PRIMERA PARTE
 
 
 
Capítulo Segundo

LA PROSTITUCIÓN EN LA ANTIGÜEDAD.

El origen de la prostitución es antiquísimo. Cicerón, Horacio, San Pablo, etc., se lamentan del triste cuadro que ofrecía el vicio de la lujuria, de lo cual es lícito deducir los desórdenes consecutivos a los excesos obscenos a que se entregaban algunos pueblos de la antigüedad.

Para que se vea como se entendía la prostitución en los tiempos antiguos, vamos a transcribir algunos párrafos del texto del Profeta, cuyas expresiones, aunque figuradas, como observa Jeannel, no dejan de revelar verdadera energía del sentido directo para pintar el estado de las costumbres.

He aquí la nota infamante con que la prostitución afectaba a aquellos pueblos:

"Et revelabo pudenda tua in facie tua, et ostendam gentibus nuditatem tuam, et regnis ignominian tuam."

"Et projiciam super te abominationes, et contumeliis te aficiam; et ponam te in exemplum" (NAHUM, III, 5, 6.)

"...Y yo levantaré tus vestidos sobre tu cara y mostraré a las gentes tu desnudez y a las naciones tu ignominia."

"Yo proyectaré sobre ti las abominaciones, yo te cubriré de oprobio y te propondré en ejemplo."

"Confisa et in mendiato... ego nudavi femora tua contra faciem tuam et apparuit ignominia tua, adulteria tua et hinnitus tus scelus fornicationes tuæ..." (JEREM., XIII, 25, 26 y 27.)

"Porque tu eres cómplice en la mentira, yo te pondré desnudos los muslos, cubriendo tu cara y se verá tu vergüenza, tus adulterios, tus pasiones lúbricas, tus infames fornicaciones."

"Omnis mulier quæ est fornicaria, quasi stercus in via conculcabitur." (ECCI., XI, 10.)

"Toda mujer prostituta será pisoteada como la inmundicia sobre los caminos."

"Non ingredietur mamzer, hoc est de scorto natus, in ecclesiam Domini, usque ad decimam generationem."(NUM, XXIII, 2.)

"El mamzer, esto es, el hijo de una prostituta no podrá entrar en el templo del Señor hasta la décima generación."

"Et filiorum illius non miserebor; quoniam filii fornicationum sunt" (OSÉE, II, 4.)

"No tendré misericordia de tus hijos, porque ellos son hijos de la fornicación."

"Quia fornicata est mater corum, comfusaque est quæ concepit eos" (Id.)

"Porque su madre se entregó al escándalo, son deshonrados aquellos que ha concebido."

De lo expuesto se deduce la antigüedad de la prostitución y de la manera como era considerada. Su existencia era conocida ya en tiempo de los Patriarcas y de los Profetas, más de 20 siglos antes de la era cristiana.

"Quam cum vidisset Judas, suspicatus est esse meretricem: operuerat enim vultum suum, ne agnosceretur.

"Ingrediensque ad eam, ait: Dimite me ut coeam tecum: nesciebat enim quod nurus sua esset. Qua respondente: Quid dabis mihi ut fruaris concubito meo.

"Dixit: Mitam tibi hædum de gregibus. Rursumque illa dicente: Patiar quod vis, si decideris mihi arrhabonem, donec mittas quod polliceris.

"Ait Judas: ¿Quid tibi vis pro arrhabone dari? Respondit: annulum tuum et armillam et baculum quem manutenes. Ad unum igitur coitum muller concepit." (GÉNESIS, XXXVIII, 15.)

"Habiéndola visto Judás se imaginó que era una prostituta, porque ella se había tapado la cara para no ser reconocida

"Y se adelantó hacia ella y le dijo: Permitidme que me aproxime a vos; pero él ignoraba que esta fuese su nuera. Ella le respondió: ¿Qué me daréis vos por gozar de mi?

"Yo os enviaré un cabrito de mi rebaño. Ella repitió: Yo os concederé lo que queréis, si me dais una fianza de enviarme lo que me habéis prometido.

"¿Qué fianza exigís? Le dijo Judás. Ella respondió: Vuestro anillo, vuestro brazalete y el bastón que tenéis en la mano. Y así, la mujer, a un solo coito, concibió."

La prostitución figura asimismo en las tradiciones más oscuras de los tiempos de la fundación de Roma, por los jóvenes Rómulo y Remo:

"Sunt qui Laurentiam vulgato corpore, lupam inter pastores vocatam putent." (TIT. LIV. I, 4)

"Algunos pretenden que Laurencia era una prostituta a la cual los pastores habían dado el nombre de loba."

"Non dessunt qui dicant cum expositi vagientes jacerent a nescio quam primmum meretrice fuisse collectos et primas ejus suxisse mamillas. Meretrices autem lupas vocabant, unde etiam nunc turpia loca carum lupanaria nuncupantur." (AUGUST, De civit Dei. Lib. XVIII, cap. 21.)

Se refiere que fueron abandonados y expuestos, y que una prostituta atraída por sus gemidos les recogió y les amamantó.

En aquellos remotos tiempos se daba a las prostitutas el nombre de lobas, lo mismo que sus moradas fueron llamadas lupanares, del latín lupus, lobo.

En la antigua Roma, en la Roma pagana, es en donde la prostitución echó tan profundas raíces, que todavía se hallan alimentadas por la savia de la actual generación.

Desde la prostituta de asqueroso lupanar, la cual, a la amortiguada luz de una lámpara de forma obscena (1) y apurando botellas de vino y aguardiente, se entrega con los esclavos, que pueden alcanzar un día la libertad, al desenfreno de las más lúbricas pasiones, hasta la distinguida cortesana, a quien Tiberio regala fabulosas sumas que exceden al precio declarado a los Censores por todo el mobiliario de las tierras de Sabina, se observa, en toda su desnudez y en todas sus formas, la prostitución más refinada, no siendo extraño a aquella época la pederastia, la sodomía y el tribadismo.

Las naciones son fuertes cuando se inspiran en pasiones nobles. La degradación de las pasiones en un pueblo, es síntoma manifiesto de decadencia, es su debilidad física, tras la cual viene la impotencia. Por esto, cuando el pueblo romano dejó de inspirarse en las grandes virtudes, ya no dictó leyes al Universo, y convertida cada casa en un lupanar y cada ciudadano en un ser afeminado, el simoun de la lujuria arrastró consigo el indómito valor de aquel emporio de las artes, de la industria y de la literatura, perdiendo con tal motivo aquel, hasta entonces, centro de civilización, el equilibrio de su fuerza moral y física.

Notas bibliográficas

(1) Lámpara que figura un miembro viril en estado de erección, saliendo la mecha por el conducto de la uretra. Todavía se conservan algunos ejemplares en el Museo de Nápoles. (De la prostitution dans les grandes villes, Jeannel, p. 114. – 1874.)


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