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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 408, 20 de julio de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

LA ESPACIALIDAD DE LA MIGRACIÓN BOLIVIANA EN EL MARCO DE LAS REDES SOCIALES. EL CASO DEL CINTURÓN VERDE SANTAFESINO

Mariela Demarchi
Depto. de Geografía – Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe, Argentina)
marielademarchi@hotmail.com

Recibido: 30 de marzo de 2011. Devuelto para revisión: 20 de octubre de 2011. Aceptado: 3 de noviembre de 2011.

La espacialidad de la migración boliviana en el marco de las redes sociales. El caso del cinturón verde santafesino (Resumen)

Las migraciones provenientes de Bolivia abordadas desde la existencia de redes sociales permiten acercarse a una comprensión de la construcción de la espacialidad del cinturón hortícola santafesino, en el departamento La Capital, provincia de Santa Fe, República Argentina. El análisis del tejido de vínculos socio-espaciales y la identificación de las experiencias cotidianas en relación a las prácticas materiales y simbólicas de la comunidad boliviana posibilitan conocer desde los aportes teóricos-metodológicos de la geografía y de otras ciencias sociales, la dimensión espacial de la migración boliviana. Los migrantes desde el mismo momento en que toman la decisión de migrar, activan una serie de traslados físicos y materiales, pero además, desplazan consigo una serie de sentidos, valores y significados desde el lugar de origen hasta el de destino; lejos de interrumpirse con el tiempo y una vez instalados en el lugar de manera definitiva, esto se profundiza con los intercambios constantes y lazos permanentes dentro de la estructura social en la que se encuentra y que excede el espacio local de destino.

Palabras claves: migraciones, comunidad boliviana, redes sociales, espacialidad.

The spatiality of the Bolivian migration in the frame of the social networks. The case of the Santa Fe green belt (Abstract)

To understand spatiality of the Santa Fe horticultural belt is made possible by the approach of Bolivian migration from the existence of relationship networks (La Capital department, Santa Fe providence, Argentine). The spatial dimension of bolivian migration is known by the analysis of socio-spatial links and the identification of everyday experiences in relation to material and symbolic practices of the Bolivian community from methodological contributions of Geography and other social sciences. A series of physical and material shipments are activated by migrants from the moment they take the decision to migrate. In addition, a number of meanings and values are displaced from their original place to destination. Once installed on site, this is deepened by constant exchanges and permanent links within the social structure which is beyond new local destination.

Key words: migrations, Bolivian community, social networks, spatiality.


Para el estudio del cinturón hortícola santafesino, en este caso, se ha considerado al mismo como una construcción espacial, entre otras causas, a partir de los aportes migratorios de mano de obra boliviana en el marco de la existencia de una estructura de redes sociales que posibilitaron no sólo el hecho de migrar, sino también la posterior inserción de los migrantes al espacio de destino. De este modo, se ha abordado la problemática teniendo en cuenta más que el espacio, la espacialidad de las migraciones, pensando a la misma como un proceso dinámico en el cual participan tanto los aspectos materiales involucrados en el fenómeno migratorio como también, las representaciones simbólicas y manifestaciones socio-culturales de la comunidad boliviana.

En efecto, en el presente trabajo se ha analizado a la inmigración desde la conceptualización de comunidad y desde los aportes provenientes de la teoría de redes sociales y específicamente al nivel ‘meso’ de análisis. La inmigración boliviana a la zona requiere para su estudio necesariamente dicho abordaje ya que la imagen de comunidad está muy presente en sus integrantes y es posible comprenderla desde la existencia de lazos fuertes y débiles e intercambios duraderos que fomentan de manera constante la perdurabilidad de esta estructura social en el tiempo.

Pero esas relaciones sociales que mantienen la existencia de esa red de vínculos se sustentan a partir del hacer cotidiano de los integrantes de la comunidad boliviana, es decir, de las prácticas concretas (laborales, recreacionales, etc.) en el espacio. Desde el momento de arribo de la población boliviana a partir de1960 en adelante, y avanzado los años, en el lugar se observa una serie de características que sólo pueden ser explicadas a partir de las experiencias vividas –materiales y simbólicas- de los migrantes de la comunidad y que son en definitiva las que construyen día a día la espacialidad en el cinturón hortícola.

Lo expuesto en el presente trabajo forma parte de una investigación más amplia la cual pertenece a la realización de la tesis doctoral. En este sentido, las argumentaciones teóricas descriptas en estas páginas se ajustan a un marco teórico referido a la teoría de redes sociales migratorias y a la construcción de la espacialidad desde los aportes provenientes de la geografía humanista. Del mismo modo, los resultados son parte de un trabajo de campo más extenso y sólo se presenta en esta instancia, un recorte de la información obtenida fundamentalmente de las entrevistas efectuadas a distintos informantes durante dicho trabajo.

Es importante aclarar que cuando se habla de cinturón hortícola santafesino se está haciendo referencia a un área compuesta por varios distritos[1] del departamento La Capital en la provincia de Santa Fe, República Argentina, sin embargo, el trabajo se ha focalizado en el distrito de Monte Vera, en el cual se encuentra el ‘paraje’[2] Ángel Gallardo, lugar en el cual se desarrolló parte del trabajo de campo.

 

Dpto. La Capital

 

Provincia de Santa Fe

 

Figura 1. Distritos del departamento La Capital, provincia de Santa Fe.

 

Aspectos metodológicos

Por encontrarse enmarcado dentro de una investigación de tesis doctoral, los aspectos metodológicos de este trabajo se ajustan a una investigación básicamente cualitativa persiguiendo como objetivo comprender la construcción de la espacialidad del cinturón hortícola santafesino en relación a la inmigración boliviana en el marco de la existencia de redes sociales migratorias pasadas y actuales y las particularidades de éstas. De este modo, el diseño de esta investigación ha sido dinámico y ha estado sujeto a la confrontación constante entre el trabajo del investigador y las realidades encontradas en el campo y en el análisis de la documentación teórica disponible respecto al tema. Esto significa que ante cada descubrimiento, en muchos casos, se realizaron replanteos para continuar con la investigación. Desde este enfoque, el cualitativo, se consideraron como relevantes aquellas cuestiones que definen estos procesos metodológicos y en las cuales se fundamentan; esto es, la premisa de que el conocimiento se construye a partir de la tarea de comprender las experiencias vivenciales de quienes las experimentan y los significados de muchos de estos hechos. Sandoval Casilimas[3] menciona que son tres las condiciones para producir conocimiento en una investigación cualitativa: 1- la recuperación de la subjetividad como espacio de construcción de la vida humana; 2- la reivindicación de la vida cotidiana como escenario básico para comprender la realidad socio-cultural, y 3- la intersubjetividad y el consenso como vehículos para acceder al conocimiento válido de la realidad humana.

Teniendo en cuenta lo expuesto, la investigación se desarrolló empleando distintas herramientas para la recolección de datos según distintas instancias y necesidades a lo largo del trabajo. Se realizó la tarea correspondiente a la exploración de la literatura, de los antecedentes, documentos y datos referidos al tema y al acercamiento a la realidad estudiada mediante los primeros recorridos en el campo y primeros contactos con algunos informantes claves, instituciones y eventos. Esto tuvo que ver con un acercamiento previo a la realidad que permitió sentar las bases en el campo para luego de ahí en más, definir los pasos a seguir. “… Acotar el campo es parte del proceso de investigación, de la construcción del objeto de conocimiento y del trabajo de campo. Por eso, acotar con quiénes y dónde se llevará a cabo significa explicitar y aclarar el rumbo previsto, así como develar supuestos, intereses y tendencias a las que adscribe el investigador, simpatías y antipatías hacia algunos informantes, y la relación entre el campo y el objeto construido. (…) Sin embargo, nada de lo que se haga en la etapa de delimitación puede ser definitivo (como tampoco lo es el significado de un concepto teórico); más bien aparece como primera aproximación, abierta a nuevas exploraciones y reformulaciones (…)”.[4] Se insiste en la idea de que ha sido un proceso evolutivo, el hallazgo de una determinada cosa, llevó a otra y así progresivamente. Una vez seleccionados los informantes se realizaron en un primer momento, entrevistas informales para luego arribar a entrevistas formales y en profundidad en aquellos casos que fueran necesarias. En relación a estas últimas, consistieron en ser flexibles con el objetivo de conocer y comprender ciertas perspectivas y experiencias de los entrevistados acerca del objeto a estudiar. Las entrevistas, si bien no se ajustaron exclusivamente a un formulario, cabe señalar que éstas se encontraron sujetas a una serie de ejes-guías que orientaron los encuentros con los entrevistados. De esta manera, se persiguió como objetivo reflejar las historias de vida del migrante y su relación, por un lado, con la existencia de redes sociales y por el otro, con el espacio geográfico de origen y destino. De los propios relatos de los migrantes se obtuvo información relacionada a la misma toma de decisión de migrar y las posteriores acciones involucradas en el proceso migratorio.

Debido a las características de la presente publicación y tal como se mencionó en la introducción, en esta instancia sólo se expone un recorte de los resultados del trabajo de campo. La muestra de entrevistados ha sido más amplia y compleja tanto cuanti como cualitativamente (migrantes, no migrantes, organizaciones públicas y privadas, etc.) permitiendo arribar al conocimiento de la problemática en estudio, aunque aquí sólo se seleccionó parte de la misma.   En este sentido, el trabajo de campo si bien abarcó un período más extenso respondiendo a las acciones propias de la realización de la tesis doctoral, en estas páginas, se muestran los resultados obtenidos en determinados meses del año 2008, 2009 y 2010, tal como se detalla en las notas al final de esta publicación. El criterio de selección de los entrevistados también forma parte del procedimiento metodológico de tesis doctoral el cual se caracterizó por la presencia de la investigadora de manera constante en el territorio durante un período de tiempo extenso y con el objetivo de conocer a quienes serían dichos entrevistados. Así se llegó a un informante clave quien luego posibilitó arribar a otros informantes del área de estudio. Este proceso dinámico en el cual se logra tomar conocimiento del territorio, de los actores sociales y de la problemática a estudiar, es en definitiva el que proporciona los elementos para concluir con la decisión de la inclusión o exclusión de los informantes de la investigación.

Sumado a la realización de las entrevistas mencionadas se utilizó además como técnica, la observación y registros de campo. La observación se llevó a cabo en distintos momentos: en una primera instancia a modo preliminar de ciertos eventos, prácticas socioculturales y tareas laborales; en un segundo momento, se retomaron algunos de estos acontecimientos para indagar ya sobre aspectos específicos que debían ser profundizados, tal es el caso de algunas festividades en las cuales participa la comunidad boliviana y las experiencias cotidianas tanto en lo laboral como religioso.

A modo de síntesis, el procedimiento metodológico que sustenta el presente trabajo se focalizó en estudiar la acción de los sujetos (integrantes de la comunidad) dentro de un determinado contexto tanto espacial y temporal como social, cultural y económico. De esta manera, se ha hecho un reconocimiento de ambos niveles, el micro y el macro, para luego posicionarse en un nivel meso de análisis en este caso de la migración boliviana y de la construcción de la espacialidad del cinturón hortícola santafesino. Se consideró conveniente recurrir fundamentalmente a los instrumentos propios de una investigación básicamente cualitativa la cual haga hincapié en comprender desde los relatos de los entrevistados y desde sus mismas palabras, las particularidades que hacen al proceso migratorio en relación a la construcción de una estructura social caracterizadas por la existencia de vínculos sociales fuertes, circulación de información, fortalecimiento del sentido de pertenencia y acciones y experiencias cotidianas partícipes en la construcción de una espacialidad.

Como complemento a lo mencionado, se recurrió a la utilización del programa UCINET 6[5] para la representación de la red social de los migrantes. Se ha construido, en una primera instancia, matrices de datos para luego graficar con NetDraw1, el sociograma y representar la estructura social. Es importante aclarar que por las características del presente trabajo, sólo se exponen tres sociogramas y sus principales particularidades, esto permite visualizar la estructura social de los migrantes, siendo este tema especialmente desarrollado en el trabajo de investigación perteneciente a la tesis doctoral.


Breve contextualización de las migraciones bolivianas a Argentina

El espacio geográfico en relación a la zona de frontera entre Bolivia y Argentina ha sido históricamente un área de intercambios muy importante desde la etapa precolombina hasta la actualidad. Como casi todo espacio fronterizo, su construcción tiene que ver con estos intercambios que se van sucediendo a lo largo de la historia, y que involucra a diversos aspectos tanto del orden económico, social, cultural, como político.        Claro que cuando se habla de espacio fronterizo se hace referencia a un espacio que supone la existencia de límites, y en este sentido es importante recordar que el límite entre ambos países tiene que ver con una historia mucho más reciente de conformación de los Estados-Nación que a la propia existencia de relaciones e intercambios ya presentes en tiempos remotos.

Lo que en la actualidad se conoce como el espacio fronterizo entre estos dos países estuvo poblado por diversos pueblos que durante la etapa precolombina se encontraban bajo la organización del imperio incaico que se extendía desde el sur de la actual Colombia hasta el centro de Chile abarcando el noroeste de la Argentina. La influencia del pueblo inca quedó plasmada en el componente cultural visible todavía en gran parte de los pueblos que hoy caracterizan a los países de este sector de América Latina. Pero a este componente cultural precolombino, se le suman aquellos propios de la conquista española presente a partir del siglo XVI y que logró en gran parte su objetivo de dominación mediante sus instituciones y organización económica y social desconocidas al momento.

Con la creación del Virreinato del Perú (1542) se comienza a ejercer el control de los territorios que hoy pertenecen a Bolivia y Argentina y de esta manera se instaura una nueva organización del espacio social y económica, dominando a los pueblos del norte argentino y del sur boliviano y sentando las bases para lo que sería el posterior surgimiento del Virreinato de Río de la Plata en 1776. Con la creación del Virreinato del Río de la Plata, con capital en la ciudad de Buenos Aires, se cambia el centro de atención y en cuanto a la región fronteriza entre Bolivia y Argentina, pasa a constituir una “… parte de la Gobernación de Salta del Tucumán (…) y una unidad uniforme, donde no existían pasos fronterizos ni divisiones administrativas que determinaran algún límite preciso, por lo tanto, las culturas que habitaban en esta región, y sus habitantes, no habían determinado aún un tipo de pertenencia más que a la corona de España…”[6].

Durante el proceso independentista de cada uno de estos dos países, el espacio fronterizo experimentó al igual que otros espacios, una serie de enfrentamientos y guerras impactando fuertemente sobre la organización reinante en ese momento y ocasionado que las economías regionales entren en una situación de decaimiento y crisis. Con la conformación de los Estados-Nación se hizo cada vez más sensible la existencia de una frontera a partir de la definición de los límites territoriales entre ambos países. No obstante esto, las relaciones sociales y económicas desconocieron por mucho tiempo estos límites establecidos, perdurando los intercambios y haciendo que este espacio tenga singularidades al margen de lo que acontecía fundamentalmente en los centros de poder: Buenos Aires y La Paz.

En Argentina, a partir de 1850, una de las prioridades fue la de fortalecer la identidad nacional y una manera de hacerlo fue delimitando geográficamente al territorio. En efecto, se establecía el límite oriental en el paralelo 22° hasta el río Pilcomayo, mediante un tratado en 1889 en el cual Bolivia aceptaba esto y no al río Bermejo, y Argentina cedía el territorio perteneciente a la provincia de Tarija a cambio de un sector de la Puna de Atacama.

La vida en esta zona de frontera entre ambos países fue más allá de la cuestión limítrofe, primaron las características geográficas, históricas, culturales y sociales de los pueblos que habitaban el lugar. Esto se encuentra presente aún en la actualidad por más intentos que hubo de instaurar un proceso de división entre Bolivia y Argentina principalmente a partir de 1945, momento en el cual se hace muy visible el control estatal en el marco de las políticas nacionalistas. El espacio geográfico perteneciente al noroeste argentino y sur boliviano se caracteriza por ciertas singularidades que hacen a una gran diversidad cultural, y como dice Benencia[7] en las áreas de frontera existe una interacción de más antigua data entre migrantes y nativos donde es frecuente el cruce del límite entre uno y otro país, éste es caso de la población colla que pobló esta franja de frontera entre Bolivia y Argentina desde hace años.

La movilidad de población boliviana hacia Argentina y los intercambios consecuentes entre ambos países se acentuaron como se expone en este trabajo con el surgimiento de las producciones regionales en Salta, Jujuy y Tucumán, punto de partida para muchos bolivianos que más tarde se trasladarían a otras provincias del país.


Algunas consideraciones del sistema migratorio Bolivia-Argentina

En el marco de migraciones limítrofes a Argentina, la población boliviana, con el auge de las economías regionales y con la creciente demanda de mano de obra para los trabajos de cosecha, comienza a tomar una relevancia cada vez mayor. Durante los años de la década del ’30, los migrantes de procedencia boliviana conformaron la fuerza de trabajo en las plantaciones de caña de azúcar y tabaco en las provincias de Salta, Jujuy y Tucumán, aunque los registros de esta inmigración son anteriores a estos años.

Whiterford[8] en su investigación acerca de los trabajadores bolivianos en las plantaciones del noroeste argentino, expresa que el tendido del ferrocarril que unía Tucumán con Córdoba se finalizó en 1877 y que las producciones de azúcar en Tucumán crecieron rápidamente luego de esto. La continuación del tendido hacia Jujuy, consolidó la actividad en todo el noroeste argentino siendo la zona de El Ramal -Salta y Jujuy- el espacio donde la actividad azucarera se desarrolló verdaderamente. De esta manera, el ferrocarril le otorgó un mayor dinamismo a la zona - como sucedió en las distintas regiones argentinas con la ramificación de este medio de transporte- ocasionando por un lado la evolución de la producción de caña de azúcar y por el otro lado, la movilidad de población boliviana, no sólo para el trabajo en las vías de ferrocarril en un primer momento, sino también para el trabajo en las plantaciones posteriormente.

Ortiz de D’ Arterio[9] en su trabajo en relación a la dinámica de la movilidad territorial de la población en los complejos azucareros del noroeste argentino, expresa que el tendido de la red férrea a las provincias de Salta y Jujuy posibilitó la ruptura en el aislamiento regional y la integración al mercado nacional mediante la expansión de la agricultura comercial, y además significó el debilitamiento y posterior desaparición del viejo modelo colonial comercial orientado a la exportación de ganado a Bolivia y Chile y la decadencia de la manufactura textil y artesanal local, siendo el cultivo e industrialización de la caña de azúcar la actividad económica que permitió la integración al mercado nacional.

La evolución de la cantidad de migrantes bolivianos censados en las provincias de Salta y Jujuy van en aumento desde 1869 hasta 1947 (Cuadro 1). Esto se puede deber a por un lado, una mayor demarcación de los límites territoriales entre ambos países que permitió diferenciar a la población nacida a un lado y al otro, y por otra parte, a la mayor demanda de mano de obra en las economías regionales[10].

 

Cuadro 1.
Cantidad de habitantes bolivianos censados en Salta y Jujuy[11]

 

1869

1895

1914

1947

Salta

2.672

2.828

4.062

15.558

Jujuy

2.962

3.779

12.854

26.357

 

De esta manera, el número de migrantes bolivianos se amplía considerablemente y se acentúa aún más con la demanda laboral que surge, avanzado los años, en otras regiones como es el caso de Cuyo para las cosechas de la vid. Como se mencionó anteriormente, complementaban trabajos en varias zonas, completando ciclos laborales anuales. A fines de 1960, se comenzó a visualizar cambios en las trayectorias y destinos elegidos por los migrantes provenientes del país vecino. Como consecuencia de los cambios acontecidos en las economías regionales en cuanto a la caída de precios y la incorporación de la mecanización en las áreas rurales, la población boliviana se desplaza hacia otras zonas del país.

En cuanto a la mecanización registrada en muchas de las actividades rurales de las provincias del noroeste argentino, algunos ejemplos son el ingenio Ledesma, que a fines de la década del 60 mecanizó gran parte de las tareas, prescindiendo de la mano de obra temporal, y a fines de los 70 incorpora la maquinaria en la cosecha de la caña de azúcar.[12]

La reducción paulatina de la demanda de mano de obra afectó a los trabajadores bolivianos fundamentalmente. Según encuestas realizadas por Whiteford[13] los ingenios comenzaron a fijar medidas selectivas con respecto a los trabajadores bolivianos, como por ejemplo, una antigüedad mínima de tres años consecutivos en la empresa y la edad máxima de 40 años como condiciones para la contratación. Estas condiciones laborales y la mecanización provocaron que muchos bolivianos retornaran a su país de origen o bien fomentaron la movilidad en el interior de Argentina.

De esta manera, se incorporan a las trayectorias migratorias el Área Metropolitana de Buenos Aires y otras ciudades de otras provincias argentinas, inclusive llegando hacia provincias patagónicas del sur. En este sentido, las mano de obra boliviana no será más casi exclusiva del Noroeste Argentino, ni de las plantaciones de azúcar, tabaco y vid. Se visualiza, de esta manera, la incorporación de otros sectores económicos y áreas espaciales a la trayectoria migratoria boliviana. A partir de 1970, se observa una dispersión hacia otras áreas del país según ofertas y demandas laborales, ocupando puestos de trabajos urbanos (construcción, comercio y servicios) y conformando la mano de obra en los cinturones hortícolas de numerosos centros del país. (Cuadro 2).

 

Cuadro 2.
Distribución regional de la población boliviana en 1980

Regiones geográficas

Porcentajes de población boliviana

Metropolitana

36

Pampeana

10

Noreste

1

Noroeste

43

Cuyo

8

Patagonia

2

Total

100

Fuente: Elaboración propia en base a datos del Censo Nacional de Población. Instituto Provincial de Estadísticas y Censos. Santa Fe. Argentina. 1980.

 

No quedan dudas que el fenómeno migratorio encierra complejidades y en este sentido, es que se hace indispensable analizar la migración desde una visión multicausal englobando aspectos geográficos, espaciales, demográficos, sociales, culturales, económicos y políticos. Debido a las características del presente trabajo, sólo son expuestos algunos aspectos que explican la llegada de población boliviana a Argentina, pero es importante decir que existen además, otras problemáticas que se suman a esta visión multicausal, como lo son los cambios políticos, económicos y sociales relacionados con la Reforma Agraria en Bolivia en 1952, a partir de la cual se inicia un proceso de movilidad poblacional, por un lado interna, del campo a la ciudad, y por el otro, hacia Argentina. Blanes[14] sostiene que la emigración de bolivianos a Argentina debe explicarse a partir del deterioro de la economía doméstica campesina en los valles y el altiplano de Bolivia, fenómeno que tiene sus raíces en la Reforma Agraria subdividiendo de manera extrema las propiedades y liberando al campesino de la oligarquía terrateniente. Asimismo, Marshall y Orlansky[15] exponen que el relativo estado superior de desarrollo de Argentina respecto a Bolivia en relación al incremento de salario real, explicaría el arribo de población boliviana al país.

De esta manera, en resumen, este espacio geográfico fronterizo se ha caracterizado históricamente por ser una zona de intercambios permanentes tanto de población como de recursos, pero en relación al tema migratorio que ocupa estas páginas, se puede hablar de un momento de profundización de los movimientos a partir de la construcción del ferrocarril en la zona de El Ramal (Jujuy) y la explosión de producción de caña de azúcar como atracción de mano de obra boliviana. Por otro lado, los acontecimientos vividos en Bolivia a partir de la Revolución Nacional y la Reforma Agraria (1952-1953) determinan causas de expulsión de la población hacia Argentina. Paralelamente, desde 1930 en adelante, los cambios en las condiciones económicas y políticas de Argentina actúan como atractivo para la migración a partir del auge de las economías regionales y el trabajo en las cosechas. Desde 1960 se visualiza una redistribución de los migrantes bolivianos hacia otras regiones del país y hacia otros sectores productivos-económicos.

Dentro de los cambios acerca de las trayectorias migratorias y de la ocupación laboral de la población proveniente de Bolivia, se registra como aspecto relevante el rol que toman las familias bolivianas como mano de obra en numerosas quintas de las principales ciudades de Argentina. El cinturón hortícola santafesino no es ajeno a esto, a partir de 1970 aproximadamente, se registra en la zona la llegada de trabajadores de origen boliviano atraídos por la oferta laboral en las quintas del lugar. De esta manera, lo expuesto hasta aquí en cuanto a la dinámica y redistribución de la inmigración boliviana a nivel nacional, es el contexto a partir del cual arriba la mano de obra de Bolivia al área santafesina.


La comunidad boliviana en el cinturón hortícola santafesino

Al hablar de ‘comunidad boliviana’ se alude a la misma como una comunidad sociocultural y en este sentido es importante hacer algunas aclaraciones del significado dado a dicha expresión en este trabajo y el por qué del uso de este término.

La primera cuestión a tener en cuenta es que al hablar de comunidad boliviana no necesariamente se está haciendo referencia a que todos los miembros que la integran hayan nacido en Bolivia, sino que la idea radica en el sentimiento de pertenecer a dicha comunidad más allá de que sean nativos o no del país limítrofe. De hecho, en este estudio, mucho de los que componen la comunidad forman parte de una segunda generación, es decir, hijos de bolivianos nacidos en Argentina y en otros casos, de integrantes provenientes de las provincias del noroeste argentino principalmente de Jujuy que siente ser parte de esta comunidad. Aquí es importante recalcar esta idea del sentido de pertenencia que comparten los miembros que hacen que, ciertos rasgos sociales y culturales permanezcan y se profundicen a lo largo del tiempo a través de generaciones y estén de manera visible en el espacio geográfico del cinturón hortícola. El sentido de pertenencia surge a partir de las entrevistas y a partir de lo observado en diferentes prácticas colectivas cotidianas compartidas por todos, esto es tanto en las prácticas laborales como no laborales y en los significados y valorizaciones que los entrevistados expresan en cuanto a sus historias migratorias, al espacio de origen y destino, a las festividades, entre otros tantos aspectos que en los apartados siguientes se detallan. En efecto, el sentido de pertenencia hacia la comunidad boliviana queda evidenciado en las prácticas y acciones y en las estrategias culturales comunes a los integrantes que en definitiva caracterizan y definen a la misma.

Los hijos de bolivianos nacidos en Argentina, si bien son argentinos y sus costumbres y modos de vida no se corresponden netamente a los propios de Bolivia como en el caso de sus padres y abuelos, se observa claramente que comparten prácticas, amistades, códigos, cuya correspondencia le pertenece a la comunidad boliviana. Esto se percibe en los lazos entre amigos, vecinos, novios e inclusive en las pautas matrimoniales, como también, en los momentos y espacios de encuentros que comparten.

La comunidad es vista como el ámbito donde se encuentra seguridad y una ‘sensación buena’ y en la cual todos se entienden, donde se pueden confiar en unos y otros, y donde nadie es extraño respecto a otros. Además, en una comunidad se puede contar con la voluntad mutua y una ayuda por parte de los que la integran, y que esta ayuda es considerada como un deber, un deber de ayuda mutua y que el derecho radica en esperar recibir esta ayuda ante una determinada necesidad. El entendimiento sobre el que se basa la comunidad y que precede a todos los acuerdos y desacuerdos es otro de los aspectos que merecen ser rescatados[16].

Considerando lo mencionado, la comunidad podría ser pensada como un ámbito vital en el cual cada miembro encuentra lo que necesita y además, comparte normas, valores, modos de pensar, percibir y sentir que le son propios a todos dentro de la comunidad. Estos pensamientos y sentimientos de la comunidad boliviana intervienen en la construcción del espacio encontrándose de algún modo, presentes y anclados en el mismo a través de un complejo de relaciones que se dan dentro de la estructura social de la comunidad a partir de una serie de prácticas y experiencias cotidianas de los integrantes.

De esta manera, en este trabajo, al hablar de comunidad boliviana se está haciendo hincapié en una estructura social caracterizada por la presencia de una red de relaciones interpersonales, familiares e institucionales construida desde la llegada de los primeros migrantes al lugar -inclusive desde el mismo momento de la toma de decisión de migrar en sus lugares de origen- y reforzada a través de los años a partir de las nuevas generaciones incorporadas a dicha estructura. Esta comunidad permanece en el tiempo y en el espacio gracias a la existencia de vínculos más o menos fuertes y de distintos tipos los cuales permiten la circulación de información y recursos que, a su vez, posibilitan el fortalecimiento de la identidad de la estructura social a partir de lazos y relaciones presentes en distintas prácticas laborales, familiares, recreativas, reforzando la imagen de la comunidad.  

Al descubrir estos vínculos y prácticas socioespaciales a través de las experiencias propias de la comunidad boliviana es posible por un lado, descubrir el rol de las redes sociales y por el otro, comprender la construcción de la espacialidad ya que en estas experiencias cotidianas y al compartir momentos y espacios de encuentro y expresiones simbólicas (festividades) se percibe una reminiscencia a ciertos aspectos propios de Bolivia.

En esta estructura social es donde se localiza el capital social, es decir, aquellos recursos propios a los vínculos sociales que hacen a la cooperación entre los actores sociales, creando confianza y vinculando, a su vez, a otros actores con la estructura. El capital social, creado a partir de las relaciones sociales, es un elemento esencial de análisis en el nivel meso, el cual, este último permite explicar el rol de las redes sociales migratorias a partir de la interacción de lo estructural, relacional e individual. De este modo, es posible pensar en la construcción social del espacio, considerando a los procesos, acciones y relaciones sociales, que en este caso se ven involucrados en la migración boliviana en el área en estudio.

En la ‘teoría de las redes’ la idea principal se centra en las redes de migrantes como “… un conjunto de lazos interpersonales que conectan a los migrantes, primeros migrantes y no-migrantes en las áreas origen y destino mediante lazos de parentesco, amistad y de compartir un origen común (…) las conexiones de redes constituyen una forma de capital social que la gente puede usar para tener acceso al empleo en el extranjero…”[17]. De esta manera, la red funciona como un tejido en el cual se dan fuertes relaciones entre los primeros en migrar y los posteriores, junto a aquellos que no son migrantes pero que inevitablemente participan de esta red otorgando trabajo, brindado alojamiento, facilitando información, etc. Así pues, la red de migrantes se retroalimenta a medida que van llegando nuevos inmigrantes y a medida que se suman nuevos recursos y capital social.

Cuando se habla de nivel meso se hace referencia a lo expuesto por Faist quien define tres niveles: estructura macro, relaciones e individuos (nivel estructural, relacional e individual).[18] La estructura macro hace referencia a las estructuras políticas, económicas y culturales en el país de origen y de destino y en los sistemas políticos y económicos internacionales de los estados-nación en los cuales se encuentran involucrados los migrantes. El nivel relacional tiene que ver con las relaciones sociales de los que se trasladan y los que se quedan. Éstas varían respecto a la densidad, fortaleza y contenido y estos vínculos pueden darse en el país de origen o de destino o ambos al mismo tiempo. Finalmente, en el nivel individual, los movimientos internacionales pueden ser caracterizados a lo largo de un continuo grado de libertad y autonomía de los migrantes potenciales basado en recursos tales como dinero, información, conexiones. El grado de libertad o autonomía está circunscrito en un contexto en el cual el conjunto de grupos o partes involucrados en la toma de decisión de migrar y las dinámicas migratorias son: 1-individuos en el lugar de origen; 2. colectividades y redes sociales de los migrantes potenciales y actuales y los que se quedan, tales como, familias, hogares, amistades, círculos de amigos, vecindarios, etnias, asociaciones religiosas y de profesionales pero también, 3- actores de una colectividad interesados en el país de origen y el de destino (organizaciones no gubernamentales, organizaciones supranacionales).

El aspecto relacional dentro de una estructura admite pensar en la cuestión escalar, ya que la misma es tal según las fuerzas estructurales y las prácticas sociales, es decir, es en tanto se defina considerando los que migran y los que se quedan; al lugar de origen como el de destino, a la densidad y fortaleza de los vínculos que se dan entre éstos y sobre todo, considerando las distintas escalas en las cuales se desarrollan esas relaciones sociales que en muchos casos, van más allá del propio cinturón hortícola. Se presentan distintas relaciones en distintas escalas entre distintos actores sociales.

Lo mencionado intenta fundamentar que es necesario estudiar al espacio geográfico construyendo una mirada que descubra las relaciones sociales de los migrantes en el marco de redes migratorias para no permanecer en el campo de lo abstracto. En efecto, identificar dichos procesos y prácticas sociales que se dan en el espacio permiten pensar más que en un espacio de las migraciones, en la espacialidad del fenómeno migratorio y de esta manera pensar al espacio a partir determinadas acciones de apropiación y valorización.

La espacialidad es entonces entendida como una coexistencia y superposición de 1- objetos y materialidades de los procesos sociales; 2- de representaciones relacionadas con la elaboración de proyectos que implican acciones e intencionalidades; y 3- de la percepción simbólica y de las experiencias subjetivas que hacen al espacio vivido y cargado de significados.

El estudio de las redes migratorias entre los migrantes bolivianos permite aportar ciertas herramientas para comprender la espacialidad del fenómeno migratorio en el cinturón hortícola santafesino. En relación a esto, cabe preguntarse, ¿cuáles son aquellas prácticas sociales de los migrantes que intervienen en la espacialidad?; ¿cuáles son los materialidades y acciones participantes?; ¿cuáles son las representaciones simbólicas del espacio y los significados presentes en la construcción de la espacialidad por parte de la comunidad boliviana? En resumen, ¿cuáles son aquellas dimensiones y elementos que definen la vida cotidiana de los migrantes en el cinturón hortícola santafesino?

Dando respuesta a estos interrogantes es posible explicar entonces la dimensión espacial de la migración boliviana en el cinturón verde y para esto es importante tener presente que las materialidades son tales según representaciones, y que esas representaciones son tales según esas materialidades y que es, en este sentido, que se explican las transformaciones en tal espacio.

El migrante participa y construye la espacialidad a través de sistemas conformados por elementos materiales y relaciones sociales haciendo del cinturón hortícola, un espacio social creado y recreado por una sociedad con un proyecto determinado.

Retomando lo expuesto antes, como primera cuestión a tener en cuenta es necesario pensar en aquellos elementos que hacen a la vida cotidiana de los migrantes bolivianos en el espacio, es decir, aquellas prácticas sociales cotidianas que explicarían la espacialidad y de este modo poner la atención en los sujetos integrantes de la comunidad boliviana quien a través de sus prácticas dentro de sus espacios de vida van construyendo sus experiencias espaciales.

Los migrantes bolivianos en sus prácticas sociales cotidianas desde el mismo momento en que toman la decisión de migrar comienzan a activar una serie de traslados no sólo físicos y materiales sino que además, desarrollan un desplazamiento continuo de sentidos, significados y valores desde su lugar de origen al de destino. Lejos de interrumpirse una vez pasado los años de instalados en el cinturón hortícola, esto se profundiza con los constantes intercambios y contactos dentro de la estructura de redes en las cuales se encuentran y que va más allá del espacio local. De esta manera establecen vínculos entre lugares uniéndolos a partir de estas cotidianeidades y experiencias. Trasladan con el tiempo y en el tiempo aquellos significados, ideas, objetos de un lugar a otro, de Bolivia a Santa Fe, conectando estos lugares a través de los desplazamientos y reconstruyéndolos y combinándolos permanentemente a partir de rasgos que con el tiempo podrían presentar particularidades semejantes en ambos sitios.

En este proceso, el cinturón hortícola fue construyéndose y transformándose a partir de la incorporación de elementos y rasgos que fueron, en alguna medida, desplazados por sujetos, los migrantes, desde otros lugares, no sólo el de origen, sino de lugares involucrados en la historia de sus trayectorias migratorias. Partiendo del desarrollo de estas ideas es posible comprender entonces, ciertos aspectos referidos a la búsqueda de trabajo y residencia por parte de los migrantes, las trayectorias que realizan, las prácticas de ocio y recreación entre otras cuestiones; en definitiva, es posible comprender, cómo van construyendo la espacialidad a partir de representaciones, significados, proyectos y materialidades.

Arribar al conocimiento de la experiencia espacial de los migrantes bolivianos y la captación de dichas prácticas socio-espaciales permiten ver al espacio de una mirada constructivista[19] de la geografía y arribar a la comprensión de cuáles son aquellos significados y materialidades que los sujetos le otorgan a los lugares. Un camino para lograr esto ha sido, por un lado, la observación de determinadas prácticas y su espacialidad y por otro, conocer dichas prácticas y su espacialidad a través de los relatos propios de los migrantes a partir de las entrevistas realizadas. Las biografías de los entrevistados han sido una herramienta muy valiosa en la recolección de datos. Y para esto se recurrieron a distintos momentos de encuentros entre el investigador y los entrevistados, construyendo de manera paulatina el conocimiento de los aspectos estudiados.

Es importante aclarar que estos relatos se hacen considerando el ahora, el presente, aunque claro está, en este proceso discursivo el entrevistado retoma aspectos que hacen a su historia como migrante incluyendo una carga emotiva que hace a su pasado, a su lugar de origen, a su trayectoria migratoria, a sus afectos familiares y recuerdos. Estos relatos son compartidos por los migrantes que forman la comunidad boliviana del lugar.

A continuación se dará cuenta de aquellas cuestiones que por un lado identifican a la comunidad boliviana del cinturón hortícola santafesino, siempre en el marco de la función y conformación de redes sociales y por el otro lado, cómo estos aspectos han participado en la construcción de la espacialidad. Se ha considerado conveniente agrupar las acciones que dan cuenta de las experiencias sociales y espaciales de la vida cotidiana de los migrantes en cuatro puntos:

Cabe aclarar que lo expuesto en los cuatro ítems forman parte de los resultados de las entrevistas y observaciones efectuadas a lo largo del trabajo de campo y que los fragmentos que se anexan son sólo una selección de algunas narraciones de algunos entrevistados y son a modo de complemento de dichos resultados.

A cada entrevistado se le asigna un número en lugar de colocar sus nombres con el fin de preservar la identidad de los mismos. En cada caso se referencia la fecha de realización de la entrevista con una nota al final de estas páginas.


Experiencias materiales y simbólicas de la comunidad boliviana partícipes en la construcción de la espacialidad del cinturón hortícola

La cotidianeidad laboral de la comunidad: El trabajo en las quintas hortícolas de Monte Vera

El distrito de Monte Vera caracterizado desde 1940 aproximadamente por la siembra de hortalizas comienza a desarrollar los cultivos de cebolla y alrededor de 1960, se incorpora la siembra de tomate, zapallito, chauchas, entre otras, generándose de manera cada vez mayor la demanda de mano de obra y consecuentemente la llegada de inmigración boliviana originaria preferentemente de las zonas rurales de Tarija.

Para 1960 existían dos establecimientos dedicados a la horticultura, la Jujeña  y la Fragata, en los cuales se calcula que existían entre 500 a 600 personas en cada establecimiento. Relatan los entrevistados que a partir de los 60 pero sobre todo a partir de los años 70, los inmigrantes venían a buscar trabajo. Primero lo hacían peones, es decir, venían hombres únicamente. Años posteriores llegaban las familias que se instalaban en una pieza donde vivían cinco o más integrantes y algunos peones mayores de 18 años. Se construían sus ‘ranchos’ en los mismos predios de las quintas, viviendo en condiciones precarias. En esta primera etapa, la inmigración revestía el carácter de ser transitoria -golondrina- en coincidencia con lo sucedido en otros lugares del país, que de acuerdo a los momentos de siembra y cosecha, la población cumplía ciclos laborales uniendo distintas producciones en diferentes regiones argentinas.

El cultivo de tomate fue el que caracterizó tradicionalmente al cinturón hortícola santafesino, en segundo lugar el pimiento, luego se diversificó a partir de la incorporación de distintas hortalizas y especies de cultivos de hoja. Ante la gran demanda que requería este cultivo, fueron arribando los migrantes bolivianos dedicados casi exclusivamente al trabajo de cosecha y embalaje del tomate. Y todos, además, con antecedentes de haber trabajo la tierra en Bolivia, en cultivos de papa, maní y maíz principalmente. El trabajo era, claro está, manual, no existían para entonces maquinarias que ayuden al trabajo tanto de siembra como de cosecha y es en este sentido, que la demanda de mano de obra era muy importante.

Es así como llegaron a la zona primeramente peones trabajadores para poder satisfacer esos momento de mayor demanda retornando algunos a Bolivia o a otras zonas argentinas para cumplimentar con los ciclos económicos. Más tarde, este carácter de migración transitoria se convirtió en definitiva, muchos de ellos finalmente se radicaron en la zona también como peones hasta que pasado los años, se comenzó a instaurar una relación laboral bajo el sistema de mediería[20]. Actualmente, si bien existe la mediería, comienza a presentarse como tendencia el arrendamiento de las tierras por parte del migrante boliviano.

Retomando el tema que ocupa este apartado, una de las experiencias cotidianas en relación al trabajo características de la comunidad boliviana y que surge a partir del trabajo de campo, es el trabajo familiar. Desde la implementación del sistema de mediería y en la actualidad, con el arrendamiento de la tierra, las labores en el campo son llevadas a cabo por todo el grupo familiar participando y colaborando en las tareas tanto de siembra como de cosecha siempre algún integrante de la familia. Las esposas e hijos participan de las jornadas de trabajo, articulando estas actividades con las del hogar en el caso de la esposa y con el estudio en el caso de los hijos.

El procedimiento estaría caracterizado por el trabajo en las quintas de todos los miembros de la familia, y aquellos hijos que son pequeños y aún no pueden trabajar, igualmente acompañan el trabajo de sus padres, generalmente cargados por sus madres durante la realización de las tareas de siembra y recolección. De igual modo, esta tendencia muy presente desde la llegada de los migrantes se observa en menor medida hoy en la actualidad.

Desde muy pequeños, los hijos participan del trabajo en las quintas durante media jornada siendo la otra mitad del día, el momento en el cual los hijos asisten a la escuela de la zona. Esto es expresado tanto por los migrantes como por las instituciones entrevistadas. Este aspecto es muy importante de resaltar, si bien los hijos tradicionalmente han formado parte del trabajo rural en las quintas, todos igualmente asisten a la escuela cumpliendo con sus estudios primarios y secundarios, en menor medida se observa una continuidad de estudios de nivel superior, aunque esta tendencia es cada vez mayor.

Entrevistado N°2:[21]

“- … ¿y estudiabas y trabajabas en el mismo momento, las dos cosas?
- claro, las dos cosas. A la mañana trabajaba en el campo, muy temprano con mi papá, y siempre fui teniendo la ilusión…. Por ejemplo, yo no conocía lo que era la secundaria… yo sabía que había médicos, abogados, pero no sabía cuál era el paso para llegar …por qué?...  porque los chicos de 11, 12 años, los padres les decía no, ayudame a trabajar en las quintas… porque hay que trabajar, hay que producir, en aquel tiempo, yo decidí estudiar, amén de los prejuicios que todos la gente le decía a mi viejo, a mi papá, mandalo a trabajar a tu hijo, para qué vas a perder tiempo yendo al pueblo.
- ¿y cuando hacías la primaria, también trabajabas en las quintas?
- sí, sí, siempre en la secundaria y facultad también…”

De las entrevistas surge permanentemente el significado otorgado al estudio. Los primeros migrantes llegados al lugar, los padres y abuelos de familias, son los que en una gran mayoría no han cumplimentado sus estudios ya que desde muy pequeños se incorporaron a actividades laborales rurales en Bolivia, para luego, dentro del marco familiar migrar hacia otros lugares para continuar con otros trabajos. La educación a sus hijos forma parte de un deseo y logro muy importante por parte de los padres de las familias bolivianas. Este tema se retoma más adelante por ser considerado uno de los ejes que le han dado sentido al hecho de migrar y permanecer en este espacio geográfico.

El trabajo del grupo familiar ha sido lo que permitió, en gran medida, sustentar el trabajo en las quintas bajo la relación de mediería, ya que al ser generalmente familias numerosas, las tareas eran llevadas a cabo por los integrantes de la familia y rara vez se necesitaba la ayuda de peones. Esta relación contractual en la cual se comparte en partes iguales las ganancias y pérdidas, y en la cual la familia boliviana pone el trabajo y el propietario la tierra, benefició de manera muy importante a ambas partes, al menos en un primer momento provocando la expansión del cinturón hortícola.

En la actualidad, con esta nueva tendencia al arrendamiento se observa del mismo modo la cooperación familiar en las quintas. Es decir, continúa existiendo hoy, como acciones cotidianas por parte de la comunidad, el trabajo participativo de todos los integrantes de la familia en las quintas, por más que muchos de estos hijos tengan otras actividades laborales como complemento.

Continuando con la cuestión laboral, como cotidianeidades se observa tanto como prácticas pasadas como actuales, la existencia de una jornada de trabajo determinada como dicen los entrevistados, por ‘la salida y entrada del sol’. Tradicionalmente la jornada de trabajo en las quintas se ha desarrollado y se sigue haciendo dependiendo de la cantidad de tareas a realizar y como esto obedece exclusivamente a la labor de la familia, se puede observar a la misma trabajar apenas amanece y hasta la entrada del sol, sobre todo en épocas de siembra y cosecha cuando el trabajo es mayor. Esto a su vez se encuentra relacionado con que muchas de estas familias además, residen en viviendas que se encuentran en la misma quinta y que son propiedad del dueño de la tierra.

Entrevistado N°1:[22]

-“…yo, mi día, es desde la seis de la mañana, todos los día, llueva, haya sol, al mediodía vuelvo acá, o a veces me quedó en la quinta, mi señora cocina allá, tenemos una pieza, queda a dos kilómetros, todo el día (…).
Estuve como mediero, doce años, vivía en la misma quinta, salíamos a trabajar, los primeros años era peor, después mejor (...) 
Yo he visto paisanos que han vivido muy muy mal…el patrón nos daba un rancho, así de caña, y venían esos vientos, esos fríos, que pasaban… no sé cómo se aguantaba ahí… con chicos, imaginate vos…”

La precariedad, carencias y sacrificios son temas recurrentes expresados en las entrevistas y observados en el trabajo de campo. Relatan no solo que estas cuestiones estuvieron presentes al momento del arribo al lugar, principalmente en los años de las décadas del 70 y 80, sino que estas situaciones para muchos, siguen estando presentes aunque en menor grado. Las condiciones en las cuales vivían y trabajaban al momento de llegados a la zona santafesina son consideradas como muy precarias y con fuertes carencias, en muchos casos, bajo relaciones de explotación como peones y en otros casos, engañados en cuanto a las relaciones laborales de mediería.

Entrevistado N° 2:

-“… había una esclavitud, había de todo, había… yo me acuerdo, había un tipo que agarraba, levantaba gente, agarraba el camión, se iba a la  frontera, cruzaba a Bolivia, y cargaba la gente, y se venía como traer animales…. Eso no existe ahora, como traer como animales, y les decía esto no me conviene, y esto no me conviene… y humildemente tenías que agarrar el bolsito y tomártela…”

El paso de los años, el aprendizaje y la experiencia laboral en el espacio por parte de los migrantes hizo que esas cuestiones desaparezcan en gran medida o al menos disminuyan sobre todo a partir del cumplimiento de ciertos derechos que ellos mismos fueron logrando con el tiempo y a través de la ayuda mutua entre paisanos. Sobre este tema también ser volverá en apartados siguientes ya que son los fundamentos en relación al tejido de redes migratorias existente.

Las técnicas empleadas para el trabajo en las quintas, si bien han evolucionado acorde a los avances propios en relación a las prácticas agrícolas generales, hoy todavía se puede observar el uso de técnicas propias de los años 60 o 70 como por ejemplo, la utilización de cañas y pasto seco para construir un estilo de ‘casilla’ para la protección de los cultivos y el arado tracción a sangre. No obstante, los entrevistados expresan que la experiencia cotidiana en todos estos años ha permitido ir conociendo ciertas características propias del suelo y el clima del lugar como así también los tipos de cultivos más convenientes.

Entrevistado N°2:

-“… nosotros vamos aprendiendo de los que ya hemos ya sembrado.
- ¿de la experiencia?
- la experiencia nos ha llevado a eso… un año yo me acuerdo, me acuerdo, que sembramos tomate, teníamos un patrón allá en Recreo, bueno, se nos apestó, se nos manchó el tomate, justo al medio de los lomos, un manchón, y lo traía al ingeniero, lo traía, y seguía la peste, y era cada vez mas grande, no lo paraba, y le digo, no patrón, si se apestó se apestó, vamos a sacarlo, a arrancar todas las plantas de ese lugar, lo sacamos y no siguió más. Entonces uno va aprendiendo… al transcurrir los años, uno va aprendiendo, no es sembrar nomás… uno tiene que saber qué peste… puede ser, por ahí, no digo que a lo mejor el grande no pueda ir a buscar un ingeniero… que diga mirá me pasa esto y esto…”

A modo de síntesis en relación a este apartado, dentro de las experiencias laborales que caracterizan a la comunidad boliviana en Monte Vera, se da con cierta generalidad que una vez llegados al lugar como peones luego de haber trabajado en otros sitios (principalmente en Jujuy), comenzó a trabajar la tierra el grupo familiar bajo la relación laboral propia de la mediería. Luego de haberse desempeñado como medieros y habiendo adquirido una cierta confianza con los dueños de la tierra y una mayor experiencia en cuanto a la producción hortícola, empezaron a independizarse a partir del arrendamiento de las tierras. Finalmente, en el marco de las relaciones sociales y laborales dentro de la comunidad y la experiencia adquirida con los años, la ayuda mutua entre los distintos integrantes ha permitido progresar en las condiciones y prácticas laborales en las cuales se encontraban los trabajadores. 

Entrevistado N°2:

-“… Una temporada… yo ya sembraba por mi cuenta, y le decía, cuánto te están pagando el precio del tomate…tanto… y cuánto te están pagando… tanto… era lastimosamente… cómo puede ser que sean tan malos los patrones… yo vendía prácticamente el doble de lo que le pagaban a ellos… el doble, entonces le digo, no muchachos… dejen no sean medieros…dejen, porque realmente los están explotando… no puede ser nunca que yo venda a tal precio y a ustedes a esto… una vergüenza, una vergüenza (…).
Es que ahora la quinta no es rentable… si el mediero… no saca nada, tiene que dividir y no le queda nada (…) más vale, trabajar por su cuenta… o hacer otro tipo de trabajo (…)
Están todos alquilando, prácticamente, todos alquilando, una hectárea, dos hectáreas, todos alquilando, porque es como le digo yo, mediero no le conviene, al precio que están las cosas hoy, no le conviene…”.

Experiencias ‘vividas’: espacios de encuentros y expresiones simbólicas de la comunidad

En este punto se consideran aquellas prácticas colectivas de la comunidad definidas como estrategias culturales que reafirman la identidad del grupo a través de distintas expresiones simbólicas y a partir de espacios de encuentros, participando estos aspectos de manera muy importante en la construcción de la espacialidad. Aquí las cotidianeidades y experiencias espaciales se relacionan principalmente con manifestaciones simbólicas observadas en momentos no laborales y en momentos en los cuales se ‘trae al escenario’ de Monte Vera aquellas experiencias vividas en sus lugares de origen. Estas expresiones culturales de la comunidad boliviana en el espacio intentan ‘acercar y unificar’ aquellas cuestiones que se encuentran alejadas o separadas, se pretende mediante estos espacios de encuentro ‘acercar Tarija a Santa Fe’, reafirmar la identidad de la comunidad boliviana y además, y muy importante, sostener y nutrir el tejido de relaciones y vínculos entre los integrantes, migrantes o no de dicha comunidad.

Si bien las manifestaciones son diversas, en este trabajo se centrará la atención sólo en la Festividad de la Virgen de Chaguaya por la relevancia que reviste esta celebración religiosa para la comunidad. En esta instancia, el objetivo es dar cuenta acerca de aquellas prácticas colectivas relacionadas con la identidad de la comunidad, pero en el marco de un cierto funcionamiento de las instituciones –más o menos formales- que han facilitado la inserción no sólo laboral, sino también sociocultural en Monte Vera. Estas instituciones en sus inicios suelen ser más informales, pero con el tiempo y la llegada de nuevos inmigrantes y el fortalecimiento de relaciones sociales y espaciales se logra una mayor formalización en su funcionamiento. En un primer momento, pueden darse reuniones entre paisanos con el objetivo de compartir un momento y experiencias comunes o festejar celebraciones religiosas y patrias, pero con el tiempo, este tipo de organizaciones pueden evolucionar hacia un funcionamiento formal e inclusive con la incorporación de nuevas generaciones, que como en el caso en estudio, corresponden a hijos de inmigrantes nacidos en Argentina.

La celebración de la Virgen de Chaguaya es considerada una de las fiestas más representativas de la población de Tarija y un verdadero ‘espacio de encuentro’ para bolivianos del lugar y de otras tantas ciudades de país que se trasladan durante los días de la celebración a este espacio reencontrándose muchos de ellos, con sus familiares, amigos, compañeros o simplemente con sus paisanos. Para el análisis de este acontecimiento se han realizado por un lado, observaciones durante el desarrollo de la festividad en el mes de septiembre de los años 2008 y 2009, y en complemento a esto, se ha indagado sobre este evento a cada uno de los entrevistados durante el trabajo de campo.

Chaguaya es una ciudad pequeña situada al suroeste del departamento de Tarija, en el sur de Bolivia, a 60 km de la ciudad de San Bernardo de Tarija y próxima a la frontera con las provincias argentinas de Salta y Jujuy. La imagen de la Virgen de Chaguaya proviene justamente de la ciudad de Chaguaya en Bolivia, la misma fue traída a la localidad de Ángel Gallardo (Monte Vera) por el sacerdote Atilio Rosso en 1978 cuando era párroco de la zona.

La leyenda cuenta que la aparición de la Virgen de Chaguaya se remonta al año 1750 y que la zona se encontraba desvastada por la sequía que afectaba a los cultivos y las pestes que provocaban la muerte de los animales. Por la noche, una pareja de campesinos de regreso a su casa, observaron un resplandor que seguidamente se convirtió en una imagen de la Virgen María, en la copa de un árbol, la cual a los pocos minutos, desapareció.

En 1980 se construyó el actual Santuario de la Virgen de Chaguaya al cual anualmente, entre el 15 de agosto y 14 de septiembre, se realiza la peregrinación de los fieles no solo del lugar sino de pueblos cercanos inclusive de pobladores que se encuentran en las provincias del noroeste argentino. “… En Bolivia, las devociones tienen en general un alcance regional, como por ejemplo la Virgen de Chaguaya, que es la más popular en Tarija, o la de Copacabana, que lo es en el altiplano de La Paz. En Buenos Aires sin embargo, esta celebración, más que otras, agrupa a bolivianos de todas las regiones, aunque eventualmente participen también de otras celebraciones de sus regiones de origen…”[23].

La Capilla de la Virgen de Chaguaya en el paraje Ángel Gallardo (Monte Vera) es el lugar donde se realiza la festividad un fin de semana del mes de septiembre, desarrollándose durante sábado y domingo misas, procesiones, espectáculos folclóricos, entre otros eventos. La fecha en el mes de septiembre se estableció con el objetivo de que no coincida con la temporada agrícola, ya que el mes de agosto (mes en el cual se da comienzo a la celebración en Tarija) en esta zona es período de jornadas laborales muy intensas que impedían a los organizadores del evento disponer de su tiempo exclusivamente para los preparativos.

El domingo es el día principal de la ceremonia, la cual comienza con una procesión de la Virgen acompañada por jóvenes vestidos con ropas típicas de Bolivia. Se recorren unas cuantas cuadras y se regresa a la iglesia para la celebración de la misa. En primer lugar se canta el himno de la Virgen de Chaguaya, acompañado por sonido de cascabeles. A continuación, terminada la misa, se realiza la bendición del Sagrado Corazón para luego dar comienzo a la ceremonia de la ‘Pisada’ que implica la bendición de parte de la virgen a los feligreses que se acercan a conmemorarla, la persona interesada se ubica debajo de su figura para que simbólicamente ésta reciba la bendición, es decir, la  “pisada” protectora de la virgen. La imagen es sostenida por hombres quienes descienden la figura hasta que prácticamente roce la cabeza de los feligreses que pasan por debajo de ella.

La festividad religiosa se complementa con aquellos otros aspectos que acompañan a la misma, como por ejemplo, llegando a Ángel Gallardo se puede observar que la avenida principal y las calles lindantes están decoradas con banderas de Argentina y Bolivia, se puede ver también que ambas banderas se encuentran en las entradas de las quintas o en las ventanas de las casas. Además, se agregan a la fiesta numerosos puestos de venta de vestimenta, artesanías, comida, objetos religiosos, etc. tanto en relación a Bolivia como a Argentina.

En este sentido, y desde los aportes provenientes de la geografía humanista[24] se puede comprender la concepción del espacio como ‘lugar’ y su relación con la cultura, los valores y con el comportamiento de los hombres. Prevalece la idea del espacio cargado de intenciones y significados referidos a la vida cotidiana de una comunidad. Estas subjetividades[25] son las que hacen que un espacio sea vivido y que un espacio sea un lugar y de esta manera entender a partir de estas experiencias la construcción de una espacialidad.

 “…Son las estrategias culturales para los inmigrantes bolivianos, las que permiten la apropiación del espacio a través de un espacio vivido pues sobrepasa el espacio de vida, concreto y soporte…”[26]. Los migrantes a diario, construyen sus ‘lugares’ a partir de prácticas colectivas, organizando el territorio a partir de nuevas dinámicas y creando nuevos sentimientos de pertenencia, en esto, es fundamental la existencia de lazos, vínculos e interacciones entre personas e instituciones. Bourdieu[27] expresa que “…la razón por la cual se exige tan rigurosamente la sumisión a los ritmos colectivos, es que las formas temporales o las estructuras espaciales, estructuran no sólo la representación del mundo del grupo, sino el grupo como tal, que se ordena a sí mismo a partir de esta representación…” .

En relación a lo mencionado y en referencia a las observaciones efectuadas durante la celebración de la Virgen de Chaguaya,  el lugar es considerado como un contexto en continua transformación a partir del cual se permiten nuevas construcciones sociales, culturales, económicas en torno a la imagen de la virgen migrante.

La existencia de las redes de relaciones es la estructura que posibilita que las identidades se recreen y revitalicen e incluso se articulen, del mismo modo que permite crear nuevas relaciones y sentidos de pertenencia y construcción de nuevos lugares. La identidad no solo hace referencia a un grupo étnico, sino también a un espacio geográfico y cultural. Los migrantes, en sus nuevos destinos, recrean cotidianamente identidades a partir de recuerdos, gastronomía, relatos, costumbres, leyendas, festividades.

De esta manera, y volviendo a la idea expuesta al comienzo de este apartado, se puede observar como aquello que es propio y que forma parte de la identidad del pueblo tarijeño en Bolivia es traído al espacio de Monte Vera, uniendo ambos espacios a través de un conjunto de símbolos, cargas emotivas y significados culturales que hacen a la construcción del lugar. En esos días, todos los años, se ponen en juego el enriquecimiento de la identidad de un pueblo y además, se fortalecen las relaciones y vínculos entre los miembros de una comunidad y el sentido de pertenencia a la misma. Esta manifestación simbólica es el modo de unir Tarija con Monte Vera, Tarija y otras tantas localidades y espacios geográficos en los cuales se encuentran viviendo migrantes bolivianos. Es el momento de reencuentro entre amigos, familias, vecinos, compañero, paisanos quienes comparten los mismos valores y códigos de comunicación. De esta manera, mediante una celebración religiosa se refuerza la imagen de la comunidad boliviana y se facilita la perpetuidad de determinados estilos de vida que definen a la cultura del migrante. Esta fiesta es un marco de comunicación en el cual existen códigos preestablecidos y compartidos por un grupo y que forman parte, al igual que otras prácticas, del proceso de identificación de los migrantes. Claval[28] sostiene que como fundamento de las identidades, la cultura permite a la vez unir y dividir a las personas y que cuando éstas participan de las mismas creencias, comparten los mismos valores y asignan a su existencia objetivos parecidos, nada se opone a que se comuniquen libremente entre ellas.

Llegan al lugar bolivianos provenientes de distintas ciudades del país, muchos de ellos en algún momento de su trayectoria migratoria han vivido en el cinturón hortícola santafesino y por distintas razones han migrado hacia otros sitios en busca de mejores oportunidades laborales. Es así, como muchos familiares de los que hoy aún viven en Monte Vera, llegan este fin de semana para no sólo participar de la fiesta sino para visitar a sus parientes. Llegan de Corrientes, La Plata, Mar del Plata, Córdoba, Buenos Aires, Bahía Blanca y de las localidades más cercanas como Helvecia, Cayastá, San Javier, Esperanza, entre otras. En relación a la ‘fiesta’, la misma marca una ruptura colectiva clara y significativa en el desarrollo ordinario de los días[29],  y como lo expresa Claval[30] estas fiestas marcan el pulso de la vida colectiva o religiosa y se manifiestan mediante procesiones, bailes, música y espectáculos, estando muy presente el sentido de pertenencia y siendo éste muy fuerte.

Entrevistado N°2:

-“… ahí, y, mucha gente conocí, que jamás hubiese conocido, gente de Cochabamba, de partes de Bolivia, de La Paz, conocí amigo de distintas partes, conocí obispos que han venido por Santa Fe, y andaban justo para la fiesta de las colectividades, me la han presentado (…) a esa fiesta vienen de La Plata, Buenos Aires, Córdoba de todos puntos del país, vienen a encontrarse en la fiesta…”

Red de relaciones socio-espaciales: Revitalización de los vínculos sociales pasados y presentes

El análisis de la red de relaciones está orientada a detectar cuestiones de la experiencia espacial a partir de ciertas prácticas que realizan los integrantes de la comunidad y que permiten no sólo que los vínculos permanezcan en el tiempo y en el espacio, sino también se revitalizan constantemente. En este punto se considera importante abordar el tema teniendo en cuenta la idea de trayectoria migratoria, aunque se debe aclarar que no es un tema que en esta investigación se indague de manera exhaustiva ya que requeriría de un estudio exclusivamente dedicado a esto, pero sí, se tiene en cuenta este concepto ya que es un aspecto que aparece de manera recurrente en las entrevistas y en el trabajo de campo en general.

Giusti y Calvelo[31] afirman que trayectoria migratoria “… es un conjunto de movimientos protagonizados por un individuo o grupo familiar. Implica todos los cambios de lugar de residencia (departamental o país) donde se haya permanecido por un período determinado de tiempo igual o superior a un año. Permite el estudio y la comprensión del modo que las personas conjugan diferentes prácticas residenciales en el transcurso de las etapas de su ciclo de vida…”. Domenach y Celton (1998:180) exponen que las trayectorias migratorias responden a los itinerarios que los migrantes realizan en las distintas etapas migratorias. A su vez, Sassone[32] agrega acerca del tema que, comprender los cambios de residencia permite entender los desplazamientos cotidianos que el individuo realiza. Aquí se considera importante resaltar de lo mencionado, la idea referida a los movimientos que realiza el migrante o bien la familia del migrante y la conjunción de prácticas que derivan de estos movimientos. En esta investigación, dichas prácticas no sólo están focalizadas en las cuestiones residenciales, sino y principalmente, se hace mención a las mismas teniendo en cuenta las trayectorias de los migrantes que aportan al refuerzo y retroalimentación de los vínculos y relaciones sociales pasadas y actuales.

En este sentido, el hecho de formar parte de estas relaciones socio-espaciales posibilitan alimentar el proceso migratorio entre determinados espacios haciendo que otros migren a partir de las oportunidades de contar con información tanto en el lugar de origen como en el de destino. Balán[33] sostiene que “… es habitual encontrar que ciertas regiones, pueblos y aldeas se caracterizan por su alta migración, en tanto que otras dentro del mismo país no presentan esa característica. Esta tendencia suele explicarse por el papel de las redes sociales en el proceso migratorio…”. De este modo, no sólo favorece a la migración desde un mismo origen hacia un mismo destino, sino que también hacia los mismos nichos laborales, en este caso, la horticultura. Esta coincidencia tanto en espacios como en tareas laborales es lo que facilita la socialización y por ende la retroalimentación del tejido de relaciones.

En efecto, la movilidad espacial de los bolivianos requiere ser vista desde la existencia  y función de lazos y considerando además, que se encuentra relacionado con las ideas que los migrantes tienen acerca de sus proyectos de vida y de sus deseos y necesidades laborales que hacen que se mantenga como referente y de manera muy presente el espacio de procedencia.

Los primeros bolivianos en llegar a Monte Vera formaban parte de los traslados que realizaban los migrantes de acuerdo a los distintos períodos de siembra y cosecha. Era principalmente una mano de obra golondrina, hasta que lentamente con el paso del tiempo muchos de ellos se convirtieron en mano de obra definitiva en el lugar.

En sus relatos, los entrevistados ante las preguntas relacionadas a las particularidades en cuanto al momento de llegada, afirman que primeramente conocieron el lugar porque venían por temporadas de trabajo, junto a otros paisanos, parientes o conocidos y que en cada uno de estos viajes a Monte Vera se sumaban nuevos trabajadores. Venían como peones y luego de realizar el trabajo de la temporada generalmente relacionada en este primer momento a la cosecha y embalaje del tomate, regresaban a sus lugares de origen o bien se dirigían hacía otros lugares para trabajar en otros cultivos también por temporadas. De este modo, se completaban los ciclos laborales. Con el tiempo y ya que la zona crecía cada vez más en cantidad de superficie destinada a la horticultura y a la disminución del trabajo en sus lugares de origen, fueron radicándose de manera definitiva en el lugar.

De esta manera, los migrantes llegados a Monte Vera, en sus relatos manifiestan que de Tarija, migraron a la provincia de Jujuy y de allí, luego de un tiempo de trabajo en la zona siempre relacionado con actividades rurales, comenzaron a sumarse junto a otros paisanos y de manera temporal, a los trayectos hacia otras zonas fuera de dicha provincia llegando al cinturón hortícola santafesino para con el paso de los años convertir este lugar, en su residencia definitiva. Es así como se presenta entonces este primer grupo de migrantes, los primeros en llegar a la zona a partir de los años 60 aunque de manera mucho más pronunciada a partir de la década del 70.

Entrevistado N°3:[34]

-“…y porque, bueno… viendo la historia, es decir, el boliviano siempre se movilizó a la zafra, después bueno pasó, el famoso, población golondrina, va viendo el tema de mano de obra…es decir, yo pienso es uno de los tema de por qué llega a Santa Fe. (…) Mi vieja vino acá y bueno, mi padre andaba por acá… ahora pasamos a la parte informal… y la habrá conquistado a mi madre…
- ¿son de Tarija,  primero vinieron a las provincias del noroeste?
- exactamente, después mi abuelo vino a trabajar a esta zona, mi abuelo materno y bueno…”

Entrevistado N°2:

-“… yo llegué en el año 1970, ya había otros paisanos también mucho más antes que yo, pero en esa época entré.
- ¿y usted de qué lugar de Bolivia es?
- yo soy de Tarija.
- ¿directamente vino para acá? ¿O primero estuvo en algún otro lado antes?
- no, yo antes estuve unos años en San Pedro en Jujuy.
- y entonces, desde San Pedro, de Jujuy, ya se vino para aquí?
- claro, de ahí ya me vine para este lado.
- ¿y cómo llega aquí? ¿Conocía a alguien?
- no, yo vine con un pariente. Vine de peón, prácticamente no conocía, me parecía algo extraño.
- ¿y su pariente estaba acá o estaba también en San Pedro y se vinieron para acá?
- no, no, él venía temporariamente y hacía la cosecha y se volvía. Nunca se quedó a vivir.  (…)
- ¿y usted vino solo o con algún integrante de su familia?
- vine con un hermano, sí, vine con un hermano.
- ¿y su hermano, también se quedó acá?
- no, el venía y terminaba la temporada y se iba. Hace unos años falleció, ya no lo tengo más…”

Un segundo caso en cuanto a la modalidad de llegada de los migrantes, se refiere a aquellos que llegaron al lugar contratados por los mismos dueños de establecimientos de quintas de Monte Vera que viajaban a la zona de las provincias del norte del país o bien a ciertos lugares de Bolivia con el objetivo de contratar mano de obra para esta zona, en creciente expansión en cuanto a la producción hortícola. Este modo de operar respondía a que uno de los propietarios de uno de los establecimientos de Monte Vera, poseía además quintas en Jujuy y de allí el conocimiento acerca de la disponibilidad de mano de obra boliviana. Además, respondía a que muchos de los migrantes que ya se encontraban trabajando en la zona santafesina servían de nexo con otros trabajadores de Bolivia o de las provincias del noroeste argentino.

Una tercera vía de llegada, fueron aquellos bolivianos traídos por otros bolivianos ya radicados en la zona, es decir, aquellos migrantes que una vez instalados en el lugar y con una cierta seguridad laboral, traían a sus familiares principalmente para vivir y para sumarse al trabajo de las quintas. Esta modalidad se profundizó con el tiempo, cuando los migrantes habiendo logrado una estabilidad laboral, residencial y monetaria, viajaban a visitar a sus familiares en Bolivia  y a su regreso traían a un sobrino, un hermano, un primo para sumarse al trabajo.

Entrevistado N°2:

- “… claro, yo siempre todos los años, cada fin de cosecha, me iba a visitar a mis viejos, a mi familia que tenía allá, cada fin de año me iba…”

Entrevistado N°4:[35]

- “… yo vivía con mi marido en Mar del Plata, cuando me separé vine a la zona porque tenía conocidos...”

Entrevistado N°1:

-“… es más, cuando terminaba la cosecha del tomate, en diciembre…. ¿qué hacía la gente? …final de temporada y se iba a pasar las fiestas al norte… y llevaba ese comentario lindo, que habían ganado plata… la cosecha le había ido bien, la gente se entusiasmaba y bueno era un polo de atracción… por así decirlo… Santa Fe…”

De este modo, a partir del relato de los entrevistados se observa la presencia de experiencias espaciales pasadas en las cuales existía una gran movilidad entre Bolivia, las provincias del noroeste, especialmente Jujuy y la zona del cinturón hortícola santafesino. Por otra parte, las relaciones y vínculos entre conocidos, familiares, paisanos, etc. era lo que permitía en gran medida esta movilidad, este ‘ir y venir’ de ‘aquellos’ lugares hacia ‘estos’ con el objetivo de trabajar en las quintas y también de volver para reencontrarse con sus familiares y con sus lugares. En estos trayectos, el intercambio de información era primordial y es lo que ayudaba esencialmente al refuerzo de los lazos como también a alimentar y en consecuencia ampliar el tejido inicial de contactos y relaciones sociales entre los migrantes y no migrantes, entre los que se van y los que se quedan.

Los migrantes en estas trayectorias migratorias desarrollan prácticas, como ya se mencionó, tanto espaciales como sociales y culturales convirtiéndose esto en un elemento esencial en el proceso de construcción de un lugar a partir de singularidades propias de la identidad de una determinada comunidad. Del algún modo, este proceso consiste en traer al espacio de destino aquellos valores ajustándolos al nuevo entorno y dentro de una nueva sociedad, en este proceso se visualiza que tanto la comunidad inmigrante como la receptora intentan acomodarse ante esta nueva realidad.

La movilidad como experiencia espacial se explica también en la actualidad, por los viajes anuales que realizan los migrantes bolivianos a su lugar de origen. Continúa estando presente en la comunidad el hecho de conservar los lazos con los espacios de procedencia, fundamentalmente de lazos familiares, y no así, como se observa en otros cinturones hortícolas argentinos, lazos en relación a la posesión de tierras o propiedades.

Estos viajes se realizan próximos a las fiestas de fin de año y vacaciones de verano, no sólo con motivo de pasar navidad con sus familiares o aprovechar el receso escolar, sino también porque coincide con una época en la cual el trabajo en las quintas disminuye considerablemente debido a las altas temperaturas estivales de la zona. Regresan a Monte Vera a fines de enero y en algunos casos, inclusive a fines de febrero y en estos viajes incluyen muchos de ellos la visita a familiares en Tarija, pero también a familiares y conocidos en aquellos lugares donde estuvieron alguna vez residiendo, como es el caso de localidades de la provincia de Jujuy.

Entrevista N°5[36]:  

-“… a veces, para las fiestas se desaparecen todos…
-  para las fiestas de Navidad y Año Nuevo…
- sí, me llaman de Bolivia por una cosa y les pregunto ¿Qué están haciendo allá? “no vinimos para las fiestas…”, me dicen.
-¿se quedan solamente para las fiestas y después vuelven o…?
-generalmente se van los primeros días de diciembre y vienen a mediados de enero…ellos cada un mes y medio, dos, empiezan cosechas de algo diferente, ellos saben como trabajar el suelo, lo hacen descansar, después de juntar la cosecha, tiene que pasar no se cuanto tiempo para volver a sembrar…”

Entrevista N°3:

- “… ¿y nos decían que en enero regresan al país?
- sí, sí, porque acá esta dividido el ciclo de producción en dos etapas, ¿cuál es el código o representación?, la famosa, la primera y la segunda, el código que ellos manejan. La primera sería la cosecha de invierno que empieza en el mes de abril hasta el mes de diciembre y la famosa segunda que empieza en enero a abril. Bueno, algunos hacen la cosecha de invierno, descansan, van a Bolivia, a disfrutar, a vacacionar, y regresan nuevamente.
- ¿y en ese regreso pueden traer…?
- generalmente sí, según como este la situación, porque es decir, a lo mejor hicieron una muy buena cosecha y seguramente van a invertir como toda familia, el tema del progreso, es decir, si trabaja con un peón, o trabaja como grupo familiar seguramente va a traer….”

Entrevistado N°2:

-“… ¿ellos viajan  a Tarija?
-sí, sí, viajan, estuvieron el año pasado, el anterior también…
-entonces, allá en Tarija, están…
-mi hermano y dos hermanas más, que son las más grandes...
-¿y familiares de su señora también?
- sí, también…”

De esta manera, se puede afirmar que la comunidad boliviana de Monte Vera a lo largo del tiempo ha mantenido de manera activa y constante la red de relaciones sociales y espaciales a partir de la fuerza que tienen los vínculos y el concepto de conciencia e identidad cultural. Y sólo teniendo en cuenta estas particularidades es posible analizar la idea acerca de la construcción de la espacialidad del cinturón verde santafesino.

Ante estas prácticas expuestas en las entrevistas se les ha consultado acerca de las posibilidades de no volver a Monte Vera, y en todos los casos, mencionan que Monte Vera es el lugar donde tienen trabajo y el cual han elegido para vivir. Además, hacen hincapié en que las condiciones de vida en Tarija no son las convenientes y como punto importante destacan que sus hijos pertenecen a una generación nacida en Argentina y por lo tanto, nacionalizados en este país. Este punto se desarrolla a continuación, ya que forma parte del ‘significado’ otorgado al hecho de vivir en Monte Vera y al ‘sentido’ que le dan al hecho de permanecer aquí y no regresar a Bolivia.

A modo de síntesis, se puede decir que los sujetos en este proceso migratorio y a través de sus experiencias de vida van tejiendo una red de relaciones conformada por relaciones sociales que se dan entre distintos lugares. En este proceso es que es posible establecer una confrontación y un paralelismo entre estos lugares desde el significado, la valorización y lo vivido en cada uno de estos espacios.

Como complemento, para conocer aún más acerca del rol de las redes sociales migratorias se seleccionó un estudio de caso para la representación de la estructura social en la cual se encuentran los migrantes. Es importante señalar que dicha estructura se conformó a partir de la información brindada por uno de los informantes claves a lo largo del trabajo de campo y de varios encuentros con él para la realización de las entrevistas. De las entrevistas brindadas por este informante se llegó a otros entrevistados que forman parte de la red social –comunidad boliviana- y de esta manera, luego de un tiempo considerable de trabajo en el campo, se observó que la información se saturaba, es decir, se presentaba como denominador común las prácticas sociales y espaciales que se describen en estas páginas. Claro está que se realiza un recorte de los hallazgos encontrados debido a las particularidades que encierra esta publicación especialmente en cuanto a la extensión de la misma.

En el sociograma (figura 2) se observa por un lado, las líneas que representan la existencia –o no- de vínculos entre los distintos integrantes de la estructura a partir de la consigna ‘conoce a’ y la distinción entre aquellos integrantes nacidos en Bolivia, los nacidos en Argentina y los hijos de bolivianos nacidos en Argentina. Este último aspecto se consideró importante diferenciarlo ya que está relacionado con los jóvenes hijos de migrantes bolivianos que han nacido en Argentina y que forman parte de la segunda generación de integrantes dentro de la comunidad boliviana. Al analizar este segmento dentro de la red, es donde se visualizan ya algunos comportamientos distintos al resto de los integrantes, como por ejemplo, la característica referida a sus ocupaciones laborales actuales fuera de las quintas hortícolas y sus deseos por retomar contactos con sus antepasados en Bolivia, algunos de éstos interrumpidos hasta hace unos años atrás por parte de los migrantes mayores y primeros llegados a destino.

 

Figura 2. Red social según los vínculos y lugar de nacimiento.
Fuente: elaboración propia en base a la utilización del programa Ucinet 6 y al trabajo de campo realizado.

 

Los nodos que figuran en la red se encuentran identificados con números, no colocando los nombres de los distintos integrantes para preservar su identidad. El número uno pertenece al informante clave a partir del cual se fue armando la estructura, es decir, lo que se conoce con el nombre de anclaje de la red. La construcción de esta estructura posibilitó llegar a otros integrantes de la comunidad que, como se mencionó, oficiaron también de informantes para el trabajo de investigación.

La red presenta a simple vista, sectores más cerrados y densos en cuanto a la existencia de nodos y relaciones coincidentes con la presencia de vínculos familiares, quedando sectores mucho más abiertos y nodos más aislados de otros. Además, es posible observar claramente la escasez de actores integrantes de la estructura ‘nacidos en Argentina’ y que no pertenezcan a la categoría de ‘hijos de migrantes bolivianos nacidos en Argentina’ (color azul). Este tema, más allá de esta representación, aparece de manera reiterada en las entrevistas y hace a una característica importante de la comunidad; sus integrantes establecen preferentemente lazos con otros integrantes de dicha comunidad tanto de amistad como de noviazgo e incluso matrimoniales.

En la segunda representación (figura 3) se diferencian aquellos integrantes de la red que en la actualidad viven en Monte Vera, aquellos que viven en Bolivia y por último, aquellos que se encuentran viviendo en otras ciudades del país pero que en su momento estuvieron radicados en Monte Vera. De esta manera se puede observar que los vínculos permanecen presentes entre los integrantes de la estructura mas allá del lugar donde se encuentren viviendo, claro está que en algunos casos, esos lazos son menos estables y frecuentes que en otros. Esto además queda corroborado en las entrevistas, que como se ha dicho anteriormente, se presenta como práctica habitual que a fin de año, para las fiestas y meses de verano (cuando el trabajo en las quintas merma) viajan a Jujuy o Tarija donde tienen a sus familiares, regresando en febrero o marzo para el comienzo de la siembra y del ciclo escolar para los hijos.

 

Figura 3. Red social según vínculos y lugar de residencia.
Fuente: elaboración propia en base a la utilización del programa Ucinet 6 y al trabajo de campo realizado.

 

En la tercera red (figura 4) se representó con color rojo los integrantes de la estructura que se encuentran trabajando en las quintas del cinturón hortícola y en color azul, los que realizan otros trabajos. Aquellos que en la actualidad se encuentran trabajando en otros sectores distintos a la de quintas, coinciden en gran parte con los integrantes de la red identificados en la anterior como los ‘hijos de bolivianos nacidos en Argentina’ que pertenecen a las generaciones de jóvenes, muchos de ellos dedicados al ejercicio de sus profesiones o estudiando carreras universitarias. Esto forma parte de una de las características muy presente en las entrevistas, donde se expresa que los jóvenes ya no se dedican exclusivamente al trabajo en las quintas, sino que muchos de ellos luego de finalizar sus estudios medios, deciden no volver al campo y realizar estudios universitarios en la ciudad de Santa Fe.

 

Figura 4. Miembros de la red social según vínculos y ocupación laboral.
Fuente: elaboración propia en base a la utilización del programa Ucinet 6.

 

Significados y percepciones: la acción y la valorización del logro conseguido

Las prácticas narradas hasta aquí encierran significados los cuales han sido detectados durante el trabajo de campo. Los mismos intervienen de manera importante en las experiencias cotidianas de los migrantes y como se ha dicho, le dan sentido a la migración misma.

Para poder llevar a cabo este punto fue necesario que en las narraciones, los entrevistados recuperen algunas cuestiones que hacen al recuerdo acerca de sus lugares de procedencia tanto en cuestiones materiales como simbólicas y además, que recurran a ciertos elementos que explicarían cuáles son las percepciones y valorización que le atribuyen al espacio de destino. Mediante el recuerdo es posible que los migrantes reconstruyan las experiencias vividas a lo largo de su historia migratoria, hay un constante ‘ir y venir’ entre el pasado y el presente de los entrevistados, entre lo de ‘allá y lo de acá’, lo de ‘antes y lo de ahora’, entre ‘lo perdido y lo logrado’.

Como primera cuestión a destacar es aquello que justifica el haber migrado y el haber permanecido en el cinturón hortícola a pesar de ciertos momentos y situaciones de precariedad, frustraciones, insatisfacciones, desarraigo que muchos de los entrevistados expresan en sus relatos. Aquello que justifica y le da sentido al haber vivido esas experiencias es precisamente, todo aquello que se ha logrado, es lo conseguido a lo largo de estos años, desde la toma de decisión de migrar hasta la actualidad.

Trabajar la tierra y progresar en este trabajo, educar a los hijos, tener acceso a los centros de salud, ser ‘reconocidos y aceptados’ y normalizar su situación legal se presenta como los logros que fundamentan el proceso migratorio sumado al logro de haber consolidado una red social, es decir, una comunidad. Estos aspectos sólo pueden ser comprendidos y analizados si antes, se consideran aquellas experiencias y cotidianeidades espaciales y simbólicas mencionadas hasta aquí. Es decir, estos significados son en los cuales se apoyan las experiencias vividas en el espacio en estudio antes descriptas.

La inmigración a Monte Vera es considerada por los entrevistados como una oportunidad laboral y una posibilidad de progreso económico y social para ellos y sus familias. Esto es lo que en gran medida le ha dado sentido al traslado y al permanecer en el lugar, y en este permanecer se ponen en juego numerosas acciones y valorización que van construyendo dicho lugar.

A continuación se destacan algunos fragmentos obtenidos de las narraciones de los entrevistados los cuales son considerados como fuentes de información que permiten acercase a la comprensión acerca del significado que argumenta las acciones de la vida cotidiana de la comunidad.


El recuerdo del sacrificio y el sentido otorgado a lo realizado

Entrevistado N°2:

- “…nos costó tanto, esos años, se trabajó todo a fuerza de pulmón, porque no había máquinas… todo era… ahora hay máquinas para hacer el lomo para el tomate, para hacer rollos, el trabajo es un poco mas liviano, antes se trabaja muy muy muy fuerte, era muy pesado…”

Entrevistado N°2[37]:

-“…valió la pena para el que supo cuidar (…) yo lo que hacia, lo que ganaba, lo cuidaba, logré comprarme casita, herramienta, el que no supo cuidar, está realmente en la misma…”

Entrevistado N°4:

- “… no me gusta el trabajo en el campo, yo antes trabajaba en una guardería en Jujuy (…) con la mediería no se gana nada, se trabaja mucho y nada de ganancia…”

Entrevistado N°1:

- “… y qué me llevó a estudiar derecho… toda esta cuestión sociológica en la cual crecí, me vi envuelto, vi gente que venía de allá, me sorprendía el desarraigo, me impactó el sufrimiento, he escuchado muchas historias de muchachos solos que venían, que extrañaba a la madre, el padre… no podían salir, eran indocumentados, toda una serie de cuestiones digamos que hoy ya no se ven… pero digamos que me ha llevado a ver lo justo e injusto. (…) Guardo de recuerdo mi código civil, el tomate te deja la mano de una manera tal, que es imposible sacar, queda verde (…) que el código civil lo marqué siempre en la hoja con mi mano, si bien yo me lavaba, tocaba el libro, y quedaba marcado (…) creo que por ahí mi convicción fue mas fuerte, no es cierto, y escuchaba a mi papá de los colores de Bolivia, que decía el rojo de la sangre, el amarillo del oro, y el verde de la fuerza del campo y la esperanza…”

Los fragmentos citados reflejan aquellos sentimientos y recuerdos de experiencias dentro del proceso migratorio no deseadas pero que a su vez, por oposición, permiten valorar lo logrado en la actualidad. De algún modo, los entrevistados expresan esto como el ‘costo’ de lo ‘ganado’ y ese costo, en algunos casos elevado, es lo que influye aún más en las valorizaciones y percepciones acerca de lo conseguido luego de años en el espacio de destino.

También, lo mencionado se relaciona con lo expuesto en las entrevistas. La comparación entre los lugares de origen y de destino, el paralelismo entre ambos que si bien está cargado de sentimientos de nostalgia y ciertas contradicciones, concluyen en una valorización positiva del espacio de destino y con que estas vivencias migratorias de algún modo ‘valieron la pena’ porque en definitiva, el logro acerca de la salud, educación, el trabajo justifican las experiencias y sacrificios vividos. Al sentimiento en cuanto a lo logrado se le suma lo que expresan los entrevistados en relación a la estabilidad de radicarse definitivamente en el espacio de destino y finalizar con los períodos de ‘ir y venir’ según la existencia o ausencia de trabajo.


En relación al lugar de origen y al espacio de destino

Entrevistado N°2: (en relación a Tarija y a Monte Vera).

-“… hay muy pocas extensiones para trabajar, muy poca tierra porque estamos rodeados de cerros, entonces es muy poca la extensión para poder trabajar.
- ¿y las pocas tierras deben estar en manos de pocas familias…?
- claro, claro, entonces uno, por ahí, vamos… antes el cambio beneficiaba, llevamos 100 pesos de acá… llevábamos un montón de guita allá… ahora no, al contrario, ahora está prácticamente a la par el cambio (…)
- ¿y qué extrañaba de Tarija una vez que llegó acá?
- yo lo que más extrañaba, de alguna manera, yo… las costumbres, las comidas… me costó un poquito acostumbrarme, el mismo clima… el agua, es salada, allá es dulce… entonces… y pasó dos o tres meses y me acostumbré… y ya después no me quise ir más…” (…)
- no, yo vine con un pariente. Vine de peón, prácticamente no conocía, me parecía algo extraño… el sol me salía al revés…, no me pude adaptar al clima… claro, al agua…. Claro, el sol me salía al revés, yo me acuerdo, pucha, dónde estamos…. Estaba perdido. Bueno, el agua… la sentía el agua salada… porque estábamos en la costa… en el río. Y bueno, después, con los años me fui acostumbrando… y ya me quedé acá, y no salí a ningún lado… mi trabajo fue acá en Monte Vera (…) realmente, me gusta mucho Monte Vera, fijensé que hay muchos paisanos, parientes que he tenido trabajando en Corrientes, en Helvecia, y que me querían llevar para allá, y digo, no… no quería, no quería ir, porque me gustó el lugar, y no quería andar de un lugar para otro (…) no, no, a uno parecería que le gusta este lugar….parece, (…) tengo costumbres que no puedo olvidar… para los carnavales…”

Entrevistado N°2:

- “…En Tarija ¿cómo era su vida?
- yo en Tarija, yo cuando era chico, me gustaba mucho, por eso me vine directamente a la quinta, me gustaba mucho el trabajo de la agricultura, siempre trabajando sembrando la papa, el maíz, la cebolla, a eso me dedicaba yo.
- ¿y sus padres?
- también tenían eso… teníamos ovejas, vacas, chivos… en eso trabajamos nosotros. Y después, cuando tenía quince años, me hice más grande, veía cuántos se venían… y le digo a mi tío…lléveme… (…) a los quince años, me vine al norte, a trabajar de tantero, le llaman por ejemplo, tenés que atar el tomate, dejar todo listo para cosechar, (…) atender la planta solamente, entregaba ese trabajo, cobraba…en Jujuy.  (…)
- y cuando terminaba ese trabajo, ¿volvía a Tarija?
- a veces volvía por quince días y sino de ahí nomás, me venía para acá, a Monte Vera.
- ¿terminaba acá y volvía a Jujuy?
- no, no, a Tarija, un mes más o menos y de ahí me iba a Jujuy, otra vez. Y después ya me quedé acá.
- ¿nunca fue a otras provincias?
- no, no, mirá que tengo muchos parientes, me gustó Monte Vera, me quedé acá.
- ¿y ese trayecto lo hacía con sus hermanos?
- claro…”.


Las visitas al lugar de origen, los recuerdos y las costumbres…

Entrevistado N°2: (acerca de los bailes)
-“… son bailes, vamos a decir, estilo del norte, la jaia. Después está las morenadas, después, del pago nuestro, está la chacarera, la cueca… las tradicionales de nuestro pueblo, de ahí, Tarija… esos son los bailes típicos.
- ¿los carnavales, usted mencionó, son importantes en Tarija…?
- sí, el carnaval es muy lindo… aparte de eso, el clima, no vamos a estar soportando este calor… es un clima tan lindo, tan lindo… es mas seco. (…) antes los carnavales eran distintos, ahora cambió mucho, ahora son mas… cómo te puedo decir, son más, más distintos, mas civilizados… antes era mas indios…”

Entrevistado N°1:

- “… justamente hoy hacen el desentierro del diablo, que significa el inicio del carnaval, hoy, pero no el diablo como, contrario a la iglesia católica como maldad, sino como sinónimo de diversión. Y ellos ‘promesan’ a la madre, justamente el año pasado estuve, llevaban un vasito de bebida, la chicha, que no sabía, yo no conocía, y lo tiraban a la tierra,  y piden… y yo veía que había padrino de comidas, padrinos de música… que hacen promesas para el próximo año…”

Es importante señalar que Bolivia se caracteriza hacia su interior por la presencia de fuertes regionalismos los cuales distinguen y separan a los bolivianos dentro del país. Sin detenerse en el tema, tanto desde lo geográfico como cultural, Bolivia presentan regiones caracterizadas por los ‘kollas’, (de la zona de La Paz, Cochabamba, Oruro); los ‘Cambas’ (Santa Cruz) y los ‘chapacos’ (Tarija). Esta distinción, como se dijo, no es sólo geográfica, sino que encierra a su vez un fuerte componente cultural, haciendo que cada caso se diferencie en cuanto a festividades, prácticas, lenguajes locales, música y bailes, etc. En el caso de Tarija, muchos de los elementos que caracterizan las festividades, celebraciones, música, bailes, rituales que son los representativos de las poblaciones de esta región de Bolivia son ‘traídos’, manifestados y vividos en Monte Vera.


A modo de síntesis

La intención ha sido identificar concretamente aquellas experiencias que caracterizan la vida cotidiana de los integrantes de la comunidad boliviana, partiendo de las acciones sociales de los individuos en el espacio en un contexto determinado y del significado que éstas tienen en dicho espacio. En relación al significado Crespi[38] sostiene que el mismo puede estar definido por representaciones, valores, reglas y normas de conducta que orienta la acción.

Se consideró importante la distinción en los cuatro ítems expuestos ya que, de esta manera, ha sido posible identificar por separado ciertos comportamientos que en su conjunto e integralmente conforman la realidad social de los bolivianos; comportamientos y realidad social compartida por quienes conforman la comunidad boliviana. Estas acciones cotidianas y experiencias vividas son en definitiva intencionalidades que persiguen fines específicos involucrados en la toma de decisión de migrar, el traslado, el arribo, la posterior inserción, etc. En efecto, estas cotidianeidades son las que luego, con el paso de los años, siguen existiendo para mantenerse en el presente y en el espacio de destino convirtiéndose en modos de vida y en una realidad social.

Los vínculos y relaciones sociales son los que permiten mediante la ayuda y cooperación que estas cotidianeidades se conserven y a su vez, hace que el significado del proyecto inicial que justificó la migración se refuerce en el tiempo. La comunidad boliviana del cinturón hortícola santafesino es una estructura social que se construyó en el tiempo y a través de una red de relaciones a partir de experiencias y rutinas tanto espaciales como simbólicas compartidas por los miembros reforzando la identidad colectiva del grupo y la identidad espacial del cinturón verde.

La permanencia de la población inmigrante en sus áreas de destino no sólo depende de la inserción en el plano laboral, sino y muy importante, de la construcción de un espacio social en el cual sea posible desarrollar una cotidianeidad cultural, espiritual y emocional. “…Sobre la base de estas experiencias, los bolivianos han constituido ámbitos comunes de práctica cultural en diferentes espacios: en el mundo del trabajo, en el barrio, en la interacción cotidiana con los diferentes actores. Se trata de la puesta en juego de viejas y nuevas formas culturales en un contexto de práctica social común…”[39]

 En el marco del tejido de redes sociales migratorias y de una permanente movilidad espacial de la población boliviana, hoy como en el pasado mediante estos constantes traslados, los migrantes le dan continuidad a la identidad contribuyendo, por un lado a la llegada de otros migrantes y por otra parte, a la ampliación de la red social y la construcción de una espacialidad. La creación de instituciones –en una primera instancia más informales- permite esto, y la evolución hacia instituciones más formales fortalece la presencia de la comunidad en el espacio de destino y su reconocimiento.

Estas cotidianeidades y sus significados son los que caracterizan al proceso migratorio de la población boliviana y las que explican la construcción de la espacialidad del cinturón verde pero a su vez son estas cotidianeidades y sus significados las que debieron continuar presentes en el tiempo –y en la actualidad- para la permanencia de esta población en el lugar, recreando y reconstruyendo de este modo la espacialidad del lugar.

A lo mencionado se puede además agregar, que tanto la espacialidad como su identidad se construyen de manera relacional. En efecto, la espacialidad del cinturón hortícola es el resultado de una serie de relaciones sociales y su identidad se define a partir de la mezcla entre estas relaciones, prácticas e intercambios y de los sentidos, significados y valorizaciones implícitas en estas relaciones.

Para comprender la construcción del cinturón verde santafesino se deben tener en cuenta, como se ha dicho a lo largo de este trabajo, que el lugar dependió de una esfera espacial mucho más amplia en la cual se han sucedido y aún en la actualidad sigue estando presente relaciones de interdependencia entre distintos espacios involucrados en la trayectoria de los migrantes. Entre estos lugares se fueron dando una serie de articulaciones de intercambios e influencias que los mismos migrantes se han encargado de generar. De este modo, el cinturón verde se convierte en un lugar de encuentro y en un lugar al cual se le atribuye un determinado significado. Es, en este proceso, que se construye y define la identidad socioespacial del lugar.

 

Notas

[1] La provincia de Santa Fe se encuentra compuesta por 19 departamentos, los cuales a su vez se dividen en jurisdicciones denominadas distritos. Estos distritos o gobiernos locales pueden ser municipio o comunas dependiendo de la cantidad de habitantes. Para el caso del municipio, más de 10.000 habitantes y para el caso de los distritos comunales, entre 1.500 y 10.000 habitantes. El presente trabajo corresponden al cinturón hortícola santafesino en el Departamento La Capital, exclusivamente en el distrito comunal de Monte Vera.

[2] Denominación dada fundamentalmente por los lugareños a las distintas áreas que componen Monte Vera: Paraje de la Costa, Paraje Ángel Gallardo, entre otros.

[3] Sandoval Casilimas, 1996, p. 35.

[4] Guber, 2004, p. 60.

[5]  http://www.analytictech.com/downloaduc6.htm

[6] Celton y Carbonetti, 2007, p. 29.

[7] Benencia, 1998-1999, p. 431.

[8] “… The Tucumán-Córdoba railroad was finished in 1877, and sugar production in Tucumán rose rapidly therearfter. In 1872 Tucumán produced 1,200 metric tons of sugar. By 1889 the production reached 40,843 metric tons; it peaked in 1896 with the production of 135,605 metric tons. (Centro Azucarero Argetino, 1954). (…) The completion of the railroad had two repercussions. First, the production of sugar in the Norte (sugar zone of Salta and Jujuy) doubled in 1912, and by 1923 it totaled 40,000 metric tons, twice that of the previous year. (…) The second consequence of the completion of the railrod seems to have been an increase in Bolivian migration to Argentina, especially to Jujuy, where the Bolivian population jumped from 3,779 in 1895 to 12,854 in 1914. (National Census). (Whiteford, 1981, p. 19).

[9] Ortiz de D’Arterio, s/f, p. 70.

[10] Celton y Carbonetti, 2007, p. 35.

[11] Fuente: Celton y Carbonetti, 2007, p. 35 en base a datos de Censo de Población.

[12] Golovanesky, et al 1996; Karasik, 1985, Sassone, 1988 en Sala, 2000, p. 337.

[13] Whiteford, 1977, en Ortiz de D’ Arterio, s/f, p. 92.

[14] Blanes, 1986 en Ortiz de D’Arterio, s/f, p.89.

[15] Marshall y Orlansky, 1983 en Ortiz de D’Arterio, s/f, p. 89.

[16] Bauman, 2005.

[17] Massey, et al; 2000, p. 26.

[18] “…Three Levels of Analysis: Macro-Structural, Relational and Individual: In a sociological analysis of international migration three levels are relevant: (1) political-economic-cultural structures on the level of the international system, the country of origin and the country of destination (structural level), (2) density, strength and content of social relations between stayers and movers within units in the areas of origin and destination (relational level), and (3) the degree of freedom or autonomy of a potential mover (individual level), i.e. the degree to which he or she has the ability to decide on moving or staying. ..” (Faist, 1997, p. 6).

[19] Desde la mirada de una investigación cualitativa, en el paradigma constructivista “… el conocimiento es una creación compartida a partir de la interacción entre el investigador y el investigado, en el cual, los valores median o influyen la generación del conocimiento; lo que hacen necesario meterse en la realidad, objeto de análisis, para poder comprenderla tanto en su lógica interna como en su especificidad. La subjetividad y la intersubjetividad se conciben, entonces, como los medios e instrumentos por excelencia para conocer las realidades humana (…)…”  (Sandoval Casilimas, 1996, p. 29).

[20] La mediería como contrato agrario de naturaleza asociativa, se define legalmente (Ley 13246) como un sistema de producción en el que el dador pone la tierra, todos los elementos de trabajo- caballos, rastras, etc.- la mitad de las semillas y de los gastos de recolección. Los beneficios obtenidos se reparten en partes iguales. Este sistema ha sido, a partir de su implementación, una manera de organizar la producción hortícola de los cinturones periurbanos argentinos en general, y en particular la del cinturón santafesino.

[21] Registro de Entrevista realizada 07 de Febrero de 2010. (Masculino, 60 años).

[22] Registro de Entrevista realizada 07 de Febrero de 2010. (Masculino, 25 años).

[23] Benencia y Karasik, 1994, p. 290.

[24] Las raíces de la geografía humanista acerca del espacio geográfico se encuentran en la fenomenología, existencialismo e idealismo, en las reivindicaciones cualitativas del espacio, enfatizando en las intenciones, objetivos, principios, ideas y propósitos de las acciones del hombre.

La fenomenología, es un movimiento filosófico relacionado con Husserl quien la entiende como una ontología en la cual no cabe disociar el sentido del ser y del fenómeno. (Martín Heidegger, Jean Paul Sastre, Paul Ricouer, entre otros), es de Husserl la idea del ‘mundo vivido’…” (Santarelli y Campos, 2002, p. 48). La fenomenología de Husserl y de Schutz fue la primera en atraer la atención de los geógrafos, a principios de los 70. Determinados autores (Tuan, Mercer y Powell, Relph) utilizaron ideas de la fenomenología para criticar las bases empíricas del positivismo lógico. “…La fenomenología era el rechazo de la premisa de la objetividad, que permitía a los positivistas pasar por alto las concepciones previas y la subjetividad sobre la que se basaban las leyes y modelos. El interés de la fenomenología por la intencionalidad y la construcción de conocimientos parecía ofrecer unas vías completamente nuevas para la investigación de los geógrafos…” (Unwin, 1992, p. 205).

“… La orientación fenomenológica, común a la mayor parte de las opciones de investigación cualitativa, propone como alternativas para el análisis las categorías de sujeto, subjetividad y significación, cuya mutua filiación se irá a encontrar en los conceptos de interioridad y vivencia. Desde el punto de vista del conocimiento, lo que interesará desarrollar es aquello que en las percepciones, sentimientos y acciones de los actores sociales aparece como pertinente y significativo…” ((Sandoval Casilimas, 1996, p. 32).

“…El existencialismo, al centrar la atención en la existencia humana tiene que reconocer la temporalidad de ésta, y por lo tanto su historicidad…” (Capel, 1981, en Santarelli y Campos, 2002, p. 49). Implica un regreso al mundo concreto del ser como fuente de conciencia.

“…El idealismo o los denominados formalistas en la filosofía moderna “…se funda en las ideas…aquello por lo cual se supone que deber dirigirse las acciones humanas, son los ideales…” (Ferrater Mora, en Santarelli y Campos, 2002, p. 49).

[25] Las dimensiones subjetivas del espacio se relaciona con la corriente fenomenológica, en la que el estudio del espacio se centra en las vivencias del individuo y desde la percepción. (García Álvarez, en Hiernaux, y Lindón, 2006:44). Todo conocimiento procede de la experiencia del mundo y el espacio vivido y se debe tratar de identificar y describir las experiencias tal como son aprehendidas, considerando la subjetividad, la intuición y los valores intrínsecos. (Santarelli y Campos, 2002, pp. 48-66).

[26] Sassone, 2005, p. 9.

[27] Bourdieu, 1977, en Harvey, 2004, p. 239.

[28] Claval, 1999b, p 31.

[29] Duvignaud, 1973 en Claval, 1999ª, p. 113.

[30] Claval, 1999ª, p. 113.

[31] Giusti y Calvelo, 1998, p. 10.

[32] Sassone, 2002 en Hughes y Owen, 2006, p 6.

[33] Balán, 1990 en Benencia y Karasik, 1994, p. 279.

[34] Registro de Entrevista realizada el 19 de Mayo de 2008. (Masculino, 35 años).

[35] Registro de Entrevista realizada el 5 de Noviembre de 2008. (Femenino, 30 años).

[36] Registro de Entrevista realizada el 6 de Junio de 2009. (Femenino, 30 años).

[37] Registro de Entrevista realizada el 25 de Julio de 2010. (Masculino, 60 años).

[38] Crespi, 1997 en Lindón, 2000:197.

[39] Benencia y Karasik, 1994:287.

 

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Ficha bibliográfica:

DEMARCHI, Mariela. La espacialidad de la migración boliviana en el marco de las redes sociales. El caso del cinturón verde santafesino. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de julio de 2012, vol. XVI, nº 408. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-408.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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