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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVI, nº 916, 25 de marzo de 2011

[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

EL 'PROYECTO MADOZ' LA RECONSTRUCCIÓN DEL DICCIONARIO DE MADOZ EN LA WEB 2.0


Francisco J. Tapiador

Josu Mezo
Andrés Navarro


Universidad de Castilla-La Mancha

Recibido: 15 de julio de 2010. Devuelto para revisión: 30 de julio de 2010. Aceptado: 20 de octubre de 2010.


El Proyecto Madoz. La reconstrucción del diccionario de Madoz en la Web 2.0

Este artículo presenta un proyecto, el “Proyecto Madoz”, cuyo objetivo es reconstruir el diccionario de Madoz. Para ello, se utilizará la filosofía de la Web 2.0, desarrollando una comunidad que transforme el Diccionario en un formato más adecuado para la investigación científica. El producto final estará georreferenciado, de manera que se puedan aplicar métodos cuantitativos a esta valiosa fuente de información de la España de mediados del diecinueve.

Palabras clave: Diccionario Madoz, geografía histórica, sistema de información geográfica histórico, Web 2.0


The Madoz Project. The reconstruction of Madoz' dictionary in the Web 2.0 (Abstract)

This paper presents a project aimed to reconstruct Madoz' dictionary. The “Proyecto Madoz” uses Web 2.0 philosophy to develop a community project to render the Dictionary in a format more suitable for scientific research. The final product will be georeferenced so quantitative methods could be applied to this valuable source of information for mid-XIX century Spain. 

Key words: Madoz dictionary, historical geography, historical GIS, Web 2.0


El Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar es una obra publicada por Pascual Madoz Ibáñez (1806?-1870)[1] entre 1846 y 1850. Ministro de Fomento en 1855, su nombre es bien conocido, puesto que aparece hasta en los libros de historia escolar como autor del decreto que llevó a la mayor desamortización de la historia de España, y que completó a la de Mendizábal.

El Diccionario incluye información cuantitativa sobre demografía, localización, instrucción pública, beneficencia, criminalidad, procesos judiciales civiles, industria, comercio, navegación, población, caminos, riqueza territorial, e impuestos, entre otros. Compuesta por dieciséis volúmenes, proporciona datos de primera mano sobre las poblaciones de España a mediados del XIX. A Madoz le interesaba recopilar información sobre temas tan concretos como el número de alumnos en cada nivel de enseñanza, segmentado por sexo; si los maestros y maestras contaban o no con título, cuánto cobraban, y si el pago era monetario o en especie; o si los centros de enseñanza contaban con laboratorios de física y química; o el número de museos y sociedades de la España de la época. La obra también incluye apreciaciones, consideraciones y descripciones de varios temas, como las gentes, el territorio, o el clima, para los lugares reseñados. Los datos básicos más comunes son los de población, situación y edificaciones. 

La extensión de las entradas del diccionario, que se organiza en orden alfabético, se relaciona con la importancia del lugar: a las capitales se les dedica varias páginas y se demora en detalles como la composición de los museos más importantes de la ciudad, o la descripción de las fachadas de las iglesias, mientras que las aldeas se resuelven en pocas líneas que dan poco más que fe de su existencia. La información para Madrid y Barcelona es especialmente extensa. Las entradas del diccionario incluyen no sólo entidades individuales como ciudades, pueblos y aldeas, sino también de agrupaciones tales como diócesis, partidos judiciales, o audiencias territoriales. Se presta atención a los homónimos, procurando ser unívoco y preciso en la localización e identificación de los sitios. Las fuentes bibliográficas de las que se auxilió Madoz vienen recogidas en el primer volumen de la obra. No obstante, la fuente principal de las entradas fueron los informes de los corresponsales, por lo que se trata de un obra basada en trabajo de campo. Este es uno de sus valores más importantes.   

En la confección del Diccionario, Madoz se dotó de un buen número de corresponsales en España y el Ultramar, y de un pequeño grupo de colaboradores que le ayudaba a organizar las respuestas. Los corresponsales eran en su mayoría amigos y correligionarios políticos (Vilá Valentí 1977). Los colaboradores eran también amigos, en su mayoría personas caídas en desgracia política en las muchas vueltas que dio la política española en aquellas décadas. El volumen de datos que recibió excede con mucho lo que se al final se publicó en el Diccionario[2]. Los volúmenes se fueron publicando en etapas, desde 1846 al 1850, enviándose cuando estaban terminados a los aproximadamente 8000 suscriptores que hicieron posible la viabilidad económica de la empresa, y entre los que se encontraban, por decreto del ministro de Gobernación Fermín Caballero -que también era geógrafo-, las diputaciones, ayuntamientos y centros de enseñanza; una ayuda esta de la administración impagable para el éxito de la obra.  

Los volúmenes correspondientes a Ultramar no llegaron a publicarse. Las razones pudieron ser tanto por la falta de datos remitidos por los corresponsales de Puerto Rico, Cuba y Filipinas[3], como por el por el propio procedimiento de financiación de la publicación del Diccionario, basado en suscripciones, y que por falta de previsión sobre el volúmen de la obra le hubiera obligado a servir los volúmenes de Ultramar de manera gratuita una vez superados los dieciséis del contrato (Quirós et al. 1994).

La literatura científica y El Madoz

Los datos contenidos en el Diccionario han sido utilizados para diversas investigaciones en los últimos años. Además de en libros, tesis, folletos, artículos y sueltos, los datos extraídos del Madoz menudean en páginas Web dedicadas a temas de historia o turismo local, no siendo infrecuente encontrarlos junto con las entradas de otros diccionarios históricos en las páginas de presentación de los ayuntamientos. En cuanto a la literatura científica, el Diccionario ha proporcionado información a trabajos de diversa naturaleza que van desde la historia de la evolución económica de los diferentes territorios españoles hasta análisis sobre la evolución del paisaje.

Ejemplos en los análisis de actividades económicas tenemos múltiples, como el caso de la evolución de la alfarería en Alcorcón (Fernández Montes, 1997), de la industria fabril harinera en Aragón (Germán, 2002) y en Palencia (Moreno 2002), de la explotación aurífera en el occidente asturiano (Feo, 2002), del avance ganadero en Cantabria (Lanza, 2001) del desarrollo del sector pesquero en el País Vasco (López, 2002), o de la modernización industrial de la producción de alcohol en diferentes puntos de la Península Ibérica (Puig, 1993). En estos trabajos todos los autores han manejado el diccionario como fuente básica, auxiliar o puntual para el desarrollo de sus investigaciones, bien porque se considere que posee una detallada información económica por territorios para el siglo XIX, bien porque sea una de las pocas fuentes estadísticas fiables existentes, como sucede para el caso de la agricultura del XIX español[4]. Hay más ejemplos: Ramos (2009) toma el dato del Diccionario sobre la cuantificación de las tierras de labor en el pueblo de Holguera en las estimaciones que realiza para los siglos trece al dicieseis; mientras que Vicedo-Rius (2008) extrae apuntes para su análisis de los precios del cereal entre Lérida y Barcelona y del origen del mercado de cereal de la primera ciudad. Collantes (2003) usa datos numéricos sobre la ganadería para completar las series temporales de su estudio de la ganadería de montaña en España desde 1865 hasta el año 2000. En el capítulo de detalles, Lana (2000) recoge una nota liminar sobre el uso de fertilizantes en la época.

El Diccionario ha servido también como fuente de información en investigaciones sobre los usos de los recursos naturales y sobre el medio ambiente. Así, aparece en análisis sobre usos del suelo (Serrano, 2005; Ruiz, 2006), sobre los recursos hídricos (Oliva, 2003), sobre la riqueza vegetal (Ruiz 2006), o sobre la masa forestal para el uso industrial como fuente de energía (Ainz, 2008). En este último trabajo, por ejemplo, que mantiene la incompatibilidad del desarrollo sostenible con el monocultivo del Pinus radiata en el País Vasco a partir de un estudio bibliográfico, se emplea una entrada del Madoz para dar constancia documental del primer ciclo de explotación de un pinar. A Fernández (2001), la información cualitativa referente a la masa forestal le sirve como punto de partida para elaborar una cartografía histórica de los hayedos de las cuencas de los ríos Leza, Jubera y Cidacos, comparando dicha información con la situación en la actualidad y desarrollando una secuencia de evolución del paisaje. 

En el área de cambio climático también se ha utilizado al Madoz: García Latorre et al. (2001) lo citan también como fuente para situar el inicio del proceso de desertificación del suroeste español en el siglo XIX, como consecuencia de la destrucción de los bosques en ese periodo, recogiendo la cita sobre la alta densidad de campos de cultivo que anota Madoz. Estos autores señalan que el diccionario contiene al menos 40 citas sobre la deforestación en la provincia de Almería. No obstante, la información ambiental del Madoz, tributaria de la ciencia de 1850, ha sido rebatida en algunas ocasiones, como el caso de la decisiva repercusión de la cubierta forestal en el volumen de precipitaciones que señala Madoz, y que Gil Olcina (2007) considera imaginaria. 

Un uso destacado ha sido el de manejar la información de esta fuente como herramienta explicativa del desarrollo y de las consecuencias del proceso de modernización económica en la España liberal. Autores, como Sánchez (2006), nos introducen en las consecuencias económicas que suponen pasar de un sistema de propiedad de la tierra de tipo feudal a un sistema de propiedad privada, con todos los elementos de tipo productivo que eso conlleva. Otros autores lo que realizan es una valoración crítica sobre la efectividad práctica del proyecto de modernización económica llevado a cabo por los liberales en España (Gómez, 2002, Velasco, 2007) .

Una función corriente del Diccionario en la literatura geográfica e histórica es para la descripción de cómo eran los lugares en el pasado, o para elucidar topónimos: Sanmartín (2009) toma nota de la descripción que hace el Madoz de El Palmar (Valencia) como una especie de isla de la Albufera, y no una isla; y Téllez (2001), al tratar los honores que hizo Carlos III a su ministro Wall en c.1763, aprovecha la nota erudita del Diccionario para clarificar el origen del nombre del Real Sitio del Soto de Roma en Granada. Cisneros et al. (1999), por otro lado, toman descripciones del libro para iluminar el marco histórico de su trabajo sobre tres molinos cántabros, mientras que Fernández Montes (1997) utiliza párrafos enteros del Diccionario para mostrar la decadencia de Alcorcón y su alfarería, los problemas de salud asociados con el vidriado, y la actividad comercial en los mercados de Madrid, todo ello en el contexto del estudio de género que lleva a cabo esta autora sobre la localidad madrileña. 

Además de estos trabajos, encontramos análisis de tipo sociológico o paisajístico que utilizan al Madoz como fuente de información. Así pues autores como Iglesias (2005), utilizan la información cualitativa y cuantitativa para realizar un análisis sobre la actividad delictiva en la Galicia de los siglos XVIII y XIX, estableciendo comparaciones entre ambas épocas. Por otro lado, Cámara (2009) utiliza datos del Madoz como información complementaria para su estudio de antropometría histórica en dos comunidades rurales de Andalucía; mientras que a Sarasúa (1998) le sirve para certificar la existencia en la época de una escuela primaria en Vega de Pas.

El uso en estudios arquitectónicos y de habitación incluyen los trabajos de Dacosta (2008), que aprovecha la información dada en el Diccionario sobre una cantera para apuntar el posible origen de material para la construcción en un pueblo Zamorano; y de Jose María Fuentes (2010), que basándose en su experiencia en el centro de España propone una metodología de análisis de datos sobre la arquitectura vernácula rural que incluye al Madoz -al que denomina 'Catastro de Madoz de 1845-1850'- como fuente de datos.

Este repaso, en modo alguno exhaustivo, de la literatura científica relacionada da cuenta de la variedad de aplicaciones posibles del Madoz, y del potencial de la obra para ampliar el ámbito de las investigaciones reseñadas, o para la realización de estudios comparados. La capacidad de abordar estas tareas, sin embargo, se ve limitada por el formato en que se encuentra la obra. Los volúmenes originales del XIX se encuentran tanto en papel[5] como digitalizados en dos formatos: un ráster que proviene del escaneado directo del papel, y una versión realizada con un programa de Reconocimiento Óptico de Caracteres (ROC)[6]. Este último formato, aunque potencialmente útil para realizar búsquedas y organizar la información, cuenta con varias carencias. En primer lugar, la calidad del recocimiento es limitada, por lo que una traslación directa adolece de erratas y de huecos resultado de la multitud de palabras y de párrafos enteros que el software no es capaz de identificar. En segundo lugar, las tablas que contiene el diccionario no son interpretadas con claridad. También, la versión ROC forma un continuo en el que es necesario introducir orden e indexar si se quiere poder extraer información útil para la investigación. A este problema se añade que la calidad del reconocimiento automático es variable entre los volúmenes, lo que podría sesgar las búsquedas. Iba siendo pues necesario dar un paso más y transformar al Madoz a un nuevo formato que fuera a la vez que respetuoso con el original, apropiado para la aplicación de métodos de análisis cuantitativo, y accesible a todo el mundo de manera gratuita.

El Proyecto Madoz

El Proyecto Madoz pretende reconstruir el diccionario en una versión totalmente digital para, por una parte, cubrir una omisión histórica, y por otra, ayudar a valorizar una de las obras más importantes que ha proporcionado la ciencia geográfica española en la edad contemporánea, y que culmina varios intentos anteriores de diccionarios geográficos[7]. La omisión se refiere a la falta de una edición actual que respete la integridad de la obra tal y como fue concebida por su autor. El desmembramiento del diccionario en ediciones provinciales en el siglo pasado, si bien pudo contribuir a dar a conocer la obra a varias generaciones, ha impedido apreciar en toda su grandeza la obra. Iba ya siendo necesario ofrecer una edición íntegra que fuera un espejo de la original, pero sobre un medio acorde con las posibilidades técnicas actuales que permita la organización flexible de los datos. 'El más grandioso inventario de información municipal y cartográfica nunca producido hasta ahora en España' según Javier García-Bellido (2006) requiere desde luego un tratamiento especial, como paso previo al estudio que según Horacio Capel (1981) merece.

La segunda razón para querer reconstruir el Madoz es el interés intrínseco de la información geográfico-histórica que contiene. Los formatos disponibles, ya sean los tomos de papel, o los ficheros rasterizados no ayudan a que los investigadores puedan extraer y analizar la información, y hace casi imposible aplicar algoritmos al texto. Cuando este proyecto esté finalizado, tanto la lectura como la consulta serán más sencillas, además de permitir las búsquedas directas y semánticas automáticas, el tratamiento de la información con programas ad hoc, y la inserción de los datos en un sistema de información geográfica, permitiendo así a su vez explorar los resultados a través de métodos geográficos cuantitativos de análisis espacial.

El interés científico de este último aspecto es notable, ya que entonces será posible llevar a cabo estudios exhaustivos que ahora no son sencillos de acometer por el engorro que supone analizar un volumen tan importante de información en papel, o que son simplemente imposibles de abordar. El que podrá ser el primer Sistema de Información Geográfica Histórico de España contendrá la situación de los pueblos y ciudades en 1850, con toda la información del Diccionario convenientemente organizada. Este SIG histórico, que contendrá también los censos de población de la época, y fuentes complementarias de datos, como el censo ganadero de 1865, permitirá comprender mejor procesos tales como la difusión de la revolución industrial, el lugar de España en el conjunto europeo, las etapas de la urbanización, la acción humana sobre el medio ambiente, o el proceso de desarrollo regional. El resultado, además, ofrecerá una nueva base empírica para los estudios pan-europeos de geografía histórica (Gregory et al. 2009). 

Así pues, la reconstrucción del Madoz pretende proporcionar al público y a los investigadores una nueva base de datos que explotar, retomando así la idea original de don Pascual de que la cuantificación de la geografía física y humana de España contribuiría a un mejor conocimiento y valoración del país, y con ello al progreso del mismo[8]. Aunque el foco del Proyecto sea fundamentalmente geográfico e histórico, es difícil no estar de acuerdo con que un mejor conocimiento del estado de España en el siglo XIX es relevante para estudiar con mayor precisión la evolución del país, y para poder compararla con el resto de Europa. Si bien el Madoz ha sido utilizado en un buen número de estudios concretos como los reseñados arriba, la explotación sistemática de su contenido precisa de una herramienta como la proporcionada por el Proyecto. 

Los colaboradores científicos y la Web 2.0

Para abordar la tarea de restauración, consistente en teclear con cuidado 10.456 páginas escaneadas, llenas de abreviaturas y no siempre cómodas de leer, es imprescindible contar con una red social de voluntarios. No deja de resultar curioso el paralelismo entre este proceder y el de Madoz en su tiempo, cuando decía en la introducción de su obra (vol I, p VIII) que había tres maneras de realizar el ambicioso trabajo que tenía en mente: recorrer toda España aldea por aldea; encargar a personas ilustradas que le proporcionaran la información por un precio; o contar con una legión de voluntarios que le fueran mandando notas e informes. Decía él que la primera opción no era factible para una persona; que la segunda tampoco, proviniendo él de familia humilde, y que sólo le quedaba la tercera. Afirmaba también Madoz que parecía haber gastos más prioritarios para el Estado[9]. Ciento sesenta años después, la situación es exactamente la misma.

Siempre han habido voluntarios que han querido aportar su granito de arena al progreso de las ciencias. Personas que en su tiempo libre se dedicaban a aportar una información que a los investigadores les era muy difícil conseguir por sus propios medios, ya fuera por el volumen o por la dispersión de los datos. Desde hace décadas, los aficionados a la geografía, la economía, o la historia han venido tomando datos y expurgando documentos que acumulaban polvo en los archivos. Después, intercambiaban esta información con la esperanza de que la información le fuera útil a alguien.

Los medios para colaborar han cambiado mucho en poco tiempo. El primer salto cualitativo fue Internet. A principios de los noventa, los aficionados a las ciencias realizábamos boletines en papel con nuestras notas y los intercambiábamos por correo postal con amigos que nunca habíamos visto en persona. Hoy, los aficionados de todo el mundo pueden estar conectados en tiempo real, los documentos se encuentran en la red, y se celebran actividades cada vez más ligadas al ámbito académico, en donde los cambios también han sido enormes. En aquella época no tan lejana, si uno quería un artículo que no estuviera en la biblioteca tenía que enviar una carta a su autor, que al cabo de unas pocas semanas contestaba amablemente enviando una copia de su trabajo. Hoy uno puede acceder instantáneamente a miles de revistas desde el despacho, y mantener videoconferencias y debates con profesores que están en otro continente.

Pero los cambios continúan. Originalmente la Web era estática y funcionaba en un único sentido, con un emisor y muchos receptores, como un medio de comunicación o una imprenta tradicional. Las ventajas (gigantescas) tenían que ver con la inmediatez, la universalidad de acceso, la reducción de costes y la facilidad para la búsqueda de información. Pero desde el comienzo Internet fue también el espacio para los grupos de discusión y los foros, donde personas con intereses comunes podían intercambiar información opiniones y consejos y, muchas veces, resolver problemas juntos.

El término Web 2.0 (O’Reilly 2005) fue acuñado para referirse a las empresas, páginas y usos de la red que se basan en la información aportada por los propios usarios, ya sea de manera activa y voluntaria, o inadvertida. Esta última fue una de las grandes bases del éxito meteórico de la librería online Amazon.com: además de publicar comentarios de los lectores (colaboración voluntaria), explotó con gran habilidad sus propias bases de datos con los patrones de búsqueda, navegación y compra (colaboración involuntaria) de sus usuarios. De forma que cuando un cliente compraba un libro (o simplemente visitaba su página) Amazon.com le ofrecía recomendaciones basadas en los otros libros comprados por las personas que habían adquirido el libro visitado. Igualmente hay que recordar que Google, la empresa de Internet por antonomasia, basó su algoritmo de búsqueda y jerarquización de resultados, que se reveló extraordinariamente superior al de sus competidores, y le dio un liderazgo inmediato, en los enlaces contenidos en las páginas. Cada enlace de una página a otra se consideraba una especie de voto, relacionado con las palabras usadas en el enlace, de forma que las páginas que aparecían más arriba en las búsquedas eran las que recibían más enlaces que usasen las palabras buscadas. La idea de que las puntuaciones y comentarios de los usuarios añaden valor y utilidad a una página Web es hoy ya casi un lugar común, de manera que casi todos los periódicos permiten a los usuarios comentar al menos algunas de las noticias; las agencias de viajes online piden a los clientes que evalúen los hoteles visitados, y sus opiniones ayudan a los siguientes compradores; múltiples páginas sobre ocio y consumo publican opiniones de los lectores sobre espectáculos, restaurantes, tiendas, productos, etc.

Pero el término Web 2.0 se suele utilizar sobre todo para las páginas web cuyo contenido principal es aportado por los usuarios. Pueden ser páginas individuales (como las bitácoras),  o páginas colectivas para compartir recursos como fotos (Flickr, Panoramio), videos (YouTube), textos y presentaciones (Scribd, Slideshare), enlaces a contenidos útiles (Delicious) o las muy populares redes sociales (Facebook, Tuenti) en la que los usuarios conversan sobre sus propias vidas pero también comparten contenidos, a menudo a través de las páginas anteriormente citadas. Todos ellos, además de almacenar información aportada por usuarios, utilizan sus propios comportamientos (páginas más vistas), clasificaciones (etiquetas) y opiniones (comentarios), para jerarquizar, ordenar y facilitar la búsqueda de la información pertinente, y en definitiva enriquecer la información utilizada. Se trata de utilizar la “sabiduría de las masas” (Surowiecki 2004) o la “alquimia de las multitudes” (Pisani Piotet 2008) para poner orden en la masa de información que Internet ha puesto en nuestras manos.  

Un concepto relacionado, muy vinculado a la Web 2.0 es el de la delegación en las masas (crowdsourcing, por analogía con outsourcing, subcontratación), que es la utilización de multitudes de voluntarios para colaborar, de manera dirigida, en un proyecto común, que no sería factible realizar, por su coste o requerimientos técnicos, de otra forma. Entre los ejemplos más notables están el proyecto climateprediction.net, que utiliza la potencia de millones ordenadores domésticos para intentar reducir las incertidumbres en los modelos climáticos; el movimiento del software libre, que se basa en la participación de miles de voluntarios para desarrollar, modificar, mejorar, y traducir a diferentes idiomas programas de ordenador; y las páginas Web de tipo wiki, la más famosa de las cuales es la Wikipedia, una de las páginas Web más visitadas del mundo, con millones de artículos creados y editados por cientos de miles de voluntarios, que rivaliza en calidad con las enciclopedias tradicionales, escritas por expertos, como la Enciclopedia Británica (Lih 2009).

El potencial que encierra la Web 2.0 para la ciencia se aprecia con más claridad en las ciencias sociales, que es donde la participación es más sencilla. Aunque es posible, no es tan fácil colaborar activamente en un proyecto de cambio climático, o de física de altas energías como en un proyecto de geografía o de economía histórica. En estas últimas ciencias, hay un campo enorme para que la suma de pequeñas y sencillas contribuciones de voluntarios tengan una utilidad inmediata en el desarrollo del conocimiento. En la geografía en particular, el proceso de wikificación de la información geográfica es un hecho (Sui 2008).

La Web 2.0 permite multiplicar la potencia de la colaboración voluntaria y llevar a cabo proyectos de una escala cada vez mayor, cuyos resultados y recursos sean públicos, y de libre acceso para todo el mundo (Capel 2010). Pero además, y esto es importante, proporcionar herramientas que canalicen hacia un fin de interés científico la curiosidad, el tiempo libre y dedicación de mucha gente es algo intrínsicamente valioso, y que trasciende al interés de la propia investigación. La capacidad de los proyectos científicos 2.0 para divulgar conocimientos; transmitir el método científico; proporcionar una oferta cultural de calidad; facilitar el contacto entre personas con inquietudes intelectuales; formar en tecnologías de la información; y llenar el ocio con algo que enriquezca a la persona, son ya beneficiosos en sí mismos.

El proceso de reconstrucción

Evitar el voluntarismo en el salto que hay entre una idea y su realización práctica requiere definir exactamente lo que se pretende, y realizar un estudio detallado de los medios técnicos disponibles para lograrlo. Desde que se inició la idea de este proyecto las herramientas utilizables en Internet han cambiado, y ello ha obligado a redibujar el procedimiento de colaboración en varias ocasiones. Así por ejemplo, en un primer momento se estudió la posibilidad de diseñar plantillas que los colaboradores se descargasen junto con el original, devolviéndolas rellenas. Una alternativa fue habilitar formularios Web con diferentes campos y casillas para ser completados en línea. Ambas opciones fueron descartadas cuando se observó que la tecnología se había generalizado desde un flujo bidireccional, a una interfase transparente en la que todos participan y todos son partícipes de las contribuciones del resto.

El proyecto se estructura a través de dos sitios Web interconectados. El sitio Web principal sirve de presentación para cualquier persona, que sin necesidad de registrarse, puede acceder a toda la información sobre el proyecto, sus objetivos, y las personas e instituciones que lo están promoviendo (Figura 1). Cumple además las funciones de punto de contacto entre colaboradores, foro de noticias, intercambio de experiencias y soporte de la estructura de la organización. 

 

Figura 1. Página principal del Proyecto Madoz (http://www.funcas.es/madoz)

 

Desde el sitio principal se puede acceder al núcleo del proceso de colaboración, el WikiMadoz. Aquí se encuentran las herramientas para acceder a los facsímiles de todos los volúmenes del Madoz (en formato pdf) y para volcar la información, además de las instrucciones correspondientes (Figura 2).

La colaboración de los voluntarios se enmarca dentro de una licencia Creative Commons de tipo Reconocimiento. Esto quiere decir que la información se puede copiar, distribuir y comunicar públicamente, así como ser usada para realizar trabajos derivados siempre que se mencione que se han obtenido del Proyecto Madoz.

 

Figura 2. Página de información básica del WikiMadoz (http://www.funcas.es/wikimadoz)

 

Etapas del proyecto

El proyecto se llevará a cabo en tres etapas. En la primera, se procederá a volcar la información textual del Madoz, sin las tablas, a las que se deja para una segunda etapa. Aquí se recogerá tanto el tenor literal del diccionario, como una versión organizada en campos tales como localización, situación, o clima, siguiendo la propia categorización de cada lugar (figura 3), expandiendo las abreviaturas y actualizando la ortografía castellana. A pesar de lo simple del esquema, ello permitirá la posterior explotación con algoritmos de análisis de cadenas sin necesidad de establecer una estructura común para todas las entradas, lo cual no es viable por una heterogeneidad que obligaría a dejar huérfanas muchas secciones. Es importante hacer notar que el carácter colaborativo y en línea del proyecto hace posible la correción de erratas sobre la marcha, ya que cualquiera puede acceder a las entradas del diccionario y corregirlas.

 

Figura 3. Ejemplo de entrada reconstruida (arriba), y entrada original tal y como aparece en uno de los facsímiles (abajo)

 

En la segunda etapa, se incluirán las tablas, para las cuales tambien habrá dos formatos: el literal, y una versión estandarizada de datos que contenga el mayor número posible de campos comunes entre las diferentes tablas. Esta tabla maestra es útil para una primera lectura de la información georeferenciada, pudiendo servir como base empírica de un avance de primeros resultados.

La tercera fase consistirá en la georeferenciación de las entradas con la ayuda de alguna de las muchas bases de datos de geolocalización que existen. En los pocos casos en que se hayan producido cambios de denominación, o si se aprecian discrepancias notables, se procederá a volver a solicitar la ayuda de voluntarios para una tarea que se puede completar en cuestión de pocos días. Es de esperar que aparezcan algunos casos singulares, como el recogido en la figura 3, una aldea que no se encuentra con facilidad en la cartografía actual, y que requiere conocer bien el entorno para ser localizada con precisión. En estos casos, la información proporcionada por personas próximas al lugar será fundamental.

En una cuarta fase paralela a las anteriores se procederá a actualizar los mapas que produjo Francisco Coello y que iban destinados a completar el Diccionario, siguiendo la estela que dejó señalada Madoz en la primera advertencia de la obra[10]. Si la distancia entre el Diccionario de 1850 y la versión de 2010 es de formato, en el caso de los mapas de Coello la distancia entre la versión original y la nueva versión será mayor, dado el desarrollo actual de la cartografía automatizada y de la teledetección. El objetivo es tanto corregir los mapas originales como situarlos frente a cartografía contemporánea para realizar una lectura comparada.

A partir de ese momento, el proyecto habrá cumplido su objetivo principal y se podrá empezar a utilizar la información del Madoz con fines científicos, culturales, y educativos. Quedan para desarrollos posteriores la posibilidad de incorporar la información de Ultramar contenida en los diccionarios de Pezuela y de Buzeta y Bravo. 

El arranque del proyecto

La idea del proyecto Madoz surgió a principios del año 2006. Gracias a la financiación recibida de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS), a mediados del año 2010 se ha hecho posible concretar una aplicación que, aprovechando el empuje de la Web 2.0, tiene garantías de poder completar la empresa en un tiempo razonable. La aplicación colaborativa y de las herramientas de gestión de una red social de voluntarios está disponible desde el 10 de octubre del 2010, fecha que marca el inicio oficial del proyecto.

Entre los colaboradores potenciales se encuentras varias comunidades y actores. Tanto los profesores de primaria como los de secundaria, y en especial los de las áreas rurales, son desde luego nodos muy importantes para divulgar el proyecto y para dirigir la recopilación de información en muchos municipios. Por otro lado, los participantes y promotores de redes académicas, grupos de trabajo, y asociaciones, podrán divulgar esta herramienta a un público que ya cuente con inquietudes históricas y de conocimiento de su tierra. Las diputaciones son otro de los agentes que podrían tener un papel de coordinación de recogida de la información. Y como no, está la universidad y en concreto los departamentos de geografía y de historia, que sin duda habilitarán sus propios recursos para no dejar de contribuir al proyecto. También, se puede contar con el interés de los muchos que han ido entresacando del Madoz los datos referidos a su lugar de residencia para colgarlos en Webs que hablan de la cultura o de la historia del lugar. El proyecto se podría completar en muy poco tiempo sólo con que el responsable de cultura de cada ayuntamiento coordinara el volcado de datos de los pueblos del municipio.

Sea cual sea el camino por el que viaje la noticia de la existencia del proyecto, los protagonistas principales serán las personas que desde su casa quieran dedicar unos minutos a proporcionar la información de un lugar que signifique algo para ellos. Este es otro de los paralelismos entre este proyecto y el de hace 160 años. Decía Madoz que “No soy yo el autor del Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico: esta gloria corresponde a tantos y tan distinguidos colaboradores que he tenido en todas las provincias y a los buenos amigos que han trabajado en las oficinas de mi redacción”. En el caso del Proyecto Madoz, de igual manera. Cada colaborador podrá identificarse, si así lo desea y su trabajo será reconocido, compartiendo con los demás el crédito del que será el Madoz versión 2.0.

Para realizar el Madoz original se dedicaron 15 años, 11 meses y 7 días de un trabajo meticuloso de recepción de informes, y organización de datos. Para recoger la información de campo -la tarea más complicada-, se contó con 1484 colaboradores y 20 corresponsales. Con la misma paciencia que Madoz, esperamos poder completar la reconstrucción de su obra en un plazo más breve que el que le llevó a él encajar las piezas del original. Esto permitirá poner a disposición de todos, en un formato acorde a nuestra época y listo para la explotación sistemática, una de las empresas intelectuales más singulares de la España del XIX[11]. A pesar del tiempo transcurrido desde la publicación original, la obra es aún relevante para historiadores, geógrafos, antropólogos y otros investigadores, ya que contiene una instantánea de la España de mediados del diecinueve de la que es difícil prescindir para explicar muchos de los procesos de la España contemporánea.

 

Notas

[1] Javier García-Bellido (2006) afirma que Madoz nació en 1805, en vez de en 1806 como aparece en su mausoleo y en la mayoría de las referencias biográficas. Francisco Quirós (1991) es de la misma opinión. La biografía de Madoz se trata exhaustivamente en la monografía de Paredes (1991). 

[2] Nadie parece conocer el paradero de las cajas con los datos originales que recopiló Madoz, y que dijo que llegado el caso cedería a la Administración. De haberse conservado y encontrarse,  este archivo podría ofrecer nueva información sobre la España del XIX.

[3] Estos dos últimos territorios no se quedaron sin embargo sin sus diccionarios: en Cuba, el corresponsal de Madoz en la isla, Miguel Rodríguez Ferrer recopiló suficientes datos para que Jacobo de la Pezuela publicara cuatro tomos de un Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba (Madrid, 1863-1867). En las Filipinas, Buzeta y Bravo publicaron también dos volúmenes en 1850, cuyo autor pudo ser otro de los comisionados de Madoz, Juan Castells y Melcior, y que se llamó Diccionario geográfico-estadístico-histórico de las islas Filipinas

[4] Como afirma Vallejo Pousadas (2000, pág. 79) en su artículo sobre los amillaramientos como fuente de información estadística.

[5] También en papel, existe otra edición parcial realizada por la editorial Ámbito en los años 80 del siglo pasado. Esta versión, poco respetuosa con el original, desmembró las entradas del diccionario para ensamblarlas en 27 volúmenes provinciales y uno regional (Castilla-La Mancha), añadiendo grabados de época y un estudio introductorio a cada volumen. Aunque muchos de los volúmenes se encuentran agotados en la editorial, son habituales en librerías de viejo y ferias del libro.

[6] Existen copias digitales accesibles por Internet en, al menos, las Bibliotecas Digitales de Andalucía y de Castilla-León; y en la de la Universidad de Granada.  

[7] Para un estudio extenso sobre los diccionarios geográficos anteriores, nos remitimos al trabajo de Horacio Capel (1981).

[8] No se desprende ni del prólogo ni del resultado final del Diccionario el que el proyecto pueda considerarse un ejemplo de enfoque corográfico adobado de datos estadísticos para darse un barniz moderno y entrar así en el respetable mundo de las ciencias (García-Bellido 2006). En su prólogo, Madoz deja claro el por qué considera que es necesario recolectar información, y el uso que pretende darle: gestión territorial, ajuste de la presión fiscal, o diseño informado de políticas públicas. En este sentido, Madoz incluso proporciona ejemplos concretos sobre qué sería necesario cuantificar (e.g. la balanza comercial) y lo que puede hacerse una vez que se cuente con esos datos. Madoz estaba bien al corriente de la necesidad de conocer con precisión la riqueza del país: era diputado cuando los motines de la crisis de subsistencia de 1847, y participó en los debates parlamentarios en los que uno de los temas centrales era la verdadera magnitud del excedente de trigo, que no se conocía con precisión, y cuya estimación oficial estaba muy alejada de la realidad (Díaz 2003). 

[9] Madoz solicitó financiación pública para el proyecto. Se le denegó el mismo día que presentó la instancia, un indicio de que la iniciativa se consideró o una locura, o tan ambiciosa como para no merecer ni trámite. El prólogo del Madoz está trufado de notas más o menos sutiles que dan cuenta del trato que recibió en España su idea, en contraste con el que le concedieron en otros países, como Francia (e.g. nota 1 de la p. XIV de la introducción: http://www.funcas.es/wikimadoz/index.php?title=Prólogo). No obstante, y una vez iniciada la publicación, el gobierno apoyó la empresa mediante suscripción pública (entre otras, las órdenes de 28/03/1846, 17/04/1847, y la de 13/05/1848) en la que sin duda tuvieron que ver -además del innegable interés de la obra para el Estado- la muy favorable acogida del Diccionario en la prensa de la época, que no escatimó elogios cuando vio los primeros tomos; y el propio Madoz, cuya campaña inicial para captar suscriptores incluyó la publicación de un largo prospecto en la Gaceta de Madrid (14/10/1843), y que no cesó en propagar las bondades de su obra, tanto entre el público como entre los políticos de la época. Sin la ayuda pública, es más que probable que la edición del Diccionario no se hubiera podido completar. Gracias a este apoyo, el éxito fue notable y hubo incluso que hacer varias ediciones. 

[10] Disponible en http://www.funcas.es/wikimadoz/index.php?title=Advertencia. Existe una edición moderna de las 46 hojas que llegó a editar Coello realizada por Francisco Quirós (1991), obra en la que además de los mapas reducidos y de las vistas coetáneas de ciudades españolas de Alfred Guesdon se puede encontrar una introducción al Madoz y al contexto urbano de la época en que se publicó. 

[11] El carácter singular del Diccionario ha sido puesto de relieve por varios investigadores relevantes desde hace tiempo. Además de los ya citados, Américo Castro lo consideraba una anomalía en su visión de la cultura española:  “Ahora bien, saliendo del campo de la filosofía, de la ciencia y de la literatura, nos encontramos con algo desconcertante entre 1845 y 1850, con el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y de sus posesiones de Ultramar, por Pascual Madoz, en 16 tomos, impresos a dos columnas y en letra compacta. Parecerá, al pronto, una ingenuidad fijarme yo en eso, aunque más de un siglo después, esta obra no ha sido superada. ¿Cómo fue posible en tan pocos años, en un país de malos caminos y con comunicaciones más deficientes, llevar a cabo esta obra, para España, colosal?. Don Pascual Madoz disciplinó a los curas y secretarios de ayuntamiento en toda España y en sus colonias de entonces; todos enviaron informaciones que, en la mayoría de los casos aún son valiosas. Aunque se suponga el incentivo de que las ciudades y aldeas saliesen en letras de molde, no es menos admirable el prodigio de haber movilizado don Pascual la conciencia y el saber de sí misma en toda la nación. ” (Castro, 1987).

 

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[Edición electrónica del texto realizada por Miriam-Hermi Zaar]

 

Ficha bibliográfica:

TAPIADOR, Francisco J.; MEZO, Josu; NAVARRO, Andrés. El 'Proyecto Madoz' La reconstrucción del diccionario de Madoz en la Web 2.0. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, Vol. XV, nº 916, 25 de marzo de 2011. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-916.htm>. [ISSN 1138-9796].