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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVIII, núm. 465, 20 de enero de 2014
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

Diplomacia de ideas, polÍtica acadÉmica regional y GeografÍa. Una ciencia francesa para narrar e intervenir el territorio argentino de la RegiÓn Cuyana a la Pampa Gringa, 1947-1973

Guillermo Gustavo Cicalese
Depto. de Geografía – Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP)
cicalese@mdp.edu.ar

Recibido: 16 de mayo de 2013. Devuelto para correcciones: 12 de junio de 2013. Aceptado: 30 de octubre de 2013.

Diplomacia de ideas, política académica regional y Geografía. Una ciencia francesa para narrar e intervenir el territorio argentino de la Región Cuyana a la Pampa Gringa, 1947-1973 (Resumen)

Durante el siglo XX fue común que la escuela francesa de Geografía difundiese sus ideas y principios con celebrado éxito en todos los países latinoamericanos. Esta diplomacia de ideas supo tener en su plantel a destacados geógrafos que cumplieron una notable labor política, científica y social. Después de la Segunda Guerra Mundial, América Latina fue objeto de una nueva política exterior por parte de Francia –país que dejaba paulatinamente de ser un imperio y estaba acosado por los procesos de descolonización en África y Asia. En Argentina particularmente, esta influencia llegó en el preciso momento en que la Geografía había iniciado su institucionalización universitaria recientemente; proceso en el cual la presencia de los geógrafos franceses contribuyó significativamente dando a la disciplina estatus científico. En esta coyuntura, las misiones diplomáticas trascendieron el campo académico que fue afectado por tres factores gravitantes: la política exterior francesa, el modelo desarrollista con apoyo activo de las burocracias estatales, y los intereses de empresas transnacionales que terciaban en los planes para grandes obras de infraestructura.

Palabras clave: diplomacia de ideas, políticas académicas, escuela geográfica francesa, intervenciones territoriales.

Diplomacy of ideas, regional academic policy and Geography. The French science in the service of narrating and intervening the Argentinian territory from the Cuyo Region to the Pampa Gringa, 1947-1973 (Abstract)

During the 20th century, the French School of Geography used to spread its ideas and principles in Latin America with considerable success. This diplomacy of ideas was formally realized from high positions in embassies in which outstanding geographers fulfilled scientific, political, and social functions. After World War II, though, Latin America became the target of the new foreign policy launched by France, which was witnessing the fall of its colonial empire confronted by the decolonization movement in Africa and Asia. Particularly in Argentina, the arrival of the French geographers took place at the precise moment in which the Argentinian Geography was going through a process of institutionalization at university, and contributed to give the discipline scientific status. In this context, the French diplomatic missions transcended the academic field which was affected by three fundamental factors: the French foreign policies, the model of national development actively supported by State bureaucracies, and the interests of overseas enterprises that mediated plans for major infrastructure works.

Key words: diplomacy of ideas, academic policies, French School of Geography, territorial interventions.


Investigadores y ensayistas provenientes de distintas especialidades han recalcado la influencia de la cultura francesa en las élites fundadoras del Estado Nacional en la Argentina. Las dirigencias que consolidaron el Estado en la segunda mitad del siglo XIX fueron quienes impusieron las bases sociales, políticas y legales de la nación inspirándose en buena medida en las corrientes de pensamiento originarias de Francia. Estas ideas reconocían sus fuentes en el movimiento cultural de los escritores de la Ilustración, los principios de la Filosofía Positivista y la literatura jurídica cuyos códigos fueron de referencia a la hora de redactar e instaurar las bases y las leyes del derecho argentino. Esta trascendencia cultural también fue palpable en las humanidades y en las ciencias sociales, y singularmente en la disciplina que es objeto de nuestro interés: la Geografía. La Geografía argentina que se empezó a escribir en el país y sobre el país tuvo desde su nacimiento el acento francés, muy marcado sobre todo a partir de su institucionalización, es decir desde la creación de carreras y centros de investigación en universidades nacionales e institutos de formación del profesorado.

Todos aquellos estudiantes que cursaron las carreras de Geografía durante la segunda mitad del siglo XX tuvieron que seguir programas de cátedra que entre sus lecturas obligatorias y textos de iniciación registraban una considerable presencia de manuales -en idioma original o traducidos al castellano- de geografía física y humana escritos por franceses. Esta fue una de las modalidades desde la formación pedagógica por la cual se construyó en parte una matriz disciplinaria que fue paulatinamente perfilando una forma de mirar, de describir, de explicar y aún de planear acciones sobre el espacio. Romain Gaignard, geógrafo de nacionalidad francesa de estadía prolongada en la Argentina, gustaba referirse a la Geografía asociándola a un vocablo muy significativo, diciendo que se trataba de una ciencia carrefour. Es que realmente la Geografía, aún una vez alcanzada su autonomía institucional se conformó en un núcleo de convergencia, de encuentros de materias y saberes heterogéneos sobre el espacio. Incluso llevando un poco más lejos esa calificación de Gaignard, podríamos afirmar que la Geografía ha puesto en su práctica docente o profesional un cierto orden sobre un conjunto de contenidos específicos y de desigual naturaleza sobre territorios de escala variable, conocimientos en su momento muy apropiados a las necesidades políticas de los hombres de Estado y a las demandas económicas de empresas que operaban transformando los lugares.

Ciertamente como vamos a tener oportunidad de citar en nuestro relato, muchos geógrafos han reflexionado sobre la influencia de la escuela francesa en América Latina y en el mundo hispanoparlante en general. En este entendimiento se han resaltado las formas de representación del espacio, las agendas de temas de investigación, las teorías y los métodos seleccionados, como así también las personalidades que con su labor intelectual y de gestión han contribuido a la formación profesional de sus colegas. Otros enfoques menos usuales, han procurado aumentar la escala de observación para entender la vinculación del campo académico con otros campos no académicos. Es decir, han intentado responder al interrogante de cómo los aportes científicos, pericias prácticas y estrategias de los geógrafos se han vinculado más allá de los confines de su campo y a la vez han sido influenciados por otros campos, en especial el político y el económico. En estas coordenadas hemos procurado situar el objeto de nuestra pesquisa teniendo conciencia sobre las dificultades de poner en evidencia las redes de intercambio entre campos, no siempre nítidas, precisas y duraderas. Más allá de estas restricciones puestas de manifiesto, creemos que esta orientación es de valor heurístico por abarcar un lapso de tiempo que creemos singular para descubrir esas relaciones mutuas, y los efectos que se suceden al interior de la academia como resultado de esos vínculos.

Nos proponemos indagar la influencia de la escuela geográfica francesa en la Argentina en el período 1947-1973, etapa prolífica en la creación de institutos de investigación y carreras de grado en Geografía. Pero vamos a ver que los contactos logrados por esta diplomacia de ideas no sólo se limitaron a la exportación exitosa de una perspectiva científica. Es que las ideas geográficas en el campo académico sufrieron el influjo de las prácticas ejercitadas y orientadas por las lógicas provenientes de dos esferas. En primer lugar, de la esfera política en su doble faz: por un lado las iniciativas de las burocracias nacionales y provinciales en distinta regiones durante una época signada por el consenso desarrollista; y por el otro, por las iniciativas de la diplomacia francesa para América Latina que no estuvo ajena a los planes de transformación territorial que se impulsaban desde el Estado. Y en segundo lugar, por el alcance de las intenciones propias de una esfera económica compuesta por empresas de equipos y sus consultoras asociadas que usufructuaron los fines concurrentes binacionales -orientando sus propias demandas hacia un campo académico que trascendía al particularmente geográfico todavía muy embrionario en términos profesionales.

Los pasos de la investigación como el orden del relato aquí expuesto fueron guiados por un conjunto de preguntas que tratan de develar los nexos sugeridos entre los campos antes señalados. Nuestra primera inquietud nos llevó a interrogarnos sobre las particularidades que tuvo el programa académico de intercambio con Francia ideado en forma temprana por los geógrafos cuyanos y cuáles fueron las contribuciones científicas decisivas que se hicieron al conocimiento histórico geográfico del país. Una segunda inquietud nos empeñó en la identificación de las personalidades de la Geografía Francesa que tuvieron presencia más o menos continua en las universidades argentinas e incluso en entidades nacionales de intervención local creadas ad hoc. En este punto también nos pareció significativo e imprescindible no dejar de lado el análisis sobre su dedicación como gestores institucionales y la forma en que a su regreso volcaron en la academia europea la experiencia latinoamericana.

El recorte temporal seleccionado, si bien lo hemos tomado como un marco de referencia flexible, tiene como punto de partida el año 1947, año en el que se funda la Sección Geográfica en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCu), institución central en los intercambios con Francia; pero es además en esa coyuntura cuando es elegido el primer rector bajo los reglamentos de la primera ley universitaria peronista. Esta gestión le dará a esa casa de estudios superiores un perfil claramente volcado a la región, a la vez que se inicia la internacionalización de la Universidad mediante el envío de becarios al exterior y la convocatoria a congresos internacionales en Mendoza. El límite de nuestro segmento temporal es el año 1973, que marca la llegada del gobierno constitucional de un peronismo que había sido proscripto durante años, y que inició una etapa tempestuosa que culminaría con su desalojo violento por un golpe de Estado que lógicamente tendría repercusiones en las casas de estudio superior. El gobierno militar que se instaura en 1976 con la imposición de un nuevo modelo de orientación neoliberal liquidará las estrategias públicas y los anhelos que habían inaugurado las tendencias desarrollistas tan presentes en la época bajo estudio, y que por otra parte tanto habían fomentando los estudios regionales en las comarcas argentinas.

Conviene recordar que en la década del 60 las metas trazadas públicamente en el campo de la educación y la ciencia abrigaban la esperanza de ser los motores culturales del desarrollo social y económico obsesión esencial que ocupaba a las administraciones latinoamericanas, intenciones compartidas con matices en Argentina por las élites en control de los organismos estatales. El consenso desarrollista a partir de la segunda posguerra fue ganando adeptos y se mantuvo más allá de los elencos gubernamentales circunstanciales, ya sea que éstos hubiesen llegado a ocupar el poder mediante la legitimidad que les confería la Constitución Nacional o por la fuerza de las armas con las que instauraron dictaduras. En ese marco histórico es que en el decenio señalado se ensayan modelos económicos y sociales que, con distintas variantes según los casos, tienen como búsqueda el desarrollo continental en cooperación con países centrales.

Dentro de estas estrategias cooperativas de tipo transnacional, se destacaban las que se desplegaban desde la “Alianza para el Progreso” promovida desde los Estados Unidos para América Latina, las que se movilizaban desde organismos multilaterales que reunían intelectuales y profesionales americanos, y aquéllas en las que ponemos nuestra mayor atención: las ideadas por la Vª República Francesa. Francia tuvo muy en cuenta al subcontinente en su política exterior recuperando una tradición basada en la diplomacia de ideas y la difusión de su cultura. En ese mismo decenio el General Charles de Gaulle realiza su gira por América, con la misión de iniciar una nueva vinculación con las naciones como forma de superación de un país que dejaba de ser una potencia colonial y debía afrontar un nuevo escenario mundial adverso a sus pretensiones. A su arribo a la Argentina, existía una agenda de puntos a tratar y acuerdos que venían siendo trabajados antes de su llegada, incluso fundados sobre las experiencias académicas y profesionales en común entre franceses y argentinos.

Nuestra investigación contó con los términos teóricos e instrumentos interpretativos de la teoría de los campos sociales de Pierre Bourdieu que coadyuvó al entendimiento de la evolución del campo de la Geografía en las entidades académicas. Procuramos descifrar e identificar agentes individuales y colectivos, textos, discursos y acciones de autores e instituciones. Las propiedades de los campos como utillaje intelectual que hemos rescatado de los diversos trabajos del autor están detrás de la reconstrucción del pasado que hemos hecho; conceptos claves que no sólo son útiles para comprender al campo académico, sino también a la naturaleza de los vínculos con otros campos, en especial con el político y el económico. En el transcurso de nuestra exposición escrita, los conceptos se aplican al material empírico como dispositivos de investigación en forma dúctil y abierta. Parafraseando a Bourdieu, son términos que tienen la doble virtud de aportar soluciones y hacer surgir nuevas dificultades que hay que afrontar con la meta de hacer inteligible paulatinamente la realidad histórica que abordamos. Las fuentes que hemos consultado o producido abarcan entrevistas y testimonios de agentes claves de cada campo, documentos de burocracias estatales (repositorios y archivos de política exterior), y reparticiones nacionales con cierto grado de autonomía como las entidades científicas y técnicas (en las que hemos considerado las autoevaluaciones de organismos de investigación y acción). Hemos además indagado sobre informes de comisiones creadas ad hoc para ejecutar planes de transformación territorial, las obras teóricas, y las publicaciones de modalidad más empírica de geógrafos argentinos y franceses.


El arribo de relatos, visitantes e ideas de la Geografía Francesa

La influencia de la cultura francesa en la Argentina puede rastrearse prácticamente desde la independencia del país con las nuevas ideas políticas llegadas con el Iluminismo que había inspirado de hecho la Revolución Francesa en el siglo XVIII que derrocaría al régimen monárquico. Existe desde el período colonial e independiente una copiosa literatura de viajeros europeos que redactaron descripciones singulares de paisajes, o bien narraciones costumbristas en un lenguaje ameno. Incluso naturalistas que por razones románticas o utilitarias respondiendo a encargos de sus gobiernos recorrían los confines de la nación e indagaban en repositorios para confeccionar registros y relevamientos de recursos naturales, como así también para efectuar mediciones topográficas y levantamientos cartográficos. Ciertamente, muchos de estos visitantes llegaban al país como enviados de emprendimientos privados o representantes de misiones oficiales, parte importante en sus informes era la producción de un conocimiento situado que permitiese la explotación e incorporación del territorio a las corrientes mundiales de migrantes y de capitales, fin que perseguían tanto las élites criollas como las compañías comerciales y los Estados europeos.

Es recién en el primer cuarto del siglo XX que nos vamos a encontrar con las primeras obras geográficas sobre el espacio nacional con una forma de expresión y estilo que nos sugiere cierta familiaridad, más típica de la manera de sistematizar y relatar de la escuela de las monografías regionales de clara inspiración posibilista francesa. Nos referimos en principio a la obra de Pierre Denis sobre la Argentina, quien a decir de Gaignard (1989), trazó sobre el país un cuadro regional muy completo, vívido y preciso como nadie a inicios de siglo; una obra notable de geografía moderna. A criterio del autor citado, Denis tuvo la virtud de desafiar los límites a los que se ceñía la geografía universitaria de ese tiempo, y para mayores elogios estimaba además que a mediados de los 60 todavía no había sido superada en su capacidad de síntesis y reflexión sobre el territorio nacional[1].

Pierre Denis resultó ser un discípulo aventajado de Paul Vidal de la Blache y Lucien Gallois -quienes habían sido las personalidades pioneras del género regional en Europa- oficiando como el redactor habitual de los capítulos para América en varias de las ediciones de la reconocida Geografía Universal que los dos geógrafos coordinaron. Denis recorrió tempranamente América Latina y redactó un conjunto de tratados que, a criterio de geógrafos latinoamericanos contemporáneos[2], trazaron un cuadro representativo regido por los principios del género de las geografías universales para el gran público, organizando y dando singular sentido a los datos humanos y físicos sobre América del Sur a través de sus textos. Es así, que el geógrafo galo facilitó un cuadro completo para comprender la formación económica y social de los estados nacionales en relación a su espacio natural primigenio, como lo hizo en los casos de Argentina y Brasil, libros que respectivamente se editaron en 1916 y 1909. A modo de ilustración, tuvo la destreza en Brésil au XXe siècle[3] de construir una concepción geoeconómica del país, adentrándose en tópicos tan substanciales como la crisis del ciclo económico vinculado a la producción del café, los factores determinantes que facilitaban o bien dificultaban la economía agroexportadora, y puso en evidencia las causas que atentaban contra la integración territorial del Estado Brasileño.

Denis llega a la Argentina por los compromisos que había adquirido el gobierno mediante un convenio oficial celebrado con el Estado Francés[4], de esta manera aprovechando su estadía para recorrer el país y escudriñar en distintos repositorios locales. La geógrafa Elena Chiozza, responsable de la traducción al castellano de su obra La Republique Argentine. La mise en valeur du pays[5] en su estudio preliminar donde tomó en consideración todos los artículos breves y libros que Denis había publicado sobre la Argentina, comenta que el geógrafo mostró tres versiones disímiles del país- probablemente teniendo en mente los diferentes lectores para los que escribía. Es posible distinguir estas tres versiones en las notas que redactó por encargo de las autoridades de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) en 1916[6], en el libro al que hicimos mención publicado en 1920 que fue dedicado a sus conciudadanos bajo el sello de la casa Collin, y finalmente en el capítulo específico de la Geografía Universal codirigido por Vidal de la Blache en 1927. En realidad la publicación que le había encargado el rector de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) tenía como cometido original ser un texto preparado para la presentación de la República Argentina en la Feria Internacional de París, evento que se frustró con el estallido de la Primera Guerra Mundial.

El itinerario de Denis fue premeditado sobre la base de una sagaz lectura de los archivos públicos y privados a los que concurrió asiduamente. Reconoció en el campo distintas regiones que ilustró ampliamente con imágenes y mapas en sus libros y artículos, orientando su recorrido por las áreas y rutas productivas de lo que hoy conocemos como Sierras Pampeanas, Patagonia (recorrido que no logró completar), Noroeste, Cuyo, Mesopotamia y Región Pampeana; llegándose hasta Asunción del Paraguay para elaborar un informe base a pedido de Vidal de la Blache que luego utilizaría en el capítulo sobre esta nación en la enciclopedia. Chiozza (1987) destaca que en su enfoque ponía énfasis en los elementos naturales del paisaje y en los circuitos económicos espaciales, con un relevamiento y registro de campo que iba más allá del marco clásico de las geografías académicas más corrientes en la época, pero fue en algún punto deficitario porque no logró una narración completa del desenvolvimiento histórico de cada una de las regiones.

Denis no sólo mantuvo relaciones con universitarios en Tucumán sino que también fue común su asistencia a la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad Nacional de Buenos Aires - UBA) donde brindó conferencias, impresionando con sus disertaciones al círculo de geógrafos que posteriormente serían fundadores de la carrera de grado e impulsores de los institutos de investigación. El gran difusor de su obra entre estudiantes y docentes de la unidad académica fue precisamente Romualdo Ardissone: una personalidad señera en la carrera, dinámico miembro de la principal corporación geográfica del país a partir de 1922 (la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos – GAEA) y por ese entonces, segundo de Felix Outes en la Sección Geográfica creada en 1917. El foco intensivo y la predilección por la geografía económica en las investigaciones de Denis que ha destacado Chiozza, quizás nos de una pista sobre lo que sería su posterior actuación en Europa. Habiendo redactado varios capítulos sobre geografías latinoamericanas aún siendo muy joven, en su etapa madura tomaría otro camino algo distante de las tareas científicas y de campo que había desempeñado en América: se convertiría francamente en un hombre de Estado y de finanzas. Finalizada la Primera Guerra Mundial, ingresaría como funcionario de jerarquía en la flamante Sociedad de las Naciones, más luego ante la ocupación de Francia durante la Segunda Guerra Mundial por los alemanes, no dudaría en enrolarse como experto financiero en la Résistance que De Gaulle organiza desde Gran Bretaña. En la posguerra pasará a fundar e integrar organizaciones internacionales vinculadas al comercio exterior convirtiéndose en un próspero hombre de negocios en entidades bancarias.

Denis es la persona que le toca actuar como geógrafo y funcionario en la transición entre dos períodos históricos muy diferentes. El primero bajo la égida de una Francia victoriosa que emergía de la Primera Guerra Mundial manteniendo y aún ampliando un extenso dominio imperial con colonias en Asia y África, más firmes intereses en América. El segundo, que comienza al terminar la Segunda Guerra Mundial, va a reservar para Francia otra presencia en los escenarios internacionales. Es el principio del derrumbamiento imperial y la pérdida de las posesiones coloniales, suceso de ese tiempo que la dirigencia que acompaña a De Gaulle comprende rápidamente, buscando estrategias alternativas para superar los escollos que conlleva la nueva situación. La política exterior de Francia toma otro rumbo intentando afianzar las relaciones con América Latina bajo otras premisas, pero sin dejar de rescatar el capital simbólico asentado en una tradición diplomática orquestada en la difusión de ciertas imágenes culturales del país como así también de sus logros científicos y progresos en el área de las Artes, Letras y Humanidades. En este último terreno, antes de la segunda conflagración es posible reconocer la intervención de franceses en el extranjero en el fomento de las Ciencias Sociales y la Geografía en especial, con una participación sostenida definida por la fundación y promoción de centros de estudios y entidades educativas.

El período que hemos recortado para nuestro análisis se sitúa claramente en la segunda posguerra, lapso en el cual la escuela geográfica francesa encontró en la Argentina un ambiente propicio para difundir su pensamiento, como también para darle continuidad en otros países del continente y en España en particular. En contra de lo que se podía esperar, no fue en el centro del poder político, económico y de irradiación cultural del país donde encontró una situación más favorable a los acuerdos académicos. Si bien las ideas geográficas que portaban los libros franceses eran bien leídas y algunas de sus personalidades muy reconocidas en Buenos Aires, los convenios formales se establecerían con la UNCu, situada en la capital de la Provincia de Mendoza (fronteriza con la República de Chile) pero con un alcance por sus sedes a toda la región cuyana[7]. Dichos convenios no sólo se limitaron a esta institución, ya que vamos a ver que también van a actuar profesionalmente geógrafos franceses en organismos estatales o mixtos orientados a la planificación y a los emprendimientos regionales.

Si bien puede ser un tanto casual la elección del sitio en el territorio argentino, no lo fue el propósito de revitalizar las misiones culturales francesas hacia América Latina, como tampoco la permanencia de ese plan hasta mediados de los 70. La continuidad de esas políticas va a encontrar en el círculo de geógrafos de la UNCu un núcleo en formación que concretaría a lo largo de los años un programa de manera estable en su planta de personal. Un núcleo académico que por otra parte lograría ubicarse más o menos al margen de las convulsiones políticas nacionales que golpeaban regularmente a la universidad pública produciendo efectos refundacionales, a saber: el movimiento de la planta docente por expulsión o ingreso de nuevo personal, el cambio de directivos en la gestión superior de las casas de estudio y la imposición de nuevos estatutos de hecho y programas políticos para la universidad. Hay un dato no menos significativo y es que los geógrafos contarían en su mayoría con dedicaciones exclusivas que la ley universitaria del peronismo había creado para que los docentes empleen la mayor parte de su tiempo en tareas de investigación (Ley 13.031-1947), por otra parte, la matricula de alumnos regulares a los que había que dictar clase en la Facultad se mantuvo muy baja hasta entrada la década del 60. En general las dedicaciones exclusivas y su remuneración equivalente (equiparable a la de los magistrados), en la etapa que recortamos para nuestro estudio estaban ceñidas a un grupo pequeño del plantel de las universidades nacionales.

Las circunstancias favorables del lugar de recepción de los intercambios más su condición de ciudadanos extranjeros con estatus semidiplomático llevaron a la misión francesa a superar el enclaustramiento universitario para asociarse con comunidades profesionales de otras procedencias. Estas cooperaciones dieron la oportunidad a un número reducido de geógrafos locales de concebir un perfil activo, cuyos principios profesionales estaban fundados en los antecedentes del campo académico nacional francés. Los geógrafos criollos y europeos pretendían procesar adecuadamente los requerimientos del campo económico y político mediante la invención de un oficio práctico, siendo de este modo su labor congruente con los objetivos de la diplomacia francesa y del Estado Argentino que propiciaba el desarrollo socioterritorial.

En el siguiente apartado nos extendemos sobre las condiciones particulares que se dieron en la universidad cuyana desde sus orígenes, como la coyuntura histórica que abrió para los geógrafos la oportunidad de fundar y desarrollar una carrera, un instituto y una modalidad de extensión profesional. En este último punto comentamos la experiencia de otros geógrafos, no necesariamente vinculados a esa casa de estudio, pero que hacían sus primeras armas en el campo profesional a petición de distintas jurisdicciones y reparticiones administrativas, consultoras nacionales y transnacionales.


La Universidad Nacional de Cuyo: la formación de un círculo de geógrafos

Una Universidad para atender necesidades regionales

La UNCu es una de las primeras casas de estudios superiores creada en el norte del país luego de la UNT (1914) y de la Universidad Nacional de Córdoba cuyos orígenes se remontan a la fundación de la Compañía de Jesús durante la época colonial (1613). La UNCu establecida en 1939 en la ciudad de Mendoza, surgió por iniciativa del ejecutivo nacional ante la demanda de las provincias de la región, aprovechando en este acto el capital cultural preexistente en instituciones escolares tradicionales, entidades de capacitación terciarias e intelectuales lugareños. La Universidad se funda sobre la base de departamentos de ciencias naturales y ramas tecnológicas, con las carreras de ingeniería y agronomía en Mendoza, de ingeniería industrial en San Juan y de ciencias básicas en San Luis. Estas sedes descentralizadas (San Luis y San Juan) se convertirían en 1973 en entidades independientes en cumplimiento de un plan nacional de creación de nuevas universidades, respectivamente en la Universidad Nacional de San Luis y la Universidad Nacional de San Juan[8].

Las carreras y sus planes de estudios se idearon para resolver los problemas y las necesidades de desarrollo de la comarca, y en ese sentido la legislación que le da origen es bien explícita con respecto a las titulaciones que se fomentaban y su sesgo aplicado[9]. Tacchini (2009), decano en varios períodos de la Facultad de Ciencias Agrarias (UNCu), resumía el espíritu de época y el dominio del pensamiento desarrollista, claro que entendido un tanto linealmente como una evolución por etapas sucesivas francamente marcadas que necesariamente había que transitar. El desarrollismo se configuraría como una ideología con un consenso bastante extendido durante el período examinado, más allá de algunos criterios disímiles que se incorporan en los elencos gubernamentales en cuanto a los agentes a asociar para dinamizar el modelo de desarrollo nacional:

El proceso de desarrollo de un país se basa al inicio en la economía agraria, sigue con la etapa de industrialización y crece, por último, el sector servicios. En la década de los cuarenta la prioridad fue la substitución de las importaciones de productos industriales que se habían reducido por la 2ª Guerra Mundial. Diez años más tarde, a partir de los 50, el país volcó sus prioridades al desarrollo del sector servicios, cuando todavía no había finalizado el proceso de industrialización[10].

Es necesario traer a colación esta impronta pragmática y regional que orientó la fundación de la Universidad, porque vamos a notar que es el perfil característico que iba a definir las acciones y las estrategias del grupo de geógrafos que no estuvieron lejanos de las demandas del medio y se mantuvieron ajenos a la sola producción de un conocimiento teórico que era propio de las más antiguas casas de estudio. La Facultad donde van a trabajar y formarse como grupo ya contaba con un proyecto muy singular impulsado por el rector Ireneo Fernando Cruz. Cruz, profesor en lenguas clásicas, antes de estar al frente del rectorado había sido funcionario de educación en la provincia ocupando varios cargos de responsabilidad directiva, y como decano había dado a la Facultad de Filosofía y Letras un proyecto académico definido[11]. Fue el primer rector electo bajo la ley universitaria peronista en 1947[12] gobernándola por dos períodos hasta su fallecimiento en 1954. Era un cuadro intelectual significativo del Justicialismo y tenía una reputación como educador que le había valido inicialmente en 1945 el apoyo mayoritario de los delegados estudiantiles para acceder al decanato[13]. Entusiasmado por el peronismo, Cruz tuvo apoyo presupuestario directamente del General Juan D. Perón con el que tenía línea directa por encima del ministro de educación, lo que le ayudó a desenvolver un programa que incluía la apertura de nuevas carreras de grado e institutos de capacitación, un plan de extensión universitaria, la contratación de docentes en el exterior, el envío de becarios a estudiar a otros países y la organización de encuentros de proyección internacional. Entre los últimos, el Primer Congreso Nacional de Filosofía fue todo un acontecimiento inusual para esa época, ya que contó con las personalidades más notables del mundo de la Filosofía, con expositores que durante el encuentro cubrieron todo el arco de las escuelas de pensamiento que iban desde los enfoques aristotélicos tomistas a los existencialistas, estando la conferencia de cierre a cargo de Juan Domingo Perón (nota 20).


Los orígenes de la carrera de Geografía

En el contexto descripto es que los primeros estudios tímidos de Geografía nacieron bajo la concepción de “disciplina auxiliar” de la Historia, por esa razón cuando se creó la Sección de Estudios Geográficos en 1947 bajo la dirección de Martín Pérez, se lo hizo como una pequeña división incluida en el Instituto de Historia y Disciplinas Auxiliares. Con la aprobación del plan que habilitaba la creación de la carrera de Geografía y la emisión de un título independiente, esta repartición ganaría en jerarquía convirtiéndose en Instituto de Geografía en el año 1954, y posteriormente quedaría bajo la prolongada dirección de Mariano Zamorano hasta 1971[14].

Tempranamente, con Pérez al frente de la Sección, los geógrafos empiezan a asistir a las Semanas de Geografía de GAEA y a otros encuentros nacionales de carácter científico y pedagógico. Para esos tiempos este tipo de convocatorias académicas eran sumamente escasas por lo que solían ser una buena ocasión para incentivar las ponencias sobre indagaciones locales, ya que entre las metas de GAEA se encontraba la necesidad de despertar un “verdadero interés por los problemas regionales[15].” El grupo que se dedicaría exclusivamente a estudios geográficos irá ganando visibilidad desde una marginalidad inicial en la Facultad. La memoria oficial de la Universidad publicada en forma de libro aniversario en 1964 es ilustrativa sobre esta acumulación de capital cultural, y la búsqueda de reconocimiento procurando ocupar espacios institucionales de difícil acceso. En algunos pasajes se reflejan los hechos bajo un relato que por partes se torna mitológico como si estuviésemos ante una gesta cuyo resultado victorioso sería la emancipación disciplinaria de la Geografía:

De un modo general podemos decir que se ha avanzado de una situación de subordinación a una situación de independencia de la historia y la geología; y desde otro ángulo se ha ido de una geografía destramada a una geografía moderna y científica. Durante los primeros años la geografía formaba parte de los planes de estudios del profesorado de historia y geografía. Los estudios geográficos llevaban una vida de subordinación pedagógica y hasta científica con respecto a otras ramas del saber humano[16].

En esta misma narración se ponía en sobre relieve la vocación de los geógrafos por lograr la identificación frente a otros miembros como pares comunitarios; evidentemente su afirmación como agentes institucionales pasaba por la construcción de una imagen que querían dar sobre sí mismos, con el fin de mostrarse portadores de un estatus científico suficiente para la comunidad de catedráticos de la cual eran parte. Veremos luego que la búsqueda de esta condición y su estrategia de afirmación sumó de manera determinante el capital social confeccionado a través de las redes con la academia francesa:

Con el tiempo sin embargo, la geografía fue ganando dignidad e importancia a los ojos de los investigadores y docentes universitarios de todo el país, movimiento de valoración que culminó en 1954 con la creación de “Departamentos” o “Escuelas de Geografía” en todas las Facultades de Filosofía y Letras de las universidades nacionales... hubo que enfrentar la delicada tarea de fijar el sentido y valor de los estudios geográficos, dentro del marco de las humanidades, no siempre bien entendidos. Esta tarea no sólo llevó a dar unidad y cohesión a los estudios que se llevan a cabo en la Facultad, sino que se determinó una sustancial modificación en los criterios que en años anteriores se habían seguido en las tareas de investigación geográfica llevadas a cabo en la Facultad. En tal sentido cabe afirmar que en la actualidad la geografía es entre nosotros un saber con fisonomía propia, consciente de su tarea y perfectamente enmarcado dentro de las humanidades[17].

Para 1951[18] ya el Instituto había incorporado docentes que permanecerían incluso más allá de los cambios políticos que se sucederían en el país con la caída del peronismo, no provocando estos acontecimientos el cisma en los elencos académicos tal como ocurriría en Buenos Aires. Los docentes estarían destinados a ocupar cargos jerárquicos y a alcanzar reconocimiento, entre otros nos referimos a Mariano Zamorano, Ricardo Capitanelli y Matilde Velasco. Zamorano sería uno de los primeros egresados de la casa de estudios local en 1947 como profesor en Geografía e Historia e ingresaría como docente en el Colegio Universitario Central de la Universidad ocupando ese cargo entre 1947 y 1958, obteniendo en ese lapsus beca para realizar su formación doctoral en la Universidad de Burdeos en Francia. Este geógrafo cuyano había militado durante su juventud como dirigente estudiantil en las huelgas por el reclamo de autonomía universitaria y abogado por el reconocimiento de la Federación Universitaria Argentina, corporación estudiantil que había sido disuelta por decisión del golpe militar del 4 de Junio de 1943. El gobierno castrense que asume el poder con esta interrupción sería el que abriría paso -gracias a su desempeño como funcionario en distintos ministerios- a la primera presidencia constitucional de Juan Domingo Perón en 1946.

El paso por la academia francesa le dio a Zamorano credenciales suficientes en un tiempo que los títulos de posgrado obtenidos en el exterior no eran habituales en los profesores universitarios, mucho menos aún en las áreas de las Humanidades y las Ciencias Sociales. Ese capital que se podía esgrimir simbólicamente sumado a sus pericias políticas le permitieron, una vez derrocado el Justicialismo, acceder a posiciones directivas bajo la normas de cogobierno reformista en manos de los tres claustros. Sería votado por los cuerpos colegiados por primera vez como vicedecano en 1958 y luego decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1959-1961), para posteriormente ser elegido rector de la UNCu para completar el período 1962-1963. Cumplidos los períodos en los cargos mencionados se retiraría a tareas de docencia e investigación, pero ocupando puestos que le permitieron el acceso a recursos institucionales de especies diferentes, sobre todo a las de orden presupuestario y a aquéllas que le abrieron el acceso a redes preexistentes, en las que intermedió impulsando su expansión. Al poseer una posición sobresaliente al frente del Instituto en el que oficiaría como director por muchos años, pudo motorizar medios y recursos en nada ajenos a sus intervenciones en entidades educativas extranjeras, entramados multinacionales de científicos e intelectuales, y corporaciones geográficas nacionales e internacionales. Dentro de este tejido de redes la estrategia de internacionalización procuraba una legitimación que iba más allá del contacto con Francia, ya que el grupo cuyano mantuvo en forma temprana representación a través de sus profesores en distintas reuniones de la especialidad fuera del país[19].


El Boletín de Estudios Geográficos como medio de afirmación académica

Es en los 60 cuando se consolida un activo núcleo de geógrafos con un proyecto académico bajo la dirección de Zamorano en el Instituto, entre los que se puede mencionar para mediados de la década a Ricardo Capitanelli, Matilde Velasco, Rosier Omar Barrera, Josefina Ostuni y María Furlani de Civit. En ese plan se reformularían los temas, los métodos y la perspectivas teóricas de una Geografía nacional para situarla en consonancia con los establecidos por la escuela hegemónica en Europa. Para ese tiempo, como vamos a hacer notar en el título siguiente, la Geografía y cultura francesa se exportaba con eficacia por el mundo hispanohablante a través de sus institutos en el exterior. Resulta por lo tanto evidente que para los geógrafos latinoamericanos los textos franceses se constituían en fuente y herramientas de conocimiento, de construcción y representación para narrar las geografías de sus propios países. Pero también su recepción –y éste no es un punto menor- significaba en la Argentina para un corporación pequeña y nueva un pilar sólido en el camino de legitimación, esfuerzo que procuraba ante las comunidades disciplinarias de pares locales con las que convivía en los claustros.

A través del principal órgano de difusión de la casa, el Boletín de Estudios Geográficos, el Instituto, se ungió en el medio prioritario a la hora de acumular capital cultural, invirtiendo en jugadas como fue la apertura hacia otros campos definidos por intereses y lógicas sociales divergentes, aprovechando los instrumentos conceptuales y las aplicaciones que portaba el paquete teórico metodológico de una ciencia francesa que cobraba cada vez más implicación en los planes urbanos y regionales en su nación. Los geógrafos cuyanos con estas apuestas duplicaban las razones para la existencia de una disciplina que buscaba un lugar en la corporación educativa y en la ciudad científica, exhibiendo habilidades útiles que iban más allá del imaginario corriente asentado en una Geografía que se avizoraba únicamente como una materia de cultura general para los legos.

La plataforma del programa para Geografía se fue armando sobre ciertos pilares preexistentes como la existencia de departamentos internos e iniciativas originadas ya durante la paradigmática gestión de Cruz. Entonces, ya se había trazado un derrotero que comprendía la creación de centros de investigación y pensamiento, los intercambios con universidades extranjeras[20], la producción de revistas académicas, y la búsqueda de respuestas prácticas desde las facultades y escuelas a las necesidades de la población circundante mediadas por las demandas de las agencias públicas provinciales.


La evolución de las pautas editoriales, las subdisciplinas geográficas y los contenidos del Boletín

El examen documental de los números del Boletín de Estudios Geográficos[21] muestra los cambios paulatinos en las áreas y temas de interés que se fueron operando con el transcurrir del tiempo. La publicación se había iniciado un año después de la fundación de la Sección, editándose regularmente con un promedio de tres números al año durante los 60 para interrumpirse en 1972 por falta de financiamiento oficial. Contaba además con series especiales como la que se lanzó con motivo de la XV° Semana de Geografía organizada por GAEA en Mendoza en 1951. Esa Semana se convocó bajo la presidencia de Federico Daus, geógrafo reconocido y funcionario del área de educación importante del peronismo, que en años posteriores sería contratado como profesor de la casa. El boletín era la única publicación universitaria regular de la especialidad en el país, sus gestores lograron formar una nutrida biblioteca que fue obtenida por medio de suscripciones e intercambios internacionales y paulatinamente irían adquiriendo las colecciones y archivos privados de notables naturalistas, enriqueciendo de este modo su fondo bibliográfico.

La observación de los temas tratados desde su primera edición en 1948 hasta 1973 muestra la determinación gradual de una agenda de investigación, intereses comunes y una perspectiva teórica metodológica desarrollada por el grupo de geógrafos lugareños. En una mirada retrospectiva podemos distinguir dos etapas: una primera etapa entre los años 1948 y 1954, y una segunda etapa entre los años 1955 y 1973.

En la primera etapa (1948-1954) se edita un número por año con un énfasis marcado en las distintas ramas de la Geografía Física, mientras que en las reseñas de textos se destaca la singular presencia de libros relacionados con las expediciones, descubrimientos y resultados de estudios geomorfológicos en tierras polares, y específicamente, en la Antártida. Podríamos decir que no es extraña esta preferencia por parte de los colaboradores del boletín, porque durante todo el peronismo se expandió un segmento de lectores profesionales y legos -que se había conformado de antaño- que leía con fruición literatura de viajes, descubrimientos, geografías exóticas y hazañas en condiciones naturales extremas. La lista de títulos de la poderosa casa editorial Peuser fue para la época una muestra concreta de crecimiento de este género literario con sus ediciones en castellano para toda la comunidad hispanoparlante.

Pero abundando en una explicación más satisfactoria también debemos decir que más allá de la existencia de un mercado de lectores populares, hay posiblemente dos fuentes coaligadas que aclaran estos contenidos académicos, coherentes con la tradición ideológica de la Universidad y los intereses territoriales del Estado Argentino. Por un lado, la idea de enseñanza moral que había detrás de estos relatos de viajes y hazañas de exploradores, nos hacen pensar que este tratamiento no ha sido ajeno a los mitos, virtudes y valores del héroe griego de quienes cultivaban con ahínco las lenguas clásicas en la Universidad, y en especial, a los relatos a los que gustaba hacer referencia el rector Cruz en sus discursos políticos y disertaciones filosóficas. Por otro lado, este gusto por la moral asociada a la conquista de paisajes anecuménicos, resultó un derrotero coherente con los estudios, las demandas y las políticas territoriales del campo político que se construían como agenda prioritaria.

Nos explicamos: es en la década del 40 cuando la Argentina, al igual que otros países que creen tener títulos legítimos soberanos sobre el Polo Sur, empiezan a plantear e intensificar en foros internacionales sus reclamos sobre la base jurídica de la Teoría de Sectores; a la vez que las naciones comienzan una carrera por hacer pie e instalar bases de connacionales con finalidades científicas en el Continente Blanco. En el mismo decenio, el Sector Antártico Argentino se adjunta como representación en su borde al mapa global de la República Argentina; es en la cartografía oficial a partir de 1941 cuando el Instituto Geográfico Militar (IGM) lo estampa en un recuadro inferior. El Justicialismo emprende una firme estrategia diplomática de reclamos sobre un sector del Polo Sur, con iniciativas institucionales como la realización de expediciones, la fundación de bases científicas y técnicas con apoyo logístico de las fuerzas armadas, y la creación del Instituto Antártico Argentino (1951), organismo fundado para tareas de observación y estudios de campo de la naturaleza antártica. Esta demanda de soberanía se constituiría en una táctica permanente en las relaciones exteriores del Estado más allá de los elencos gubernamentales coyunturales, siéndole cedido a organismos ligados con las burocracias militares un diligente papel en este cometido.

También es reconocible en esta primera etapa del Boletín el predominio de enfoques fisiográficos al tratar las distintas escalas espaciales que luego con el tiempo se atenuaría, diríamos que con el paso de los años no es que se perdió sino que se adecuó a la denominación de las distintas ramas de la Geografía Física. En esta impronta fue visible la influencia de los geógrafos alemanes radicados en la ciudad de Tucumán contratados por el instituto de investigación de la UNT, dirigido por Guillermo Rohmeder. Al abordar la evolución de los estudios geográficos en la UNCu, Pró (1965) adjudica el rejuvenecimiento epistemológico que se da a partir de 1949 a la intervención alemana, agregando a la figura mencionada a Enrique Beckendhal, Guillermo Czajka, Gustavo Fochler Haucke y Federico Machatschek. Estos geógrafos por su formación estaban orientados a lo que eran las tendencias y las materias dominantes en su país, en particular hacia la Fisiografía, los estudios tipológicos del paisaje, y en menor medida, a la Antropogeografía. Este intercambio con ellos fue previo al jumelage con los franceses, y no sólo influyeron en las indagaciones y miradas teóricas con su tradición, sino que fueron los artífices –quizás involuntarios- del primer programa aprobado de la carrera, que a juzgar por el testimonio de Ricardo Capitanelli, resultó ser una imitación del plan que habían puesto en funcionamiento los alemanes en Tucumán con la creación de la carrera del profesorado en Geografía en 1947[22].

La mayoría de los geógrafos alemanes mencionados habían llegado antes de la guerra por un convenio especial con la UNT para encarar los estudios de las cuencas hidrográficas del Noroeste con la idea de generar informes preliminares para emprendimientos agroeléctricos futuros. Estas avanzadas de hombres de ciencia en la Argentina pueden ser interpretadas como parte de la competencia en América Latina entre las naciones europeas para establecer vínculos con la periferia, siendo más precisos en cuanto a los agentes, lo que se jugaba era un nuevo capítulo de la rivalidad que se daba entre Francia y Alemania. Bolsi (1991) reflexionando sobre el aporte de este grupo de geógrafos, muestra cómo en su fase más fértil se destacaron por la producción de conocimientos situados sobre el país en la década del 40, incluso muchos de ellos como profesionales sobresalientes en reparticiones estatales. Dependiendo de estas agencias públicas realizaron exploraciones y relevamientos sobre la existencia de recursos naturales útiles a la economía y en estudios previos que instruían sobre la viabilidad para la construcción de infraestructuras, cubriendo con su actividad una zona que se extendía desde el Gran Chaco al pié de la Cordillera de los Andes. A mediados de los 50, el grupo se desmembró siendo la muerte de Rohmeder en 1952 la causa principal que produjo la dispersión, muchos de ellos regresaron a Alemania durante el período de reconstrucción de la posguerra -el corolario para la Argentina fue el cierre del Instituto de Estudios Geográficos de la UNT en 1959.

El inicio de la segunda etapa del Boletín cuyano lo situamos en un año posterior (1955) a la creación de Geografía como carrera independiente en 1954, ya que paulatinamente con el devenir de su construcción curricular y la experiencia concreta de llevarla a cabo se nota un cambio casi al unísono en la organización y contenidos de la publicación. Todas las carreras de la Facultad contaban con un ciclo básico común y uno específico. Es recién en 1957 cuando se ordena para Geografía el ciclo específico con una redistribución de asignaturas e incorporación de nuevos profesores, cubriendo así las ramas típicas de la disciplina, agregándose como materias generales Historia de la Geografía y Geografía Histórica como obligatorias para los alumnos de la carrera y optativas para los de otras carreras. En esta instancia se suman a la cursada las asignaturas que abordaban los espacios regionales mundiales denominadas según hemisferios, división continental mundial que aún subsiste en algunos programas.

Barrera (1965) recuerda que la reformulación del plan de 1960 es el momento donde se inserta por primera vez la materia Introducción a la Geografía, lo cual según interpretamos significaba un paso fuerte de legitimación académica por dos razones: primero, la intención de que figure una introducción en el plan afirmaba a la Geografía como un campo de conocimientos de cierta complejidad que requería de iniciación a los legos, y la necesidad de comenzar a aprenderla por sus conceptos y categorías básicas; y segundo, sus contenidos mínimos aparecían claramente enmarcados dentro de la rama humanística, con un programa que por otra parte era ofrecido también a otras carreras de la Facultad, donde aparecía el hombre como el habitante crucial del espacio terrestre. De esta manera la Geografía se exhibía como un estudio moderno de las humanidades alejada de un único marco referencial hegemonizado por las Ciencias Naturales[23]. Como parte de una estrategia de afianzamiento corporativo para el dictado de la materia introductoria, se contrató por dos años a partir de 1961 al notorio geógrafo Federico Daus que por entonces se encontraba jubilado por la Universidad de Buenos Aires habiendo pasado a retiro con la caída del peronismo en 1955. La preocupación por crear una identidad propia y robustecer un estatus respetable en el concierto de las humanidades llevó a acentuar el dictado de seminarios y materias teórico metodológicas, incluso a Daus se lo nombró para que se encargue del primer seminario de geografía destinado a los doctorandos[24].

Esa perspectiva que va entornando la carrera con un deslizamiento hacia las humanidades y las ciencias sociales, se detecta en las actividades de lectura bibliográfica crítica de los autores y en la tónica de las pesquisas que se reflejan en la segunda etapa del boletín. A partir de 1955 se hace perceptible otra agenda, en la que, sin abandonar los problemas clásicos de geografía física comienza a tomar énfasis cuestiones de geografía humana, entre las que se distinguen los escritos de geógrafos extranjeros y las reseñas sobre obras reconocidas a cargo de docentes de la casa[25]. Un dato que marca claramente la impronta en este círculo de geógrafos es la preocupación por cuestiones epistemológicas con predilección por los enfoques asentados en los instrumentos y formas de descripción de la geografía regional francesa, que se aprecia por los libros objeto de comentarios en la sección correspondiente. Con el correr de los números se ve el traspaso de los autores de las recensiones bibliográficas a la redacción de artículos de investigación propios, como si hubiese existido un lapso previo de aprendizaje, de asimilación teórica y metodológica para luego aplicar ese conocimiento a referentes concretos.

Hay otro dato que muestra la transición que señalamos en último término. Del listado de boletines se detecta que partir del décimo número que se publica durante el año 1956 comienza a aparecer una parte titulada “Actualidades de Cuyo”, en donde se tratan recensiones, notas e informes sobre asuntos que hacen a la región, tocando problemas vinculados a la irrigación y suelos rurales, a los cultivos de la zona y obras de energía hidroeléctrica, a problemas agroindustriales, a la infraestructura de transportes y redes de comunicación. En suma, títulos que hacían al conocimiento imprescindible para el desarrollo local. Unos años después este apartado desaparece, es que las cuestiones allí tratadas pasan en algunos puntos a replantearse como problemas de investigación y a resolverse mediante papers escritos predominantemente por geógrafos y en segundo lugar por especialistas de la Universidad y la región.

Los miembros del departamento de Geografía de Cuyo probablemente tenían in mente el tipo de capital específico que querían valorizar y en dónde se encontraban esos recursos que permitían acrecentarlo. La condición científica de la disciplina y su reconocimiento como tal estaba para ellos en la adopción de las reglas académicas y en la formación que se practicaba en los países centrales, no en el país donde las ciencias sociales y naturales se encontraban escasamente desarrolladas. En las páginas del boletín se vuelca esta intención reflejada en una visión cosmopolita muy atenta a lo que se hacía fuera de la Argentina, no sólo por la atención a libros de autores extranjeros que aparecen en las reseñas que operaban en casos como nortes bibliográficos para los geógrafos locales; sino también por los informes y crónicas habituales sobre congresos internacionales de Geografía o ciencias afines. No obstante, donde destacaría el círculo cuyano a la hora de una estrategia institucional relevante sería en los convenios de intercambio que se mantendrían durante años con universidades francófonas, en virtud de los cuales geógrafos franceses se instalaron en Mendoza para realizar sus tesis, dar clases y efectuar trabajos profesionales de campo; y algunos geógrafos lugareños peregrinaron a Francia a posgraduarse o bien a asistir a cursos de perfeccionamiento en sus casas de estudio.


El itinerario de los geógrafos franceses hacia Cuyo

Una sensibilidad especial para pensar y actuar sobre el mundo

En una compilación destinada a historiar el camino de la geografía francesa Robic (2006) expresa que desde el siglo XIX ha sido una escuela nacional que se balancea entre el pensamiento y la acción sobre el mundo, pero que además su doble inversión ha sido una constante, por un lado una apuesta por profundizar el conocimiento sobre su territorio nacional y aún usar ese espacio como laboratorio para las prácticas de intervención y transformación; y por el otro, una siempre renovada ambición por una comprensión general del mundo, palpable sobre todo en sus obras maestras de geografía universal y regional. Esa sensibilidad para exponer con ductilidad sobre una multiplicidad de escalas facilitó el paso de la descripción de la nación al mundo, explicando diversos sistemas territoriales donde la organización imperial y las antiguas colonias estructuraron la mirada, visión arrobada durante mucho tiempo por un sesgo etnocéntrico que, según Robic, suele aún en ocasiones persistir.

Los geógrafos franceses no sólo exportaron una manera de mirar, de organizar los datos del territorio a través de la categoría “región”, sino también como vamos a ver, un enfoque y una forma de actuar fuera de Francia, que en el caso de la Argentina se practicó eficazmente. Es más, hay un pensamiento que se difunde también en la década del 60 sobre el territorio y prácticas francesas que no se originan específicamente en lo enseñado en las academias universitarias de Geografía, sobre el cual no nos vamos a extender, sólo brevemente sobre el primero de ellos en el último título. Nos referimos a aquél que ha impactado en el país en dos esferas: por un lado en el quehacer de agentes rurales a través de un modelo de organización de cooperativas campestres copiado de patrones asociativos de campesinos franceses que se reveló sobre todo en la invención de los denominados grupos CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) (nota 97); y por el otro, en las estrategias geopolíticas de control del territorio y poblaciones provenientes de las experiencias represivas en las guerras de descolonización que fueron instruidas en academias militares y puestas en práctica por altos oficiales durante la dictadura militar que se inició en la Argentina en 1976[26].


La región cuyana como el sitio ideal de recepción de las ideas geográficas francesas

Ahora bien, circunscribiéndonos al mundo académico de los geógrafos, como adelantamos, es en Cuyo donde se dieron condiciones institucionales excepcionales que facilitaron la circulación de ideas, libros y franceses que se desempeñaron como docentes, investigadores, extensionistas, consultores; y donde se encontraron las mejores oportunidades para fortalecer la cooperación entre los dos países. Claro que también favoreció a este intercambio el hecho de que existía en la región una importante comunidad de descendientes de franceses. La inmigración gala se había iniciado a mediados del siglo XIX y se vio fomentada sucesivamente por los gobernadores que emprendieron la colonización rural sobre todo del Este y el Norte de la provincia, siendo esta iniciativa la que desencadenó el proceso de poblamiento y los orígenes de la tradición vitivinicultora en la provincia de Mendoza y en la región. Estas oleadas migratorias incluso se reanudaron -claro que en pequeños contingentes- con la llegada de ciudadanos francoargelinos, luego de acordada en 1962 la independencia de Argelia. El tendido del ferrocarril, la organización de las primeras escuelas agrarias y la estructuración de los sistemas de riego contaron entre sus impulsores a peritos e ingenieros franceses contratados por el gobierno nacional y provincial[27].

Más allá de los antecedentes reseñados, es apropiado interrogarnos más concretamente sobre cuáles fueron los principios que derivaron en una colaboración prolongada con centros académicos franceses. En general las fuentes consultadas tienden a mostrarnos como factótums de esa interrelación a ambos lados del Océano a Mariano Zamorano y a Romain Gaignard. Una vez que Zamorano regresó de Francia con su titulación como doctor en la Universidad de Burdeos, se reintegró a la planta docente en circunstancias de refundación universitaria como consecuencia de la caída del peronismo. A partir de este acaecimiento ocuparía sucesivamente cargos de autoridad en distintos sitios de la estructura del gobierno universitario. Romain Gaignard, uno de los pilares del jumelage, es el geógrafo francés que tuvo la estancia más prolongada en la Argentina, donde paulatinamente fue aquilatando una experiencia personal solventada por su inmersión en campos y subcampos muy dispares en sus reglas, intereses y composición social; razón suficiente por la cual su trayectoria profesional, obras y testimonios han sido en nuestro estudio de particular predilección. En un extenso reportaje que recoge sus pasos por el país realizado por una historiadora argentina, rememora los orígenes de los intercambios de orden académico.

En aquél tiempo había sido becario en Burdeos un joven argentino brillante, un geógrafo de Mendoza llamado Mariano Zamorano que la embajada de Francia había becado allá por el 55. Zamorano había sabido que un colega de Burdeos, el geógrafo Jean Borde, estaba impulsando junto a colegas chilenos un programa de cooperación para dar un mayor dinamismo al Instituto de Geografía de la Universidad de Chile y entonces pensó que Burdeos podría también dar una mano en Argentina, donde los estudios geográficos estaban muy atrasados temática y metodológicamente. Zamorano le preguntó a sus profesores de Burdeos -que también habían sido los míos-, si tenían alguien y entonces un colega de Burdeos pasó por allá, Noël Salomon[28].

En la facultad de Filosofía y Letras de la universidad cuyana se dio una situación muy singular en cuanto a la permanencia de docentes que con anterioridad habían adscripto al peronismo y aún a su variante peculiar, el Crucismo. Si bien hubo cesanteados dentro del plantel, a causa de la resistencia a las “medidas de depuración” la expulsión se limitó a una lista reducida, e incluso hubo posteriores reincorporaciones. La condición de universidad de frontera[29], un tanto periférica al ímpetu de los nuevos vientos políticos que soplaban en Buenos Aires, probablemente es lo que garantizó la subsistencia en un mismo claustro de conservadores, tradicionalistas, nacionalistas, católicos, ex-peronistas y no peronistas (que antaño habían conformado los cuadros de apoyo del Crucismo). Es más, también perduraron refugiados fascistas, colaboracionistas de la Francia de Vichy, y de aquéllos que se avenían con gusto al proyecto hispanista y antimoderno que el régimen de Franco auspiciaba. Pero hay que agregar que con las nuevas generaciones se sumaron a la Universidad profesores que claramente por sus posiciones epistemológicas y políticas serían identificados dentro de las corrientes más vanguardistas[30].

Gaignard daba cuenta del ambiente excepcional de ese microcosmos, al decir que si bien Zamorano había participado de las huelgas estudiantiles en activa oposición a la intervención de la Universidad por los gobiernos militares de los 40 y a la renovación en las normas para las casas de estudio superior que prohijó el peronismo, a su regreso procuró mantener junto con las nuevas dirigencias que se hicieron cargo, un estado plural. El mantenimiento relativo de la situación interna en los claustros generó una apreciable mélange en el plantel docente, tal cual se puede recoger de las primeras impresiones del geógrafo galo en 1960:

Yo caí en una universidad que era muy conservadora en el sentido exacto de la palabra; fundamentalmente en Historia, donde había una corriente franquista e incluso algunos refugiados pronazis o fascistas de Italia, Francia y Alemania. Menos mal que yo estaba en una disciplina que no interesaba a nadie, como la Geografía, donde teníamos una gran libertad de acción y de construcción y podíamos hacer lo que queríamos. Además tuve la suerte de trabajar con una persona fabulosa como Mariano Zamorano que había sido nombrado decano de la Facultad de Letras y después rector de la Universidad de Cuyo[31].

El ejercicio de la diplomacia de ideas tenía una larga historia en América Latina sobre la cual varios autores han ahondado[32]. En la Argentina la segunda posguerra inauguraría una nueva época en la que se reiniciarían mejores relaciones con Francia, ya que estaban prácticamente suspendidas por razones fundamentalmente políticas, razones sobre las cuales luego nos extenderemos. Sin embargo, esta interrupción no ocurrió en el caso de Brasil, México y Chile, países con los que Francia había mantenido cierta regularidad desde mucho tiempo antes que estallara la segunda guerra. La UNCu sería el sitio ideal para reiniciar esas relaciones directamente con universidades y entidades científicas y técnicas, superando de este modo los viejos modelos de difusión de cooperación cultural basados en las vinculaciones con círculos reducidos de intelectuales de élite criollos.


La competencia académica alemana

Más allá del caso de Brasil, donde Francia desarrolló una ostensible misión académica desde la década del 20 dando lugar los geógrafos franceses a la creación de una trascendente academia geográfica nacional, en Chile se dio una situación un tanto pionera que favorecería a Mendoza por la vecindad con Santiago de Chile, capital de la nación trasandina. Jean Borde, proveniente también de Burdeos, llegó tempranamente a Chile para hacerse cargo de la dirección del instituto de geografía de la Universidad Nacional de Chile manteniéndose en su dirección entre los años 1956 y 1961. Su producción se orientó hacia los conocimientos en el área de la geografía agraria, y asimismo con el historiador Mario Góngora (quien laboraba en el Instituto de Sociología) se ocupó de estudiar la evolución de la propiedad rural, publicando resultados de sus pesquisas en otras áreas como geografía urbana y geomorfología.

En Geografía Física destacaría también Roland Paskoff que trabajaría en la década del sesenta en Chile, y tanto Borde como Paskoff luego de su estadía preparatoria defenderían sus tesis doctorales de Estado. Ambos inaugurarían los intercambios con centros sudamericanos en la posguerra donde los flujos de mayor intensidad de ideas y personas encontrarían su núcleo de irradiación en Francia. Pero corresponde recordar que al igual que en la Argentina (como ya tuvimos oportunidad de ver al referirnos al plan de carrera y las miradas teóricas que influían en el Boletín de la UNCu), también en Chile la presencia alemana fue significativa como punto fundacional, geógrafos y geólogos germanos fueron los fundadores del Instituto de Geografía y Geología de la Universidad Austral de Valdivia en 1957, siendo su primer director Wilhelm Lauer. Lo sucederían directores de la misma nacionalidad hasta mediados de los 70 donde arriba al cargo un profesional chileno posgraduado en climatología en Alemania: el ingeniero agrónomo Antón Hubert (Santis Arena y Gangas Geisse, 1981). Parte de los intercambios de docentes e investigadores transitarían indistintamente por Mendoza y Chile, en este último país por localidades donde había centros de investigación y docencia. Incluso las estadías de los visitantes se repartirían entre los dos países, siendo el itinerario regular de los franceses.

Se comprenden mejor las trayectorias académicas descriptas si hacemos una acotación al contexto histórico, que está signado por antecedentes de rivalidad entre las potencias europeas que iban más allá de sus fronteras. Para los hombres de ciencia alemanes y franceses, América Latina se constituyó en un terreno de encuentros y rivalidad para el ejercicio profesional. Esta competencia académica tenía raíces históricas en ciertas creencias geopolíticas muy recalcadas que se remontaban a la supervivencia y expansión de ambos estados europeos en el siglo XIX, y situaban al conocimiento geográfico como un saber táctico. Para comprender esta competencia nos remitimos a Ortega Cantero (2003), quien retoma estas creencias para examinar la influencia francesa en la modernización de la Geografía española entre 1875 y 1936. La pérdida de la guerra con Alemania en 1871 generó en las dirigencias la convicción de que la victoria germana se debía al “maestro alemán”, o para ser más concretos a un sistema educativo que había preparado a los combatientes en el conocimiento de la historia y de la geografía, y más propiamente en la lectura de mapas. La posguerra conocerá una promoción y apoyo a la cultura geográfica sin precedentes en Francia, política general que entre otros efectos producirá las condiciones necesarias para el nacimiento de la escuela de las monografías regionales[33].


El afianzamiento hegemónico de la tradición francesa en Argentina: el tejido de las redes

El transcurrir del siglo XX mostrará el afianzamiento de la escuela francesa en América Latina salvo en algunos casos donde la tensión entre tradiciones no parece mostrar predominancias por razones en algún punto fundadas en el campo político. Sobre todo, cuando existió intromisión de Estados con intereses imperiales que intervinieron en el transcurso de los acaecimientos signando la historia nacional, lo que en el caso por ejemplo de México generó en determinados momentos algún rechazo al pensamiento francés[34]. En el caso argentino, la geografía francesa irá más allá de los aspectos teóricos para entrometerse en otros campos de perfiles más pragmáticos alentada en este cometido no sólo por los programas estrictamente académicos sino que el impulso provendrá desde el campo económico, para llevar sus pericias y oficio a otras regiones trascendiendo el original núcleo de asentamiento mendocino; como tendremos oportunidad de tratar en el título subsiguiente cuando nos explayemos sobre la geografía y sus primeras aplicaciones en la Argentina.

El pequeño círculo de geógrafos cuyanos en formación va a ir captando cierto capital institucional y una cuota de recursos apropiados para emplearlos a las tareas de docencia e investigación en la naciente carrera, sin descuidar el ahorro en capital simbólico que denotaba la toma de ciertas decisiones. Probablemente lo que valoraban correctamente era lo que representaba trabar una asociación con sus colegas franceses, al seleccionar y apostar por quienes encarnaban una tradición científica de fuste en naciones europeas y americanas. Sobre la base de la imagen prestigiosa de la cultura francesa en la Argentina, la resolución comunitaria más o menos consciente sobre esa convocatoria a los efectos de consolidar el grupo se tomaba en una unidad académica en la que hallarían muy buena recepción; ya que en la misma existía un reconocimiento de la significación en la currícula de los estudios grecolatinos, del cultivo de las lenguas clásicas, y en particular, del dictado de la historia y la literatura francesa[35]. Las vinculaciones contribuirían a incrementar un capital social que el grupo esgrimiría conforme la red se hacía más densa, con mayor circulación de libros, ideas y personas. Se ganaría una mayor consideración de la comunidad de pares tan imprescindible en una ciencia que apenas hacía poco tiempo había logrado institucionalizarse en la Universidad, y que como tratamos en el título que antecede, necesitaba afianzarse frente a propios y ajenos en el mundo universitario.

La red europea-americana se afianzó con flujos crecientes por los medios que puso a disposición del intercambio el Servicio de Cooperación Técnica del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia. En la primera mitad de la década del 60 geógrafos locales viajaron a Francia. Ricardo Capitanelli se sumó a tareas académicas con Henry Enjalbert (geógrafo alemán que trabajaba en Francia), Pierre Barrere y Louis Papy, dictando además conferencias en el Instituto de Estudios Iberoamericanos sobre Geografía Regional Argentina; Matilde Velasco fue auspiciada por la Association pour l organisation des stages en France dependiente del antedicho ministerio por medio de una beca de perfeccionamiento en el Instituto de de Altos Estudios de la América Latina realizando cursos con Pierre Monbeig, Pierre George y Guy Lasserre. Rosier Omar Barrera asistió al Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de París, y finalmente con destino a otras naciones fueron Josefina Ostuni, becada por el gobierno italiano a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Roma, y Osvaldo Inchauspe participó en el Congreso Internacional de Geografía en Oslo[36].


Las instituciones y los hombres de la red

La cooperación con los franceses se inició en los albores de la década del 60, que si bien no resultó en un intercambio notable por su cantidad, sí lo fue si tenemos en cuenta el grado de desarrollo institucional de la Geografía local y los movimientos académicos internacionales que afectaban por esa época a las universidades nacionales. De los visitantes franceses, el caso de Romain Gaignard va a ser sin duda el más singular. La Facultad de Filosofía y Letras de la UNCu lo contrata para el dictado de seminarios de Geografía Regional (a cuya enseñanza dedica la mayor parte de su tiempo), y para hacerse cargo de la materia Hemisferio Oriental. Desde su residencia en Mendoza se liga sagazmente con entidades de naturaleza dispar: reparticiones estatales, entidades educativas, organismos de tecnología y extensión, como además con empresas públicas y compañías privadas. Estas múltiples urdiembres a ambos lados del Océano Atlántico las tejió pacientemente desde los inicios de su carrera con la llegada a la Argentina; consumando una función muy dinámica en la alimentación y recreación de redes[37]. Radicado en Mendoza va a permanecer por dos períodos entre los años 1960-1961 y 1964-1969, realizando luego permanencias más breves en los años 1973 y 1974 para finalizar -entre otras tareas- la recolección de información sobre proyectos iniciados con otros connacionales a los que había alentado en sus temas para hacer sus tesis. Por esos años mantenía conversaciones y asesoramiento habitual de Horacio Giberti, quien sería ministro de agricultura del gobierno constitucional que se iniciaría con el Justicialismo en 1973. Ambos mantendrían una larga vinculación profesional en tareas conjuntas en consultorías y en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del cual Giberti había sido uno de los fundadores y su primer presidente[38].

Zamorano (2001) coincide con las palabras de Gaignard en cuanto a los principios un poco casuales del intercambio. Sin embargo, resalta a Pierre Deffontaines como la persona que preparó el marco institucional propicio con su “visita impulsora”, geógrafo que llega a la Argentina por primera vez en 1946 como parte de una gira americana, y que se haría presente en varias ocasiones sobre todo en la década del 60 para entrevistarse con académicos argentinos, participar de simposios y dictar conferencias. Para esa época Deffontaines ya era conocido en el mundo académico, seguramente haya sido el geógrafo de su generación más renombrado en el extranjero, ya sea como gestor cultural de Francia, o bien como promotor de sus ideas geográficas en otras escuelas nacionales a través de las instituciones formales que Francia mantenía en las naciones de ultramar. Zamorano parece no tener dudas al aseverar que a partir de este hombre notable intelectual y políticamente, se facilita un amplio camino para que los textos franceses se convirtieran en una de las fuentes primordiales en las que se referenciarían los geógrafos locales a la hora de hacer sus opciones teórico metodológicas, priorizar la observación de campo, plantear un camino de indagación y elegir un estilo de escritura para la presentación de los datos.

Con fines de activa colaboración -conferencias, cursos, trabajos de investigación… vinieron a Mendoza destacadas personalidades del saber geográfico- cito a Deffontaines, Enjalbert, George, Monbeig, Viers, Kayser, Birot, Francois, Laserre, Paskoff, Laugénie, Gaignard, Preuilh, Salomon y también se concretó un jumelage entre las Universidad de Bordeaux y la de Cuyo. La bibliografía francesa, accesible por distintas vías, actuó asimismo como una fuente liminal para fortificar el principio sintético básico en la disciplina; para mostrar con ejemplos acabados, las bondades de la observación directa e indirecta bien encaminada; en fin -y no es lo último que se puede expresar- para difundir reiteradamente la estructuración de investigaciones respetuosas de los pasos del método: presentación global, desmembramiento y análisis, recomposición[39].

La faena de Deffontaines en la comunidad de geógrafos a escala mundial ha sido destacada por numerosos trabajos entre los que podemos citar a los de Delfosse (1998), Capel (2009) y Zusman (1999). En Norteamérica contribuyó de manera decisiva en Canadá a fundar en la ciudad de Québec el Institut de Géographie de la Universtité Laval. Tuvo parte importante en la primera misión francesa a Brasil que se organiza a inicios de la década del 30, siendo encargado de la cátedra de Geografía Humana en la Universidad de San Pablo. Desde esa posición académica y con el apoyo de las misiones de la cancillería francesa, estimuló la fundación de Associação dos Geógrafos Brasileiros (AGB) sobre el modelo organizacional de su similar francesa, donde además se desempeñaría como su primer presidente. Al mudarse a la Universidad Federal de Río de Janeiro, en donde fue contratado como docente sería reemplazado en su puesto por Pierre Monbeig de ingente labor, reconocido también como uno de los más sobresalientes maestros de la geografía brasileña (Zusman, 1997; Ab’ Sáber, 1994).

Recordemos que luego de la experiencia brasileña, en 1939 Deffontaines asumiría funciones en Barcelona como director del Instituto Francés finalizando su mandato al frente del mismo en 1964. Durante su estadía de 34 años (permanecería en España hasta 1975) logró consolidar y dar sostén en los largos años del gobierno franquista a académicos españoles cuando la dictadura se encontraba aislada internacionalmente. Sorteó la difícil situación de la guerra, donde tuvo que transitar distintas vicisitudes desde sus conocidos vínculos familiares con el Mariscal Pétain (que brindó apoyo al Instituto realizando importantes donaciones), a su adhesión a De Gaulle y a la Comisión de la Francia Libre. Esta toma de partido personal derivó en la expulsión de su cargo durante la guerra por parte del cónsul francés en España, hecho que ocurrió durante el año 1943. Luego en nombre del gobierno provisional del General De Gaulle recuperaría el Instituto. Su inevitable interrelación con las esferas oficiales del franquismo por el rol que representaba le valieron acusaciones durante la transición a la democracia. Sin embargo, la labor de Deffontaines en favor de los geógrafos españoles ha sido resaltada en forma reciente por Capel (2009), ya que la combinación de sus saberes disciplinarios aunado a sus pericias diplomáticas durante las arduas décadas del 40 y el 50 pudieron morigerar la incomunicación del mundo académico español del resto de Europa, siendo el artífice de que varios geógrafos catalanes pudieran completar su formación en Francia.

La trayectoria de Deffontaines se comprende mucho mejor si, además de examinarlo como un geógrafo inquieto en la producción de conocimientos sobre los territorios allende Europa, se lo percibe atendiendo a otra de sus facetas no menos significativa: es decir, como un funcionario de relaciones exteriores de una nación semejante a lo que hoy sería un agregado cultural de embajada, portador de un plan que parece superar los más drásticos cambios y regímenes políticos. De hecho, le tocó dialogar en distintos momentos tanto en Francia como en América con élites que mantenían posiciones políticas y formaciones ideológicas muy divergentes. Este tipo de diplomático parece ser un intelectual de Estado muy peculiar de Francia, ya que a su perfil político suma el ser un hombre de cultura y de ciencias cuyo prestigio trasciende las fronteras nacionales o bien directamente se construye en el exterior para luego ser capitalizado. Parafraseando a Bourdieu (1997) –claro que haciendo referencia a épocas más recientes- dice que han sido educados como “nobleza de Estado”, puesto que son el resultado de la aptitud escolar y la herencia, integrando los cuerpos que llevan a sus hombres a los cargos jerárquicos de las burocracias públicas. Vale rescatar la noción de que se trata de hombres de Estado, formados originalmente para crear y recrear el Estado y a su vez mantenerlo, y que históricamente han logrado una autonomía que los pone, en determinadas circunstancias, por encima de elencos gubernamentales que resultan transitorios. Estos hombres de Estado en el servicio exterior cuentan con un doble valor: un capital simbólico que conlleva la reputación de ser un intelectual con autoridad y un capital institucional que les abre las puertas para obtener recursos de Estado y consecuentemente ampliar espacios a otros colegas para su formación en la metrópoli o bien para tramitar apoyos a sus investigaciones de campo en los destinos fuera de Francia[40].

Estos hombres entre intelectuales y diplomáticos que cuentan con esta doble propiedad, los vamos a encontrar recorriendo América Latina desde los inicios del siglo XX, sorteando mediante su condición de representantes de un país extranjero los cambios bruscos de gobierno y la inestabilidad política de las naciones. La caracterización que hace Delfosse (1998) del perfil de Deffontains podría en algún punto ser asimilada a estas personalidades que tanto promovieron el campo de conocimientos de la Geografía. Hombres de las humanidades que hacen la parte relevante en los inicios de su carrera fuera del país; más que ser catalogados como científicos o grandes especuladores teóricos, se trata de hombres con una formación cultural general y con un perfil de exploradores europeos modernos, muy atentos a los datos de la realidad socioespacial, competentes para inaugurar entidades culturales como cátedras, centros, institutos, etc. como de asegurar su sustentabilidad. Pero son, sobre todo desde la presencia de Pierre Denis hasta los tiempos recientes, precursores en la forma de transmitir los conocimientos geográficos y una práctica que primitivamente residía en las excursiones y salidas de campo con el objeto de aleccionar sobre cómo mirar el paisaje a sus acompañantes criollos; y en nuestra etapa bajo estudio además para familiarizarlos en las nacientes tareas aplicadas.


Urdiembre de redes con otras disciplinas humanísticas e instituciones estatales en un contexto político inestable

Romain Gaignard va a convertirse con el tiempo en una personalidad con algunas de las características antes descriptas, “hombre de redes” como lo nominará muy apropiadamente Saint Geours[41]. Al igual que todos aquellos titulados en humanidades que iniciaban las misiones francesas en América Latina en la etapa de entreguerras, Gaignard llega a la Argentina en 1960 siendo muy joven, con sólo veinticuatro años tiene toda una carrera por hacer, logrando en su itinerario profesional una doble pertenencia, tanto a la academia criolla como a la de la metrópoli[42]. En esta última encontrará un lugar expectante a partir de su tarea en el país que le permitirá elaborar ponencias para congresos europeos, y redactar su tesis de estado que a su vuelta a Francia será defendida en Toulouse[43]. De esta manera, su larga experiencia latinoamericana redundará en el acrecentamiento de su capital simbólico y el consecuente reconocimiento por los pares europeos que se encontraban en ubicaciones trascendentes en la academia y la política.

Gaignard había obtenido su título de grado en el Liceo de Burdeos como profesor de Geografía e Historia en 1958, su abuelo había sido el conocido geógrafo e historiador alemán Henry Louis Enjalbertj, quien lo había orientado en su vocación como también en sus preferencias originales sobre Alemania. Este interés muda hacia América Latina cuando se concreta una nueva posibilidad laboral ante decisiones de la cancillería de su país: el Departamento de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores se propone reavivar los intercambios con América. En su sitio de residencia en Cuyo se integró a la comunidad de geógrafos locales en formación, proceso que tuvimos oportunidad de relatar en el título que antecede. Pero también traba contactos en condición de “geohistoriador” con otros círculos académicos, especialmente historiadores asentados en la UBA y en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) que adoptaban corrientes epistemológicas como posicionamientos políticos distantes de los que eran más comunes en Cuyo, y que se referenciaban en la tradición historiográfica hegemónica en la escuela francesa.

El grupo citado de historiadores argentinos desarrollaba líneas de indagación inspiradas en la escuela de los Annales orientadas hacia la exploración de la historia argentina durante los períodos colonial e independiente. El objetivo más logrado de Gaignard fue escribir una historia social de la región pampeana con los medios que se disponían en la época, con el objetivo de comprender su formación como un territorio pivote en la Argentina que fue conquistado, apropiado y acondicionado para la puesta en producción al servicio del mercado externo. Sus fuentes, lecturas y resultados provisorios los pudo compulsar con historiadores e ingenieros agrónomos empleados -algunos de ellos- en tareas prácticas en organismos públicos. El capital social que fue construyendo Gaignard le permitió participar de una red cada vez más densa, pero también muy variada en cuanto a las personas que ocupaban distintas posiciones en campos profesionales en actividades diversas. Es así como el historiador José Luís Romero lo tendría en consideración como referente académico, pero también integraría los grupos multidisciplinarios de investigación coordinados por Horacio Giberti. Esta relación le proporcionaría el acceso a los archivos y repositorios de los ministerios públicos como también la oportunidad de hacer trabajo de campo tomando como base las estaciones experimentales del INTA. Finalmente el instituto de la UNCu bajo la dirección de Zamorano brindaría el ambiente propicio alejado de las convulsiones e internas políticas que se vivían traumáticamente en el centro del país afectando a universidades y centros de investigación[44].

Conviene a esta altura hacer una indispensable digresión a los efectos de enriquecer el contexto temporal en el campo de la cultura y la ciencia. Los equipos de gestión que habían asumido el control de las carreras humanísticas en la UBA con la caída del peronismo en 1955, se distinguían por ser un núcleo de intelectuales que en su formación mostraban un perfil cosmopolita y liberal, o al menos de orientación social demócrata. Durante los dos períodos de los gobiernos justicialistas (1946-1955) habían laborado fuera de los circuitos oficiales de la cultura y la ciencia, desde una posición relativamente marginal para constituir “la universidad en las sombras”; con la irrupción de la Revolución Libertadora asumirían buena parte de los cargos de gestión y docencia en la universidad estatal[45]. Bueno parte de ese círculo asumiría responsabilidades en la UNL con el historiador Tulio Halperín Donghi como decano de Humanidades. Fueron precisamente estas dirigencias quienes impulsaron la apertura de las “carreras modernas” en la segunda mitad de la década del 50 (Sociología, Psicología, Antropología y Educación) con la finalidad de profesionalizar a las Ciencias Sociales según estándares propios de los países europeos y norteamericanos.

Una de las figuras intelectuales de prestigio de este grupo de gestión fue José Luís Romero, que se desempeñaría sucesivamente como rector de la universidad en los inicios y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En ese período se dan las condiciones para que un grupo de investigadores[46] encuadren su tarea dentro de las pautas de la corriente conocida como Historia Social, a través de institutos y cátedras destinadas a seguir los pasos de la escuela de los Annales que Ferdinand Braudel había iniciado en Francia. La línea de indagación de Gaignard se nota en algún punto influida por este enfoque que por otra parte había incorporado en su formación de grado en Francia, se trataba de una mirada que empezaba a pesar entre los historiadores locales como una perspectiva de exportación cultural al igual que la geografía regional. Cabe agregar que este movimiento se iniciaba como reacción a la vieja erudición positivista liberal exageradamente narrativa, basada en las personalidades destacadas y centrada exclusivamente en las instituciones políticas más tradicionales[47].

La historia social llevó el interés hacia ciertas categorías novedosas por ese tiempo en la universidad como las clases y los movimientos sociales, categorías que pasaban a ocupar un sitio principal como así también los aspectos sociales y económicos de “larga duración”, apostando por una escritura más analítica que narrativa. Es decir, se ponía el acento en la interpretación de los hechos históricos que más profundamente, por más tiempo y agregaríamos a mayor escala espacial, habían causado múltiples efectos sobre la marcha de las sociedades. Se identificaban, sobre todo, los factores estructurales, es decir, aquellas causas más prolongadas en el tiempo que habían impactado fuertemente sobre las sociedades, a las que se discriminaba claramente de las coyunturales. Este movimiento académico encontraría el límite a su desarrollo con la intervención universitaria que se produciría a raíz del golpe castrense en 1966, motivo por el cual algunos académicos renunciarían o serían dados de baja de la universidad, ruptura que no pareció manifestarse con la misma contundencia en otras universidades, como fue el caso de la UNCu[48].

Luego de la intervención de las universidades por el gobierno militar, Gaignard va a dar cuenta de la dificultad de seguir dictando seminarios en la UBA. Para él era común efectuar actividades en conjunto con el Instituto de Estudios Históricos Emilio Ravignani (UBA), y como veremos de sus dichos se desprende el nuevo rol que asumiría a partir de estos eventos. Durante períodos dictatoriales o de democracias acompañadas de proscripciones en la Argentina fue corriente que las fundaciones e instituciones europeas y norteamericanas dieran apoyo financiero a reductos de investigadores sociales que se encontraban fuera de los ámbitos de educación superior. Empero, luego del golpe de estado de 1966, si bien las universidades se intervendrían imponiéndose una serie de medidas arbitrarias y persecutorias, en otras burocracias estatales menos sensibles al activismo se constituirán sitios donde los profesionales encontrarían ubicación para continuar sus tareas cuando por distintos motivos no lo podían hacer en los claustros. Gaignard da su mirada sobre las intromisiones castrenses en las instituciones estatales, haciendo referencia al golpe militar de 1966 y sus consecuencias disímiles según donde estaba localizada la entidad universitaria, a la vez que esclarece la diferencia extrema de esa dictadura con la que se instauraría en 1976:

Ahí fue el primer corte. Mucha gente tuvo que irse de la Universidad y aún del país, y tuve que dedicar parte de mi tiempo a una nueva actividad que antes no conocía: tratar de encontrar apoyo en Europa y en Francia, y explicar acá lo que pasaba en la Argentina. Claro que ahora, con el transcurso del tiempo y con la distancia histórica, uno se da cuenta de que eso era poco respecto de lo que vino después... En primer lugar, porque quería continuar mi trabajo de investigación que no estaba terminado. En segundo lugar, porque en el interior del país, en Cuyo y en Resistencia -donde también estuvimos organizando un Instituto de Geografía- no pasó casi nada. Claro que Zamorano no era más rector y que las universidades estaban intervenidas, pero en el interior se podía seguir trabajando como antes. En el Chaco, por ejemplo, había un ambiente muy pionero, todo el mundo adhería a la universidad, desde el gobierno hasta la gente en la calle[49].

Si bien el período denominado por sus hacedores como “Revolución Argentina” (1966-1973) llevó a limitar las libertades y garantías constitucionales, disolviendo el Congreso, los partidos políticos e interviniendo las universidades nacionales, en el orden económico no trastocó profundamente el modelo dando continuidad a ciertas piezas elementales que se habían iniciado con el desarrollismo. El gobierno militar mantuvo y alentó sobre todo bajo un régimen autoritario la asociación y apertura a capitales externos, medida que se había impulsado con la presidencia constitucional de Arturo Frondizi en 1958 en sectores básicos de la producción. El golpe contó con el consenso de grandes sectores empresariales, también pequeños y medianos empresarios, una parte de los partidos políticos más la esperanza y apoyo de la cúpula sindical más tradicional del peronismo. Su concepción militar asumía doctrinas corporativas u organicistas en alianza con liberales, en una red que incluía cuadros económicos y políticos de las universidades confesionales[50]. La continuidad de políticas en el régimen económico pensamos que es un aspecto relevante a enfatizar, porque la administración pública e incluso empresas estatales –ya sea por su andar inercial o bien por consensos ideológicos logrados en el pasado- van a seguir empeñadas en temas de desarrollo regional; claro que a partir de la irrupción castrense con una obsesión muy militar de mancomunar el desarrollo a la seguridad e integridad territorial, fijación que se manifestó en los planes implementados en las universidades nacionales (nota 8). En este camino el poder ejecutivo de facto va a implementar un conjunto de oficinas burocráticas para lograr estos fines, ideando el Sistema Nacional de Planeamiento y Acción para el Desarrollo (Decreto Ley 16.964-1966) dentro del Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad a lo que luego se anexaría el Consejo Nacional de Seguridad.

Rememorando este particular momento de la histórica argentina, Gaignard explicaba que mantenía un estatus semidiplomático, condición que le daba mucha libertad para contactar con distintas asociaciones y personalidades como recorrer con soltura el país. A poco de su llegada durante el gobierno constitucional había sido designado como asesor ad honorem de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, y a la caída del gobierno su estado se formalizaría a través de una designación puntual por decreto del poder ejecutivo de la Revolución Argentina. La interrupción del gobierno constitucional en 1966 lo encontró comprometido en un proyecto de investigación que tenía asiento en una de las estaciones experimentales del INTA en la ciudad de Pergamino (Provincia de Buenos Aires). Lejos aún se estaba de las filosofías más extremas de mercado que retirarían al Estado de la organización del territorio y les dejarían las manos libres a los agentes privatizadores. La continuidad de las distintas modalidades desarrollistas y de intervención territorial produjo una brecha favorable para recorrer, aunque en pequeños pasos, el sendero de un sentido práctico para la comunidad de geógrafos, lo que propiciaba el afianzamiento disciplinario ampliando los horizontes hacia una potencial misión de orden profesional. Aprendiendo de las ideas académicas que estaban en boga en los círculos de geógrafos franceses, los geógrafos cuyanos tempranamente propondrían y reflexionarían sobre estas actividades, pero también lo harían otros que se desempeñaban en Buenos Aires. Se empezó por entonces a hablar en los ámbitos académicos de la posibilidad de una geografía aplicada.


De la geografía aplicada a la geografía aplicable: iniciativas de Estado, consultorías y megaemprendimientos territoriales

El proyecto académico cuyano encuentra un área relevante en los trabajos con pretensión de intervención territorial que se empiezan a planear y realizar a través de acuerdos con reparticiones sobre todo de la Provincia de Mendoza y San Juan, que son las jurisdicciones donde encuentran una mejor recepción para sus propuestas. Es el período bajo análisis cuando se produce un crecimiento económico regional propulsado por considerables obras públicas e inversión privada (caminos, diques, represas, obras de regadío, electrificación, expansión de canales y zonas cultivadas y emplazamiento de agroindustrias) que requirieron lógicamente de registros de campo y estudios previos de factibilidad. Esta línea de apertura profesional, conocida como geografía aplicada o activa, abrió un espacio de actuación a partir de dos factores que pesaron en forma preponderante. Uno de ellos fue la influencia de las prácticas académicas extranjeras en la Geografía de posguerra, más precisamente en el mundo angloamericano y galo donde las intervenciones urbanas y rurales fueron cada vez más frecuentes. Pero hay otro factor que entrelaza a dos agentes principales que tienen que ver con el modelo de desarrollo que se impulsaría durante los 60. En éste se echaría mano a una serie de estrategias de acumulación del capital con el objeto de transformar la naturaleza al servicio de la economía, de forma tal que el Estado combinado con empresas extranjeras serían los pivotes detrás de los megaemprendimientos regionales. En este contexto es que los geógrafos argentinos comienzan a actuar muy tímidamente en este subcampo aplicado.

En la compilación coordinada por Robic (2005) se desautoriza firmemente la idea del supuesto encierro de los geógrafos en la torre de marfil mediante un registro completo y detallado de los primeros compromisos aplicados, que ya es posible verificarlos incluso antes de la Primera Guerra Mundial. Es así como tempranamente algunos geógrafos entraron con sus propuestas en el debate sobre la redistribución de los distritos territoriales en Francia, cuando el poder estatal tenía como prioridad medidas de descentralización y de adecuación de los espacios a las economías modernas. En esos registros de intervención de geógrafos también se detecta su participación en servicios del ejército, e incluso luego de la Primera Gran Guerra figuras importantes de la Geografía conformaron activamente las comisiones de arreglo de límites con motivo del Tratado de Versalles. Es más, previamente a la conflagración, en algunas regiones los geógrafos operaban como asesores de empresas en emprendimientos locales. Empero, es luego de la Segunda Guerra Mundial que en Europa se va a iniciar un tiempo signado por políticas de planificación central a cargo de las burocracias públicas para el despliegue de actividades agrarias tecnificadas, sobre todo en las áreas rezagadas del Mediterráneo. Esta tesitura también va a alcanzar al ordenamiento destinado a los polos de crecimiento industrial, a las ciudades y a los planes para erigir las infraestructuras necesarias para el desenvolvimiento de las actividades de ocio y turismo.


El modelo desarrollista de base nacional con asociación a agentes externos

En Argentina a partir de la década del 40 parecía existir un consenso generalizado con respecto a la necesidad del desarrollo económico, social y territorial que alcanzaba con algunas variantes las distintas opciones ideológicas que eran más o menos dominantes. Con el gobierno del presidente Arturo Frondizi en 1958 se inicia un cambio no menor en el modelo de desarrollo al efectuarse una convocatoria a capitales externos, que se hace concreta con la obtención de créditos de organismos internacionales, inversiones directas (ID) en áreas de infraestructura y radicación de industrias pesadas. Esta apertura lleva a la radicación de firmas extranjeras (ET) que empiezan a situarse en las regiones más desarrolladas del país o bien a colocar capitales en aquéllas que se suponía que contaban con mayor potencial. De esta manera, el sector industrial y los fondos destinados a infraestructuras en el decenio van a crecer mucho en comparación con otros sectores y segmentos de la economía. Estas ET radicadas en el país, o bien operando desde sus casas matrices, van a interesarse dinámicamente en los grandes proyectos de dominio de la naturaleza mediante el ofrecimiento en el mercado interno de servicios y equipos técnicos, satisfaciendo así a las políticas públicas de los gobiernos.

Recordemos que a partir de mediados de los 50 se crearon en muchos casos sobre el capital simbólico e institucional existente una serie de organismos científicos y técnicos destinados a concentrar masa crítica para sustentar el desarrollo económico y social del país. Entre estas entidades podemos nombrar al INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), dedicado a los problemas agrarios; al INTI (Instituto Nacional Tecnológico e Industrial) para brindar asesoramiento y estudio para planes industriales; al CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) con sus centros de investigación; y al CFI (Consejo Federal de Inversiones) destinado como oficina federal con miembros representantes de todas las provincias a contrapesar con su acción los desequilibrios regionales[51].

Teniendo en cuenta las creaciones burocráticas, está claro que el Estado adquiere mediante estos mecanismos un singular rol como productor de bienes y servicios concretos al mismo tiempo de desempeñarse como el gran asignador de recursos a diferentes sectores de la estructura económica. Pero también van a ser actores fundamentales los grandes productores agropecuarios y el capital externo oligopólico (ET) en los segmentos industriales más dinámicos y de mayor rentabilidad. El Estado de Bienestar se reconvierte gradualmente en Estado Interventor cuyos instrumentos son empleados para sostener a los agentes estimados como “más eficientes”, beneficiando el área más concentrada del capital foráneo. Así fueron considerables las inversiones en obras públicas y en la logística material necesaria para solucionar problemas de transporte, provisión de redes de agua, combustible y energía en general, entre las que se pueden citar emprendimientos agrohidrológicos, puentes, vías, estaciones y accesos camineros. Por un lado, se promocionaban impositivamente radicaciones de ET y las exportaciones manufactureras; y por el otro, se eliminaban subsidios y apoyos a la producción regional comprometiendo su supervivencia. Así sucedió con la producción de azúcar en Tucumán, con el cultivo del algodón en el Chaco, y en general con las actividades rurales tradicionales en Misiones, generando verdaderos impactos socioterritoriales negativos en las comunidades lugareñas. Hay que puntualizar que las reparticiones estatales y sus empresas públicas se constituyeron en el actor más decisivo a la hora de trabar contratos con agentes privados, rubro que con el tiempo se demostró creciente a través de los arreglos de subcontratación o contratación de servicios. En este ambiente, los servicios de consultoría territorial despuntaron tanto para abordar los nuevos emprendimientos como para dignosticar las crisis regionales y sus probables salidas.

Durante toda la década del 60, los intelectuales y académicos discuten y escriben mucho sobre los problemas del desarrollo y subdesarrollo latinoamericano tanto en sus facetas económicas, políticas como sociales. En la Geografía Argentina esta temática era un tanto marginal y se trataría tardíamente a principios de la década del 70, posiblemente porque se trataba de una comunidad muy reducida volcada sobre todo a tareas pedagógicas, y sólo en muy pocos casos a trabajos profesionales o a discusiones teóricas sobre los modelos de desarrollo; lo mismo puede afirmarse de la utilización de sus categorías claves para comprender los datos empíricos del espacio[52]. El desafío que consistía en sacar del atraso a los países se convirtió en un tópico que movilizó líneas de indagación y de ensayos con puntos de vista contrastados que tomaron más interés en las disciplinas que se institucionalizarían en las universidades nacionales con la caída del peronismo en 1955[53]. Diríamos que la preocupación sobre las implicancias del desarrollo tomó en la Geografía vernácula un tono menos teórico o ideológicamente polémico, encausándose bajo la forma de disquisiciones sobre la necesidad de que los geógrafos se inmiscuyan profesionalmente en proyectos de desarrollo regional de la mano de la Geografía Aplicada.


Los inicios tímidos de la Geografía Aplicada: un subcampo profesional embrionario

Ante la percepción de pérdida de un espacio de pericias prácticas a manos de otras especialidades se comienza a ver la necesidad de competir en el mercado laboral y asumir una geografía voluntaria siguiendo los pasos que ya habían dado geógrafos franceses. La inquietud recorre ponencias y textos académicos, y no resulta -vamos a ver- nada ajena a las demandas que podían originarse en el campo administrativo–político a partir de los organismos de planificación que se creaban y de los agentes económicos que participaban en emprendimientos hidroeléctricos, rurales, urbanos o industriales. En una publicación de conjunto de los geógrafos cuyanos tocaba a Mariano Zamorano explicar esta nueva área de oportunidades profesionales exhibiendo a la Geografía como ciencia útil, con un primer capítulo que había denominado “Naturaleza de la Geografía”.

Algunos autores prefieren hablar de geografía activa en lugar de geografía aplicada, así como hay quienes optan por la expresión “aplicaciones prácticas de la geografía”. Esta cuestión candente -diríamos de moda- en el decenio que transcurre, es una etapa más en la clarificación de objetivos de la ciencia geográfica... Tradicionalmente, la geografía ha sido considerada como una ciencia de la cultura, y quien se ocupaba de ella tenía un solo horizonte de trabajo: la enseñanza. Sin extendernos en el tema, no hay duda de que el geógrafo, en virtud de su misma formación, está en condiciones de lograr una visión integral de los problemas. Su aptitud en ese sentido lo habilita perfectamente para intervenir en los intentos de instalación de los grupos humanos o en el mejoramiento de los ya existentes. ¿Cuál sería su aportación en la planificación? Sucintamente: preparador del sustrato y coordinador, para el mantenimiento del equilibrio del conjunto. El geógrafo no da las soluciones parciales, porque los requerimientos técnicos en cada aspecto exceden su formación pero plantea los problemas y los interrogantes en el apoderamiento del espacio, los entrega al especialista en el sesgo correspondiente, y refrena las desviaciones que hagan peligrar el equilibrio o la armonía de la combinación[54].

Los debates en torno a la profesión fuera de los ámbitos educativos en Europa permitió reflexionar sobre este nuevo subcampo laboral que se abría para los geógrafos, y sirvió por supuesto, para dar una mejor visibilidad a un grupo que quería trascender la imagen de una ciencia enciclopédica sólo destinada a la formación cultural general, en momentos que se buscaba en el país exhibir a la Geografía como una ciencia moderna con un perfil más profesional y al servicio de las necesidades del desarrollo en sus tareas de intervención puntuales sobre el espacio. Es precisamente Gaignard (1968), en el libro de compilación que hemos citado, quien va a hacer un revelador balance y diagnóstico de estas iniciativas a nivel nacional. En su capítulo daba cuenta de la nueva concepción de la región que la calificaba como fruto de un indudable progreso metodológico, un recorte que resultaba más afín a la idea de redes dinámicas sobre un espacio que en la segunda mitad del siglo XX se observaba en constantemente transformación. Las ideas primitivas que habían acompañado al concepto regional resultaban poco explicativas a los problemas de la época, es que en realidad se habían forjado sobre un método y con una mirada que organizaba los datos dando un impresión de un espacio fijo y poco alterado, más adecuado para retratar asentamientos tradicionales de principios del siglo XX.

La reinvención del concepto regional, que pasaba de una mirada formal a una más funcional, desembocaba en una concepción que se encuadraba en el camino de los desafíos y problemas concretos de las ciencias bien estimadas por las élites comunitarias como modernas y positivas, agenda en donde terciaban los intereses y demandas del campo político. Por este camino no sólo circularían los geógrafos cuyanos, ya que otros colegas del país intentarían hacerse útiles en campos, subcampos y cuestiones aplicadas en diversos temas. Este tipo de estudios se harían para regiones con grados de desarrollo desigual y con el objeto de llegar a la concreción de emprendimientos productivos en diferentes sectores de la economía. Entre algunos de los primeros estudios, se puede mencionar temáticas tales como: problemas a la expansión urbana en asentamientos de la Región Cuyana, cuestiones de ocupación de tierras en áreas rurales en la Región Pampeana, y análisis geomorfológicos y demogeográficos previos a la instalación de usinas o sistemas de regadío en la Patagonia, Sierras Pampeanas y Mesopotamia.

Elena Chiozza, geógrafa argentina conocedora y difusora de la geografía francesa a través de sus traducciones, publicaciones de geografía popular y labor docente, asumiría precozmente la alternativa activa en la profesión. Durante el decenio de los 60 trabajaría como docente en la UBA y en editoriales desde donde laboraría en la producción de colecciones geográficas de amplia divulgación. No existía para ella contradicción entre sus trabajos didácticos en casas editoras que publicaban diccionarios, enciclopedias, geografías regionales y revistas de Geografía Argentina, con la realización de informes para consultoras. Ambas dedicaciones llevaban a una formación más completa, a un aprendizaje imprescindible y a un entrenamiento estratégico para ejercitar un tipo de escritura comprensible como para desempeñarse luego de manera eficaz para producir y recoger datos en el campo. En sus testimonios recordaba además cómo usualmente se requería de la opinión y el asesoramiento de notables de la academia francesa y muestra en sus palabras el fuerte respaldo que recibían de aquellos funcionarios que dirigían entidades estatales, singularmente hacia Pierre George[55]:

George (Pierre) vino varias veces a la Argentina, tengo libros dedicados por él. Era muy culto, además de ceremonioso, luego de cada visita te mandaba una postal escrita desde el avión y luego el libro agradeciendo las atenciones recibidas. El recorrió con nosotros al igual que con Albert Angel y Pierre Monbeig parte de la Argentina. Tuvo mucho que ver la gestión de Horacio Giberti que puso las instalaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en los lugares que visitamos al servicio de la comisión. En uno de esos viajes George llegó a Río Negro. Cuando ellos venían no sólo venían a Buenos Aires, venían también a Cuyo, que fue la universidad que mantuvo una relación más estrecha con los franceses. En especial, porque Gaignard estuvo allí asentado durante muchos años y fue el puente que permitió el crecimiento del centro de investigación de Cuyo que tuvo durante muchos años, gran continuidad y muy buena formación de sus profesores[56].  

De los dichos de Chiozza y del testimonio del mismo Horacio Giberti, que se pueden leer en una extensa entrevista con anotaciones, efectuada y editada en un tomo por Ramírez (2011), se desprende la función que tuvo Giberti tanto en el empleo profesional de los geógrafos argentinos como en la convocatoria a expertos franceses. A lo largo de su vida Giberti titulado como ingeniero agrónomo fue sin duda un cuadro intelectual y activo del desarrollismo en la Argentina, empleándose en diversas tareas vinculadas al Estado. Tuvo una prolongada carrera como funcionario público, fue uno de los fundadores del INTA donde llega a ser presidente entre 1958 y 1961. Posteriormente sería asesor de corporaciones de peso como la Confederación General Económica y la Sociedad Rural Argentina, además de actor significativo en compañías que intervinieron en procesos previos a la construcción de grandes obras de infraestructura en el país y en el extranjero. También se desempeñaría por un período breve -entre 1973 y 1974- como secretario de agricultura y ganadería del gobierno constitucional, cuyo ejecutivo estaría bajo la responsabilidad del peronismo.

Giberti fue un hombre de gestión que desde los distintos organismos de planeamiento va a convertirse en un agente estratégico en la convocatoria y armado de redes profesionales que incorporarían especialistas con distintos pesos y orientaciones profesionales, entre los que incluyen a geógrafos. A partir de 1956 Elena Chiozza en su carácter de secretaria del departamento de geografía de la UBA bajo la dirección de Romualdo Ardissone, convocaría para la flamante carrera a Giberti para hacerse cargo de la materia Geografía Económica, estableciendo con él una larga relación de trabajo, incluso que se prolongaría cuando Chiozza se mantuvo en el ámbito académico más allá del golpe militar de 1966. En esa instancia, Giberti renuncia a la universidad por razones políticas siguiendo el camino de otros docentes, para orientarse a su labor profesional, incluso laborando en otras instituciones estatales, pero manteniéndose en contacto con aquéllos que permanecían en el ámbito universitario. La vinculación de Giberti con la universidad llevó a sumar geógrafos en tareas prácticas en oficinas públicas, incluso convocándolos mientras eran estudiantes para que realicen pasantías[57], en sus palabras:

Una de las personas del equipo de Aparicio, la más activa, era la Profesora Elena Chiozza. Ella tenía cierta relación con José Luís Romero, que había sido designado por la libertadora como rector de la UBA. En ese momento estaban reestructurando la universidad, y Chiozza -a quien le había gustado bastante mi trabajo- me propuso dar la Cátedra de Geografía Económica en la carrera de la Geografía en la Facultad de Filosofía y Letras, cosa que acepté … Empecé con un alumno. Porque la carrera de Geografía era muy poco frecuentada, y nueva además. Era una carrera que no tenía mucho horizonte por fuera de la docencia. A los geógrafos se los enfocaba como tipos que sabían de temas físicos, recorrían ríos, cordilleras, pero nada más. Yo fui uno de los que le abrieron el horizonte a la carrera, tomé como ayudantes en varios trabajos a geógrafos, y los chicos demostraron que eran más capaces que los que salían de Ciencias Económicas porque tenían una visión más global de las cosas. Pero la carrera de Geografía era entonces algo ignorado[58].


La oportunidad de actuar como expertos en los megaemprendimientos regionales y los servicios de consultoría:

Los primeros trabajos aplicados de Elena Chiozza se encaminaron hacia estudios sobre estructura de la población e historia del poblamiento en las zonas de intervención, solicitados por las consultoras que en los 60 se formaban en el país para responder a las políticas públicas. Sus primeras armas en el subcampo profesional las hizo en la Región del Comahue[59]. El Comahue fue trazada e ideada como una “región plan” en la Argentina, delimitaba un área semiárida originalmente con centro en la ciudad de Bahía Blanca, englobando una superficie que se extendía sobre los valles y encrucijadas de los ríos Neuquén, Río Negro y Limay. La comisión especial conformada por el Senado de la Nación en 1960 incluía como asesor técnico al presidente del INTA, al secretario general del CFI, a un asesor representante de la Provincia de Río Negro y al subgerente de proyectos de Agua y Energía Eléctrica de la Nación. En este estudio se demarcaba una zona de 310.000 Km2 (11,2% del territorio nacional) diseñando un área que englobaba a las provincias de Neuquén, Río Negro y al Partido de Patagones en el Sur de la Provincia de Buenos Aires, afectando a una población de 320.000 hab. (1,6% de la población nacional) según datos del Censo Nacional de 1960. Se trataba de una típica exposición según los cánones de escritura bien aprendidos de la geografía regional, cuyo corolario cerraba en una serie de recomendaciones y sugerencias que tomaban la vía aplicada, mediante algunos ítems que debían alcanzarse y que comprendían un programa a desenvolver entre los años 1962 y 1980[60].

Esta región plan pensada para la acción pública fue variando en los límites bocetados primitivamente y las subregiones que englobaba, según fueron los vaivenes de las controversias y los intereses que se daban en distintos organismos legislativos y jurisdicciones administrativas. Pero la causa del continuo redibujo de sus confines también tuvo como razón evidente en la distinta capacidad de presión de las fuerzas económicas que se disputaban las obras, competencia en la cual las empresas productoras de equipos no se mantenían ajenas[61]. Lo que estaba detrás del plan regional, entre otros fines más ambiciosos y a más largo plazo, era la implantación de la obra hidráulica multipropósito Chocón Cerros Colorados que finalmente se concretaría.

Las consultoras que llevaron adelante los estudios en la región en la mayoría de los casos eran entidades participantes de uniones transitorias de empresas o directamente pertenecían al organigrama de una compañía, cuya estructura era de orden multinacional; incluyendo en su nómina a fabricantes o bien exportadores de equipamientos completos para mega infraestructuras. Hay que traer a colación que la apertura del modelo socioeconómico llevó a las ET a plantear en la Argentina una doble estrategia de integración vertical y de diversificación de sus sectores de origen, enriqueciéndose en su producción y funciones. A partir de este desenvolvimiento se generaron hacia su interior empresas financieras, compañías de seguros y de distribución de bienes y servicios, agencias publicitarias, centros de capacitación técnica y de estudios de mercado que favorecieron la constitución de consultoras.

Los estudios en la región del Comahue se llevaron a cabo por una unión transitoria entre las compañías italonorteamericana Italconsult y la francesa SOFRELEC (notas 67 y 68), entregando en 1961 el informe completo de prefactibilidad compuesto de nueve volúmenes con dos apartados principales, uno dedicado a los aspectos sociales e históricos y otro a cuestiones técnicas de los emprendimientos. El informe de las empresas asociadas en su carta de presentación adelantaba la factibilidad de la intervención, ya que entre otros beneficios se sostenía que se incrementarían los sembradíos en una superficie igual a la existente hasta entonces en todo el territorio nacional y un espectacular aumento del potencial hidroeléctrico en un 50% del total instalado por entonces. Se decía que el Comahue tenía excepcionales condiciones para constituirse en una región pilote para la expansión y despegue de la economía nacional, afirmación que alimentaría el imaginario que se mantendría por muchos años sobre la Región Patagónica[62].

El caso de Italconsult es un poco particular, puesto que su origen esta relacionado con una de las primeras automotrices extranjeras que se radicó en el país en el marco de la apertura desarrollista, la empresa italiana Fiat[63]. Paradójicamente, la parte dedicada a la planificación contaba con un equipo dirigencial de especialistas franceses probablemente por los acuerdos que la FIAT tenía entre sus subsidiarias y empresas de nacionalidad francesa. Su director ejecutivo era el ingeniero Juan Rousseau Portalis (nota 97), factótum de la compañía quien había sido un miembro prominente de la resistencia francesa, que luego de la guerra migraría para convertirse en un empresario próspero en la Argentina. Esta consultora adquirirá experiencia y crecerá al amparo de los contratos con el Estado. Al respecto Giberti, que mantendría una larga vinculación laboral con la consultora, en la entrevista que hicimos antes mención afirma que en un 90% los convenios de servicios estaban vinculados a programas estatales, sólo un porcentaje mínimo era demandado por empresas privadas[64].

En Italconsult primero, luego en la consultora Latinoconsult, Horacio Giberti dirigiría diversas pesquisas regionales en Argentina, en países subdesarrollados y en vías de desarrollo. Chiozza (como los profesionales mencionados en la nota 80) participaría en varias de ellas, redactando investigaciones de un mismo tenor para la canalización del Río Colorado, el aprovechamiento del Río Negro (Valle Inferior de Viedma), sobre la realización de obras de regadío con el fin de extender el área sembrada en la Provincia de Córdoba, estudios sobre producción ganadera y zonas inundables, además de aquéllos dedicados la represa Salto Grande sobre el río Uruguay en la Mesopotamia, que era la otra megaobra que por entonces se vislumbraba en la Argentina en paralelo con la de El Chocón Cerros Colorados.

El plan para Salto Grande entraba en pugna con otros intereses regionales a la hora de captar recursos de localización, poniéndose en duda su prioridad en comparación con las realizaciones patagónicas que contaban con proyectos para ese tiempo mucho más adelantados. En los estudios de factibilidad anteriores a la construcción de la represa de Salto Grande, Gaignard -desde su asiento académico en Mendoza- asumiría el rol de coordinador de los equipos interdisciplinarios que se desempeñaron en los estudios de campo y gabinete, como así también durante su estadía intervendría en otros reportes preliminares para distintas obras de acondicionamiento espacial[65]. Junto con el Chocón Cerros Colorados, el emprendimiento binacional Salto Grande fue una de las intervenciones más ambiciosas, realizándose esta última en asociación con la República Oriental del Uruguay. El geógrafo galo rememoraba que éste fue su primer trabajo aplicado y su sorpresa cuando se dio cuenta de los medios materiales de los que dispuso para los relevamientos de campo, condiciones que decía eran extraordinarias para la época:

Entonces pasé a la geografía aplicada, para ver si lo que aprendía podía tener alguna aplicación social. Mi primer estudio de geografía aplicada también lo realicé en Argentina, en 1961, para la Comisión Mixta de Salto Grande. Era un estudio socio-económico sobre la cuenca del río Uruguay. Fue la primera vez que tuve la posibilidad de trabajar con recursos apropiados: una avioneta, una secretaria, unos cuantos colaboradores, esas cosas impensables en el mundo universitario. También estuve trabajando sobre ese gran tema de discusión que duró varios años en Argentina, el famoso impuesto a la renta potencial de la tierra[66].

Los primeros análisis sobre el tema surgieron a partir del primer convenio con la República Oriental del Uruguay para el aprovechamiento en común del río firmado luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial en 1946. Años después se constituye la comisión conformada por representantes de ambas naciones que echa las bases para el concurso internacional al cual concurrirían veinte empresas transnacionales interesadas, y para 1960 en base a los preinformes ya se había decidido el emplazamiento de la represa de Salto Grande en el curso medio del río. Los estudios posteriores se adjudicaron a Italconsult que se hizo cargo sólo parcialmente, para luego seleccionarse a una unión de compañías francesas identificadas bajo la sigla SADELEC[67]. La unión empresaria produjo un informe técnico-económico-financiero relativo al aprovechamiento del río que determinó la factibilidad, el anteproyecto se actualizó con nuevas indagaciones en 1969 para autorizarse finalmente el comienzo de las obras en 1974. En sólo cinco años estaban listos los primeros embalses y se encendían las primeras turbinas.

Gaignard (1968) hace mención a otras tareas de corte profesional que desarrollaban geógrafos argentinos a lo largo del territorio nacional. Es así, que entre ellas, por ejemplo, Enrique Bruniard (Universidad Nacional del Nordeste), a pedido del gobierno de la Provincia del Chaco había confeccionado el Atlas de la Conurbación de Resistencia-Barranqueras-Vilelas, conjunto cartográfico que se había efectuado como instrumento válido para mejorar la administración de los municipios chaqueños. Asimismo, el instituto de geografía cuyano para la fecha de edición del libro citado laboraba en un plan integral de extensión del sector irrigado para la utilización de la cuenca superior del Río Grande. Cabe decir que el río es el más caudaloso del sur de la Provincia de Mendoza, y que desde hacía muchos años en la zona se hacían planes para construir una represa, prácticamente desde principios del siglo XX. Las condiciones geológicas y su acusada pendiente son las condiciones naturales que dan base para un buen aprovechamiento de los caudales, conclusiones a las que habían llegado entre otros estudios los efectuados por Italconsult y SOFRELEC. Esta última constituida por compañías francesas dedicadas a los estudios de prefactibilidad y a la provisión de equipos eléctricos[68].

El geógrafo también hace alusión en su capítulo a las pesquisas con significativas facetas provechosas para la intervención que habían escrito Rosier Omar Barrera[69] y Ricardo Capitanelli sobre el glacis en el que se emplaza la ciudad de Mendoza. Esta línea de investigación había surgido a partir de la demanda que en 1967 había efectuado la Dirección de Planeamiento Urbano Provincial a la UNCu, a lo que los geógrafos respondieron con resultados y conclusiones que vinculaban las características geomorfológicas de la microregión con las tendencias de expansión de la urbe, agregando sugerencias y propuestas concretas por el remodelamiento del Gran Mendoza. Los reportes de campo revelaban claramente las restricciones que el área acarrearía para la instalación de infraestructuras y emplazamientos de los servicios colectivos, asimismo advertían sobre la invasión de la mancha urbana que progresivamente se extendería ocupando los suelos mejor acondicionados para la explotación rural.


Los aportes al conocimiento de los problemas territoriales en la Argentina de Romain Gaignard y Jean Tricart

Gaignard será un animador vigoroso del movimiento de geografía aplicada en la Argentina siendo su principal promotor desde su quehacer profesional concreto, recorrerá incansablemente el territorio nacional con la fe y el entusiasmo de quien ha llegado a terra incognita como él mismo ha narrado en una respuesta extendida a un trabajo de sus colegas en la revista Caravelle[70]. En ese itinerario describirá regiones y comarcas de la Argentina, pero también escritos que intentaban una visión global del país en la coyuntura y que parecían más propiamente destinados a un lector europeo. Ese ímpetu lo llevaría de un extremo a otro de la Argentina trasladándose de Cuyo a los confines del territorio llegando incluso a Tierra del Fuego. Más allá de sus viajes e indagaciones, su principal tarea se concentrará en investigar la Región Pampeana, con un enfático interés en responder al gran interrogante de cómo un paisaje de lagunas naturales, praderas agrestes, rebaños silvestres y bajo el control relativo de los indígenas fue configurándose en un nuevo espacio -transitando de una “Pampa Salvaje” a una “Pampa Gringa”. Es en esta región histórica donde se volcaron los mayores esfuerzos transformadores, donde se creó una verdadera segunda naturaleza que sería vital en las finanzas del naciente Estado, ya para mediados del siglo XIX el Estado Argentino había emplazado con dispares resultados en algunas de sus comarcas a inmigrantes europeos para desarrollar colonias agrarias.

En sus primeros estudios sobre la Región Pampeana, por encargo de la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería, Gaignard secciona un marco territorial con centro de gravitación funcional en la localidad de Pergamino, con un área de influencia que alcanza 32.500 km2 comprendiendo parte de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Establece una tipología de las unidades rurales ideada sobre las siguientes dimensiones: los modos de ocupación y apropiación del suelo, los estilos de explotación y el sistema de tenencia de la tierra. Buscaba de esta manera identificar lo que creía eran los componentes estructurales y las tendencias más fuertes en la evolución territorial.

Devoto y Guibert (2003) han rescatado la trayectoria de Gaignard en Argentina cuya obra principal fue su libro La Pampa Argentina[71], en la que resumió los aspectos principales de su tesis doctoral. Como ha dicho el mismo autor, lo que ahí relató y describió fue “la historia pampeana de acuerdo a la visión de un geógrafo”, tomando un lapsus que inicia con las primeras ocupaciones en 1550, su conquista durante la colonia, su puesta en explotación en el período independiente, finalizando con la crisis de los años 30. El problema esencial que delineó se subsumía en dos interrogantes básicos. Primero, cómo fue que se puso en funcionamiento a lo largo del tiempo la valorización de ese territorio sobre el marco agreste que brindaba el paisaje primitivo. Y segundo, si bien por ese tiempo se podía aseverar que los habitantes del campo vivían sin sobresaltos, se preguntaba cuáles eran los motivos esenciales para que la región se mantuviese muy por debajo de su umbral productivo potencial. Es decir, cuáles eran las causas profundas por las que la Región Pampeana se encontraba malamente explotada, situación que por otra parte sopesaba como el factor más preponderante que ubicaba a la Argentina en el mercado mundial en el rubro exportaciones rurales en una marginalidad relativa.

La virtud de las conclusiones de Gaignard residía en que eran novedosas y fundadas de acuerdo al estado del arte en esa época, había arribado a éstas luego de seguir el protocolo propio de una indagación fáctica con la guía de un método predominantemente histórico. Sus trabajos fueron guiados por un punto de vista con preguntas e hipótesis que se empeñó en comprobar, sin descartar un gran esfuerzo en la consulta de repositorios, archivos institucionales y una sagaz observación de campo. Como comenta en el prólogo de su libro, se infiere que no perdió de vista que sus resultados más allá de ampliar el conocimiento básico, debían servir a metas que podríamos denominar instrumentales, apropiadas para la acción. Este aporte, a juicio de Devoto y Guibert (2003), resultó distintivo en el ambiente intelectual y político argentino dominado por el debate encendido, cargado de opiniones muy prejuiciadas o directamente por un ensayismo sin referencias concretas, siendo en la mayoría de los casos no más que escritos estimulados por intereses de parte francamente indisimulables. La labor del geógrafo francés fue facilitada por un hecho clave, pieza fundacional de sus indagaciones: el encargo específico que le hace la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación. Es a partir de este trato que acude a un sitio privilegiado donde se le abren las puertas de registros, ficheros y archivos, como así también la oportunidad de mantener diálogos con funcionarios y burócratas intermedios del área, y el conocimiento de datos informales a través de las conversaciones regulares con agentes estratégicos del quehacer rural en el país[72].

A criterio de Devoto y Guibert (2003), la obra de Gaignard conllevó para él una experiencia dificultosa pero justamente por esa razón sumamente valorable, porque demostró con los datos que tan trabajosamente obtuvo que sí era posible un enfoque integral. En ese enfoque, las estructuras agrarias localizadas se pesquisaban a lo largo de un período, vinculando los escenarios naturales con los tipos de utilización del suelo y las densidades de ocupación del territorio. Su línea de investigación dio frutos y para mediados de los 60 sus primeros trabajos muestran a un geógrafo que manejaba con autoridad una visión comprensiva no sólo sobre la región pampeana, sino también sobre la Argentina; estudios que van a resultar convenientes al campo de conocimientos específicos y conjeturamos a los planes de cooperación de la diplomacia francesa con Argentina.

... Gaignard desmenuzó la índole del retraso del sector agropecuario pampeano. Analizó su baja rentabilidad, los impuestos que le impedían capturar para sí el beneficio que ofrecían los períodos de buenos precios internacionales, estudió la importancia de la producción ganadera, ligada a la tecnología, identificó impactantes e inadmisibles 30 millones de hectáreas (desde hacía, mínimo 40 años) de pastos naturales, reiteró la capacidad de la región para oscilar entre actividades agrícolas y ganaderas, constató la declinación del trigo, el lino y el girasol, los cambios recientes en la industria frigorífica, la ausencia de créditos y silos, los problemas portuarios, etc.[73].

La región pampeana también fue objeto de estudio en una de sus subregiones más problemáticas por sus condiciones geomorfológicas para su explotación y poblamiento por otra rama de la Geografía en la última parte del período de análisis que hemos tomado en consideración. Le tocó al geógrafo francés Jean Tricart[74] esa faena, que llega a la Argentina enviado por organismos internacionales con una misión muy concreta, iniciando su periplo hacia finales de la década del 60 como consejero científico. Este geomorfólogo, a diferencia de otros geógrafos que habían llegado como recientes graduados para hacer sus primeras armas académicas, ya contaba a su arribo con una aquilatada experiencia profesional cimentada en distintas pesquisas aplicadas en naciones, protectorados y colonias con los que Francia mantenía o había mantenido relaciones estrechas o algún grado de control imperial. Había sido el fundador en la Universidad de Estrasburgo en 1956 del Centré de Géographie Appliquée y unos años más tarde fundaría en 1971 el laboratorio de Amenagement du Milieu Naturel destinado sobre todo a la posgraduación de ingenieros, además de crear y dirigir por muchos años la Revue de Géomorphologie Deynamique.

Tricart va a tener sus inicios profesionales en la Dirección de Trabajos Públicos del Estado Francés que lo destina a efectuar estudios liminares en la denominada por entonces África Occidental Francesa, donde efectuó un relevamiento y prospección de recursos mineros, análisis de suelos con destino a emplazamientos de grandes infraestructuras como puertos, vías férreas y rutas. Más tarde continuó su actividad bajo el patrocinio tanto de departamentos de la cancillería como de entidades multilaterales, que lo llevó a recorrer prácticamente todos los continentes. Entre estas actividades participó en el desenvolvimiento del programa de la UNESCO “El hombre y la biosfera” que se inició en 1971 como una iniciativa de corte intergubernamental e interdisciplinaria, y que dio lugar a las disquisiciones intelectuales y toma de conciencia más generalizada en torno al concepto de desarrollo sustentable, como también a estudios integrados en la marco de espacios naturales localizados en distintas partes del mundo[75]. Tricart fue un gran innovador al plantear enfoques que trastocaron las estrategias metodológicas en Geomorfología[76], sobre todo urdiendo miradas integradas a través de una concepción ecosistémica, integrando como factores las geoformas, los suelos y las redes hidrográficas; pero también, haciendo empleo de técnicas de representación novedosas como fue la cartografía temática, los instrumentos de teledetección y la interpretación de fotografías aéreas. Su finalidad en los trabajos en geografía física en los que se empeñaba perseguía la obtención de indicios cruciales que ayuden al reordenamiento del medio natural ante formas de crecimiento ilimitado que destruían los ecosistemas existentes por parte del hombre.

Su actividad como especialista recorriendo regiones, comarcas y lugares muy distantes en los países del Tercer Mundo fue muy saliente, Mainguet (2003) realiza una pormenorizada lista de naciones y trabajos técnicos y científicos en Sudamérica incluyendo a Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Venezuela. En Perú junto al agregado cultural francés y geógrafo Oliver Dollfus (nota 42), efectuó trabajos tendientes a comprender la evolución de relieves que podían poner en riesgo a los habitantes ante catástrofes naturales y delineó distintos diagnósticos ambientales. A la Argentina llega en 1968 por mandato del Ministerio de Asuntos Extranjeros Francés en el marco de un programa radicado en la División de Tierras y Aguas de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) integrándose a los equipos del INTA. Aparte de los expertos de la FAO, esos equipos se constituyeron con edafólogos, geógrafos, meteorólogos, geólogos, naturalistas, ingenieros y fotointérpretes que ya laboraban en el marco del Plan Mapas de Suelos que desarrollaba el Instituto. La subregión delimitada por la pesquisa era la que el autor denominó Pampa Deprimida produciendo un cartografía edáfica que de alguna manera resumía gráficamente los factores que a su juicio eran los causantes en la formación de los suelos: el medio hidrográfico, las características del relieve y los procesos erosivos, evaluación que hacía Tricart teniendo in mente su potencial uso rural. La subregión coincide con la cuenca del río Salado, se trata de un típico curso de llanura con meandros y lagunas bajas discurriendo por el Norte de la Provincia de Buenos Aires para desembocar en la Bahía San Borombón en el Océano Atlántico.

Tricart ponía el acento en que anteriores publicaciones sobre la cuenca hidrográfica habían puesto su énfasis en la geología y la red, siendo deficitarios en sus explicaciones morfogenéticas que podían echar más luz sobre los obstáculos que había que afrontar. Si bien para entonces la Pampa Deprimida estaba bien cubierta por cartas topográficas del Instituto Geográfico Militar no se podía deducir mediante estos mapas los procesos geomorfológicos, tampoco las comparaciones con otras regiones del mundo no habían permitido definir la verdadera individualidad fisiográfica de la subregión, cosa que había ocurrido con los suelos cuando se había echado mano de clasificaciones empleadas en otros continentes sin corresponderse con precisión a la pedología de la Región Pampeana. El resultado de estas indagaciones de campo, laboratorio y archivo vieron su luz en una publicación recién en el año 1973, en el marco de una colección destinada a distintos títulos que podemos englobar a grandes rasgos como estudios regionales de Biogeografía y Geografía Física Argentina. Estas ediciones de libros científicos fueron financiadas por el INTA cuando Horacio Giberti ejercía el cargo de máxima responsabilidad al frente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación[77].


El capital cultural previamente incorporado de los geógrafos y el desenvolvimiento de pericias profesionales

Como corolario de este apartado podemos aseverar que en los primeros ensayos de Geografía Aplicada se realizaban dos tipos de trabajos: unos desde los gabinetes a pedido de las oficinas estatales en jurisdicciones administrativas que gestionaban el territorio a escala que iban de dimensiones pequeñas a intermedias, y otros de mayor envergadura, de gran escala espacial donde los geógrafos se integraban a una red amplia de especialistas incluso extranjeros para estudiar la factibilidad de megaobras de impacto regional o supraregional. En este caso, las consultoras que los contrataban eran de carácter multinacional en sociedad con grandes empresas de equipamientos que mantenían fluidos contactos con las burocracias planificadoras relativamente estables en la planta estatal, cumpliendo de esta manera con las metas de las políticas exteriores de los países centrales e internas de los modelos de desarrollo nacional.

El capital intelectual previo con el que contaban los geógrafos era, sin duda, su pericia para recoger, sistematizar y presentar los datos sobre el espacio físico y humano que se obtenían en el campo, los repositorios y aún en el laboratorio. En este métier, las enseñanzas francesas fueron hitos determinantes, y esta última idea deseamos enfatizarla. La educación específica en Geografía se transmitió a través de una doble vía. Por un lado mediante objetos concretos como libros de geografía regional y geografías corológicas dirigidas al gran público. Por el otro lado y en consonancia con la difusión de estas publicaciones, se creó un dispositivo apropiado de orden simbólico destinado a los sujetos. El resultado de esta convergencia fue la construcción de un habitus disciplinar distintivo que fue adoptado con naturalidad por los geógrafos nativos. No queremos dejar pasar por alto que el tipo de ediciones librescas al que hicimos referencia, aparentemente disociadas en sus contenidos de cuestiones prácticas por ser orientadas a un público masivo, visiblemente fueron de gran provecho a la hora de brindar suministros tácticos para el ejercicio de las pericias del planificador. Esta última afirmación creemos que es válida tanto para la actuación profesional en la metrópoli como en las naciones del Tercer Mundo, territorio éste último sobre los que han dado –entre otros- detallados testimonios geógrafos latinoamericanos[78].

A esta altura de nuestra exposición, pensamos que es evidente que las tareas académicas y prácticas que desarrollaban los geógrafos en la Argentina no pueden substraerse -y aún menos comprenderse- sin considerar las políticas de Estado de difusión cultural y de cooperación entre naciones, más allá incluso de los gobiernos circunstanciales. En este caso esta política es distinguible a través de una diplomacia de ideas de Francia hacia América Latina que ya hemos comentado, pero también una de orden más definida hacia la Argentina. En el título siguiente analizamos esas relaciones, rememorando sus antecedentes y en qué marco se instala la propiamente académica que comprometió a la Geografía Argentina. En ese derrotero es posible reconocer personalidades, instituciones y una agenda global de problemas en común que ambos países acordaron.


La Geografía como diplomacia, la cooperación horizontal y la política exterior francesa

Gaignard, como ya pudimos notar, fue un agente difusor de las ideas teóricas y los métodos de la geografía francesa, un convencido de que la Geografía se podía constituir en “la ciencia” que con su actividad cognitiva aportase las claves fundamentales para el ordenamiento del espacio. Los geógrafos debían asumir esta perspectiva para intervenir y actuar efectivamente en las transformaciones territoriales. Pero él también –y esta no ha sido una faena menor- fue el gran mediador en los procesos de comunicación e intercambio entre la academia francesa y la argentina, aún extendiendo las vinculaciones con subcampos y campos que trascendían los límites académicos coadyuvando de ese modo a las nuevas dimensiones de la cooperación entre ambos países que se inauguraban en la posguerra. Salvando el hecho de que se trata de épocas históricas distantes, podemos expresar que siguió y perfeccionó la ruta a la que dio principio Pierre Denis, al que va a tener siempre presente a juzgar por sus citas bibliográficas. Gaignard va a hacer una esencial contribución no sólo al conocimiento de las estructuras agrarias del país como ya vimos en el título anterior, sino también va a delinear desde una visión bien europea, una mirada actualizada sobre la Argentina mediante sus trabajos científicos y sobre todo a través de la divulgación de geografías universales destinadas al gran público, escritas en sus partes predominantemente por europeos -mirada que en sus trabajos dedicados a la Argentina se exhibirá en las comparaciones constantes con las características del espacio francés[79].

Con tan sólo 24 años Gaignard va a arribar en misión académica a la Argentina sin hablar una palabra de español, lo que no impide que las autoridades universitarias rápidamente lo pongan al frente de las cátedras troncales en la carrera de Geografía en la UNCu. Auxiliado en el idioma por sus alumnas enseñará los principios teóricos centrales del enfoque regional a través de sus clases magistrales, pero también la práctica de observación en las salidas de campo junto a los estudiantes. Su arribo como ya expresamos se da un poco por azar, pero también hay que decir que las labores que asumiría se dieron en un marco muy concreto patrocinado por el renovado dispositivo que rescataba la diplomacia cultural francesa, recobrando una tradición de cooperación que en la Geografía Latinoamericana y las Humanidades reconocía antecedentes muy frondosos.

Podemos conjeturar que los intereses presentes en la política exterior francesa que se desarrolló durante el siglo XX para América Latina eran bien atendidos y correspondidos por los quehaceres de los geógrafos que hacían pie en el subcontinente, como vimos en el primer título. La Francia de principios de siglo XX con intereses imperiales fuertes en distintos continentes encontró entre los geógrafos una manera de narrar y comprender el espacio muy conveniente, aportada por la escuela de las Monografías Regionales que se fue forjando a partir del Posibilismo de Paul Vidal de la Blache. Una geografía pensada como un campo “de encuentros”, ámbito propicio para la encrucijada y diálogo entre contenidos disciplinarios, para resumirlo en términos de Gaignard: una ciencia carrefour. Si reflexionamos sobre disquisiciones más recientes sobre el progreso en las Ciencias Sociales afirmaríamos, incluso asumiendo el riesgo de simplificar, que la Geografía de entonces se asemejaba a un campo híbrido, abierto en su recepción a los distintos puntos de vista y contenidos de las ciencias naturales y humanas, para ser luego reinterpretados por un escritor geográfico en una exposición donde se ponía a consideración de los lectores la síntesis regional[80]. En este derrotero, la descripción regional redactada en un lenguaje accesible para el público masivo se convertía para la clases dirigentes en un texto provechoso para conocer de manera coherente y significativa la realidad latinoamericana, sobre todo para aquéllos que efectivamente quisieran hacerlo mediante una completo y ordenado resumen de los territorios nacionales sin las complicaciones de aventurarse en una lectura oscura, farragosa y difícil.


La temprana mirada francesa sobre América Latina

El vivo interés histórico y geográfico de las élites francesas por Latinoamérica ya se puede rastrear en tiempos pretéritos. El mismo término “Latinoamérica” es operativo ideológicamente e interesado políticamente, surge de englobar un área cultural con algunos rasgos similares para justificar el ejercicio del poder durante el Segundo Imperio (1852-1870), cuando Francia disputaba la hegemonía sobre el mundo a otras potencias que tenían colonias o posesiones en América. Huerta (2006) sitúa en términos más constructivos este interés galo al tomar en cuenta la creación por universitarios franceses en 1908 de la Agrupación de Universidades y Grandes Escuelas de Francia para la relaciones con América Latina, que llevó al redescubrimiento de una identidad latinoamericana, convirtiendo al continente en tierra de misiones para difundir el pensamiento nacional, pero a la vez para estudiar las potencialidades económicas de sus naciones a las que denominaba “repúblicas hermanas”.

La ignorancia de Latinoamérica en ese tiempo por las clases cultivadas francesas era supina, el objetivo perseguido para esta agremiación era doble: “meter a Estados Unidos en Francia y a Francia en Latinoamérica”. La segunda guerra mundial marcó un tope a esas relaciones tan fructíferas, que recién volverían a reiniciarse muchos años después de terminado el enfrentamiento armado. Cabe recordar que luego de la segunda guerra se diseñan en las universidades europeas las area studies[81] con una meta bien explícita, ya que esta innovación institucional guardaba la intención de que la elite intelectual cuente con la posibilidad de desarrollar una visión bien pragmática del mundo. No obstante, la complejidad de los estudios que se comenzaron a abordar, rápidamente mostraron la dificultad de efectuar recortes en territorios de gran complejidad como diversidad cultural y natural. Los vectores que avanzado el siglo XX desató la globalización complicaron aún más el ejercicio de trazar límites espaciales y unidades de cierta homogeneidad en los estudios llamados de ultramar.

Gaignard rememoraba los inicios de la colaboración francesa con América Latina en el terreno específico de la Ciencia Geográfica, que para el caso de la Argentina no se registraban precedentes tan ricos como sí había ocurrido con otras naciones sudamericanas, tal como tuvimos la oportunidad de comentar anteriormente. El precedente más cercano en el tiempo había sido el convenio específico que había traído al país a Pierre Denis, y bastantes más importantes habían sido los acuerdos sobre todo en el orden de materias humanísticas y disciplinas jurídicas que habían llevado a crear un instituto radicado en la ciudad de Buenos Aires, para ese entonces nodo de los alicaídos intercambios culturales.

El Ministerio de Relaciones Exteriores en lo que todavía no se llamaba la Dirección de Relaciones Culturales, gracias al trabajo tesonero del señor Charpentrat, había ideado una política de presencia en el continente latinoamericano, en base a geógrafos con el pretexto, podemos decir, que a los geógrafos les interesaban todos los aspectos de la vida económica, social, política y cultural y no se encerraban en la torre de cristal del saber erudito. La Geografía emergía entonces como una disciplina Carrefour capaz de establecer relaciones con las otras materias. Así fue como varios colegas míos se fueron en los años sesenta a América Latina: Olivier Dolffus a Perú, Jean Bordes a Chile, Claude Bataillon a México, Leloup a Brasil y yo a Argentina[82].

Este testimonio nos hace ver una vez más a una ciencia que coordinaba los datos de manera oportuna y conveniente para representar Latinoamérica para la política exterior de posguerra, de una Francia urgida de entablar otro diálogo con los gobiernos latinoamericanos en circunstancias muy diferentes de las que se habían dado cuando nacía el Siglo XX. Esta intención quizás explique el mandato preciso que Gaignard cargaba en su valija cuando arribó al país: reavivar las relaciones franco-argentinas que luego de la segunda guerra mundial habían quedado muy empobrecidas, o para ser más rigurosos en nuestras palabras, interrumpidas por desconfianzas recíprocas. De parte de la cancillería francesa se mantenían reticencias a las posiciones neutralistas que Argentina había asumido en la conflagración donde sólo le había declarado la guerra al Eje cuando la derrota de Alemania era segura. A mayor complicación para el restablecimiento de vinculaciones, se sumaba el hecho de que el régimen justicialista que se había iniciado en 1946 y se prolongaría hasta 1955 levantaba sospechas ideológicas entre los dirigentes franceses y precisamente marginaba a la elite intelectual criolla más francófila que se encontraba en abierta oposición u hostigamiento al peronismo.

La política exterior francesa no terminaba de comprender muy bien los nuevos aires populistas que la posguerra iniciaba en varios países de América Latina. La falta de agudeza en la percepción pudo haberse originado en las vinculaciones y diálogos exclusivos que en el pasado se habían forjado –sobre todo en el caso de la Argentina- con la clase ilustrada del conservadorismo, quien había concentrado en sus manos los dispositivos políticos, económicos y culturales de poder sobre la sociedad. A partir de la posguerra, esa fracción dominante entraría en paulatina retirada de las posiciones de peso que había ostentado en el pasado[83].

Precisamente el Instituto de la Universidad de París en Buenos Aires había sido el fruto más preciado de esa correspondencia franco-argentina. Fue durante la presidencia de Marcelo T. Alvear (1922-1928) cuando las relaciones fueron más florecientes. Alvear, proveniente de familia aristocrática, había pasado en misión oficial largas temporadas en París interactuando con funcionarios y los hombres ilustrados más encumbrados de la nación; su estancia coincidió con una etapa en la que Francia emprendía una agresiva política de fundación de institutos culturales y científicos en América Latina siendo el de Buenos Aires el que hizo punta en esa avanzada[84]. En ese contexto surge el Instituto en 1922 y su gemelo, el Instituto de Universidades Argentinas que, junto con la Casa Argentina se radican en la ciudad universitaria en París. En esta instancia ambos países acuerdan que la simple delegación argentina sea elevada a la jerarquía de embajada. Los agentes nativos que hacen posible esta vinculación son los que en la sociedad pertenecían a un linaje erudito que veía en Francia a la cuna de la civilización occidental haciendo suyo a su manera el imaginario y la jerarquía de ideas y valores que habían impulsado la Revolución Francesa y el Siglo de las Luces.


El cambio de políticas culturales y el rol de la Universidad de Burdeos

En la segunda posguerra se fundan otras entidades que poco a poco irán reemplazando a las tradicionales. El Instituto Francés de Estudios Superiores en 1954 cambiará su nombre por el de Instituto Francés en Buenos Aires, a partir de ese momento bajo el patronazgo de la Universidad de París y la Universidad de Burdeos. Justamente de esta última casa de estudios provenía Gaignard con un cometido terminante:

En aquél tiempo se viajaba en barco, y mientras atravesábamos el Atlántico con mi esposa, durante los dieciocho días que duraba el trayecto, el parecer del Ministerio francés había cambiado un poco y cuando llegué me dijeron que era mejor ponerle un punto final a la vida de nuestro Instituto de la Universidad de París -que se encontraba por cierto totalmente paralizado- y que era más interesante trabajar con los universitarios argentinos en su propia estructura universitaria, considerando además que era una época de gran dinamismo de la universidad argentina. La universidad en aquélla época es la que yo conozco, es decir en ciencias humanas y ciencias sociales estaba en una época de ebullición y fermentación y de gran potencial intelectual, y habría logrado atraer gente de varios países europeos: Italia, España y Francia... Había un gran liberalismo y un afán de ideas nuevas[85].

A partir de esta misión, la Universidad de Burdeos tomaría el relevo y tendría una apreciable gravitación en las ligazones con la Argentina, sobre todo en lo relativo a los estudios geográficos. Haciendo un poco de historia institucional, podemos aseverar que esta Universidad acumulaba para esta instancia un capital cultural y una red social frondosa que había tejido en sus articulaciones con los países del Tercer Mundo y las colonias francesas, particularmente en la segunda posguerra cuando asumiría paulatinamente un papel protagónico su instituto de Geografía. Huetz de Lemps (1997), en un repaso exhaustivo sobre la labor del instituto confirma lo dicho, con la sensación de que tampoco fue casual que esta entidad encuentre asiento en el extraordinario emplazamiento de la ciudad de Burdeos. Burdeos es el centro portuario del Sudoeste de Francia en la región vitivinícola de Aquitania, localizada a orillas del río Garona que desemboca en la costa atlántica. La ciudad se convirtió en un punto de encrucijada que coadyuvó para la fundación de organizaciones de fuste en el sistema colonial y con una elite que tuvo un peso considerable en la definición de las políticas comerciales externas de Francia. De hecho, una de las sociedades coloniales más antiguas del país es la Société de Géographie commerciale de Bordeaux que se crea en 1874, dirigida por un alto oficial de marina. La cámara de comercio se funda en 1901 con el Instituto Colonial, que deviene en 1947 en el Instituto de Francia de Ultramar presidido por un próspero comerciante e industrial de la región asistido por un alto oficial como secretario.

En un mundo cultural predispuesto por esta tradición colonial –dice Huetz de Lemps- es que surge un modesto instituto de Geografía en 1945 que dirige Louis Papy, y que irá creciendo en planta de docentes, investigadores y relaciones académicas externas; siendo en esta etapa fundacional acompañado por Eugene Revert, Paul Arqué, Henry Enjalbert y Guy Laserre. El Instituto fue el seno de una generación de geógrafos cosmopolitas, muchos de los cuales hemos destacado por su presencia en la Argentina en las páginas que anteceden. Con el correr de los años se transformó en un centro emisor más que receptor de geógrafos e ideas geográficas, pieza fuerte de la diplomacia de ideas con misiones a América y a África; en éste último continente con predilección al Magreb donde hoy el idioma francés sigue siendo la segunda lengua hablada como legado del antiguo dominio imperial. Muchos de los jóvenes viajeros luego de sus trabajos de campo lejos de la metrópoli realizaban sus tesis monográficas sobre los países donde habían residido, para presentarlas y validarlas ante tribunales europeos.

Hay dos puntos del artículo de Huetz de Lemps que nos conciernen singularmente y nos importa recalcar. Por un lado, que todavía en los años de posguerra Francia mantenía las aspiraciones propias de un poder imperial que incluso en algunas regiones pretendía sostener por las armas, forma de dominación clásica donde los científicos se comportaban como su avanzada o al menos en forma acompasada a los fines de hegemonía económica. La continuidad de las labores académicas lejos de Francia es de alguna manera prueba de ello. En 1952 en Burdeos se organiza un encuentro con el título obsoleto –según el autor- de Symposium Intercolonial en donde los “geógrafos tropicalistas” integrándose activamente a la mesa sobre las humanidades expusieron sus monografías de villas[86]. Por otro lado, surge del mismo texto que los geógrafos misioneros no se encontraban desamparados en las comarcas del extranjero y sin apoyo metropolitano. Muy por el contrario eran amparados a nivel de dos escalas: una cobertura institucional universitaria y una política exterior consecuente y explícita. El hecho de que individualmente los nóveles graduados capitalizaban su pasaje por el Tercer Mundo para progresar en sus posiciones universitarias en Francia y convalidarse con ese capital institucionalmente, no debe dejar fuera del horizonte que cumplieron una función de colaboración con el campo económico y político, ya que la cancillería francesa también les había dado un lugar en sus planes de ultramar. Más concretamente, la academia proceso a su modo y en sus términos un buen número de demandas provenientes de las administraciones coloniales, las compañías estatales, mixtas y privadas que requerían de imprescindibles estudios previos o de informes preliminares en las dependencias coloniales[87].

Esta descripción del Instituto en términos más políticos realmente enriquece la perspectiva para comprender las labores de los geógrafos franceses en la Argentina. Cabe hacer la necesaria aclaración que a ellos les tocó actuar en una etapa en la cual Francia estaba ya muy lejos de la cúspide del esplendor imperial que había sabido desplegar. Distante de esos tiempos imperiales conforme avanzaba la década del 50 Francia se exhibía incapaz de sostener las joyas coloniales en África y el Sudeste Asiático en la trama de un mundo bipolar encerrado en las rivalidades de la Guerra Fría. Con la pérdida de su supremacía la nación buscaba ubicarse en un escenario interno bastante inestable, que desembocaría en la crisis que llevaría a la disolución de la IVª República y a la Unión Francesa que había sido ideada en 1946 para controlar los departamentos y territorios de ultramar. A la Vª República (1958) le tocaría afrontar los principales procesos de descolonización, su dirigencia tendría clara conciencia de la perentoria necesidad de ensayar una nueva función en el concierto internacional que lógicamente debía encontrar su traducción en la diplomacia de ideas para América Latina.

En el caso de la Argentina, se tomaban en cuenta un tanto tardíamente los cambios sociales y políticos, se tenía en claro que un instituto cultural aislado de la universidad no iba a comportarse como un buen agente difusor de ideas. El modelo de instituto de principios de siglo XX parecía responder a un formato anacrónico e inadecuado de difusión cultural y científica más propio de sociedades tradicionales donde aquéllos que oficiaban de intelectuales eran parte de un reducto de notables pertenecientes a la fracción de los dominantes. A partir de 1955 con el derrocamiento del peronismo ocupan las universidades y las entidades de investigación un grupo de intelectuales de perfil cosmopolita y de formación liberal. La embajada francesa, con bastante conciencia histórica de la coyuntura, probablemente apreciaba a la universidad argentina como una organización en expansión, con una inclinación a una buena recepción de las corrientes internacionales de pensamiento, pero a la vez percibiendo el fenómeno de masividad estudiantil que invadía los claustros. La universidad exhibía la singularidad dentro de las nuevas alianzas corporativas de poder que sostenían el gobierno de ser el motor más dinámico volcado a la modernización social. Las anteriores conferencias magistrales de eminentes y las tertulias reducidas a auditorios selectos debían ser reemplazadas por políticas de difusión y cooperación que alcanzaren a más personas y entidades tan diversas como centros de enseñanza e investigación como incluso burocracias estatales de actuación territorial. En consecuencia, el intercambio de profesores de planta entre casas de altos estudios entre las dos naciones resultó uno de los caminos elegidos. La Vª República precisaba hombres que más allá de su formación y actividad académica contasen con una buena interpretación y conocimientos de los actores y escenarios políticos que se desenvolvían en los países de ultramar; se podría decir que necesitaba de intelectuales funcionarios que orienten al gobierno galo sobre quiénes eran y con quiénes se debía hablar en los nuevos tiempos que corrían en las naciones latinoamericanas.

A parte de su actividad pedagógica como geógrafo en el país, Gaignard durante su estadía mantuvo una condición similar al de un representante de una potencia extranjera, su papel político trascendía su adscripción partidaria que por otra parte ya no tenía. No obstante, se trataba de un profesional que asumía una posición en el espectro ideológico y exhibía una conciencia política extendida sobre las dicotomías ideológicas que dividían el mundo de ese entonces:

... salvo en un breve período juvenil, nunca fui un militante. El partido socialista francés tiene tantas tendencias que nunca me afilié porque no quería afiliarme a una fracción. Se puede ser de izquierda sin adherir a un partido. En la vida política, social y cultura francesa ser de izquierda en mi juventud consistía en apoyar a los sectores del mundo obrero, a los productores de la economía que eran marginados de la vida cultural y política, y significaba aspirar a otro tipo de sociedad pensando que la sociedad socialista podía ser un punto de referencia aunque no con los rasgos policiales y autoritarios que habían aparecido en el este de Europa[88].

Empero, más allá de indefiniciones partidarias, el geógrafo asumirá una decidida responsabilidad de orden político, al desenvolverse como un verdadero hombre de Estado que estará al servicio de la República Francesa. En las palabras que se transcriben a continuación explica su trabajo diplomático en relación al subcontinente, como así las tareas en las burocracias científicas en la principal entidad francesa dedicada a la ciencia y la técnica: el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) en la cual estaba desempeñándose como gestor al momento en que era entrevistado:

Mire, yo siempre me preocupé por América Latina y, cuando estuve en el gobierno, con otros amigos trabajamos como un verdadero lobby para que América Latina siga presente en nuestra política francesa. Y esto lo hice y lo seguiré haciendo más allá de las celebraciones de 1992... Pero más allá de las conmemoraciones, hay que pensar en un trabajo a largo plazo y en este sentido he tomado a cargo la reestructuración de todas las actividades de cooperación del CNRS con América Latina y también por ello he aceptado la presidencia del AFSSAL[89].

A Gaignard le tocó vivir un tiempo histórico que lo llevó a tomar determinadas opciones, al igual que muchos de sus connacionales que habían sufrido la penosa experiencia de la guerra. Los ciudadanos franceses liberados por los Aliados de la ocupación alemana profesarían una clara adhesión por el General Charles de Gaulle, que a raíz de su résistance a la ocupación se había convertido en un personaje casi mitológico, admirado dentro y fuera del país[90]. Esta imagen se acentuaría aún más a partir de las crisis internas y externas que la Francia imperial en decadencia tendría que afrontar en la posguerra, siendo vista su figura como providencial. El gaullismo emerge por encima de las opciones ideológicas y de las adscripciones partidarias, a partir de los riesgos que corrieron las instituciones constitucionales y la misma paz interior que se encontraba amenazada. Se presenta como una solución política que lleva a cierta estabilidad con el establecimiento de la Vª República. De Gaulle va a construir un frente amplio al reunir en su movimiento –como gustaba llamarlo- a distintas fracciones e intereses superando de ese modo las clásicas dicotomías internas. La trayectoria académica de Gaignard puesta en contexto es puntualizada por otro geógrafo que tendrá un prolongado destino diplomático en México, dirá Bataillon (nota 42):

Romain siempre fue hombre de negociaciones, de influencia en los mecanismos en los cuales se unen la academia, la administración pública y la política, de organización lenta y a menudo callada, para promover instituciones nuevas o consolidar las que nacieron en la incertidumbre de la voluntad de algunos... Romain perteneció al pequeño grupo de jóvenes académicos que la 5º República nacida en 1958 en Francia, ha mandado a varios países latino-americanos, con la perspectiva de redesplegar la política exterior francesa mermada por las guerras de la “descolonización” que se sucedieron desde fines de la segunda guerra mundial[91]

Recordemos que a partir de su llegada a Mendoza, Gaignard no sólo va a realizar aportes disciplinarios y profesionales, sino que también a través de sus vivencias e itinerarios fue formando una visión, una manera de estudiar y reflexionar sobre América Latina, acercándose al entendimiento de los procesos históricos en curso y los agentes estratégicos que en los distintos campos de la sociedad moldeaban los territorios nacionales. Mientras residía en la Argentina, sus denuedos en las ediciones de divulgación geográfica, sus tareas en el terreno y sus diálogos con funcionarios, cuadros profesionales estables y dirigentes corporativos habían formado en él una concepción. Este conjunto de ideas y perspectivas queda expuesto en lo que había escrito como único autor o en colaboración sobre la coyuntura económica y sociopolítica de la Argentina, publicado principalmente en la revista Problèmes d´ Amerique latine. Sus trabajos, como los realizados por otros de sus coterráneos agregados en sedes diplomáticas, fueron valiosos a la intención de estrechar vínculos con América Latina que el gaullismo un tanto infructuosamente desarrollaría a lo largo de toda la década del 60.


El voyage de De Gaulle por América Latina: su paso por la Argentina

El voyage de De Gaulle a América Latina durante 1964 significó el relanzamiento de la política exterior francesa, de una metrópoli que se veía obligada a desprenderse de sus viejas colonias y pretendía una política soberana alejada de los grandes bloques dominantes definidos en la posguerra. Su recorrido aparte de la Argentina, incluyó México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil y Perú. Para entonces el gaullismo en Francia capitalizaba un consenso bastante extendido que contenía a casi todo el arco ideológico nacional, bajo un presidencialismo fuerte con poderes delegados de la Asamblea a manos del General De Gaulle, quien los ejerció entre 1959 y 1969[92].

De Gaulle, por otro parte, había logrado nuclear en torno a su liderazgo distintos sectores con un discurso de tono patriótico distante de las doctrinas liberales de mercado más acentuadas, y que ponía el énfasis en el rol del Estado en el mantenimiento de la armonía entre las clases sociales e intereses contrapuestos. Esta vía ideológica reafirmaba las capacidades de las burocracias estatales poniéndolas en primer plano en la administración del territorio, y va a traer en el campo académico y en el terreno profesional consecuencias superlativas. Es en este ambiente de demandas de Estado donde se produce una renovación teórica de conceptos clásicos en el campo de la Geografía como el de “región”, asumiendo una faceta más dinámica y por lo tanto adecuada para el ejercicio de la Geografía Aplicada. Es decir, las iniciativas públicas se volcaban a una fuerte intervención en distintos lugares a fin de desarrollar grandes planes y proyectos con fines de ordenación y desarrollo regional. Como vimos en el título anterior, estas ideas y prácticas trascendieron las fronteras de la metrópoli en consonancia con otras similares que se transfirieron mediante la circulación mundial a América Latina entre otros destinos.

Dentro de la gira en el subcontinente, comenta Pelosi (2011) que el arribo de De Gaulle a México produjo grandes ceremonias y una recepción casi delirante por parte de las autoridades, concretándose un préstamo por parte de Francia de 150 millones de dólares que llamó la atención en las otras naciones latinoamericanas. Sin embargo, los acuerdos de este tipo no se replicaron en los otros países visitados, más bien fueron convenios puntuales y en el rubro científico. Es más, con Argentina existía una historia de desencuentros que no sólo se remontaban a la posición de la Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, sino más recientes al viaje, como había sido la temprana declaración argentina a favor de la autodeterminación de los pueblos y de la independencia de Argelia, al igual que su rechazo de las pruebas atómicas que Francia ensayaba en atolones del Océano Pacífico y el Sahara Argelino.


Los informes de la embajada francesa sobre la Argentina

Los informes internos de la embajada francesa obrante en los archivos del servicio exterior caracterizaba en términos muy específicos a la Argentina[93], en alguna medida concordante con las descripciones geográficas y categorías típicas de la época. Así es que estos registros expresaban que la Argentina no era un país subdesarrollado como otros de Sudamérica, sino más bien se trataba de una nación que había dilapidado su porvenir desperdiciando el potencial que le brindaban sus condiciones naturales[94]. Esta documentación de la cancillería francesa a la que hicimos antes referencia resulta tener un aire de familia, ya que en su sentido parecía recoger las dudas que antaño Pierre Denis había planteado al respecto. Ante los festejos del Centenario en 1910 que celebraban con gran fastuosidad la independencia argentina y, ante tantos textos oficiales, rememoraciones y representantes diplomáticos que saludaban “el gran porvenir” de una “nación floreciente”; Denis en sus escritos se mostraba receloso no dejándose encandilar por tantas alabanzas hacia el país y su pueblo, dirá Chiozza en el estudio preliminar de su obra (nota 5). El geógrafo francés que como vimos había recorrido Argentina a principios de siglo, no había notado ni previsiones adecuadas por parte de la élites conservadoras ante la segura extinción de los factores estratégicos que alimentaban el modelo agroexportador, ni decisiones apropiadas que enfrentasen los nuevos desafíos del siglo XX, más bien observaba una población que se amparaba y descansaba sin sobresaltos en la abundancia de las riquezas naturales de su tierra.

La creencia antedicha de Denis, claro que situándose en otro tiempo y expresada con mayor sutileza y concisión con un pie en fundamentos más firmes sobre indagaciones empíricas, también parece rondar el pensamiento de Gaignard (1989). Las palabras de las que hace empleo en las conclusiones a la investigación que había realizado en el decenio de los 60 y parte de los 70 son muy sugestivas a la hora de señalar cuáles fueron los medios, o expresado en forma más precisa, qué tipo de respuesta había dado la sociedad argentina a la gran crisis del 30:

El sistema agrario y agrícola que describimos y cuya génesis hemos seguido se ajustaba perfectamente a los períodos de expansión económica y de dilatación del espacio utilizado. Esto fue cierto mientras la Pampa argentina pudo conservar un lugar específico y necesario en la división internacional del trabajo, mientras la dependencia de los centros de decisión del capitalismo mundial pudo vivirse como una ventaja más que como una compulsión merced a la amplitud de la renta diferencial. Contradicciones y asperezas se hallaban limadas... La época de crisis que inaugura el año 1929 es también la de nuevas apuestas. En pocas décadas se opera un vasto reordenamiento de las fuerzas sociales y de los sistemas productivos pampeanos en un mundo y un país que viven una profunda transformación... Lo que resulta notable, asombroso y raramente destacado es que en este nuevo juego todos o casi todos sacarán ventaja buscando la línea del menor costo y de la subproductividad más provechosa. Pero eso ya es otra historia[95].

Más allá de los dossier previos que preparaban la llegada de De Gaulle a la Argentina, la visita del general generó un escenario político inmejorable para manifestaciones partidarias de orden interno que pretendían aprovechar la presencia de una figura internacional muy prestigiosa. El Justicialismo, que se expresaba a través de los sindicatos, saludó su arribo por orden de Juan Domingo Perón ya que veían al presidente galo como afín a los postulados ideológicos de la Tercera Posición esgrimida en su momento por el peronismo. Los actos protocolares, ya sea en la Facultad de Derecho, la Corte Suprema de Justicia o la visita a las plantas fabriles de capitales franceses, se convertían en sitios de manifestaciones contrarias al gobierno cuyo poder ejecutivo estaba bajo la responsabilidad de Arturo Illía (Unión Cívica Radical del Pueblo). Los medios de prensa tradicionales lo recibieron con beneplácito, al igual que la cámara de empresarios franceses residentes en la Argentina, como además de la plana mayor de hombres de negocios vinculados con la industria automotriz en la Provincia de Córdoba, donde los capitales franceses tenían su peso.

Tendrá Gaignard como un connacional “entendido en el país” participación en los prolegómenos de la gira, sobre todo en la redacción de las memorias informativas y de los borradores de los discursos que haría el General en la Argentina. En cada país Latinoamericano al que tocaba De Gaulle en su itinerario, la delegación que lo acompañaba era ampliamente instruida con datos inherentes:

El presidente era informado de la situación geográfica del país que visitaba, de su historia, situación demográfica y étnica, estructura social, la Constitución, el ejército: su rol, sindicatos, tendencias de la opinión pública, comercio con Francia, las personalidades relevantes del gobierno y los cargos que ocupaban. Los informes contenían frases célebres de los principales personajes históricos del país visitado. En las notas figuraba el protocolo de cada visita... También comprendía los proyectos de los diversos discursos que debía pronunciar en sus visitas a las instituciones: el Congreso, la universidad, el Tribunal de Justicia, el ejército. Nunca faltaba el discurso que pronunciaba ante la colonia francesa que era objeto de una visita del general en el que era informado del estado de las diversas instituciones[96].


La agenda bilateral: temas agrarios, colaboración académica e inmigrantes

Las cuestiones relativas al área rural serían constitutivas de la agenda para avanzar en logros concretos de cooperación y enriquecer los intercambios técnicos y científicos, pero también habían sido y serían motivo de discordias en el futuro por la competencia en el comercio externo entre ambos países. Más allá de las pasantías académicas que se venían efectuando en las instituciones universitarias (que también sería otro punto de convenio que tratamos más adelante), a la visita de su presidente, Francia oficialmente mantenía dos expertos en planeamiento agrario en el CFI. Los especialistas se habían integrado al Consejo a partir de la firma de los convenios agrícolas en 1962 donde se establecía un sistema de comunicación de experiencias y resultados de pesquisas entre ambos países.

Como ya hemos señalado, entidades civiles vinculadas a la migración de ultramar adoptaron modelos de organización y prácticas productivas en el agro históricamente ejercidas en Francia. Es más, un grupo de empresarios rurales franceses o descendientes de ese origen que seguían íntimamente vinculados a redes sociales en la metrópoli fueron los creadores de corporaciones e impulsores de la tecnificación y modernización de sus unidades económicas, con el objeto de insertarse en mejores condiciones en el comercio internacional. Entre estos agrupamientos destacaban los más formales como los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) establecidos siguiendo el patrón de agremiación de agricultores galos, como así los más informales pero por eso no menos estratégicos y activos como el círculo de fuertes propietarios del campo entreverados históricamente con las burocracias y arenas estatales en donde se jugaban las medidas esenciales para el sector[97].

Las controversias entre los países se habían revelado públicamente en organismos de formación multilateral y aún en encuentros bilaterales. Los representantes diplomáticos de la República Argentina en numerosas ocasiones habían efectuado protestas por la protección de Francia a sus productos del sector primario, como por las trabas que ponían a la exportación de productos del agro; incluso esta cuestión fue motivo de mención en el discurso del presidente Arturo Umberto Illia frente a De Gaulle en un encuentro protocolar en su estadía en el país. Pero la agenda en común también comprendía otros temas trascendentes como las cuestiones relativas a la localización de migrantes franco-argelinos en Argentina[98] y un convenio que ampliaba y diversificaba los intercambios académicos profundizando a los que se habían iniciado con la Universidad Nacional de Cuyo en forma tan temprana. En el mismo año del viaje de De Gaulle se firma un acuerdo para el asentamiento de colonos franco-argelinos llamados pieds noirs, vocablo con el que también se designaba a otros colonos africanos de origen europeo que habían tomado el francés como lengua principal. Este proceso de migración se había iniciado a comienzos de la década y se buscaba su formalización, tomando como referencia el modelo de los asentamientos planificados de europeos en el siglo XIX en la región pampeana, más precisamente en la zona conocida como Pampa Gringa en el sur de la Provincia de Santa Fe. Los primeros colonos habían arribado en el año 1960 y lo seguirían haciendo a lo largo de toda la década como familias nucleadas en cooperativas, siendo sus originales destinos las provincias de Formosa, Chaco, Entre Ríos y Salta[99]. La experiencia fue en general poco exitosa, salvo en alguna medida en el caso de la Provincia de Salta donde algunos colonos se radicaron definitivamente[100].

El interés de ambos países en este ítem de la agenda común era superlativo. Por un lado para Francia estos repatriados se habían convertido en un verdadero problema, ya que no se adaptaban ni encontraban fácilmente fundos rurales para emplearse en tareas similares a las que efectuaban en la colonia, ni tenían fácil acceso a la propiedad. Para mayor perjuicio, muchos de ellos eran vistos en términos negativos como personajes anacrónicos y violentos, ya sea porque los ciudadanos metropolitanos sospechaban sobre sus vínculos con la organización terrorista OAS (Organisation de l'Armée Secrète), o bien porque la población desplazada era potencialmente competidora en el mercado laboral. Los pieds noirs se hacían escuchar porque se habían convertido en un importante movimiento político que reclamaba al Estado los compromisos asumidos en los acuerdos previos a la descolonización de Argelia. La presión social que ejercieron llevó al gobierno francés a darse cuenta que urgía una solución para estas poblaciones deslocalizadas; los destinos finales o transitorios principales de estos desplazamientos fueron España y la Argentina (al cual se dirigieron también jerarcas de la OAS)[101].

En la Argentina los periódicos tradicionales saludaron desde sus notas editoriales con satisfacción este tipo de inmigrantes, migración que veían como beneficiosa frente a otras provenientes de países limítrofes más espontáneas, tan común en la época, donde muchas personas llegaban en busca de empleo y mejores condiciones de vida. Los pieds noirs contaban con la anuencia de la dirigencia criolla puesto que la valoraban especialmente por tratarse de un desplazamiento organizado planificado y a más con capital y tecnología garantizada por un país europeo. La opinión publicada incluso de funcionarios de los gobiernos de la década es que se estaba en presencia de un factor modernizador de la actividad rural bien encuadrado en los principios desarrollistas, Había una coincidencia fundada en motivos diferentes de ambos países para tomar el tema y encontrarle una vía de solución conveniente. Justamente le va a tocar a Gaignard, quien para entonces aquilataba un gran conocimiento sobre la colonización en Argentina y puesta en explotación de las tierras pampeanas como de los procesos de migración planificada[102], hacer un balance de estos movimientos hacia el final de la década, una suerte de inventario. A pesar de los fracasos visibles, en 1967 los dos países habían decidido continuar con la experiencia de colonización, al menos mantener los instrumentos legales y el flujo de recursos financieros; por esa razón se decidió prorrogar las condiciones del contrato por tres años más hasta 1970.

Finalmente, otro resultado de la visita de De Gaulle fue la firma de un convenio académico que se proponía emplear el Instituto Francés de Estudios Superiores, la Federación de Alianzas Francesas en Argentina y la Fundación Argentina en la Ciudad Universitaria de París para el intercambio de profesores, otorgamientos de becas y reconocimiento mutuo de diplomas, además de la proyección en común de conciertos, cursos, conferencias y difusión de bienes culturales como libros, películas y obras artísticas. Este convenio se asentaba para su realización en la posibilidad de un financiamiento compartido destinado a capacitar cuadros administrativos y profesionales con el principio explícito de que se conviertan en agentes capaces de impulsar el desarrollo económico y social, en base de la experiencia que ya se había realizado. Este punto del acuerdo no logró concretarse por la constante inestabilidad a la que estaban sometidos los gobiernos argentinos, situación ante la cual la cancillería francesa se orientó a reforzar relaciones con México que mostraba un gobierno sujeto a continuidades en sus programas y elencos[103]. Hay que decir que la marcha del enfrentamiento ideológico interno en la Argentina que se agudizó en la década del 70 llegó a afectar incluso a los tradicionales intercambios que se mantenían con la UNCu.


Conclusiones

La geografía regional francesa encontró en las universidades argentinas durante la segunda mitad del siglo XX un lugar preferencial para transmitir y difundir sus ideas, enfoques, maneras de relatar y, aún en ciertas condiciones especiales, generar prácticas y pericias para actuar sobre el espacio nacional. Bajo esta influencia, en buena medida los geógrafos locales asumieron su singular mirada para describir el territorio y las regiones argentinas. El punto de vista que procuramos exhibir ha tenido como fin no sólo ver esta transmisión en un medio encerrado en los límites de las instituciones de enseñanza e investigación, sino que argumentamos cómo además trascendió ese destino original para eventualmente influir en parte en las agencias que han intervenido en procesos de transformación en distintas escalas territoriales. La idea general que sustenta este enfoque es enriquecer la comprensión entrelazando los saberes y prácticas universitarias con las estrategias políticas de afirmación de un grupo de geógrafos que se empeñaban por legitimar su disciplina, vinculándola con los proyectos que se jugaban en otros campos sociales: el político y el económico. En el campo político distinguimos dos tácticas que se acoplaban adecuadamente: una que encarnaba las metas de Francia en su política exterior convenientemente coordinada con una oportuna adecuación a los fines desarrollistas previstos por el Estado Argentino. Y en el campo económico identificamos los agentes transnacionales, entre ellos compañías francesas y burocracias públicas que constituían la provisión de equipamiento y los servicios de consultoría que determinaban la viabilidad de los planes de modernización territorial.

Va a ser en una universidad alejada del centro político, económico y cultural del país, una “universidad de frontera” donde se va a establecer el sitio privilegiado para efectuar los intercambios académicos de ultramar. Desde su fundación y durante las dos primeras gestiones del peronismo que abarcó el período 1946-1955, la Universidad Nacional de Cuyo va a tener un proyecto institucional claramente orientado a responder a las demandas regionales. Al crearse la carrera de Geografía a partir de la segunda mitad de la década del 50, su instituto y departamento se van a convertir en el núcleo de las vinculaciones; dando lugar a un intercambio en el que un círculo de jóvenes egresados marcharán a realizar sus posgrados en centros de educación superior francés, a la vez que la casa de estudios pasará a constituirse en un punto de estadía para académicos franceses que regularmente brindarán cursos de grado y posgrado, e incluso algunos de ellos con residencias prolongadas para la realización de sus tesis de estado. Por esa época muchos de los geógrafos europeos egresados con títulos de grado partían a hacer su experiencia de campo imbuida de un fuerte imaginario etnográfico a destinos “exóticos”, trabajo que luego capitalizaban simbólicamente en la academia superior a su regreso a Europa.

Ciertamente, el grupo de geógrafos nativos creó un ambiente propicio para dar continuidad a una política interna que se esforzaba por asumir e imponer factores funcionales que eran los propios de los estándares de formación de docentes e investigadores en casas de estudio europeas. El proyecto que se fue conformando en la región requería de un discurso científico reconocible para aquéllos que no eran los propios del campo, un sentido que debía ser entendido fuera del limitado círculo de pares y que permitiese con el tiempo un seguro anclaje institucional. El prestigio mundial de la geografía francesa brindó esa posibilidad: un estilo de escritura de divulgación muy comprensible y la potencialidad para responder a demandas del medio social con cierto perfil profesional que comenzaba a aparecer ante los primeros aprestos de la Geografía Aplicada. Se desarrolló entonces una geografía regional y sistemática tendiente a lograr una vena pragmática, de intervención territorial en un marco ideológico de consenso ante la necesidad de desarrollo que fue propia de la década del 60 y que el Estado promovía en sus distintos niveles administrativos.

Los geógrafos cuyanos lograron mantener estable su grupo a pesar de las convulsiones políticas y refundaciones que se daban en las universidades nacionales ante los cambios de gobierno, quizás contar con la condición de “universidad de frontera” le deparó esa continuidad. Claro está que también contribuyó el desenvolvimiento de una línea epistemológica sobre una geografía regional y general clásica que se exponía con un elevado grado de neutralidad, o bien disociada de marcos ideológicos explícitos que podrían resultar contradictorios con los que sostenían quienes eran dominantes en el campo político. Su presentación hacia la sociedad se exhibía como un saber técnico propio de especialistas y primordialmente propositivo hacia un Estado dedicado a animar el desarrollo mediante obras infraestructurales o intervenciones comarcales de distinta naturaleza.

No fue una casualidad que de las nuevas corrientes de la Geografía que se difundían a nivel internacional sólo la teorética haya conseguido cierto arraigo en el orden local a principios de los 70, seguramente porque no resultaba contradictoria con el núcleo duro del programa tradicional que sostenían los geógrafos. Por el contrario, las corrientes radicales en sus distintos matices - tanto las más moderadas como las más contestatarias o rupturistas fundadas en la cultura marxista- no encontraron cabida en Cuyo. Como han resaltado los mismos geógrafos lugareños en cada autoevaluación institucional periódica del Instituto, dichas corrientes sólo muy tardíamente encontraron algún sitio muy menor. Esta particularidad probablemente mantuvo a los geógrafos de la UNCu lejos de las sospechas que sobrevolaban sobre otros académicos que se desempeñaban en otras universidades. Las escuelas de ciencias sociales que mostraban influencia de las interpretaciones marxistas se encontrarían en el país bajo recelo en el contexto de la Guerra Fría, sobre todo durante los gobiernos militares, al punto de llegarse a su franca censura y persecución en la década del 70. La llegada del gobierno constitucional en 1973 dio lugar a una experiencia de gobierno universitario en Cuyo que intentó ser más crítica pedagógicamente e innovadora a través de un equipo de gestión que fue prontamente desalojado al ritmo de los vaivenes bruscos que se daban en el peronismo. La mayoría de los geógrafos cuyanos del Instituto que pertenecían al círculo tradicional vieron con mucho recelo los primeros cambios institucionales internos que se originaban en la Universidad apañados por el peronismo de izquierda que significaría un lapsus sumamente breve en la vida universitaria.

Es durante ese período tan convulsionado políticamente, más precisamente en el año 1975, que ocurre un hecho que fue determinante para el intercambio que se mantenía con los profesores franceses y que contribuyó de alguna manera a su interrupción. La figura de Burdeos que había hecho el primer contacto con la UNCu para iniciar la cooperación académica fue Noël Salomon, y coincidentemente sería a raíz de las circunstancias particulares que tuvo que atravesar este académico en su estadía en la Argentina, que la cancillería francesa tomaría la decisión de poner fin a la relación que se había cultivado durante años. Noël Salomon (1917-1977) reconocido historiador e hispanista francés, fundador y director del Instituto de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad de Burdeos sufrió hostigamiento e intento de secuestro cuando se encontraba dictando un curso en la Facultad. Salomon era un intelectual marxista comprometido que había tomado partido en su momento por los republicanos españoles durante la Guerra Civil Española, había celebrado la Revolución Cubana con el advenimiento de Fidel Castro y militado en favor de los procesos de descolonización -posicionamientos ideológicos por los cuales había soportado atentados y amenazas sobre todo cuando se había declarado partidario de la independencia de Argelia. La gravedad de los hechos ocurridos llevó a la cancillería a tomar distancia y a reducir los intercambios académicos hasta prácticamente interrumpirlos. Quizás hayan contribuido también a esta resolución las características del enfrentamiento político en el país cuya sombra alcanzaba a despertar sospechas sobre ciudadanos franceses residentes.

Como tuvimos oportunidad de expresar, la influencia de la cultura y de la ciencia francesa trascendió en mucho a un centro académico o ente cultural, impactando en especial a la Geografía argentina que se hacía en otros centros. De esta manera se abrieron paso perspectivas teóricas, planes y acciones territoriales que se habían ensayado en el laboratorio del espacio metropolitano y colonial. Perspectivas junto a marcos ideológicos que no necesariamente se encontraban vinculados a un saber disciplinar único sino a otras especialidades y praxis sobre las cuales no nos extendimos, como ocurrió con el caso de los productores rurales que imitaron metodologías de organización y acción de ruralistas franceses, o bien las tácticas represivas que fueron enseñadas sobre la base de creencias geopolíticas muy difundidas en el campo militar y que tuvo sus consecuencias durante las dictaduras argentinas.

Como pudimos ver, libros, autores más o menos experimentados y prácticas profesionales llegaron a distintos centros educativos e instituciones de investigación y desarrollo. Se creó un espacio transnacional de intercambios, claro con flujos de ideas jerarquizadas que provenían del centro emisor localizado en Francia donde geógrafos nativos recurrían para su formación superior en Geografía. Sin embargo, esta presencia de ideas francesas llevó a incrementar desde una mirada teórica y una guía metodológica el conocimiento empírico del país, y abrió posibilidades de intervención en equipos más complejos que se orientaban hacia la acción sobre el espacio.

Los contenidos y la modalidad de la Geografía que se fue haciendo en el período seleccionado ya no se explican solamente por un punto de vista enraizado en necesidades simbólicas de formación del Estado nacional como ocurrió en el siglo XIX, sino que las demandas hacia el campo fueron cruzadas por distintos agentes. Las demandas exteriores llegaban desde tres vertientes principales: el interés del estado desarrollista con sus agencias públicas, las políticas culturales de Francia en el continente, y del campo económico por parte de las empresas nacionales y extranjeras. En Argentina, la figura de Romain Gaignard como geógrafo diplomático fue muy importante en esa construcción de redes transoceánicas, vinculándose con colegas de distintas escuelas geográficas e históricas. Pero también hay que destacar que el geógrafo galo logró una fluida comunicación con funcionarios altos e intermedios de organismos de investigación e intervención de las burocracias públicas con acción sobre el territorio -estructuras del Estado que incluso mantenían sus planteles y objetivos más allá de los cambios de elencos en los gobiernos. La visita de De Gaulle a América Latina y a la Argentina en particular –si bien se enmarcaba en fines más amplios y complejos- va a mostrar a través de los acuerdos a los que se llegan una serie de puntos de concordancia en cuestiones que no eran ajenas a los temas que trataban algunos geógrafos que habían podido inscribirse en prácticas activas, como lo hacían miembros de otras corporaciones de raigambre histórica más profesional y reconocida como ocurría con los ingenieros.

Finalmente, si enfocamos la relación entre Francia y Argentina limitada al recinto académico, es visible la existencia de un camino de ida y vuelta de ideas y personas entre las instituciones que fue mucho más allá de ser parte de itinerarios personales que buscaban realizar tesis de estado y reconocimiento de la academia francesa para contar con una mejor posición al regreso de los geógrafos. Es más, vimos cómo en el caso de Gaignard en su retorno a Europa se transforma en un impulsor notable de los estudios latinoamericanos en el continente, en uno de los difusores más dinámicos, contribuyendo a crear con su capital institucional un objeto de estudio válido y legítimo. Su apuesta a la acumulación de un capital simbólico pudo ser traducida como valores en otros terrenos e influenciar en los organismos de cultura, ciencia y educación franceses para la creación de nuevas áreas especializadas, construyendo una fundamentación para procurar investigaciones sobre un recorte espacial cuyo diseño se apoyaba en argumentos históricos y geográficos que justificaban su unidad, más allá de los lógicos particularismos.

 

Notas

[1] Quintero Palacios (2002) explica que el enfoque regional ingresa a la Argentina a través de autores como Enrique Delachaux y Franz Khun, y que se incorpora a instancias de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA) en 1926 en los programas de formación educativa en el nivel medio, dando de esta forma lugar a las primeras regionalizaciones del territorio argentino que luego sufrirían redefiniciones en sus límites y unidades. Cuando se hablaba de región se lo hacía en términos predominantemente naturales o físicos, como una conjunción de factores climáticos y geológicos, se trataba del manejo de un término claramente vinculado a las Ciencias Naturales. Franz Kühn llega a la Argentina en 1906, como parte del conjunto de científicos y educadores alemanes que a principios del Siglo XX son contratados por el gobierno para desempeñarse en oficinas públicas relacionadas al estamento militar, a la prospección de los recursos mineros o bien para asumir como dirigentes en institutos educativos. El caso de Enrique Delachaux (1864-1910), de nacionalidad suiza es particular, ya que llega a la Argentina a fines del siglo XIX habiendo realizado su formación en la Universidad de la Sorbona e integrado en su residencia en Francia el equipo de la Oficine Geographique. En el país dirigió la Sección Cartográfica en el Museo de La Plata colaborando con Francisco Pascasio Moreno en cuestiones de demarcación limítrofe, también como catedrático de Geografía Física en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y en la Universidad Nacional de la Plata. Entre su muchas publicaciones, de destaca su pionera geografía regional física sobre el país que se editó en 1908. Correspondió al geógrafo argentino Federico Daus el paso de la región natural a la región geográfica bajo el método vidaliano, de esta manera procedió a incorporar los factores humanos para definir junto a los factores físicos los criterios de división territorial del país.

[2] Claudio Egler y Sébastien Velut en la apertura del simposio internacional “Pierre Denis. Tendencias Atuais da Geografia Regional e Ordenamento deo Território”, al referirse a la perspectiva de Pierre Denis a quien homenajeaban en el inicio de las sesiones han coincidido en sus exposiciones en denominarlo como el pionero de la escuela francesa en América del Sur. Simpósio Pierre Denis. Tendencias Atuais da Geografia Regional e Ordenamento deo Território. IPGH – IBGE. Rio de Janeiro, 2006.

[3] Denis, Pierre. Brésil au XXe siècle. 7º tirage. París: Librairie Armand Colin, 1928.

[4] El acuerdo incluía entre sus disposiciones la fundación de cátedras a dictarse en las universidades de ambos países. En la Universidad de París, se crea un curso de historia política y económica de la República Argentina cuyo titular lo designaría el Ministerio de Instrucción Pública Francesa. A raíz de la propuesta efectuada por el Ministerio, el Parlamento Argentino aprueba el contrato del profesor Pierre Denis por sus antecedentes específicos para que dicte primero el curso en el país y de esta manera in situ realice las investigaciones de campo que enriquezcan los conocimientos a volcar en el dictado de la materia (Pelosi, 1999).

[5] Denis, Pierre. La valorización del país. La República Argentina -1920 (Buenos Aires: Ediciones Solar, 1987). Estudio preliminar y traducción a cargo de Elena Chiozza.

[6] Se publicaron en: Denis Pierre. L'Argentine moderne. Chapitres geographie économique. (Universidad Nacional de Tucumán. Buenos Aires: Coni Hnos, 1916). También por encargo del rector de la UNT Oscar Terán, Denis exploró y escribió informes sobre recursos naturales con potencial económico en el Noroeste Argentino, siendo significativo su reporte sobre el yacimiento de Bajo La Lumbrera. Corresponde agregar que en el relevamiento y evaluación de recursos naturales y en especial mineros le correspondería a geólogos, geógrafos, naturalistas e ingenieros de la UNT una función pionera en el espacio regional y regiones vecinas.

[7] Generalmente cuando los autores se refieren a esta región incluyen las provincias de Mendoza, San Juan y en ocasiones a partes o la totalidad de la Rioja, Catamarca y San Luís. A excepción de esta última en todos los casos se trata de divisiones político administrativas lindantes con la República de Chile. Con el objeto de examinar los distintos usos, la historia conceptual, las perspectivas y divisiones que sostienen las distintas regionalizaciones sobre el territorio argentino pueden consultarse los artículos de Benedetti (2009) y Quintero Palacios (2002).

[8] En 1968 se expuso y divulgó el plan ideado por Alberto Taquini para reestructurar las casas de estudios superiores buscando la descentralización y creación de nuevas universidades regionales destinadas a solucionar los problemas de masividad estudiantil, y con el objetivo de generar egresados capacitados para enfrentar los problemas de desarrollo local mediante la innovación científico-tecnológica. Los gobiernos militares ejecutaron este plan llevando el número de universidades de nueve a veintitrés en el período 1970-1973. Originalmente el plan fue presentado en el coloquio sobre Modernización de las Instituciones Políticas en la Argentina por la Academia del Plata en la provincia de La Rioja, el programa que fue apropiado y puesto en acción por el Estado militar se lo ha visto como un medio para enfrentar y controlar la creciente politización del movimiento estudiantil que los sectores más conservadores de la sociedad -por esa época- veían como una grave amenaza (Buchbinder, 2005).

[9] Por Decreto Nacional Nº 20.971 del Poder Ejecutivo Nacional se establecieron tres unidades académicas: Ciencias, Filosofía y Letras, además de fundarse la Academia de Bellas Artes y el Conservatorio de Música. La Facultad de Filosofía y Letras se fundó con las siguientes carreras y reparticiones que incluían los departamentos de Biblioteca, Archivo y Museo Cuyano; Filosofía; Historia y Literatura; todas localizadas en la ciudad de Mendoza. La Facultad de Ciencias se organizó con un perfil francamente aplicado con sus escuelas distintivas, comprendiendo la escuela industrial (que incluía titulaciones en agrimensura, topografía, geodesia, cálculo y dibujo de cartografía; todas organizadas conforme al plan de estudio establecido por el Instituto Geográfico Militar) con sede San Juan. La Escuela de Agricultura (con las especialidades de vitivinicultura, enología, fruticultura, arboricultura, industrias de granja y lechería) tuvo sede en Mendoza al igual que la Escuela de Ciencias Económicas, mientras la de Comercio con la Escuela Normal se radicaría en San Luis (Pró, 1965).

[10] Tacchini, 2009, p. 203.

[11] Mastrángelo, 2009.

[12] Para cuando Cruz fue elegido ya era un latinista muy reconocido en el ámbito de estudios clásicos que solía compatibilizar en sus discursos sus inclinaciones partidarias con los valores de la educación ateniense clásica. La imagen del héroe presente en las sagas homéricas y las virtudes que enseñaban los mitos griegos debían conformar de alguna manera los objetivos educativos que correspondían transmitir al pueblo. El paladín heroico como máxima expresión de entrega era leído en los términos políticos de la época, siendo equiparado a los principios de la doctrina justicialista. Las cualidades clásicas que debían tener los hombres se alcanzarían por el entrenamiento de la mente y el cuerpo, donde los ejercicios físicos y el cultivo del espíritu eran parte de estos fines. Es en persecución de esos fines que durante su rectorado se incentivaron entre los estudiantes los campamentos deportivos, los viajes exploratorios y las excursiones de campo como las prácticas ligadas al montañismo; todas actividades a las que se les daba el significado de una prueba moral para los jóvenes, donde cuerpo y espíritu se exponían a los desafíos de la naturaleza.

[13] Mariano Zamorano que tendría una destacada actuación como delegado por el claustro de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, en la coyuntura electoral dio su apoyo a Cruz justificándolo -de acuerdo a su testimonio- en su prestigio como docente, como así también por entender que era el portador del proyecto más innovador de los que estaban en juego (Mastrángelo, 2009). Sobre este período político y los posicionamientos ideológicos y de intereses en el mundillo de los claustros de la Facultad y la Universidad resulta revelador el texto de Correas (2004).

[14] Lo sucederían Ricardo Capitanelli (1971-1973) y Rosier Omar Barrera (1973-1975). En el caso de Barrera alcanzaría la dirección como parte de un grupo de docentes, jóvenes graduados y estudiantes que llegarían con un nuevo proyecto universitario impulsado por el rector Roberto Carretero, siendo los decanos de Filosofía y Letras Onofre Segovia, y de Ciencias Políticas Emilio Tenti Fanfani. Este grupo de gestión duraría hasta la llegada en 1975 del rector interventor Otto Burgos (1975-1976) nombrado por el ministro de educación nacional Oscar Ivanissevich, produciendo en algunos casos la expulsión de algunos de los mencionados (Gómez de Erice, 2009). Luego serían directores Osvaldo Inchauspe (1975-1976) Matilde Irene Velasco (1976-1979) y Ricardo Capitanelli a partir de 1979.

[15] Semblanza sobre Martín Pérez escrita por Mariano Zamorano en el capítulo: “Los profesores de la facultad” (Universidad Nacional de Cuyo, 1965, p. 457-458).

[16] Pró, 1965, p. 132.

[17] Roig, 1965, p. 195. Cabe la aclaración que la redacción de este capítulo estuvo a cargo de Andrés Arturo Roig tomando como referencia los informes correspondientes a los institutos de investigación y el apartado sobre la vida en los institutos en la Facultad. El reporte sobre el de Geografía fue redactado por Mariano Zamorano y Susana Velazco (Universidad Nacional de Cuyo, 1965, p. 37-47).

[18] Hasta 1946 los profesores que dictaron las materias de geografía del Departamento de Historia y Geografía fueron solamente dos: Enrique Péndola Dematini (contratado en la República de Chile) a cargo de Geografía Física y Matemática y Geografía Humana; y Emilio Jofré responsable de Geografía Económica y Política Argentina. Entre 1950 y 1951 se incorporan nuevos profesores: Arturo Corte como contratado en Geografía Física, Osvaldo Inchauspe como docente interino en Geografía Humana, y Miguel Marzo que accede al adjunto por concurso en Geografía Económica y Política de la Argentina. En 1951 Héctor Arias es nombrado en Geografía Física, Mariano Zamorano logra la condición de adjunto ordinario por concurso en Geografía Argentina y Ricardo Capitanelli como jefe de trabajos prácticos en Geografía Argentina. En el bienio 1954-1955 la ausencia de Martín Pérez llevó a encargar la cátedra Geografía Económica y Política Argentina a Mariano Zamorano que regresó de Europa en Julio de 1954. En ese mismo año Ernesto García ingresó como adjunto regular a Geografía Física y Matilde Velasco a cargo de los prácticos de Geografía Argentina. Unos años después Capitanelli fue encargado de Geografía Física y Matemáticas y Zamorano de Geografía Humana. Si bien la fuente no brinda datos de ingresantes a la carrera, es de suponer por los dichos del autor que las primeras cohortes eran sumamente reducidas (Barrera, 1965).

[19] Zamorano a lo largo de su carrera participaría en organismos internacionales y recibiría varias distinciones. Sería invitado a dictar conferencias y clases en más de veinte universidades de Argentina y el extranjero, ocuparía el cargo de vicepresidente de la Unión Geográfica Internacional, dependiente de la ONU y del Comité de Geografía Urbana del Instituto Panamericano de Historia y Geografía, perteneciente a la OEA. Entre las distinciones recibiría la “Medalla Panamericana 2009” (Asamblea General del Instituto Panamericano de Geografía e Historia); la designación de Profesor Emérito ( UNCu); el Premio Nacional de Geografía y Premio “Consagración a la Geografía” (GAEA) y de “Commandeur dans l'Ordre des Palmes Académiques de la République Francaise”. Capitanelli, que alternativamente dirigiría el Instituto, también participaría de organizaciones internacionales como miembro activo en las comisiones científicas de la OEA, del Instituto Panamericano de Historia y Geografía (México), consultor habitual de organismos internacionales y miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias.

[20] La mayoría de los institutos de la Facultad se habían fundado durante la década del 40, el Primer Congreso Nacional de Filosofía había sido un hito trascendente que había afianzado la relación de la Universidad con las academias externas. Se había organizado durante el año 1949 con fuerte apoyo del peronismo y una proyección internacional notable con delegaciones de todo el mundo que se inscribían en diversas escuelas filosóficas, reuniendo a la elite académica de distintas nacionalidades con nutridas delegaciones de Alemania, Francia e Italia. El cierre estuvo a cargo del Presidente Juan D. Perón que expuso un esbozo filosófico sobre la doctrina justicialista entorno al concepto de “comunidad organizada”. Derrocado el peronismo las nuevas autoridades universitarias dieron continuidad a los contactos externos de forma tal que el flujo de becarios a formarse en centros europeos se intensificó de manera significativa durante la década del 60, afirmación esta última que se deriva del análisis cuantitativo del registro que figura en el texto de Villalobos (1965).

[21] Universidad Nacional de Cuyo. Instituto de Geografía. Base de Datos. Artículos publicados en el Boletín de Estudios Geográficos (1948 – 2002), ordenados por temática general. <http://ffyl.uncu.edu.ar/IMG/pdf/Articulos_Boletin_de_Estudios_Geograficos.pdf> Consulta 17-10-2011).

[22] Iut, 2005.

[23] En el mismo período, en el Consejo Superior de la UBA se llevaba adelante un debate intenso ante las reformas del plan de estudios que trascendía a facetas polémicas tales como la ubicación de la carrera de Geografía dentro de las unidades académicas y sobre el tipo de ciencia que se estaba discutiendo, y por ende, en qué clasificación debía incluirse. Mientras docentes del departamento de geografía sostenían y argumentaban su mantenimiento en Filosofía y Letras como carrera humanística, Rolando García, decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, proponía su traslado a la unidad académica que presidía (Cicalese, 2008).

[24] Semblanza de Federico Daus escrita por Mariano Zamorano en el capítulo: “Los profesores de la facultad” (Universidad Nacional de Cuyo, 1965, p. 458).

[25] Entre ellos puede notarse una predilección en forma temprana por las lecturas que se hacían de autores de la academia francesa, entre los más reconocidos sobresalen en el listado para el período: Pierre Deffontaines, Pierre Monbeig, Pierre George, Emanuelle De Martonne, Max Sorre, Beaujeu Garnier, Max Derrau y Roger Brunnet.

[26] Las doctrinas geopolíticas que aconsejaban la división territorial en cuadrículas, zonas, subzonas y áreas de control resultaron ser una verdadera planificación bélica para la represión de insurgentes puesta en acción en las guerras de descolonización francesas, especialmente en Indochina y Argelia. Estas doctrinas militares fueron promocionadas mediante consejeros castrenses en las academias internacionales, adonde concurrían militares latinoamericanos a tomar cursos de formación. Sobre este tema puede verse la documental de la periodista e historiadora Marie-Monique Robin “Escuadrones de la muerte: la escuela francesa" (Arte France y Canal+. Francia, 2003) y la investigación de Ranaletti (2005).

[27] Arancibia, 2004.

[28] Quattrocchi de Woisson, 1991, p. 72.

[29] Esta caracterización tan expresiva de “universidad de frontera” o “universidad de provincia” la expresa el escritor Julio Cortázar cuando cuenta cómo sin tener título universitario y con escasa experiencia docente fue contratado para dictar Literatura Francesa y Angloamericana. La necesidad de tomar profesores para cubrir las cátedras creó también un microcosmos muy singular y diferente al que se experimentaba en los claustros universitarios porteños. Castellanos Orlando. Entrevista al escritor Julio Cortázar. DDOOSS. Asociación Amigos del Arte y la Cultura de Valladolid. <http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/julio_cortazar.htm> (Consulta 2-2-2013).

[30] Fares, 2011.

[31] Ibídem nota 28, p. 72

[32] La biografía de Fernand Braudel (Gemelli, 2005) tiene una información muy rica sobre la diplomacia de ideas para América Latina en el siglo XX fomentada desde los ministerios franceses, y como sus diplomados contribuyeron a las misiones que llevaron a fomentar las Ciencias Sociales y las Humanidades en distintas naciones americanas, donde jóvenes graduados ocuparían puestos expectantes en centros y asociaciones científicas y culturales como cátedras universitarias.

[33] Ortega Cantero (2003) sigue la trayectoria de los geógrafos españoles que difundieron el modelo francés de educación como pivote de la modernización de su país, así como lo hicieron con la geografía francesa. Ellos creían que Francia luego de la guerra tenía condiciones culturales semejantes a las de España, por lo cual este aspecto constituía una ventaja primordial para la adopción de su modelo pedagógico. Los geógrafos modernos coincidían en atribuir el retraso del sistema educativo no sólo a la intromisión de factores de poder típicos de una sociedad arcaica, sino además a la fuerte decadencia que alcanzaba al sector económico y al terreno cultural. Como recuerda el autor mencionado, España venía de una guerra donde acababa de perder sus posesiones coloniales en Cuba, Puerto Rico y Filipinas; justamente de un trance similar Francia había salido sabiendo capitalizar la derrota, combatiendo el atraso escolar y fomentando los estudios geográficos comprendidos en sentido amplio.

[34] Fernández Christlieb (2011) afirma que en el pensamiento de los círculos intelectuales mexicanos ha sido común una tensión bibliográfica entre los textos angloamericanos y los franceses, más allá que en el siglo XIX fueron fundamentales las obras de los geógrafos alemanes como Humboldt, Ratzel y Ritter. La influencia francesa será definitiva en la formación de la geografía mexicana, ya que desde su origen acompaña las iniciativas científicas nacionales e inspiran las primeras reformas educativas en 1833 cuando se crea la carrera de geógrafo agrimensor para la cual se contratan docentes de esa nacionalidad. Incluso durante las intervenciones militares de Francia en México entre los años 1838 y 1862 se instituyó la Commission Scientifique du Mexique que retoma las prospecciones e investigaciones sobre el territorio. La revolución de 1910 interrumpe el predominio de la cultura francesa en las élites criollas, ya que el movimiento revolucionario naturalmente veía con mucha desconfianza las inclinaciones y las manifestaciones imperiales de Francia. Pero a pesar de estas reservas, “lo francés” siguió identificándose con el avance científico, lo que explica que en el campo de la Geografía hayan tenido buena recepción las obras de De Martonne; asimismo, la ascendiente se deja ver en las geografías humanas escritas por Carlos Benítez Delorme y Jorge Tamayo. Empero, matiza Fernández Christlieb, las ideas geográficas estadounidenses tuvieron su impronta, más intensa a partir del movimiento panamericano que se concreta con la fundación del Instituto Panamericano de Geografía e Historia en la década del 30, decenio donde resultó común la lectura de autores como Oscar Schmieder, Clarence Jones y Gordon Darkenwald.

[35] Las materias relativas a la cultura francesa estarían a cargo de un joven Julio Cortázar que luego se consagraría como escritor e intelectual durante el boom de la literatura latinoamericana en la década del 60, manteniendo durante su estadía una excelente relación con el decano Cruz e incluso apoyándolo como consejero académico (Correas, 2004).

[36] En los dos libros institucionales que publicó la Universidad Nacional de Cuyo (Universidad Nacional de Cuyo, 1965; 2009) en los que relata su propia historia, se destaca cómo en forma temprana luego de su fundación se produjo un amplio movimiento internacional de becarios al exterior de todas las especialidades existentes en las unidades académicas. No sólo llama la atención la variedad de instituciones externas de otras naciones a las que acuden, sino además a los eventos culturales, educativos y científicos que se encontraban respaldados por entidades multinacionales como la Organización de Estados Americanos y la Organización de las Naciones Unidas. Los nombres propios y sitios en el exterior a los que concurrieron son mencionados en el texto de Villalobos (1965).

[37] A su vuelta a Europa en 1969 transita por numerosos empleos jerárquicos públicos. Bernard Kayser, geógrafo de Tolouse que había prestado atención a su trabajo, lo recluta como profesor universitario en Tolouse La Mirail para reforzar los estudios latinoamericanos (que habían comenzado Jean Roche, Frédéric Mauro, Georges Baudot, Benassar Bartolomé y Jean Andreu) dedicándose a los problemas de desarrollo de América Latina. El Ministerio de Educación lo contrata como asesor entre 1981 y 1984 siendo nombrado Director de Cooperación y Relaciones Internacionales para llevar adelante programas de colaboración para el desarrollo rural y regional en América Latina y África, participando también en la redacción de proyectos y normas convenientes a los intereses de agricultores franceses. En el Ministerio participa en la nueva ley de educación superior sancionada en 1984, y en ese mismo año por iniciativa de la ministra, crea la Sociedad Francesa de Recursos Educativos de Exportación (SFERE). Gaignard se convierte en un promotor hábil en la fundación de instituciones transnacionales en organismos superiores de educación y cultura, entre las que se puede mencionar el Centro Interdisciplinario para el estudio de América Latina, Red del Tercer Mundo, Grupo de Investigación sobre América Latina, Centro de Investigación y Documentación sobre América Latina, y el Instituto de Estudios Multidisciplinarios sobre América Latina en Tolouse.

[38] Horacio Giberti actuó profesionalmente como ingeniero agrónomo, habiendo ocupado distintos cargos públicos entre los que se puede señalar el de presidente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) entre 1958 y 1961, Coordinador del Sector Agropecuario del Consejo Nacional de Desarrollo, Consultor del Consejo Federal de Inversiones (1963-1967), Director del Banco Nación (1971-1973) y Secretario de Estado de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (1973-1974). En esta última función integrando el gabinete del ministro de economía José Ber Gelbard durante el tercer gobierno Justicialista, proyectó el impuesto potencial a la tierra ociosa, propuesta que no logró concretarse debido a las fuertes resistencias de las corporaciones rurales. Sus obras orientadas a la especialidad agraria lograron una amplia divulgación, entre las que se puede citar particularmente dos: El desarrollo agrario argentino (Buenos Aires: Eudeba, 1964) e Historia Económica de la Ganadería Argentina con varias ediciones (Raigal 1954; Solar 1974 e Hispamérica 1985). A juicio de Makler (2009). Estos textos han perdurado como clásicos imprescindibles para entender las transformaciones estructurales de la actividad agraria durante el siglo XX. Una de sus primeras contribuciones la había hecho para la enciclopedia geográfica La Argentina. Suma de Geografía que codirigieron Francisco de Aparicio y Horacio Difrieri con un equipo extendido de geógrafos y especialistas (Buenos Aires: Peuser, 1958-1963. 9 tomos) tarea a partir de la cual trabó una relación amistosa y laboral de muchos años con la geógrafa Elena Chiozza. Revistó a partir de 1956 como profesor apenas inaugurada la carrera de Geografía (en la Facultad de Filosofía y Letras – UBA) en la materia Geografía Económica, fue titular de Geografía Económica Agraria en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Argentina de la Empresa (1970-1973); de Política Agraria en la Facultad de Agronomía de la UBA (1970-1974); y a partir de los 80 titular del Seminario de Geografía Agraria de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (1984-1997); de Geografía Agraria en la Escuela para Graduados INTA-UBA (1987-1990). En 1994 fue distinguido con la designación de Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires y en el año 2008 el Congreso de la Nación le otorgó el título de Mayor Notable.

[39] Zamorano, 2001, p. 50.

[40] En la Argentina es posible reconocer este tipo de funcionarios provistos de un capital simbólico muy apreciado como hombres de letras, del derecho y de las humanidades que enriquecieron la cooperación entre ambos países, como fueron los casos -entre otros- de Paul Groussac, Roger Callois y Adolfo Bioy. El caso de Paul Groussac (1848-1929) ha sido sobresaliente, desempeñándose como director de la Biblioteca Nacional por muchos años, colaborador habitual de periódicos, historiador y geógrafo vocacional. En su libro sobre las Islas Malvinas (Les Iles Malouines, nouvel exposé d'un vieux litige, Pelone, 1910) recopiló documentos que luego servirían para fundamentar los reclamos diplomáticos ante Gran Bretaña. Su posterior traducción al castellano convirtió al libro originalmente escrito en francés para las élites criollas en un texto compendiado y de divulgación, que resultó ser una fuente habitual para tratar el tema en las escuelas a partir de su promoción oficial en la segunda mitad de la década del 30.

[41] Yves Saint-Geours es presidente del Réseau Amérique Latine (Grupo de Interés Científico -GIS), entidad que conforma un sistema de comunicación documental que tiene como objeto la difusión de informaciones que faciliten las investigaciones francesas sobre América Latina en el área de las Ciencias Sociales.

[42] Dentro de esta generación y de este tipo de intelectuales podemos incluir a Oliver Dollfus (1931-2005) y Claude Bataillon, que serán –entre otros- dos de los más importantes “embajadores geográficos” en América Latina en los 60, radicándose respectivamente en Perú y México. Las sociedades andinas fueron la preocupación de Dollfus desde fines de los 50 cuando llega con 26 años como consejero cultural al Perú, siendo inmediatamente puesto al frente de cátedras en la Universidad de San Marcos. Posteriormente en 1966, expone dos tesis sobre el Perú, publicando además textos sobre perspectivas teóricas geográficas, artículos sobre temas geomorfológicos y problemáticas relativas al desarrollo del país. Residió por cinco años, llegando al puesto de jefe del servicio cultural de Francia, fundando además el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) en el que se desempeñó como director no residente a partir de 1967. En ese mismo año fue nombrado a su regreso a Francia como profesor en la Sorbona, asumiendo importantes roles en el Ministerio de Asuntos Exteriores y en el Ministerio de Investigación donde impulsó proyectos pluridisciplinares entre europeos y latinoamericanos en el marco de convenios de cooperación internacional (Deler et  Mesclier, 2004). El geógrafo Claude Bataillon provenía de una familia con intereses marcados hacia América Latina, su padre era un reconocido hispanista francés, efectuando su primera estancia en México entre 1962 y 1965. Llega luego de haber tenido una estadía prolongada en el Magreb para asumir como consejero cultural en la Embajada, estableciendo conexiones sociales con la dirigencia priista e intelectual nativa y también con el mundo francófono en la ciudad capital. Si bien originalmente no se relaciona con los geógrafos nacionales, con el tiempo logra el reconocimiento de la comunidad lugareña por sus aportes novedosos en su agenda de investigación, temas a los que no se les daba suficiente trascendencia en ese tiempo. Entre ellos cabe mencionar: la determinación de regiones en el territorio de México, los estudios sobre el mundo campesino e indígena, los efectos de la descentralización de México Central y el examen de la redes entre la capital de la nación y su región de influencia. Como hombre de redes alcanzó el cargo de director en el CNRS, fue el gestor de sus colecciones de libros para América del Sur, y también director del Grupo de Investigaciones para América Latina (Fernández Christlieb, 2008).

[43] Gaignard comenta que por ese entonces en Francia obtener el título de doctor era alcanzar la máxima consagración de una carrera académica, más propiamente su culminación. Su tema de tesis “La Pampa Argentina: ocupación y explotación” resultaba para lo que eran las cuestiones más comunes un tema insensato, un trabajo para varias personas a ser realizado por muchos años. Una vez llegado al Ministerio impulsó una reforma de la educación superior que afectó a las formas de titulación de posgrado en particular del doctorado de estado.

[44] Gaignard (1989) tanto en el prólogo de su libro como en el de su tesis doctoral agradece a las innumerables personas que lo auxiliaron en su pesquisa, a los que dice que por ser tantas no puede nombrar. No obstante hace una excepción singular al mencionar el apoyo de Mariano Zamorano y José Luís Romero.

[45] Buchbinder, 2005.

[46] Entre los historiadores cultores de esta corriente se encontraban aquéllos que pretendían para el subcampo pautas prácticas más profesionalizadas y desvinculadas de los intereses políticos partidarios o sectarios. Entre sus impulsores revistaban el propio Romero, Tulio Halperín Dongui, Haydée Gorostegui de Torre, José Carlos Chiaramonte, Carlos Sempat Assadourian, José Luís Moreno, Roberto Cortés Conde, Ezequiel Gallo y Darío Cantón. Sus presencias en puestos importantes en la universidad pública se interrumpe con el golpe de estado del General Onganía, recluyéndose algunos de ellos en centros de investigación privados o marchando a trabajar en el exterior. Restituida la democracia en la Argentina en 1983 -dice Campione (2002)- este grupo se hace un lugar central en la universidad, sobre todo en la UBA, cuestionando la forma de hacer Historia asentada tanto en una erudición vacía como aquélla que se dejaba arrastrar en sus visiones del pasado por las pasiones militantes del presente. Un joven protagonista de los orígenes del movimiento, Luís Alberto Romero (2010), hijo de José Luís Romero, va a decir que si bien la escuela francesa que orientaba la revista de los Annales era la fuerza más inspiradora, también se tenían en cuenta publicaciones del mundo angloamericano como Past and Present, las ideas provenientes de la economía desarrollista y la sociología difundida por Gino Germani. Esta nueva formación historiográfica pasó de un espacio marginal a constituirse en el sentido común del campo a partir de la instalación democrática en el país en 1983, creándose inicialmente cátedras que serían ocupadas por los referentes centrales de esta escuela.

[47] Tampoco comulgaría la Historia Social con el Revisionismo Nacionalista al que criticaría sistemáticamente. Los revisionistas cuestionaban las figuras que había idealizado la historiografía liberal, proponiéndose en su programa rescatar a aquéllas personalidades del pasado que había olvidado esta corriente, ponderándolas en su papel que las había llevado a enfrentar a la “oligarquía porteña” y a sus redes de “intereses foráneos”. Con sus ensayos y escritos revalorizaban los aspectos culturales folklóricos de la historia del país, en un relato pretérito en donde lo hispánico se ponía en sobre relieve en los orígenes y conformación de la nacionalidad argentina.

[48] El movimiento intelectual de renovación quedó muy relegado a determinados recintos privados como el Instituto de Desarrollo Económico Social (en cuya revista Desarrollo Económico, Gaignard publicaría en 1966 una traducción de su trabajo preliminar sobre la evolución de la propiedad pampeana previamente expuesto en una jornada sobre América Latina organizado por el CNRS), y a centros financiados por fundaciones norteamericanas y europeas. Incluso algunos de sus mentores y figuras afines lograron empleos profesionales en algunas reparticiones estatales que en virtud de sus redes sociales abrirían cierto espacio como ocurrió en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) (Halperín Donghi, 1986).

[49] Ibídem nota 28, p. 74.

[50] Romero, 2003.

[51] El Consejo Federal de Inversiones fue creado en 1959 por acuerdo entre las provincias argentinas, el territorio nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (hoy Provincia del Tierra de Fuego) y la municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires). El objetivo del organismo era realizar estudios e intervenciones tendientes a promover el crecimiento local y regional, de manera de equipar las desigualdades a escala nacional. Posteriormente en 1963 se crearía el Consejo Nacional de Desarrollo con el fin de que se encargue de analizar y evaluar los planes tendientes al desarrollo. Intersitio del CFI:http://www.cfired.org.ar/Default.aspx?nId=38

[52] Los libros de Yves Lacoste y Pierre George que tocaban temas de desarrollo y subdesarrollo circularon activamente en la Argentina en los 70 mediante las traducciones al castellano efectuadas por editoriales españolas o bien por Eudeba (Editorial de la Universidad de Buenos Aires). Por otra parte, había geógrafos latinoamericanos que abordaban la cuestión, claro que por ese entonces bastante menos apreciados y leídos que los autores franceses, nos referimos en particular a Milton Santos y Germán Wettstein. En la década mencionada geógrafos argentinos producen ensayos y representaciones espaciales atribuyendo los fenómenos de desarrollo y subdesarrollo a causas estructurales diversas; entre los que podemos citar a Federico Daus, y a enciclopedias de geografía popular como El país de los Argentinos que emplea en sus capítulos la perspectiva para explicar los desequilibrios regionales en el territorio nacional (Cicalese; 2006, 2007).

[53] Portantiero (2005) determina que las Ciencias Sociales (en particular la Sociología, la Economía y la Ciencia Política) transitaron temporalmente para definir sus cuestiones prioritarias por lo que esquemáticamente denomina las tres D: desarrollo, dependencia y democracia. En la segunda posguerra la agenda de las Ciencias Sociales se reorganiza enfatizando los estudios sobre el paso de una sociedad tradicional a una moderna, poniendo el acento en los comportamientos de los actores. Posteriormente, los problemas atinentes al desarrollo en América Latina son explicados por una teoría relativamente autóctona: la Teoría de la Dependencia, pasando de esta manera de una visión que se centraba en el actor a otra que lo hacía en aspectos estructurales que condicionaban social y políticamente a las comunidades nacionales. Finalmente, cuando las dictaduras latinoamericanas se retiraban del poder en los 80, los intelectuales ponen el foco en los problemas de la democracia, sistema político que se institucionaliza y es revalorizado luego de las experiencias represivas y de violencia que sufrieron los países.

[54] Zamorano, 1968, p. 25.

[55] El pensamiento de Pierre George tendría una relevancia apreciable entre los geógrafos argentinos, presente en las reseñas bibliográficas, en la consulta de sus textos teóricos y generales que integraban los programas de enseñanza de las materias destinadas a docentes. Esta influencia pesó tanto en los geógrafos maduros como en las nuevas generaciones que intentaban arribar al campo con nuevos ímpetus ideológicos distantes de los que animaban a los más ortodoxos, poniendo su interés en las reflexiones y puntos de vista del autor sobre la Geografía Activa (Cicalese, 2007).

[56] Cicalese, 2008, p. 25

[57] Entre los que cabe citar a Nidia Tadeo y Marta Pelosi orientadas a temas rurales y de población, a Gerardo de Jong en su primeros trabajos en el CFI, INTA y en el Ministerio de Agricultura, y a Cristina Klimsza Sabalain en el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) que se especializaría en estadísticas rurales. Esta información consta en el prólogo que escribe Elena Chiozza en el libro donde se recorre la vida profesional de Horacio Giberti (Ramírez, 2011).

[58] Ramírez, 2011, p. 245-246.

[59] Ibídem nota 56, p. 10.

[60] Senado de la Nación de la República Argentina, 1962.

[61] Bucciarelli, 2007.

[62] Los equipos técnicos eran mixtos siendo conformados por cinco italianos, cuatro franceses, un norteamericano, un suizo y veinticinco argentinos que en su mayoría trabajaban en empresas estatales (Bucciarelli, 2007). Giberti ha expresado al respecto que previo al estudio que referenciamos, una consultora norteamericana había llegado a la conclusión que el emprendimiento era inviable con una ecuación económica negativa. Italconsult, en asociación con SOFRELEC, demostró en su reporte no sólo la viabilidad del proyecto sino también su alta rentabilidad (Ramírez, 2011, p. 307).

[63] Fiat adquirió un compromiso muy fuerte con la economía nacional al ir paulatinamente ampliando sus inversiones en plantas que producían grandes motores para usinas, tractores, ferrocarriles, equipamiento eléctrico, etc. Su capital lo colocó preferentemente en equipos y máquinas que eran muy valorados a los fines estratégicos de un modelo que ponía el acento en el sector industrial, fundando además un centro de estudios económicos y consultora donde completaron su formación muchos de los profesionales y técnicos que luego se desempeñarían como funcionarios públicos y destacados empresarios. Entre ellos los licenciados Juan Aleman y Lorenzo Sigaut, que ocuparían cargos jerárquicos en numerosas ocasiones en la función pública, el primero de ellos llegando a ser secretario de comercio y el segundo como ministro de economía de la última etapa de la Dictadura Militar en la década del 80.

[64] Ibídem nota 58, p 317.

[65] Consignamos a continuación la tarea profesional exclusivamente realizada en la Argentina para organismos nacionales y plasmada en algún tipo de informe técnico para lo que se consultó el listado del apartado “Romain Gaignard. Publications et encadrements de mémoires d’etudiants / Publicaciones e dirección de tesinas – Rapports techniques /Informes técnicos” de Dembicz, Andrzej; Guibert, Martine; Huerta, Mona (2003, p. 29):

*Gaignard, Romain. Chapitres sur la navigation et la prospective du développement regional du Bassin de l’Uruguay. In: SADELEC, Rapport de la Commission techique international du Salto Grande, remise en février 1962 aux gouvernements argentin e uruguayen.

*Gaignard, Romain. Estructuras agrarias pampeanas: investigación piloto (direction de l’étude pluridisciplinaire et rédaction du document). Buenos Aries. SAGPy A. Dirección General de Economía Agropecuaria, 1967, 30 pages, 80 pages de’annexes, 31 graphiques et croquis, 16 cartes. (El equipo lo constituían Nidia Arces, Silcora Beazotti, Claudio Ferreyra y Jean Claude Houtman geógrafo de Burdeos tesista que trabajaba sobre la región maicera del país).

*Gaignard, Romain; Sevin, Gabriel. Operación zonas áridas – Proyet pilote de’action en vue du dévelopment rural de la región cotonnière du Chaco (responsable de cette étude franco-argentine conduite en 1970-72). Rapport final, 1973, 76 p. (Publié sous forme de libre en 1975 par le Gouvernement argentin).

[66] Ibídem nota 28, p. 75.

[67] SADELEC, era la sigla de una conjunción de empresas francesas constituida por SOGEI (Societé Général e d'Exploit at ions Industriel1es), SOFRELEC (Societé d'Étude set de- Réalisation d'Équipéments Electriques) y SEEE (Societ é d'Études e t d'Équipement s d'Entreprises). La firma finalizó el estudio preliminar en 1962 concluyendo “la indudable factibilidad y el gran interés del aprovechamiento desde los puntos de vista técnico, económico y financiero (Andrade Ambrosini, 1970, p. 22).”

[68] SOFRELEC (Société Française d'Études et de Réalisations d'Équipements Électriques) era una firma transnacional que había realizado durante la década del 50 y el 60 numerosos informes de factibilidad de obras de desarrollo y venta de equipos en España a solicitud del gobierno dictactorial de Francisco Franco y en varias naciones de América Latina. Era parte integrante de SOFRES (Sociétés Françaises d'Études) compuesta por una serie de sociedades de ingeniería especializadas en la asistencia técnica en el extranjero, sobre todo en tres sectores de actividad: las minas a cargo de SOFREMINES (Société Française d'Études et de Réalisations Minières); los ferrocarriles bajo la responsabilidad de SOFRERAIL (Société Française d'Études et de Réalisations Ferroviaires) y la electricidad de la mencionada en primer término SOFRELEC (Sánchez Sánchez, 2008).

[69] Rosier Omar Barrera (1928-2008) al que hemos citado a lo largo de este trabajo (nota 14) tuvo un rol importante en la carrera y la investigación en el Instituto de Geografía de la UNCu. En 1980 migró a México a la Universidad de Guadalajara más específicamente a la Facultad de Geografía, siendo uno de los fundadores de esa unidad académica. Impartió materias relacionadas con su especialidad, poniéndose al frente de la cátedras de Geología, Hidrografía, Geomorfología y Sistemas Ambientales, ejerciendo además, diversos cargos de gestión institucional. Fuente consultada: Universidad de Guadalajara. Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades. Departamento de Geografía y Ordenación Territorial. Intersitio: http://www.geografia.cucsh.udg.mx/noticias/pdf/omar_barrera.pdf (Consulta: 22-11-2012).

[70] Gaignard, 2003.

[71] Gaignard, 1989.

[72] Gaignard aparte de un intenso trabajo de campo, rastreó información en distintos archivos y repositorios seleccionando para su estudio fuentes variadas: cédulas catastrales, censos agropecuarios, listas de empadronamientos, padrones de inmuebles, guías de contribuyentes y catálogos de mensuras. Hay que tener en cuenta que por ese tiempo existía muy escasa bibliografía y fuentes sobre el tema y las técnicas eran sumamente rudimentarias. No se contaba con la variedad y sofisticación de fuentes que existen hoy como fotografías aéreas, imágenes satelitarias, registros informatizados, programas para manipular datos cuantitativos, censos específicos y registros actualizados periódicamente. La documentación gráfica recopilada por Gaignard fue donada al Fonds de cartes des organismes membres de l'Institut des Amériques: Fonds Argentine, partie du Fonds Romain Gaignard déposé à la Cartothèque-Photothèque du Centre de Documentation REGARDS CNRS - UMR ADES Université de Bordeaux - CNRS.

[73] Devoto y Guibert, 2003, p. 113.

[74] Jean Tricart (1920- 2003) había nacido en Montmorency al norte de París, obtuvo en 1941 el Diploma de Estudios Superiores, en 1942 se tituló en Historia y Geografía, doctorándose luego con una tesis sobre el relieve del Este de la Cuenca de París. Se afilió en su juventud al Partido Comunista Francés revistando en la Segunda Guerra Mundial durante la ocupación alemana en las fuerzas de la resistencia. En 1945 inició su carrera universitaria, en la Sorbona como asistente de André Cholley (su director de tesis), luego en 1948 pasó a la Universidad de Estrasburgo y en 1970 a la Universidad Louis Pasteur (Facultad de Ciencias y Medicina) unidad académica que se incorporaría junto a otras dos casas de estudios superiores a la Universidad de Estrasburgo. Sus libros, como los manuales de iniciación a la Geografía Física tuvieron amplia difusión en las carreras de Geografía en la Argentina junto a otros también usuales de autores franceses como el de Max Derruau. Los más difundidos fueron las traducciones al español de los textos de Tricart, La epidermis de la tierra (Barcelona: Labor, 1969); y en colaboración con Kilian J. La Ecogeografía y la Ordenación del Medio Natural (Barcelona: Anagrama, 1982). En la Argentina dictó conferencias y cursos de ordenamiento territorial en la década del 80 en la Sociedad de Estudios Geográficos (GAEA), en la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF), en la Universidad Nacional de la Pampa, y en los 90 en la Universidad Nacional de Santiago del Estero. La geógrafa argentina Blanca Fritschy, que efectuó su diplomatura de posgrado en la Universidad Louis Pasteur (Estrasburgo I) fue su última doctoranda en la Universidad de Estrasburgo antes de pasar a retiro como docente universitario. Fritschy influida por sus puntos de vista crearía luego el Laboratorio de Geografía Ambiental, Ecogeografía de Llanuras a inicios de la década del 90 en la UCSF desempeñándose luego como investigadora principal del CONICET con asiento en la Universidad Nacional de Santa Fe, dedicándose a investigaciones de geografía física y de riesgos en una zona de poblamiento muy castigada por las inundaciones recurrentes que producen los desbordes en el Paraná Medio.

[75] Mainguet, 2003.

[76] Pérez Alberti, 2003.

[77] Tricart, Jean. Geomorfología de La Pampa Deprimida. Base para los Estudios Edafológicos y Agronómicos. Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación. Buenos Aires: INTA, 1973. 202 p.

[78] Al respecto, la geógrafa argentina Elena Chiozza decía: “Yo creo que uno de los méritos de Mi país es haber abarcado todas las ramas del conocimiento que el ciudadano necesita para su formación ciudadana. El País y El Atlas terminaron siendo utilizados por profesionales para sus informes sobre área, siempre tuvimos mucho cuidado con la calidad de la información que brindábamos. Nos decían: <<anoche me salvaste la situación>>, los profesionales saben que en los concursos de consultoría y situaciones de urgencia es bueno contar con una fuente confiable (Cicalese 2008:10)”. Santis Arenas y Gangas Geise (1981) hacen referencia a la obra que compiló el geógrafo chileno Humberto Fuentesalida Villegas titulada Geografía Económica de Chile, que vio la luz por la iniciativa del ente estatal de financiamiento e innovación empresaria denominado Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) que publicó los cuatro volúmenes entre 1948 y 1962. Los autores expresan en el mismo sentido que lo hace Chiozza con respecto a las geografías corológicas, que el trabajo de Fuensalida Villegas ha sido la mejor respuesta a las necesidades de la “Geografía Práctica” del país (CORFO, Corporación de Fomento de la Producción. Geografía Económica de Chile. Santiago de Chile, CORFO-Fundación Pedro Aguirre Cerda, I y II, 1950; III y IV, 1962). De esta voluminosa obra se hizo un resumen en un tomo que se editó en 1965 incluyendo una actualización de cuadros y datos estadísticos que fue ampliamente difundido.

[79] Zamorano, 2010.

[80] Utilizamos el término “campo híbrido” en el sentido fructífero y positivo como lo entienden Mattei Dogan y Robert Pahre (1993). Es decir, se trata de campos de conocimientos que se originan en un proceso de evolución de las ciencias que desemboca en el surgimiento de nuevas ramas y subramas que van profundizando la especialización. Por la creciente fragmentación suele ocurrir una recombinación transversal de las especialidades que provienen originalmente de distintas áreas del conocimiento, abriéndose un nuevo campo de encuentros donde suelen converger teorías, conceptos, métodos, técnicas y resultados empíricos. Cuando las condiciones institucionales se muestran propicias y existe un capital de conocimientos específicos acumulado se puede hacer valer y reconvertir en capital institucional formalizando una red social que se viabiliza en proyectos en común a través de centros, institutos, cátedras, carreras de posgrado, revistas académicas, áreas, etc. Esta perspectiva puede servir para interpretar satisfactoriamente la creación de centros de estudios latinoamericanos en Europa, de los cuales los geógrafos con estadías en América se constituyeron en hábiles promotores.

[81] Conviene traer a colación que el mismo término “América Latina” delimitaba un área que guardaba intenciones ideológicas fuertes ya que se forjó sobre una base geoestratégica y cultural durante el II° Imperio (que abarcó el período 1852-1870 bajo el presidente devenido en dictador Carlos Luís Napoleón Bonaparte) ante la inquietud que generaba en Francia el empoderamiento de los EUA y como forma de legitimar las intervenciones en países americanos en virtud de la existencia de vínculos culturales comunes.

[82] Ibídem nota 28, p. 72.

[83] Pelosi, 1999.

[84] Huerta (2006) comenta que luego del eclipse que significó la primera guerra mundial para los países europeos, Francia reactiva su diplomacia de ideas principalmente a través de la fundación de institutos bilaterales para difundir su cultura siendo la entidad central la denominada Grupo de Universidades y Grandes Escuelas de Francia para América Latina. En el mismo año que se funda el instituto en Buenos Aires (1922) se crea en Río de Janeiro el Instituto de Alta Cultura Franco-Brasileña, en estos dos naciones de ultramar es donde Francia hacía las mayores apuestas. Siguiendo estos dos modelos rectores se crean otros centros en ciudades capitales en México (1924); Uruguay (1926); Perú (1927) y simultáneamente en Paraguay y Venezuela (1928).

[85] Ibídem nota 28, p. 72-73.

[86] Tomando en cuenta solamente el período que se extiende desde 1969 a 1981, en el Instituto se defendieron 13 tesis de doctorado de Estado que son compatibles en sus títulos con los territorios de los países de ultramar.

[87] El autor mencionado registra durante el primer período del instituto (1945-1967) la labor en geografía aplicada de los geógrafos que intervinieron en proyectos de ordenamiento de subregiones y planes hidroagrícolas en África, en particular en Senegal, Alto Volta, Níger y Argelia; haciéndole en este último país hasta su independencia en 1962. En los períodos siguientes esta lista se incrementaría al punto de crearse en 1980 el Centre de Recherches sur les Espaces Tropicaux (CRET).

[88] Ibídem nota 28, 1991, p. 76.

[89] Ibídem nota 28, p. 79.

[90] Esta aceptación generalizada llevó a De Gaulle a asumir el cargo de primer ministro en junio de 1958 ante la severa crisis institucional, logrando del presidente René Coty –quien lo había convocado- y de la Asamblea General plenos poderes, procediéndose entonces a la creación de la Vª República, constitución que se aprobó masivamente en un referéndum ese mismo año. La constitución de la Vª República reflejaba el pensamiento de De Gaulle a medio camino entre el autoritarismo bonapartista y la tradición republicana. Al año siguiente, De Gaulle obtendría la presidencia venciendo con el 78% de los votos al comunista Georges Marrane, que apenas logró el 13%, y el 9% el candidato independiente André Châtelet. Aprovechando el impulso electoral obtenido, favoreció la creación de un movimiento en torno a su liderazgo al que no quiso denominar partido, que se dio en llamar Unión por la Nueva República (UNR).

[91] Bataillon, 2003, p. 87.

[92] Sus principios políticos pueden resumirse en ciertas premisas básicas: un poder ejecutivo fuerte, el ejercicio de sufragio directo sin mediaciones, la utilización usual del referéndum como medio de afianzar las decisiones ejecutivas, y el planteo internacional de la Tercera Posición que en los hechos se materializaba en la búsqueda de mayor autonomía de los organismos supranacionales y las potencias hegemónicas.

[93] Pelosi, 2011.

[94] La memoria interna de la embajada también destacaba que la Argentina había estado expuesta a un desarrollo incoherente por mucho tiempo, donde se había priorizado de la industria de consumo sobre las imprescindibles industrias de base, y se había mantenido un déficit fiscal crónico que atribuía a un legado del peronismo; a lo que sumaba una gestión anárquica de la administración pública.

[95] Gaignard, 1989, p. 458.

[96] Pelosi, 2011, p. 69.

[97] Los CREA constituyen una asociación civil fundada en 1957 por Pablo Hary, empresario rural de ascendencia francesa y militancia católica quien la presidió hasta 1969. Estos consorcios fueron creados a imagen y semejanza de los Centros Franceses de Estudios de Técnicas Agrícolas CETA (Centre d´Etudes de Techinques Agricoles) que nucleaban a productores rurales para trabajar en forma congregada de modo que pudieran compartir experiencias. Para 1960 los consorcios se organizan en la federación ACREA, que en la actualidad reúne un total de 1950 productores, administradores o propietarios que poseen 4 millones de hectáreas, reunidos en 204 grupos en 18 regiones (http://www.aacrea.org.ar). Además, Horacio Giberti reconoce otros empresarios muy prósperos y emprendedores en la época de ascendencia o nacionalidad francesa como Juan Rousseau Portalis (presidente Italconsult), Gastón Bordelois, López Saubider que mantuvieron vínculos estrechos con el INTA, incluso llegando algunos de ellos a ser funcionarios importantes en el Instituto (Ramírez, 2011).

[98] Para Francia estos migrantes se convertían en un espinoso problema social y político, ya que regresaban como colonos frustrados al país donde no eran muy bien recibidos por los ciudadanos metropolitanos, este movimiento poblacional se generó como consecuencia de los Acuerdos de Evian que en 1962 llevaron a la declaración de la independencia de Argelia.

[99] El acuerdo bilateral contemplaba la formación de cooperativas donde Francia daba un monto por cada familia migrante, garantizaba el transporte de equipamiento tecnológico avanzado y Argentina daba libre ingreso aduanero a bienes y equipos para las explotaciones, como asimismo se comprometía dentro de sus posibilidades a crear las infraestructuras imprescindibles (rutas, vías, escuelas, hospitales, etc.) para el acceso a las tierras donde se radicarían (Santi, 2004).

[100] Por diversos motivos muchos volvieron a Francia, otros no se asentaron en las primigenias regiones que se les habían asignado y se dirigieron al Sur, fundando la colonia de Valle Azul en el curso superior del Valle de Río Negro en la Patagonia Norte. Sin embargo, no lograron convertirse en punta de lanza de nuevos contingentes, ni transformar de manera notable el paisaje primitivo (Mases, 1991).

[101] Los jefes de grupo fueron los verdaderos promotores del acuerdo bilateral, presentaron proyectos al gobierno de De Gaulle para reclamar el pago de subvenciones comprometidas, contactaron con el consulado argentino y fundaron la Société Franco Argentine d'Exploitation Agricole. Entre los principales jefes se encontraba Georges Thurín que fundó en Toulouse la cooperativa con un grupo de familias que migrarían a la Argentina, para finalmente dirigirse al Valle Azul en la Patagonia. Habría que agregar que importantes miembros de la OAS se radicaron en la Argentina

[102] Gaignard conocía muy bien los aspectos substanciales y prácticos de las migraciones planificadas en el país, su aproximación había sido en sus investigaciones histórico-geográficas en aquellos sitios donde estos movimientos habían ocurrido. Esto lo colocaba en una posición inmejorable para aconsejar en los proyectos de este tipo a ambos gobiernos. Por otra parte, ya en la década 70 sería el impulsor de investigaciones de este tipo al haber “descubierto” el caso de la ciudad de Pigué (Sudoeste de la Provincia de Buenos Aires) centro de colonización francesa fundada por aveyroneses en 1884. El artículo específico al que nos referimos: Gaignard Romain. La faillite de l’expérience de colonisation agricole des Pieds-Noirs en Argentine. Les Cahiers d’Outre-Mer, Bordeaux, n°83, 1968, p.308-317.

[103] El acuerdo se retomaría muchos años después, ya que recién en 1999 se crearía el Centro Franco Argentino de Altos Estudios. En esta tarea, a Gaignard le cupo un papel central, incluso desarrollando luego de su vuelta a Francia una intensa actividad orientada a la creación de redes de cooperación académica con América Latina.

 

Bibliografía

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* A los efectos de obtener información general y esclarecer dudas sobre las traducciones recurrimos a: Wikipedia La enciclopedia libre en línea <http://www.wikipedia.org/>, Wikipédia, l'encyclopédie libre <http://www.wikipedia.org/> ; y Wordreference. Diccionarios de Español, Inglés, Francés y Portugués en línea <http://www.wordreference.com/es/>

** Agradezco a Martine Guibert por tan buena predisposición a esta investigación, a Gloria Zamorano por su generosa atención a los cuestionarios que le hice llegar; a Mónica García y Blanca Fritschy por ilustrarme ampliamente sobre el aporte de los geomorfólogos franceses en su paso por el país; a los bibliotecarios y documentalistas de la Biblioteca Nacional del Maestro (Ministerio de Educación – Presidencia de la Nación), especialmente Julieta Almada Fajardo, Ariel Fort y Mariana Lagar quienes me abrieron la posibilidad de acceder a fuentes de difícil acceso y obtención; asimismo, a la directora de la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras (UNCu) Sandra Ficarra por los envíos documentales para el grupo bajo mi dirección. Finalmente mi agradecimiento a Silvina Pereyra por sus sugerencias y correcciones sobre el texto, a Nacho Cicalese por su acompañamiento en las tareas de campo y a todos aquéllos que ayudaron a superar con sus traducciones un francés rudimentario por parte del suscripto.

 

© Copyright Guillermo Gustavo Cicalese, 2013.
© Copyright Scripta Nova, 2013.

 

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