrales estadounidenses se observó que, en media, habían más que doblado a los costes inicialmente presupuestados, concluyendo que, más que ahorrar capitales, la energía nuclear se estaba convirtiendo en un verdadero cementerio de capitales: efectivamente, no era una fuente de energía barata. Pero esto, que era una desventaja para obtener electricidad, se convertía en gran ventaja para engordar el negocio indirecto de la construcción de las centrales. En Estados Unidos, al no recibir el sector los suficientes apoyos del Estado en la época del presidente Carter y al contar con mayor supervisión hacia las prácticas corruptas de las empresas, se dejaron de construir centrales nucleares porque se evidenció que no traían cuenta para obtener electricidad, con independencia de los riesgos y problemas irresueltos que arrojaba esta fuente de energía. Sin embargo se mantuvo bien vivo el negocio de exportar tecnología, equipos nucleares e, incluso, uranio enriquecido a otros países de su esfera de influencia haciéndolos, así, energéticamente dependientes.

 

Figura 16

 

El lobby pronuclear español trató de inclinar a su favor la balanza de la opinión pública promoviendo una potentísima campaña de imagen, cuyas claves pudimos descubrir y denunciar con mayor conocimiento de causa porque, por una configuración astral favorable, cayó en nuestras manos un manual operativo de esta campaña, junto con otra documentación complementaria elaborada por una de las empresas encargada de diseñarla. El artículo titulado “La manipulación de la opinión pública a través del sistema informativo” daba cuenta de ello en el ya mencionado Cuaderno de Ruedo Ibérico. Lo más inquietante es que el citado manual establecía que el eje central de la campaña a desarrollar en la prensa debería realizarse encubriendo su empeño propagandístico y utilizando la opinión favorable a la energía nuclear de firmas conocidas. La mayor parte del presupuesto se destinaba, así, a campañas de prensa que no figurarían en las secciones de publicidad, sino en otras como “editoriales, opinión, entrevistas, reportajes,…” avalados por plumas bien conocidas enroladas y orquestadas por una “red de periodistas-colaboradores” a sueldo encargada de recabar y divulgar la ayuda de “líderes de opinión” [los entrecomillados reproducen expresiones del manual antes citado]. La puesta en marcha efectiva de este diabólico mecanismo apareció confirmada por la copia del cheque que retribuía alguna de estas colaboraciones, que figuraba entre la documentación complementaria a la que tuvimos acceso. Estaba claro que no era espontánea la legión de “personalidades” que defendía con tan sorprendente ahínco la energía nuclear, sino que se veía animada por un plan claro y bien dotado, orientado a “vencer" en esta “guerra de las comunicaciones”, aunque no fuera fácil distinguir entre los cruzados voluntarios y aquellos otros mercenarios de la energía nuclear.

El desenlace final del conflicto vino mediatizado porque la fuerza que ganó un movimiento antinuclear bien informado acabó haciendo mella en las más altas instancias políticas, que acabaron acordando la moratoria indefinida en la construcción de centrales nucleares en España que dura hasta el momento actual, sin que por ello hayamos tenido que “volver al candil”. Pero cuando ya hace tiempo que el tema parecía aclarado y saldado en nuestro país, últimamente cobra de nuevo actualidad. Como si no hubiera ocurrido nada, vuelven a aparecer firmas conocidas que defienden, otra vez, con empeño digno de mejor causa, la urgente necesidad de construir centrales nucleares si no queremos quedarnos descolgados del progreso. Evidentemente, como la avidez del lobby nuclear de inflar y manejar tan grandiosos presupuestos sigue en pié, la presión a favor de la energía nuclear continúa, haciendo que megaproyectos que habían sido hundidos por la participación social informada, vuelvan a aflorar. El reciente desembarco de las grandes empresas constructoras ―enriquecidas por el ya agotado boom inmobiliario y el manejo de los fondos europeos― en la propiedad de las empresas del sector eléctrico no presagia nada bueno, al establecer las relaciones de control empresarial propicias para promover de nuevo el suculento negocio indirecto de la construcción de centrales nucleares, en un país en el que los controles sociales de defensa del accionariado disperso de las grandes compañías son extremadamente laxos, como también lo han venido siendo los relacionados con la obra pública.

Preocupaciones y elaboraciones de fondo

Pero estas preocupaciones y elaboraciones surgidas al calor de las crisis energéticas de los setenta fueron despertando en mí inquietudes más profundas que solicitaban nuevos desarrollos metodológicos. En primer lugar me llamó la atención la disparidad observada entre dos formas de representar el proceso económico: el de la economía convencional y el de esa economía de la física que es la termodinámica. En segundo lugar me preocuparon las lagunas que ofrecía el instrumental de la termodinámica a la hora de aplicarlo a los materiales, que limitaban seriamente su capacidad para orientar la gestión en el mundo actual. Pese a haberme familiarizado con dicho instrumental, era plenamente consciente de mis limitaciones para innovar en el mismo y, por ende, de que esa innovación reclamaba esfuerzos transdisciplinares. Contacté para ello en 1987 con Antonio Valero (químico y termodinámico, catedrático del departamento de Ingeniería Mecánica de la universidad de Zaragoza) al informarme de que algunas de sus preocupaciones podían converger con las mías[34] y desde entonces mantenemos sugerentes relaciones de amistad y colaboración.

Uno de los primeros pasos iniciales de esta relación fue nuestro artículo “sobre la conexión entre termodinámica y economía convencional” publicado en la conocida y añeja revista en foros económicos Información Comercial Española[35] que establece el Teorema de conexión entre ambas, derivado de la axiomática que informa las diferentes lecturas que hacen del proceso económico.  Pues como se indicaba en el resumen, el propósito de este artículo era formalizar, “primero, los puntos de conexión y de divorcio entre termodinámica y economía convencional,… para indicar después, cómo la función del coste exergético y los conceptos que la soportan pueden contribuir a aproximar ambas ciencias sobre la base de aplicaciones cuantitativas comunes”. El clamoroso silencio que siguió a la publicación de este artículo evidencia que el interés de la comunidad científica de los economistas apunta más a seguir monopolizando su campo de estudio, limitado al universo cerrado de los valores monetarios, que a ampliarlo y compartirlo con otras disciplinas. Tuvimos que ser los autores del artículo los que mantuvimos el empeño de ampliar y compartir ese objeto de estudio por los caminos que paso a esbozar a continuación y de romper ese silencio rememorando trabajos pioneros en este campo.

Ese empeño pasó por estudiar y divulgar el libro clave de Georgecu-Roegen (1971) The entropy law and the economic process, que había venido siendo ninguneado entre los economistas. Para ello promoví y presenté desde la Fundación Argentaria ―como director del Programa y de la Colección “Economía y Naturaleza”― la primera y única edición española de esa obra, que salió en 1996, debidamente introducida y contextualizada con estudios biográficos y bibliográficos sobre su autor, un cuarto de siglo después de que hubiera aparecido la edición original (la Figura 17 recoge la portada de esta edición). Óscar Carpintero[36] ―que había empezado asistiendo al curso de postgrado que entonces dirigía desde la Fundación Argentaria[37] y trabajando conmigo en la corrección de pruebas de esa edición― mantuvo viva la reflexión sobre Georgescu-Roegen. Tras trabajar en los archivos de este autor recogidos en la Universidad de Duke, publicó diez años después un libro[38] que invita, no solo a “pensar con Georgescu-Roegen”, sino “más allá de Georgescu-Roegen”, al recoger la estela de aportaciones posteriores que fue dejando su pensamiento, entre las que figuran las de Antonio Valero y las mías, que esbozaremos a continuación.

 

Figura 17

 

Ya en la primera edición de 1987 de mi libro La economía en evolución, sobre el que volveremos más adelante, apuntaba que el avance propuesto hacia una economía abierta y transdiciplinar estaba en mantillas, cuando ni siquiera se contaba con “orientaciones (claras y generalmente admitidas) para ordenar económicamente el reino difuso de la materia” (p. 482 y ss.). Aunque entonces sugería criterios para llenar ese vacío, era consciente de que la tarea me rebasaba, reclamando un esfuerzo transdisciplinar que pude abordar codo a codo con Antonio Valero, cuya formación como termodinámico y doctor en ciencias químicas lo capacitaba bien para ocuparse conjuntamente de la energía y los materiales. Para ello nos propusimos dirigir una investigación con el apoyo conjunto del CIRCE (Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos, del que él era director) y de la Fundación Argentaria (en la que yo dirigía el Programa “Economía y Naturaleza”). De esta manera pudimos contar con un pequeño presupuesto que permitió retribuir a algunos ayudantes de investigación[39] y a dos expertos redactores de monografías[40]. El resultado fue el libro titulado Desarrollo económico y deterioro ecológico, cuya portada recoge la Figura 17, y toda una serie de publicaciones vinculadas al mismo, que no es cosa de detallar aquí[41].

Como no cabe ni siquiera resumir el contenido del libro indicado, nos contentaremos con apuntar sus tres aportaciones, a mi juicio, más relevantes. Una fue considerar y cifrar el funcionamiento del metabolismo de la civilización industrial a escala planetaria, analizando la evolución y comportamiento conjunto de sus flujos físicos y monetarios (comerciales y financieros). Y viendo que la civilización industrial se caracterizaba por apoyar sobre todo su metabolismo en extracciones de la corteza terrestre ―que no solo superaban muy ampliamente en tonelaje a las derivadas de la fotosíntesis, sino que se utilizaban para ampliar estas últimas inyectando energía y materiales en los sistemas agrarios― se trató de estimar el coste físico de reposición de los minerales extraídos. La segunda aportación más relevante del libro consistió, así, en elaborar una metodología que permite calcular el coste de reposición del capital mineral de la Tierra y aplicarla a un conjunto importante de substancias. Se partió para ello de definir la composición química de un estado de referencia a partir del cual se calculaban los costes de formación y concentración de las substancias. Se definió como estado de referencia el estado de máxima entropía hacia el que tiende el planeta Tierra contando con las escasas investigaciones que se habían realizado sobre el tema y mejorando la definición de la composición química de dicho estado de referencia, configurado por una especie de “sopa entrópica” en la que todos los materiales estarían revueltos careciendo incluso de reactividad. Se trataba, así, de calcular el coste de reposición de los minerales, tal y como estaban siendo extraídos a bocamina, a partir de esa especie de “estado muerto” de referencia. Tres tesis doctorales realizadas[42] posteriormente y una más en curso permitieron y permitirán afinar más esta metodología y ampliar sus aplicaciones. La importancia del tema sería manifiesta, si se quisiera estudiar en serio el tema de la sostenibilidad o viabilidad del sistema industrial, pues permite cuantificar la evolución del deterioro de la corteza terrestre, que es la principal causa de los deterioros observados en la contaminación y simplificación de la biosfera. Esta cuantificación se aborda considerando la corteza terrestre como un stock de potencia acumulada que se puede utilizar y disipar más o menos rápidamente, ilustrando el destino prometéico de la especie humana hacia el que nos empujan los medios técnicos y los criterios de gestión desplegados a partir de la revolución industrial. Pues como he comentado a veces, si la vida surgió en la Tierra a partir de una “sopa primigenia”, ahora la civilización industrial, con su potente actividad extractiva y contaminante, está empujando a la Tierra hacia esa especie de “puré crepuscular” que hemos definido como estado tendencial de referencia.

El conocimiento de los costes de reposición de los minerales que componen la corteza terrestre permite suplir una carencia básica de la que adolece el cálculo económico convencional: la que hace que se calculen los costes monetarios considerando solo los costes de extracción de los minerales de la corteza terrestre, pero no los de reposición. Con lo cual se favorece la extracción frente al reciclaje al invitar a utilizar y dispersar impunemente esas rarezas que son los yacimientos que contienen minerales con leyes que se sitúan muy por encima de la media de la corteza terrestre, empujando a ésta hacia mayores niveles de entropía que la acercan al “puré crepuscular” tomado como estado de referencia. El conocimiento de los mencionados costes de reposición permitiría suplir esa carencia, utilizándolos para calibrar “tasas de reposición” que pesen de alguna manera en la formación de los precios, para favorecer el reciclaje frente a la extracción.

La tercera aportación más importante del libro es la definición de la relación sui generis entre el coste físico y la valoración monetaria que resulta de las reglas del juego económico imperantes. Esta relación no solo condiciona el metabolismo económico estudiado, sino que define implícitamente el modelo territorial resultante: el que escinde los territorios en núcleos atractores de capitales poblaciones y recursos y áreas de abastecimiento y vertido. Al trascender el reduccionismo monetario sobre el que se asienta la economía convencional, el análisis conjunto de la formación de los costes físicos y de la valoración monetaria permitió apreciar que la asimetría entre ambos, no solo se deriva del hecho de que la valoración ignore el coste de reposición de los productos primarios, sino que afecta a todo el proceso económico, acentuando a lo largo del mismo el crecimiento más que proporcional de la valoración monetaria con relación al coste físico. Este comportamiento ha sido formalizado, ejemplificado y bautizado con el nombre de “Regla del Notario”, en el libro que estamos comentando. Por otra parte, como maticé posteriormente, el “Teorema de conexión” antes mencionado permite distinguir dos tipos de asimetría en la evolución del coste físico y la valoración monetaria de los procesos: “uno, derivado lógico de los postulados de la termodinámica y de la economía estándar y otro fruto de condicionantes ideológicos e institucionales”[43]. Este tipo de análisis resulta fundamental para corregir las raíces económicas del deterioro ecológico. Pues éstas arrancan, entre otras cosas, de valorar las mercancías por su mero coste de obtención, haciendo abstracción de la “mochila de deterioro ecológico” que conllevan. Nuestro trabajo aporta criterios para evaluar el coste físico completo que arrastra la obtención de los productos[44], como primer paso para  paliar, con el establecimiento de normas adecuadas, la actual asimetría entre el coste físico y la valoración monetaria que formaliza la “Regla del Notario”. Si a esto se añade una especialización territorial creciente entre los territorios abastecedores de productos primarios y aquellos otros que se ocupan de las fases finales de comercialización y gestión económico-financiera, el resultado es la polarización territorial antes comentada, sobre la que volveremos más adelante. Una vez más el agudo silencio con el que respondió la economía académica (convencional) imperante a estos trabajos, denota su escaso interés por abrir, ampliar y compartir sus reflexiones sobre lo económico. Lo que no quita para que existan economistas que han acogido con interés estas elaboraciones, incluso, entre los mejor situados en la jerarquía académica ―es decir, los que han alcanzado el nivel de catedrático o profesor de investigación (como, Joan Martínez Alier, Ramón Garrbou,…o Federico Aguilera)― denotando que actualmente la comunidad científica de los economistas dista mucho de ser monolítica.

Metabolismo y Territorio

Ya hemos visto como fui desarrollando el análisis de los sistemas agrarios en términos de metabolismo, integrando no solo los flujos físicos de agua, energía y materiales, sino también los monetarios. Solo cabe añadir aquí que tuve el empeño de aplicar estos enfoques para estudiar el funcionamiento de los sistemas económicos a distintos niveles de agregación: local, regional, estatal e, incluso, como hemos visto[45], a escala planetaria. Veamos ahora cómo el análisis del metabolismo de los sistemas se asoció a cuestiones y estudios territoriales.

La Figura 18 recoge las portadas de dos de mis primeras publicaciones en las que analizo el metabolismo de la aglomeración madrileña. El primer libro cuya portada aparece en la Figura 18, resume una investigación más amplia que hice, en colaboración con el ingeniero industrial y estadístico José Frías, para la Consejería de Economía de la Comunidad de Madrid, en la que había por aquel entonces personas sensibles a estos enfoques[46]. El cálculo de los flujos de energía, agua, materiales, información,… y dinero, permite conocer las claves de funcionamiento de esta megalópolis y abordar, con conocimiento de causa, políticas que racionalicen su gestión, apoyadas en los diagramas de flujos que se ofrecían en el trabajo para los principales grupos de actividades, productos y residuos (alimentación y bebidas, construcción, cemento,…), cerrando así los balances de materiales en cada caso. Pero más que detallar aquí el contenido de esta investigación, interesa subrayar que, al describir la fisiología de la conurbación madrileña, se complementa con otra investigación que había promovido anteriormente sobre la anatomía de la misma, que toma el territorio como lugar de síntesis: se trata de un estudio[47] sobre los cambios operados en la ocupación del suelo de la Comunidad o provincia de Madrid (CM) entre 1956 y 1980. Este estudio, sobre el que volveremos más adelante, se realizó por fotointerpretación en 1984 y abarcó toda la superficie geográfica de la CM, ofreciendo para los dos años considerados información a la vez cartográfica y numérica, que cruzaba las calidades y usos del territorio, para cada uno de los más de 180 municipios de la CM. Tempranamente se aplicó para ello un enfoque matricial que luego sería asumido por la UE, enfoque que permitía detectar los cambios operados entre un stock inicial y un stock final de ocupación del suelo, considerado como elemento contable, constituido por la superficie geográfica del territorio considerado. Lo cual permitió conocer la “huella” territorial efectiva que había generado la expansión urbana, relacionando el metabolismo de la conurbación con sus servidumbres en el territorio de la CM y/o con su importación neta de energía y materiales. Destacó entonces su creciente ineficiencia, así como la tendencia a ocupar los suelos de mejor calidad agronómica, desatendiendo la exigencia de adecuar los usos a las vocaciones de los territorios. Aspectos todos estos esenciales para hacer una gestión razonable del metabolismo de los sistemas urbanos y de su reflejo territorial.

 

Figura 18

 

La Figura 18 incluye también la portada del volumen 12 el Plan Estratégico elaborado por Promadrid, que recoge la monografía que me solicitaron al efecto, uniendo las aproximaciones realizadas en los trabajos anteriormente mencionados. En ella se conecta el enfoque del metabolismo con consideraciones territoriales, para cuyo tratamiento colaboró en el proyecto José María Gascó, junto a José Frías y a mi mismo. Por otra parte, como indica el propio título de la monografía ―”Madrid, una megalópolis en busca de proyecto”― ésta ponía el dedo en la llaga de las tribulaciones que comporta buscar orientaciones y estrategias, cuando éstas las marcaba implícitamente desde el poder la potente máquina inmobiliaria de nuestro tiempo.

Desde entonces he venido mejorando, promoviendo y aplicando este tipo de enfoques, que describen el metabolismo de los sistemas urbanos, regionales, estatales,…o planetarios ―analizando sus flujos físicos y monetarios―  y su reflejo territorial ―siguiendo la evolución de los usos y las calidades y vocaciones de los territorios[48]. La Figura 19 da cuenta de dos trabajos importantes en este sentido que vieron la luz, con el apoyo de Fundación César Manrique de Lanzarote, en la Colección “Economía vs. Naturaleza”, que dio continuidad a la anterior Colección “Economía y Naturaleza” después de haber desaparecido la Fundación Argentaria que la promovía[49]. El primero de los dos libros, coordinado por Fernando Parra y por mí, subraya los “rasgos diferenciales” que plantea la gestión de los recursos naturales y el territorio en España, por contraposición a los países situados al norte de los Pirineos, que son los que marcan las prioridades de la “política ambiental” comunitaria, ocasionando inadaptaciones y despropósitos que son comentados en el libro. Tras analizar estos rasgos diferenciales, se concluye que la diversidad es una característica dominante de los recursos naturales españoles, a la que suele asociarse también su fragilidad. “En efecto, la diversidad litológica, geomorfolófica, de suelos, climas y aguas del territorio español, da lugar a una variedad de ambientes que permite albergar una gama de ecosistemas y especies muy superior a las existentes en los otros países europeos más septentrionales…Las políticas con incidencia territorial deberían de tener en cuenta las posibilidades y limitaciones que se derivan de este variado abanico de vocaciones y recursos, para sacar partido de los recursos natrales disponibles sin infligir en ellos graves deterioros. Porque hay que advertir que la fragilidad es también característica común a muchos de los ecosistemas en los que se encuadran estos recursos” (p.321). Lo cual induce a subrayar, entre otras cosas, que “la diversidad de climas, de ambientes, de suelos, de ecosistemas…y de problemas, hacen del territorio español un lugar idóneo para instalar en él una suerte de universidad europea del medio natural… [pues] Precisamente la mayor complejidad y dificultad que entraña la gestión de los recursos naturales en nuestro país debería servir de acicate para desarrollar investigaciones y modelos de gestión que aporten soluciones adaptadas…[pero] Para que tal cosa ocurra, habría que revalorizar este tipo de trabajos en el ranking de prioridades de la Administración española en general y, muy en particular, en lo tocante a la investigación científica, en buena parte víctima de preocupaciones y criterios de valoración foráneos” [como también] “la Administración española tendría que dejar de ser el convidado de piedra que hasta ahora ha sido en el diseño de la política ambiental de la Unión Europea” (p.335).

 

Figura 19

 

Especial interés ofrece el otro libro de esta misma Colección cuya portada recoge la Figura 19. Este libro contiene un notabilísimo esfuerzo investigador con el que culmina la metodología y la aplicación de los enfoques en términos de metabolismo y la huella ecológica, para analizar el funcionamiento de la economía española durante el último medio siglo. Es el principal resultado de la tesis doctoral de Óscar Carpintero, que tuve el placer de dirigir. Como señalo en su introducción, este libro “da un paso de gigante en la clarificación de los problemas ecológico-ambientales que plantea la economía española. Pues, tras establecer el instrumental necesario para ello, cuantifica los flujos físicos que ha venido moviendo la economía española, con sus incidencias ambientales y territoriales, durante los últimos cincuenta años. ¿Cómo es posible que la Administración y la investigación española hayan venido ignorando aspectos tan relevantes?...El hecho de que una sola persona haya podido cubrir satisfactoriamente esta laguna explotando las fuentes de información disponibles, sin más apoyo que su afán investigador, denota que su desatención no es tanto una cuestión de falta de medios, como de metas y enfoques adecuados para tratar en serio los problemas ecológico-ambientales que, al parecer, tanto preocupan” (p.23) lo que reiteradamente pude confirmar[50].

Después de haber estudiado, con José Frías, el metabolismo de la conurbación madrileña en 1984, preparamos un proyecto para aplicar la metodología al conjunto de la economía española. Recuerdo que visité a la persona entonces responsable de “medio ambiente” en la Administración española a fin de solicitarle apoyo para desarrollar el proyecto orientado a conocer el metabolismo de la economía española: me dijo que no estaba interesado en ello y que creía que “cuanto menos se supiera mejor” para capear el temporal desde su cargo. Recuerdo que acogí su respuesta con desazonada sorpresa, pero también con agradecimiento por su sinceridad. Al parecer tenía bien claro que la función de su departamento era ayudarnos a convivir con los problemas ecológico-ambientales mediante oportunas campañas de imagen y no estudiar las causas de los mismos para tratar de paliarlos reconvirtiendo el metabolismo económico que los originaba.

Tras haber estrechado lazos de amistad y colaboración con Óscar Carpintero le sugerí el tema esbozado en el proyecto que la Administración había desechado, como posible objeto de tesis y lo acogió con entusiasmo. La calidad de su trabajo superó todas mis expectativas. Además de cifrar con la mayor solvencia posible los requerimientos en energía y materiales de la economía española y su huella de deterioro ecológico, los relacionó con el análisis pormenorizado de los flujos monetarios, comerciales y financieros, iluminando los procesos llamados de “producción” y “desarrollo económico” desde perspectivas mucho más amplias de las habituales y mucho más reveladoras de sus exigencias y consecuencias ecológico-ambientales.

El análisis en términos de metabolismo me ayudó también a interpretar las relaciones entre los territorios. Un libro pionero en este sentido fue Extremadura saqueada (1978), cuya portada aparece en la Figura 20. En este libro colectivo[51] apliqué por primera vez el enfoque depredador-presa para interpretar las relaciones de dominación económica y expolio ecológico que se observan entre los territorios. La metáfora depredador-presa permitió ejemplificar la tendencia ―antes señalada― a ordenar el territorio en núcleos atractores de capitales, poblaciones y recursos y áreas de abastecimiento y vertido. Entonces se analizó ya cómo los grandes núcleos, como Madrid o Barcelona, no solo recibían de Extremadura los cuantiosos flujos netos de materiales, energía y mano de obra cuantificados en el libro, sino que además succionaban el ahorro extremeño a través del sistema financiero, cerrando así el círculo de la dominación económica y/o “pobreza” de ese territorio, que posibilitaba su expolio ecológico. Posteriormente ―en Naredo y Valero (dirs.) (1999)― conseguí[52] cuantificar este modelo a escala planetaria, saldando el comercio de los países ricos y calculando su posición deficitaria en tonelaje, que confirma su condición de receptores netos del resto del mundo. Y esta entrada neta de recursos medida en términos físicos no se equilibraba ya en términos monetarios. La valoración sesgada por la Regla del Notario en detrimento de los productos primarios no permitía ya a países ricos, como Estados Unidos, Reino Unido,…o España, saldar su desequilibrio exterior mediante el comercio. No era la balanza de mercancías la que saldaba ya sus cuentas, ni siquiera la de servicios, sino el intercambio financiero, en el que estos países actuaban como atractores del ahorro del mundo, como Madrid o Barcelona lo hacían del ahorro de Extremadura y de otras zonas abastecedoras “periféricas” o “excéntricas”. De esta manera, los intercambios comerciales y financieros explican que, al igual que existe un flujo de baja entropía que va desde la presa hacia el depredador, se observa también un flujo semejante que va desde el resto del mundo hacia los países ricos. Lo cual demuestra que el “desarrollo” es hoy un fenómeno posicional, en el que los países ricos trascienden las posibilidades que les brindan sus propios territorios, y sus propios ahorros, para apoyar su intendencia utilizando los recursos (y los sumideros) del resto del mundo. Lo que evidencia la imposibilidad de generalizar los patrones de vida y de comportamiento de los países ricos al resto del mundo. La existencia de países ricos se vincula hoy al hecho de que otros no lo son, al igual que no cabe concebir la existencia de depredadores sin la existencia de presas. Pero en el caso de los países, regiones, núcleos o personas privilegiados, esta relación no se apoya en la existencia de dientes, garras,… o en la mayor corpulencia de los depredadores, sino en las reglas del juego económico, que les otorgan la propiedad, el poder y los medios técnicos de intervención necesarios para mantener sus posiciones.

 

Figura 20

 

Los análisis antes mencionados del metabolismo económico a escala planetaria me indujeron a reflexionar sobre la evolución de la incidencia ejercida por la especie humana sobre la Tierra. Como por lecturas diversas había llegado a conocer los materiales del monumental simposio “Man’s Role on Changing the Face of the Earth”, celebrado en 1955 en EEUU, me apeteció conmemorarlo actualizando sus reflexiones que, lamentablemente, se habían visto eclipsadas por aquellas otras relacionadas con el “cambio climático”. Para ello propuse a la Fundación César Manrique realizar un seminario para reflexionar con profesionales de diversos campos sobre “la incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra”. El seminario se celebró en 2003 en la isla de Lanzarote, contando con el apoyo y la excelente acogida de la Fundación, que  permitió a los participantes compartir unos días de intercambio humano e intelectual sugerente, que acabaron fraguando en el libro que se publicó después ―coincidiendo con el cincuenta aniversario del simposio de Princeton― en la Colección “Economía & Naturaleza”[53]. El hecho de que este libro (cuya portada recoge la Figura 20) recaiga sobre temas de especial interés para las personas vinculadas a Geocrítica,  como son los relacionados con la evolución del pensamiento y la investigación geográfica, me inducen a comentar sumariamente el propósito y el contenido del mismo.

Creo que el primer párrafo que redacté sobre el propósito del seminario y el libro es bastante revelador de mi punto de vista sobre el contexto actual que lo generó: “A medida que los problemas ecológico-ambientales se fueron agravando, la reflexión y los encuentros internacionales originados desplazaron su centro de interés desde el territorio hacia el clima. Este desplazamiento no es ajeno a la cada vez más evidente dificultad de reconvertir los modos actuales de gestión que inciden sobre el territorio y los recursos planetarios: esta dificultad indujo a abrazar falsos pragmatismos ingenuamente orientados a corregir los efectos (el cambio climático) sin preocuparse de atajar las causas (el uso de la Tierra y sus recursos). Porque, para ayudarnos a convivir con nuestros males, la mente humana tiende a creer que los problemas pueden solucionarse con reuniones, conjuros institucionales u otros gestos dilatorios, sin necesidad de cambiar el contexto que los genera. El presente libro trata de superar estas ilusiones para reflexionar con realismo acerca de la incidencia de la especie humana sobre la Tierra. Para ello se ocupará preferentemente sobre esta incidencia (el manejo actual del territorio y los recursos planetarios y las reglas del juego que lo impulsan) y sobre la conciencia que se tiene de ella” (p.7).

El libro toma como punto de partida de sus reflexiones la documentación del mencionado Simposio de 1955 y termina reproduciendo, en un anexo comentado, la traducción de algunos de sus textos más emblemáticos. Se ofrece así un homenaje implícito a las personas que entonces animaron los análisis globales sobre la incidencia de la especie humana sobre la “faz de la Tierra” (Sauer, Mumford y Glacken, entre otros) cuando cincuenta años más tarde ―en plena era de la “globalización” y de los satélites― estos análisis, en vez de haberse consolidado, decayeron sensiblemente. La parte central de libro sitúa en perspectiva y retoma el hilo abandonado de razonamiento del primer Simposio de 1955 (cuando los problemas y los medios disponibles piden hoy a gritos su desarrollo) con la perspectiva que ofrece el medio siglo transcurrido desde entonces y con ánimo de trascender la reflexión sesgada y, por omisión, encubridora de nuestros días.

Para ello, el libro empieza con un bloque de tres capítulos que analiza el caldo de cultivo ideológico-institucional que ha venido orientando las reflexiones sobre el lugar que ocupa la especie humana en la biosfera y sobre las disciplinas encargadas de analizarlo. El análisis realizado por J. Grinevald, H. Capel y P. Starrs, desde el ángulo de la filosofía de la ciencia y de la historia del pensamiento y la cultura, empieza por situar en un contexto muy amplio este género de preocupaciones, para irlo concretando después y vinculando a los enfoques geográficos, hasta llegar a los artífices de la “escuela” de geografía histórica e institucional ―entonces muy influyente en la universidad de Berkeley― que promovieron el simposio de 1955 y al posterior desenlace, con el triunfo de una geografía "cuantitativa" que, paradójicamente, no contribuyó a cuantificar a escala agregada la incidencia de la especia humana sobre la faz de la Tierra.

Le sigue después un bloque de capítulos sobre temas más aplicados. El primero de ellos, a cargo mío, suple un vacío notorio observado en el simposio de 1955: este simposio no llegó a desbrozar el núcleo duro de ese motor económico que aceleraba la incidencia de la especie humana en la biosfera, guiado, ya fuera por el afán de lucro, o por el productivismo tecnolátrico de la planificación imperativa soviética. Esta laguna de reflexión económica afectó a la propia estructura del Simposio, que carece de ponencias sobre el tema, justo cuando tras la Conferencia de Breton Woods, en 1944, se estaban creando las instituciones que perpetuaron el predominio del dólar en el mundo y la condición de banquero mundial de los EEUU, potenciando la expansión “global” del motor económico-financiero que explica la dimensión también “global” del creciente deterioro ecológico-ambiental y hasta la misma desaparición del antiguo bipolarismo político. Para llenar  este vacío mi texto recae sobre las reglas del juego económico-financiero que mueven el metabolismo de la sociedad actual, originando los procesos de deterioro ambiental y de polarización social y territorial antes apuntados, que desmontan la quimera de la salvación universal por el crecimiento económico.

Los capítulos siguientes relacionados con el territorio subrayan el cambio producido en el modelo territorial durante la segunda mitad del siglo veinte. Los textos de R. Margalef y F. Parra destacan, entre las tendencias en curso, la inversión observada en los modelos de ordenación territorial, desde un mar de ruralidad naturalizada con  islotes urbanos unidos por un viario tenue, hacia un mar metropolitano servido por potentes infraestructuras de transporte con islotes de ruralidad y naturaleza en deterioro que se pretenden ahora “proteger”. La creciente actividad constructiva, con sus servidumbres e infraestructuras, con sus extracciones y vertidos, representa una impronta cada vez más fuerte sobre el territorio, lo que no solo causa un quebranto en la diversidad y salud de los ecosistemas, sino que ha empequeñecido el sistema de transporte geológico montaña-río-cuenca de sedimentación, suplantándolo por el sistema cantera o mina-carretera-ciudad. Aspectos estos que analiza y cuantifica el trabajo de A. Cendrero, constatando que la especie humana es actualmente el principal agente geológico superficial, algo que no tiene precedentes en la historia de la Tierra. Todo ello arrastrado por unas reglas del juego económico que priman la extracción y el deterioro ambiental frente a la producción renovable, el reciclaje y la conservación patrimonial, originando además una creciente polarización social y territorial. Le siguen en este orden de ideas los textos de Valero, sobre el uso de energía y materiales y el coste físico resultante, y de Estevan, sobre el trasporte de mercancías y personas, como elementos colaboradores necesarios en el progresivo deterioro de la base de recursos planetaria y del complejo entramado de organismos, ecosistemas y paisajes que había llegado a tejer la vida evolucionada en la Tierra.

Los capítulos indicados desarrollaron grosso modo el plan del Seminario de 2003. Pero una vez realizado éste me invadió la sensación, compartida por algunos de los participantes, de que habíamos dejado de lado dos aspectos que habían registrado cambios fundamentales desde el simposio de 1955.

Uno es el relativo a las nuevas posibilidades y problemas que plantean la cibernética y los medios de comunicación, que dieron pie a una amplia literatura sobre la nueva “sociedad de la información”. Parecía necesario decir algo sobre el tema, cuando la “revolución informática” estába haciendo realidad, más allá de la biosfera, la creación antrópica de la noosfera anunciada por Vernadski (1945) y retomada en el Simposio de 1955 por Chardin y Mumford, como se comenta en el Anexo del libro. ¿Qué consecuencias tiene sobre el comportamiento humano la tupida red de medios, conexiones y ondas que se despliegan hoy a escala planetaria? Pensé que el libro no debía competir con la amplia literatura que se esfuerza en responder a esta cuestión, sino centrar la respuesta en la incidencia de los media sobre las relaciones sociales y el territorio. Encomendé, para ello, a F. Cembranos una reflexión sobre las alteraciones producidas por la televisión en la mente y el comportamiento de las personas, que condicionan su interacción social en relación con el  poder y el territorio, aspectos  éstos escasamente tratados en el enorme aluvión de literatura sobre la “sociedad de la información” y la “revolución multimedia”. En la introducción que hice al capítulo de Cembranos, explico las razones de esta opción. Valga decir ahora que en una sociedad tan polarizada como la nuestra, la “revolución multimedia” ha tenido consecuencias muy distintas sobre los dos extremos de la pirámide social: sobre el mundo de los negocios, de la política, del poder, del conocimiento, por un lado, y sobre la mayoría de la gente, por otro. Si el manejo activo de la nueva ciberesfera va camino de convertir de la Tierra una especie de “aldea global”, esto es sobre todo para el conglomerado de empresas transnacionales y operadores financieros, de organismos de “inteligencia” y “defensa”, que operan en estrecha ósmosis con el mundo académico y/o de los llamados “creadores de opinión”. Mientras que la mayoría de la gente solo interviene como usuarios pasivos de los nuevos artilugios que devoran su tiempo y, sobre todo, como meros espectadores de televisión. De ahí que a la vez que se construye la aldea global de los ricos, cultos y poderosos, se invade el tiempo antes destinado a construir las relaciones de inmediatez propias de las aldeas locales, los barrios, las tertulias,… que aseguraban la participación de las sociedades en la gestión cotidiana de sus problemas y territorios próximos. Y de ahí que la mencionada “revolución” tenga el doble efecto de debilitar el demos de nuestras democracias, que se muestran cada vez menos participativas, y de posibilitar la dimensión global de los mensajes interesados del poder y los negocios haciendo que lleguen hasta el interior más privativo de lo privado, sentando las bases de una “sociedad teledirigida”[54].

El segundo de los aspectos importantes cuyo tratamiento se echó en falta en el seminario, fue el panorama socio-político, aunque aflorara en algunos de los textos arriba indicados del libro. Sin embargo este vacío fue tratado de forma a la vez escueta y certera en el discurso de clausura del Seminario realizado por Fernando Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique. Ciertamente la labor de la Fundación y de su director en la defensa del patrimonio natural y cultural de la isla de Lanzarote, codo a codo con los movimientos sociales sensibilizados en esta defensa, avala su rica experiencia sobre las dificultades que plantean los instrumentos de mediación política en las democracias de hoy día. Viendo el interés de su exposición, le sugerí, con el acuerdo de los participantes, que plasmara sus reflexiones en el capítulo que acaba cerrando el libro. Esta especie de epílogo tiene, además, la virtud de recordar que las reflexiones del libro acerca de la incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra nacieron en Lanzarote y me pareció un remate digno del mismo que acabaran de alguna manera haciendo referencia a ese territorio insular, exponente de las tensiones e interacciones entre lo global y lo local que jalonan hoy nuestro Planeta.

Las reflexiones territoriales descritas, que van desde la escala regional aplicada a Extremadura (1978) hasta la escala planetaria (2005), se retroalimentaron con otras más generales o más concretas y aplicadas. Entre las primeras, destaca la denuncia que hice del marco poco propicio para utilizar el territorio como lugar de síntesis de nuestros análisis, que genera el “oscurantismo territorial de las especialidades científicas”, con un texto que lleva ese título en un libro coordinado por antropólogos e historiadores sobre La tierra. Mitos, ritos y realidades[55]. Entre las segundas, destacan las más numerosas reflexiones y publicaciones relacionadas con la construcción y el urbanismo que me fueron acercando a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica (ETSAM) de Madrid y que explican mi actual vinculación a ese centro como profesor ad honorem. Recuerdo que ya en 1982 publiqué un texto de más de cien páginas mecanografiadas sobre “La Ordenación del Territorio: sus presupuestos y perspectiva en la actual crisis de civilización”, en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid[56], con motivo de un Curso de Ordenación del Territorio celebrado en dicho Colegio. Como se indicaba en la introducción, este curso apuntaba a reflexionar críticamente sobre los planteamientos y las “verdades” que, pese a estar en plena quiebra, “se seguían difundiendo como un cuerpo doctrinal indiscutible en esa materia”. Entre los ponentes del curso figuraba, el primer lugar, el propio presidente del Colegio, Emilio Larrodera, seguido de personas tan bien conocidas en la profesión como Fernando de Terán,…o Juan Antonio Ridruejo, siendo el director-coordinador del curso, Emilio Casals, del Cuerpo Especial de Arquitectos del MOPU y director por parte de ese ministerio del trabajo sobre la ocupación del suelo en Madrid antes mencionado, que por aquel entonces estábamos realizando. Este tipo de reflexiones aparecen replanteadas desde el ángulo de la cuestión urbana y renovadas en un artículo publicado, casi veinte años más tarde, con el título “Ciudades y crisis de civilización”[57], que se complementa con el marco más general y territorial que presenta el texto anterior.

Valga lo anterior para indicar que desde hace ya décadas he venido reflexionando sobre territorio y urbanismo y manteniendo relación con profesionales de este campo. Buena parte de estas inquietudes y relaciones proceden de que mi compañera María Molero trabajó sobre estos temas en la antigua Comisión de Planeamiento del Área Metropolitana de Madrid (COPLACO) abriéndome, así, interesantes horizontes humanos y profesionales. Pues este organismo contó con un grupo de personas con una calidad profesional y humana irrepetible, que se disgregó después con la disolución del organismo y el abandono del planeamiento supramunicipal ocurridos ya durante la democracia. A la vez que se liquidaron este planeamiento y este organismo, como residuos supuestamente obsoletos de un intervencionismo franquista, se fue dando de hecho cada vez más carta blanca al intervencionismo de los promotores y propietarios privados de suelo más poderosos en la ordenación del territorio, que han venido subvirtiendo hasta nuestros días el planeamiento municipal mediante “operaciones” de recalificación de terrenos que se negociaban en la sombra al margen de éste[58]. Recuerdo que di tempranamente la alarma sobre el lamentable futuro de la cuestión urbana en nuestro país en varios artículos publicados en el importante foro de reflexión territorial que era entonces la revista Alfoz[59].

Ante la imposibilidad de detallar en breve espacio las reflexiones y publicaciones sobre territorio y urbanismo que fui desgranando y sembrando durante décadas, trataré de subrayar los aspectos que considero más sobresalientes de mis aportaciones sobre estos temas. Creo que estas arrancan, sobre todo, de haberlos asociado tempranamente, bien con los mecanismos económicos que gobiernan implícitamente la construcción (y destrucción) de la ciudad y el territorio, o bien con las consecuencias ecológico-ambientales de los procesos, apoyadas en los análisis del metabolismo urbano antes mencionados. En lo que concierne al primer aspecto, hace ya más de diez años que expuse los mecanismos económicos que construyen la ciudad y ordenan el territorio, en un artículo publicado en la revista Ciudad y Territorio[60]. Posteriormente he venido afinando este análisis hasta precisar cómo las reglas del juego económico al uso ―en ausencia de frenos institucionales plasmados, sobre todo, en el planeamiento― configuran a la vez, sin decirlo, los modelos de orden territorial, urbano y constructivo. Como no podamos detallar ahora la cadena lógica que explica estos resultados, cabe esbozar al menos la naturaleza de los mismos. Ya anticipé que el orden territorial resultante polariza el territorio en núcleos atractores de capitales, recursos y población y áreas de abastecimiento y vertido. Esta polarización se acusa, tanto a escala planetaria, abriendo la brecha Norte-Sur entre los estados, como a nivel regional, dentro de éstos, entre las ciudades y el resto del territorio.

En lo referente al modelo de asentamientos urbanos, las reglas del juego económico que la globalización capitalista extiende por el mundo, tienden a imponer también un único modelo: el de la llamada conurbación difusa ―o urban sprawl― que separa y envía las piezas de la ciudad a muchos kilómetros a la redonda, teniendo que unirlas después, para que ejerzan sus funciones, con un viario muy potente y transitado. Este modelo se diferencia notablemente de aquel otro más concentrado y diverso que había venido caracterizando a las ciudades en la historia de la humanidad. La extensión de la conurbación difusa hizo que se produjeran cambios de tal envergadura que, en los países más densamente poblados, llegan incluso a invertir en la topología que había venido caracterizando a lo largo de la historia el  modelo de ocupación del territorio. En su texto en el libro sobre La incidencia de la especie humana…antes mencionado[61] Ramón Margalef percibía este cambio como el gran problema ecológico de nuestro tiempo, al que aparecen ligadas las contaminaciones y secuelas que ingenuamente se tratan de paliar por separado (pérdida de diversidad, perturbaciones en el clima,…). Esta inversión se producía desde un mar de ruralidad y naturaleza poco intervenida, que albergaba algunos islotes urbanos unidos por un viario tenue y poco frecuentado, hacia un mar metropolitano, con islotes de ruralidad o naturaleza a proteger, trabados por un viario mucho más marcado, denso y frecuentado. Es decir que la extensión de lo que antes eran islotes o manchas en un continuo, tienden a convertirse en el nuevo continuo o “territorio-red”, que aísla y reduce a manchas ocasionales los restos del antiguo continuo, invirtiendo, así, la topología originaria. Este proceso de cambio ya había sido advertido hace cincuenta años por Lewis Mumford (1955) ―en un texto también reproducido en el libro sobre La incidencia de la especie[62]―  en el que subraya, además, que la conurbación difusa, lejos de mejorar los asentamientos anteriores, los destruía, si estaban lejos, vaciándolos de población y provocando su abandono[63], o los engullía, si estaban cerca, al añadir sobre ellos tal cantidad de construcciones e infraestructuras ajenas que los readucía algo testimonial o sin sentido.

Y, por último, las mismas reglas del juego económico dominante promueven un único modelo constructivo: el por mi denominado estilo universal[64]. Este modelo constructivo  se caracteriza por dotar a los edificios de un esqueleto de vigas y pilares (de hierro y/o hormigón) independiente de los muros, al que luego se van añadiendo los otros elementos del edificio, entre los que se incluye la climatización, que trata de hacerlos al fin habitables a base de inyectar energía, por contraposición a la arquitectura vernácula, que trataba los edificios como un todo, utilizaba los materiales del entorno y aplicaba diseños específicos orientados a paliar los rigores del clima. Entre las virtudes del estilo universal que se destacan en la propia Escuela de Arquitectura, están la baratura de costes y su capacidad para maximizar el volumen construido en cada parcela, virtudes que se apoyan en reglas del juego económico que facilitan la energía barata y abundante que estos modelos reclaman y que hacen que se construya, no para habitar, sino para vender y obtener beneficios. La consecuencia de estas virtudes hace que, en cuanto la normativa permita meter más volumen edificado en una parcela, sentencie a muerte los edificios preexistentes, explicando el continuo proceso de construcción-demolición al que están habituadas nuestras ciudades, de los que España ha venido siendo líder europeo, como comentaremos más adelante.

El resultado conjunto de todo esto es que la implantación de los modelos territoriales, urbanos y constructivos descritos hace que los requerimientos de energía, materiales y territorio crezcan a ritmos muy superiores a los de la población. Se desata, así, un proceso expansivo de ocupación del territorio que destruye, no solo esa naturaleza poco intervenida y/o esos sistemas agrarios que convivieron establemente con ella durante siglos, sino también los asentamientos urbanos anteriores, mucho más mesurados y compatibles con la capacidad de carga de los ecosistemas que los actuales. Y a esto se añaden, como ya hemos indicado, los efectos degradantes sobre el territorio de la “modernización” de los sistemas agrarios, también fruto de las reglas del juego económico que la propiciaron. El desajuste observado entre estas reglas, que configuran la idea de sistema económico, y aquellas otras que rigen y posibilitan el funcionamiento estable del sistema de la biosfera y sus ecosistemas, hacen que la especie humana aparezca hoy como un tipo de patología terrestre.

Al comprometerme a introducir las primeras Jornadas de la Iniciativa para una Arquitectura y un Urbanismo más Sostenible (IAU+S), celebradas en 2004 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, lo hice utilizando la mencionada analogía parasitaria con un texto titulado “Diagnóstico sobre la sostenibilidad: la especie humana como patología terrestre”[65]. Tras haber tratado conjuntamente la triple incidencia territorial,  urbana y constructiva, de las reglas del juego económico, pude afinar esta analogía apoyándome en un texto de Hern (1990)[66], cuya referencia me había pasado Lynn Margulis al conocer mis preocupaciones, permitiéndonos contactar después personalmente e intercambiar publicaciones. W.M.Hern, médico de profesión, apreció una fuerte analogía entre las características que definen los procesos cancerígenos y la incidencia de la especie humana sobre el territorio, apoyándose en las similitudes observadas entre la evolución de las manchas cancerígenas reflejadas en los escáneres y las que recoge la cartografía sobre la ocupación del territorio. Este autor enumeró las siguientes características de las patologías cancerígenas: 1- Crecimiento rápido e incontrolado. 2- Indiferenciación de las células malignas. 3- Metástasis en diferentes lugares. 4- Invasión y destrucción de los tejidos adyacentes. Analizó después la relación de estas características con el reflejo territorial de las tendencias incontroladas del crecimiento poblacional, económico, etc.; con sus consecuencias destructivas sobre el patrimonio natural y cultural; con la extensión de los modos de vida y de gestión indiferenciados; con las metástasis que genera la proyección del colonialismo de los estados primero y de las empresas transnacionales después, a través de la “globalización” del comercio, las finanzas,… y los media. Pero mis elaboraciones establecieron una analogía mucho más precisa, entre las características definitorias de los procesos cancerígenos, enunciadas por Hern, y las derivadas de los modelos urbanos y constructivos dominantes antes indicados. La Figura 21 sintetiza el estrecho paralelismo, que se observa entre ambos.

 

Figura 21. Síntesis: analogía entre el comportamiento del melanoma y del modelo de la conurbación difusa

 

Al análisis de la incidencia territorial de los sistemas urbanos, se superpone la derivada de los sistemas agrarios, ocasionando una pinza de deterioro que rara vez se trata conjuntamente. Pues el predominio de enfoques sectoriales y parcelarios hace que los que se ocupan de los temas urbanos rara vez lo hagan también de los agrarios y rurales, y viceversa. En mi texto “Metabolismo económico y deterioro territorial”[67] abordo por primera vez la incidencia territorial conjunta de ambos sistemas.

Pero mis preocupaciones relacionadas con los sistemas urbanos que explican mi vinculación con la ETSAM, alcanzan también otras dimensiones de análisis y de propuestas. Entre ellas se encuentran todos mis estudios sobre el patrimonio inmobiliario en España, estrechamente unidos al análisis de las burbujas y declives que caracterizan a los dos últimos ciclos inmobiliarios 1985-1995 y 1996-2008. En el apartado siguiente, sobre Pensamiento y análisis económico, haré referencia a estos trabajos. Apuntemos ahora otra dimensión relacionada con aspectos más propositivos, que incluyen recomendaciones sobre la gestión de los sistemas urbanos atendiendo al objetivo de mejorar conjuntamente su sostenibilidad ecológica y su habitabilidad, y de superar la encrucijada económica, territorial y moralmente degradante que ha venido planteando la última burbuja inmobiliaria. Entre estos trabajos más propositivos destacan mi participación como redactor, junto a Salvador Rueda, del documento presentado por la delegación española a la Conferencia internacional sobre Asentamientos Humanos (Habitat II), celebrada en Estambul en 1996[68], mi texto “Instrumentos para la sostenibilidad de los sistemas urbanos”[69] o mis ponencias introductoras al I Foro sobre “Urbanismo para un desarrollo más sostenible”, promovido por el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos y celebrado en 2003 en Palma de Mallorca[70] y a las II Jornadas de la IAU+S, celebradas en 2006 en la ETSAM[71]. Estos y otros trabajos míos sobre el tema están accesibles por internet, en la dirección http://habitat.aq.upm.es/iau+s/. Estos trabajos se relacionan con otros que analizan el reciente “aquelarre inmobiliario[72] y su incidencia ecológico-ambiental, proponiendo salidas razonables[73] que pasan por la necesidad de replantear un marco institucional claramente inadecuado para reconducir el panorama territorial, urbano y constructivo que nos ha deparado dicho aquelarre hoy transmutado en crisis. Tras la última remodelación ministerial no ha mejorado este panorama, en el que las competencias a nivel estatal sobre el territorio y sobre el medio urbano siguen estando en paradero desconocido: hay un Ministerio de Vivienda, sin competencias sobre urbanismo ni territorio, y un Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Medio Marino, sin competencias sobre el medio urbano, ni sobre el territorio, en general. Ante la imposibilidad de precisar aquí mis puntos de vista, recuerdo que al verme obligado a recortar mis propuestas de instrumentos en favor de la sostenibilidad en uno de los múltiples foros sobre el tema, resumí, con gran probabilidad de acertar, que esos instrumentos deberían de ser justo los contrarios de los actualmente vigentes. De todas maneras, habiendo postulado que las reglas del juego económico condicionan los resultados territoriales, urbanos y constructivos, volveremos sobre la posibilidad de reconducir esas reglas para obtener modelos territoriales y urbanos diferentes, al ocuparnos a continuación del análisis económico.

Se cierra, así, con este apartado el desplazamiento de mi centro de atención desde los sistemas agrarios hacia los sistemas urbanos o también desde la agricultura hacia el territorio, aunque sin dejar, como hemos visto en el apartado anterior, de cultivar mis preocupaciones agrarias. Este desplazamiento en el objeto de estudio va unido al que se ha operado en mis relaciones de amistad y colaboración. Mi status mismo de profesor ad honorem en la ETSAM —al igual que en la Universidad Complutense de Madrid (UCM)— aparece íntimamente relacionado con mi amistad con algunos profesores de la escuela que lo propiciaron (entre los que se cuentan, sobre todo, Agustín Hernández Aja y Fernando Roch, en el Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, y Mariano Vázquez en el Departamento de Estructuras).

Pensamiento y análisis económico

Pensamiento económico

Toda mi trayectoria anterior no se comprendería si no hubiera estado vinculada a reflexiones sobre las categorías de fondo del pensamiento económico y sus aplicaciones en el análisis económico, que fui desarrollando en paralelo. A mi modo de ver, es en este campo en el que mis aportaciones han sido más originales, mis ideas más rompedoras y mis propuestas más novedosas. Pero también creo que es en este campo donde mis aportaciones han sido menos reconocidas por la comunidad académica de los economistas, que ―salvo honrosas excepciones― sigue mirando para otro lado, con tal de no repensar sus fundamentos. Los resultados de estas reflexiones se concentran en los dos libros cuyas portadas recoge la Figura 22.

 

Figura 22

 

A diferencia de los campos relacionados con la agricultura, los recursos naturales y el territorio, mi reflexión sobre esa pieza clave de la ideología hegemónica que hoy es el pensamiento económico se fue fraguando durante más de una década, sin que a penas diera lugar a publicaciones parciales sobre el tema. Pues pensé que la complejidad y extensión que había adquirido el pensamiento y el lenguaje económico dominante lo hacían poco propicio a revisiones parciales o sumarias, cuando era la idea usual de sistema económico como un todo lo que daba sentido a las partes. Esperé, pues, a elaborar un verdadero tratado sobre el tema para comunicar en bloque mis interpretaciones, revisiones y propuestas. La primera edición de este tratado ―titulado La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico― vio la luz en 1987 con la siguiente nota de Agradecimientos: “Llegado a la parte de agradecimientos que suelen incluir los prólogos de autor, me sorprendo a mi mismo viendo que hay pocos candidatos a agradecer. Sólo, y por iniciativa propia, empecé este trabajo hace diez o doce años y sólo lo termino ahora, sin ningún apoyo institucional ni incentivo académico. Juan Martínez Alier me ha acompañado en la reflexión, pero el alejamiento geográfico solo nos ha permitido un intercambio de ideas esporádico. Le agradezco ahora la ayuda que me ha prestado, junto con Arturo Soria, en la corrección de pruebas, sugiriéndome algunos arreglos y matizaciones de última hora. Agradezco a Miguel de Guzmán sus observaciones en la elaboración de la axiomática que figura en el anexo al capítulo 24. También me han ayudado a mantener vivo mi interés por la presente investigación los contactos con mis compañeros en los trabajos más aplicados que he venido desarrollando y con mis amigos del Departamento de Historia de las Doctrinas Económicas de la Universidad Complutense de Madrid. Agradezco a Jesús González la paciencia que ha demostrado en la mecanografía y puesta a punto del manuscrito[74]. Y, por último, agradezco la comprensión de mi familia y mis amigos más próximos que han sufrido mis ausencias durante la preparación del manuscrito y me congratulo de que al fin puedan verlo publicado.”

La investigación estuvo espoleada por el mero disfrute de la lectura de textos que van desde el Timeo de Platón hasta las  Notas autobiográficas de Einstein, orientadas a situar la evolución del pensamiento económico en el marco más amplio de la historia de la cosmología y las ideas científicas. Para afianzar mis interpretaciones, ello me indujo a ampliar los contactos antes indicados con especialistas de las ciencias de la naturaleza y también del campo de la filosofía, la antropología y la lógica matemática[75]. A todo lo cual se unió la lectura paralela de los textos propiamente económicos sobre los que se centra el libro, en ocasiones comentados con mis amigos de Departamento de Historia de las Doctrinas Económicas de la Universidad Complutense de Madrid[76] y con alumnos con motivo de algún seminario[77] que tuve el gusto de impartir mientras culminaba la investigación. También contacté con autores, como René Passet[78], que cultivaban enfoques convergentes con los míos. Así, con independencia del resultado, esta excursión por la historia de las ideas fue para mi a la vez extremadamente formativa y gratificante. Por eso me deleité en ella sin prisas por llegar al final y fui extrayendo y ordenando tranquilamente los resultados, hasta rematar a gusto el plan de trabajo que me había trazado.

El problema estriba en que, cuando llegué al final, el contexto crítico de los setenta se había esfumado, dando paso a una era de conformismo en la que ya no se demandaban el tipo de reflexiones de fondo propuestas en el libro. Pues en esta era de conformismo rebrotó con fuerza la fe en la salvación por el crecimiento, la competitividad y el consumismo más desaforado y estaba feo hablar de la necesidad de reconvertir el funcionamiento de la civilización industrial y, menos aún, de revisar sus presupuestos ideológicos. Este cambio de panorama, ―que coincidió en España con el advenimiento de la democracia― acarreó la crisis del libro político e hizo estragos entre las editoriales más comprometidas, dificultando la propia publicación de un libro crítico de más de quinientas páginas apretadas. Pese a que yo no era ya un autor novel y que acudí a la editorial Siglo XXI ―en la que mi libro anterior  (ver la portada en la Figura 5) se había reeditado con éxito― se desestimó la edición del libro, a no ser que fuera apoyada con alguna subvención. Igualmente la denegaron, entre otras, en Alianza Ed. y Espasa Calpe. En este último caso ello ocurrió a pesar del informe muy favorable de José Luis Sampedro, del que finalmente reproduje los párrafos que figuran en la contraportada de todas las ediciones del libro. El libro, por fin, vio la luz en Siglo XXI tras haber conseguido una ayuda del Ministerio de Economía y Hacienda[79].

Aún en un panorama tan poco receptivo y sin hacer minguna presentación ni apoyar lo más mínimo su divulgación, el libro se defendió por sí solo e incluso llegó a agotarse, saliendo ya, sin necesidad de buscar coeditores, una segunda edición muy corregida y ampliada en 1995 y la tercera en 2003. En la nota de agradecimientos de la segunda edición indicaba que “por contraposición a la soledad que sentí en el momento de redactar la nota de agradecimientos de la primera edición, me congratulo ahora de sentirme más acompañado. En efecto, en los últimos años he ido anudando lazos de amistad e intercambio intelectual con profesionales de diversos campos, con los que he podido discutir y enriquecer las interpretaciones que se recogen en este libro…” La realidad es que, aunque fuera de forma muy restringida, constaté que mi libro había tenido fuerte  impacto en personas de calidad, que tenían la mente despierta y el afán de pensar por cuenta propia. Mis pretensiones de compartir la reflexión económica con los practicantes de otras disciplinas, para hacer de ella una reflexión abierta y transdisciplinar, empezaban a tomar cuerpo, convergiendo con las llamadas realizadas por Juan Martínez Alier y otros autores en favor de la economía ecológica. Lo cual llegó a escindir la propia comunidad científica de los economistas, apareciendo partidarios de los nuevos enfoques en todas las universidades, aunque fuera de forma todavía muy minoritaria. En este nuevo contexto el libro pudo conjurar el peligro de la descatalogación y el olvido que han venido sufriendo muchos de los textos críticos más interesantes de los años sesenta y setenta, que sigo rememorando en mis escritos. Salió, así, una nueva edición corregida y ampliada del libro en 2003, que hoy está a punto de agotarse.

Recuerdo que Juan Marínez Alier, tras haberme ayudado en la corrección de pruebas de la primera edición del libro me aconsejó presentarlo como tesis doctoral. Pues mi desinterés por las cuestiones formales del mundo académico había hecho que no se me ocurriera elevar a la categoría de tesis doctoral ninguna de las investigaciones que ya llevaba a mis espaldas, cerrándome así posibilidades solo abiertas a los doctores (poder dirigir tesis o estar en tribunales de tesis, dirigir proyectos, concursar a plazas de investigación o docencia,…). Convertí la sugerencia de Juan en propuesta que, con el apoyo de mis amigos[80] del Departamento de Historia Económica antes mencionados, pudo hacerse realidad: la tesis se aprobó por unanimidad con la máxima calificación[81] en julio de 1987, antes de que el libro se publicara en octubre de ese año.

Pero ¿qué fue lo que me impulsó a acometer esta investigación de fondo que fui simultaneando con mi trabajo remunerado como funcionario y con los otros trabajos más aplicados a los que he venido haciendo referencia? Creo que la chispa que desencadenó este impulso procedía de la profunda insatisfacción que me generó como economista la contradicción entre el dogma que establecía la producción y el crecimiento económico como algo inequívocamente positivo y el evidente deterioro ecológico-ambiental que estaba en el candelero a principios de los setenta. Esta contradicción acentuaba mi insatisfacción al apreciar que ni siquiera la economía crítica, entonces gobernada por el marxismo, escapaba a ella. Antes al contrario, el canto del marxismo al “desarrollo de las fuerzas  productivas” era quizás todavía más entusiasta que el de la economía clásica y neoclásica. ¿Qué pasaba, entonces, con las fuerzas destructivas vinculadas a ese proceso? ¿Por qué no entraban en línea de cuenta? Paralelamente, mis preocupaciones antes indicadas sobre temas energéticos me llevaron apreciar que, esa economía de la física que es la Termodinámica, se ocupaba precisamente de analizar el deterioro físico ignorado por la economía, pese a ser inherente a los llamados procesos de producción.

Las paradojas apuntadas me invitaron a revisar el trasfondo de esa categoría de producción sobre la que apoyaron su mitología del crecimiento y su noción de sistema económico, tanto la economía política, como el marxismo. Me pareció que la mejor forma de trascenderla era empezar viendo cómo se planteaban las cosas antes de que esa categoría hubiera tomado cuerpo, para asentarse sobre ella la economía como disciplina autónoma y pretendidamente científica. Traté de descubrir, después, cómo esos enfoques articulados en torno a la idea hoy usual de sistema económico, se fueron imponiendo sobre los planteamientos anteriores, hasta ocupar un lugar central en la ideología dominante. Se trataba de seguir la evolución de un sistema de pensamiento, para relativizarlo y vislumbrar mejor sus posibles perspectivas. Teniendo en cuenta que esta evolución fue modificando su relación con el sistema sociopolítico imperante, desde la crítica al “antiguo régimen”, hacia posiciones serviles con el actual universalismo capitalista. Así, en vez de enjuiciar el pensamiento económico desde el paradigma económico hoy dominante ―como venía siendo habitual en los manuales de historia económica― este libro lo abordó desde fuera para situarlo en perspectiva, analizando cómo surgió, cómo ha evolucionado y cómo puede evolucionar en el futuro.  En consecuencia, el libro se articula en seis partes sobre (1) el “contexto”, (2) la “génesis”, (3) el “afianzamiento”, (4) la “culminación”, (5) la “unificación y declive” y (6) las “perspectivas” de este sistema de pensamiento. La primera parte, dedicada al “contexto”, analiza tanto las enseñanzas de la filosofía de la ciencia[82], como el marco ideológico en el que fructificó la ciencia económica. La segunda parte sobre la “génesis” de esta disciplina, empieza viendo las ideas sobre el origen de las riquezas anteriores al nacimiento de la ciencia económica y su relación con la moral, para analizar después cómo surgió la idea autónoma de sistema económico y los conceptos que le dan vida. Estas reflexiones me han permitido demostrar cómo la economía estándar nació, allá por el siglo XVIII, como fruto de un maridaje entre la filosofía mecánica y la alquimia. La tercera parte investiga el “afianzamiento” de la ciencia económica como disciplina independiente, realizado a base de circunscribir sus razonamientos al universo aislado de los valores monetarios, separándolo de las dimensiones físicas y sociales. La cuarta parte analiza la “culminación” de la economía estándar, poniendo una lupa sobre los economistas llamados neoclásicos que formalizaron matemáticamente este sistema de pensamiento. La quinta parte muestra cómo la “unificación” se produjo en torno a las formulaciones de la macroeconomía y la aceptación común de los sistemas de Cuentas Nacionales (esta parte se remata con un capítulo que formaliza la axiomática implícita que marca el campo de juego habitual de los economistas). Y cómo el “declive” se desprende de la contradicción que acusa un sistema de pensamiento económico, cuya función apologética del statu quo capitalista crece en detrimento de su capacidad de predicción y análisis propiamente científica[83]. Se añade, por último, la sexta parte de “perspectivas”, que reflexiona sobre las posibilidades y las dificultades que se observan para avanzar desde el reduccionismo económico todavía imperante, hacia una reflexión económica abierta y transdiciplinar, más acorde con  los principales problemas de gestión que se plantean en el mundo actual. Cuando terminé el trabajo, aprecié que los veintisiete capítulos que lo componían eran el cubo de tres: me pareció que la solidez del trabajo realizado se reflejaba, sin pretenderlo, en la solidez formal de la figura cúbica, augurando su perdurabilidad en el campo de las ideas.

Como no cabe ni siquiera resumir los análisis y conclusiones de este libro, he optado por presentar en el Anexo 3 adjunto un texto que puede hacer las veces de síntesis. Se trata del texto que presenté en un Ciclo de Conferencias sobrePensamiento económico y científico en la época moderna”, organizado en la Universidad de Barcelona y publicado en Revista de historia moderna Manuscrits (nº 22, 2004, 83-117). Además, este texto titulado “La economía en evolución: invento y configuración de la economía en los siglos XVIII y XIX y sus consecuencias actuales”, tiene la ventaja de ofrecer también el embrión de mi libro posterior Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas (2006, 2ª ed. 2007) cuya portada se recoge en la Figura 22.

En este último libro tuve la voluntad de subrayar, no solo la función encubridora del pensamiento económico dominante, sino de interpretar ese funcionamiento a partir de enfoques alternativos que permiten desvelar las raíces del deterioro ecológico y social en curso. Estos enfoques analizan el metabolismo del sistema económico a escala planetaria apoyándose en los resultados de las investigaciones antes mencionadas: se describen los engranajes financieros que polarizan y aceleran el funcionamiento de los ingresos que, a su vez, mueven los flujos comerciales que arrastran flujos físicos cuya creciente importancia cuantitativa resulta ya tan significativa a escala planetaria. Pero la segunda parte del libro trata de desvelar también los mecanismos que explican la “persistencia de los dogmas” sobre los que se asienta la idea usual de sistema económico y las categorías que le dan vida. Al principio de esta segunda parte señalo las razones que orientan esta reflexión sobre la persistencia de los dogmas con el siguiente párrafo.

“Desde hace tiempo vengo denunciando la irracionalidad global que conlleva la razón parcelaria de las mitologías de la producción, el trabajo, la competitividad,…y el desarrollo, que se anudan en torno a la idea usual de sistema económico: está próxima a cumplir los veinte años la primera edición de mi libro La economía en evolución. Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensamiento económico (1987: 3ª ed. 2003), en el que se analiza desde fuera del paradigma económico dominante el caldo de cultivo ideológico en el que dichas categorías surgieron y evolucionaron. Pero también desde hace tiempo vengo observando la escasa permeabilidad de la comunidad científica de los economistas a este tipo de análisis que apuntan a revisar y relativizar sus fundamentos, así como la escasa querencia de los mass-media a divulgarlos. Estos hechos denotan un panorama poco receptivo a las revisiones de fondo en un campo tan fundamental de la ideología dominante como es el económico. En este campo no parece que la gente tenga mucho afán en reflexionar sobre la parte irreflexiva que soporta sus pensamientos y orienta sus comportamientos. Desde luego no basta con evidenciar los absurdos y quimeras que conlleva la ideología económica dominante para que, de modo natural, vaya perdiendo predicamento. Y viendo que la razón es perezosa para pensar esa parte no pensada o subyacente que orienta y valora un sistema de pensamiento, cabe preguntarse ¿qué es lo que hace que triunfen y se mantengan inmunes a la crítica determinadas ideas y modos de pensar a la vez que otros se ven arrinconados? O también ¿cuáles son -en suma- los mecanismos que gobiernan la selección social de ideas y planteamientos triunfantes?”. Este libro, no solo trata de responder a estas preguntas, sino de ofrecer metáforas, conceptos y nociones de sistema alternativos, con lo que completar la visión tan plana del mundo que nos ofrece el enfoque económico habitual, que resulta, además, tan contradictoria[84] y asimétrica[85] con la que nos ofrecen otras disciplinas científicas. La aplicación de estos enfoques alternativos permite redefinir y cuantificar el fenómeno del “desarrollo (o crecimiento) económico” como el fenómeno posicional antes apuntado, en el que los países ricos trascienden las posibilidades que les brindan sus propios territorios, y sus propios ahorros, para apoyar su intendencia utilizando los recursos (y los sumideros) del resto del mundo.

Desde esta perspectiva este libro caracteriza el llamado desarrollo de un país como su avance hacia posiciones de dominio en la adquisición de la riqueza planetaria. Y ello ocurre por dos vías. Una, inclinando la relación de intercambio a su favor, a base de especializarse en actividades de “alto valor” añadido o, según nuestra nueva nomenclatura formalizada, trepando hacia los tramos más valorados de que la hemos llamado “curva del notario”. Otra, consiguiendo atraer el ahorro del mundo, a base emitir pasivos no exigibles (como dólares, euros, o acciones,…) que el resto del mundo demanda. Con lo cual, adquiere una holgada capacidad de compra que le permite erigirse en importador neto de recursos del resto del mundo y ―puesto que los residuos salen de los recursos― en foco de contaminación hacia el resto del mundo.

Por otra parte, la holgada capacidad de compra genera una presión alcista sobre las retribuciones, las adquisiciones y los precios[86] ampliando el diferencial que separa los ingresos y el “coste de la vida” de los países ricos o “desarrollados” de aquellos que no lo son. Este diferencial, unido a los deseos de emular la “vida muelle” de las metrópolis del capitalismo que la globalización televisiva se encarga de propagar, acentuó enormemente la función atractora que estas metrópolis ejercen también sobre la población mundial. Así, pese a las barreras y filtros que tratan de frenarla, la masiva afluencia de población hacia las metrópolis es uno de los problemas más críticos a los que se enfrenta la actual globalización capitalista. Este punto crítico o, como ahora se dice, “sensible”, es un mero exponente del propio éxito ideológico y económico del modelo de adquisición y consumo de riqueza actualmente imperante. Pues al articularse de acuerdo con el modelo depredador-presa, ―sin que haya diferencias específicas entre individuos-depredadores e individuos-presa, a diferencia de lo ocurrido en la naturaleza― los más numerosos individuos-presa tratan de desplazarse hacia las actividades y los espacios más valorados, a fin de posicionarse mejor en esa cadena de creación y reparto de valor que otorga poder de compra sobre el mundo. A la vez que los núcleos o países receptores del flujo migratorio acusan una creciente fractura social, al tomar como principal objetivo el mantenimiento de la situación privilegiada de buena parte de su población frente a los recién llegados  inmigrantes ―muchas veces “sin papeles” y sin derechos― que son objeto de grave discriminación.

A la vista de lo anterior, la Figura 23 adjunta sintetiza esta percepción de lo que es un país “desarrollado”, trascendiendo la metáfora de la “producción” para subrayar su avance hacia posiciones de mayor dominio en la adquisición de la riqueza planetaria, a través de los instrumentos económicos. Esta caracterización nos lleva a identificar un país “desarrollado” con un país “depredador” y a concluir que esta condición no sería generalizable al resto del mundo: es evidente que no todos los países pueden inclinar a su favor la relación de intercambio, que no todos pueden erigirse a la vez en atractores de capitales, ni de población, del resto del mundo, como tampoco pueden erigirse en importadores netos de recursos, ni en exportadores netos de residuos. En el último capítulo del libro se cuantifica la evolución de todas estas características en el caso de España, para definir desde las nuevas bases cuantitativas las claves del desarrollo económico español, mostrando la operatividad de los enfoques propuestos.

Por último quiero señalar la contradicción en la que incurre el enfoque económico ordinario al definir la posición de cada país en la jerarquía del “desarrollo” atendiendo a sus exclusivos niveles de ingresos o de “producto”, a la vez que da por sentado que se ha producido un proceso de “globalización económica” que relaciona y posiciona los países. Por el contrario, el enfoque que propongo define el fenómeno del “desarrollo” de un país atendiendo a sus relaciones con los demás países que, en una economía globalizada, son determinantes de su capacidad de compra sobre el mundo. Una  vez más, el silencio de la economía estándar ante las propuestas de este libro sigue siendo clamoroso. Pese a todo, el libro se defiende por si mismo: han salido ya dos ediciones en sus dos primeros años de vida.

 

Figura 23. Caracterización de un país “desarrollado” (trascendiendo la metáfora de la “producción”)

 

Quiero concluir este apartado subrayando que considero que mis reflexiones sobre la evolución del pensamiento económico lejos de ser meros ejercicios de erudición y análisis histórico, me han aportado bases sólidas para relativizar y criticar el statu quo y elaborar enfoques alternativos plasmados en múltiples cursos, seminarios y publicaciones. Valgan como botón de muestra de estas publicaciones los dos libros cuyas portadas recoge la Figura 24.

 

Figura 24

 

En general estas propuestas apuntan a abrir la reflexión económica, rompiendo el monopolio que viene ejerciendo sobre la misma la noción usual de sistema económico y el aparato conceptual sobre el que se asienta, que vienen enseñando los manuales de estudio y  cifrando los actuales sistemas de Cuentas Nacionales. Como apuntaba en mi capítulo introductorio que figura en el primero de los dos libros señalados en la Figura 24, no deja de llamar la atención que se siga hablando en los manuales de “el sistema económico”, en el mismo sentido absoluto en el que hace más de un siglo se habló, también en singular, de “el sistema del mundo (físico)”[87], para referirse a aquel ideado por Newton. Porque desde entonces a acá, esa noción de sistema que trató de explicar todo, ya no se considera la única guía fiable para investigar lo desconocido, quedando el empeño de la economía estándar de seguir abrazando su único sistema, como un reduccionismo de vieja impronta mecanicista que se revela cada vez más obsoleto. Pues la ciencia, en su evolución, ha arrinconado viejos dogmatismos amparados en desmesuradas pretensiones de objetividad y universalidad, para dar paso a planteamientos más modestos y flexibles. En el propio campo de la física han surgido otros “sistemas” del mundo útiles para interpretar determinados aspectos de la realidad, apareciendo la física relativista, la física cuántica o la termodinámica de los sistemas abiertos, que escapan al cascarón conceptual de la mecánica newtoniana. Surgen así aproximaciones multidimensionales que solapan los objetos de estudio y establecen nuevas conexiones entre disciplinas que hacen perder a los sistemas el carácter absoluto que antes se les atribuía. En esta línea encaja mi empeño de desplazar el razonamiento desde“el sistema económico” hacia una “economía de los sistemas”. Lo cual empuja a abrir el universo hasta ahora aislado de la economía estándar a la realidad física, a sus modelos predictivos, a las opciones tecnológicas y a los procesos de negociación social, trasladando el centro de discusión económica desde el interior del mercado hacia informaciones e instituciones exteriores al mismo y haciendo de esa discusión un punto de encuentro transdisciplinar. En suma, lo que está en juego es si, para racionalizar la gestión del mundo en que vivimos, el razonamiento económico debe seguir girando en torno al núcleo de los valores mercantiles o si por el contrario debe desplazar su centro de gravedad hacia los condicionantes del universo físico e institucional que lo envuelve.

Los dos libros mencionados son el fruto de dos cursos que dirigí, el primero, patrocinado por la Universidad de Verano Menéndez Pelayo de Valencia, siendo director el geógrafo Joan Romero, y, el segundo, por la Universidad de Verano de Castilla y León, en su sede de Segovia, siendo director el historiador Ángel García Sanz. Ambos libros contienen aportaciones muy sugerentes en el sentido arriba indicado, que no cabe detallar aquí. Ambos recogen aportaciones de profesionales de primera fila[88]que, desde diversa procedencia, se complementan para ir armando el enfoque económico abierto y transdisciplinar propuesto. En ambos casos recuerdo que con motivo de los cursos mantuvimos un intercambio intelectual y afectivo entre los participantes que resultó a la vez gratificante y sugerente para todos y que mejoró también la calidad de los propios cursos. En el segundo de los casos ocurrió un hecho insólito que no puedo silenciar aquí: después de trabajar en la preparación del libro hasta lograr su publicación en 2000, la Junta de Castilla y León, por razones que se me escapan, ha mantenido secuestrado el stock desde entonces[89], por razones que se me escapan.  Tal vez entre ellas juegue que este es el único libro que salió de los cursos de esa universidad de verano y que, dada su calidad, podía sentar un mal precedente. Tal vez el pecado haya sido tomar más en serio de lo habitual este curso y hacer que fuera más allá del folclore veraniego habitual, aderezado con el recurso a los media… O tal vez hacer declaraciones poco habituales: recuerdo que, tras haber tratado en el curso la marcha desatada del metabolismo de la sociedad industrial a escala planetaria, acentuada en España por la burbuja inmobiliaria, al preguntarle a Margalef los periodistas ¿qué se podía hacer para paliar el deterioro ecológico? respondió con magnífico sentido del humor que, con la que estaba cayendo, solo cabía “poner una vela a la Virgen de la Fuencisla ―patrona de Segovia― pidiéndole que se produjera una nueva glaciación capaz de enfriar las tendencias en curso”. Lo que me induce a evocar un recuerdo cariñoso de una persona tan sabia, valiosa y honesta, como ha sido Margalef, y tan poco aprovechada por este país cainita, que acostumbra tanto a premiar la obediencia servil, como a despreciar la inteligencia. Desde ese seminario de Segovia, celebrado en 1998, estreché mis relaciones con él hasta su fallecimiento[90].

Análisis económico

El análisis económico me ha permitido ganarme la vida como funcionario o titulado en las distintas administraciones y organismos en los que trabajé durante tanto tiempo. Pero es evidente que no voy a mencionar ahora el sin número de estudios económico-financieros y publicaciones de previsión y seguimiento de la coyuntura económica en los que de una u otra forma participé. Tal vez deba hacer mención a los informes sobre la “distribución de la renta” que tuve que dirigir, como jefe del Servicio de Análisis de la Coyuntura del INE, a mi vuelta de París, tras trabajar en la OCDE a principios de los setenta. Estos informes eran antes objeto de contratación externa por parte del INE y se venían plasmando en un texto mecanografiado reproducido a ciclostil y con un   aparato gráfico muy sumario. Mi empeño fue hacer de este informe, que el INE estaba obligado a sacar por ley, una buena publicación tanto en presentación como en contenido, más en línea con los informes de la OCDE. Aproveché para ello mi experiencia en este organismo y las enseñanzas de Anselmo Calleja, compañero del cuerpo de estadísticos y jefe y maestro mío en estas lides durante mi estancia en la OCDE. Creo que conseguí sacar una publicación de calidad[91], tanto en contenido como en su presentación: La Renta Nacional en 1972 y su distribución, publicada por el INE en julio de 1973, pero distribuida meses después. Pues una vez publicada, la dirección timorata del INE temió que alguna interpretación no gustara a la superioridad y la mantuvo secuestrada durante meses, originando la paradoja de una publicación de coyuntura que retrasaba su distribución hasta que sus cifras perdieran actualidad. Este y otros desencuentros con el entonces director del INE Benito Martínez Echevarría[92], me indujeron a abandonar este organismo para trabajar en el Ministerio de Hacienda, al que acababa incorporarse mi buen amigo Anselmo Calleja como Secretario General Técnico, a su vuelta de París.

Desde entonces hice un largo periplo por los servicios de estudios del Ministerio de Economía y Hacienda, que fueron mudando en función de los cambios políticos y administrativos[93]. Buena parte de ese periplo vital lo hice con Anselmo Calleja como jefe, cuya calidad técnica y humana permitió aunar nuestra relación de amistad con su jefatura y, compatibilizar mi trabajo como funcionario con mis tareas de investigación. Esto último fue posible sacrificando parte de mis ingresos, al permitirme trabajar sin especiales sobresaltos media jornada como funcionario y autorizarme los permisos sin sueldo que en ocasiones solicité para atender a mis tareas de investigador. Anselmo Calleja ejerció así, implícitamente, el mecenazgo que me permitió desarrollar muchos de los trabajos de investigación ahora premiados. Y ello no a costa de defraudar a la Administración, ni de conseguir un trato de favor respecto a mis compañeros: yo no trabajaba por la tarde, pero tampoco cobraba la “prolongación de jornada” ni, en ocasiones, “productividad”, lo que no quita para que me esforzara en elaborar con la mejor calidad posible la parte que se me encomendaba de los informes, de los que luego Anselmo Calleja era el último y más competente responsable. Considero esta actitud tanto más de agradecer, cuanto menos frecuente es en las burocracias estatales y empresariales españolas, en las que abundan las relaciones crispadas de servidumbre que empujan cada vez más a la gente a inmolar su vida a un determinado puesto de trabajo.

Como he indicado anteriormente, no voy a mencionar los numerosos informes en los que he participado o de los que he sido responsable como funcionario o como directivo del Banco de Crédito Agrícola. Pero sí he de subrayar que, al igual que mi trabajo en este Banco convergió con mis preocupaciones como investigador agrario, también mi trabajo como analista de la coyuntura económica convergió en alguna medida con mis inquietudes investigadoras. Este es el caso de la revisión que hice de las series en largo período de la Renta Nacional española. Mi trabajo en la OCDE, en París, me obligó a comparar la evolución en largo período de la Renta Nacional española con la de otros países y a observar serias anomalías que hacían poco verosímil el perfil de la serie española durante la guerra civil y la postguerra. Dos eran los comportamientos poco creíbles de la única serie oficial de renta nacional disponible para España. Uno, el que atribuía una caída desmesurada de la renta per cápita como consecuencia de la guerra civil de 1936-39, caída que superaba muy ampliamente a las registradas a consecuencia de la 2ª guerra mundial en Alemania, que había quedado arrasada, o en Italia. Otro, el estancamiento de esta variable en la década de los cuarenta, que se revelaba incompatible con la información más sólida de la población ocupada y del comercio exterior, y con la experiencia vivida en otros países, que otorgaba muy elevada productividad a las inversiones de reconstrucción postbélica (p.e: bastaba reconstruir algunos puentes para que funcionara de nuevo toda una red de transporte).

Ya de vuelta en España, retomé esta reflexión y completé y utilicé esta comparación para salir a la palestra con motivo de la buena nueva, bien aireada por la prensa, que nos comunicó en 1973 el conocido economista estadounidense W. W. Rostov, durante su visita a España, invitado por el gobierno: decía que, por primera vez, gracias a los años del desarrollo, “España estaba recuperando su atraso económico secular respecto a los países industrializados” y ofrecía datos de cómo la renta per cápita española acortaba distancias con la de los otros países ricos. En un artículo[94] en la revista Cambio 16, al que se dedicó la portada, señalé que la única serie disponible de renta nacional no permitía sacar esa conclusión: esta serie indicaba que la renta per cápita española estaba en 1930 mucho más cerca de la de los otros países ricos, tanto en términos absolutos como relativos, de lo que lo estaba en los años setenta. Este artículo tuvo amplia repercusión[95] y originó un artículo crítico de Pedro Schwartz, diciendo que esto ocurría porque la Renta Nacional española estaba infravalorada, como se desprendía de la reconstrucción de la serie histórica que había dirigido en una investigación apoyada por el Servicio de Estudios del Banco de España. En un segundo artículo mío[96], previsto antes de conocer el artículo de Schwartz, explicaba que las anomalías antes mencionadas de la serie invalidaban su perfil, pero no permitían corregir su nivel. Y en un tercer artículo[97] ―que hice en colaboración con Rafael Álvarez, estadístico, que fue durante largo tiempo jefe de estadística del Banco de España― respondí a las observaciones de Schwartz mostrando con lenguaje moderado, pero firme, que estaban apoyadas en argumentos, no solo endebles, sino bastante disparatados[98].

Como consecuencia de estas reflexiones proseguí la investigación y acabé preparando una monografía sobre la “Crítica y revisión de las series históricas de Renta Nacional” que presenté como ponencia en el IV Congreso de la Asociación de Historia Económica, celebrado en Alicante en diciembre de 1989. Esta monografía fue reproducida como “documento de trabajo” en la Universidad Complutense de Madrid y, finalmente, reelaborada y publicada en la revista Información Comercial Española (ICE)  en un bloque monográfico sobre “La fiabilidad de los agregados”, alimentado por mis nuevos intereses y lecturas sobre metrología[99]. En este bloque monográfico, además de publicar la mencionada monografía[100], introduje el tema con un largo texto “Sobre la fiabilidad de los agregados macroeconómicos” en el que, entre otras reflexiones más teóricas, apuntaba que “por desgracia, la tradicional manga ancha para el control de la calidad de la producción y el uso de los agregados económicos, auspiciada por la multiplicación de estimaciones con dudoso respaldo metodológico y empírico, ha sido moneda común en nuestro país. La anécdota de que cuando España entró en la OCDE, fuera el único país que rellenaba todas las casillas de la información de Cuentas Nacionales solicitada por ese organismo, mientras que los países con los aparatos estadísticos más desarrollados del mundo se sintieran incapaces de hacerlo, dice mucho sobre la calidad de los datos aportados” (p.10). Como consecuencia de estas publicaciones, los historiadores económicos acusaron recibo de mis observaciones y revisiones de las series de Renta Nacional, que acostumbran a recoger en sus publicaciones y manuales. Sin embargo, el mundo académico ha sido reacio a asumir los problemas relacionados con la fiabilidad de los agregados, que ponen en cuestión el significado de la materia prima estadística sobre la que se apoya la actual “deriva instrumental” de la ciencia económica.

Pero mis análisis económicos como investigador libre se han orientado, sobre todo, hacia los aspectos patrimoniales, que venían siendo ignorados por los enfoques macroeconómicos ordinarios, exclusivamente centrados en variables-flujo asociadas a los agregados de producto, renta y gasto nacional. Esta carencia del enfoque macroeconómico ordinario resultaba para mí tan grave como la de alguien que pretendiera conocer la situación de una empresa analizando la cuenta de resultados, pero no el balance, e ignorando pérdidas patrimoniales que podían ser catastróficas para el futuro de la entidad. En esta línea de trabajo pude apoyarme, tanto en mi experiencia como analista de la coyuntura económica, como en mi formación en Cuentas Nacionales. En esta última influyó mi temprano conocimiento del sistema francés de Cuentas Nacionales, que finalmente se acabó imponiendo como modelo a nivel internacional, reflejado en el Sistema de Cuentas Nacionales consensuado en el marco de las Naciones Unidas en 1993 (SCN-93) y en su transposición para la Unión Europea en el Sistema Económico de Cuentas de 1995 (SEC-95). Ambos sistemas ofrecen un formato más ambicioso y ordenado que el anteriormente vigente de la OCDE, que incorpora ya cuentas de patrimonio. Pese a que España ha de atenerse a la metodología del SEC-95, el Instituto Nacional de Estadística (INE) sigue sin hacer todavía las cuentas de patrimonio, induciéndome a suplir esta carencia con las elaboraciones estadísticas de base que a continuación se indican. A la vez que esto ocurría, había participado en foros y publicaciones internacionales con reflexiones teóricas sobre los problemas que planteaba la conexión de las Contabilidades habituales de flujos con los temas patrimoniales y los sistemas de cuentas de recursos naturales[101].

Como ya he señalado anteriormente, la imposibilidad de explicar lo que ocurría en el sector agrario español sin hacer referencia a los temas patrimoniales me llevó a estudiarlos y, para ello, a suplir la carencia de datos con estimaciones propias del patrimonio agrario. Estas estimaciones vieron la luz en las memorias o informes anuales del Banco de Crédito Agrícola desde 1988 hasta 1991[102] y en mis publicaciones antes mencionadas al referirme a mis investigaciones sobre temas agrarios. Pero mis reflexiones, y estimaciones, sobre temas patrimoniales se reforzaron con mi paso a la Fundación Argentaria. Pues además de dirigir el Programa “Economía y Naturaleza” participé como asesor en el Programa “Igualdad” promoviendo sendas investigaciones sobre temas patrimoniales[103]. Estas investigaciones dieron lugar a las monografías que presenté en los dos Simposios sobre “Igualdad” promovidos por la Fundación Argentaria. La primera de ellas, ofreció un amplio trabajo sobre la “Composición y distribución de la riqueza de los hogares”[104], que por primera vez cruzó a nivel desagregado la información tributaria de las personas físicas del impuesto de bienes inmuebles con la de sus impuestos sobre la renta y el patrimonio y estimó por primera vez, para los años 1984-1993, el balance nacional y el balance de los hogares, estudiando además su distribución. La segunda investigó la “Composición y distribución del patrimonio inmobiliario urbano”[105], utilizando la información del impuesto de bienes inmuebles por tipo de bienes (vivienda, local comercial, oficina, garaje,…) entre los distintos propietarios (personas físicas, empresas, administraciones públicas…). Paralelamente fui publicando numerosos artículos sobre temas de la incidencia de los aspectos patrimoniales y las plusvalías generadas durante el boom financiero e inmobiliario que acusó la economía española tras su adhesión a la Unión Europea en 1986. Estos artículos vieron la luz sobre todo, en la también lamentablemente desaparecida revista Economía y Sociedad[106], que editaba la Comunidad de Madrid. Posteriormente estos trabajos, debidamente introducidos, completados y editados, dieron lugar al libro que publiqué en 1996 sobre La burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica reciente (1985-1995), Madrid, Siglo XXI, cuya portada aparece en la Figura 25. Este libro estudia el ciclo completo de esa burbuja inmobiliario-financiera, aportando cuatro capítulos sobre el auge y otros cuatro sobre el declive, dotándome ya de amplia experiencia para abordar el análisis de la posterior burbuja a cuyo “pinchazo” estamos asistiendo ahora.

 

Figura 25

 

Posteriormente, gracias a la coyuntura favorable que me brindó el hecho de que mi muy buena amiga y competentísima estadística Carmen Marcos se hiciera cargo de la Subdirección de Estadística del Ministerio de Fomento, pude dirigir con éxito una investigación sobre la composición y el valor del patrimonio inmobiliario en España que vio la luz en un volumen de la serie “monografías” de ese ministerio[107]. En este estudio aplique un enfoque demográfico para estimar la evolución anual del parque de edificios destinados a viviendas y del número de viviendas, a partir de la clasificación del mismo por antigüedad que aportan los Censos de Población y Vivienda realizados decenalmente por el INE. Pues, dado que las licencias de demolición infravaloran la “muerte” de edificios y viviendas desaparecidos por demolición o ruina, calculé “tasas de mortalidad” más realistas a partir de la información censal antes indicada, con las que pude mejorar las estimaciones del stock de viviendas y edificios destinados a vivienda durante los períodos intercensales. Entre otras cosas, este trabajo permitió apreciar que España  mostraba a la vez una mortalidad y una natalidad de edificios y viviendas mucho más elevadas que las observadas en la mayoría de los otros países europeos, más implicados en la conservación de su patrimonio inmobiliario. Esta demografía inmobiliaria mucho más “inmadura” que caracterizaba a nuestro país, hacía que en España hubiera menor porcentaje de viviendas anteriores a 1940 que en Alemania, cuyo patrimonio inmobiliario se vio arrasado por la 2ª Guerra Mundial, lo que me llevó a concluir que “el desarrollo económico español había sido, en proporción, más destructivo del patrimonio inmobiliario del país que la Guerra Mundial en Alemania”. Pero esta destrucción no salía en la foto de los enfoques, ni de los datos, económicos ordinarios, al igual que ocurría con el deterioro observado en los recursos naturales y en la topodiversidad y el paisaje de nuestros territorios.

Paralelamente pude ir actualizando y mejorando el estudio de la composición, el valor y la distribución de los activos patrimoniales en España, dando lugar a numerosas publicaciones que no cabe citar aquí[108]. Varias de ellas son fruto de investigaciones que contaron con el apoyo de la Fundación de las Cajas de Ahorro Confederadas (FUNCAS) y estuvieron orientadas a actualizar las estimaciones desagregadas del Balance Nacional de la economía española, de las que sigo teniendo el “monopolio”, dado que el INE sigue sin elaborarlas. La publicación, realizada en colaboración con Óscar Carpintero y Carmen Marcos, sobre el Patrimonio inmobiliario y Balance Nacional de la economía española (1991-2004), editada por FUNCAS, cuya portada aparece en la Figura 25 da cuenta de esta línea de trabajo[109]. Esta información patrimonial ofrecía la materia prima esencial para dimensionar la reciente burbuja inmobiliario-financiera y advertir sus debilidades, pronosticando en muy diversas ocasiones su previsible agotamiento por estrangulamiento financiero, como de hecho acabó ocurriendo. Pero, curiosamente, no entraba en lo política y económicamente correcto hablar del muy previsible desenlace del intenso y prologado boom inmobiliario. Analistas bien asentados en la consultoría y los medios académicos, se negaban incluso a admitir que hubiera ninguna “burbuja” y entonaban la letanía común de vaticinar que se produciría un “aterrizaje suave”. Lo cual hizo que el pinchazo de la “burbuja” y lo abrupto del “aterrizaje” al que estamos asistiendo sorprendiera a más de uno, habida cuenta la continuada farsa del “España va bien” protagonizada por el gobierno y los analistas más fieles y conformistas. Hace tiempo que había denunciado la falta de base de la mitología inmobiliaria que, con el apoyo de los media, se había venido divulgando[110]. Y recientemente me he ocupado de enjuiciar el “aterrizaje inmobiliario” al que estamos asistiendo en el año en curso[111].

También he venido analizando la llamada globalización financiera, generando diversas publicaciones sobre el tema. He de recordar que traté ampliamente este asunto en los libros ya mencionados ―Desarrollo económico y deterioro ecológico (1999) y La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra (1955-2005) (2005)― cuyas portadas aparecen recogidas en la Figuras 17 y 20. Otra parte de mis textos sobre este tema vieron también la luz en la edición española de Le Mônde Diplomatique, hasta que la dirección de Paris defenestró al director de la edición española, Antonio Albiñana, y se desvinculó del equipo inicial de colaboradores, cercenando con ello los artículos críticos originales propios de esa edición, para limitarse en lo fundamental a publicar traducciones de la edición francesa. De esa etapa merece la pena mencionar mi “Decálogo de la globalización financiera”[112] con el que divulgaba la naturaleza de las mutaciones económicas contemporáneas, así como mi texto “Poder y dinero en la era de la globalización: ‘dinero bancario’ y ‘dinero financiero’” (en VVAA (2001) ATTAC. Contra la dictadura de los mercados, Barcelona, Icaria). Pero la recopilación más completa de mis puntos de vista sobre la globalización y las mutaciones operadas tras los episodios del 11 de septiembre figura en el texto recogido en un volumen de Studies in Economic History, coordinado por I. Murray y A.A. Artigues[113]. Esta línea de reflexión es la que ha dado lugar a elaboraciones más recientes tanto en lo tocante a la globalización como a los aspectos patrimoniales de la economía española, como pasamos a ver en el apartado final sobre mis investigaciones más recientes.

Aspectos socio-políticos

Hemos visto que mis inquietudes y reflexiones socio-políticas me han acompañado desde el principio y han contribuido a orientar y mantener el mordiente crítico en mis tareas investigadoras, dando lugar también a publicaciones ocasionales específicas. Éstas se concentraron sobre todo en la revista antifranquista, editada en París, Cuadernos de Ruedo Ibérico y, después, en la revista Archipiélago. Aunque mis colaboraciones en los Cuadernos de Ruedo Ibérico (CRI) son bastante tempranas, éstas se concentraron sobre todo en la última etapa de la revista, que abarca los más de veinte números publicados entre 1975 y 1979, cuyas portadas aparecen en la Figura 26 adjunta.

Viendo que el franquismo se desvanecía por si mismo, junto a la vida del dictador, y que el régimen buscaba una coartada justificatoria más acorde con los tiempos, mediante su reconversión democrática, esta etapa de la revista desplazó su punto de mira crítico-reflexivo desde el franquismo hacia el statu quo de poder que trataba de reconvertirse. Aunque este desplazamiento venía de antes, se hizo más explícito en esta etapa de la revista en la que, tras más de un año sin publicarse, tomamos Juan Martínez Alier y yo las riendas de la misma, junto a su director y principal artífice José Martínez. El primer número de esta etapa así lo indicaba y su misma portada (ver Figura 26) explicita el nuevo objeto de reflexión, que abarca desde el Sistema que trata de reconvertirse para subsistir y el Régimen y la Oposición, como piezas clave para posibilitar dicha reconversión. Prácticamente en todos los números de esta etapa y en el Suplemento del Horizonte Español 1972 (3 volúmenes) colaboré de forma más o menos intensa, como editor, con artículos propios firmados con pseudónimo[114] o con textos sin firmar en editoriales e presentaciones o introducciones en ocasiones bastante amplias[115].

 

Figura 26

 

Mis puntos de vista sobre la “transición política” que se venía cociendo tomaron cuerpo en un amplio texto, firmado con el pseudónimo Aulo Casamayor, que compuso en su totalidad el CRI nº 54, de diciembre 1976, titulado “Por una oposición que se oponga”: lamentablemente los vaticinios más oscuros de esa transición allí enunciados acabaron haciéndose realidad. Posteriormente retomé la reflexión en el texto, firmado con este mismo pseudónimo, “Ilusión democrática y decepción política en la España postfranquista”, publicado en la revista Archipiélago (nº 10-11, 1992, pp.151-172). Por último, en 2001, completé los análisis del Cuaderno titulado “Por una oposición que se oponga” y de los artículos sobre la transición publicados en Archipiélago, con otros textos nuevos y los publiqué en el libro editado por Anagrama, cuya portada reproduce la Figura 26.

Como se indica en la contraportada, “el presente volumen plantea el análisis de la llamada “transición política” desde perspectivas diferentes a las habitualmente divulgadas. Muestra que el verdadero éxito de esta operación ha sido prolongar, sin “traumas”, bajo la nueva cobertura “democrática” el tipo de sociedad piramidal que nos había tocado vivir durante el franquismo; debidamente renovada, eso sí, y asociada a lo más granado del capitalismo transnacional y a la cúpula del poder político-militar mundial, gobernada por Estados Unidos. Gran éxito de esta “transición” ha sido también afianzar la reinstauración de la monarquía borbónica propuesta por Franco dándole, para colmo, una imagen de modernidad. Todo ello para hacer de la sociedad española una sociedad cada vez más polarizada e insolidaria, en la que una elite sigue tomando las grandes decisiones y haciendo los grandes negocios de espaldas a la mayoría. Gran éxito ha sido también destruir por fin esa oposición al sistema que, desde la República, venía defendiendo a desheredados e infundiendo temor a los privilegiados y que ni siquiera la represión franquista había logrado erradicar. La nueva lectura de la “transición” que aquí se propone es el primer paso para construir una oposición que se oponga al sistema de poder vigente…”

Más en relación con mi trayectoria intelectual, que ahora nos ocupa, en este libro, firmado ya con mi nombre, relataba que el pseudónimo Aulo Casamayor “tuvo para mi dimensiones que van más allá de las de un simple escudo protector frente a la represión franquista,…este pseudónimo reflejaba el necesario desdoblamiento de la personalidad que presupone llevar la reflexión más allá de las servidumbres propias de la vida diaria… El pseudónimo Aulo Casamayor me ayudó a escapar a la presión contemporizadora de estas servidumbres para pensar y escribir libremente…Aunque el actual régimen democrático castigue la disidencia con medios generalmente más sutiles y eficaces que los utilizados por el régimen franquista, como cada vez soy más consciente de que no ambiciono nada, ni espero nada que los poderes políticos, económicos, mediáticos o académicos establecidos puedan darme, me siento cada vez más fuera del alcance de sus posibles represalias y, por ende, libre de pensar y escribir lo que quiera, aunque sobrepase los límites que marca la censura implícita del “pensamiento único” permitido. Está claro que el pseudónimo Aulo Casamayor ya no me sirve como escudo frente a las represalias del poder. Es que en realidad José Manuel Naredo, el economista, el estadístico, la persona de carne y hueso, sigue sin ser Aulo Casamayor, el librepensador, el observador político,…que se sitúa más allá de este mundo para entrever las posibilidad de cambiarlo. José Manuel Naredo ni es un politólogo, ni tiene cuerpo para entrar en la arena política, es Aulo Casamayor el que de vez en cuando tiene el impulso de pensar y escribir sobre ella. Ambos coinciden en que la política no debe dejarse en manos de los políticos (profesionales que hacen de ella una carrera)” (p.9-10). Pero veo que desde el año 2001, en el que escribí estos párrafos,  la escisión entre Aulo Casamayor y José Manuel Naredo se ha ido difuminando, hasta el punto de hacer innecesario el pseudónimo, porque tiendo a ligar cada vez más los temas del poder y la riqueza o, también, de la política y la economía, como atestigua alguno de mis trabajos más recientes comentados más adelante.

Mis preocupaciones socio-políticas más específicas de este campo apuntan, últimamente, a revisar y poner en perspectiva las ideas de individuo, de sociedad y de sistema político, que hoy se aceptan sin pensar. Especialmente encubridoras resultan las ideas habituales de sistema político, supuestamente llamado a gestionar el poder, y de sistema económico, llamado a gestionar la riqueza, como si de conjuntos disjuntos se trataran, cuando en el mundo real estas dimensiones se entrelazan y alimentan mutuamente. Creo que difícilmente se podrán cambiar las tendencias en curso, sin contar con una interpretación común de la evolución humana que permita relativizar y replantear las añejas ideas sobre las que hoy reposa el statu quo mental e institucional hegemónico en el mundo. Un primer intento en este sentido lo hice con el texto titulado “Bases socio-políticas para una ética ecológica y solidaria”[116], sobre el que he seguido trabajando como punto de partida para un nuevo libro que se ha ido retrasando al dedicarme a los trabajos recientes que comento en el apartado siguiente.

He elaborado el esquema de la Figura 27 como síntesis de algunos de mis puntos de vista en este campo que subrayan la contradicción comúnmente ignorada que se observa entre capitalismo y utopía liberal o también entre capitalismo y democracia participativa. Estos puntos de vista postulan que el funcionamiento de la democracia no depende solo de determinados aspectos formales (p.e: que haya elecciones, parlamentos,… o partidos políticos) sino también, y sobre todo, de los planteamientos individuales y las relaciones sociales que le dan vida, facilitando el control social sobre la toma de decisiones.

 

Figura 27. Enfoques socio-políticos

 

El esquema de la Figura 27 empieza apuntando uno de los mayores engaños de nuestro tiempo que desemboca en la llamada “mala calidad” de las actuales democracias[117]. Es la contradicción que se produce entre la meta enunciada en las Constituciones de hacer una sociedad de individuos libres e iguales y el apoyo prioritario que se otorga a dos instituciones jerárquicas y centralizadas: las empresas capitalistas y los partidos políticos, que extienden por doquier relaciones desiguales en las que la dependencia servil es moneda común. Y si tenemos en cuenta que la democracia se construye o se destruye día a día, según se extiendan por el cuerpo social relaciones y comportamientos compatibles o impropios de ella, hemos de subrayar que la rivalidad, el egoísmo, la avaricia y la desconfianza ofrecen el terreno abonado que alimenta la tiranía, a la vez que la amistad, la solidaridad, el desprendimiento y la confianza ofrecen aquel otro en el que la democracia puede prosperar. La parte de abajo del esquema recuerda cuales son las relaciones sobre las que se sustentan la tiranía y la democracia, para señalar la grave contradicción que supone el empeño de defender formalmente la libertad, la igualdad y la democracia, a la vez que se avivan actitudes y relaciones incompatibles con ellas.

Elaboraciones recientes

Hasta ahora he venido exponiendo mi trayectoria intelectual en relación con las áreas temáticas que he abordado. Ahora remataré la exposición refiriéndome a las elaboraciones en las que he estado embarcado recientemente, que pueden hacer las veces de síntesis horizontal de las áreas temáticas antes tratadas. La Figura 28 tiene el propósito de agrupar esquemáticamente las principales[118] elaboraciones recientes agrupadas temáticamente y que pasamos a comentar a continuación.

 

Figura 28. Trabajos recientes 2007-2008

 

Economía, ecología, política y sociedad

En primer lugar, he incluido entre las investigaciones recientes el libro antes comentado sobre Las raíces económicas del deterioro económico y social (cuya portada apareció ya en la Figura 22) para subrayar que este libro aporta una síntesis horizontal de mis puntos de vista sobre varias de las áreas temáticas a las que ya hice referencia (economía, ecología, política y sociedad). Quiero añadir ahora que, en un amplio capítulo destinado a revisar las claves del conformismo social imperante, trato un tema importante que me tenía insatisfecho desde hace tiempo: la necesidad de aclarar el confusionismo generado en torno a la llamada crítica “postmoderna”[119], que induce a enfrentar al realismo ingenuo hasta hace poco dominante un relativismo igualmente ingenuo y extremado. Poner algo de cordura en este asunto me pareció fundamental para trascender las ideas modernas ―hoy erigidas en dogmas― de sistema económico (mercantil) y de sistema político (democrático) que, curiosamente, han salido indemnes de esa crítica postmoderna y siguen gozando de una salud a prueba de bomba.

En la Figura 28 incluyo también mi aportación al Debate en torno al libro sobre Las raíces…,  publicada en la Revista Internacional de Filosofía Política (RIFP)[120]. Creo que el protocolo de la sección de Debate de esta revista, consistente en solicitar tres reseñas de un libro y un texto del autor comentándolas, arrojó frutos dignos de ser comentados. Una primera constatación es que el reseñante más representativo de la “ortodoxia económica” imperante, tras comprometerse, acabó declinando en su empeño, confirmando que cuando se discute desde fuera del paradigma de esa ortodoxia, sus representantes prefieren silenciar la crítica, esperando que pase el chaparrón. Otra segunda constatación fue que el pensamiento económico que escapa a esa ortodoxia dista mucho de ser homogéneo: con gran sorpresa por mi parte, vi que la andanada crítica a mi libro no procedió de la mencionada ortodoxia, sino de una persona de la propia asociación de “economía crítica”, de acreditada procedencia marxista. Pues no es un secreto para nadie que el marxismo utiliza, en lo económico, las mismas categorías de producción y desarrollo que la economía política y adopta la misma idea de progreso económico. Con lo que el marxismo hizo y sigue haciendo las veces de caballo de Troya de la ideología económica dominante, al divulgar en el seno del movimiento crítico al capitalismo la metáfora de la producción y la mitología del desarrollo económico, sobre las que se articula la idea usual de sistema económico. Y al mantener el mismo afán “desarrollista” contribuyó a incapacitar a ese movimiento para idear auténticas alternativas. El problema estriba en que las personas que siguen aferradas a estas categorías, no pueden o no quieren ver que oriento mi crítica hacia esa noción usual de sistema económico que comparten tanto la economía estándar como el marxismo. Lamento que pasados ya veinte años de la primera edición de mi libro La economía en evolución (1987) en el que planteaba ya en toda su amplitud estos temas[121], la pobre “economía crítica” siga sin asumirlos de forma generalizada, como atestigua la crítica antes señalada. Crítica que ignora el interés de desmontar y replantear las metáforas y mitologías encubridoras ya indicadas que constituyen el núcleo duro de la ideología económica dominante y el tema central del libro criticado. Estamos, una vez más, en presencia ―como decía en este libro (p. 113)― de “esa trágica perpetuación de malentendidos y creencias que la razón no consigue desterrar…”, ni siquiera en el seno de la “economía crítica”, lo que facilita que los dogmas de la ideología económica dominante sigan, como digo, gozando de buena salud.

No obstante, quiero matizar mis anteriores observaciones del párrafo anterior en un doble sentido. Por una parte, poniendo de relieve que la crítica mencionada no solo no ha atendido y entendido mi empeño de trascender las categorías habituales de producción, riqueza, sistema económico, etc., sino que tampoco ha sido receptiva a las consideraciones antiproductivistas que se vienen haciendo en las últimas décadas, desde un marxismo ecológicamente más  informado y sensible, por autores como Manuel Sacristán, Paco Fernández Buey, Jorge Riechmann, Alain Lipietz, O’Connor, etc. con los que acostumbro a converger en mis análisis. Por otra, que aunque la “economía crítica” siga sin asumir de forma generalizada mis puntos de vista, me llena de satisfacción ver que hay numerosos participantes de ese movimiento que sí los asumen y que hacen buen uso de ellos en sus elaboraciones. Así lo atestigua el hecho de que el área más receptiva a mis enfoques y propuestas ―el área de economía ecológica― se haya erigido en las últimas ediciones de las Jornadas de Economía Crítica en la más numerosa en participantes y en comunicaciones.

Agua, energía materiales, política, información

En la Figura 28, agrupo, después, tres investigaciones recientes sobre el agua, que relacionan el tema hídrico con los flujos de energía, materiales,…y dinero, además de con el marco institucional, el poder y las políticas. La primera corresponde a la ponencia marco[122] que elaboré atendiendo a la invitación de la Agencia Catalana del Agua (ACA) orientada a aportar la metodología necesaria para cumplir el objetivo enunciado por la Directiva Marco del Agua (DMA) de definir y repercutir sobre los usuarios el coste de los servicios del agua, el coste del recurso y el coste ambiental, atendiendo al principio “quien contamina paga”[123]. Esta invitación me incentivó a entrar a fondo en un tema al que le tenía ganas hace tiempo, que pasaba por aclarar, en primer lugar, la sarta de incoherencias escasamente operativa en la que habían desembocado las lucubraciones del enfoque económico ordinario para tratar de responder al objetivo de la DMA antes indicado[124] y, en segundo lugar, diseñar una metodología capaz de responder de forma más coherente y operativa a esta demanda[125]. Creo que el amplio texto de mi ponencia cumplió bien estos objetivos, aunque permanezca todavía inédito, pues el interés de la ACA por estos temas clave para orientar la gestión del agua se desvaneció por razones en las que no cabe entrar ahora.

La segunda investigación, sobre “el agua virtual y la huella hidrológica de la Comunidad de Madrid”, fue promovida y publicada por el Canal de Isabel II (CYII)[126]. En este caso el empeño de contextualizar y estimar con solvencia el agua virtual y la huella hidrológica,  me indujo a actualizar y mejorar mis anteriores trabajos sobre el metabolismo económico de la Comunidad de Madrid antes mencionados, con el apoyo de las personas que ya habíamos trabajado sobre ellos y a profundizar en los aspectos hídricos de este metabolismo, contando con la información de la entidad abastecedora de agua: el CYII. A raíz de este trabajo pude ver con claridad que los enfoques del agua virtual, los colores del agua e incluso la huella hidrológica son atajos ―a los que es proclive el mundo académico― para aproximar estimaciones parciales sin hacer las cuentas completas del metabolismo económico, como se debería hacer desde el principio. Por si vale de algo nuestra experiencia es que, al final, para no hacer una chapuza, trabajamos más que si hubiéramos empezado por hacer las cuentas: pues en nuestro empeño de cotejar y asegurar la coherencia de los resultados, después de dar veinte vueltas al asunto, tuvimos que acabar haciendo las cuentas del agua y de los flujos físicos  que operan en el territorio.

La tercera investigación sobre el agua respondió a la llamada que me hicieron conjuntamente la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) y el antiguo Ministerio de Medio Ambiente (MMA) a participar en un panel de expertos para indicar cuales eran los problemas e insuficiencias que planteaba la gestión económica del agua en España. Agobiado con los otros trabajos en curso, en un principio decliné esta invitación, pero al pensar que “quien calla otorga” me entró el afán de participar: teniendo claro cuales eran los principales problemas y soluciones orientadas a mejorar la gestión del agua, me sentía obligado a exponerlos con claridad. Me puse, así, manos a la obra y originé un texto en el que di nuevas vueltas de tuerca a los problemas y las soluciones de la gestión del agua en España[127]. Entre otras cosas, en este papel quise aclarar matizadamente el confusionismo reinante en torno al papel que juegan o pueden jugar en nuestro país temas tan espinosos como el de los mercados de agua o la interacción entre lo público y lo privado. Para conseguir que el texto, no solo fuera matizado sino también atractivo, lo apoyé en torno a tres paradojas orientadas a poner en duda el usual empeño de enfrentar lo público a lo privado y la planificación al mercado, como si de conjuntos disjuntos se tratara. Estas paradojas apuntaban que: 1) los mercados no son libres,…: dependen de los sesgos de la propiedad y del poder y del marco institucional que los regula; 2) en el caso del agua, lo supuestamente público se encuentra parasitado por lo privado…; y 3) los intereses privados dominantes no quieren en España mercados de agua… Una vez sacado el tema de la gestión del agua del simplismo al que lo someten ciertas discusiones académicas entre economistas, se aprecia que en este tema ―al igual que en otros muchos― lo público y lo privado, las políticas y los mercados…, tienen que ver con el marco jurídico, que ha de tenerse bien presente a la hora de enjuiciarlo y de ofrecer propuestas con un mínimo realismo. Para ello, consciente de mis limitaciones en el conocimiento del marco jurídico, tuve que contar con el apoyo de expertos que me ilustraran y corrigieran en este campo[128] para rematar el texto con el nivel de concreción y la calidad deseadas. Como no cabe ni siquiera resumir el contenido de este documento, diré simplemente que, tras una elaboración bastante más ardua de lo que en principio pensaba, el resultado me dejó al menos satisfecho conmigo mismo: creo que conseguí resolver bien el puzzle en el que yo mismo me había embarcado.

Economía, poder y megaproyectos

Otra línea de investigación que promoví más colectivamente, con buenos resultados, es la que gira en torno al título de este epígrafe. Mi reflexión sobre el tema arranca de la invitación que me hizo Federico Aguilera a intervenir, con él y con Albert Recio, en una sesión de clausura sobre los megaproyectos que propuso en las X Jornadas de Economía Crítica celebradas en Barcelona en  junio de 2006. Posteriormente mis relaciones de amistad y colaboración con Fernando Gómez Aguilera, director de la Fundación César Manrique de Lanzarote, me indujeron a comentarle el tema como posible objeto de un curso a celebrar en la sede de la Fundación. Una vez confirmada la posibilidad de hacer el curso, propuse a Federico Aguilera que lo dirigiéramos juntos y preparáramos con ese motivo un libro. Celebramos el curso en otoño de 2007 y ya está entregado y en prensa el libro, que saldrá en la Colección “Economía & Naturaleza”, que edita la propia Fundación Cesar Manrique[129].

Este tema me ha incentivado a reflexionar sobre la naturaleza del capitalismo que nos ha tocado vivir, confirmando que la ideología dominante dificulta la comprensión del desplazamiento que ha venido observando la actividad económica desde la producción de riqueza hacia la adquisición de la misma, con el apoyo del poder. Ya hemos apuntado que la metáfora de la producción oculta la realidad de la extracción y la adquisición de riqueza. En este libro se subraya que la idea de mercado soslaya la intervención del poder en el proceso económico. Que el desplazamiento y la concentración del poder hacia el campo económico-empresarial hace que haya empresas capaces de crear dinero, de conseguir privatizaciones, recalificaciones, concesiones, contratas,…y de manipular la opinión, polarizándose así el propio mundo empresarial. Y que si antes el Estado controlaba a las empresas ahora hay empresas y empresarios que controlan y utilizan el Estado y los media en beneficio propio. Como también es verdad que la realidad de los megaproyectos expuestos en el libro se sitúa en las antípodas de la entelequia del “mercado libre”.

En el libro se concluye que no es el mercado libre el que hace, por ejemplo, que un tren pare en mitad del campo, que se instale allí una estación, que se ponga una autopista,… y que surja una operación inmobiliaria que coincide con las lindes de determinas fincas. Como tampoco lo es que se recalifiquen ciertos terrenos o que se promuevan ciertos proyectos aunque sean a veces tan costosos como extravagantes y socialmente absurdos.  Son personas muy concretas, con poder para lucrarse de ello, las que promueven este tipo de “operaciones”. Pues el capitalismo de los poderosos es sólo liberal y antiestatal a medias. Es liberal solo para solicitar plena libertad de explotación, pero tiende a promover, cuando puede, concesiones y monopolios en beneficio propio. Y es antiestatal para despojar al Estado de sus riquezas, pero no para conseguir que las ayudas e intervenciones estatales alimenten sus negocios. De ahí que calificar de (neo)liberal al capitalismo de los poderosos es hacerle un inmenso favor, al encubrir el intervencionismo tan potente en el que normalmente se apoya, permitiendo que los nuevos caciques vayan impunemente de (neo)liberales por la vida. Este intervencionismo discrecional culmina en momentos de crisis, haciendo que el Estado sufrague pérdidas y avale riesgos de determinadas entidades privadas. Se trata en suma de privatizar ganancias y socializar pérdidas.

En este marco se evidencia una refundación oligárquica del poder que da paso a un neocaciquismo disfrazado de democracia. A la vez que asistimos a una “tercera fase de acumulación capitalista” (Naredo, 2007, Raíces… p. 205) en la que los más poderosos disponen de medios de financiación sin precedentes que les permiten adquirir las propiedades del capitalismo local y del Estado y del poder necesario para promover, con apoyos estatales, megaproyectos de dudoso interés social que sirven de pretexto para realizar operaciones extremadamente lucrativas. En esta fase los beneficios empresariales y el crecimiento de los agregados económicos de rigor, no suponen ya mejoras generalizadas en la calidad de vida de la mayoría de la población, que tiene que sufragar así, el festín de beneficios, plusvalías y comisiones originado, acentuando la polarización social. El libro comentado ejemplifica con diversos estudios de casos el comportamiento del mencionado neocaciquismo democrático, a la vez que apunta los vínculos que unen la nueva oligarquía con la antigua, de origen franquista, cuya composición analizaron algunos textos antológicos publicados en los Cuadernos de Ruedo Ibérico y en sus suplementos.

Burbuja inmobiliaria

El mencionado neocaciquismo se desarrolló en simbiosis con el boom inmobiliario que ha vivido nuestro país durante el último decenio. La espectacular intensidad y duración de este boom tuvo importantes consecuencias económicas y redistributivas, acarreando también la gravedad del actual declive económico, tal y como había ocurrido en el ciclo anterior, como analicé en el libro publicado en 1996 al que habíamos hecho referencia (ver Figura 25). Este tema lo seguí tratando en las publicaciones a las que ya hice algunas referencias, siendo la más actualizada aquella cuya portada también apareció recogida en la Figura 25. Pero en el momento de redactar estas líneas acabo de recibir los ejemplares de la nueva publicación sobre el tema[130] que había estado elaborando, como la anterior, codo a codo con Óscar Carpintero y Carmen Marcos. Esta publicación, eminentemente estadística, mejora y actualiza nuestras anteriores series de datos sobre el patrimonio inmobiliario y los activos y pasivos de la economía española, desagregados por grupos de “agentes económicos” y por Comunidades Autónomas, sentando así las bases para interpretar lo ocurrido en este episodio tan singular de la economía española.

La última parte de este libro aporta informaciones complementarias sobre el ciclo inmobiliario y comparaciones internacionales que permiten situar el caso español en un contexto más amplio. Valga como botón de muestra de esta información la recogida en Figura 29, que muestra un indicador sintético muy revelador de la importancia de este ciclo respecto a los anteriores: el consumo de cemento en largo período. Pues este indicador refleja la actividad de dos colaboradoras necesarias del negocio inmobiliario: la construcción de edificios y de infraestructuras, que permiten transformar metros cuadrados de terreno en metros cuadrados construidos, añadiendo así varios ceros a su valor. El consumo de cemento superó con mucho al registrado en los ciclos anteriores, alcanzando en 2007 los sesenta millones de toneladas, es decir, más de una tonelada por persona y por hectárea, y más del doble que nuestra vecina Francia, que cuenta con más población y territorio que España.

 

Figura 29. Consumo de cemento (miles de tm)

 

Cuando España ya llega a disponer de más viviendas y kilómetros de autopista per capita que el resto de los países europeos, el ciclo alcista toca a su fin, por estrangulamiento financiero, como había previsto en estudios anteriores y como confirma este último. Pues esa enorme construcción nueva ―en buena parte desocupada o infrautilizada― ha reclamado una financiación sin precedentes que solo han podido acometer los hogares a costa de reducir por cuarto año consecutivo su ahorro financiero neto, al ampliar espectacularmente su endeudamiento gracias a los bajos tipos de interés y a la ampliación de los plazos de devolución. Como consecuencia de ello, España, que ha sido líder del auge, lo ha acabado siendo también del riesgo inmobiliario, al superar el porcentaje de endeudamiento inmobiliario de los hogares respecto a su renta disponible al de todos los países de nuestro entorno, e incluso a aquel de Estados Unidos, como también los supera en la exposición al riesgo inmobiliario de las entidades financieras españolas que, conscientes del mismo, han titulizado ya más de un  tercio de su deuda hipotecaria, contribuyendo a difundir los riesgos que han desembocado en la actual crisis de confianza que acabó agarrotando al sistema financiero internacional. El libro comentado informa sobre todos estos aspectos que tienen una actualidad palpitante, advirtiendo del riesgo que se deriva de la distinta calidad de los activos y pasivos generados: mientras el valor de las deudas exigibles de los hogares y empresas son inequívocas en cantidades y plazos de devolución, el valor de sus activos inmobiliarios no deja de ser un valor virtual que puede devenir ilíquido o desplomarse si se ven forzados a “realizarlo” en la fase regresiva del ciclo. Cabe estimar el consumo de cemento en 2008 ―a partir de los datos incompletos disponibles― en unos 46 millones de toneladas, lo que muestra la violenta caída del ciclo inmobiliario, a partir de este indicador sintético.

Hace ya más de un año, tras constatar que la exposición de la economía española al riesgo inmobiliario superaba en todos los aspectos al de los otros países de nuestro entorno, concluíamos diciendo que “la suerte ya estaba echada”[131]: no cabía evitar la crisis, solo gestionarla lo mejor posible. Y esta gestión resulta más difícil cuando, como preveíamos, el superávit presupuestario se desinfló con una rapidez pasmosa, sin que antes se hubiera orientado a promover un relevo de actividades que de momento no se vislumbra. Y cuando, además, la política económica, al no poder devaluar la moneda, no cuenta ya con este medio tradicional de hacer que la economía española recupere posiciones competitivas que faciliten el relanzamiento de su actividad exportadora, todo “hace presagiar un estancamiento de larga duración”[132]. La gran irresponsabilidad es no haberla previsto y evitado desde hace tiempo, sino alimentado hasta el final haciendo que la burbuja[133] se inflara cada vez más hasta reventar por si misma. Pues, a mi juicio, lo más fácil era prever que la crisis sería el desenlace lógico de tan desmesurado auge; lo verdaderamente difícil era imaginar que el auge podía llegar hasta donde ha llegado,  al disponer la economía española ―amparada en el euro― de una financiación externa tan inusualmente copiosa y barata. Pero, como ya hemos apuntado antes, entre los economistas más próximos al poder político y/o empresarial estaba mal visto reconocer la propia existencia de la burbuja inmobiliaria como no fuera para afirmar, a modo de mantra o conjuro repetitivo, que el “aterrizaje sería suave”[134]. El gran error político del presidente Zapatero fue no tomar conciencia y plantear con claridad el horizonte de crisis al que llevaba el auge inmobiliario e iniciar su controlada reconversión cuando ganó sus primeras elecciones, hace ya cinco años: entonces sí que hubiera sido posible planificar el añorado “aterrizaje suave”. También entonces hubiera podido culpar a quienes le precedieron de la comprometida situación a la que se veía abocada la economía española. Sin embargo, al hacer suyo el “España va bien” de Aznar, dio pie a que ahora lo señalen como culpable.

Territorio

El aquelarre inmobiliario que ha vivido el país durante el último decenio ha tenido un marcado reflejo territorial que invita a rematar la exposición de mis trabajos recientes haciendo referencia a aquellos que recaen directamente sobre el territorio. Máxime cuando, además, las preocupaciones territoriales y geográficas ocupan un lugar central entre las personas vinculadas a GEOCRÍTCA. Voy, pues, a  hacer referencia a los dos trabajos cuyo título incluye el esquema de síntesis de la Figura 28.

El primero de los trabajos mencionados[135] enjuicia la evolución de los enfoques, conexiones e instituciones que han venido segregando geografía, metrología y estadística, para sugerir que el nuevo contexto solicita el establecimiento de nuevas conexiones. El trabajo responde a la invitación que me hizo mi buen amigo y compañero del cuerpo de Estadísticos Facultativos del Estado, José Aranda Aznar[136], a participar en el 150 aniversario de la creación de la Comisión de Estadística General del Reino, presuponiendo que podría decir y escribir algo de interés. Pese a no ser muy dado a este tipo de celebraciones, acepté la invitación pensando que, como tenía cosas interesantes que decir, me resultaría fácil no decepcionar a mi amigo: me bastaba con replantear en este nuevo contexto las reflexiones que escribí hace tiempo  sugiriendo la conveniencia de estrechar lazos entre geografía, metrología y estadística, en el artículo referenciado en la nota 98. Pues la citada Comisión se configuró, hace 150 años, precisamente para “coordinar la información sobre el renio de España” que estaba dispersa en diversas dependencias estatales, creándose para ello, en 1870, el Instituto Geográfico y Estadístico, con el que culminó hace mas de un siglo el empeño de vincular, tanto desde el punto de vista lógico, como institucional, geografía, metrología y estadística. En efecto, el ilustre geógrafo Ibáñez Ibero, no solo ostentaba entonces la dirección de ese instituto,  sino también la presidencia del Comité Internacional de Pesas y Medidas. En 1875 había asistido a la firma de la Convención del Metro que tuvo lugar en París, por la que se creó el citado Comité como órgano del Bureau Internacional de Pesas y Medidas, organismo cuya importancia y cometido han tenido continuidad hasta el presente. Lo cual hizo que, en 1878, se desplazaran las competencias del antiguo Servicio de Pesas y Medidas, antes dependiente del área de Obras Públicas, Comercio y Minas, a la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico.

Sin embargo, en mi texto describo cómo a partir de entonces se inició una diáspora de competencias que rompió la vinculación administrativa entre geografía, metrología y estadística e incluso entre cartografía básica y catastral, cuyas competencias se diluyeron otra vez entre los distintos departamentos de la Administración. A mi juicio, esta dispersión de competencias tuvo consecuencias negativas para el enriquecimiento y la buena calidad de la información obtenida desde los organismos del Estado. Por una parte desembocó en la multiplicación de cifras sin respaldo cartográfico y de cartografías sin cifras. Por otra la especialización de organismos y de funcionarios en la obtención y el tratamiento de la información numérica y cartográfica que trabajan de espaldas a otro organismo y otros funcionarios encargados de velar por la precisión de las medidas, ha traído como consecuencia una manga cada vez más ancha sobre la definición de las presuntas magnitudes a medir y la realización de los patrones de medida que debieran asegurar un mínimo de representatividad a los datos ofrecidos.

A la vez que culminaba esa dispersión de competencias, estamos viviendo una fase de transición desde unos procedimientos que podríamos llamar tradicionales de obtención y tratamiento de la información hacia otros nuevos, que ofrecen nuevas posibilidades y reclaman nuevos vínculos entre las áreas mencionadas. Por ejemplo, los desarrollos operados en el campo de la informática y de la comunicación ofrecen posibilidades hasta hace poco desconocidas para conectar las bases de datos de todas las administraciones públicas, lo que exige informar sobre el origen y la fiabilidad de la información para evitar que se genere un magma de datos discrepantes de dudoso significado. Y en lo referente a las informaciones territoriales ―más ligadas a la conexión sobre la que estamos reflexionando― cabe recordar que la informatización de la cartografía ofrece posibilidades sin precedentes para romper la tradicional disociación entre mapas y cifras, al permitir por vez primera el tratamiento simultáneo y coordinado de informaciones cartográficas y numéricas, facilitando el desarrollo de la llamada estadística espacial.

A la vista de lo anterior, concluía en mi papel que la situación descrita pedía a gritos un golpe de péndulo hacia la coordinación de las informaciones cartográficas y estadísticas que permitiera sacar partido a las nuevas posibilidades que hoy existen. Aproveché la participación conjunta del Instituto Nacional de Estadistica, del Instituto Geográfico Nacional y de la Dirección General del Catastro en el 150 aniversario de la citada Comisión de Estadística para apuntar, con cierto sentido del humor, que tras un siglo largo de diáspora de competencias, ya iba siendo hora de recrear una nueva “Comisión de estadística general del Reino” capaz de impulsar otra vez la coordinación en un marco técnico y social más sugerente, abierto, democrático,…y, en general, de solicitar voluntad política para propiciar, de una u otra manera, los cambios mentales e institucionales que tal coordinación reclama.

El segundo de los trabajos recogidos pone en marcha el tratamiento coordinado propuesto de mapas y cifras con una aplicación al estudio de la evolución de la ocupación del suelo en la Comunidad de Madrid durante el último medio siglo y lo hace con un elevado nivel de fiabilidad y a una escala (1:25.000) y con un desglose (municipal y regional) útiles para la planificación y el seguimiento del territorio. Este trabajo aplica y ejemplifica así mis puntos de vista sobre el modo de captar, tratar y presentar información fiable sobre la evolución de la ocupación del conjunto de ese territorio en formatos útiles para seguir y orientar su gestión. Se trataba de actualizar y replantear, con los medios y conocimientos actuales[137], nuestro anterior trabajo de 1983 (citado en la nota 47) cuando la incidencia del reciente boom pedía a gritos tal actualización. La importancia del territorio considerado ―que abarca 802 mil hectáreas, con cerca de 180 municipios y 6 millones de habitantes― denota lo laborioso del empeño, que no se podía acometer sin formar un equipo de trabajo y sin disponer de un mínimo de financiación. Para ponerlo en marcha preparé un proyecto contando, en primer lugar, con mi amigo Ricardo García Zaldívar, que había coordinado ya nuestro trabajo anterior. El proyecto obtuvo la financiación necesaria mediante un convenio de colaboración entre la Secretaría General para el Territorio y la Biodiversidad del antiguo Ministerio de Medio Ambiente y la Universidad Politécnica de Madrid, a cuya Escuela T.S de Arquitectura estoy vinculado como profesor ad honorem[138]. Pese a su ambición de metas, el trabajo se remató con éxito en un plazo de año y medio y con un presupuesto bastante limitado, evidenciando la viabilidad de la propuesta: la entrega final del trabajo se hizo en julio de 2008, quedando ahora pendiente su divulgación. La Figura 30 presenta la portada de la memoria del trabajo, que comprende, además sendos volúmenes con anexos estadísticos y cartográficos.

 

Figura 30

 

Las aportaciones y recomendaciones que se extraen de este trabajo son múltiples y alcanzan desde las fases relacionadas con la captación de datos, con la selección y preparación de los útiles informáticos relacionados con el SIG, con el diseño del sistema matricial de almacenamiento de los datos de base, con la depuración y corrección de errores, con la preparación de los cuadros de resultados, de los sistemas y mapas de indicadores, así como en el diseño y presentación de la información gráfica, tanto en el propio soporte informático, como en las tres series de mapas impresos que incluimos en la entrega final. Dada la envergadura del trabajo, no cabe exponer ni quiera sucintamente aquí las aportaciones y, menos aún, los resultados: considero más interesante entregar una copia resumen o un vínculo de acceso para que las personas interesadas puedan acceder a él desde la página Web de GEOCRÍTICA.

No obstante, en lo que concierne a los resultados, quiero resaltar dos aspectos. Uno, que el trabajo incorpora un capítulo en el que se compara la información recabada sobre la ocupación del suelo por usos urbano-industriales y sus servidumbres con la que ofrecen las otras fuentes de datos territoriales disponibles (la cartografía del planeamiento, la de los núcleos urbanos del censo, el catastro y el CORINE Land Cover). Esta comparación se realiza, tanto para el conjunto de la Comunidad de Madrid como para cada uno de los municipios, descendiendo además a escalas mas detalladas en el caso de tres municipios[139], que permiten profundizar, entre otras cosas, en el estudio del suelo ocupado al margen del planeamiento y en el suelo comprometido por éste pero todavía no ocupado. Vimos que las discrepancias que se observan entre nuestros datos y los que ofrecen las distintas fuentes son enormes y se derivan tanto de la mala calidad de estos últimos, como de los sesgos que imponen sus distintas escalas, finalidades y fechas de actualización. Para dilucidar las causas de estas discrepancias, cuando éstas eran muy grandes, se acudió a cotejar la información con las fotos aéreas detectando la naturaleza de los errores o sesgos en cada caso. Cabe concluir que, en su conjunto, estas discrepancias denotan el penoso estado en el que se encuentra la información sobre el territorio en nuestro país. Valga como ejemplo un hecho curioso. El municipio que, según nuestros datos obtenidos directamente por fotointerpretación, observó un mayor porcentaje de crecimiento de la ocupación urbano-industrial y sus servidumbres de toda la Comunidad de Madrid en el período 1980-2005, fue el de Arroyomolinos, que alberga una operación urbana de gran porte: el gran centro comercial y de ocio llamado Xanadú, aderezado con grandes desarrollos inmobiliarios “inducidos”, que han multiplicado espectacularmente el número de viviendas y la población del término. El CORINE Land Cover atribuye en el año 2000 a este término una ocupación por usos o servidumbres urbano-industriales de tan solo una hectárea, cifra ésta muy inferior incluso a la planimetrada en nuestro trabajo para ese mismo término en 1980, y discrepante con las que ofrecen todas las otras fuentes para los años 2000-2005 que, al igual que la nuestra, rondan o superan las mil hectáreas ocupadas. Esta y otras discrepancias dejan, lamentablemente, en entredicho el nivel de precisión que, pese a las limitaciones de su escala y de las imágenes de satélite utilizadas, debería de ofrecer esta fuente que es la que más se aproxima a nuestra investigación en propósito y metodología. Los resultados mucho más solventes y detallados alcanzados en nuestra investigación, con plazos y presupuestos relativamente moderados, denotan que no es la dificultad ni el coste, sino la desidia y el desgobierno territorial, unidos a la dilución de competencias, lo que mantiene el lamentable panorama actual de la información sobre la ocupación del suelo en nuestro país.

El segundo aspecto a subrayar sobre los resultados de nuestro trabajo es que ilustra con una riqueza de información sin precedentes y en un caso tan relevante como es el de la Comunidad de Madrid, el cambio de modelo de ocupación territorial que imponen los mecanismos antes expuestos en el apartado Territorio y sistemas urbanos (ver Figura 21). En efecto el período de medio siglo abarcado permite historiar los cambios operados en este territorio desde el momento inicial (1956) hasta el final (2005). La observación de la cartografía resultante permite apreciar que los cambios producidos no son el simple reflejo de la expansión de un mismo modelo de ocupación del territorio, sino que van acompañados de un cambio de modelo. Sin perjuicio de que el SIG establecido en este trabajo permita a los analistas formalizar los cambios apreciados en la topología de este territorio, estos cambios saltan ya a la vista en los tres mapas adjuntos (figuras 30, 31 y 32) que resultan de reducir y fundir los correspondientes a la Serie A incluida en la entrega.

 

Figura 30, 31 y 32. Evolución de la ocupación urbano-industrial en la Comunidad de Madrid

 

Los cambios observados apuntan hacia la implantación de un nuevo modelo, el de la “conurbación difusa”, cuyas características habíamos esbozado en el apartado sobre Territorio y urbanismo,  Los mapas adjuntos dan cuenta del paso observado en la CM desde ese mar de ruralidad naturalizada por siglos de practicas agrarias adaptadas a las vocaciones del territorio, con islotes urbanos[140] que se perciben como una especie de sarpullido en el mapa de 1956 (en el que el tenue viario no encuentra a penas reflejo en la escala de trabajo utilizada), hasta ese “territorio-red” metropolitano que se ha ido configurando en torno a los principales ejes de un potentísimo viario, que resulta ya marcadamente perceptible en el Mapa de 2005, apuntando hacia la inversión en la topología del territorio considerado.  El “territorio-red” resultante es el que configura el nuevo modelo de ocupación normalmente denominado modelo de aglomeración o “conurbación difusa”, cuyo comportamiento expansivo en el territorio habíamos comparado (en la Figura 21) con el de las patologías cancerígenas en el organismo. Pues la tendencia al crecimiento de la conurbación difusa se descontrola, desvinculándose incluso de la evolución de sus habitantes, respondiendo ya solo al pulso de la coyuntura económica y destruyendo en su expansión los sistemas agrarios y los asentamientos urbanos preexistentes.

Un dato revelador de la nueva lógica territorial de este período, viene dado por el hecho de que apareciera como líder del crecimiento de la ocupación del suelo en el período 1980-2005 el antes pequeño y olvidado municipio de Arroyomolinos, que contaba en 1980 solo con 209 habitantes, 112 viviendas y 32 hectáreas de suelo ocupado por usos residenciales e industriales. Valga este botón de muestra de Arroyomolinos, para ejemplificar la incidencia territorial del modus operandi del “desarrollo” de suelos que ha venido imperando en el segundo período estudiado, a golpe de “operaciones” que dependen más de la iniciativa y el poder de los propietarios de suelos para promover su “desarrollo” que de razones estrictas de planeamiento.

Valga también este caso para ejemplificar la hiperdestrucción de suelo del municipio que trae consigo este tipo de “operaciones”, que preferentemente ocupan los suelos de mejor calidad agronómica o ecológica. En efecto, la “operación” no solo orientó la ocupación por usos directos o indirectos hacia los mejores suelos del término de Arroyomolinos, sino que trajo consigo la desorganización de los sistemas agrarios y el abandono de cultivos y aprovechamientos, que se fueron transmutando en eriales improductivos. Los datos de consumo y formación de suelos recabados en nuestro trabajo permiten cuantificar este proceso con desglose municipal. De las 113 ha de regadío existentes en 1980, la mitad fueron ocupadas por la expansión urbano-constructiva y la otra mitad abandonadas, pasando el grueso de ellas a la categoría de “no productivo” y, en menor medida, a las de matorral y coníferas. De las 1.020 ha de cultivos herbáceos de secano, 440 fueron ocupadas y 252 transformadas en improductivo (145 ha), en matorral-pastizal (75 ha) o en aprovechamientos forestales o de pastos, etc., etc.

El trabajo aporta también infinidad de datos que ilustran los procesos de destrucción de suelos que conlleva la expansión de la “conurbación difusa” ofrece para el conjunto de la Comunidad de Madrid. Concluyamos diciendo que esta destrucción se produce no sólo porque dicha expansión ocupa los mejores suelos, sino porque fuerza el abandono y “ruderalización”[141] de una parte importante del territorio no ocupado. Así, en el período 1980-2005,  según nuestros cálculos, la expansión urbana y sus servidumbres ocupó 62.296 ha de suelo rústico, con clara preferencia por los terrenos de mejor calidad agronómica. Pero, a la vez, planimetramos 50.552 ha de cultivos y aprovechamientos agrarios que, al ser abandonados, pasaron a engrosar la categoría de no productivos, y otras 64.588 ha que tras ser abandonadas pasaron a engrosar la categoría de matorral-pastizal. Y se apreció una estrecha correlación entre la intensidad de la ocupación urbana y la del abandono de los aprovechamientos agrarios como antesala de una posterior ocupación: es lo que hemos denominado “barbecho urbano”. Como consecuencia de ello el actual ciclo inmobiliario no solo ha generado una enorme cantidad (16.079 ha) de suelo directamente afectado o en promoción, sino también más de cien mil hectáreas de superficie agraria ruderalizada por abandono.

Con lo anterior quiero subrayar que el ecologismo banal de nuestros días se preocupa por la protección de algunos espacios y especies, pero hace abstracción de estos procesos de deterioro que operan masivamente sobre el territorio. Opino que una preocupación conservacionista seria debe de razonar sobre el conjunto del territorio y tratar de acomodar los usos a las vocaciones de éste, conservando así sus ecosistemas y paisajes, lo que no ha ocurrido en la Comunidad de Madrid, pese a las numerosas figuras de protección que alberga ese territorio.

No quiero cerrar estos comentarios a mis trabajos recientes sobre el territorio y el reciente boom inmobiliario sin apuntar sumariamente algunas claves para invertir las tendencias al deterioro territorial y urbano a las que hemos venido asistiendo. Para ello retomo en la Figura 33 una síntesis de mis puntos de vista expuestos en algunos de mis textos y conferencias sobre urbanismo y territorio. En ellos me gusta ligar el término de moda sostenibilidad con el de habitabilidad para hablar, después, de construir una estrategia de transición “a favor” de ambas. Creo que esa estrategia de transición debe apuntar, en primer lugar, a reconvertir las tendencias actuales y los mecanismos que las orientan. Para lo cual se debería plantear al menos un protocolo de mínimos a respetar por aquellas personas o entidades que quieran participar en ellas. Mi experiencia es que, si no se exige nada a cambio, todos se apuntan a favor de la sostenibilidad, sobre todo si logran subvenciones con ello. No en vano muchas localidades como Mabella y Benidorm cuentan con Agendas 21 y se presentan en sus Web como campeones de la sostenibilidad. Este protocolo de mínimos permitiría al menos separar el grano de la paja. En lo relativo a los enfoques, debería exigir que se razone sobre el metabolismo económico como proyecto de la ciudad, las industrias o los sistemas agrarios o extractivos que alberga el territorio en cuestión. Pues este enfoque satisface por si mismo las dos exigencias que aparecen como letanía en los informes de a UE sobre el tema: la necesidad de tener una “visión integrada” y un “cambio de lógica” que trascienda los enfoques sectoriales y parcelarios habituales.

 

Figura 33. Estrategia de transición a favor de la “sostenibilidad” y la “habitabilidad”

 

En el aspecto más instrumental, para que esa estrategia pueda funcionar tiene que apoyarse en tres patas. 1) Tiene que haber un núcleo administrativo responsable, con competencias sobre el territorio en cuestión (municipio, región, isla,…), y sobre el funcionamiento de los sistemas urbanos, industriales, etc. que lo pueblan, que se tome en serio estos objetivos, que emita las normativas oportunas para apoyarlos y prepare los planes necesarios. 2) Tiene que haber sistemas de información útiles para establecer el seguimiento y orientar el cambio de ese metabolismo y su incidencia territorial, ecológica y social. Estos sistemas han de informar sobre la fisiología de las distintas actividades, a lo distintos niveles de agregación (con sus flujos físicos y monetarios, de recursos y residuos,…) y sobre la anatomía territorial o urbana (usos y calidades del suelo, del patrimonio inmobiliario,…). Y 3) tiene que haber, un activo proceso de participación social. Si la atonía social no lo facilita, es el núcleo administrativo responsable que debería invertir en él para impulsarlo con mayor prioridad de la que se otorga a las veneradas infraestructuras. Pues no cabe reorientar las tendencias ni el comportamiento de una ciudad o un territorio, sin contar con los ciudadanos que lo pueblan. El nuevo proyecto iría así tomando cuerpo como resultado de la interacción o la sinergia de las tres áreas mencionadas. Cobraría así sentido y se consolidaría así el “compromiso público institucional” tantas veces enunciado en los documentos de la UE.

 

Figura 34. Disyuntiva actual

 

Por último, he de recordar (con la Figura 33) que la estrategia de transición a la que acabo de referirme se inscribe en la disyuntiva ya mencionada que enfrenta ―sobre todo a escala local y regional― la refundación oligárquica del poder observada tras el franquismo a una refundación democrática del mismo. O también, la que enfrenta, a todos los niveles, la actual democracia que se dice representativa, pero que se apoya en consensos oscuros y elitistas, a una democracia participativa, con consenso amplio y transparente fruto del ejercicio pleno de una ciudadanía bien informada. A la vista de todo ello, cabe concluir que la información es condición necesaria para desmontar las prácticas caciquiles observados a nivel local y regional y para reconducir el proceso económico hacia una gestión más razonable y acorde con los intereses mayoritarios. Pero hay que advertir, también, que la intensa participación (y movilización) social debidamente informada solo es la condición suficiente para que tal desmontaje y reconducción se produzcan, si consigue socavar el apoyo electoral de los políticos responsables.

Epílogo

Con estos comentarios sobre mis últimos trabajos relacionados con el territorio y el reciente boom inmobiliario he acabado cumpliendo el plan de relatar mi periplo intelectual “desde la economía y la estadística hasta los recursos naturales y el territorio”. No ha sido fácil para mí hacer este relato, no solo por sus múltiples ramificaciones, sino también porque mi periplo intelectual ha estado muy vinculado a mi propio periplo vital. Mirar atrás me ha hecho rememorar  a veces empeños, ilusiones y frustraciones que solo en ocasiones y con sordina he tratado de comunicar cuando lo exigía el propósito del texto, evitando caer en el relato biográfico personal o en juicios y arreglos de cuentas con el pasado que me parecían fuera de lugar. Pese a haber prolongado el texto más allá de lo que inicialmente pensaba, tengo la sensación de que la selección de accidentes, relaciones y puntos de vista personales que influyeron en mi trayectoria intelectual es quizás demasiado sumaria, como también lo es la exposición misma de dicha trayectoria. Intuyo que habrá personas o ideas que, pese a haber influido tal vez significativamente en esa trayectoria, no aparecen mencionadas en mi relato. Solo puedo pedirles disculpas y achacarlo a fallos azarosos de memoria, tal vez unidos a la edad, pero no a exclusiones o sesgos voluntarios que empañen la sinceridad de este relato necesariamente selectivo.

Con todo estoy satisfecho de haber relatado mi trayectoria intelectual y veo ahora un doble interés en haberlo hecho. Por una parte, estoy seguro de que nadie conocía mis poliédricos intereses y diversas publicaciones, que rompen con la habitual tendencia a la especialización, por lo que la exposición conjunta de las mismas es ya una novedad a subrayar. Pero sobre todo, por otra, creo que atar los cabos de las distintas áreas en las que he venido trabajando es la mejor manera de ilustrar mi propuesta de enfoque ecointegrador con la que trato de superar la habitual disociación entre economía y ecología. Espero que el presente texto ayude a construir esa economía de los sistemas abierta y transdisciplinar que vengo proponiendo y que creo que demandan los problemas horizontales que la gestión plantea en nuestras actuales sociedades. Problemas que tienen evidentes implicaciones éticas, políticas e institucionales que conviene explicitar, tal y como subrayo en el texto. Y viendo que el texto ha merecido la pena, quiero terminar agradeciendo el incentivo de GEOCRÍTICA y de Horacio Capel, sin el cual no habría visto la luz.

Madrid, 30 de octubre de 2008.

ANEXO 1

Breve historia de la Comisión Interministerial de Cuentas Nacionales del Patrimonio Natural[142]

A mediados de los años ochenta se trató de construir en España un sistema de cuentas de los recursos naturales capaz de orientar y sintetizar la información de base en este campo, relacionándola con las estadísticas económicas ordinarias agrupadas en torno a las Cuentas Nacionales. Este intento se impulsó durante algo más de un año desde la Comisión Interministerial de Cuentas Nacionales del Patrimonio Natural (CICNPN) creada al efecto, que se dedicó a poner a punto el instrumental y a realizar propuestas con las que encauzar la elaboración de las estadísticas necesarias para tal fin. El interés de este antecedente se revaloriza por el vacío observado desde entonces en la sistematización de las estadísticas ambientales, más allá de los trabajos de EUROSTAT.

En la reconstrucción histórica de este episodio hay que señalar que en el origen de la CICNPN se encuentra el nombramiento en 1983 de José Manuel Naredo ―futuro secretario de la Comisión― como vocal de la Junta Asesora Permanente del Ministerio de Economía y Hacienda, con el cometido de incorporar los recursos naturales y el medio ambiente a la planificación económica. En los meses sucesivos a su nombramiento, Naredo estableció contactos con organismos internacionales y expertos de diversa índole para orientar este cometido, aprovechando para ello la Conferencia Internacional de Medio Ambiente y Economía auspiciada por la OCDE y celebrada en París en junio de 1984 (recordemos que Naredo había trabajado en la OCDE a principios de los setenta). Tras aquella reunión Naredo preparó un documento interno en el que ya se perfilan con claridad las líneas básicas de cómo podría incorporar el Ministerio de Economía las cuestiones ambientales en su organigrama y gestión[143]. En la parte informativa del texto, comentaba Naredo la queja que tuvo que atender respecto a la nula participación española en los trabajos preparatorios de la Conferencia. Entre las causas que explicaban esa actitud destacaba la incomunicación entre las áreas de la administración que se ocupaban de economía y medio ambiente: “El desinterés de la Dirección General de Medio Ambiente del MOPU por los temas económicos, unido al desinterés del Ministerio de Economía y Hacienda por temas medioambientales explicarían —en opinión de Naredo— la falta de participación indicada (…) Este fenómeno responde también a la poca colaboración que suele tener la administración española en los proyectos de organismos internacionales…”[144]. Pero a la falta de preocupación mostrada tanto por el MOPU como por el Ministerio de Economía —que iba claramente “...en contra del espíritu de la citada Conferencia” y de las recomendaciones para integrar las consideraciones ambientales en el diseño de la política económica— se uniría la falta de información y de “…estudios que aborden, desde perspectivas económicas integradoras, la gestión de los recursos naturales y medioambientales”[145]. Para lo que ahora nos interesa, Naredo relata que, entre los contactos mantenidos, uno de los más interesantes fue el relacionado con la Comisión Interministerial de Cuentas del Patrimonio Natural francesa. Esta Comisión llevaba funcionando en ese país desde 1978, y se ha revelado como “...un instrumento eficaz para agrupar y orientar, en un marco útil para la planificación, la información relativa al patrimonio natural que se encontraba dispersa en los diversos departamentos. Por otro lado —añade— algunas de las elaboraciones realizadas en el marco de la Comisión ofrecen un indudable interés metodológico con vistas a su aplicación a España”[146].

El panorama tan desalentador desde el punto de vista interno contrastaba así con el interés de ciertos trabajos desarrollados más allá de nuestras fronteras, lo que llevó a Naredo a realizar cinco propuestas[147] con el ánimo de “…cubrir el vacío existente en nuestro país entre economía y medio ambiente, y hacer que la Secretaria de Estado de Economía y Planificación tenga un mínimo de presencia” en estas cuestiones. Entre todas las sugerencias cabe destacar, por su estrategia de largo alcance, la tercera: la creación de una Comisión Interministerial de Cuentas del Patrimonio Natural que estaría presidida por la Secretaría de Estado de Economía y Planificación. En palabras de Naredo:

“Esta Comisión constituiría un instrumento administrativo sencillo y eficaz para facilitar la colaboración de los organismos relacionados con los distintos recursos naturales, para coordinar y orientar la información —y la investigación— en un marco operativo con vistas a la planificación y la gestión económica de tales recursos. El Instituto Nacional de Estadística, el Instituto Geográfico Nacional, el Instituto Geológico y Minero y el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, entre otros, deberían constituir piezas importantes en los trabajos de esta Comisión”[148].

Así pues, su incorporación como vocal, desde 1983, a la Junta Asesora Permanente del Ministerio de Economía y Hacienda con el fin de integrar los aspectos ambientales en la planificación económica, unido al empeño personal por enderezar una situación de penuria estadística en estos temas a todas luces preocupante, facilitaron la creación de dicha Comisión a finales de 1985, con el Real Decreto 2711/1985 de 4 de diciembre, sancionado meses más tarde con la publicación en el BOE del 11 de abril de 1986[149]. En el preámbulo del Decreto, en cuya redacción intervino el propio Naredo, se puede leer que “…la mejor forma de superar la presente situación [de escasez y falta de coordinación de la información sobre los recursos naturales en España] es la creación de una Comisión Interministerial, que posibilite la actuación coordinada de los centros implicados en la realización de un intercambio sistemático, global, y permanente de los recursos naturales del país que permita su planificación y seguimiento”. De ahí que, el objetivo básico de la Comisión recogido en el artículo 3 del Real Decreto sea “…promover la elaboración de las Cuentas del Patrimonio Natural que reflejen de forma sistemática la características de los recursos naturales con los que cuenta el país”. A la vista de estas labores de promoción y coordinación, el Real Decreto se esmeró en buscar una composición plural en la que estuvieran representados todos aquellos organismos que, desde el punto de vista estadístico, tenían algo que decir en materia económico-ambiental, dando cabida así a la mayoría de Ministerios y Organismos Autónomos relevantes[150]. Sin embargo, ya desde su nacimiento, la Comisión no se crea con una vocación de continuidad sino “…por un período de tres años, pasado el cual corresponderá al Gobierno decidir si procede prolongar su existencia”[151], y aunque este escenario pueda ser razonable en aras de la prudencia, veremos cómo las circunstancias lo convertirán en definitivo, al no contar el proyecto con los apoyos solicitados.

Fue el 21 de abril de 1986 cuando tuvo lugar la reunión de constitución de la Comisión[152], en la que, entre otra documentación, se aportó un texto de Naredo[153] en el que se enmarcaba metodológicamente el objetivo, la orientación y la configuración de los grupos de trabajo acordados en esa misma reunión a propuesta del secretariado. En el documento se comparaban los diferentes sistemas de representación contable, esto es, el sistema económico estándar y el sistema de cuentas del patrimonio natural, poniendo de manifiesto los diferentes objetos de estudio y las zonas de intersección y comunicación. Teniendo en cuenta el trabajo previo de gestación de la Comisión, se comprende que el esquema general propuesto estuviera influido por la experiencia y los trabajos desarrollados en otros países y, muy particularmente, por la Comisión de Cuentas del Patrimonio Natural francesa, que venía respaldada por años de elaboración y reflexión en este campo y con la que el Secretariado de la Comisión española mantuvo un contacto fluido durante ese tiempo. Como atestigua el Cuadro 1 (en preparación) el esquema a seguir ponía el acento en tres campos fundamentales para abrir la reflexión más allá del terreno económico habitual, considerando “desde la cuna hasta la tumba” los flujos y stocks de elementos y sistemas integrantes de los recursos naturales y ambientales a contabilizar.

El primero de estos campos, venía dado por un grupo de cuentas relativas a la inventariación de los recursos naturales que forman parte de la riqueza nacional. Del mismo modo que, en el enfoque económico convencional, la gestión de una empresa exige disponer del correspondiente inventario que informe sobre la evolución de las existencias y activos que posee, la gestión razonable de un Estado exige también inventariar su patrimonio en recursos naturales. Se consideró el suelo el principal elemento constitutivo de ese patrimonio que es, además, lugar de síntesis los otros elementos que lo constituyen (rocas y minerales, agua, flora, fauna,…) así como soporte de los usos y sistemas que lo pueblan. Se proponía atender en esta síntesis a los diferentes valores y calidades (agronómica, biológica, mineralógica,…y, como no, monetaria) que presenta el territorio contrastando si los usos corresponden con sus vocaciones o están divorciados de ellas. El segundo campo de representación se refería a los sistemas que elaboraban o utilizaban los recursos naturales (propios o importados), analizables en términos de metabolismo, cuantificando los flujos de materiales, energía,…y dinero implicados. El tercer campo venía dado por los flujos de salida de los sistemas utilizadores y su acumulación en forma de residuos.  La constitución de los siete grupos de trabajo de la Comisión (ver Cuadro 2) resulta de priorizar los aspectos a poner en marcha, dentro de este esquema.

El Real Decreto de creación de la Comisión establecía que dicha Comisión debería elevar al Gobierno un informe sobre la actividad desempeñada tras su primer año de funcionamiento, que se cumplió en 1978. Para la configuración de dicho Informe, el Secretariado de la Comisión redactó un documento[154] en el que se recogían de manera sintética dos cuestiones: a) el Informe final, con un diagnostico de la situación y la puesta a punto de la metodología necesaria para promover seriamente la elaboración de las Cuentas de Patrimonio Natural, y b) un Informe de cada uno de los Grupos de Trabajo que, tras establecer el diagnóstico de la situación, terminaba en todos los casos con propuestas y proyectos prioritarios concretos a dotar para avanzar hacia el objetivo perseguido (acordados con el consenso de todos los participantes).

Desde el punto de vista del diagnóstico y la puesta a punto de la metodología, hay que decir que, según reza el Informe Final, el resultado dependió mucho del funcionamiento de los Grupos de Trabajo. Como se reconocía desde el Secretariado: “El trabajo desarrollado por los grupos ha sido muy dispar, dependiendo del interés de las personas y organismos implicados y del estado inicial de la información en cada caso. En todo momento se ha tratado de que los Grupos de Trabajo dieran lugar a informes que definieran el estado actual de los datos en sus respectivas áreas, la metodología, los objetivos generales y los proyectos prioritarios a abordar junto con los medios requeridos para hacerlos (…) Algunos Grupos de Trabajo no sólo dieron lugar a informes en el sentido indicado, sino que llegaron a constituir equipos y a contratar proyectos cuya realización está a punto de concluirse. Sin embargo otros grupos, a duras penas consiguieron elaborar el informe solicitado con un mínimo de calidad y coherencia, teniendo en ocasiones que suplir el Secretariado la carencia de los grupos”[155]. Cabe subrayar que, en este sentido, el Informe del Grupo de Rocas y Minerales se mostró como uno de los más potentes subrayando, desde el punto de vista del diagnóstico, un desfase estadístico detectado en cuatro vertientes. Por un lado, entre una información geológica de base global y sistemática, y otra minera “más escasa y menos fiable” que apenas permitía su utilización a efectos de planificación; y, de otra parte, la desconexión entre los inventarios y las estadísticas de explotación que no permitía establecer una unión estadística entre ambas fuentes. Además se percibía que la información relativa a las sustancias metálicas era de mejor calidad y cantidad que aquella referida a las rocas y minerales industriales haciéndose evidente, en último lugar, un desfase cada vez mayor entre las estadísticas referidas a la extracción de recursos minerales, y aquellas otras, prácticamente inexistentes, que tenían que ver con los residuos generados y el posterior reciclaje. Hay que advertir también que el esfuerzo desarrollado por este Grupo de Trabajo concluyó con la puesta a punto de una metodología novedosa para la cuantificación de la dotación minera y las reservas “económicas” de mineral de estaño y volframio a partir de los tonelajes-leyes y costes de extracción de los yacimientos españoles en el contexto mundial, como un estudio piloto que podía fácilmente extenderse al resto de sustancias minerales del territorio[156].

Un segundo Grupo de Trabajo que también realizó una labor meritoria de diagnóstico y propuesta fue el relativo al Territorio. El estado de la información en este campo a mediados de los ochenta tampoco permitía demasiada euforia, lo que llevó al informe final del Grupo a afirmar claramente que “la información sobre el territorio en España se caracteriza por un doble rasgo de signo negativo: descoordinación entre sistemas y organismos cuyo cometido es su recogida y tratamiento, y carencias significativas en temas de importancia. [Por tanto] no existe coordinación entre la forma en que es abordada la información sobre el territorio por parte de los diversos organismos y desde las distintas perspectivas y finalidades”[157]. La anterior descoordinación denunciada se materializaba además en desconexiones importantes y lagunas de información no menos relevantes. La desconexión “más alarmante”  se estaba produciendo “entre informaciones numéricas e informaciones cartográficas”, lo que, a juicio del Grupo de Trabajo, se traducía en que la gran mayoría de las estadísticas agrarias aparecían con escasas referencias territoriales y prácticamente ninguna desde el punto de vista cartográfico, a la vez que la información cartográfica se hallaba “raramente cuantificada” no disponiendo de las series estadísticas apropiadas en términos numéricos[158]. Una segunda desconexión se producía también entre la información aportada sobre cultivos y aprovechamientos agrícolas con el valor agronómico del territorio establecido por el Ministerio de Agricultura, y aquella que tenía que ver con el valor económico y catastral reflejada en las estadísticas recogidas por el Ministerio de Economía y Hacienda.  En cuanto a las lagunas, dos aparecían como las más urgentes por acometer: la falta de información sobre la calidad biológica del territorio (a través de mapas y datos sobre flora y fauna), y la relativa a los usos del mismo, especialmente los no agrarios (por medio de registros y cartografía de usos del territorio). Ya se reconocía oportunamente que, respecto a la primera carencia: “Los inventarios nacionales de fauna y flora, tanto silvestre como intervenida, constituyen una tarea pendiente de elevado interés científico y que debería ser abordada de forma urgente [obteniendo] cartografía y datos sobre biomasa (en vegetación), peso vivo (en fauna), número de especies, cobertura, densidad, singularidad y fragilidad entre otros parámetros”[159]. Por lo que hace a la falta de información sobre los diferentes usos del territorio, en especial los no agrarios, el Informe del Grupo era igual de taxativo: “La importancia de esta carencia es grande, ya que el territorio, por cumplir funciones de soporte, tanto de los procesos naturales como de la actividad humana, es un recurso limitado y no renovable que interesa gestionar colectivamente de forma racional; y es bien sabido que la eficacia de esta gestión depende en gran medida de la existencia de una información sistematizada y accesible sobre los usos del territorio y la dinámica de cambio que le afecta. La información sobre usos del territorio y su dinámica de cambio es deficiente e incompleta[160]. Se comprende que, debido a las numerosas desconexiones y lagunas informativas, el Grupo de Trabajo, con un criterio más bien pragmático, se propusiera como objetivo fundamental favorecer “la creación de una base de datos única que integrara las bases de datos que deberán obrar en los distintos Órganos Administrativos”[161]. En los meses sucesivos a la presentación de este informe el secretariado de la Comisión promovió el proyecto CORINE Land Cover como base de datos cartográfica sobre la evolución de las trasformaciones territoriales a un nivel de información general, consiguiendo las máximas ayudas de la UE para su implantación en España coordinada por el IGN. Una vez dotado y puesto en marcha el proyecto siguió su andadura propia al margen de la después desaparecida la Comisión.

Uno de los grupos de trabajo más difíciles de sacar adelante fue el de residuos. Esta rémora se constató ya desde la misma constitución de la Comisión Interministerial[162], y aparece también reflejada en el propio Informe final elaborado por el Grupo de Trabajo[163]. Sin embargo, gracias a la perseverancia de José Frías, se pudo terminar el correspondiente Informe y, a la vez, avanzar algunas propuestas y proyectos de interés para superar la situación de penuria estadística en la materia. Como se señala en dicho texto: “el aspecto más importante a destacar es la inexistencia de un sistema estadístico de recogida de información sobre los residuos en general”, remarcando que “los residuos industriales constituyen el componente más importante y peor conocido de los residuos”[164]. Esta situación es todavía más grave habida cuenta que, tal y como argumentaba el Informe, nuestro país presentaba unas circunstancias muy apropiadas tanto para el aprovechamiento energético y como compost de la biomasa residual, así como de los materiales mediante el reciclado. La solución, a corto plazo, más viable y sencilla para cubrir las carencias de información y conocimiento de la situación real de generación de desechos industriales pasaba, a juicio del Grupo, por aprovechar la Encuesta Industrial que elaboraba el INE, como forma de sacar partido a la información física sobre las producciones y consumos intermedios de los diferentes sectores, obteniendo, por balance de materiales, una estimación de los residuos generados por cada actividad[165]. Algunos de los proyectos propuestos por el Grupo de Trabajo trataban de apoyarse en esta fuente inexplotada. Consideraciones similares, en cuanto a la puesta a punto de la metodología y los proyectos presentados, son también achacables al Grupo de Trabajo sobre el Agua, que elaboró un proyecto de Cuentas de Recursos Hídricos incorporando aportaciones que tenían que ver tanto con la calidad como con la cantidad del recurso, apostando además porque el sistema de registro captase la dimensión económica de la gestión. Desde el punto de vista del diagnóstico, las contribuciones de los Grupos de Recursos Marinos y de Flora y Fauna continentales fueron mucho menos ambiciosas, lo que obligó a enriquecerlas con aportaciones del Secretariado sobre todo en lo que a propuestas y proyectos a realizar se refería. Así, por ejemplo, tras realizar una encuesta sobre los sistemas de registro y seguimiento de la Flora y la Fauna utilizados en los principales países, se seleccionó por su interés el utilizado conjuntamente por los Países Escandinavos y se financió un viaje al mueso de Ciencias Naturales de Estocolmo de dos especialistas (un biólogo del CSIC y un informático) que trajeron al Mueso de Ciencias Naturales de Madrid un paquete de cerca de doscientos programas para el tratamiento informático del tema.

En resumidas cuentas, el Cuadro 2 recoge la relación de componentes de los diversos grupos así como los proyectos que ésos presentaron para la continuación de su labor en el período 1988-1991. Algunos de los proyectos se desarrollaron al margen de la Comisión, como ocurrió con el CORINE Land Cover antes mencionado, con las Cuentas del Agua, …o con los estudios sobre el metabolismo de la aglomeración madrileña y su incidencia territorial[166], …o sobre el metabolismo de la economía española desde los años 50, que constituyó la tesis doctoral de Óscar Carpintero, dirigida por Naredo[167], actualmente en prensa.

Finalmente, el Informe presentado por la Comisión realizaba un balance del trabajo realizado por los Grupos durante ese año de funcionamiento, a la vez que ―como se apuntó anteriormente― detallaba una serie de propuestas y proyectos para consolidar y desarrollar el trabajo futuro de la Comisión. A la vista de la labor desempeñada, parecía claro que en 1987, por primera vez, se contaba “con una estructura y unos conocimientos” que permitían avanzar claramente hacia el cumplimiento del objetivo propuesto de consolidar y coordinar la recogida y el tratamiento sistemático de información sobre la evolución de los recursos naturales y ambientales en nuestro país. Pero apostar por ello significaba dos cosas: dotar de una estructura y medios adecuados al Secretariado en cuanto al necesario personal facultativo y recursos informáticos y, por otro lado, incorporar los proyectos presentados por los diferentes Grupos de Trabajo en el “Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico” que se había creado al amparo de la Ley 13/86, y que aparecía como la forma más oportuna de financiar la labor futura propuesta por la Comisión. Pues si es evidente que la elaboración de las Cuentas Nacionales en el INE o de las Cuentas Financieras en el Banco de España reclama dotaciones y equipos humanos importantes, resulta ingenuo pensar que las Cuentas de los Recursos Naturales o Ambientales podrían caer del cielo, sin personal ni dotaciones adecuadas. Cabe subrayar, no obstante, que el plan de trabajo no se proponía en ningún caso duplicar el esfuerzo estadístico que desde determinados organismos ya se venía realizando, sino

 “…adecuar esta toma de información a las necesidades de la planificación económica… [ya que] una constante que se aprecia en todas las áreas de trabajo es el vacío existente entre los organismos que se dedican a la obtención de datos físicos sobre los recursos naturales y aquellos otros que se ocupan de la gestión económica, vacío que tratan de llenar los proyectos que se programan”[168].

Como se puede ver en el Cuadro 2, los 21 proyectos presentados intentan apoyarse en la información generada ya por la Administración en lo relativo a los recursos naturales, lo que explica el escaso importe monetario —en términos comparativos con otro tipo de gastos estadísticos de mucha menor trascendencia— que representaban los 753 millones de pesetas a gastar en cuatro ejercicios (1988-1991) y que, en la actualidad, hubieran dado lugar a que nuestro país contara con un buen sistema de cuentas del patrimonio natural que permitiera cubrir la carencia estructural de estadísticas ambientales de nuestro territorio, convirtiendo a España en un lugar de referencia en este campo. Sin embargo, los desvelos del Secretariado por arrancar un compromiso del Gobierno central para dotar de los medios adecuados al futuro trabajo de la Comisión se encontró con un muro de silencio y despreocupación que llevó a Naredo a clarificar la situación abandonando la Secretaría de la Comisión e incluso la Administración, pidiendo la excedencia como funcionario, ante la falta de respuesta tras más de seis meses de haber presentado su Informe. Intuyendo el desenlace, el Secretario de la Comisión envió en mayo de 1987 un escrito al entonces Ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, en la que le conminaba a tomar cartas en el asunto, pues el impulso político inicial que llevó a la creación de la Comisión un año antes había decaído considerablemente.

“Llevo más de seis meses —se quejaba Naredo— sin conseguir ‘despachar’ seriamente con nadie sobre el tema de la Comisión Interministerial de Cuentas Nacionales del Patrimonio Natural. Lo cual es grave porque para sacar adelante una Comisión de este tipo se necesita tener un apoyo claro y decidido no ya del Ministerio que la preside (el de Economía y Hacienda) sino del propio Gobierno, sin el cual es difícil asegurar la colaboración de los organismos implicados (…) Una vez cubierta la primera etapa de constituir los grupos de trabajo, afinar la metodología, establecer contactos nacionales e internacionales y, en suma, hacer operativa la estructura de la Comisión, la disyuntiva es clara: o se toma en serio el asunto y se refuerza el Secretariado de la Comisión para pasar a la etapa de realizaciones o se desvanecerían los logros adquiridos. O, en un terreno más general, se decide crear un equipo que cuente con el apoyo y los medios necesarios para utilizar la Comisión como estructura eficiente para integrar el tema de los recursos naturales (y el medio ambiente) en la planificación económica o se abandona el tema aún a sabiendas de que habrá que retomarlo habida cuenta la importancia creciente que se le asigna en la CEE, con las consiguientes implicaciones en el reparto de dineros, sanciones por incumplimientos, etc. En fin, que si tuviste en su día el empuje suficiente para sacar el Decreto de creación de la Comisión, creo que merecería la pena que le dieras ahora otro empujón para asegurar su funcionamiento futuro”[169].

 

Cuadro 2. Grupos de Trabajo, proyectos y gastos presentados por la CICPN para el período 1988-1991

Grupo de Trabajo

Miembros

Proyectos presentados que finalmente no se dotaron en el marco de la Comisión

Importe (millones de pesetas)

Rocas y Minerales

Ricardo Artega (IGME), Juan Locutura (IGME), Carlos Mulas (IGME), Antonio Ortíz (MINER), Enrique Azcárate (BCI), Lucinio Mencía (BCI), Dionisio Vázquez (MIDEF), Bartolomé García (MIDEF).

1. Adecuación de inventarios
2. Recogida directa de datos
3. Vincluación inventarios-estadísticas de explotación
4. Vinculación estadísticas residuos-inventarios de Balsas y Escombreras

157,0
17,2
5,0

10,3

Agua

José María Pliego (MOPU), Julián Mingo (MOPU), Bernardo López Camacho (MOPU), Jorge Porras (IGME), Alfredo Iglesias (IGME), Simón González Ferrando (MAPA)

5. Diagnóstico del sistema hidro-económico
6. Implantación piloto de las CNRH a una cuenca
7. Estudios económico prospectivo de los usos del agua
8. Ampliación del modelo hidrográfico básico
9. Desarrollo de metodologías para inventariar recursos naturales asociados al sistema de recursos hídricos
10. Diseño de la segunda versión de las CNRH

12
43
16
58

28
34

Recursos Marinos

Rafael Robles (IEO), José Antonio Pereiro (IEO), Eladio Santaella (MAPA), Uxío Labarta (CSIC), Julio Márquez León (MIEH)

11. Adecuación de inventarios para formalizar las cuentas del patrimonio pesquero


15

Flora y Fauna

Emilio Fernández  (UCM), Benito Valdés (UCM), Cosme Morillo (ICONA), Santiago Castroviejo (RJB), Rafael Ponz (MAPA), Antonio Garcia-Valdecasas (MNCN), Fernándo Hiraldo (MNCN), Casimiro García (MAPA), Javier Martínez (MAPA), Antonio López Lillo (CM)

12. Adecuación de inventarios de flora, fauna cultivos y aprovechamientos
13. Investigación y puesta a punto de las Cuentas Forestales
14. Proyecto piloto de fotointerpretación para relacionar diversidad biológica y usos del territorio
15. Proyecto multidisciplinar de conservación de los recursos naturales de los Montes de Propios de Jerez de la Frontera


49,6
7,2

7,0


53,9

Territorio

Juan Zumárraga (MOPU), Lareano Lázaro (MIEH), José Manuel Naredo, (MIEH), Tomás Alberdi (MIEH), Gonzalo Cedrún (MTTC), Ramón Querol  (IGME), Alfredo Pérez (IGME), Luis González (CEDETI), Ángel Arévalo (IGN), Joaquín Ortíz (MAPA)

16. Proyecto piloto de recogida y tratamiento de la información para un modelo de Cuentas del Territorio




36,2

Residuos

Cristina Danés (MOPU), Antonio Díaz (MOPU), Rosa Saez (MINER), José Bernardo López (MINER), Fuencisla Cabrero (MINER), Andrés de León (MAPA) José Manuel Espejo (ENRESA), Dolores Pulgar (INE), José Frías (MIEH)

17. Diseño de cuestionarios de residuos y metodología para su implantación en la Encuesta Industrial del INE
18. Explotación de la información y elaboración de las cuentas de los residuos
19. Estudio del reciclado de determinados materiales


6,0

66,0
12,7

Promemoria

Área de Flujos de Energía y Materiales

20. Adecuación y elaboración de estadísticas para establecer diagramas de flujos de las principales actividades económicas
21. Elaboración y puesta a punto de las cuentas de flujos físicos de la economía española



66,0

19,8

 Total proyectos

 

713,7

 Gastos generales y en equipos

 

39,9

 TOTAL

 

753,6

Fuente: CICPN, Informe Final.

 

El tiempo mostró que, desgraciadamente, aunque se demandaran pocos recursos para mejorar el conocimiento de la realidad económico-ambiental del país, esta mejora no estaba entre las prioridades, no ya político-económicas, sino tan siquiera estadísticas de aquella época. La pena es que, después de cuatro lustros, el grueso de las deficiencias planteadas en el Informe de la Comisión apenas se ha corregido, aun cuando el escenario económico y los medios tecnológicos hubieran permitido hacerlo sobradamente. Además de observar que el carácter pionero de varios de los proyector propuestos, que han encarnado posteriormente en metodologías asumidas por la Unión Europea, a las que a habrán de irse acomodando los países.

ANEXO 2

Catálogo de la Colección “Economía & Naturaleza”

La presente Colección apunta a estrechar lazos entre Economía y ciencias de la Naturaleza. Para ello aborda una doble tarea: la de aportar, en primer lugar, obras relevantes de autores que buscaron esta conexión, sin que fueran debidamente valoradas por la comunidad científica, ni divulgadas en el campo de la edición, permaneciendo hasta hoy inaccesibles al público interesado en estos temas; y, en segundo lugar, la de editar trabajos recientes cuyo carácter transdisciplinar apunte igualmente a superar la habitual disociación entre los desarrollos de la Economía y las ciencias de la Naturaleza y a elaborar metodologías operativas acordes con ese propósito. La Fundación Argentaria patrocinó, hasta su disolución, los doce primeros títulos de la Colección, que cuenta posteriormente con el patrocinio de la Fundación César Manrique.

Distribución

Los doce primeros volúmenes (coeditados por la extinta Fundación Argentaria y Visor Distribuciones, S.A) están agotados y descatalogados, pero sus facsímiles se mantienen accesibles en la página Web de la Fundación César Manrique. Los siguientes están editados por la Fundación César Manrique y se distribuyen por Antonio Machado Libros, c/Fernando VI nº 17, 28004 MADRID; Teléfono: 913196707; E-mail: librería@machadolibros.com (salvo el nº 15, coeditado y distribuido con la Editorial Universidad de Granada, en la dirección electrónica: www.editorialugr.com).

Títulos publicados

1. Los principios de la Economía Ecológica.
Autores: Joan Martínez Alier (ed.). Textos de P. Geddes, S.A. Podolinsky y F. Soddy.
172 páginas. Madrid, 1995. ISBN: 84–7774–971–X.
Tres tempranos y olvidados textos que debieran ser considerados como clásicos de la Economía Ecológica

2. Economía de los recursos naturales: un enfoque institucional.
Autores: Federico Aguilera (ed.). Textos de S.V. Ciriacy–Wantrup y K.W. Kapp.
252 páginas. Madrid, 1985. ISBN: 84–7774–972–8.
Textos pioneros en la aplicación del enfoque institucional a la Economía de los recursos naturales.

3. La Ley de la Entropía y el proceso económico.
Autor: Nicholas Georgescu–Roegen.
Estudio introductorio y recopilación bibliográfica de Jacques Grinevald.
545 páginas. Madrid, 1986. ISBN: 84–7774–973–6.
Este libro supone un hito de referencia obligado al menos desde tres puntos de vista. En primer lugar, por sus aportaciones inéditas para la filosofía y la historia del pensamiento económico. En segundo lugar, por su propuesta metodológica para la gestión de los problemas ecológicos de la actualidad. En tercer lugar, por su estudio preliminar sobre la reacción de la comunidad científica de los economistas ante el «cambio de paradigma» propuesto por Georgescu–Roegen.

4. La fertilización en los sistemas agrarios. Una perspectiva histórica.
Autores: Xexús Balboa, Juan de la Cruz Calvo, Lourenzo Fernández, Ramón Garrabou (ed.), José María Gascó, Manuel González de Molina, Antonio López Estudillo, José López–Gálvez, Enric Mateu, José Manuel Naredo (ed.), Yann Pouliquen y Enric Saguer.
275 páginas. Madrid, 1996. ISBN: 84–7774–974-4.
Este libro es fruto de varios encuentros entre técnicos e historiadores sobre las formas de reposición de nutrientes en los sistemas agrarios. Comprende una parte general y otra con estudios de casos referentes a las principales regiones españolas.

5. Principios de bioeconomía.
Autor: René Passet. Estudio introductorio de José Manuel Naredo.
325 páginas. Madrid, 1996. ISBN: 84–7774–975–2.
Estudio que ocupa un lugar importante en la corriente de pensamiento económico tendente a estrechar lazos entre economía y ciencias de la naturaleza. Frente a la desconexión de ambas ideas a la que había llevado la civilización industrial, René Passet postula su intersección como presupuesto obligado de una gestión razonable. Para ello apoya su representación del proceso económico sobre la noción de sistema abierto utilizada en biología para estudiar el funcionamiento de los organismos, los ecosistemas y la biosfera.

6. Sistemas de producción e incidencia ambiental del cultivo en suelo enarenado y en sustratos.
Autores: José López–Gálvez y José Manuel Naredo.
294 páginas. Madrid, 1996. ISBN: 84–7774–976–0.
Aplicación de un enfoque multidimensional (que incluye aspectos físicos, monetarios y ambientales) al enjuiciamiento de varios sistemas de producción agraria intensiva. El estudio se apoya en la elaboración de datos de primera mano recabados en el curso de una investigación experimental diseñada al efecto.

7. La Economía del agua en España.
Autores: Federico Aguilera, Antonio Estevan, José María Gascó, Bernardo López–Camacho, José López–Gálvez, Alberto Losada, Josefina Maestu, José Manuel Naredo (ed.), Fernando Ojeda, Noelia Rodríguez, Antonio Saa  y Esteve Tomás.
Mesa redonda institucional: José Luis Blanco, Julián Díez, Cristóbal Huertas y Juan López Martos.
237 páginas. Madrid, 1997. ISBN: 84–7774–977–9.
Análisis de la polémica que suscitó el anteproyecto de Plan Hidrológico, situando la discusión a un nivel hasta ahora poco transitado en nuestro país: el de la gestión económica del agua («water management») y más en concreto de la «water conservation» (ahorro, reutilización, uso combinado, mejora de la eficiencia de los sistemas de distribución y uso).

8. La gestión del agua de riego.
Autores: Federico Aguilera, Pedro Arroyo, Estrella Bernal, José Carles, Jaume Erruz, Rodrigo Gilberto, José López–Gálvez (ed.), Gregorio López, Alberto Losada, Amparo Merino, José Manuel Naredo (ed.), Emilio Pérez, Juan Reca y José Roldán.
406 páginas. Madrid, 1997. ISBN: 84–7774–978–7.
Redefinición del marco económico, técnico, legal y administrativo propicio para asegurar una gestión más razonable del agua para riego (en relación con los otros usos) que modere su utilización en función de los costes económicos, alejando los riesgos de sobreexplotación de acuíferos y, en general, poniendo coto al actual deterioro del patrimonio hidrológico y de los ecosistemas vinculados al mismo.

9. La Biosfera.
Autor: Vladimir I. Vernadsky. Estudio introductorio de Ramón Margalef y cronología bio–bibliográfica de Jacques Grinevald.
218 páginas. Madrid, 1997. ISBN: 84–7774–979-5.
Primera edición en castellano de este texto que desempeñó un papel de primer orden a la hora de historiar cómo se acuño la noción de biosfera, aun cuando tampoco encontró en su momento el eco que merecía su carácter innovador en el terreno científico.

10. Ciencia de la tierra y del medio ambiente. Material curricular para su aplicación en el aula.
Autores: Gaspar T. Jimeno Diestro (dir.) y Mariano Herrero Cid.
287 páginas. Madrid, 1998. ISBN: 84–7774–980-9.
Manual pedagógico dirigido al bloque temático de medio ambiente, que pretende llenar un vacío detectado en el ámbito de esta materia y cubrir la necesidad de incorporar la Educación ambiental en la formación general del ciudadano. El libro contiene una serie de fichas prácticas para el trabajo en el aula.

11. Desarrollo económico y deterioro ecológico.
Autores: José Manuel Naredo  y Antonio Valero (dirs.).
374 páginas. Madrid, 1998. ISBN: 84–7774–981–7.
Tras constatar que el metabolismo de la sociedad industrial se apoya básicamente en la extracción de rocas y minerales de la corteza terrestre, propone una metodología que permite cifrar el coste de reposición del «capital mineral» de la tierra y plantear en términos meridianamente cuantitativos el conflicto entre eficacia parcial y sostenibilidad global que se observa en nuestra sociedad. También se estudia la asimetría existente entre los costes físicos y la valoración monetaria de las materias primas minerales y sus derivados, que es a su vez fuente de deterioro ambiental y de desigualdad social.

12. El agua en los sistemas agrarios. Una perspectiva histórica.
Autores: Ramón Garrabou y José Manuel Naredo (eds.) y 27 autores más.
452 páginas. Madrid, 1999. ISBN: 84-7774-982-5.
Este libro es fruto de varios encuentros entre técnicos e historiadores orientados a estudiar el uso del agua en los sistemas agrarios desde una perspectiva amplia que abarca tanto los regadíos como los secanos, los climas húmedos y áridos… El libro consta de tres partes. La primera aborda problemas generales de enfoque e instrumental analítico para precisar las exigencias hídricas de los cultivos y aprovechamientos y la incidencia de las prácticas agrarias sobre el régimen de humedad de los suelos. La segunda aborda temas institucionales relacionados con las políticas de riegos y drenajes practicadas en diferentes zonas climáticas. La tercera aborda estudios de casos que cubre un amplio horizonte espacio-temporal.

12. Situación diferencial de los recursos naturales españoles.
Autores: Antonio Estevan, Ramón Fernández Durán, José María Gascó, Kira Hontoria, José Manuel Naredo (ed.), Fernando Parra (ed.), José Antonio Pereiro, Alfonso del Val.
337 páginas. Lanzarote, 2002. ISBN: 84-88550-45-6.
El proceso de inclusión de España en el marco político, económico y social europeo está generando una serie de «desencuentros», con la realidad física (o los condicionantes ecológico/ambientales) de nuestro territorio. El la primera parte se realiza una descripción global “diferencial” de los recursos naturales españoles donde se resaltan estos desencuentros. En la segunda se abordan temas monográficos clave de la problemática ambiental española. Por último, se extraen conclusiones y recomendaciones útiles para orientar la reflexión, la gestión y la militancia ecologista.

14. El metabolismo de la economía española. Flujos físicos y huellas de deterioro ecológico (1955–2000).
Autor: Oscar Carpintero.
636 páginas. Lanzarote, 2005. ISBN: 84-88550-60-X
Este libro presenta, desde un enfoque económico más amplio del habitual, un análisis de los principales cambios operados en el «metabolismo» de la economía española en la segunda mitad del siglo XX, ofreciendo información inédita sobre sus requerimientos de energía y materiales y sus consecuencias ambientales. Se estudia así con detalle el paso desde una economía de la «producción» apoyada básicamente en recursos renovables (biomasa agrícola, forestal,...) a una economía de la «extracción» o «adquisición» de recursos no renovables (combustibles fósiles, minerales,...), refutando la hipótesis de un supuesto desarrollo económico «desmaterializado». El libro muestra además cómo los mecanismos del desarrollo vinculados al comercio internacional y a las finanzas cambiaron la posición de la economía española de abastecedora a receptora neta de capitales, recursos y población procedentes del resto del mundo, evidenciando la imposibilidad de generalizar dichos mecanismos.

15. La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra (1955-2005).
Autores: Antonio Cendrero, Fernando Cembranos,  Horacio Capel, Antonio Estevan, Ferando Gómez Aguilera, Jacques Grinevald, Luis Gutiérrez (ed.), Ramón Margalef, José Manuel Naredo (ed.), Fernando Parra y Paul Starrs.
Coincidiendo con el 50 aniversario del histórico simposio Man’s Role on Changing the Face of the Earth ―celebrado en 1955, en Princeton Univ., EEUU― el presente volumen actualiza la reflexión sobre el tema y analiza los cambios operados desde entonces en los problemas y los enfoques. El libro reproduce y comenta en anexo algunos de los textos más representativos del simposio de 1955, que sirven de base a las consideraciones retrospectivas actuales. Esta reflexión en largo período ayuda a aclarar los rasgos que ofrece la coevolución de la especie humana con el planeta que habita y sus perspectivas, temas éstos que deberían mantener una actualidad palpitante en la presente era de la globalización.

16. Economía, poder y megaproyectos.
Autores: Federico Aguilera (ed.), Félix Arias, Óscar Carpintero, Manuel Delgado, José Manuel Naredo (ed.), Albert Recio y Marcos Roitman (En prensa, fecha prevista de publicación: otoño 2008)
Tras los cánticos al libre-mercado y al crecimiento de la producción, las operaciones de mera adquisición de riqueza, amparadas por el poder están cada vez más al orden del día. Este libro da cuenta de ello a través de análisis generales y aplicados. Los primeros precisan el contexto sociopolítico en el que toma cuerpo la refundación oligárquica del poder en las actuales democracias, así como la cobertura ideológica que la hace pasar desapercibida. Los análisis aplicados se ilustran con casos en los que determinados personajes y grupos empresariales obtienen el lucro fácil e inmediato, mediante “operaciones” inmobiliarias o financieras amparadas por el poder, utilizando como pretexto determinados megaproyectos de gran impacto territorial.

ANEXO 3

NAREDO, J. M. La economía en evolución: invento y configuración de la economía en los siglos XVIII y XIX y sus consecuencias actuales. Manucrits. Revista d’Història Moderna, Universidad Autónoma de Barcelona, 2004, nº 22 (ejemplar dedicado a: “Pensamiento económico y científico en la época moderna”), p. 83-117.

Reproducido en Scripra Vetera. Edición Electrónica de Trabajos Publicados sobre Geografía y Ciencias Sociales.

ANEXO 4

Relación de publicaciones de José Manuel Naredo (en preparación)

Notas

[1] El X Coloquio Internacional de GEOCRÍTICA, celebrado en Barcelona entre el 26 y el 30 de mayo de 2008, en el que se me entregó formalmente el premio e invitó a comunicar estas reflexiones.

[2] La mismísima relación con María Molero, mi compañera de toda la vida, ha alimentado este intercambio, incentivando, reorientando y matizando en buena medida muchas de mis reflexiones y publicaciones, como más recientemente me está ocurriendo también con mi hija María.

[3] La realización de esas tareas desde mi posición de estadístico contratado, denotaba, curiosamente, mayor flexibilidad de la Administración para el buen desempeño de sus funciones de la que he apreciado después, durante la democracia, cuando la mayor rigidez corporativa de la Administración impedía más drásticamente que ningún “simple contratado” pudiera dar cursillos, ni inspeccionar labores de funcionarios. Sorprendentemente, en vez de avanzar hacia una mayor flexibilidad se han acentuado las rigideces corporativas.

[4] Mi contacto con la editorial parisina Ruedo Ibérico y con su director José Martínez, arranca de mi primer viaje a Francia, en el verano de 1963, para asistir a un encuentro de estudiantes antifranquistas con la dirección exiliada del PCE en Arras. Ese contacto con José Martínez y con Ruedo Ibérico se afianzó durante mi estancia en París en los años 1966-1967, para hacer un curso de postgrado patrocinado por el Ministère de Finances, sobre técnicas de previsión y planificación económica y un stage individual en el Institut National de la Statistique et des Études Économiques (INSEE) para estudiar el modelo francés de cuentas nacionales, al  que más adelante se acabarían adaptando los sistemas internacionalmente acordados tanto en el marco de la Unión Europea, como de las Naciones Unidas. Considero que el buen conocimiento de los sistemas de Cuentas Nacionales, de las estadísticas económicas y de las técnicas de previsión y análisis de la coyuntura que adquirí entonces me ha sido de gran utilidad a lo largo de mi vida profesional. También me di cuenta que el escaso conocimiento de los sistemas de Cuentas Nacionales constituía una grave laguna en las enseñanzas de economía de la universidad española.

[5] Este modelo explicativo no solo se veía en la obligación de trascender la función de producción agregada, sino de formular, para cada cultivo o aprovechamiento, tantas funciones de producción como opciones técnicas existentes, lo que permitía apreciar en qué medida las variaciones de precios y salarios  favorecían ciertas opciones en detrimento de otras,...o apreciar cómo evolucionaban, en cada caso, los umbrales de superficie a partir de los cuales resultaba rentable el empleo de maquinaria. Es evidente que para acometer este tipo de análisis tuve que empezar por reconocer mis limitaciones, para interesarme por las técnicas y los equipos de cultivo y documentarme y afianzar mis análisis con ayuda e intercambio transdisciplinar a fin de suplir las enormes carencias de mi formación como economista (quiero rememorar la ayuda que me prestaron en mis primeros pasos para cubrir estas carencias en temas agrarios, Luis Ruiz Maya y José María Bellostas, compañeros de trabajo en el INE en la preparación  y tratamiento de la Encuesta de Renta Agraria).

[6] Mi estancia como funcionario internacional en la OCDE, a principios de los setenta, me permitió observar, desde esa atalaya privilegiada, algunos acontecimientos que marcarían mi reflexión posterior sobre temas ecológicos y económico-financieros. Entre ellos se encuentran la crisis del dólar que hizo que los EEUU eliminara su conversión en oro -prevista en los acuerdos internacionales que configuraron el sistema monetario internacional establecido tras la II Guerra Mundial- con un gesto unilateral de poder de tal envergadura que no pudo menos que llamarme la atención. Como también el auge de la conciencia ecológica que trajeron consigo tres acontecimientos notables de principios de los setenta: el Congreso sobre el “medio ambiente humano” que tuvo lugar en 1971 en Estocolmo, la publicación del Informe del Club de Roma sobre “Los límites del crecimiento”, en 1972, y la primera “crisis petrolífera” de 1973. Más adelante incluiría entre estos acontecimientos importantes de principios de los setenta la publicación en 1971 del libro de Georgescu-Roegen The Entropy Law and the Economic Process, cuya primera y única edición en castellano promoví e introduje 25 años más tarde, como veremos más adelante.

[7] Se trataba de justificar a toda costa la viabilidad de un pacto antifranquista con una hipotética burguesía no oligárquica, que se suponía objetivamente interesada en acometer las “tareas pendientes” de la revolución democrática burguesa orientada a facilitar el desarrollo económico capitalista. Este empeño arranca de “las dos tácticas” de la socialdemocracia rusa propuestas por Lenin e internacionalmente impuestas después por Stalin como táctica a seguir por los partidos comunistas, aspectos éstos que traté de aclarar en un artículo publicado en Cuadernos de Ruedo Ibérico CRI) con el pseudónimo Aulo Casamayor (Casamayor, A. (1975) “Los presupuestos de la táctica leninista de la ‘lucha por la democracia’ ” , CRI , nº 46-48, pp. 17-44).

[8] Mercado negro entonces denominado “estraperlo”: “estraperlar” quería decir vender productos en el mercado negro a precios que multiplicaban varias veces los precios oficiales de tasa. En la Figura 6 se reproduce la portada de una monografía que hice, con datos de fincas, para desvelar cómo se producía usualmente la ocultación y venta de buena parte de los productos en el mercado negro, que ocasionó a los grandes agricultores del Sur enormes rentabilidades que permanecían al margen de las estadísticas oficiales.

[9] Promoví, participé e introduje este libro contando con: (1º) el entonces exiliado profesor en la universidad de Nanterre, José Luis Leal, para analizar el modelo de acumulación ―a partir de la agricultura― imperante en la España de la postguerra (pues durante mi estancia en París habíamos intercambiado amistad e ideas relacionadas con mis trabajos y con su tesis doctoral centrada en ese modelo: mis elaboraciones publicadas en el libro culminaron el trabajo de Leal cuantificando la acumulación de capital operada a partir de la agricultura de la postguerra y su declive en los setenta); (2º) el entonces demógrafo y compañero del cuerpo superior de estadísticos del Estado, Joaquín Leguina, para analizar el proceso migratorio y los trasvases de mano de obra agraria hacia los otros sectores; y (3º) con, el entonces funcionario del Instituto de Crédito Oficial, Luis Tarrafeta, para analizar la función del sistema financiero en el trasvase de capitales. Recuerdo cómo tuve que defender con ahínco mi empeño de que los nombres de los autores aparecieran en la portada por orden alfabético, frente al afán del editor de Siglo XXI de destacar o poner el mío primero, no solo como promotor y coordinador del libro, sino también por ser entonces el más conocido de los autores, tras el éxito de mi libro anterior sobre La evolución de la agricultura en España. Esta situación cambiaría radicalmente cuando mis coautores fueron saltando a la fama a medida que accedían a puestos de responsabilidad política que les aseguraba una mayor presencia en los media (José Luis Leal, como ministro de economía y, después, presidente de la patronal bancaria; Joaquín Leguina, como Presidente de la Comunidad de Madrid; y Luis Tarrafeta, como presidente del Banco de Crédito Agrícola).

[10]  En principio quise compartir mi ayuda individual a la investigación formando equipo con mi compañero de trabajo e ingeniero agrónomo Luís Ruiz-Maya y con el también ingeniero agrónomo José María Sumpsi, a quien conocí como estudiante del último curso, cuando acudí poco antes a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid a dar una conferencia relacionada con mis anteriores publicaciones. Sin embargo, fiascos iniciales en la operación de captación de datos de las contabilidades privadas de las fincas, orientada por Luís Ruiz-Maya en Córdoba, unidos a su plena dedicación a preparar la oposición a la cátedra de estadística, le hicieron abandonar el equipo. Tuve así que replantear la toma de datos y desembarcar para tal fin en Sevilla, mano a mano con José María Sumpsi, logrando al fin buenos resultados que pasaron por establecer relaciones de amistad y colaboración con algunos de los grandes propietarios y/o agricultores. A parte de la actitud generalmente acogedora de Ignacio Vázquez Parladés para los investigadores, mayoritariamente franceses, que caían por el Valle del Guadalquivir, en nuestro caso particular quiero rememorar, entre otras, la excelente acogida que tuvimos por parte de Fernando Oriol Ibarra, quien nos introdujo en los “medios” de los grandes propietarios sevillanos por el simple procedimiento de invitarnos a comer en el selectivo club de campo “Pineda”. Posteriormente, en la fase de elaboración de los datos conté con Ignacio Amián, Pablo Campos y Salvador Martín Arancibia, con los que  he mantenido desde entonces relaciones de amistad e intercambio intelectual.

[11] El formato de esta revista admitía artículos gran tamaño, apoyados con anexos cargados de documentación si el tema lo requería. Lo cual  me permitió publicar en forma de artículos, monografías que en ocasiones superaban las cien páginas mecanografiadas. Lamentablemente esta revista murió tras más de un decenio de vida, arrastrada por el doble dogal de la falta de sensibilidad intelectual y de la austeridad mal entendida de la Administración española, al final de la primera etapa de gobiernos del PSOE.

[12] Agradezco esta observación a J.M. García Bartolomé que, al ocuparse en el Ministerio de Agricultura de poner en soporte informático toda la colección de la revista, me comunicó que había visto que yo era el autor más citado, lo que no dejó de sorprenderme, dada mi escasa preocupación  por este género de datos y rankings con finalidad académica.

[13] Esta investigación fue realizada por Manuela Leal y Salvador Martín Arancibia, apoyándose en el fichero de fincas que contaban entonces con más de 170 mil pesetas de líquido imponible y en el microfilm de los propietarios de la tierra a los que se les pasaba la contribución rústica, que pude conseguir al trabajar en aquella época como funcionario en el Ministerio de Hacienda. La investigación -que cruzó el listado de propietarios con el de personas con título nobiliario y con el de consejeros de la banca- vio la luz en un libro titulado ¿Quiénes son los propietarios de la tierra? y firmado por los investigadores arriba mencionados e introducido con un texto de Juan Muñoz y mío, que extraía las principales consecuencias políticas de la investigación (a la vez, Juan Muñoz promovía una investigación sobre el fichero de fincas afectas a la Reforma Agraria de la República, cuyos principales resultados, convergentes con los nuestros, vieron la luz en un volumen sobre Latifundismo Ibérico editado en Lisboa por la Fundación Gulbenkian, tras desarrollarse la reforma agraria en el país vecino: en la 4ª edición de mi libro La evolución de la agricultura en España se comentan y referencian estos trabajos).

[14] En la 4ª edición de mi libro La evolución de la agricultura... se reproduce este trabajo como epílogo al artículo sobre “Ideología y realidad en el campo de la Reforma agraria” antes citado.

[15] Lo cual me hizo profundizar y familiarizarme con el análisis y la evaluación financiera de empresas y proyectos. Además, como responsable del área de publicaciones de la entidad  tuve que preparar la edición de algunos manuales sobre el tema. 

[16] Naredo, J.M. (1988) “Diez años de agricultura española”, Agricultura y Sociedad (nº conmemorativo de los diez años de la revista), nº 46, pp. 9-36; Naredo, J.M. (1991) “Sobre el declive de la producción en la economía del medio rural”, Política y Sociedad, nº 9, pp. 3-13  (la 4ª edición de mi libro La evolución de la agricultura… recoge este texto, corregido y ampliado, con el mismo título como capítulo IV, pp. 455-484; Naredo, J.M. (1990) “Precio y renta de la tierra”, Catastro,  nº 4, pp. 40-43 y Naredo, J.M. y Cardalliaguet, A. (1994) “Valor y endeudamiento de la agricultura española en comparación con otros países europeos”, Catastro, nº 20. pp. 40-48.

[17] Recordemos la tradicional “vecería” de este cultivo, que significaba que tras un año de buena cosecha solía venir otro malo.

[18] En la que trabajaba entonces como director del Programa “Economía y Naturaleza”.

[19] De la que era entonces director José López Gálvez, coautor del trabajo comentado.

[20] Los residuos eran considerados, así, como parte integrante del proceso analizado o como resultado normal del mismo, no como una “externalidad” a considerar ocasionalmente, como hace el enfoque económico convencional.

[21] NAREDO, J.M y P. CAMPOS, (1980): “Los balances energéticos de la economía española”, Agricultura y Sociedad, 15, pp. 163-255. Una versión actualizada de este trabajo puede encontrarse en  la 4ª ed. de mi libro ya citado, Naredo (2004) La evolución de la agricultura en España, pp. 337-454 y en Carpintero, O. y  Naredo, J.M. (2006): “Sobre la evolución de los balances energéticos de la agricultura española, 1950-2000”, Historia Agraria, nº 40., pp. 531-554.

[22] Este texto fue una de mis primeras colaboraciones con José María Gascó, (catedrático de Edafología y Climatología de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid) que me ayudó a familiarizarme con la relación entre aguas y suelos y me introdujo en el tema de las aguas subterráneas y de su posible modelización, contactando entonces también con Bernardo López Camacho, ingeniero de caminos especialista en aguas subterráneas y, además, de origen manchego.

[23] Naredo, J.M. y Gascó, J.M. (1990) “Enjuiciamiento económico de la gestión de los humedales. El caso de las Tablas de Daimiel”, Revista de Estudios Regionales, nº 26, pp. 70-109.

[24] Serna, J. y Gaviria, M. (1995) La quimera del agua. Presente y futuro de Daimiel y La Mancha Occidental, Dimienl, Siglo XXI.

[25] Mantengo relaciones de amistad y afinidad intelectual con Gregorio López Sanz, desde que me pidió que le dirigiera su tesis doctoral sobre los acuíferos de La Mancha y yo, conociendo mis limitaciones, le sugerí compartir esa dirección con Federico Aguilera y con José María Gascó. Tras ampliar estudios sobre las experiencias de gestión del agua en Arizona, Nuevo México y California, acabó realizando su tesis doctoral sobre de la gestión del agua subterránea en La Mancha, bajo la dirección conjunta de Federico Aguilera, José María Gascó y José Manuel Naredo y obteniendo la máxima calificación (López Sanz, G. (1996) La gestión del agua subterránea en la cuenca alta del río Guadiana: de la economía convencional a la economía ecológica, Albacete, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad de Castilla-La Mancha). Gregorio López Sanz es profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de Albacete y también era, en el momento de hacer este informe, Alcalde del PSOE en el municipio manchego de Casas Ibáñez, lo que le valió enormes presiones para que, en contra de sus ideas y de su experiencia como alcalde, emitiera un dictamen favorable al proyecto de trasvase Tajo-La Mancha, como solución adecuada a los problemas hídricos de la región manchega. El hecho de que mantuviera contra viento y marea sus fundados puntos de vista, con una honradez a prueba de bomba, denunciando conjuntamente con José María Gascó y conmigo (y con el catedrático de ecología Francisco Díaz Pineda, que se unió a nuestro dictamen) los absurdos del proyecto, es algo que me llena de optimismo: creo que  mientras haya personas que no se doblegan ante las presiones del poder y del dinero, podremos mejorar el mundo en que vivimos. Con todo, nuestro único éxito fue que le UE no financió el proyecto, que el gobierno del PSOE sacó adelante con nuestros dineros, para satisfacer a los beneficiarios de ese “despilfarro interesado” que sigue siendo la gestión del agua en España.

[26] Como función punto del espacio euclidiano que liga de modo generalmente lineal la introducción de “factores de producción” y la salida de “productos”, todos ellos expresables en términos monetarios.

[27]  El dogma del “balance” y de la “ley de mínimos” están ampliamente tratadas en el texto metodológico que preparé como introducción al análisis de resultados en el libro antes citado López Gálvez y Naredo (1996) Sistemas de producción e incidencia ambiental del cultivo en suelo enarenado y en sustratos. En este texto se propone la formulación de una “ley de máximos”, como consecuencia de abrir la función de producción hacia los residuos y de analizar la función del suelo como “fábrica” de nutrientes.

[28] Naredo, J.M. y Guzmán, J.R. (2007) “El olivar como espejo de nuestras crisis” en VVAA, Tierras del Olivo, Catálogo de la Exposición presentada en Jaén, Baeza, Úbeda y Baena, diciembre 2007-abril 2008, Fundación Legado Andalusí y Junta de Andalucía, pp. 199-205.

[29] De mi contacto con los funcionarios y profesionales que participaron en los grupos de trabajo de la Comisión, surgieron relaciones de amistad y colaboración que fueron mucho más allá de la limitada vida de la misma. Por ejemplo, mi larga amistad con el estadístico Jean Louis Weber dura desde que nos conocimos en la Conferencia Internacional sobre Economía y Medio Ambiente organizada por la OCDE en 1984 en París (Weber trabaja actualmente en la Agencia Europea del Medio Ambiente, en Copenhague, destacando sus elaboraciones sobre las cuentas del agua y del territorio).

[30] Como no cabía detallar aquí esta interesante experiencia, incluyo un resumen de la misma en el Anexo 1 presentado al final de este texto. 

[31] Entre estos cabe mencionar, en primer lugar, dos trabajos de fondo realizados para la Administración que desarrollan y aplican la metodología necesaria para orientar la economía del agua desde un enfoque abierto y trandisciplinar, que trate conjuntamente sus dimensiones físicas y monetarias. Estos dos trabajos son: Las Cuentas del Agua en España (1994), que dirigí codo a codo con José María Gascó, y Costes y Cuentas del Agua: propuestas desde un enfoque ecointegrador (2007), relacionado con otro trabajo con Antonio Valero sobre los costes exergéticos del ciclo hidrológico. Estos trabajos fueron realizados respectivamente para la Dirección General de la Calidad de las Aguas del antiguo Ministerio de Obras Públicas y para la Agencia Catalana del Agua, gracias a la sensibilidad hacia estos temas y enfoques del entonces Director General de la Calidad de las Aguas, Francisco Gil y del funcionario de la Agencia, Joan Escriu, respectivamente: lamentablemente, los dos abandonaron el puesto poco después de haber entregado los trabajos, lo que se unió al tradicional desinterés de la Administración de gestionar bien el agua como recurso, para hacer que dichos trabajos duerman el sueño de los justos en los cajones de la Administración. Ello pese a que ambos trabajos aportaron propuestas metodológicas y aplicaciones inéditas que resolvían el espinoso problema de asociar la calidad del agua a la cantidad y de calcular el coste de reposición de los deterioros ocasionados por los usos, así como de vincular flujos físicos y monetarios. En ambos se percibe y cuantifica sintéticamente la evolución de la calidad (asociada a la cantidad) en el ciclo hidrológico como un gradiente de potenciales ligados al agua (entre los que destacan la potencia física, dependiente de su posición gravitacional, y la potencia química, ligada sobre todo a su capacidad de dilución) que van decayendo desde que entra “en alta”, por precipitación, hasta que desemboca en el sumidero último de los mares, pudiendo la actividad humana acelerar, demorar o revertir dichas pérdidas de potencia, incurriendo para ello en costes físicos y monetarios. Este enfoque ―desarrollado en colaboración con José María Gascó y con Antonio Valero― trasciende la mera óptica del balance del agua en cantidad, sobre el que se apoya la ingeniería hidráulica tradicional, y resulta de extrema utilidad para orientar la gestión del agua y para desbrozar el laberinto en el que se había metido la economía convencional en su búsqueda de los costes “de los servicios”, “del recurso” y “ambientales” ligados al agua, para atender a las exigencias de la UE, plasmadas en la Directiva Marco del Agua. En segundo lugar, entre los informes realizados a solicitud de las administraciones, destacan el informe y dictamen sobre el proyecto de “trasvase Tajo-La Mancha”, realizado en 2004 a instancias de la UE en colaboración con José María Gascó y Gregorio López Sanz, y el informe titulado “Lo público y lo privado, la planificación y el mercado, en la actual encrucijada de la gestión del agua en España” que realicé en 2008 a solicitud de un “panel científico” constituido por la Fundación Nueva Cultura del Agua en acuerdo con el antiguo Ministerio de Medio Ambiente. En tercer lugar, entre los textos breves realizados, destaca mi carta a la Comisaria de Medio Ambiente de la UE, con motivo de los trasvases del Ebro y Júcar Vinalopó, y los manifiestos de la Fundación Nueva Cultura del Agua, sobre el trasvase Tajo-La Mancha y sobre el panorama de la gestión del agua titulado “El gobierno se aleja de la nueva cultura del agua”, todos ellos accesibles en la página Web de dicha Fundación.

[32] Afortunadamente este Cuaderno (triple) de Ruedo Ibérico, nº 63-66, de mayo-diciembre de 1979, se encuentra hoy accesible, en edición digital, al igual que la colección completa de Cuadernos de Ruedo Ibérico, incluidos sus suplementos, en www.faximil.com (Faximil Edicions Digitals, Valencia).

[33] Entre estos técnicos contamos entonces con la ayuda del propio ingeniero jefe de construcciones mecánicas de la central nuclear de Almaraz, cuya honestidad y competencia me siento impulsado a rememorar sin poder pedirle permiso, dado que falleció ya hace tiempo. Al hacerse cargo de su trabajo, esta persona manifestó su perplejidad al ver cómo algunos de los costosos equipos recibidos se habían dejado largo tiempo a la intemperie para, una vez degradados, pedirlos de nuevo. Pronto vio que el aparente desorden de lo que parecía un desastre de gestión, iba siempre juiciosamente encaminado a aumentar la facturación.

[34] Tengo que agradecer la clarividencia de mi amiga Carmen Fernández Yáñez al apreciar y comunicarme ―desde la atalaya de observación y reflexión que le ha brindado su escasa movilidad― la convergencia entre mis preocupaciones y los trabajos de Antonio Valero que acababan entonces de ser galardonados, en 1987, con en premio Edgard F. Obert, concedido por la Sociedad de Sistemas Enegéticos Avanazados de la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos, que constituye hoy el foro internacional más prestigioso en esta materia. Si no llega a ser por ella, tal vez, Antonio Valero y yo no nos hubiéramos conocido.

[35] Naredo, J.M. y Valero, A. (1989) “Sobre la conexión entre termodinámica y economía convencional”, ICE, junio-julio 1989, pp. 7-16.

[36] Con quien mantengo estrechas relaciones de amistad, colaboración e intercambio intelectual desde entonces, como veremos más adelante.

[37] Este curso de postgrado formaba parte de las actividades del Programa “Economía y Naturaleza” de la Fundación Argentaria. Dicho curso, sobre “Economía de los recursos naturales y el medio ambiente”, lo promovía la Fundación Argentaria en convenio con la Universidad de Alcalá de Henares. El curso, dirigido conjuntamente por Diego Azqueta y por mi, constaba de 150 horas lectivas y de tres visitas o viajes de prácticas y se mantuvo con notable éxito de matrícula y resultados durante cinco años, hasta que abandoné la Fundación, poco antes de su disolución y abandono de actividades. La principal característica que explicó su éxito fue, sobre todo, su carácter abierto y trandisciplinar. Mientras que los otros cursos sobre temas ecológico-ambientales, al estar promovidos por instituciones sectoriales o departamentos universitarios, mostraban evidentes sesgos disciplinares en la docencia, el profesorado y los asistentes, nuestro curso trataba de superar estos sesgos. Para ello, la misma selección del alumnado se hacía siguiendo el criterio que yo denominaba del “arca de Noé”, consistente en que hubiera al menos una pareja de cada especie académica, con lo que el éxito del curso estaba asegurado, ya que ―a poco que hiciera el profesorado― se facilitaba el intercambio entre los participantes, rompiendo entre ellos la “torre de Babel” de las especialidades científicas para hacer que acabaran entendiéndose e, incluso, hablando un lenguaje común. Por otra parte, la inhabitual muestra entre el profesorado de enfoques y tratamientos diferentes y a veces contrapuestos, otorgaba al alumnado un muestrario de instrumentos y puntos de vistas mucho más rico y real de los que solía ofrecer un mundo académico acostumbrado a impartir una única ciencia “normal” y, por ende, a soslayar conflictos tan importantes como el que enfrenta economía y naturaleza.

[38] Carpintero, O. (2006) La bioeconomía de Georgescu-Roegen (con Prefacio de Joan Martínez Alier), Ed. Montesinos, Ensayo, 254 pp. Pueden verse mis reflexiones sobre este libro en la reseña: Naredo, J.M. (2007) “Aportaciones rompedoras y conflictos académicos de un pionero de la economía ecológica” en la revista Libros de economía y empresa, Año II, nº 2, pp. 31-32.

[39] El ingeniero industrial Vicente Subiela, que sería sustituido después por la física Lidia Ranz y el economista Óscar Carpintero, junto con la colaboración de la también economista Sara Echeverría, que trabajaba conmigo en la Fundación Argentaria.

[40] El ingeniero de minas Antonio Ortiz y la ingeniera agrónoma Dolores Romano, para estimar, respectivamente, las extracciones de rocas y minerales de la corteza terrestre y de los derivados de la fotosíntesis. Estas estimaciones directas cubrieron un vacío de información evidente, mejorando algunas estimaciones indirectas más precarias, que venían siendo utilizadas como únicas referencias hasta el momento, como el comúnmente citado artículo de Vitousek, en el caso de la fotosíntesis (Vitousek et al. (1986) “Human appropiation of the products of photosyntesis”, Bioscience, nº 36, pp.368-370).

[41] Tal vez interese precisar que dicha publicación fue formalmente presentada en medios académicos, entre otras cosas, con una ponencia mía en el plenario de la  Conferencia de la International Society for Ecological Economics (ISEE) celebrada en 1998 en Santiago de Chile. El texto de la ponencia, titulada “Quantifying Natural Capital: Beyond Monetary Value”, salió más tarde publicada en un libro, junto a otros textos seleccionados de la Conferencia: Munasinghe, M., Sunkel, O. and de Miguel, C. (eds.) (2001) The Sustainability of Long-term Growth. Socioeconomic and Ecological Perspectives, Cheltemham, UK and Massachusetts, USA: Edward Elgar, pp. 172-212.

[42] Se trata de las tesis, dirigidas por Antonio Valero y presentadas en la Universidad de Zaragoza, de Lidia Ranz (1999) Análisis de los costes energéticos de la riqueza mineral terrestre. Su aplicación para la gestión de la sostenibilidad; de Edgar Botero (2000) Valoración energética de los recursos naturales, minerales, agua y combustibles fósiles; y de Alicia Valero (2008) Exergy evolution of the mineral capital on Earth, en la que se sientan ya la bases de forma bastante completa y matizada de una nueva ciencia de los materiales, con aplicaciones importantes a distintos niveles de agregación. Esta tesis elabora y aplica a escala planetaria tres de los cinco criterios que propuse en la primera edición de mi libro La economía en evolución (1987) para ordenar con criterios económicos el reino difuso de los materiales. Estos criterios eran: 1º) el de la escasez de los materiales o sustancias en el sistema de referencia considerado: la Tierra, un país,…; 2º) el de la energía de calidad, o exergía, necesaria para construirlos o coste (físico) de reposición; 3º) la energía libre de Gibbs que contienen, que marca las posibilidades de manipulación química que ofrecen.

[43] Naredo, J.M. (2007) Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas, Madrid, Siglo XXI, p. 129.

[44] Nuestro enfoque va más allá de los análisis habituales de “ciclo de vida” de los productos, que consideramos incompleto. Pues nuestro análisis no sólo abarca la fabricación de los productos, como suele decirse, “desde la cuna hasta la tumba”, sino también “desde la tumba hasta la cuna”, al considerar el coste de reposición de los propios recursos primarios utilizados.

[45] En Naredo y Valero (dirs.) (1999) Desarrollo económico y deterioro ecológico, Madrid, Fundación Argentaria-Visor Distribuidores.

[46] El entonces Presidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina (amigo, compañero del cuerpo de estadísticos del Estado y coautor conmigo del libro antes indicado) nombró primero Directora de Estadística y después de Economía a (la también amiga y compañera competentísima del citado cuerpo de estadísticos) Carmen Marcos, que posibilitó esta investigación y con la que mantengo hasta ahora vivas relaciones de amistad y colaboración, como más adelante se indica.

[47] Este estudio, titulado Evaluación de la pérdida de suelo agrícola debida al proceso de urbanizaciones. Análisis y recomendaciones (1983), lo promoví con el apoyo y la financiación de la Dirección General de Acción Territorial y Urbanismo del antiguo Ministerio de Obras Publicas y Urbanismo, gracias a la sensibilidad del entonces Director General Juan Zumárrga. El equipo de trabajo fue realizado por J.M. Gascó, J. López Linaje, José Manuel Naredo y R. García Zaldívar, bajo la coordinación de éste último.

[48] El mismo análisis del metabolismo de la conurbación madrileña ha sido actualizado en diversas ocasiones. Véase, Naredo, J.M. (2003) “Anatomía y fisiología de la conurbación madrileña: gigantismo e ineficiencia crecientes”, publicado en el libro colectivo del Club de Debates Urbanos (2003) Madrid: a, ante,.., Madrid (pp. 72-91) y Naredo, J.M. y Frías, J. (2003) “El metabolismo de la conurbación madrileña (1984-2003)”, Economía Industrial, nº 351 (pp. 87-114). Y, como se comenta más adelante, existe otra estimación más actualizada y completa de los flujos físicos de la conurbación madrileña.

[49] La “fusión” del grupo Argentaria con el del BBV supuso la disolución de la Fundación Argentaria y el abandono de todos los proyectos de sus antiguos programas “Igualdad” y “Economía y Naturaleza”, entre los que figuraba la citada Colección. La Fundación César Manrique de Lanzarote la apoyó desde entonces financiando, en la medida de sus modestos medios, la edición de nuevos títulos y manteniendo accesibles en su página Web las ediciones facsímiles de los libros ya agotados y descatalogados de la Colección, todo ello gracias la sensibilidad hacia este tipo de enfoques de su director Fernando Gómez Aguilera. El Anexo 2 recoge el catálogo de los libros publicados en la Colección. 

[50] Por exigencia de EUROSTAT, el Instituto Nacional de Estadística (INE) empezó a estimar, para los últimos años, los requerimientos de materiales de la economía española. Estas estimaciones infravaloraban los requerimientos totales de materiales, sobre todo en el caso de los denominados flujos ocultos (ganga y estériles mineros que no reciben valoración monetaria) vinculados a la extracción de ciertos minerales metálicos y materiales de construcción. Sin embargo Óscar Carpintero utilizó los datos disponibles de la estadística de actividades extractivas que, junto a las leyes de los yacimientos, daban cifras más elevadas. Advertido el INE de la posibilidad de utilizar datos directos, siguió sacando de oficio sus estimaciones sin mejorar —hasta muy recientemente, y no del todo— el procedimiento de obtención, manteniendo así cierta discrepancia con los datos más fiables de Óscar Carpintero. Más adelante volveremos sobre la mala calidad de las estadísticas “ambientales” del INE, fruto de la escasa prioridad y medios atribuidos al tema.

[51] Gaviria, M., Naredo, J.M. y Serna J. (dirs.) (1978) Extremadura saqueada. Recursos naturales y autonomía regional, Eds. Ruedo Ibérico, París & Ibérica de Eds. y Publicaciones, Barcelona. Este libro fue el resultado de un importante esfuerzo colectivo de investigación que surgió libremente, para apoyar la protesta contra el proyecto de instalar la central nuclear de Valdecaballeros en la cabecera de las Vegas del Guadiana. Pese al tiempo transcurrido, resulta difícil encontrar estudios regionales tan completos como el plasmado en este libro, que sigue aportando interpretaciones sugerentes e información novedosa obtenida de primera mano (por ejemplo, el libro recoge la encuesta más importante que existe sobre los regadíos del Plan Badajoz, realizada en los pueblos mientras se hacía campaña contra la central nuclear). El vigor que adquirió el movimiento contra la central nuclear de Valdecaballeros, hizo que culminara con el encierro de todos los alcaldes de las Vegas del Guadiana en el ayuntamiento de Villanueva de la Serena exigiendo la cancelación de la central: el entonces presidente de gobierno, Suárez, tuvo que atender la exigencia y, finalmente, la central no llegó a funcionar.

[52] Con la colaboración de Óscar Carpintero y Sara Echeverría.

[53] El libro proyectado consiguió realizarse con éxito gracias a la tenaz labor de edición de Luis Gutiérrez, secretario de la Colección “Economía & Naturaleza”, que hizo además las traducciones de la mayoría de los textos reproducidos del simposio del 55, por lo que figura conmigo como editor. El cambio en el diseño respecto a los otros libros de la Colección se debe a que se trata de una coedición de la Fundación Cesar Manrique con la Editorial Universidad de Granada, en la que corrió a cargo de esta última la fabricación y distribución, con la ingenua intención de mejorar su difusión en medios universitarios, lo que no parece que se haya conseguido (en el catálogo de la Colección, que se incluye como Anexo 2 al final de este texto, figuran el ISBN de los libros y la dirección electrónica de los distribuidores).

[54] Como reza el subtítulo del libro de SARTORI, G. (1998) Homo videns. La sociedad teledirigida, Madrid, Taurus, en el que se analiza la incidencia de la “revolución multimedia” sobre el panorama político.

[55] Naredo, J.M. (1992) “EL oscurantismo territorial de las especialidades científicas”, González Alcantud, J.A. y González de Molina, M. (1992) La tierra. Mitos, ritos y realidades, Barcelona, Ed. Anthropos & Diputación Provincial de Granada, pp. 109-144.

[56] Naredo, J.M. (1982) “La Ordenación del Territorio: sus presupuestos y perspectivas en la actual crisis de civilización”, VVAA (1982) Cursos de Ordenación del Territorio, Madrid, Servicio de Publicaciones del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

[57] Naredo, J.M. (2000) “Ciudades y crisis de civilización”, Documentación Social, nº 119, pp. 13-37 (una vesión corregida y ampliada de este texto puede encontrarse también en la revista Astrágalo. Cultura de la Arquitectura y la Ciudad, nº 16, diciembre, 2000, pp.LXXXV-XCVIII).

[58] Paradójicamente, “operaciones” que  la limitada racionalidad del planeamiento había conseguido desechar durante el franquismo, se acabaron imponiendo durante la democracia (por ejemplo, desde COPLACO se desecharon los empeños de urbanizar zonas consideradas de “preparque” al este de El Pardo, sobre las que hoy se levanta a sus anchas el PAU de Montecarmelo).

[59] Véase, por ejemplo: Naredo, J.M. (1989) “Las directrices de ordenación territorial: un exponente de la crisis actual de la voluntad planificadora”, Alfoz,  nº 58-59, pp. 20-25 y Naredo, J.M. (1990) “Los límites del crecimiento. Sobre el declive de la planificación  y la moda de la estrategia”, Alfoz, nº 74-75, pp. 40-48.

[60] Naredo, J.M. (1994) “El funcionamiento de las ciudades y su incidencia territorial”, Ciudad y Territorio, nº 100-101 (el texto “Ciudades y crisis de civilización” (2000) antes referenciado afina en el análisis de la relación entre reglas del juego económico y los modelos territorial, urbano y constructivo resultantes).

[61] Margalef, R. (2005) “Acelerada inversión en la topología de los sistemas epicontinentales humanizados”, en Naredo, J.M. y Gutiérrez, L. (eds.) La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra (1955-2005), Granada,  Fundación César Manrique y Editorial Universidad de Granada, Col. “Economía vs Naturaleza”, pp. 217-222.

[62] Mumford, L. (1955) “Historia natural de la urbanización” (Ponencia presentada al Simposio Man’s Role in Changing the Face of the Earth celebrado en 1955 en Princeton (EEUU), incluida como anexo junto a otros materiales del Simposio en el libro antes citado, editado en memoria del mismo en su cincuenta aniversario) en en Naredo, J.M. y Gutiérrez, L. (eds.) La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra (1955-2005), Granada,  Fundación César Manrique y Editorial Universidad de Granada, Col. “Economía vs Naturaleza”, pp. 503-229 (Puede accederse al texto citado en http://habitat.aq.upm.es , boletín CF+S, num. 21).

[63] El abandono y la ruina de los pueblos es un problema que afecta a amplias zonas del territorio peninsular, en el que se encuentran densidades de población que apenas llegan a un habitante por kilómetro cuadrado, insólitas en Europa, salvo en zonas ya próximas al Círculo Polar Ártico.

[64] Esta denominación coincide en buena medida con lo que los arquitectos llaman “estilo internacional”, pero a mi me gusta más hablar de “estilo universal” porque me parece una expresión más fuerte y acorde con el universalismo capitalista  que extiende ese estilo constructivo. Por otra parte mi denominación de “estilo universal” apunta más a los aspectos estructurales y a la propia concepción de los edificios, que a su estética.

[65] Este texto se encuentra en internet en la dirección: http://habitat.aq.upm.es/iau+s/ ; y en papel: Naredo, J.M. (2005) “Diagnóstico sobre la sostenibilidad: la especie humana como patología terrestre”en Hernández Haja, A. (Ed. y Coord.) (2005) La sostenibilidad en el proyecto arquitectónico y urbanístico, IAU+S, ETSAM, pp. 58-68.

[66] Hern, W.M. (1990) “Why are so many of us? Description and diagnosis of a planetary ecopatological process”, Population and Environment: A Journal of Interdisciplinary Studies, Vol. 12, nº1.

[67] Este texto fue concebido para introducir un libro con reflexiones de colectivos de agricultura ecológica que han ocupado y revitalizado pueblos abandonados a lo largo y ancho del territorio peninsular: Naredo, J.M. (2006) “Metabolismo económico y deterioro territorial”, VVAA (2006) Los pies en la tierra. Reflexiones y experiencias hacia un movimiento agroeclógico, Barcelona, Ed. Virus, pp. 41-56. Una versión algo más amplia de este texto vio la luz, con el mismo título y en ese mismo año, en el nº 71 de la revista Archipiélago, pp. 15-28.

[68] Naredo, J.M. y Ruda, S. (1996) “Marco general de desarrollo sostenible aplicado a casos de buenas prácticas en medio urbano”, Primer catálogo de buenas prácticas, Madrid, MOPTMA, vol. I, pp. 19-87.

[69] Naredo, J.M. (2003) “Instrumentos para la sostenibilidad de los sistemas urbanos”, Arenilas, T. (Coord.) (2003) Ecología y ciudad, Barcelona, El viejo Topo, pp. 15-58.

[70] Naredo, J.M. (2004) “Desarrollo sostenible y territorio”, VVAA (2004) Urbanismo para un desarrollo más sostenible, Consejo Superior de Colegios de Arquitectos y Colegio Oficial de Arquitectos de las Islas Baleares, Palma de Mllorca, pp. 16-31.

[71] Naredo, J.M. (2006) “IAU+S en perspectiva”, II Jornadas de sostenibilidad  sobre “Arquitectura del siglo XXI: más allá de Kioto”, accesible en la dirección de internet: http://habitat.aq.upm.es/iau+s/  y, en papel, Hernandez Aja, A. (2008) Arquitectura del siglo XXI: más allá de Kyoto, Madrid, ETSAM, pp. 40-50.

[72] Término que utilicé para designar la euforia del reciente boom inmobiliario en algunos artículos (Naredo, J.M. (2004) “Aquelarre inmobiliario, bulimia económica y desastre ambiental”, El Ecologista, nº41, pp. 28-29).

[73] Naredo, J.M. (2006) “Boom inmobiliario y deterioro ambiental”, Ambienta, nº 56, pp. 26-31.

[74] Recordemos que la primera edición de este libro fue anterior a la “era” de los ordenadores personales con tratamiento de texto, por lo que lo escribí a lápiz, como entonces hacía para poder borrar o corregir el texto, originando un verdadero manuscrito que fue después mecanografiado por mi entonces secretario, y amigo de siempre, Jesús González.

[75] Entre los que se cuentan el filósofo y economista Luis Chicote, la antropóloga Verena Stolcke y el matemático, lamentablemente fallecido, Miguel de Guzmán, que ―como indiqué en los agradecimientos de la primera edición― me ayudó a formalizar con solvencia la axiomática que subyace a la idea usual de sistema económico.

[76] Sobre todo con Victoriano Martín, que además de ser profesor en ese departamento, era compañero de trabajo en el Ministerio de Economía.

[77] Recuerdo, sobre todo, el seminario con alumnos de quinto curso sobre historia del pensamiento, orientado a leer y comentar textos originales de los padres de la ciencia económica, al que asistieron, entre otros, Manuel Santos, Carmen Gutiérrez y Juan Pérez Campanero, con los que he seguido manteniendo relaciones de amistad e intercambio intelectual.

[78] Conocí a René Passet por su libro L’économique et le vivant (1979) ―cuya traducción y publicación promoví e introduje en la Colección  “Economía & Naturaleza”, con el título Principios de bioeconomía (1996)― manteniendo con él desde entonces estrechas relaciones de amistad e intercambio intelectual.

[79] El libro pudo publicarse, al fin, en coedición con el Ministerio de Economía y Hacienda, gracias al apoyo de Vicente Saval, técnico comercial entonces director del servicio de publicaciones de la Secretaría de Estado de Comercio de ese ministerio, que al ser consciente de la importancia del libro facilitó dicha coedición.

[80] Agradezco sobre todo a los profesores de historia económica, y entonces vicedecanos, Juan Hernández Andreu y Victoriano Martín su apoyo para resolver los trámites administrativos necesarios para que dicha propuesta pudiera prosperar. Y, entre ellos, a haberse brindado a figurar, respectivamente, como director de la tesis y como profesor responsable por parte del Departamento de Historia e Instituciones en el que fue presentada.

[81] Por un tribunal presidido por Pedro Schwartz, con Victoriano Martín, Joan Martínez Alier, Luis Perdices y Carlos Rodríguez Braun como vocales. Recuerdo que el hecho de que hubiera tenido anteriormente una polémica con Schwatrz, sobre la revisión de las series de renta nacional, en la revista Cambio 16, a la que luego haré mención, no deslució para nada su apreciación positiva de la tesis, mostrando que, si la calidad humana y profesional es buena, la controversia no tiene por qué empañar ni la relación personal ni el juicio académico.

[82] Esta parte era en principio bastante más extensa de lo que aparece en la publicación, pero la reduje al mínimo requerido para que ejerciera esa mera función de contexto, consciente de mi nula aportación en este campo.

[83] Este “declive” es la consecuencia lógica de los recortes en el objeto de estudio y de la aceptación cada vez más dogmática e irreflexiva de las categorías sobre las que se apoya el enfoque económico ordinario,  que constatan los análisis del libro, a medida que este enfoque “culmina” y se “unifica” (ver, por ejemplo, el capítulo 18 sobre “La pérdida de rigor de los manuales”).

[84] Por ejemplo, la idea de la meta universal del crecimiento económico, se da de bruces con la información que ofrecen las ciencias de la naturaleza sobre los límites de la Tierra y sobre la imposibilidad de perpetuar el crecimiento acumulativo de nada en el mundo físico: las exponenciales del crecimiento de la población y de sus crecientes exigencias en recursos y residuos  trascienden enseguida los límites planetarios.

[85] Por ejemplo, la noción habitual de sistema económico, como sistema aislado del mundo físico y equilibrado o siempre tendente al equilibrio se da de bruces con las nociones de sistema abiertos y desequilibrados con las que la biología o la termodinámica caracterizan los fenómenos de la vida. Según estas disciplinas el equilibrio es incompatible con la vida o, como recuerda el propio Antonio Valero más gráficamente, “el equilibrio es la muerte”.

[86] Sobre todo de los bienes patrimoniales (inmuebles, terrenos, acciones, empresas, obras de arte, etc.)  dado que los titulares de ingresos cada vez más concentrados buscan en qué invertirlos.

[87] Como rezaba el título del conocido libro divulgativo de La Place: l’Esposition du systéme du monde, publicado en 1796.

[88] Daré cuenta de los coautores, todos ellos buenos amigos, que participaron en los libros. A parte de las introducciones de los editores, los libros contaron, por orden de aparición, con textos de los siguientes autores: en el primer libro, de J.M. Naredo, F. Parra, J. Martínez Alier, A. Valero, J.L. Weber, A. Ortiz, B. López-Camacho, J.M. Gascó, J.A. Pereiro, C.M. Herrera, P. Campos y J. Frías; en el segundo de J.M. Naredo, R. Passet, R. Margalef, F. Parra, A. Valero, S. Rueda, F. Aguilera y M. Vázquez.

[89] Desoyendo las sucesivas protestas de Ángel García Sanz, antiguo director de la mencionada universidad de verano con sede en Segovia.

[90] Tras introducir la única edición disponible en castellano del La biosfera de Vernadski, que promoví en la Colección “Economía & Naturaleza”, Margalef se brindó a participar conmigo en una Jornada organizada por un grupo ilustrado de alumnos del último curso de Ciencias Ambientales de la Universidad de Alcalá de Henares, bajo el título “Reflexiones sobre lo global, con Ramón Margalef y José Manuel Naredo”. Recuerdo cuando intervinimos mano a mano en esa emotiva Jornada, en el paraninfo a rebosar de esa universidad. Recuerdo que durante años fue mi visita obligada siempre que viajaba a Barcelona. Recuerdo que ya no tuvo salud ni ánimo para acudir al seminario antes mencionado que organicé el Lanzarote sobre “La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra”, pero que me envió puntualmente su texto, posiblemente el último que hizo, sobre “La acelerada inversión en la topología de los sistemas epicontinentales humanizados”, antes citado.

[91] Cuando volví de la OCDE para hacerme cargo del Servicio de Análisis de la Coyuntura del INE, conseguí llevar conmigo a dos funcionarios que estaban por aquel entonces arrinconados por sus posiciones antifranquistas: mis amigos Joaquín Leguina y Crisanto Plaza. A ellos se añadieron, entre el personal de mi departamento, Esperanza Palmero y Carmelo Díaz Marzo, que después sería jefe del Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid, durante la presidencia de Joaquín Leguina. Además, recuerdo que conseguí que colaborara en el informe Rafael Álvarez, estadístico del INE (que más tarde fue durante largo tiempo jefe de Estadística y Central de Balances del Banco de España y situó en una posición de liderazgo internacional el nivel de información y calidad de las estadísticas de estos campos que contrasta con el lamentable estado en el que se encuentran en otros). Pude contar así, para la elaboración del mencionado informe, con una masa crítica de pensamiento y elaboración importante.

[92] El nombramiento de Benito Martínez Echevarría como director del INE se produjo durante mi estancia en París: recuerdo haber comentado jocosamente con Anselmo Calleja cómo el nuevo director había desbancado por currículum a los otros candidatos al cargo, ya que además de ser economista era también guardia civil. Posteriormente su currículum se vio engrosado por el hecho de ser el jefe de los servicios de seguridad de la Presidencia de Gobierno cuando su presidente, Carrero Blanco, mano derecha de Franco, ascendió directamente a los cielos por obra y gracia de una voladura de ETA.

[93] En el Ministerio de Hacienda fui Jefe del Gabinete de Perspectivas Económicas a Medio y Largo Plazo, entre 1975 y 1977, y Jefe del Servicio de Coyuntura Económica Internacional, entre 1978 y 1980. En el Ministerio de Economía y Hacienda, fui Jefe del Servicio de Análisis de Rentas, entre 1981 y 1983, pasando, en este último año, a ser Vocal de la Junta Asesora Permanente, con nivel 30 o de subdirector, hasta que, en 1988, pase a dirigir el área de estudios en el antiguo Banco de Crédito Agrícola, con la categoría funcional de Subdirector de Estudios y Publicaciones, hasta que me trasladé en 1992  a la Fundación Argentaria, como he comentado anteriormente.

[94] Naredo, J.M. (1973) “Europa se aleja (I). Desarrollo a la española” (informe especial) Cambio 16, nº 74, 16 de abril de 1973.

[95] Entre otras cosas, me contactó efusivamente el entonces director del diario ABC, Luis María Ansón, para proponerme colaborar sobre el tema en su periódico y en la revista Blanco y Negro. Me di cuenta de que su oferta era intencionada: trataba de ensalzar sutilmente las bondades del régimen monárquico, a base de indicar que España estaba más cerca de Europa en 1930, cuando había monarquía. Aún estando en el franquismo, mi repugnancia hacia la reinstauración monárquica me hizo rechazar su intencionada oferta.

[96] “Europa se aleja (II)”, Cambio 16, nº 81, 4 de junio de 1973.

[97] “Europa se aleja (III)”, Cambio 16, nº 82, 11 de junio de 1973.

[98] En efecto, la argumentación de Schwartz era, no solo endeble, sino bastante disparatada: trataba de ejemplificar la supuesta infravaloración de la Renta Nacional con la estimación del alquiler imputado al stock de viviendas realizada en su investigación antes mencionada, que superaba ampliamente al estimado por la Contabilidad Nacional. Pero su estimación era fruto de una empanada econométrica, con imputaciones muy dudosas, que ignoraba la solvente información estadística directa que existía para los alquileres desde el Censo de Población y Vivienda de 1950, sobre la que se apoyaba la estimación de Cuentas Nacionales. Además, su revisión de la serie, publicada en un libro por el Servicio de Estudios del Banco de España, no solo nó arreglaba, sino que acentuaba las anomalías antes mencionadas. Entre otras cosas recuerdo que, como resultado de descarriados esfuerzos econométricos, su estimación mantenía estancado el valor añadido del sector de la construcción durante toda la década del cuarenta, cuando indicadores tan elementales como la población ocupada en la construcción o el consumo de cemento aumentaban a fuerte ritmo.

[99] Agradezco a las dos personas que me introdujeron en el campo de la metrología: el ingeniero-geógrafo y matemático José Catalán (con quien coincidí e intimé al promover desde el Ministerio de Hacienda una comisión interministerial de coordinación de vuelos fotogramétricos) y el estadístico y matemático francés, de origen ruso, Oleg Arkhipoff (con quien hice amistad con motivo a mi participación en los coloquios de la Asociación Internacional de Cuentas Nacionales, con sede en el INSEE, en París). Fruto de estas reflexiones fue mi artículo publicado en la añeja revista de la Societé Statistique de Paris (Naredo, J.M. (1986) “Géographie, Metrologie et Statistique”, Journal de la Societé Statistique de Paris, 127e année, nº 4, IV Trimestre 1986, pp. 232-237).

[100] Naredo, J.M. (1991) “Crítica y revisión de las series históricas de Renta Nacional de la postguerra”, ICE, nº 698, octubre, 1991, pp. 133-152.

[101] Entre los que cabe destacar: Naredo, J.M. (1986) « L’axiomatique de l’enregistrement comptable du système économique et les limites de l’integration d’une comptabilité nationale de patrimoine », en Archambault, E. et Arkhipoff, O. (1986) Études de comptabilité Natinale, Paris, Economica, pp. 157-185 (publicado también en español en ese mismo año en ICE, nº 634, pp. 21-41); Naredo, J.M. (1988) « Comment l’économiste doit-il prendre en compte les ressources naturelles ?», en Archambault, E. et Arkhipoff, O. (1988) Nouveaux aspects de la Comptabilite Nationale, Paris, Economica, pp. 329-341 ; y Naredo, J.M. (1997) « Le patrimoine inmobilier et les plus-values en Espagne. Réflexion théorique et résultats practiques », en Archambault, E. et Arkhipoff, O. (1997) Comptabilité Nationale. Développements récentes, Paris, Economica, pp. 35-48.

[102] Año a partir del cual se cortó la serie tras mi abandono de esa entidad y su posterior absorción y disolución.

[103] Estas investigaciones se apoyaron, entre otras cosas, en la explotación de información tributaria inédita mediante un convenio establecido con el Instituto de Estudios Fiscales.

[104] Monografía publicada con ese título en el volumen sobre La distribución de la riqueza (1993), I Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza, 24-28 de mayo de 1993, Madrid, Fundación Argentaria, pp. 1-82.

[105] Monografía publicada con ese título (elaborada en colaboración con Pilar Gómez de Enterría) en el volumen sobre La desigualdad de recursos (1996), II Simposio sobre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza, Madrid, Fundación Argentaria y Visor Distribuciones, pp.215-255.

[106] Además de los artículos que ligaban los temas patrimoniales con el análisis de la coyuntura económica publiqué también en esa revista (en colaboración con Luis Sánchez Ortiz) un amplio análisis de las irracionalidades del automóvil como medio de  transporte titulado “Las cuentas del automóvil desde el punto de vista del usuario”, Economía y Sociedad, nº 6, abril de 1992, pp. 39-69).

[107] Naredo, J.M. (dir.) (2000) Composición y valor del patrimonio inmobiliario en España, Madrid, Ministerio de Fomento.

[108] Los artículos de fondo vieron la luz, sobre todo, en las revistas Cuadernos de Información Económica, ICE, Bolsa de Madrid y los de divulgación en el diario La Vanguardia y en la revista El ecologista. Los libros se publicaron en las colecciones de la Fundación de las Cajas de Ahorro Confederadas (FUNCAS) como comentamos seguidamente.

[109] Esta publicación, entre otras cosas, revisó y actualizó las series del patrimonio inmobiliario y el Balance Nacional elaboradas en dos publicaciones anteriores: la ya citada sobre la Composición y valor del patrimonio inmobliario en España (2000) y Naredo, J.M. y Carpintro, O. (2002) El Balance Nacional de la economía española, Madrid, FUNCAS.

[110] Naredo, J.M. (2005) “Mitos inmobiliarios de nuestro tiempo”, La Vanguardia, 10 de noviembre de 2005 (una versión más amplia de este artículo, con el mismo título y con el subtítulo “Seis tópicos que mantienen una situación irracional”, se publicó en el nº 46 de El Ecologista).

[111] Naredo, J.M. (2008) “El aterrizaje inmobiliario”, La Vanguardia, 9 de marzo de 2008 (una versión ampliada de este artículo, con este mismo título y con el subtítulo “El boom inmobiliario en España y sus consecuencias”, puede consultarse en el boletín informático de habitat, accesible en http://habitat.aq.upm.es:80/boletin/n35/ajnar2.html).

[112] Naredo, J.M. (2000) “El decálogo de la globalización financiera”, Le Monde Diplomatique (edición española), febrero 2000, reproducido en Naredo, J.M. y Carpintero, O. (2002) El Balance Nacional de la economía española, Madrid, FUNCAS, pp. 89-92.

[113] Naredo, J.M. (2002) “Claves de la globalización financiera y de la presente crisis internacional”, Studies in Economic History & Estudis d’història econòmica, nº 19 (2002) pp. 201-216.

[114] La colección de Cuadernos de Ruedo Ibérico y sus Suplementos se encuentran hoy disponibles en soporte informático, reproducidas por Faximil Edicions Digitals: www.faximil.com. Aunque en esta edición figuran los titulares de los pseudónimos, la existencia de alguna errata, imprecisión o laguna, me invita a precisar los pseudónimos que utilicé: Juan Naranco, Carlos Herrero, Aulo Casamayor, Genaro Campos Ríos (este último compartido, sobre todo,  con Juan Muñoz).

[115] Este fue, por ejemplo, el caso de la amplia Introducción (anónima) que hice, en colaboración con Vicent Garcés, al texto de Miguel Viñas “Franquismo y revolución burguesa”, publicado en el tercer volumen del Horizonte Español 1972 (Suplemento a CRI, 1972, Paris, Eds. Ruedo Ibérico). En esta Introducción precisaba la posición de los editores de CRI, contraria a la idea de revolución burguesa “inconclusa” y largamente “pendiente” (sostenida en el ensayo de Viñas). Nuestra posición se acabó imponiendo en el mundo académico apoyada, entre otros, por los trabajos de Fontana.

[116] Naredo, J.M. (2004) “Bases socio-políticas para una ética ecológica y solidaria”, en VVAA (2004) La globalización y los derechos humanos (IV Jornadas Internacionales de Derecho Humanos, Sevilla 2003), Madrid, Talasa, pp.206-277.

[117] La misma palabra democracia se presta a ello puesto que encierra una profunda ambigüedad a unir dos términos contradictorios: gobierno y pueblo. Pues ―como recuerdo que apuntó hace tiempo Agustín García Calvo― si el gobierno de verdad fuera del pueblo estaríamos en la acracia, no en la democracia.

[118] Digo principales, porque tampoco esta relación pretende ser exhaustiva: por ejemplo, no incluyo ningún trabajo sobre agricultura, y sin embargo publiqué en 2007 el trabajo sobre el olivar al que ya hice referencia en la nota nº 28; tampoco incluyo artículos  de divulgación y/o entrevistas que considero de menor importancia.

[119] La calificación de postmoderno, extremadamente confusa y rara vez consentida por los autores así calificados, ha desembocado en una vulgata postmoderna alimentada por los media que ha sido fuente de confusión y de estériles polémicas.

[120] Naredo, J.M. (2007) “Comentarios suscitados por las tres reseñas adjuntas de su libro: Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas”, RIFP, nº 29, julio, 2007, pp. 193-200.

[121] No puedo detenerme aquí a enjuiciar matizadamente las elaboraciones económicas de Marx y del marxismo y remito para ello a: Naredo, J.M. (2003) La economía en evolución, Madrid, Siglo XXI, Capítulo 12, “Las elaboraciones económicas del Marxismo”, pp. 147-181.

[122] Naredo, J.M. (2007) “Documento Marco sobre Costes y cuentas del agua. Propuestas desde un enfoque ecointegrador”. Seminario Costes y Cuentas del agua en Cataluña en relación con la Directiva Marco del Agua, Agencia Catalana del Agua, 18 y 19 de junio 2007, accesible en las Web de la Agencia Catalana del Agua y de la FNCA. Esta ponencia se retroalimentó con los comentarios y sugerencias de Antonio Estevan, durante la preparación del citado seminario, y se apoya en las elaboraciones practicadas por Antonio Valero y José María Gascó sobre costes y cuentas del agua desarrolladas en el marco de sendos convenios establecidos entre sus correspondientes departamentos universitarios y la ACA.

[123] Principio reformulado por mi, en el caso del agua, como el principio de “quien deteriora paga”, porque si nó privilegiaría a los usuarios que no contaminan pero, lo que es peor, destruyen el propio recurso-agua  en una cuenca, trasvasándolo hacia otras cuencas o consumiéndolo por evaporación.

[124] El enfoque económico ordinario viene tratando de responder a esta demanda recurriendo a su propio aparato conceptual diseñado para extender la valoración monetaria más allá de los valores mercantiles, a base de imputar costes de oportunidad y externalidades ambientales. Pero tras asimilar el coste de los servicios con el coste monetario en el que efectivamente incurren las entidades relacionadas el agua, el coste del recurso con el coste de oportunidad y el coste ambiental con las externalidades ambientales, se observa que carece de sentido cargar sobre los usuarios la suma de esta empanada de costes monetarios efectivos e imputados.

[125] A diferencia del enfoque económico ordinario, la metodología propuesta partía de admitir que los tres costes indicados no tenían por qué ser ni unidimensionales (debían de definirse en términos físicos y/o monetarios), ni aditivos. Sino que cabía definirlos de modo que pudieran cuantificarse en términos físicos y monetarios y que pudieran solaparse: el coste de los servicios podía y debía englobar costes ambientales efectivos (por ejemplo, de saneamiento y depuración) y del recurso (por ejemplo, de captación, bombeo, etc.). Un aspecto clave de la metodología propuesta es haber elaborado un procedimiento de cálculo operativo del coste físico de reposición del daño que ocasionaban  al agua los distintos usos. Este cálculo permitía saber con claridad “quién” deteriora el agua, como punto de partida para ajustar las tarifas al principio de “quien deteriora paga”, en el caso en el que se quisiera hacerlo. La metodología de cálculo del coste físico de reposición fue presentada por primera vez internacionalmente en: Valero, A. et alts. (2006) “Fundamentals of Physical Hydronomics: a new approach to assess the environmental costs of the European Water Framework Directiva”, ponencia que presentamos en la conferencia internacional de la International Society for Ecological Economics (ISEE), celebrada en diciembre de 2006 en Nueva Delhi.

[126] Naredo, J.M. (coord.), Carpintero, O., Frías, J., Gascó, J.M. y Saa, A, (2008) El agua virtual y la huella hidrológica de la Comunidad de Madrid, Madrid, CYII, Cuadernos I+D+I, nº 5, Director del estudio por parte del CYII: F. Cubillo.

[127] Naredo, J.M. (2008) “Lo público y lo privado, la planificación y los mercados, en la encrucijada actual de la gestión del agua en España”, FNCA, PANEL CIENTÍFICO-TÉCNICO DE SEGUIMIENTO DE LA POLÍTICA DE AGUAS, Convenio Universidad de Sevilla-Ministerio de Medio Ambiente (texto accesible en la página Web de la FNCA (http://www.unizar.es/fnca/) al igual que los otros textos del panel). Una versión resumida y menos matizada de este texto se publicó en: Campos, P. y Casado, J.M. (eds.) (2008) Gestióndel medio natural en la Península Ibérica: economía y políticas públicas, Madrid, Consejo General de Economistas y FUNCAS, pp.153-173.

[128] En el propio texto agradezco los comentarios y sugerencias relacionadas, sobre todo, con el estado en el que se encuentra la propiedad y los derechos sobre el agua a José Luis Moreu, a Abel la Calle y a Antonio Estevan. El reciente fallecimiento de este último, con quien he venido compartiendo durante largo tiempo mis reflexiones sobre el agua, me hace sentirme ahora especialmente huérfano de sus ideas y consejos.

[129] En el libro titulado Economía, poder y megaproyectos y coordinado por Federico Aguilera y por mí, participaron Félix Arias, Óscar Carpintero, Manuel Delgado, Albert Recio y Marcos Roitman, además de Federico Aguilera y yo mismo, tal y como figura en el catálogo de la Colección “Economía & Naturaleza” que compone el Anexo 2 de este texto.

[130] Naredo, J.M., Carpintero, O. y Marcos, C. (2008) Patrimonio inmobiliario y Balance Nacional de la economía española (1995-2007), Madrid, FUNCAS.

[131] Naredo, J.M., Carpintero, O. y Marcos, C. (2007) “Boom inmobiliario, ahorro y patrimonio de los hogares: evolución reciente y comparación internacional”, Cuadernos de Información Económica, nº 200, septiembre octubre, 2007, pp. 71-91.

[132] Así opinaba también en mi artículo titulado “El aterrizaje inmobiliario” ates citado (La Vanguardia, 9 de marzo de 2008; recordemos que una versión más amplia de este artículo aparece recogida en el boletín electrónico de la página Web de Habitat: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n35/ ).

[133] Se suele denominar “burbuja” a la espiral de revalorización y compra especulativa de activos, apalancada con créditos, que se alimentan mutuamente durante el auge y que está llamada a desinflarse por limitaciones financieras y/o pérdida de confianza, que recortan la demanda y las revalorizaciones.

[134] Lo cual me recuerda libro de Andreski, S. (1975) Les sciences sociales: la sorcellerie de temps modernes?, París, PUF, que establecía un paralelismo de objetivos entre los asesores de las ciencias sociales, incluida la economía, y los adivinos de antaño: ambos tenían que decir cosas que fueran del gusto de los poderosos si no querían ser marginados por agoreros y antes, tal vez, decapitados o quemados.

[135] Naredo, J.M. (2007) “Relaciones entre Geografía, Metrología y Estadística”, en VVAA (2007) 150 aniversario de la creación de la Comisión de Estadística del Reino, Madrid, INE, pp. 87-99.

[136] José Aranda, hoy lamentablemente fallecido, no solo fue compañero mío del cuerpo de Estadísticos, sino también de la facultad y del movimiento estudiantil antifranquista. Su mente inquieta y amplia le impulsó a cultivar la literatura a la vez que desempeñaba sus funciones como estadístico en el INE, contando con una obra literaria nada despreciable. Me comunicó que había disfrutado con mi texto y pude compartir con él las jornadas del Aniversario, pero por desgracia no podrá ver estas referencias. Como decía Margalef, la información se amplía costosamente poco a poco, pero luego acostumbra a derrumbarse en bloque.

[137] El trabajo de fotointerpretación de la ocupación del territorio por usos urbano-industriales y sus servidumbres territoriales se actualizó sobre ortofotos del Programa Nacional de Ortofotografía (PNOA) de 2005 que cuentan con un píxel de medio metro. La información sobre la situación del resto del territorio no ocupado para estos fines, se tomó de los Mapas de Cultivos y Aprovechamientos del Ministerio de Agricultura, que ofrecen información completa sobre los aprovechamientos agrarios y la cobertura vegetal del conjunto del territorio para los dos últimos años de referencia de nuestro estudio: 1980 y 2005.

[138] El convenio pudo salir adelante, gracias a la sensibilidad y el apoyo de Margarita Ortega, arquitecta asesora del Área de Política Territorial de la Secretaría General para el Territorio y la Biodiversidad del antiguo Ministerio de Medio Ambiente y del propio Secretario General, Antonio Serrano. El equipo de trabajo estuvo configurado por R. García Zaldívar y por mi, como coordinadores y contó con la colaboración y apoyo, como investigadores principales de A. Hernández Aja (con la ayuda, entre otros, de N. Morán, R. Moreno y R. Calvo), del departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la ETSA, y con de J.M. Gascó y A. Saa (que se ocupó y solucionó todos los problemas relacionados con el SIG, con la ayuda de M. García Howlett) de Edafología y Climatología de la ETSIA, entre otros.

[139] Estos municipios fueron los de El Escorial, Móstoles y San Fernando de Henares.

[140] Hay que recordar que los mapas no solo recogen la ocupación por usos urbanos directos, sino también por servidumbres urbanas indirectas. Por lo que algunas de las manchas de ocupación observadas al norte del mapa de 1956 no reflejan continuos urbanos, sino embalses para el abastecimiento de agua de la Capital madrileña y de algunos municipios limítrofes, ya que entonces los embalses eran, con mucho el principal reflejo territorial de las servidumbres urbanas en el territorio estudiado.

[141] El término “ruderal” se emplea en ecología para designar los solares o terrenos de cultivo abandonados en los que empiezan a aflorar algunas plantas acomodaticias que suelen carecer de interés productivo, ecológico y estético. Margalef hablaba así de “ruderalización” del territorio como fase de degradación del mismo cuando, tras haber sido eliminada la vegetación natural por labores de cultivo o movimiento de tierras, se abandona el lamentable panorama que abunda en el entorno de la aglomeración madrileña.

[142] Texto de Óscar Carpintero elaborado a partir de los documentos y archivos de la citada Comisión, corregido y resumido por José Manuel Naredo. Una exposición completa de la historia de la CICNPN aparecerá recogida en el libro de Óscar Carpintero: Más allá de la valoración monetaria (en preparación).

[143] Naredo, J.M, (1984): Propuestas para potenciar la planificación de los recursos naturales y medioambientales a la luz de la Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente y Economía organizada por la OCDE y de los contactos mantenidos por esta vocalía con otros organismos y expertos, Madrid, 6 de junio (mimeografiado).

[144] Ibid, p.1.

[145] Ibid, p. 2.

[146] Ibid, p. 3. Subrayado nuestro.

[147] Primera: Mantener relación con la División de Medio Ambiente y Economía de la OCDE. Segunda: Hacer que la Secretaría de Estado participe en el Comité MAB español. Tercera: Creación de una comisión Interministerial de Cuentas del Patrimonio Natural. Cuarta: Preparación de un encuentro internacional sobre la planificación económica de los recursos naturales. Quinta: Dotar a esta línea de trabajo en la Secretaría General de Economía y Planificación de la cobertura administrativa suficiente. Vid. Naredo, J,.M. (1984): Propuestas…, op.cit, pp. 4-5.

[148] Ibidem.

[149] El largo tiempo transcurrido entre la aprobación del Decreto y su publicación es ya un indicador anticipado del poco interés de la Administración en desarrollar su contenido.

[150] El artículo 2 del Real Decreto establecía que la Comisión se adscribe a efectos administrativos al Ministerio de Economía y Hacienda a través de la Secretaria General de Economía y Planificación, siendo presidida por el Secretario General. La componían el Secretario general Técnico del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el Secretario general Técnico del Ministerio de Industria y Energía, el Secretario general Técnico del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, el Secretario general Técnico del Ministerio de la Presidencia, el Secretario general Técnico del Ministerio de Defensa, el Secretario general Técnico del Ministerio de Educación y Ciencia, el Secretario general Técnico del Ministerio de Administración Territorial, el Secretario general Técnico del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones, el Director General de Planificación, el Director General del Instituto Nacional de Estadística, y el Director General del Instituto Geográfico Nacional.

[151] RD 2711/1985, disposición transitoria.

[152] Compuesta por las siguientes personas: Antonio Zabalza Martí (Presidente), J.M. Naredo Pérez (Secretario), y como vocales, J.A. Zaragoza Romeau (Mº de Economía y Hacienda), Jordi Carbonell Sebarroja (Mº de Agricultura, Pesca y Alimentación), Ramón Pérez Simarro (Mº de Industria y Energía), Ángel Menéndez Rexach (Mº de Obras Públicas y Urbanismo), Jesús Rubí (Mº de la Presidencia), Antonio Flos Bassols (Mº de Defensa), Enrique Guerrero Salom (Mº Educación y Ciencia), Adolfo Sánchez Morón (Mº Administraciones Públicas), Reyes Ferández Durán (Mº de Obras Públicas y Urbanismo), Javier Ruiz Castillo (INE), Ángel Arévalo Barroso (IGN).

[153] Naredo, J.M, (1985): Las Cuentas del Patrimonio Natural: propósito y orientaciones básicas, Madrid, 20 de diciembre.

[154] Comisión Interministerial de Cuentas Nacionales del Patrimonio Natural, (CICPN), (1987): Informe Final, Madrid.

[155] Ibid, p. 2-3. Al hilo de esta cuestión merece la pena recordar que el trabajo de constitución, puesta en marcha y orientación general de los Grupos llevado a cabo por el Secretariado tuvo mayor mérito habida cuenta que se hizo “con una infraestructura mínima, y sin equipo informático ni presupuesto” (ibidem).

[156] CICPN, (1987): Informe del Grupo de Trabajo de Rocas y Minerales, Madrid, pp.  16-25. Esta aplicación fue posible, en buena medida, gracias a la labor del ingeniero de minas Antonio Ortiz, que formaba parte del Grupo de Trabajo como experto representando al Ministerio de Industria y Energía.

[157] CICPN, (1987): Recogida y tratamiento de la información sobre el territorio. Situación actual y propuestas, Madrid, p. 22.

[158] Ibidem.

[159] Ibid, p. 23.

[160] Ibidem. Subrayado nuestro.

[161] Ibid, p. 1.

[162] Como así lo refleja el acta de la sesión del 21 de abril de 1986.

[163] Merece la pena reproducir la queja de José Frías, principal animador y redactor del Informe Final del Grupo, pues, como se observará, la denuncia efectuada en 1987 no ha perdido, substancialmente, nada de su valor. “Hay que dejar constancia de las enormes dificultades que ha habido que superar para llegar a la constitución de este Grupo de Trabajo. Dificultades que han continuado apareciendo a lo largo de su funcionamiento debido fundamentalmente a la falta de tiempo de la mayoría de sus miembros para colaborar en la redacción de este informe global. Lo que sin duda refleja la escasa prioridad que el tema de los residuos recibe en los organismos implicados, y la falta de personal especializado en el área”. CICNPN, (1987): Informe de Grupo de Trabajo de Residuos, Madrid, p. 23.

[164] Ibid, p. 23.

[165] En este sentido, la fragmentación, a comienzos de la década de los noventa, de la antigua Encuesta Industrial, en la Encuesta de Empresas y la Encuesta de Productos, ha empeorado la situación notablemente. 

[166] Vid. Naredo, J.M. y J. Frías (2003) “Metabolismo económico de la conurbación madrileña (1984-2001)”, Economía Industrial, nº 351, pp. 87-114.

[167] Vid. Carpintero, O. (2005): El metabolismo de la economía española. Recursos naturales y huella ecológica (1955-2000), Fundación César Manrique, Lanzarote.  Un resumen puede encontrarse en  Carpintero, O. y J.M. Naredo (2004) “El metabolismo de la economía española. Flujos de energía, materiales y su incidencia ecológica”, en Worldwacht Institute, La situación del mundo 2004, Barcelona, Icaria y FUHEM, pp. 321-349.

[168] CICNPN, (1987): Informe final, op.cit, pp. 7-8.

[169] Carta del 13 de mayo de 1987. Vid, CICNPC, Archivo de correspondencia.

 

[Edición electrónica del texto realizada por Gerard Jori]

 

Referencia bibliográfica:

NAREDO, José Manuel. Resumen de mi trayectoria intelectual. Desde la economía y la estadística hacia los recursos naturales y el territorio. Diez años de cambios en el Mundo, en la Geografía y en las Ciencias Sociales, 1999-2008. Actas del X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona, 26-30 de mayo de 2008, <http://www.ub.es/geocrit/-xcol/naredo.htm>.

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