SEGUNDA PARTE
 
 
 
Capítulo Primero

DEFINICIÓN Y FORMAS DE LA PROSTITUCIÓN

Antes de emprender el estudio de un proceso morboso, debemos conocer su definición y examinar las formas de que la afección es susceptible de revestir.

De la definición de esa enfermedad conocida generalmente con el nombre de prostitución, nos ocupamos ya en uno de los capítulos precedentes; mas, entre las distintas definiciones que encontramos, ninguna basta a completar la idea de la prostitución, tratando de estudiar esta plaga bajo el punto de vista patológico-social.

Concretándonos, pues, a una definición fija e invariable, que nos sirva de punto de partida, diremos: que la prostitución es una enfermedad de carácter social, consistente en el comercio que la mujer ejerce con su cuerpo, la cual, mediante una remuneración en dinero o en especie, se entrega al hombre para proporcionarle un goce sensual, permaneciendo, elle, pasiva en el acto.

De lo cual resulta, como dijimos en el capítulo anterior, que el calificativo de prostituta no siempre se halla bien aplicado, y que la prostitución se encuentra muchas veces aun más allá del matrimonio.

¿Puede definirse de otra manera que como acabamos de hacer, esa calamidad, a costa de la cual se levantan respetables fortunas como la de Mme. M..., dueña de una casa pública, que al morir, hará unos dos años, en esta capital, legó a sus herederos fuertes cantidades en fincas y en dinero?

¿Quién no conoce tal o cual celestina, que tras dos y tres amantes, ha encontrado uno, por fin, que le ha legado al morir una renta fabulosa?

¿Hay alguien que no registre entre sus amigas o conocidas el caso de alguna joven de 18 ó 20 años, de rostro agraciado y bellas formas, que al ofrecerse en holocausto a Hymeneo, después de haber calmado los ímpetus conyugales de un viejo setentón, ha ganado en esta partida comercial, sancionada por la ley del matrimonio, una colosal herencia?

Basta con lo dicho, para dejar justificada la definición de la prostitución.

Las formas que esta enfermedad reviste pueden reducirse a dos: prostitución pública y prostitución privada, o en lenguaje administrativo, prostitución inscrita y prostitución clandestina.

La primera, como su mismo nombre indica, es la que se ejerce de un modo público, sin que la mujer que se dedica a ella tenga empeño en ocultar su oficio, antes al contrario, procura por todos los medios que están a su alcance, atraerse el mayor número de hombres, al objeto de proporcionarse un buen jornal. Son, en una palabra, las que ejercen sin temor el verdadero raccrochage (1) .

Los reglamentos gubernativos que imponen a la mujer que se dedica al oficio de prostituta una cuota proporcionada a su clase, para subvenir a los gastos de sanidad y vigilancia, son causa de que la prostitución pública no aumente en proporción al número de mujeres dedicadas a aquel tráfico. Y de ahí que la prostitución privada ejercida a la sombra, crezca cada día de una manera espantosa, causando en la salud pública más estragos que la filoxera en las vides.

La segunda forma de prostitución es la privada o clandestina; la más numerosa y también lo que más preocupa a las autoridades.

Desde la casa pública, que entre diez o doce prostitutas, cuenta tan sólo con cuatro o seis inscritas, hasta el suntuoso palacio, cuyo magnate recibe a escondidas a la aventurera cortesana, la prostitución privada se ejerce en todos los sitios y en diferentes ocasiones.

En el capítulo de la sintomatología nos ocuparemos de los medios de que se valen las rameras privadas, unas para escapar a la vigilancia gubernativa, otras para pasar plaza de mujeres honradas, y aquellas para simular una pasión amorosa que contribuya a aumentar la ilusión del hombre que compra sus favores.

De todo esto resulta la propagación a mansalva de la sífilis, y a esto se debe el que se presenten a la consulta médica, muchas veces, casos de blenorragia aguda., cuyos enfermos se creían atacados de simple irritación uretral, fiados en la virginidad de la mujer con la cual cohabitaron.

Existe otra clase de prostitución, que pudiéramos llamar masculina, o sea el cenydismo o pederastia.

Afortunadamente escasa entre nosotros, esta forma especial es asquerosa e indigna de la especie humana. No se concibe que un hombre con sus partes sexuales bien conformadas, se abandone al cenydismo. La idea del lucro, en los pederastas que viven de este abominable comercio, no es suficiente para justificar semejante aberración de la naturaleza.

En todas épocas ha sido el cenydismo anatematizado por la opinión pública, prohibido por las leyes, y mirado con espanto por toda persona que conserve el más leve resto de pudor.

Según el siguiente pasaje del Levítico, la pederastia era ya conocida en aquellos tiempos primitivos y castigada ejemplarmente:

"Qui dormierit cum masculo coitu femineo uterque operatus est nefas, morte moriantur: sit sanguis eorum super eos." (LEV. XX, 13.)

"Cualquier hombre que durmiera con otro y practicaran un ilícito coito como si fuera con mujer, sean condenados a muerte y derramada sobre ellos su propia sangre."

La infame prostitución cynédica se practicaba públicamente entre los romanos (2) . Los poetas latinos Horacio, Tibulio, Catulio, Marcial y otros, escribieron contra las pasiones antinaturales sangrientas invectivas.

Las leyes hebreas se ocupan ya del cenydismo, reprobándolo enérgicamente y reprimiéndolo por medio de los más terribles castigos.

A tan infame vicio es debida, según el Génesis, la destrucción de Sodoma y Gomorra.

 

Notas bibliográficas.

(1) Raccrochage, palabra francesa que significa el acto de convidar a los hombres, las mujeres perdidas, para que entren en sus casas.

(2) La prostitución de los niños varones existe aún hoy día en Constantinopla, en las mismas casas de mujeres públicas, hallándose muy en uso en la mayor parte de los pueblos orientales. (De la prostitution dans les grandes villes aux dix-neuvième siecle, par le docteur J. Jeannel.— 2ª edición. 1874. París.)


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Dedicatoria Introducción Carta prólogo de Juan Giné y Partagás
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