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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVII, núm. 439, 20 de mayo de 2013
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

NUEVAS GEOGRAFÍAS MIGRATORIAS EN AMÉRICA LATINA: PRÁCTICAS DE CIUDADANÍA EN UN DESTINO DE TURISMO RESIDENCIAL

Michael Janoschka
Profesor e Investigador Ramón y Cajal
Depto. de Ciencia Política y Relaciones Internacionales – Universidad Autónoma de Madrid
michael.janoschka@uam.es

Recibido: 24 de enero de 2011. Devuelto para correcciones: 19 de octubre de 2011. Aceptado: 15 de noviembre de 2012.

Nuevas geografías migratorias en América Latina: prácticas de ciudadanía en un destino de turismo residencial (Resumen)

En distintos países de América Latina, como México, Costa Rica y Panamá, se ha intensificado a lo largo de la primera década del siglo XXI un caudal de movimientos migratorios, que en inglés comúnmente se denomina lifestyle migration (‘migración por estilo de vida’). Se trata de un flujo de personas de EE.UU., Canadá y distintos países europeos que se dirige a América Latina, causando importantes consecuencias sociales, políticas y simbólicas. Éstas se manifiestan también en el ámbito de las políticas locales; por ejemplo mediante la disputa por la participación social y política de los nuevos habitantes. El siguiente artículo persigue la finalidad de elaborar un marco conceptual para analizar las variadas formas de participación e incorporación en los destinos de turismo residencial. La participación se considera como una práctica de ciudadanía, de uso estratégico y con el fin de desafiar y transformar los regímenes de gobernanza local. De forma ejemplar, se irá comprobando el marco conceptual a partir de la revisión crítica de las dinámicas políticas y sociales en un destino específico en Costa Rica.

Palabras clave: turismo residencial, lifestyle migration, migración de amenidad, participación, identidad, ciudadanía, América Latina, Costa Rica.

New geographies of migration in Latin America: citizenship practices in a destination of residential tourism (Abstract)

During the first decade of the 21st century, several Latin American countries such as Mexico, Costa Rica and Panama developed as important destinations for lifestyle- and leisure-oriented mobility and migration flows, mainly of foreigners of U.S., Canadian and European origin. Such migration widely transforms the spaces and places of reception, and symbolically important social and political transformations occur. For instance, as they seek new forms of social and political participation, the migrants provoke important reconfigurations of the political sphere, especially at the local scale. This article develops a conceptual framework to analyse the different forms of participation and incorporation through the assumption that participation can be evaluated as a strategic practice of citizenship that aims at challenging local governance regimes and established political power positions. This argument will be developed through the analysis of the political and social dynamics in a destination of lifestyle-oriented migration in Costa Rica.

Key words: lifestyle migration, residential tourism, participation, identity, citizenship practice, Latin America, Costa Rica.


Introducción, objetivos y metodología de investigación

La movilidad transnacional (temporal y permanente) de personas relativamente acomodadas de todas las edades que buscan una ‘mejor’ calidad de vida – un fenómeno denominado lifestyle migration en inglés (Benson, O’Reilly 2009; O’Reilly 2007; O’Reilly, Benson 2009) – se ha incrementado de forma pronunciada en los últimos años. Según la perspectiva científica adaptada, esa movilidad se titula de forma distinta: ‘migración internacional de retirados’ (International Retirement Migration en inglés: King et al. 2000; Rodríguez et al. 2004; Gustafson 2008; Oliver 2007; Warnes 2009), ‘migración de amenidad’ (Amenity Migration en inglés: Löffler y Steinicke 2007; Hidalgo y Zunino 2010) o ‘turismo residencial’ (Residential Tourism en inglés: Hall 2005; Mazón y Aledo 2005; Huete et al. 2008; Hiernaux 2009; Mantecón et al. 2009), por mencionar solamente las nociones alternativas más difundidas[1]. Todos los términos empleados tienen en común que se refieren a un tipo de movilidad que se halla en un continuum conceptual entre la migración y el turismo que está íntimamente relacionado con dos aspectos globales: por un lado, destaca la búsqueda de oportunidades económicas, sanitarias y sociales, asimismo que el ocio y la mejora de la calidad de vida en zonas geográficas con climas benignos (McIntyre, 2009; Borsdorf y Hidalgo, 2009). De forma más general, se puede subrayar además el aumento de la esperanza de vida, la inminente jubilación de la generación de los baby boomer o la disposición de medios de transporte y de comunicación eficientes y baratos como factores causantes de este fenómeno (Williams y Hall, 2000). Por otro lado, es igualmente importante destacar la proliferación de un sector turístico-residencial-inmobiliario transnacional que ha establecido nuevos destinos de inversión que provocan los procesos migratorios mencionados, perpetuando el círculo de acumulación de capital en el sistema financiero transnacional (Jackiewicz y Craine, 2010; Zunino e Hidalgo 2011). De forma general, se aprecian unas importantes consecuencias en términos de capital económico productivo (proceso de construcción, desarrollo de infraestructuras y servicios comerciales). Pero, también son notables los efectos sociales, políticos y jurídicos una vez transcurrido un tiempo suficiente para que las comunidades transnacionales se asienten (Rodríguez et al., 2000; Huete, 2009; Janoschka, 2010, 2011a). En el caso latinoamericano, se trata además de un impulso que implica el movimiento de personas de países con una renta per cápita mayor hacia zonas con un PIB per cápita menor. En este sentido, el turismo residencial posee no solo el potencial de iniciar una profunda transformación de las estructuras económicas, sociales y territoriales sino también de los valores simbólicos y paisajísticos en los lugares en cuestión (Janoschka, 2011b). Esto conlleva a algunos autores, como McHugh (2003) y McWatters (2008), considerar esa movilidad como un ‘experimento’ de la vida contemporánea capaz de reconfigurar los espacios y lugares de forma exhaustiva y de alterar profundamente la composición de las comunidades locales.

A pesar de haber crecido exponencialmente en la última década y tener unos efectos territoriales considerables, el fenómeno descrito resulta relativamente poco estudiado, especialmente en el caso latinoamericano. Se trata de un flujo que, si bien se aprecian algunos esfuerzos de las instituciones estadísticas de los países implicados, se rehúsa a tener una cuantificación fiable – un aspecto que permite la difusión de especulaciones y mitos. Según un cálculo basado en datos oficiales del Instituto Nacional de Migración (México) y de las instituciones equivalentes en Costa Rica y Panamá, están vigentes actualmente más de 120.000 permisos de residencia emitidos a norteamericanos en los tres países mencionados (Janoschka, 2009). Esta cifra contrasta con unos valores mucho menos altos, recogidos en los respectivos Censos del año 2000 (MPI, 2006), mientras que diferentes estimaciones defienden números que llegan hasta un millón de migrantes norteamericanos, únicamente considerando a México (Davis, 2006). Sea cual sea la cantidad exacta, es cierto que en la última década se ha experimentado un aumento considerable del grupo en cuestión[2].

Lo que sí se sabe con mayor grado de certeza es que muchos de los migrantes están retirados de la vida laboral por haber llegado a la edad de la jubilación o por otras razones de redefinición productiva en su trayectoria vital (Banks, 2004: 362). Por ende y parecido a otros ámbitos geográficos, el citado grupo efectúa el paso migratorio principalmente con objeto de mejorar su calidad de vida (Truly, 2002; Sunil et al., 2007) y en algún caso incluso con el fin de mejorar el estatus social (Bloom, 2006). En un reciente estudio, Croucher (2009: 8) denomina este colectivo como ‘migrants of privilege’, es decir ‘migrantes de privilegio’. El término se basa principalmente en la aventajada situación que tienen, por ejemplo, en comparación con los inmigrantes ‘económicos’ que suelen ser el sujeto de análisis en las corrientes principales de los estudios migratorios. En detalle, la situación ‘privilegiada’ se refiere, por ejemplo, a las cuestiones socio-económicas en las que muchos de ellos viven, o al estatus de ciudadanía que poseen. Además, tienen a su disposición la posibilidad de participar en la vida social, económica y política de una forma decisivamente distinta que los migrantes ‘económicos’ (O’Reilly, 2000, Rodríguez et al., 2004). De eso deriva una consideración y caracterización que implica definirlos como ‘prototipo’ de ciudadanos transnacionales que tienen la capacidad de establecer nuevas expresiones de poder social a distintos niveles y escalas (Janoschka, 2008). En resumen, las consecuencias de la participación social y política de los inmigrantes de amenidad causan un interés teórico y empírico, dado que son capaces de producir una serie de alteraciones y desequilibrios del poder político, social y económico a escala local y regional. Por ende, es posible estudiar y aplicar enfoques teóricos inéditos para estudiar esas novedosas expresiones de las múltiples geografías migratorias en América Latina.

Este artículo se centrará en el desarrollo de un marco conceptual e interpretativo para entender las relaciones políticas y sociales que ocurren en los destinos del turismo residencial y de migración de amenidad. El punto de partida son algunos de los debates en la teoría política y filosofía política que destacan que, dado el cambiado rol que tiene el Estado-nación como resultado de los procesos de globalización, la conceptualización de ciudadanía está viviendo una transformación profunda (Bauböck, 2005; Benhabib, 2005). Especialmente los movimientos migratorios y la creciente movilidad internacional crean tensiones con las perspectivas tradicionales de ciudadanía que, según Itzigsohn (2000: 1126), suelen estar ancladas en la coincidencia de los derechos establecidos por unas instituciones políticas con un poder limitado en términos territoriales y geográficos. En este sentido, parece que algunos de los conceptos tradicionales, por ejemplo el de ciudadanía definida primordialmente a través de los derechos civiles, políticos y sociales otorgados por un Estado, precisan de una reconsideración – un punto de partida que afecta de forma marcada de cómo pensar las geografías (políticas) de los procesos migratorios en general, así como las del turismo residencial. Por ello, conjugamos en este artículo algunas de las demandas de la teoría política con los recursos y los discursos arraigados en las corrientes actuales de la geografía social. Nos centramos básicamente en dos aspectos conceptuales para profundizar en este proceso dialéctico: por un lado, la importancia de políticas de identidad para negociar la pertenencia a un grupo social (Hall, 1997) y, por otro lado, el recurso al concepto de participación para pensar las expresiones de reclamo de nuevas formas de poder, de negociar y practicar la ciudadanía (Wainwright, 2003). En última instancia, esta conceptualización pone de relieve el funcionamiento de los procesos de decisión así como las disputas políticas, ocurriendo en espacios concretos con el fin de definir las expresiones territoriales de las relaciones sociales, políticas y económicas existentes.

Profundizando esa idea inicial, el texto se irá estructurando en tres apartados centrales: Primero, se desarrollará el cuadro teórico que se centrará en primer lugar en desarrollar una conceptualización que evalúa el término de ciudadanía como una expresión de políticas de identidad que se enuncian mediante la participación social y política. En un segundo paso, se efectuará una caracterización de las formas de participación con el fin de posibilitar la adaptación del cuadro conceptual a un estudio de caso y un territorio concreto. Tercero, se llevará a cabo un análisis empírico ‘modelo’ cuyos datos derivan de una investigación de las dinámicas políticas y sociales en un destino de inmigración en una región turística de Costa Rica. En relación a esa estructuración del artículo, parece necesario destacar que los debates tienen una relevancia que trasciende el fenómeno analizado; consta el potencial de re-pensar algunas de las relaciones de poder tanto en las sociedades migratorias en general como en los múltiples destinos del turismo residencial, tanto en América Latina como en otros escenarios geográficos. En este sentido, el análisis que aspira efectuarse en el presente artículo se refiere también a la arena de la geografía política y social, a los investigadores que centran su interés en las consecuencias sociales y políticas de la globalización en general y en los procesos migratorios en específico. Por ello, el propio diseño del texto nos llevará a unas conclusiones que responden al propósito de sustentar el avance conceptual diseñado y comprobado mediante las reflexiones empíricas presentadas.


Metodología de investigación

La conceptualización sugerida de pensar la ciudadanía, las identidades y las formas de participación política como un proceso dialectico en el cual se busca la apropiación del espacio social mediante la implementación de prácticas concretas, a veces espontáneas y a veces rutinarias, se basa en una postura científica arraigada en principios constructivistas. Esta perspectiva se refleja en el diseño metodológico del estudio que se presentará en el marco de este artículo y que se fundamenta, más allá de la revisión bibliográfica y la construcción teórica efectuada, en el análisis de un trabajo empírico que se apoya en el desarrollo de metodologías cualitativas. Es importante resaltar que el diseño de un estudio cualitativo permite el análisis de las prácticas subjetivas e individuales de los actores sociales. En este caso, el interés empírico y teórico se centra en las personas que viven en destinos de la movilidad turística-residencial y que poseen un grado de incorporación social importante, aplicando aplican tácticas o estrategias activas de participación social y política. Cabe recordar que todo diseño cualitativo no aspira a la provisión de datos supuestamente ‘representativos’, sino que indaga en profundidad en algunas dimensiones elegidas por el propio equipo investigador. Esto es también el caso en esta investigación, mediante la cual no se aspira elaborar datos extrapolables a la población extranjera en su totalidad. A contrario, se investigan las construcciones identitarias subjetivas, caracterizando así las prácticas de ciudadanía de individuos activos y/o activistas, con el fin de avanzar un debate teórico de interés para la geografía social y política.

Con ese fin se presentarán aquí una serie de resultados de una investigación empírica que se llevó a cabo a lo largo del segundo semestre del año 2008. En un escenario concreto de la provincia de Guanacaste (Costa Rica), se efectuaron 28 entrevistas en profundidad a personas consideradas clave para informar sobre la vida social y política de su localidad. Estas personas han sido seleccionadas por su activa implicación en actividades de participación política y social en la localidad en cuestión, por lo cual es importante resaltar que no necesariamente son representativos del total de la población extranjera que habita en la zona. Si nos adentramos en el perfil concreto de las entrevistas y los entrevistados, podemos afirmar que aproximadamente la mitad de las conversaciones se pueden considerar entrevistas narrativas-biográficas, ya que siguieron un diseño metodológico que propone la realización de un diálogo basado en incentivar un relato sobre algunos de los aspectos centrales de la biografía del sujeto entrevistado, incluyendo al activismo social y político realizado en el período en el que tuvo lugar la entrevista. Por otro, el resto de las conversaciones se enfocaron en primer lugar a las actividades sociales y políticas de la persona en cuestión y su entorno social más cercano, sin tener y mostrar un interés prioritario por su historia vital. A través de este mecanismo de triangulación metodológica se pretende aumentar la profundidad discursiva y validez teórica del material empírico, ya que responde al principio de realizar tal cantidad de entrevistas hasta llegar al momento de saturación teórica. Por eso y más allá de las entrevistas grabadas, se han desarrollado también una serie de charlas informativas y reuniones informales, así como un proceso de observación participante en los propios lugares de estudio. Para caracterizar los entrevistados, podemos añadir que se entrevistaron en su gran mayoría a personas procedentes de EE.UU. y Canadá, pero también se han efectuado algunas reuniones informativas con personas de origen europeo e incluso con algunos sujetos sociales que no han tenido ninguna historia vital de migración o movilidad transnacional. Estas personas tienen en común de compartir el espacio social en la región de Guanacaste. Sus lugares concretos de residencia varían, pero se han efectuado entrevistas con personas que residan en diferentes entornos urbanos y rurales – algunos entrevistados habitan en megaproyectos como los descritos más adelante, otros en pequeñas urbanizaciones y otros en viviendas en sectores rurales. Las conversaciones realizadas fueron grabadas en su totalidad, y posteriormente se transcribieron 24 entrevistas que representan la base textual que, mediante el apoyo informático del programa MAXQdA y siguiendo las pautas comunes del análisis hermenéutico, ha sido analizada para preparar este artículo.


Claves conceptuales para entender la ciudadanía en entornos migratorios como práctica cotidiana y expresión de identidades

La ciudadanía es un sujeto y tema de estudio controvertido, y cabe destacar que los debates acerca del término transcienden los límites disciplinarios en Ciencias Sociales y Humanidades. En el marco ello se ha producido un consenso relativo que la definición marshalliana de la ciudadanía que enfoca primordialmente en los derechos civiles, políticos y sociales (Marshall, 1950) – y que se ve acompañada por la legitimación del Estado-Nación que a través de sus instituciones es capaz de implementar un poder de gobierno con unas fronteras claramente marcadas – se ha vuelto por lo menos parcialmente anticuada. Como respuesta y en vinculación al contexto transnacional de los procesos migratorios, a la globalización y al progresivo reconocimiento universal de los derechos humanos, están surgiendo distintos modelos de ciudadanía que tienen en común de pronunciar menos el componente territorial y nacional (Sassen, 2006). Entre otros, se nutren diferentes debates como el que enfatiza la noción de ciudadanía de forma postnacional, por ejemplo a través de sus expresiones en la vida cotidiana, las movilizaciones y las prácticas concretas que conlleva (Soysal, 1994; Isin y Wood, 1999; Ong, 2006). Ello no implica la negación de los derechos de la ciudadanía, constituyentes e indiscutidos, sino una referencia a la creciente complejidad del mundo globalizado, con una mezcla de transformaciones formales e informales en la relación entre el Estado y los ciudadanos. Se trata de una ampliación de las perspectivas teóricas, dando así una respuesta a las múltiples transformaciones que han vivido las sociedades postfordistas que producen nuevas relaciones de poder socio-económico y diferentes respuestas del Estado-nación, por ejemplo a los múltiples y variados procesos de migración transnacional (Barnett, 2003; Low, 2004). Igualmente se promociona una forma de concebir la ciudadanía como una práctica social que incluye la participación política en ámbitos sociales y espaciales muy variados (Rose, 2001). Desde luego, esa concepción no soluciona todavía un problema categórico que aparece en las sociedades migratorias: mientras los Estados-nación se adaptan y reconocen los derechos civiles y sociales a los miembros de otra nacionalidad, sigue pesando la ausencia de algunos derechos políticos, creando una forma amputada de existencia cívica (Velasco, 2009: 39). En relación a ese dilema, Lepofsky y Fraser (2003) argumentan que la ciudadanía postnacional implica, sobre todo, la articulación de identidades. En otras palabras, se transforma la ciudadanía desde un derecho constitucional a una práctica ‘performativa’ que se ejecuta a través de la participación en la sociedad.

Sin embargo, podemos añadir algunos aspectos adicionales para caracterizar a los actuales debates que ocurren en el seno de las conceptualizaciones alternativas de ciudadanía. Por ejemplo, algunos autores defienden que los variados procesos relacionados con la globalización efectúan una presión que desde el nivel local conlleva la rearticulación de lo que entendemos por ciudadanía. Es exactamente esta perspectiva que ha sido adaptada en las múltiples luchas de los movimientos altermundistas. Por ejemplo, muchas de las demandas por implementar novedosas formas de democracia local, como los presupuestos participativos o el derecho a la ciudad, se inscriben igualmente en esa corriente. En respuesta a la observación de que diferentes formas de participación democrática se manifiestan principalmente en relación con asuntos y problemas locales, García (2006) introduce el término de ‘ciudadanía urbana’. Desde otra perspectiva, Isin y Wood (1999) utilizan el concepto de ‘ciudadanía local’ para referirse a un discurso parecido. En principio, se trata de una reconfiguración conceptual que responde a uno de los mayores desafíos en las sociedades migratorias; es decir, la expresión de exigencias de inclusión y pertenencia como un aspecto fundamental de las políticas democráticas y democratizadoras. Las exigencias incluyen los esfuerzos y las luchas que se basan en estrategias de la reivindicación de identidad y diferencia, y transcienden la definición de ciudadanía como un status dado por la autoridad de un estado soberano en un territorio concreto (Isin y Turner, 2002).

A partir de este punto se pueden unir los debates de la teoría política con cuestiones relacionadas con la territorialidad que desempeñan instituciones estatales desde diferentes escalas y niveles jerárquicos. Por ejemplo, y como resalta Tamayo (2006), las luchas por los derechos se han convertido en el principal motor del cambio político y social, ya que intentan transformar o ampliar la noción de la ciudadanía. Y es a través de las luchas simbólicas que los sujetos se transforman en ciudadanos que se implican en lo que Tamayo (2006: 32) define como ‘espacio de ciudadanía’, como “un ámbito que se creó por la apropiación ciudadana de su espacio público”. Estos espacios ciudadanos, a la vez objetivos (por la dimensión física) y subjetivos (por la dimensión de la comunidad), son la traducción de la ciudadanía a una conceptualización que incluye la compleja relación entre espacio y poder, dando luz a una integración de la perspectiva espacial en una conceptualización de ciudadanía que se entiende como el resultado de luchas sociales acerca de la imaginación, la percepción y la apropiación del espacio social y político (Janoschka, 2011c).

Si aceptamos la propuesta de que la ciudadanía implica también una serie de prácticas culturales, económicas y simbólicas, es necesario asumir las consecuencias teóricas, políticas y sociales de ese punto de vista. Entonces, la ciudadanía se tendrá que concebir como un concepto que cambia a lo largo del tiempo y que se utiliza estratégicamente para mantener, reconocer o expandir las exigencias de distintos grupos sociales. Pensado de tal manera, la ciudadanía es un objeto de permanente pugna y negociación e incluye la expresión de identidades colectivas. A continuación, veremos, primero de forma teórica y posteriormente también en el estudio empírico, cómo las políticas de identidad y el concepto de participación ayudan entender esa relación.


Prácticas de ciudadanía y políticas de identidad – una relación vinculada

Imaginar la ciudadanía como una práctica y una capacidad de actuar en un ambiente determinado, ayuda a integrar el concepto con ideas teóricas que otorgan una mayor importancia a la expresión de identidades (políticas). En referencia a los debates de los estudios culturales británicos, Stuart Hall (1997) sugiere que las políticas de identidad son un aspecto central para expresar la ciudadanía a nivel local. La afirmación y negociación de identidades refleja los procesos de construcción social de grupos y de individuos. En este sentido, destaca que las identidades personales, colectivas y políticas son un posicionamiento relacional que, de manera permanente, sufre procesos de desestabilización (Hall, 1996). Las identidades se inventan, de forma más o menos consciente, a través de las prácticas, las relaciones, las no-relaciones, las ausencias, los intersticios y otras localizaciones continuas en el mundo social. El conocer, entender y construir identidades auto-relacionadas (‘yo’ y ‘nosotros’) implica por lo menos un conocimiento tácito del ‘Otro’ (‘tú’ y ‘ellos’) que no forma parte de uno mismo y del grupo de referencia propio (Massey, 2004; Penrose y Mole, 2008). En consecuencia, las identidades siempre se establecen en relación a un sistema de diferencias y a través de ellas (Hall, 1996: 4). En otras palabras: identity requires difference in order to be, and it converts difference into otherness in order to secure its own self-certainty (Connolly, 2002: XIV).

La aceptación de nociones sobre identidades relacionales, flexibles y frágiles conlleva, desde una perspectiva teórica y también política, a toda una cadena de comprensiones interesantes. Siguiendo a Massey (2004), la apreciación del des-centrado y de las multiplicidades internas de identidades implica una perspectiva radical que reta a re-pensar conceptos sociales y espaciales como ciudad, región o nación, todos evaluados como formaciones discursivas con relaciones de poder implícitas e inscritas. Los grupos, siendo ‘comunidades imaginadas’ (Anderson, 2006 [1983]), no deberían diferenciarse por su supuesta autenticidad, sino por la forma hegemónica por la cual se imaginan y se construyen (Wodak et al., 1999). Siguiendo argumentos de teóricos feministas y poscoloniales, el constructo social en el que se basan tanto las identidades de grupos como las de los individuos tiende a desaparecer o ser invisible debido a los múltiples procesos de naturalización (Said, 2003; Butler, 1990). Otros autores como Mouffe (2002), coinciden en que, en el marco de las relaciones hegemónicas, este proceso es una práctica ‘performativa’ y a la vez necesaria para establecer la posibilidad de representación. En relación con ello, Isin y Wood (1999) constatan que las políticas de identidad buscan a la vez el reconocimiento colectivo y la dominación - necesarios para poder expresar opiniones comunes en negociaciones y disputas políticas.

Ahora, las negociaciones políticas pueden interpretarse como prácticas mediante las cuales se expresa, activa y articula la ciudadanía. Cuando se trata de políticas locales, estas prácticas pueden basarse en la aspiración de personas que se interesan por cuestiones de comunidad y que quieren mejorar la gestión del ambiente más cercano. En este sentido, la participación social y política puede ser evaluada como forma y expresión de incorporación en el lugar de domicilio. Sin embargo, no se trata de un proceso pacífico, dado que en muchos contextos se requiere una negociación activa, a veces agresiva y a menudo controvertida. Por ejemplo, las prácticas necesarias para conformar una ciudadanía activa pueden carecer de un derecho institucionalizado, y esto trae consigo una politización del espacio social, más allá de la negociación de las propias cuestiones políticas en disputa. Para enfrentar ese dilema conceptual, se introducirá a continuación la cuestión de cómo pensar la participación a partir de la perspectiva elaborada en esta primera sección.


Ciudadanía activa y participación

En los epígrafes anteriores se ha desarrollado una concepción de ciudadanía activa que se basa en la necesidad de crear o generar espacios sociales en los cuales es posible reivindicar la participación en sus diferentes dimensiones. En líneas generales, esta concepción se ha debatido como expresión de un nuevo paradigma social titulado como ‘paradigma participativo’ (García, 2004). En este contexto se puede afirmar que la participación se evalúa frecuentemente como uno de los sustentos de la vida comunitaria – de su producción y reproducción como en la negociación de conflictos (Zamora, 2009: 9), y en muchos casos como un elemento de apoderamiento ciudadano (Folgueiras, 2008). Por eso parece importante conceptualizar el capital humano y social que se oculta en la participación ciudadana y que sale a la luz, entre otras cosas, en conflictos y luchas acerca de la (re-)producción, el uso y la apropiación de espacios urbanos y lugares. Como expresión de ciudadanía inquieta la cuestión de cómo es la relación entre impulsos globales y adaptación local, tanto en los procesos hegemónicos de producción del medio urbano y social como en las luchas contestatarias.

Cabe resaltar que existe tal variedad de formas de participación que en primer lugar resulta necesario una caracterización más concisa. Ésta servirá para vertebrar posteriormente el estudio empírico propuesto. Aún si solamente nos referimos al campo migratorio, resulta imposible tener en cuenta todos los aspectos y las relaciones mutuas que están incluidos en el concepto de la participación. Como afirman Ganuza y Francés (2008), todo intento de diferenciación (igual que su propia propuesta de distinguir entre participación ‘convencional’ y ‘no-convencional’) debe reducirse al interés concreto en relación con el estudio propuesto. En este sentido, es importante destacar que la siguiente propuesta, lejos de pretender ser exhaustiva, permite relacionarse con el cuadro anterior, respondiendo a la situación explícita que presenta el caso de los migrantes de amenidad y la proliferación del turismo residencial en América Latina.

Según Zamora (2009), la participación de los inmigrantes se puede diferenciar en cuatro categorías distintivas pero interrelacionadas que son de mayor importancia para las sociedades migratorias contemporáneas: la participación económica, participación cultural, participación social y participación política. Observando a grandes rasgos a las sociedades migratorias tradicionales, cabe destacar que es frecuente que la población inmigrante esté sufriendo condiciones de exclusión (a menudo de marginalización) en relación a algunas de esas cuatro categorías. Sin embargo y con toda cautela necesaria en la generalización de un sinnúmero de condiciones individuales, es posible constatar, como veremos a continuación, que la situación de los migrantes de amenidad provenientes de EE.UU., Canadá y Europa en los países latinoamericanos es ciertamente distinta:

(i) En relación a la participación económica, podemos afirmar que muchos de ellos viven de rentas originadas en otros lugares, de transferencias y/o ahorros y, por ende, no dependen plenamente de una actividad económica en el país de residencia. Los que sí están económicamente activos en el destino de su migración, encuentran fácilmente un nicho de mercado que se relaciona con sus compatriotas, por ejemplo en el sector servicios.
(ii) Analizando la situación residencial, cabe destacar que, a grandes rasgos, la gran parte del grupo en cuestión se sitúa por encima de lo que sería el median en el país de residencia – una situación poco frecuente en las sociedades migratorias tradicionales.
(iii) Considerando la participación en la vida cultural local, se puede constatar que el rol al que se ajustan refleja un habitus de personas activas y expuestas. Esto ocurre no solamente por poseer recursos (temporales) de organizar eventos o actividades de difusión, sino también por ejercer de forma naturalizada una influencia que puede determinar y efectuar variaciones en el valor del capital social que se adscribe a esa participación.

Si más allá de eso se consideran la participación política y la participación social, podemos evaluar las formas y expresiones como resultados de la intención de los sujetos de participar activamente en la vida social y política en el lugar de su domicilio. Cabe resaltar que esa participación presenta dos peculiaridades: Por un lado, la carencia que viven los extranjeros en materia de derechos políticos y especialmente su exclusión de todo tipo de representación política formal, dirige la participación exclusivamente hacia cuestiones informales o no-convencionales. En otras palabras, no existen partidos políticos que representan a los inmigrantes en el lugar de destino – pero sí se observan ramas de partidos políticos extranjeros (p.ej., en el caso de los ciudadanos de EE.UU. ‘Republicans’ o ‘Democrats Abroad’; véase Croucher, 2009), que centran sus actividades en lo que Østergaard-Nielsen (2003) denomina homeland politics, es decir cuestiones relacionadas con la política en el país de origen. Por otro lado, cabe señalar que las diferencias económicas, sociales y políticas entre la sociedad de origen y el sitio de residencia fundamentan algunas actividades con carácter filantrópico, dirigidas a la mejora de las condiciones de vida de la población local. Según un estudio de Kiy y McEnany (2010), más de dos tercios de los estadounidenses que viven en localidades costeras en México efectúan donaciones económicas a organizaciones caritativas que dan apoyo a la población del lugar. Asimismo, casi el 80 por ciento ayudan con bienes y/o servicios y más del 40 por ciento participa en actividades caritativas y de ayuda a personas que sufren situaciones de pobreza.

Si volvemos a un conceptualización de la participación política, es importante recordar de nuevo que los migrantes de origen de EE.UU., Canadá o Europa que viven en América Latina, tienen regularmente vedada la posibilidad de participar en la política formal a través de la militancia en partidos y el uso del voto activo y pasivo. En consecuencia, están privados de participar en las decisiones formales acerca la producción del espacio, por lo cual es necesario reconsiderar con mayor profundidad los tipos de participación posibles. Es aquí donde la geografía política tiene un especial interés por entender mejor las interrelaciones entre espacio, sociedad y política. Según David Harvey (2006), es importante observar en qué condiciones específicas el contexto de gobernanza local permite una mayor implicación política y qué temas se eligen como los escenarios en los cuales se desarrollan las ‘batallas simbólicas’. Y para ello, es necesario recurrir a una mayor diferenciación de los campos en los cuales sí es posible una participación social y política. Sin embargo y a pesar del ejercicio analítico de distinción efectuado, estas dimensiones están mutuamente conectadas, especialmente en lo que se refiere a las personas implicadas y los momentos en los cuales se produce dicha participación (vea Figura 1):

  1. La participación social informal se caracteriza por ser una actividad que se produce de forma más bien individualizada. Se puede dirigir tanto al mismo colectivo de compatriotas (por ejemplo, brindar servicios de traducción en un centro de salud o efectuar ayuda para personas que tienen una reducida movilidad) como a la población local (por ejemplo, dar cursos de inglés gratuitos en los colegios locales o repartir ropa de segunda mano). En muchos casos, es una forma inicial para iniciar y/o participar posteriormente en otros proyectos de participación de mayor trascendencia y desarrollo organizativo.
  2. A diferencia, la participación social formalizada se desarrolla en el seno de algún tipo de asociación o proyecto organizado. Se puede dirigir al mismo colectivo de compatriotas (por ejemplo, asociaciones de vecinos o asociaciones de ayuda mutua). Sin embargo, por tratarse de un grupo de inmigrantes con recursos económicos relativamente altos y basándose en las tradiciones filantrópicas del mundo anglosajón (del cual procede la mayoría de los migrantes que nos preocupan en este artículo), una gran parte de la participación social se orienta a la población local que vive en condiciones marcadamente diferentes. En este sentido, destacan proyectos que, entre otras razones, optan por mejorar las circunstancias de vida o la formación de la población, por reducir la pobreza infantil, por transformar los roles de género, por incentivar actividades económicas o por profundizar simplemente las relaciones entre los nuevos residentes y el resto de la población.
  3. La participación política informal, a pesar de su carácter informal (a diferencia a la política representativa), contiene algún grado de organización, variable según los temas y los asuntos en cuestión. Entre las iniciativas políticas destacan las asociaciones que proyectan mejoras en cuestiones de políticas medio-ambientales o algunos proyectos que piden la implementación de elementos de democracia básica que responda a los reclamos y las necesidades de toda la población, inclusive los extranjeros que están privados de la representación democrática formalizada. Esa participación puede resultar ‘benigno’ en el caso de tratarse de propuestas que no se salen del cuadro económico y político establecido (entre otro, propuestas para mejorar la seguridad en la playa o para el diseño de una plaza pública). Pero, como todo tipo de aportación política, resulta ‘perturbadora’ cuando amenaza algunas de las bases del modelo político local (como ocurre cuando se trata de criticar el negocio inmobiliario relacionado con la propia migración y pedir la restricción de nuevas construcciones en altura o la aplicación de mayores compromisos ecológicos).
  4. También se puede desarrollar una participación política informal que es radical. Se comprende que, en casos que el contexto de gobernanza local no responde a las reivindicaciones de los extranjeros, se produce una mayor implicación política contra el conjunto de las autoridades y las fuerzas económicas dominantes a nivel local o regional. Estos temas pueden ser, por ejemplo, cuestiones relacionadas al desarrollo de infraestructuras, las políticas locales de protección de medio ambiente, las estrategias de desarrollo local y las decisiones respecto a la gestión y el diseño de espacios urbanos y lugares concretos, conllevando conflictos sociales por el poder de definir las estrategias de desarrollo local.

 

Figura 1. Tipología e interdependencia de las formas de participación.
Fuente: Elaboración y diseño propio.

 

La participación política y social en un destino de turismo residencial en Costa Rica

La diferenciación propuesta en el párrafo anterior ayudará perfilar la tarea de análisis del trabajo empírico efectuado, ya que ha establecido algunas pautas para los siguientes pasos metódicos. Sin embargo, ahora efectuamos primero un paréntesis en la elaboración de ese argumento, ya que parece necesario introducir en primer lugar el propio estudio de caso en Costa Rica. En este sentido, parece importante resaltar que, a lo largo de los últimos años, Costa Rica se ha perfilado como un destino casi ‘mítico’ para extranjeros (Janoschka, 2011b), especialmente para los de origen norteamericano y, en menor medida también entre los europeos. Esto se refiere tanto al turismo internacional de corta duración como a la movilidad temporal o permanente de personas que buscan una ‘mejor’ calidad de vida. Desde finales de los años 1980, la llegada de turistas al país se multiplicó por más de seis, alcanzando en 2008 el récord de 2,1 millones de visitantes (SITCA 2009). Por otro lado, Janoschka (2009) afirma que en el año 2008 en Costa Rica estaban vigentes más de 10.000 permisos de residencia emitidos a norteamericanos y otro número similar a europeos. Cabe señalar que además, muchos migrantes rehúsan de todo tipo de registro oficial en su lugar de residencia. Por ejemplo, Pera (2008b) afirma con datos de una encuesta cuantitativa que aproximadamente la mitad de los estadounidenses que viven en Costa Rica lo hacen sin un permiso de larga estancia. Esto da lugar a que diferentes estimaciones cifran el número de los lifestyle migrants de origen de EE.UU., Canadá y de países europeos entre 20.000 y 80.000 personas (Pera 2008a). En un país de poco más de 4,5 millones de habitantes, esta cifra implica un impacto notable en la economía, el territorio y la sociedad, sobre todo porque los inmigrantes se concentran en básicamente en poco más de una docena de localidades (Figura 2).

 

Figura 2. Destinos de los migrantes de amenidad en Centroamérica.
Fuente: Janoschka 2009 – adaptado.

 

Guanacaste – el desarrollo de una región para los ‘lifestyle migrants’

Si nos acercamos al escenario territorial del estudio, la provincia de Guanacaste, podemos iniciar las observaciones a través de los mecanismos establecidos para que una franja costera de más de 50 km de largo se uniera a la lista de destinos de turismo residencial y la lifestyle migration. Una parte de la región ha sido declarada ‘polo turístico’ y cuenta con una legislación específica en relación a los efectos fiscales de las inversiones - un aspecto que ha originado un flujo de inversiones inmobiliarias superior a los mil millones de dólares en menos de una década (Janoschka 2011b). En un ambiente que hace menos de 20 años era casi virgen, se efectuaron diferentes iniciativas turístico-residenciales de gran escala, de los cuales cada una cuenta con cientos de casas. Muchas de ellas proveen una serie de amenidades adicionales como clubes de salud y/o spa, clubes de playa con instalaciones deportivas o centros comerciales. Es importante conocer que, con una sola excepción, todos los desarrollos de mediana y gran escala están promovidos por inversores extranjeros. Además, distintas cadenas hoteleras transnacionales (como por ejemplo, Hilton, Marriott, Four Seasons, Barceló, Ríu y Sol Meliá) construyeron una serie de complejos turísticos de cuatro y cinco estrellas con infraestructuras de ocio incluidas. Más allá de este impulso, se erigieron además una serie de comunidades residenciales de menor tamaño, de entre una docena y cien casas y/o apartamentos (Figura 3). Y adicionalmente, la transformación territorial impulsada por el turismo residencial incluye también un número importante de pequeños inversionistas que construyeron o sus casas en parcelas individuales o pequeñas urbanizaciones, habitualmente de menos de diez casas.

En referencia a las estadísticas, cabe señalar que es imposible saber con exactitud cuántos extranjeros viven en la zona en qué momento del año, dado que se superponen comportamientos turísticos con la movilidad semi-residencial y la migración permanente. Por ejemplo, algunas personas, sobre todo los de nacionalidad canadiense, viven cerca de la mitad del año en Costa Rica y la otra mitad en su país de origen – mientras otros viven la totalidad del año en Guanacaste. Diferentes informantes (p.ej. agentes del sector inmobiliario, el editor de un periódico regional para extranjeros) afirman que se han mudado entre 3.000 y 5.000 migrantes procedentes de EE.UU., Canadá y Europa a la zona representada en la Figura 3. Más allá de los inmigrantes mismos, se han establecido también una serie de negocios para la población extranjera. Esta economía de servicios está dirigida en gran parte por otros norteamericanos o europeos; mismo que está marcada por las posibilidades de establecer un estilo de vida diferente al que tenían estos propietarios en su lugar de origen. Adicionalmente, el boom inmobiliario atrajo un número importante de obreros, muchos de ellos inmigrantes no documentados del vecino país Nicaragua. También hay que considerar que muchos de los trabajadores nacionales empleados en las diferentes ramas del turismo y de la economía de servicios provienen de otras áreas del país y se establecieron recientemente en Guanacaste. Finalmente, es importante recordar que los nuevos núcleos urbanos situados en la franja costera, puntos de atracción por las amenidades climáticas y paisajísticas que poseen, carecen de un gobierno de proximidad o de cualquier otra escala de gestión política comunitaria local. Esto se debe a que la propia estructura administrativa de la provincia de Guanacaste consiste en unas municipalidades que incorporan áreas muy grandes, con la consecuencia de que los pueblos de costa carecen de sede municipal y, por ende, de una comunidad política propia. Por ejemplo, el pueblo de Tamarindo se gobierna desde el núcleo de Santa Cruz, cabecera de municipio que está a más de 25 kilómetros de distancia. Dado que las estructuras sociales y productivas varían profundamente entre la costa, pasando por un proceso de profunda reconfiguración y a su vez conectada a redes globales de producción del espacio, y el interior que es una zona de producción ganadera y agrícola, la política responde mayoritariamente a las necesidades de una población local de diferente composición social. Recordemos entonces que es en este escenario de plena recomposición social se están desarrollando los procesos de participación que a continuación centran nuestra atención.

 

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Figura 3. Desarrollo turístico y complejos de viviendas dirigidas a extranjeros en Guanacaste, Costa Rica.
Fuente: Janoschka 2009 – adaptado.

 

Desarrollo de comunidad y políticas de identidad – un análisis de la participación social y política

Si recordamos que la movilidad de norteamericanos a Costa Rica es, en alusión al término aplicado por Croucher (2009) en relación a los migrantes de EE.UU. que viven en México, una ‘migración de privilegio’ – por elementos como una mayor capacidad económica, el estatus social y la pertenencia a una ciudadanía que brinda algunos privilegios – se puede constatar que la intensificación del proceso en sí mismo implica una exhaustiva reconfiguración de paisajes y lugares, a la vez que altera profundamente la composición de las comunidades locales. El primer aspecto se ha visto reflejado en el apartado anterior, a partir del análisis de la Figura 3: Se ha podido considerar que la inserción de la región de Guanacaste al turismo residencial ha contribuido a reconfigurar el territorio dramáticamente: en una zona que hace dos décadas era mayoritariamente de un uso extensivo ganadero con algunos establecimientos turísticos de un perfil ‘alternativo’, hoy en día se ha instalado una importante industria de servicios alrededor del uso turístico y residencial. Cómo lo indican Camps et al. (2008) en su análisis del núcleo de Tamarindo, esto implica la generalización de procesos de segregación residencial y un desplazamiento de amplias capas de la población hacia las zonas periféricas o a núcleos alejados de la amenidad prioritaria para los residentes internacionales: la playa. Además de la separación física, es posible observar que se reproducen signos adicionales de apropiación simbólica del lugar, como por ejemplo, el uso del idioma inglés en letreros y anuncios, así como la reconfiguración exhaustiva del espacio público en general – un aspecto conocido de otros lugares y discutido en un estudio realizado por Torkington (2011) en el Algarve de Portugal.

Se ha comentado de forma exhaustiva que los turistas residenciales o lifestyle migrants, al formar parte de una generación activamente implicada en ‘hacer la globalización’ en su sentido más amplio y por tener unas disposiciones de habitus en las que se normaliza la participación social y política como una práctica común, se organizan fácilmente para exigir transformaciones en la política local. Las experiencias empíricas recabadas demuestran que se reivindica explícitamente el acceso informal a posiciones de poder social y político en el nuevo sitio de residencia, ya que está vetado el acceso a la política formal. A continuación, recurriremos a algunos ejemplos específicos que expresan de forma característica y prototípica, cómo se reivindica, practica y negocia la ciudadanía a través de la participación y de qué forma ésta implica referencias a cuestiones de identidad. Con ello, se demostrará la importancia que tienen las cuestiones de identidad en las sociedades migratorias en general, con el fin de profundizar y enriquecer el concepto de la ciudadanía activa, central en el esbozo de las nuevas geografías migratorias basadas en el turismo residencial.

Siguiendo las pautas de análisis cualitativo especificadas en la sección metodológica, el siguiente debate empírico implica intrínsecamente una tipificación que se desarrolla a partir de ejemplos concretos, dando un mayor grado de importancia a la comprobación y profundización de los argumentos teóricos desarrollados. Dada la intención teórica-conceptual que guía este artículo, los siguientes ejemplos servirán en primer lugar para perfilar mejor la caracterización elaborada en el capítulo anterior y entrar en un diálogo entre distintas expresiones de la realidad social y los supuestos teóricos enunciados. Es preciso resaltar que el estudio no intenta reproducir y reconstruir exhaustivamente las posiciones concretas en el campo social y político discutido. A contrario, se eligen situaciones prototípicas que dan lugar a interpretar ciertos mecanismos que, según nuestras propias investigaciones en diferentes lugares de América Latina y otros entornos geográficos, suelen producir y repetirse de forma consistente y por ello, parecen caracterizar la construcción hegemónica en medio de la infinita variedad de posibles expresiones políticas y sociales que se pueden apreciar en el marco de la migración de amenidad. Destacamos que, como en todo proceso de participación voluntaria y de activación social y política, se trata de un espectro social reducido y específico, es decir de unas personas cuyas disposiciones de habitus incluyen la participación como un aspecto naturalizado (Janoschka, 2011a). Sin embargo y como el activismo político en cualquier campo, la reivindicaciones de este grupo tienen un efecto simbólico mucho mayor del que se puede deducir de su limitado tamaño numérico. Esto ocurre porque los ciudadanos activos representan a un grupo de co-ciudadanos que, por las razones que sean, no participan pero sí de forma generalizada comparten algunos de los intereses.


Caridad – Cultura – Comunidad – Conflictividad: Cuatro pautas distintivas de la participación social y política de los
lifestyle migrants en Guanacaste, Costa Rica

Para comenzar el análisis, es posible, en primer lugar, resaltar la existencia de un tejido intenso de participación en cuestiones sociales y políticas en el marco regional estudiado en Guanacaste. Este abarca una variedad de actividades, en su gran mayoría relacionadas o con cuestiones de apoyo económico, educativo y otras formas de asistencia a la población local, o con asuntos ecológicos. El primer tema resulta casi lógico, casi como un reflejo de lo que Kiy y McEnany (2010) comprobaron en el caso de los inmigrantes de EE.UU. en diferentes regiones costeras de México: Las diferencias sociales entre los lifestyle migrants y la población local motivan a los primeros aplicar una gama variada de actividades de caridad. Las donaciones de ropa, de comida o de material escolar que efectúan muchos de los residentes canadienses y estadounidenses en los pueblos y en las urbanizaciones de Guanacaste son solamente una muestra de un denso tejido de una participación social informal que en sus orígenes puede resultar como una reproducción de las diferencias sociales y las relaciones de poder existentes en la vida diaria. Si bien el apoyo caritativo es un alivio para cualquier persona con necesidades básicas insatisfechas, puede resultar ciertamente irritante que los extranjeros no solo dan algún apoyo económico, sino que transmiten – de forma implícita o explícita – los valores, las posiciones y las jerarquías en el campo social. A continuación, esta afirmación se documentará con dos ejemplos:

Pues, pasamos de estas primeras muestras que responden a la reproducción de la hegemonía cultural mundial a una serie de aspectos que responden a un interés diferente, ya que implican cuestiones de comunidad y de conflictividad. Para ello, desarrollaremos igualmente dos ejemplos: El primero responde a la creación de comunidad a partir del significante ‘ecología’. En este sentido, cabe resaltar que desde los inicios del ‘turismo verde’ e incluso desde la mítica migración de un grupo norteamericano de ‘Quakers’ opuestos a la guerra de Corea y con fines de establecer una comunidad respetando la ecología en la localidad de Monteverde, Costa Rica desarrolla y explota como país una imagen ecológica. En consecuencia, atrae a personas avaladas por el deseo de convivir ‘mejor’ y de forma ‘diferente’ con el medio ambiente. Esta tendencia colisiona a menudo con las condiciones de un boom económico basado en el sector inmobiliario y que intenta aprovecharse de las características medioambientales sin prestar atención alguna a su conservación (Janoschka, 2011b). Un hilo conductor de la participación y la movilización de los inmigrantes está entonces relacionado con la preservación del medio ambiente y la oposición al desarrollo urbanístico, un aspecto que despierta un interés destacado entre los lifestyle migrants en casi todos los escenarios a nivel mundial. Esto se debe primordialmente por el hecho de que su elección de residencia se toma regularmente por algún elemento relacionado con los valores medioambientales, climáticos y ecológicos (Janoschka, 2008). Por eso no sorprende que también en Costa Rica sea posible apreciar la existencia de distintas iniciativas de participación con el fin de impedir la decadencia de las condiciones de vida que experimentan los propios lifestyle migrants. En este sentido, uno de los pilares de la acción comunitaria se basa en transformar primero la conciencia y posteriormente algunas de las actitudes de la población local frente a cuestiones ambientales, como lo demuestra el siguiente ejemplo:

“Estoy bastante implicada con la gente de esta comunidad. Por ejemplo, participo en el comité del colegio, y nosotros organizamos un pequeño grupo de chicos, un grupo de ecología. Una vez al mes, recorrimos la zona y recogimos toda la basura que estaba en las calles, y plantamos árboles y tuvimos programas de educación y mucho más.[3]” (Telma)

En este caso se trata de una persona que se retiró joven de su puesto laboral, de alta cualificación y estatus social, para buscar un nuevo reto vital en Costa Rica. Emprendió un negocio agrario que, entre otros, tenía un impacto de regeneración medioambiental por ser de producción ecológica. Al cabo del tiempo, por darle empleo a la población local, por ser una emprendedora femenina en un sector dominado por hombres, por tener un carácter afable y responsable, alcanzó una posición relevante en la sociedad local. Fue elegida como asesora del colegio local y de forma lenta pero persistente, pudo implantar su propia postura ecológica en la memoria colectiva local, por ejemplo mediante su compromiso de aspirar a una cierta ‘mejora’ en valores que interpreta como importantes. Con el ejemplo se puede apreciar, de forma prototípica, como pensar acerca de algunas de las actividades de inserción e interrelación en el campo de la participación social y política.

La relación entre medio ambiente y la sociedad naciente en los destinos de la migración de amenidad se reafirma también como un aspecto de mayor relevancia en procesos de participación política que tienen una índole directamente opositor y hasta cierto punto radicalizada, como destacamos en el segundo ejemplo relacionado con la contradicción entre la ecología y el desarrollo local. En este sentido, es importante resaltar que, a partir de la explotación del recurso turístico es posible que se produzca una creciente conflictividad en asuntos como lo pueden ser la relación entre planificación urbana, desarrollo inmobiliario y medio ambiente. Para comprenderlo mejor, es necesario señalar que en el ejemplo que discutimos aquí, el desarrollo turístico-residencial no sólo ocurrió en un lapso de tiempo muy corto. Adicionalmente, fue el resultado de una coalición de un régimen desarrollista establecido entre algunos de los inversores extranjeros pioneros, organizados a través de la Cámara de Turismo de Guanacaste, y la esfera política regional y nacional (Janoschka, 2009). Por ejemplo, el mérito de esta coalición fue el poder crear las condiciones básicas para el boom turístico-residencial, mediante el respaldo privado a la construcción y la puesta en servicio del aeropuerto internacional de la capital de Guanacaste, Liberia. La exitosa gestión de esa y otras actividades le permitió a la propia Cámara funcionar como un agente privilegiado, por lo menos durante algunos años que fueron claves para el boom inmobiliario en la región. Sin embargo, algunos factores de índole puramente personal que ocurrieron en el desarrollo de la capacidad de liderazgo de la propia Cámara así como el aumento de la diversidad y la complejidad del escenario regional hicieron que perdiese poco a poco su rol de actor hegemónico y de único interlocutor entre el sector privado y la política institucional. Esta pérdida ocurrió mientras empezaron a surgir conflictos entre algunos de los inversionistas y los nuevos habitantes. Por ejemplo, se han producido protestas poderosas en contra del deterioro medioambiental que sufren algunos núcleos de la costa de la región de Guanacaste, dado el incumplimiento de normas ambientales por las empresas turísticas. Además, se está efectuando una variedad de actividades que reivindican la apropiación del espacio público, del lugar, por parte de todos los habitantes (extranjeros y costarricenses), ya que las consecuencias negativas del boom turístico como, por ejemplo, la creciente exclusión social afectan a una población cada vez más numerosa que, mediante el intercambio de las diferentes plataformas de protesta y el intercambio entre población extranjera y local se ha empoderado sucesivamente.

A la creciente conflictividad ante la ‘desposesión de los recursos naturales y territoriales’ (Blázquez et al., 2011) que se observa en diferentes destinos de turismo residencial, podemos añadir aquí el debate acerca de uno de los problemas de mayor trasfondo que se originó en el núcleo de Tamarindo, un pueblo de playa que cuenta con algo menos de 5.000 habitantes y que, a pesar de (o justo por) carecer de un poder municipal propio, se ha evolucionado a un ‘hot spot’ turístico. En un primer momento, esto fue para un turismo ‘alternativo’ de surfistas y artistas, para desarrollarse rápidamente como un destino de turismo más asentado y pasar finalmente a transformarse en un lugar de residencia de un creciente número de migrantes con relativamente altos ingresos. En el pueblo, que hasta hace muy poco tiempo fue dominado por casas bajas de una o dos plantas, la municipalidad competente de Santa Cruz desarrolló un plan regulador del área que dio luz verde a la construcción de rascacielos de hasta 25 plantas de altura. A consecuencia y bajo el lema de ‘Save Tamarindo’, se originó una fuerte protesta contra la política urbanística local y las implicaciones negativas de ella. Como la siguiente cita destaca, los activistas implicados constituyen una coalición entre extranjeros (jubilados, semi-jubilados, jóvenes emprendedores, artistas) y la población de origen costarricense, unidos en una lucha contra los especuladores-constructores, que no son otra cosa que una coalición de actores locales, regionales, nacionales e internacionales que amenaza el propio carácter del pueblo:

“¿Los miembros? Mira, hay diez o doce ticos. El resto son americanos, europeos, asiáticos, australianos, sudafricanos. Vivimos todos aquí en Tamarindo, tenemos hijos, la mayoría. No somos inversionistas de gran envergadura, vinimos a poner nuestras casas, son gente de bastante buen nivel, son gente muy educada, gente estudiada, profesionales de categoría que han venido a Costa Rica con el boom de retirarse joven, de en lugar de retirarse a los 60 años retirarse a los 50, retirarse joven para aprovechar un poco más los frutos del trabajo. Hay gente que tiene visión, que le gustaría que Tamarindo fuese un destino sumamente ecológico. No importa que fuera una ciudad, pero una ciudad dentro de una pauta que tenga que ver con el buen manejo del medio ambiente, con el buen manejo de la electricidad, con el buen manejo del Parque [Nacional], con el buen manejo del agua, todo eso. Es una lástima que no nos hubieran dejado crecer a nosotros solos, o que hubieran buscado inversionistas a quienes les hubiera gustado lo que nosotros perseguíamos. Pero ese boom económico hizo que llegase gente a la que no le importaba quiénes éramos, ni qué hacíamos, ni lo bonito que este lugar era. Casi todos, como le dije, tienen hijos, y por eso les importa muchísimo el bienestar y el futuro del Parque [Nacional].” (Gabriela)

La lucha del grupo, que encontró diferentes canales de expresión (manifestaciones, listas de correo, grupos de debate en Facebook etc.) se refiere a distintos niveles que son de interés práctico y teórico. Por un lado, destaca cómo la realización de los planes urbanísticos pueda transformar el paisaje y llegar a amenazar la identidad del lugar, construida por los propios newcomers o recién llegados, como comprueba el discurso de la activista citada anteriormente. Con esa provocación, los activistas son capaces de redefinir la consciencia pública con respecto a las políticas públicas de desarrollo y crear una sensibilidad marcada entre las distintas capas de la población. Así se genera una cohesión social ligada a un lugar que, por cierto, significa algo distinto para cada uno de los actores implicados. Pero, son esos mecanismos implícitos de las representaciones de un lugar en concreto, amenazado de transformación, los que motivaron a muchos cientos de habitantes participar en las actividades de protesta que, finalmente, llegaron tras varios años de lucha, a lo largo del año 2011, a paralizar una parte de los planes urbanísticos. Recordando la cita, parece por otro lado analíticamente interesante de qué forma se utilizan cuestiones de identidad para ofrecer al interlocutor unas diferencias claras y políticamente activables para diferenciar entre la otredad de los constructores e inversionistas y la población local que incluye a los propios inmigrantes. Esas expresiones de identidad no pueden ser pensadas sin las relaciones de poder existentes; ellas son una expresión de o una protesta en contra del poder. Además, las identidades han de ser evaluadas como una representación motivada por el interés político que se basa comúnmente en un fundamento emocional compartido para activar los procesos de integración del grupo mismo. En la lucha política que emprendió el colectivo mencionado, se caracteriza el grupo de referencia (‘nosotros’) como ‘gente educada’, ‘estudiada’ y como ‘profesionales de categoría’ que han venido a ‘retirarse joven’, para crear un ambiente especial, un sitio ‘respetuoso con los recursos del medio ambiente’. Esto choca con los planes de los inversionistas que persiguen la idea de rentabilizar las plusvalías de un destino atractivo y así desposeer a la población local de ‘sus’ propios recursos, sean esos la tierra, el acceso al mar o el agua potable – con el fin de transferir antes o después las ganancias generadas mediante esa desposesión a la sede de la corporación extranjera, que se ubica a menudo en EE.UU., Canadá o Europa. En consecuencia a la divergencia en los fines, resulta lógico que se abren diferencias semánticas y de imaginario que forman parte de construir la identidad del propio grupo de interesados: Por un lado, eso pasa a través de ‘juegos simbólicos’ como lo son las palabras que se aplican en la caracterización de los ‘otros’; los inversionistas, implícitamente caracterizados como ‘brutos’ (si pensamos en la auto-caracterización anteriormente dada), ya que ‘no les importaba lo bonito que este lugar era’. Según el discurso, son ellos los responsables de la destrucción medio-ambiental que vive el sitio. Lo que resulta teóricamente interesante es que, al carecer de otro significante posible, la cohesión del grupo se efectúa a través de discursos políticos y de identidad en los cuales destaca la reflexión común acerca de lo que es el propio lugar de residencia.

En relación a lo analizado, cabe destacar que parece evidente que la disputa acerca de la política urbanística tiene un significado mayor del que se expresa a través del recurso de identidad. Una serie de aspectos, como lo pueden ser las diferencias educativas o el estatus social, por mencionar solamente dos, influyen en que una noción de diferencia se encuentre incrustada en muchas de las prácticas de participación, como veremos a continuación, volviendo mediante un último ejemplo a la cuestión de cómo se negocia la comunidad mediante la participación de los extranjeros. Por ejemplo, cabe señalar la existencia de algunas asociaciones que introducen la participación para fomentar el apoderamiento de la población local; un aspecto que de forma paralela implica la difusión de valores sociales y políticos distintos y crea una novedosa comunidad transnacional. Entre otros, una asociación intenta empoderar a las mujeres e intentar transformar algunas de las relaciones de género arraigadas en la población de origen campesino. Y otro ejemplo al que nos referiremos es la iniciativa de establecer una educación diferente, mediante un colegio privado que destina las cuotas de las familias extranjeras de mayores ingresos al pago de becas para familias de bajos ingresos. Con esa estrategia se prevé una enseñanza en la cual los (hijos de) inmigrantes comparten su vida realmente con (los hijos de) las familias costarricenses. El director del colegio explica la estrategia de la forma siguiente:

“Esto es un colegio bilingüe y sin ánimo de lucro, cosa que realmente fue importante para nosotros, y es un colegio dedicado a la comunidad, sirviendo la comunidad – no solamente los extranjeros, no solamente los locales, no solamente los ricos o sólo los pobres, sino literalmente todo lo que es esa área hoy por hoy. […] Hace falta un centro donde los costarricenses y los extranjeros puedan estar juntos, encontrarse. Los gringos aquí, los extranjeros aquí, ellos les quitan a los locales, toman, toman, toman, les quitan el dinero, les quitan los recursos y tuvimos que convencer a la comunidad que nosotros no quisiéramos quitarles los recursos, el dinero y ponerlo en nuestros bolsos, ¿sabes? Creo que, cuando la gente se muda a otro país y quieran empezar algo, se olvidan de la población local o simplemente no saben cómo accederla. Pero nosotros, no solamente queremos tomar los niños de la calle y enviarlos al colegio. Nosotros tomamos familias y los enviamos al colegio.[4]” (Abel)

El ejemplo resalta que la realidad de la inmigración descrita es extremadamente diversa. Podemos observar que no solamente existen diferencias y, con ello, diferentes posturas sociales y políticas que se aplican entre los diferentes grupos integrantes de la sociedad local. Entre otros aspectos, se puede observar que a partir de criterios como la edad, el estatus o la procedencia geografía se aprecia una diferenciación que permite la creación de un sujeto social a través de proyectos específicos de participación e incorporación. Estos pueden tanto reproducir una versión ‘neocolonial’ de asistencialismo como dar lugar a nuevas experiencias, y con ello a nuevos experimentos sociales y políticos. La proyección del colegio manifiesta la riqueza de esas nuevas experiencias que se desarrollan a raíz de que los destinos no solamente atraen a población jubilada sino, de forma creciente, personas de todas las edades. En consecuencia, estos lugares pueden derivar en laboratorios sociales (y políticos) de gran interés y servir de prototipo para evaluar las posibles expresiones y consecuencias de una sociedad integrada y creadora de nuevas geografías migratorias.

Ahora, a partir del debate realizado, ¿qué conclusiones podemos afirmar para avanzar en la elaboración de una Geografía que es crítica con los procesos migratorios analizados y que aspira integrar las innovaciones desde la teoría social en sus argumentos? Seguimos a continuación uniendo las tres secciones centrales del artículo en la siguiente interpretación final e indicando algunas conclusiones relevantes.


Interpretación final y conclusiones conceptuales

En este artículo se han estudiado algunas de las nuevas geografías migratorias en América Latina. Precisamente, se trata de la migración de amenidad y el turismo residencial, fenómenos que poseen un enorme potencial transformador del territorio, de la política, de las relaciones sociales y de los códigos simbólicos hegemónicos en los destinos. A consecuencia, estimulan la aparición de conflictos por la necesidad de negociar y tomar decisiones en relación con la implementación de transformaciones y cambio. A lo largo del texto, se ha hecho énfasis, mediante argumentos teóricos, analíticos y empíricos, que el estudio de las consecuencias del turismo residencial y la migración de amenidad requiere la elaboración de perspectivas que incluyen, más allá de la visión tradicional de la geografía como una disciplina que estudia las expresiones territoriales, algunos enfoques interdisciplinarios basados en teorías sociales críticas y constructivistas. Por ejemplo, es de utilidad tener en cuenta las variadas conceptualizaciones de términos como la ciudadanía, la identidad y la participación. En el seno de las Ciencias Sociales, las adscripciones conceptuales están pasando por una profunda rearticulación y reformulación que responde a las múltiples contradicciones introducidas por los procesos migratorios; contradicciones que oscilan entre la referencia que efectúan los inmigrantes cuando incorporan y articulan un discurso global, globalizado y globalizador, mientras que simultáneamente expresan la necesidad de crear comunidad a nivel local. En la propuesta desarrollada a lo largo de este artículo, se definió cada uno de los términos desde un ángulo que propone complementar la Geografía con algunos de los debates arraigados en diferentes ámbitos como los Estudios Culturales, la Sociología y la Ciencia Política.

Uno de los debates centrales que se propuso se refiere al propio concepto de ciudadanía, que necesita solucionar algunos de los problemas conceptuales que chirrían cuando los procesos migratorios trascienden las escalas y con ello literalmente dinamitan la hegemonía del Estado-nación sobre su propio territorio. A partir de debates que abren la ciudadanía para un mundo en el cual se mantienen crecientes relaciones postnacionales y a la vez se refuerza la necesidad de buscar una base local de identificación, se propuso una conceptualización de la ciudadanía que se orienta entorno de las negociaciones y reivindicaciones que ocurren a nivel local. Con ello, se toma en cuenta, en primer lugar, el domicilio de los sujetos sociales y no su nacionalidad o condición formal otorgada por algún Estado-nación. Esta relación pasa por la expresión de ciudadanía a través de prácticas que incluyen posicionamientos de identidad y que se expresan mediante la participación e incorporación activa de los individuos en la sociedad. Pensar las geografías de la migración a partir de esta conceptualización, afirma una postura en la cual el conjunto de las relaciones implícitas de ciudadanía, identidad y participación pasan a través de la expresión de las políticas de lugar. Con ello, se crea un cuadro analítico apto para entender mejor los conflictos que se desarrollan en los destinos de lifestyle migration. Igualmente, nos permiten entender mejor algunos de las relaciones jerárquicas incrustadas en nuestras sociedades migratorias en general, ya que la migración de amenidades tiene varias facetas que revierte los supuestos que rigen los debates políticos así como la sociología de la migración.

El cuadro analítico presentado ha sido comprobado en este texto mediante un análisis empírico de las nuevas geografías migratorias y de la participación social y política que se observa en la costa de Guanacaste, Costa Rica. La parte empírica nos facilita algunas observaciones importantes, que a la vez están mutuamente relacionadas con el cuadro teórico. Cabe señalar que los procesos de formación de identidad (el “nosotros”), aquí analizado en un destino migratorio concreto, se pueden basar en muchos factores, entre ellos el estatus social, la historia de vida, el estilo de vida y también la pertenencia a una ciudadanía que provee ciertos privilegios. Pensando en el análisis comparativo de los ejemplos discutidos, podemos concluir que las identidades se expresan y se construyen a través de prácticas y de la construcción de discursos que a la vez son constituyentes y reafirmantes ante el ‘otro’ – que puede tomar diferentes formas como lo pueden ser la sociedad local, los inversores internacionales, otros extranjeros o los políticos. En este sentido, es importante resaltar que los distintos tipos de participación no son fijas sino más bien interrelacionados e interdependientes, y se pueden evaluar como parte del repertorio de elementos que crean y combinan identidades y convivencias de forma novedosa – en el estudio de caso expresado a través del énfasis ejemplar en cuatro dimensiones identitarias: caridad, cultura, comunidad y conflictividad. Dado que el texto ha analizado el intercambio de personas socialmente alejadas en su vida cotidiana, los casos empíricos pueden evaluarse como situaciones prototípicas en las cuales se expresa una reivindicación por organizar la vida local de forma distinta, un aspecto al que se refiere el concepto de la ciudadanía local y que expresa algunas de las suposiciones teóricas formuladas. En un contexto que no transfiere ningún derecho político formal a los inmigrantes, éstos encuentran formas innovadoras de negociar sus deseos de participar como ‘ciudadano activo’ en el ambiente local. En otras palabras, se puede constatar que nos encontramos frente a situaciones paradigmáticas en las cuales a los sujetos sociales a menudo les importa poco que carezcan de derechos formales de plena participación. Igualmente y a través de prácticas y reivindicaciones concretas, se implican activamente en construir una comunidad local. Con referencia a Isin y Wood (1999), se puede afirmar que esa forma de construir ciudadanía no significa seguir el camino de aplicar un derecho pre-establecido. A contrario, la discusión empírica nutre una postura teórica que destaca la posibilidad de  pensar la ciudadanía como una forma de expresar identidades a través de las propias prácticas de participación – basadas en el interés de las personas por cuestiones de comunidad y por el deseo de transformar el campo social así como la gestión local, a veces de forma no intencionada y en otras ocasiones de forma intencionada, según sus criterios de lo que es ‘mejor’ o ‘superior’.

Como se ha podido observar en el debate empírico, las prácticas analizadas no representan necesariamente un proceso pacífico. Al contrario, muchos contextos requieren una negociación activa, a veces agresiva y a menudo controvertida. Dado que las prácticas necesarias para conformar una ciudadanía activa carecen aquí de un derecho institucionalizado, ellas conllevan una politización del espacio social que va más allá de las cuestiones abarcadas comúnmente en la política local. Según Slavoj Žižek (2007), el uso de políticas de identidad suele en primer lugar afirmar identidades particulares en detrimento de las estructuras sociales y la solidaridad. Dado el caso específico de los migrantes de amenidad en América Latina y por la falta de derechos formales de ciudadanía, se puede observar la aparición de una ‘verdadera política: ese momento en el que una reivindicación específica […] apunta a algo más y empieza a funcionar como condensación metafórica de la completa reestructuración de todo el espacio social’ (Žižek, 2007: 46). Algunas iniciativas en los destinos analizados pueden caracterizarse como el intento de reestructurar el espacio social de una forma posiblemente innovadora – otras, obviamente, repiten aspectos más bien conservadores, neo-coloniales e imperialistas. Sin embargo, queremos destacar que nuestro interés no se centra en evaluar la participación como algo positivo o negativo, ya que ésta no presenta un valor en sí mismo. El interés científico más bien resulta en comprender mejor los mecanismos de negociación que se establecen mediante la participación, así como en las formas de interacción que se generan discursivamente y que sirven para descifrar las construcciones identitarias, las representaciones y los discursos territorializados. Es en esta relación donde empieza el interés de una geografía social y política preocupada por las poderosas construcciones sociales que ocurren en las sociedades migratorias y que implican posturas sobre identidad y ciudadanía – el interplay entre las políticas de identidad y la participación como expresión de una ciudadanía que establece las pautas de y luchas por una sociedad integrada, respetuosa tanto con el medio ambiente como con los intereses de la población que habita un espacio, sin dar mayor importancia al origen y al pasaporte de cada individuo. Si pensamos en las palabras de Sergio Tamayo (2006), podemos observar, a través de los ejemplos analizados, de qué forma se producen los espacios de ciudadanía, es decir cómo se ‘traduce’ la ciudadanía en las complejas relaciones entre espacio y poder. Así se da luz a una integración de la perspectiva espacial en una conceptualización de la ciudadanía que se entiende como el resultado de luchas sociales acerca de la imaginación, la percepción y la apropiación del espacio urbano, un aspecto que permite pensar desde puntos de vista conceptuales y empíricos las nuevas geografías migratorias en América Latina.

 

Notas

[1] La terminología aplicada al fenómeno migratorio en cuestión se presenta en muchos debates y escuelas de pensamiento como un aspecto de importante disputa. Dado que las diferencias son más bien una cuestión semántica y resultan arraigadas en la pugna por la hegemonía científica, este texto se ausenta en la mayor medida posible de inclinarse por un término en concreto. Por ende, se utilizarán los términos de turismo residencial, migración de amenidad y lifestyle migration de forma sinónima. Dada la incomodidad de la traducción del concepto de lifestyle migration al castellano (‘migración de estilo de vida’ es un término poco apropiado para su uso en castellano), se utilizará directamente el término en inglés.

[2] El problema del sub-registro masivo es un aspecto muy conocido en estudios en otros ámbitos geográficos transnacionales como la Unión Europea (Huber, 2005). En todos los estudios existentes, los autores renuncian a una cuantificación exacta y presentan solamente estimaciones que se basan en una triangulación de datos estadísticos oficiales con estimaciones pronunciadas por expertos (Croucher, 2009). Janoschka (2009) efectúa un análisis detallado de las fortalezas y debilidades de diferentes fuentes estadísticas para medir la cuantía de inmigrantes norteamericanos en países como México, Costa Rica y Panamá. No es cuestión de repetir la argumentación exhaustiva aquí, ya que resulta de menor importancia recurrir a la exactitud de las cifras de inmigración para las cuestiones abarcadas en el artículo.

[3] Entrevista efectuada en inglés, traducción del autor, nombre de la entrevistada cambiado para garantizarle el anonimato al que se ha comprometido el autor.

[4] Entrevista efectuada en inglés, traducción propia por el autor.

 

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Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

JANOSCHKA, Michael. Nuevas geografías migratorias en América Latina: prácticas de ciudadanía en un destino de turismo residencial. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de mayo de 2013, vol. XVII, nº 439. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-439.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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